Capitulo 3.

¿Qué sucedía? ¿Dónde estaba? ¿Por qué su corazón latía tan rápido y el oxigeno le faltaba? ¿Había corrido un maratón? ¿Qué sucedía? Intento ponerse de pie. Pero no pudo, algo tenia las muñecas atadas. Un lazo grueso la mantenía atada a una cama. ¿Estaba entonces secuestrada? Supuso que si, cuando se removió en busca de una salida, miro hacia la puerta y esta parecía cerrada. Sin embargo el ruido se escuchaba, música a todo volumen y algunas personas platicaban al otro lado, hubo algunos gritos de alegría y después algunos aplausos. Un poco de humo pasó por debajo de la puerta… ¿Un incendio? No. Se dio cuenta después, el humo de un incendio no olía tan dulzón… No conocía por completo el olor, pero lo había olido un par de veces en una persona… sonrió estúpidamente cuando el humo lleno sus fosas nasales por completo. Droga.

Un incesante sonido de alarma ochentera resonaba por todo la habitación, tan fuerte que hizo que ella se cayera de la cama, aunque ya estaba próxima a caerse. Sobo su cabeza y soltó una maldición. Debía cambiar esa estúpida alarma, lo único que hacía era asustarla todas las mañanas. Lo detestaba. Es más ni siquiera recordaba porque lo tenía. ¿De dónde había sacado esa porquería? En fin, solo lo apago y observo la hora. 6:55. Aún tenía tiempo. Tomo su móvil y escribió un texto. Obtuvo respuesta  casi inmediata. Se levanto y se dirigió a la ducha. Hoy sería un día muy largo.

Bajo las escaleras mientras leía el libro que apenas había comenzado a leer ayer, vaya que era interesante. Pero demasiado drama para su gusto. Continúo hasta llegar a la cocina, donde la esperaba un desayuno, ya preparado. ¿Mamá? no, la señora Hiragizawa salía temprano para atender algunos asuntos del Bufete de abogados en el que trabajaban ella y su esposo, normalmente sus asuntos eran fuera de la ciudad. La señorita de la cocina -quien no superaba los 30 años- lo hacia todas las mañanas, un jugo de naranja, un vaso de leche lleno hasta la mitad, un par de tostadas con mermelada y si ella lo deseaba un plato de cereal. La señorita saludo cortésmente, como lo hacían todos los del personal.

— “Buenos días Señorita Natalie” —  su voz era suave y trataba de no elevarla mucho para que no pudiese considerarse una descortesía. — “Le hemos dicho señorita, que no lea mientras baja las escaleras, podría caerse como la vez anterior” —

—“Pero la vez pasada había un zapato en la escalera” — ella respondió.

—“¿Y de quien era el zapato?” — arqueó una ceja, la castaña levanto sus manos en señal de rendición. — “¿Cómo ha amanecido Señorita? ¿Ha dormido bien?” — comenzó a fregar los trastos.

— “Buenos días para ti también Marie” — comenzó a leer de nuevo el libro y después de un par de minutos continuo —“Creo que nunca dormiré bien si no me puedo despertar a medio día” — gruñó —“Aunque he tenido un sueño bastante extraño. No puedo clasificarlo como una pesadilla”

—“¿Extraño en qué sentido?”

—“Pues, estaba algo así como que secuestrada” — dejó el libro en la mesa —“Pero eso no importaba, porque al final del sueño terminaba drogada” — Hizo una mueca de asco. —“Lo que es extraño, porque no se con exactitud lo que es estar drogada.”

—“¿Droga?” — sus pensamientos se desviaron un poco.

—“Si, aunque al principio estaba todo oscuro.” — tomó un pan tostado entre sus manos y lo mastico, al cabo de un rato agregó. —“Después el humo llegaba a mí y sonreía como estúpida.” — tomo del jugo de naranja hasta casi terminarlo todo —“Pero el estúpido reloj me despertó antes de saber que sucedía después… por cierto, ¿de dónde salió esa infernal maquina?”

— “El reloj de su abuela es bastante ruidoso.” —  entonces la morena lo recordó, de ahí era de donde provenía, con razón aquel ruido era insoportable, la abuela sabia que Natalie era una chica de sueño pesado, por ello le había obsequiado aquel reloj ruidoso.

Se escucho el sonido de un claxon.

— “El joven Ronald ha llegado.” — dijo a Natalie con cierto desdén —“Que poco caballeroso es que ni siquiera salga a tocar la puerta.”

— “No, es Iza.” — Ella rio, y la mujer se sonrojó de inmediato. Natalie sabía que a Marie no le gustaba la relación que tenía con Ronald, desde el momento en que lo vio había dicho a Natalie:

—“No me da buena espina este muchacho”

—“¿Terminaron?”— dijo Marie con un deje de alegría y casi pegaba un saltito y soltaba un gritito. Natalie rio y Marie se sintió avergonzada de nuevo. Sus mejillas tomaron color — “Lo siento mucho señorita”

— “No, solo peleamos… otra vez,” — suspiró — “y no te preocupes Marie.” —  Sonrió — “Nos conocemos desde hace casi diez años, aquí hay confianza.” — dijo casi en un tono hippie y Marie no pudo evitar soltar una leve carcajada.

