Cosas que se ocultan

Mientras Edvard se encuentra afuera hablando con el médico, yo espero sentada a un lado de la cama de Aramis, ya se ve mejor pese a que sigue algo pálido; exhalo un suspiro mientras lo observo y busco su mano para apretarla entre las mías.

Pasan apenas unos segundos y siento como empieza a apretarme, giro la vista hacia su cara y lo veo mover algo incómodo la cabeza, aprieta los ojos y poco a poco comienza a abrirlos.

—Edvard —murmura antes de abrir bien los ojos.

—Salió un momento Aramis —respondo acercándome a su rostro.

—¿Liesel? —pregunta contento al verme —¿Eres tú?

—Así es amor —afirmo acariciando su mejilla con cariño —¿Cómo te sientes?

—Un poco cansado —admite Aramis con voz baja —Pero bien ahora que al fin te veo

Sonrío suavemente ante su respuesta, a pesar de los tres años que no lo he visto parece no tenerme rencor, sus ojos brillan con el mismo amor y admiración con el que lo hicieron la primera vez que nos vimos y su sonrisa vuelve a su rostro.

—¿Qué pasó? —pregunta analizando el lugar donde está.

—Te desmayaste, creo —contesto encogiéndome de hombros —¿Estás bien?

—Me sentía un poco mal, pero sí —afirma seguro y sonriente —De haber sabido que si me ponía mal te vería, me hubiera puesto mal desde el primer año

Suelto una pequeña risa ante su broma y ruedo los ojos con una sonrisa, estoy por responderle cuando suena el teléfono, lo reviso y veo el nombre de Leo en la pantalla.

—Un momento —murmuro y Aramis asiente.

Salgo de la habitación y me paro algo lejos en el pasillo para responder la llamada.

—Dime

Liesel, ¿todo bien?

—Aramis llegó un poco enfermo, pero sí, todo está bien —respondo —¿Por allá?

Todo está bien, parece ser que solo tiene gripe, pero está muy alterada

Tras la línea se escucha un grito agudo de Winter lo que hace que me aparte el teléfono de la oreja, unos segundos después el grito cambia por una palabra "¡Mamá!".

¿Puedes volver por favor?

—Claro, voy para allá —sentencio —Ahorita te veo

Bye —responde y cuelga.

Me encamino por el pasillo y me encuentro a Edvard volviendo con cara entre aturdida y preocupada, al verme hace una mueca.

—¿Todo bien? —pregunta.

—Aramis despertó, pero Winter...

—No digas más, vete —concede con una sonrisa —Yo lo cuido

—Mil gracias Ed —murmuro tomando su mano y empezando a alejarme.

—Liesel —llama y volteo —Avisa cualquier cosa, el lugar está a tu disposición

Sonrío ante su ofrecimiento y asiento.

—Gracias —respondo con una sonrisa y salgo corriendo.

Miro salir a Liesel con media sonrisa y exhalo un pequeño suspiro antes de dirigirme a la habitación donde Aramis está acostado mirando al techo.

En cuanto entro gira la vista hacia mí y me da una pequeña sonrisa que respondo a medias.

—Hola Edvard —saluda tranquilo y yo asiento en respuesta.

—Hola Mosquetón —respondo con una mueca.

—¿Qué pasa? —pregunta frunciendo el ceño.

—Tu hermana viene para acá —explico serio —Me pideron algunos datos que no pude dar

—¿Cómo que? —cuestiona confundido.

—Detalles de tu estado de salud principalmente —repongo cruzándome de brazos —¿Cuándo planeaba decirme que tienes una enfermedad cardíaca?

Aramis se queda callado un segundo con la boca abierta por la sorpresa, aprieto los puño enojado.

—Aramis, ¡Pudiste haber muerto! —reclamo sin contenerme —¡Y yo sin saber qué hacer! ¡¿Por qué no me dijiste?

—¡¿Y tú cuándo planeaba a contarme lo de tu enfermedad terminal?! —apunto y yo abro la boca con sorpresa.

—¿Cómo...?

—Khaled me dijo cuando se enteró que estoy enfermo —interrumpe para explicarme —¿Planeabas decirme qué tienes una enfermedad terminal? ¡Tú sí te estás muriendo!

—¡Desde que nací me estoy muriendo! —grito sin importar nada —No es relevante

—¡Te pudo pasar algo! —regaña Aramis.

—¡A ti también! —contraataco.

Siento un dolor punzante en la zona baja de la espalda, intento retroceder pero mis piernas no responden, miro a Aramis preocupado.

—No tienes derecho a reclamarme Edvard —sentencia.

—Aramis, escucha, por favor —suplico tratando de controlarme mientras el dolor aumenta.

—¿Qué? —pregunta molesto.

—Prométeme que pase lo que pase vas a cuidarte, vas a salir adelante —lo veo confundido, pero no tengo tiempo —¡Aramis, promételo!

Pongo mis manos en la orilla de su cama mientras le ruego con la mirada.

—Está bien, lo prometo —murmura confundido.

—Gracias —respondo y cedo ante el dolor.

Veo a Edvard sonreír antes de desplomarse en el suelo.

—¡Edvard! —grito y me asomo, está inconsciente —¡Ayuda, por favor!

Llamo con todas mis fuerzas y algunas enfermeras entran y llaman al resto del personal para llevarse a Edvard en una camilla.

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Chan chan chan, ¿qué pasó?

Espero les guste.
Atte: Ale Bautista

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