Hermanos a fin de cuentas
Despierto incómodo removiéndome entre las sábanas, siento todas mis articulaciones tiesas y adoloridas, empiezo a moverme y siento cómo todo mi cuerpo cruje.
Hago una mueca mientras me incorporo y me froto los ojos para despertarme y me adapto a la luz del lugar, miro a mi alrededor y frunzo el ceño, no estoy en el colchón del suelo si no en la cama de Aramis, trato de hacer memoria de lo que pasó anoche después de la tormenta, estoy casi seguro de que me ayudó a acostarme en el suelo, me encojo de hombros y me levanto con pesar.
Al poner mis pies en el piso caigo de rodillas sobre el colchón y me quejo mientras ruedo para quedar sobre mi espalda, estiro mis piernas con cuidado y espero a que se me pase el dolor para levantarme con cuidado, me siento en la orilla de la cama y espero un momento mientras busco mis tenis con la mirada.
Doy con estos en la pared de la ventana y me acerco gateando hasta estos, los tomo y me tiro de espaldas para ponérmelos, la acción me duele y me quejo pero continuo con lo mío y finalmente me levanto con cuidado para dirigirme al baño a paso lento.
Me arreglo de forma medianamente decente y mientras me lavo miro mi cuello al espejo, me doy un poco la vuelta para ver las vértebras de mi cuello y la parte baja de mi nuca, hago una mueca de asco y me acomodo el cuello de la chamarra para cubrirlas antes de salir.
Camino por el pasillo a paso lento y mientras avanzo voy escuchando música y un par de voces en la cocina, al llegar a esta veo a Aramis y Nadia cocinando mientras cantan "Happy Together" de The Turtles.
Me recargo en el marco y con suavidad golpeo la pared haciendo que ambos volteen y al verme sonrían.
—Buenos días —saluda Aramis —¿Cómo estás?
—Buenos días —respondo con una sonrisa —Mejor, gracias
—Me alegro —replica.
—Ven, siéntate —habla Nadia —Ya está el desayuno
Me acerco a la cocina y me siento a un lado de Aramis, Nadia acerca lo que estaban haciendo, una tortilla de huevo, Aramis parte la tortilla y yo le ayudo a repartir los platos.
—¿Café, té o leche? —pregunta Aramis tomando las tazas.
—Café por favor —respondo y comienzo a levantarme —Te ayudo
—No, siéntate —niega Aramis, pero al ver que no le hago caso grita —¡Que te sientes!
Hago una mueca y me dejo caer en la silla con las manos levantadas en señal de rendición, Aramis sonríe de forma forzada y se da la vuelta para empezar a servir, regresa con dos tazas de café y una de té, deja las de café frente a mi y su hermana y la de té frente a él.
Empezamos a desayunar en un silencio incómodo que no se disipa hasta que de pronto suena que tocan en el portón, los tres intercambiamos miradas confundidas y nos encogemos de hombros.
—¿Esperábamos a alguien? —pregunta Aramis.
—No que yo recuerde —responde Nadia levantándose a abrir.
Aramis y yo terminamos rápido con el bocado en el plato y empezamos a recoger, apenas la puerta es lanzada con fuerza y el taconeo se escucha en la sala y yo ya sé quién es.
—¡Edvard! —grita la voz de Juno.
Aramis voltea a verme con los ojos abiertos y yo me encojo de hombros mientras ruedo los ojos.
—Edvard —habla la voz de mi hermana y doy la vuelta para verla parada en el marco de la entrada de la cocina.
—¿La conocen? —pregunta Nadia apareciendo detrás de ella.
—Nadia, ella es Juno —presenta Aramis.
—Mi hermana —concluyo sin apartar los ojos de ella.
—Oh, claro
Nadia hace una mueca y Aramis inclina la cabeza suavemente, su hermana se aleja y él la sigue.
—Hola Juno —escucho que murmura cuando pasa a su lado.
—Hola Aramis —responde ella, la puerta de cierra tras los hermanos y mi hermana y yo nos quedamos viéndonos fijamente.
El silencio se hace presente en el lugar, yo cruzo mis brazos sobre mi pecho y ella coloca ambas manos sobre sus caderas, ambos mantenemos nuestra mirada fija, yo sé que está molesta porque no he ido a verla y está preocupada por la tormenta de anoche; ella sabe que estoy molesto porque vino a perturbar mi tranquilidad; así que nos quedamos así por un tiempo, es una especie de reto que tenemos, el primero que aparte la mirada o cambie su postura es el que cede, por lo tanto, el que se debe disculpar primero.
Juno es quien termina bajando los hombros y la mirada, así que yo descruzo los brazos y me quedo viéndola esperando a que hable.
—¿Cómo estás? —pregunta finalmente con voz baja.
—¿De qué? —replico con una mueca.
—De lo de ayer
—Bien —respondo serio.
—¿Y de lo otro? —intetroga y hago una mueca.
Le hago una seña con mis dedos para que se acerque y me pongo de espaldas a ella, la siento acercarse y doblo un poco la cabeza, ella pasa su mano por las vértebras de mi cuello y hace un poco de presión en la parte alta de mi espalda.
—¡Auch! —me quejo dando un paso al frente —Me duele
—Lo siento —responde y me vuelve a jalar hacia ella para seguir tanteando mi espalda —Estás empeorando
—Lo sé —admito dando la vuelta y moviéndome para tronarme los huesos.
—Llamaron a casa avisando que no has acudido a tus terapias —informa y yo hago una mueca, debí suponer que pasaría —Edvard...
—No —interrumpo serio zanjando el tema —No vas a mencionar nada de esto a nadie y no voy a volver a casa
—¿Y en cuestión de tus terapias? —inquiere.
—Iré a ellas —respondo —Pero no ahora, cuando Aramis se vaya
—Prométemelo —ordena.
—Te lo prometo —accedo levantando la mano y haciendo la promesa del club.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top