— “Se le hará tarde Señorita Natalie.”

— “Sí, lo sé...” —  sonido de claxon — “Iza no es muy paciente” — rio y salió de la cocina rumbo a las escaleras. Casi corrió. Entró a su habitación y se dirigió al tocador para cepillar por última vez su cabello -sonido de claxon- fue por su mochila y sus zapatos, bajo con sus zapatos en mano mientras que su bolso/mochila colgaba en el brazo izquierdo. Paso por la cocina y lo único que Marie pudo ver fue el brazo de la muchacha agitándose. Se sentó cerca de la puerta y se saco las pantuflas para ponerse sus cómodas converse — “Nos vemos” — dijo y salió de la casa lo más rápido que pudo, atravesó el patio del frente y se acerco a la -como ella la llamaba- carcacha que se hace pasar por auto de la muchacha de nombre Izamar. Su "auto" era una van de esas estilo de los 70 de color naranja el cual estaba ya un poco gastado. Además pareciera que aquella van en algún momento pudiese explotar. Se volvió a escuchar el sonido de claxon a pesar de que ya estaba ahí — “Buenos días.” — dijo Natalie mientras subía al asiento del copiloto.

— “Buenas tardes.” — dijo Izamar con un tono de fastidio, odiaba cuando su amiga tardaba más de lo necesario arreglándose. ¿No podía entonces levantarse antes?

Describamos a la joven Izamar Li. La mejor amiga de Natalie desde que ambas recuerdan. Guapa, al igual que Natalie tenía el cabello largo, rozando sus caderas y este era de un color negro azabache, tenía la piel blanca pero no tanto como su amiga, unos labios gruesos y unos ojos de un negro como su cabello o inclusive aún más que este. Izamar vivía con su madre; su padre había muerto cuando ella era una pequeña, tenía un hermano mayor que ya era casado y tenía tres hermosas hijas. Y  un hermano menor por dos años que era un completo dolor en el culo cuando se lo proponía. Era una chica bastante apasionada, no se le podía alejar de algo que ella amase. Se aferraba demasiado a las cosas, y a su vez demasiado realista. Como todos los humanos bastante desconfiada con muchas cosas. Además le tenía un profundo cariño a aquella van que su mejor amiga despreciaba. Y la razón era simple. Aquella van perteneció a su padre hace –en serio- muchos años. Allí había sido donde había tenido la primera cita con su madre y esa misma noche le había profesado su amor. Era la única cosa que tenia de su padre.

Natalie rio falsamente ante el comentario de Izamar.

—“¿Y bien?” — dijo la de cabello negro mientras arrancaba aquella carcacha.

—“¿Qué?” — ladeo la cabeza.

—“¿No se supone que tu novio el imbécil siempre te lleva a la escuela?”

—“Ajá.”

—“¿Pero?” — dijo alargando la palabra.

—“Tuvimos una pequeña discusión.” — hizo un ademan con su mano que indicaba todo lo contrario.

—“De nuevo.”

—“Ajá.” — dijo intentando evitar el tema. Era demasiado obvio que tampoco a Izamar le agradaba Ron, así que no quería hablar con ella de eso porque en algún momento ella le diría que lo dejara.

—“¿Qué no es como su tercera pelea en dos semanas?” — hizo una mueca mientras se detenían frente a un semáforo en rojo.

— “La séptima.” — ella le corrigió, pero Izamar ya sabía, las había estado contando. Solo que no quería parecer demasiado grosera y entrometida. Natalie suspiro. — “Ron es muy celoso.” — dijo ella

— “Celoso, posesivo, llámalo como quieras, de cualquier manera eso lo hace un imbécil” — Natalie le miro mal. —“¿Qué?, tu sabes que aquello es más que cierto, Ronald es un imbécil. Y te tiene como si fueses su PROPIEDAD, no su novia.”

— “Lo hace porque me quiere.”— e intento creerse a sí misma.

— “No es verdad,” — escupió Izamar — “el se cree que es el único con derecho a mirarte.” — ahora Izamar estaba molesta ¿cómo podía su amiga ser tan ilusa? Tan estúpida, se dijo internamente. Dio vuelta para entrar al campus de la escuela y estaciono en un buen lugar. — “Lo siento” — se disculpó —“No por lo que dije” — se apresuro a decir —“Las palabrotas, ya sabes, no suelo ser tan brusca.” — Natalie rio. Por supuesto que siempre era así.

—“No importa.” — le sonrió a su amiga.

—“Entonces, ¿Tenemos examen de mates hoy?” — Natalie asintió, la pelinegra estuvo a punto de agregar otro comentario sobre la escuela, cuando lo vio. Hizo una seña con la cabeza a Natalie y ella volteo lentamente. Su respiración se acelero un poco. Y él se acerco más a ella. El ceño de Izamar se frunció.

