Nada igual, todo diferente
El aeropuerto, donde ésta historia comenzó, parece el lugar justo para decir que termina.
Hace tres años crucé por primera vez éstas puertas que me llevarían rumbo a mi sueño, hoy lo vuelvo a hacer para poder cursar mi último año escolar, podría ser la misma escena, mis amigos, mi familia, todos aquí para despedirme y yo listo para irme, todo es igual, y al mismo tiempo nada es igual. No, más bien, nada es igual.
Hace tres años entraba rodeado de mi familia, mis padres y mi hermana, y ellos se quedarían aquí; hoy, mi familia son mi novia y mi hija, y volarán conmigo a España. Hace tres años, el club de los nombres ridículos llegaba tarde; hoy, entran conmigo. Hace tres años éramos cuatro amigos, hoy somos cinco, y dos son mujeres. Hace tres años Edvard me abrazaba llorando, emocionado porque me iba, hoy no está. O mejor dicho, sí está, pero no como nos gustaría; ya no están sus risas melodiosas, sus chistes malos, su apoyo incondicional, ahora, en el lugar que debería ocupar su cuerpo, solo se encuentra Khaled cargando la urna de sus cenizas.
El aura de tristeza y dolor se respira entre todos, nuestra vestimenta negra externa el luto en el que estamos, sí bien es cierto que no es como que Edvard se haya ido apenas ayer, sí se siente casi así.
Hace tres semanas que nos despedimos del eje del club, tal como él quería, todos los órganos que podíamos salvar fueron donados, las enfermeras nos regalaron un documento con todos los receptores de alguno de éstos, aunque yo siempre portaré el más importante, su corazón, al cuál prometí darle un buen uso y una larga vida.
Entre papeleos y despedidas pudimos hacerle un funeral medianamente decente hace un par de días, Khaled aseguró que a él no le habría gustado tener una reunión grande ni que derramaramos una sola lágrima, con lo cual tuvimos que estar de acuerdo. Hicimos una última salida como el club de los nombres ridículos, no nos separábamos, mantendríamos nuestra promesa de no dejarlo morir, pero el club no podía seguir existiendo así, sin Edvard. Nunca se volvería a mencionar el nombre del club.
Khaled abrazaba a Juno con un brazo y con el otro cargaba la urna con las cenizas de quién una vez había sido mi mejor amigo. Auguste sostenía a Kathleen por los hombros, la cual contenía las lágrimas mientras abrazaba su vientre, ayer se había enterado que estaba embarazada. Con una mano, yo sostenía mi maleta, con la otra, tomaba a mi novia, quién con su otro brazo cargaba a nuestra pequeña hija.
—¿Nos vemos en un año? —cuestiona Khaled mirándonos a Liesel y a mí.
—Claro que sí —murmuro y no puedo evitar mirar la urna —¿Qué van a hacer con él?
Khaled y Auguste intercambian una mirada, después, Khaled voltea y mira a Juno, cuando los tres intercambian asentimientos, el moreno toma la urna con ambas manos y me la estira.
—Llévatela —pide.
—¿Qué? —cuestiono incrédulo —No, no puedo hacer eso
—Sí puedes —asegura Khaled —Era lo que él quería
—Él pidió que sus cenizas fueran lanzadas al mar —explica Auguste.
—Específicamente al canal de Panamá, pero primera ya no existe y segunda, el único que va a partir rumbo a un lugar con mar eres tú —aclara Juno —Llévatelo, por favor, dale su libertad
Miro a Khaled agitar una vez la urna y noto el brillo triste en sus ojos, pensar en esa cosa como Edvard me parece cruel, pero no hacerlo me parece poco humano.
—No puedo hacerlo —murmuro con dolor —No me corresponde, deberían hacerlo ustedes
—Oye, si Edvard estuviera aquí, te diría que su despedida solo la podría dar su mejor amigo —asegura Kahled —Y como recordarás, tú eras su mejor amigo
Esa mención solo puede ponerme peor, haciendo que cierre los ojos y dos lágrimas corran por mis mejillas; vuelvo a abrir los ojos y estiro ambos brazos para tomar la urna entre éstos.
—A todos nos duele su partida Aramis —murmura Khaled —Pero era algo inevitable
—Hazlo, por él —pide Auguste y yo asiento.
—Espero verlos de nuevo chicos —exclamo.
—No nos iremos —afirma Juno.
—Ni ahora, ni nunca —secunda Kathleen.
—En las malas y en las peores —declama Auguste juntando sus dedos en señal de la cruz.
—No nos dejamos, ni nos vamos —finaliza Khaled imitando su acción.
Todos repetimos el gesto, incluso mi pequeña niña, dejamos un beso en nuestros dedos y alzamos los brazos sobre nuestras cabezas.
—Que nunca muera el club de los nombres ridículos —declamamos todos, en ese momento, se escucha la primera llamada para abordar mi vuelo.
—Hasta la vista Mosquetero —despide Khaled.
—Adiós Cascanueces, adiós Juno
—Adiós Aramis —responde Juno
—Maestro —digo mirando a Auguste y este solo ríe.
—Mosquetón
Liesel se despide también y todos abrazan con cuidado a mi pequeña hija, antes de irnos, guardo la urna con las cenizas de Edvard en la maleta, ya la sacaré cuando lleguemos a España; tomo la mano de Liesel y ambos caminamos hacia la sala de abordar, llevaba años esperando esto, pero de haber sabido que pasaría así, habría deseado que jamás sucediera.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top