La historia de la familia Dumas

Edvard se detiene frente a un hospital que se ve demasiado lujoso cómo para ser público y mira a Aramis por el retrovisor mientras hace una mueca de preocupación.

-Ya vuelvo -dice y baja corriendo de la camioneta.

Volteo a ver a Aramis noto como sus labios están casi totalmente azules y su rostro está aun más pálido que en el aeropuerto; yo no sé mucho de medicina, pero sí sé que eso no es sano.

Edvard llega corriendo, cierra la puerta del conductor y abre la de atrás, yo bajo de la camioneta y me acerco a él.

-Edvard -llamo y él voltea -¿Dónde estamos?

-En un hospital privado -explica simple.

-Edvard, no puedes hacer esto -reclamo incrédula.

-¿Quién dice? -contraataca altivo -Tengo los recursos y puedo hacerlo, no voy a dejar que mi mejor amigo se muera

-Pero Edvard...

-Liesel, ¡cállate! -ordena sobresaltándome, en ese momento, un grupo de paramédicos sale corriendo sosteniendo una camilla -No me salgas con discursos ni tonterías que seguro vas a decir, sé lo que es no tener dinero y carecer, y aún así lo sostengo, mientras esté en mis manos, por mis amigos daré hasta mi vida si es necesario

Los paramédicos se llevan a Aramis en estado de emergencia, no alcancé a escuchar nada de lo que dijeron pero sus rostros son suficiente como para darme cuenta que lo que sea que pase es grave.

-¿Vas a venir o te vas? -pregunta Edvard encaminándose hacia el hospital -Pero si te quedas es sin reclamos

Me quedo parada junto a la camioneta un momento mientras lo veo entrar y quedarse de pie esperando junto a una de las paredes del hospital, pasados unos minutos, se encamina por el pasillo; inhalo profundo antes de seguir su camino.

Avanzo por dónde lo vi perderse y reviso las habitaciones hasta dar con él, está sentado en una de las habitaciones a un lado de dónde se supone debería estar la camilla con la cabeza recargada en la pared y una mueca triste.

-¿Todo está bien? -pregunto haciendo que volteé.

-Sí -responde simple.

-Oye, lamento lo de allá afuera -me disculpo -Solo me parece que ya has hecho y dado mucho por nosotros, bueno, por mí particularmente

Edvard exhala una pequeña risa y asiente con los ojos cerrados.

-Como te lo dije, por mis amigos daría mi vida si es necesario, a diferencia de mi familia -afirma y la sonrisa se le borra -Por ellos ya no daría ni un centavo

-¿Puedo preguntar por qué le tienes tanto resentimiento a tu familia? -cuestiono suave y él me contesta con un suspiro.

-Antes de que mis padres fueran famosos, nuestra familia era... Feliz, unida -cuenta con una mueca nostálgica -No teníamos la gran cosa pero era suficiente para nosotros, o lo fue por mucho tiempo

-¿Por qué?

-Mis padres son químicos, cuando era niño vivíamos en un pequeño departamento de una zona residencial en Tlatelolco -explica con la vista perdida en algún punto del techo, o de su pasado -Recuerdo ver a mis papás abrazados bailando por la sala, o llamándonos para jugar juegos de mesa antes de una película los fines de semana y que mi papá nos compraba helados todos los viernes

-Suena muy lindo -comento y él sonríe.

-Lo era -afirma.

-¿Y qué pasó?

-Mi mamá siempre quiso ser escritora, y algo que hasta el día de hoy sostengo es que es la mejor cuentista que he conocido -expone con una mueca -Intentó publicar una antología de cuentos cuando yo tenía 6 años, pero la estafaron y le quitaron todo, hasta su manuscrito

-¿En serio? -cuestiono incrédula y él asiente -¿Y qué pasó con ella?

Edvard exhala un suspiro y asiente antes de empezar a hablar.

Flashback 17 años atrás...

"Cuando mi madre descubrió que todo el dinero que había dado por cumplir su sueño se había ido a manos de unos estafadores cayó en un muy grave estado de depresión.

Ya no estaba esa mujer que se levantaba todos los días a despedirse de sus hijos antes de ir a la escuela y que los domingos se despertaba antes que todos para recibirnos en la cocina con un gran desayuno, en su lugar había una mujer triste que se la pasaba todo el día en cama o en el sofá mirando las mismas películas y escuchando las mismas canciones.

Recuerdo verla y preguntarme dónde estaban sus vestidos bonitos, sus zapatos de tacón que tanto disfrutaba ponerse Juno, aquellos pendientes que cambiaba cada día y su acostumbrado olor a jabón y perfume.

Alguna vez le pregunté a papá qué pasaba con ella, por qué mamá pasaba todo el tiempo en casa, por qué ya no iba al trabajo ni a la escuela, por qué ya no hacía el desayuno ni bailaba con él; en un intento de explicarlo él solo dijo que estaba cansada y que necesitaba vacaciones de todo.

Después de unos meses despidieron a mi mamá como era obvio y mi papá tenía que trabajar el doble para seguir manteniéndonos estables; yo veía a mi mamá llorar en la cocina y en la sala y de vez en cuando la escuchaba en su cuarto diciendo que no merecía seguir viviendo.

Papá solo me dijo que estaba triste porque ya no tenía trabajo, Juno le regaló un dibujo y yo intenté animarla contándole sus propios cuentos, eso solo hizo que se pusiera peor.