—“Hola.” —dijo él con voz gruesa

—“Hola.” —dijo ella y su ceño se frunció un poco.

—“Natalie, preciosa yo...” — se escuchó como alguien se aclaraba la garganta y ambos se voltearon a ver a Izamar.

—“Yo sobro, me voy.” — El fastidio en su voz bastante evidente —“Nat nos vemos en clase. Recuerda que tenemos Historia.”

—“Sí, adiós.” — Suspiró —“Ron tengo que irme.”— Comenzó a caminar pero él el tomo de la muñeca lastimándola -otra vez- como si fuese consiente de el dolor de Natalie, Ron aflojo su agarre en la muñeca de ella.

—“Natalie, mi amor.” —Suspiró con cansancio, odiaba tener que disculparse, el enfado de Natalie para él era una estúpida rabieta —“Lo siento”

—“No puedes hacer esto.” —dijo ella con la cabeza agachada, odiaba eso.

—“¿Hacer qué?” — preguntó confundido.

—“Venir y pensar que con una disculpa todo va a estar bien. Estoy harta de tus celos… como si no me tuvieras confianza. Estoy cansada de esto. Ya no puedo seguir.” — Ronald sintió como ella estaba pensando bien sus siguientes palabras.

—“Yo…”— Tenia que pensar rápido, sabía lo que venía después de eso. ¿Qué se suponía que las chicas querían que les dijeran en esa situación? Un hombre inteligente lo sabría, pero este no era un hombre y mucho menos inteligente, así que dijo lo primero que se le vino a la mente. —“Te amo” — trago duro ¿Funciono?

—“Yo…”— ella tampoco sabía que decir. ¿Qué se suponía debía hacer ahora? No sabía que él se sentía de esa manera hacia ella, ¿Cómo se suponía que le respondías a alguien eso? Ni siquiera sabía que esa palabra existía en el vocabulario de un chico. Ni siquiera estaba seguro de sentir algo así por Ronald. Así que hizo lo primero que se le ocurrió y lo agarro de la camiseta y lo acerco rápidamente a ella. Choco sus labios con los de el y comenzaron a besarse torpemente como por dos minutos completos, después de un momento la campana sonó y ella lo soltó.

Vio una oportunidad de salir de allí y comenzó a caminar hacia la escuela.

—“Nos vemos” —pero aún estaba aturdida, demasiado, ¿cómo podría el decirle eso tan bonito? o peor ¿cómo podía ella no responderle? vaya, el día había empezado demasiado extraño y... ahora quizá el resto del día sea igual. No podía asegurarlo pero sabía que sería así. Y lo recordó, tenía menos de 5 minutos antes de que el profesor llegara al aula, ese señor de como mil años era bastante gruñón, su trabajo definitivamente le desagradaba, es decir, llegaba al salón y gruñía. No era esto una exageración, llegaba y se sentaba en su escritorio, miraba a cada alumno fijamente por medio segundo y después gruñía. Sacudió su cabeza, que manera tan extraña de empezar un día. Camino hasta su locker y saco su libro de historia, puso su bolso dentro de este mismo, pero se detuvo. Saco un pequeño libro y ahora sí, puso su bolso dentro y cerro su locker. Se quedo observando un momento el libro. Y lo recordó, a él, a él chico de ojos azules y ese nerviosismo con el que le había hablado, como si temiera decir algo equivocado, se rio un poco.

Y ahora que lo pensaba mejor, ¿el rubio tendrá alguna clase con ella? ¿Cómo es que no habría notado a alguien tan lindo? Pero no es como si mirase a los de su clase, es decir la única chica con la que compartía demasiado era Iza, y jamás se había puesto a ver a sus demás compañeros. Solo compartía unas cuantas horas con ellos, y la verdad era que no quería conocerlos mejor, todos en esa escuela podían ser iguales si querían, aunque ya lo eran. Todos iguales. Levanto la vista del libro y se asusto. Ya no había nadie, las clases habían comenzado. Los pasillos estaban completamente vacios y si no fuese porque esa era la vida real una salsola seca hubiese rodado como en las películas de vaqueros.

Se dio prisa para llegar, comenzó a rogar porque el señor Thompson no estuviera aún en el salón. El no te dejaba entrar. Ni siquiera le pondría un retardo, simplemente no te dejaba pasar y para su siguiente clase tenias que entregar cada trabajo que realizaran en clase. Aunque, no hacen mucho. Unos cuantos ejercicios y ya, la verdad era que odiaba esa clase. Siguió caminando, casi corriendo y dio la vuelta en un pasillo, perdió el equilibrio pero siguió como si nada, estaba a punto de llegar, la puerta estaba tan cerca, pero esta ya estaba cerrada, había llegado demasiado tarde, se perdería la clase de historia. Otra clase de Historia se recordó a sí misma. La castaña se molesto y tiro sus libros al piso, el de historia, su libreta y el que había sacado de su bolso.

—“Se que estas enojada, pero no te la tomes con los libros.”

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