Malas y peores

Entramos a la habitación de Aramis, aparentemente la cirugía salió bien y todo está en orden, el único problema radica en que eso fue hace dos días y el chico aún no despierta.

Liesel está sentada en la orilla de la cama acariciando su mano con delicadeza, Auguste y yo nos recargamos en la pared de la habitación, él abraza a Kathleen y yo a Juno.

—Él estará bien Liesel —murmura Kathleen —Es fuerte, saldrá de esta

—Eso espero, si no todo habrá sido en balde

Eso es lo que todos tememos, que el sacrificio de Edvard y todo lo que ha pasado no haya servido de nada. Siento a Juno apretar mi brazo en un gesto para contener su dolor y poso mi mano sobre su cabeza para calmarla un poco.

Como si nos estuviera escuchando, las constantes de Aramis empiezan a subir y se escucha como exhala pequeños gruñidos hasta que finalmente abre los ojos con lentitud.

—Aramis —murmura Liesel con ilusión dando un pequeño brinco en la cama.

—¿Qué pasó? —pregunta Aramis dejando caer su cabeza hacia su novia —¿Dónde estoy?

—Estás en el hospital —informa Auguste con calma —Sufriste un infarto, tú marcapasos dejó de funcionar, casi no la cuentas

Aramis dirige su mano hacia su torso y lo vemos trazar con cuidado el camino por la cicatriz que atraviesa su pecho.

—¿Qué me hicieron?

—Un transplante de corazón —respondo con una mueca, veo como se dibuja una pequeña sonrisa en el rostro del menor.

—¿Me dieron un corazón nuevo? —cuestiona con brillo en su mirada —¿Estoy bien?

—Habrá que comprobarlo —frena Auguste.

—Pero en esencia sí —afirmo.

Aramis abraza con alegría a su novia, volteo a ver discretamente a Auguste, y él me da un asentimiento suave; tenemos que avisarle a la hermana de Aramis.

—Oigan —llama de pronto Aramis, al volver la vista a él veo que pasea su vista por la habitación —¿Dónde está Edvard?

Todos nos quedamos en un sepulcral silencio e intercambiamos miradas incómodas, se ve como la alegría y la ilusión poco a poco se desvanecen del rostro de Aramis dando paso a la preocupación y el miedo; tal vez no sepa lo que pasó, pero no es tonto.

Finalmente es Liesel quien, tras inhalar profundamente coloca su mano en el pecho de Aramis justo sobre su corazón.

—Aquí está —exclama con tristeza.

Aramis baja la vista hacia la mano de su novia, parece procesar la respuesta por unos segundos antes de cerrar los ojos, sin embargo, para sorpresa de todos, empieza a reír.

En un principio estuve a punto de golpearlo, por lo menos hasta que, al escuchar con atención, noté que no era una risa real, si no más bien una risa tensa, forzada e incómoda, esas risas que se usan para ocultar dolor.

—Están bromeando, ¿verdad? —exhala aún soltando algunos vestigios de su risa —¿Verdad?

La voz de Aramis pasó de risueña y nerviosa a tensa y herida, nadie puede responderle pese a que cambia su vista entre todo el grupo.

—No, no, no —murmura levantándo poco a poco la voz hasta gritar de desesperación —¡No! ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué lo dejaron hacerlo?!

—No lo hicimos —respondemos todos a la vez.

—Pero igual lo hizo —apunta Juno bajando la vista al suelo.

—¡No! ¡No es justo! —estoy seguro de que los gritos de Aramis pueden escucharse por todo el hospital, y de que es altamente probable que vuelva a caer en un periodo de depresión después de esto —Edvard estaba bien, ¡Edvard debía vivir, maldición!

Liesel lo toma por las manos para hacer que la vea, sus ojos marrones están inundados en lágrimas aunque ninguna ha salido aún.

—Pero él eligió que fueras tú

Esa frase es el tiro de gracia para todos, Aramis se abraza con fuerza de su novia y se deja llorar en su hombro, a pesar del poco tiempo que llevaban de conocerse, era bastante evidente que él y Edvard habían hecho buena química, siendo realistas, tenía todo el sentido del mundo que Edvard lo considerara como su mejor amigo.

Lo pienso y me doy cuenta, que realmente el eje de todos nosotros siempre fue Edvard, nuestras vidas se resumen en un antes y un después de "El club de los nombres ridículos", y ese grupo no habría existido sin él, sin Edvard y sus espíritu aventurero, optimista e infantil de querer salir adelante pese a todo y contra todo.

Mirándolo así, Aramis, Auguste y yo acabábamos de perder a nuestro mejor amigo, Liesel a su sostén, al pilar del que se apoyó cuando quedó sola, Juno a su gemelo, su compañero de vida, y Kathleen, al amor de su vida. Una parte de todos se iba con Edvard... Y una parte de todos, solo viviría por Edvard.

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