Prólogo.
Se había despertado de un humor excelente y su madre había hecho su desayuno favorito, como si de una película se tratase el sol brillaba muy fuerte y todos a su alrededor parecían felices porque él lo estaba. Antes de llegar a la escuela había parado a comprar un ramo de rosas para su hermosa novia. Con la que por cierto, cumplía seis meses aquel día. Hasta ahora su relación era la mejor que él había tenido nunca, ella era hermosa y aunque no tenían mucho en común ella lo hacía feliz y esperaba que el sentimiento fuera mutuo. ¿Cómo podía expresar con palabras lo que sentía por esa chica? El amor era un sentimiento maravilloso y que este fuera correspondido era incluso aún mejor. Las cosquillas en el estomago cada vez que ella se le acercaba con una sonrisa. La manera en la que el aire le faltaba cada vez que tenían una cita y ella se vestía con sus mejores galas. La manera en la que ella tomaba su mano cuando iban al cine o a cualquier lugar. Esa era una sensación buena. Pero lo mejor era cuando la besaba, cuando eran uno solo. Cuando no había nadie más que ellos, eso era casi lo mejor. Entregarse a alguien eso era lo mejor.
Se dirigió a su taquilla y puso en esta la combinación, metio con cuidado el ramo de rosas, pero de pronto cayó una nota. James hizo una mueca, esa no era su nota. La levanto rápido y la leyó.
Deberías ir a la enfermería justo ahora, ¿No se supone que ella es tu novia?
Bueno, eso no era bueno. Pero no hizo caso de la nota, solo se encogió de hombros y tiro la nota al bote de basura más cercano. Comenzó su camino hacia la cafetería en busca de su novia. Cuando entro en la cafetería no la encontró la primera vez que dio un vistazo, tampoco la segunda vez que lo hizo y cuando dio una vuelta por allí tampoco. Las palabras de la nota pasaron por su mente como un rayo. “No” se dijo a sí mismo “Seguro se ha quedado a escribir algo del pizarrón”
Con nerviosismo salió de la cafetería y se dirigió a donde se suponía ella había tenido su última clase. Tampoco la encontró.
—“¿Has visto a Heather?” — preguntó a una chica que iba pasando.
—“No, uh… lo siento”
—“Gracias” — se volteo a ver a alguien más —“¿Has visto a Heather?”
—“Si” — respondió el chico —“Creo que la vi entrar a la enfermería” — se encogió de hombros. Las palabras de la nota volvieron a su cabeza. ¿No se supone que ella es tu novia?
—“Gra-Gracias” — tartamudeo. No podía ser cierto ¿verdad? Con temor comenzó a andar hasta la enfermería. No podía ser cierto, comenzó a caminar más rápido. Ella es mi novia se dijo a sí mismo. Comenzó a correr. Derecha, Izquierda, Derecha.
Estaba en frente de la puerta. No se atrevió a abrirla, porque una parte de él le decía que lo de la nota había sido un aviso. Que ella estaba allí…
Con temor se acerco aún más y la abrió rápidamente, haciendo que esta se azotara contra la pared y rebotara. Sus ojos se agrandaron y después se achicaron un poco.
Las dos personas recostadas en la camilla estaban besándose furiosamente, las manos del chico recorrían todo el cuerpo de la chica y la chica estaba desvistiendo furiosamente al chico. Cuando por fin notaron al chico, la chica salto e intento arreglarse la ropa.
—“Yo…”— tartamudeo.
—“Heather” — susurro el rubio. El chico que estaba en la camilla se levanto rápidamente recogiendo su camisa del suelo y poniéndosela mientras caminaba, intento pasar rápidamente junto a él rubio pero este lo detuvo, tomándolo por su camisa, azoto su puño contra su rostro y después lo empujo tirándolo al suelo. Miro a la chica. Los azules ojos del rubio comenzaron a aguarse y antes de que ella pudiera ver su dolor se dio la vuelta aventándole el ramo. Comenzó a correr hasta encontrar la salida y cuando la encontró corrió lo más que pudo.
El amor era un sentimiento horrible y asqueroso, que este no fuera correspondido era incluso lo peor. Las cosquillas en el estomago cada vez que ella se le acercaba con una sonrisa eran un asco, le causaban ganas de vomitar. Recordó la manera en la que el aire le faltaba cada vez que tenían una cita y ella se vestía con sus mejores galas le hacía sentir enfermo. La manera en la que ella tomaba su mano cuando iban al cine le hacía desear que nunca lo hubiese hecho. Esa era una sensación horrible. Pero lo peor era cuando recordaba besarla, cuando eran uno solo. Cuando creía que no había nadie más que ellos, eso era casi lo peor, vivir engañado. Entregarse a alguien eso, eso era lo peor.
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