14
Francisco
"Querido Fran:
No sé cuándo te llegará esta carta, pero espero que sea pronto. ¿Cómo has estado? Te eché de menos.
La semana pasada me agarré a golpes con un tipo del colegio. Un idiota pedante que solo sabe lanzar mierda por su boca. Hizo un comentario despectivo hacia los homosexuales y acabé rompiéndole la nariz.
Sé que la violencia no es buena, pero me cansé. Me cansé de ser un cómplice de ellos. De guardar silencio por miedo a que me juzguen o a que mi familia se entere de quién soy. Estoy harto de tener que ocultar que me gusta una persona maravillosa, de que la gente nos juzgue, que nos señalen con el dedo como si ellos no tuvieran nada que ocultar.
Creo que muchos de los que juzgan tienen secretos incluso peores que el nuestro. Ellos esconden una vida llena de miseria y desdicha; su único consuelo es encontrar en el otro algo peor para señalar. Pero, ¿sabes algo? No me siento culpable, tampoco siento que lo que hay entre nosotros es algo incorrecto. El amor puro y sincero no tiene por qué serlo, ¿verdad? Guau... un puñetazo en la cara de un tonto me llevó a reflexionar sobre muchas cosas locas, creo que me fui por las ramas.
En fin... Sobra decir que te extraño, que no pasa un solo día sin que piense en ti. Me dejaste muy picado con el asunto de tus fantasías. Podríamos ir revelando una pequeña cada uno. La mía es que nos encontramos de nuevo en la playa y nos besamos como aquella noche, o tal vez un poco más...
Muchas gracias por tu carta, espero tu respuesta.
Con amor:
J"
Recibí aquella carta un par de semanas después de haber discutido con Mateo. Hasta ese momento no habíamos vuelto a dirigirnos la palabra. Mentiría si dijera que no soy orgulloso, pero esta vez no era el orgullo lo que me frenaba, sino el dolor.
Las palabras de mi mejor amigo me habían golpeado en lo más profundo del alma. Yo sabía que no estaba haciendo nada malo, pero por un instante, Mateo me hizo sentir que, de alguna manera, yo le estaba fallando a Gerardo.
Nuestra historia de amor también comenzó en verano. Yo tenía catorce y él dieciséis recíen cumplidos. Al inicio fue un amor platónico. Sonrisas que iban y venían, coqueteos sutiles que se ocultaban bajo una amistad entrañable que nació gracias a que su hermano menor y yo íbamos juntos a la misma escuela. Poco a poco las cosas comenzaron a evolucionar, hasta que Gerardo se atrevió a robarme un beso. Jamás pasamos a algo íntimo y al inicio yo me hacía muchas preguntas, así que un día, Gerardo me contó la verdad.
Las circunstancias en las que contrajo la enfermedad nunca me quedaron del todo claras. En ese momento no era muy consciente de lo doloroso que podía ser para él hablar de ese tema, así que hice muchas preguntas, quizá más de las que debería haber hecho.
Gerardo solo me dijo que fue gracias a un amigo. Un chico mucho más grande que él, que no lo cuidó como debía. Me dijo que él no quería hacer lo mismo conmigo, que lo nuestro iba muchísimo más allá de lo sexual. Yo me quedé con esa idea y acepté que nuestra relación iba a ser diferente.
Unos días antes de su muerte, tuvimos una pelea. Él quería ir a protestar, yo estaba aterrado porque temía que le hicieran daño.
"O me matan protestando o me muero por el SIDA. Prefiero morir luchando".
Eso fue lo que me dijo.
Todos sabíamos el nivel de violencia que había en esas protestas. Sabíamos que muchos chicos acababan heridos o muertos a manos del gobierno o a veces de los mismos ciudadanos que estaban en contra de las protestas. Lo sabíamos, pero Gerardo era imparable.
Cuando Mateo se enteró, estaba conmigo. Nos habíamos juntado en su casa. Siempre lo hacíamos cuando sabíamos que Gerardo saldría a protestar, supongo que en el fondo sabíamos que tarde o temprano iba a suceder algo.
Ese día estábamos todos sentados en la sala de estar de su casa cuando escuchamos la puerta. La madre de los chicos salió a abrir y nosotros alcanzamos a ver a dos policías, la patrulla tenía las sirenas encendidas. No logramos escuchar lo que dijeron, pero lo que sí recuerdo es el grito de la madre al enterarse de la muerte de Gerardo. Ese mismo día se enteró de que su hijo era homosexual, que salía a protestar por sus derechos y que era seropositivo.
Jamás en mi vida me había sentido tan desconsolado. Por un momento creí que ninguno de nosotros iba a superar la pérdida de Gerardo. Pero Mateo... Mateo casi se muere de tristeza. Su hermano era como su mejor amigo, su compañero de aventuras, su confidente. Él era eso para todos nosotros, incluso para mí.
Yo siempre tuve la sensación de que nunca pude llevar mi duelo como era debido. Me concentré tanto en sacar a Mateo del pozo que por un instante olvidé mi propio dolor. Lo único en lo que pensaba era en no perderlo a él también, así que iba todos los días a su casa para pasar el rato.
Al principio solo me sentaba a los pies de su cama, en silencio. La habitación completamente a oscuras, la ventana cerrada con las persianas bajas. Mateo no quería comer, ni levantarse, ni siquiera quería verme, pero yo insistí.
Así estuve durante varios meses, hasta que un día logré hacer que saliera de su cuarto. Fue un proceso muy lento hasta que se animó a salir, pero cuando lo hizo, todos nos sentimos muy contentos. Sabíamos que él jamás sería el mismo, porque Gerardo se había llevado un pedazo de su corazón, pero por lo menos no lo habíamos dejado solo.
Lo que jamás pudimos hacer es quitarle el odio que creció dentro de su pecho. Supongo que era su manera de sobrellevar el dolor; poco le importaba si era sano o no, pero él odiaba a los homofóbicos con todas sus fuerzas, al punto en el que era capaz de agarrarse a golpes con alguno si lo tenía enfrente.
Así fue como pasaron dos años.
Pocas veces hablábamos de Gerardo, pero todos lo teníamos presente.
Cuando conocí a Joaquín, por un momento sentí que ya estaba comenzando a avanzar. Que ese dolor que llevaba dentro de a poco estaba comenzando a irse para darle paso a un nuevo sentimiento. No fue que le haya ocultado mi relación con Gerardo a propósito, en ningún momento se me ocurrió que debía hablar sobre él, hasta la noche en que nos besamos. Luego de eso, cuando Joaquín se fue, estuve buscando la manera de sincerarme con él y contarle sobre mi pasado. Yo le dije que Gerardo fue mi amigo y en cierto punto no le mentí, pero oculté un detalle que era de suma importancia para mí, porque jamás me atrevería a negar mis sentimientos. Sin embargo, sentía que todavía no era el momento.
Así que solo leí su carta, la volví a doblar y la guardé en el cajón con llave.
Ya llegaría el momento.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top