Una de las pocas veces que mi mamá salió de su cuarto encontré en este una copia de sus cuentos, alguna vez papá me había dicho que el deseo de mamá era tenerlos como un libro de los que nos leía, pensé que sí le cumplía su deseo mamá se pondría feliz, así que lo empaqué entre mis cosas y lo llevé a la escuela, ahí se lo mostré a Khaled, él me dijo que le preguntaría a su padre cómo volverlo un libro.

En una semana mi amigo y yo sabíamos "todo" lo que había que saber para publicar un libro, así que le pedí ayuda para escaparme de la escuela y llevarlo a que lo publicaran.

Me recibió un chico en la editorial y me miró confundido.

-¿Buscas algo niño?

-¿Aquí hacen libros? -pregunté viendo el lugar.

-Mmm... sí, en parte -respondió el hombre confundido -¿Por qué?

Saqué el libro de cuentos de mi mamá de mi mochila y se lo mostré al hombre.

-¿Pueden hacer esto un libro? -pedí -Es un regalo para mi mamá

El chico rió y me indicó que entrara con la cabeza, yo lo seguí.

-Niño, necesitas dinero para poder hacer un libro, además de muchos permisos -explicó y yo hice una mueca, sobra decir que eso no lo sabía.

-¿Con esto alcanza? -pregunté sacando lo que tenía en mi bolsillo, eran apenas $15.

El hombre rió y negó con la cabeza, buscó dentro de una oficina algo y salió con un bote de mermelada de los grandes totalmente vacío.

-Mira amiguito -dijo agachándose para quedar a mi tamaño -Hagamos algo, tráeme tres botes de estos llenos con moneditas y te ayudo con tu regalo, ¿va?

-Vale -afirmé tomando el bote y echando en este las monedas que llevaba.

-Va, trato hecho -respondió y me tendió la mano para chocarlas -Nos vemos pronto

-Nos vemos -contesto y salgo del edificio.

Me pregunto qué hacer para llenar el bote, voy paseando con él de regreso a la escuela, en un momento me siento en el suelo y empiezo a agitar el bote como si mágicamente le fueran a salir más monedas y una señora pasa y hecha una moneda en él.

-Gracias -murmuro sonriente.

El resto del año escolar no entré a una sola de mis clases, todos los días llegaba a pasar lista y me escapaba para ir a pedir dinero a las calles; a mediados de junio de ese año llené los tres botes y regresé a la editorial.

El chico me aceptó el dinero, los cuentos, me pidió los datos de mi mamá y me regresó un poco del dinero, en el camino de regreso vi una exposición de arte, iba a acercarme para entrar cuando un hombre me detuvo.

-Niño, aquí solo puedes entrar si tienes algo que mostrar -advirtió.

Me quité mi mochila y busqué el regalo de cumpleaños que me había hecho mi papá; era una pintura a acuarela de nuestra familia en un viaje en carretera.

-Oye, esto es muy bueno -comenta el hombre viendo la pintura -¿Tú la hiciste?

-No -respondo.

-¿Conoces a quien la hizo? -pregunta de nuevo.

-Sí, es mi papá

-¿Puedes darme su número, amiguito?

Rápidamente le di a ese hombre los datos de mi papá y regresé lo más rápido que pude a la escuela y celebré mi última escapada.

Fin del flashback

-Es una historia muy linda y muy triste -murmura Liesel cuando termino de contarle.

-Sí, supongo -respondo encogiéndome de hombros.

-¿Qué pasó después? -pregunta suave.

-Algunas semanas antes de que volviera a entrar a clase llamaron a mi mamá, iban a publicar su libro -cuento con una pequeña sonrisa -Después de casi un año fue la primera vez que vi a mi mamá sonreír

-Que bueno -celebra Liesel.

-Sí, aunque la alegría no duró mucho-murmuro -Unos segundos después de que colgó la llamaron de la escuela, no podían pasarme de año porque no tenían pruebas de mi asistencia

-Por eso vas atrasado un año -comenta Liesel y yo asiento.

-Mis papás me hicieron repetirlo, supongo que fue justo -contesto inclinando la cabeza -El día que se volvieron famosos fue la primera vez que mi papá me pegó, y no se detuvo hasta que su mano quedó marcada en mi mejilla, de ahí todo solo se puso peor

-Pero, te lo deben a ti, ¿no lo entendieron acaso? -pregunta incrédula.

-No pude decírselos ese día -explico -Y a la fecha no he tenido el valor de hacerlo

-Oh, Edvard

Liesel se levanta y se acerca a abrazarme por la espalda, yo exhalo un suspiro y le devuelvo el gesto.

Un doctor pasa al cuarto y toca, ambos alzamos la vista y nos levantamos mientras entra la camilla en la que transportan a Aramis.

-¿Familiares del paciente? -pregunta el doctor.

-Soy su mejor amigo -respondo -Y ella es su novia

-¿No tiene familiares cercanos? -cuestiona de nuevo.

-¿Algún problema? -inquiero acercándome.

-Necesito algunos datos de él, ¿creen que puedan darlos?

-Puedo intentarlo -accedo y me acerco con el médico -¿Te quedas?

-Sí, aquí te espero -responde Liesel y yo asiento antes de salir con la habitación.

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Y ahora sí, prepárense porque viene lo bueno.

Espero les guste.
Atte: Ale Bautista

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