Bajo de mi camioneta y me encamino a la casa de Liesel, inhalo profundamente antes de aporrear la puerta con fuerza.

—¿Qué pasó? —pregunta Liesel abriendo la puerta.

—Por favor dime qué no eres tan cínica como para prohibirme decirle a Aramis que te encontré y aún así pasarle a su hija —reclamo —¡¿Sabes lo que hiciste?!

—¡No fue mi culpa! —se defiende Liesel —¡Winter eligió hablar justo en ese momento y Aramis la escuchó, yo no quería que eso pasara!

Exhalo un suspiro de frustración y me llevo las manos a la cabeza.

—¡Por Dios Liesel, me metiste en un horrible problema! —regaño —Y Aramis no está bien

—¿Qué le pasa? —pregunta preocupada.

—Está decaído desde que se fue, y solo se ha puesto peor, tienes que ayudarme —suplico apelando al cariño que tiene por él.

—¿Qué quieres que haga? Ya te dije que no lo veré, no hasta que acabe de estudiar por lo menos —repone seria.

—¡Háblale! —respondo —Una carta, un mensaje, una llamada, una foto si quieres pero hazlo, por favor Liesel te lo suplico, no puedo ver cómo se cae mi mejor amigo, saber que tengo la solución en mis manos y no hacer nada

Liesel aparta la vista arrepentida, yo cierro los ojos y niego con la cabeza, justo cuando los abro, la veo asentir con suavidad.

—Lo haré —cede y yo levanto las manos al cielo.

—¡Aleluya! —grito agitando los brazos sacándole una pequeña risa.

—¿Mamá? —se escucha de pronto una vocecita y ambos bajamos la vista al suelo, la pequeña Winter está tomada de la pierna de Liesel mirándola con sus grandes ojitos marrones.

—Hola mi amor —responde Liesel y se agacha a tomarla entre sus brazos —Mira quien vino

Winter gira la cabeza hacia mi siguiendo la mano de su madre, al verme, sus ojitos se iluminan y estira sus brazos abriendo y cerrando sus manos.

—¡Papá Ed! —grita dándo pequeños brinquitos de emoción.

Liesel se agacha y la deja en el suelo, dejando que la pequeña trastabille hacia mí, yo igual me agachó y la recibo contento en mis brazos.

—¡Muy bien! —celebro cuando la levanto —¿Ya camina?

—Sí —responde Liesel con una gran sonrisa.

—Esa es mi niña —celebro dejando un beso en su coronilla —¿Cuántos años tienes?

—Tengo así —contesta la pequeña haciendo la seña de amor y paz.

—Wow, ya estás bien grandota

—¡Hey! —llama Liesel y yo la miro —Pasa, necesito pedirte algo

—Claro —respondo y me acerco.

Paso y cierro la puerta detrás de mi mientras sigo a Liesel hacia la sala.

—Siéntate, ahora vuelvo —dice y se aleja hacia el comedor.

Yo me encojo de hombros y me siento todavía con Winter en brazos, la siento en mi regazo y me pongo a jugar con ella haciéndole caras y cosquillas mientras ella ríe ante mis ocurrencias.

Regreso de la cocina con una foto entre mis manos, al asomarme a la sala veo a Edvard jugando con mi pequeña niña mientras ella ríe sentada en sus piernas, la escena por si misma es conmovedora, pero ver la emoción en los ojos de él mientras hace reír a Winter la hace aún más hermosa.

—Serías un gran padre —comento haciéndolo que gire hacia mí —¿Te gustaría?

—Si pudiera, claro que me gustaría tener hijos —responde con media sonrisa.

—¿Eres estéril? —pregunto confundida, Edvard inclina la cabeza.

—Es complicado —dice finalmente, yo me encojo de hombros.

—Bueno —cedo asintiendo con la cabeza —¿Te puedo encargar algo?

—Sí claro, dime —acepta girandose para verme de frente.

—¿Puedes enviarle esto a Aramis? —pregunto tendiendole la foto —Si quieres envíala como si fuera yo, pero hazlo

Edvard mira la foto, es una foto mía cargando a Winter cuando era apenas un bebé, ella está envuelta en una pequeña cobija color crema, pero su pequeña manita está estirada sosteniendo mi dedo, él sonríe enternecido y asiente.

—Se la enviaré, gracias —responde guardándola en su bolsillo —Hablando de eso

Saca otra foto de su chamarra y se la enseña a Winter, esta en cuanto la toma suelta pequeñas pataditas y sonríe ampliamente.

—¡Papá! —grita contenta y yo río al igual que Edvard, él voltea a verme y asiente con una sonrisa.

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La pequeña Winter es un amor, y díganme que no es cierto.

Espero les guste.
Atte: Ale Bautista