Extra

Hace muchos años durante el periodo Sengoku, muchas guerras se extendieron en el país causando la muerte de muchas personas.
Los señores feudales fueron a inconmensurables batallas en diversos lugares en dónde había desesperación.

Siendo la esposa de un hombre de poder sobre una tierra alojada en los bosques de bambú sobre las montañas. Mi esposo tuvo que ir a la guerra debido a avistamientos en los alrededores de nuestro hogar.

Por favor cariño, no vayas—suplique.

Esos soldados podrían llegar a atacar nuestro hogar. No podría perderte—pronunció mientras colocaba su mano sobre mi mejilla—Yumei, sabes que no tengo opción. Prometo que volveré.

Él se despidió con una tierna sonrisa y se marchó sobre su caballo; mientras se alejaba, mi esperanza de volverlo a ver comenzaba a desvanecerse. La guerra era algo que me causaba terror y ver al hombre que amaba irse a ese infierno resultaba en un profundo hueco en mi corazón.

A pesar de que nuestro compromiso fue arreglado, Yuudai era un hombre amable y cariñoso, siempre me trató con amor y honestidad incluso en nuestra noche de bodas jamás quiso hacer cosas que yo no deseaba.

Poco a poco el valle cercano a nuestro hogar era invadido por soldados para tomar a la fuerza las tierras y adueñarse de ellas. Durante una noche el bosque fue atacado por esos soldados que querían asesinar todo aquel que se resistiera.

Toda la gente que vivía ahí fue asesinada, sus viviendas fueron quemadas y los niños de esas familias solo fueron colgados por traición frente a sus casas. Cuando llegaron a mi hogar entraron de manera brusca y me tomaron como prisionera, saquearon la mansión y se llevaron todo lo de valor para después incendiar la construcción.

A las pocas mujeres que quedaron se las llevaron. Nos trataron como si fuéramos cosas, constantemente nos utilizaban como objetos sexuales y más de una murió en manos de esos hombres.
Pero yo aún no perdía la esperanza de volver a ver la sonrisa de mi amado Yuudai.

Los soldados avanzaron destruyendo todo a su paso y cuando por fin habían acabado con los pueblos cercanos a nuestra región, nos llevaron en presencia del señor feudal que había comenzado todo esto. Nos llevaron a una gran fortaleza al norte del país para decidir nuestras muertes de cada una de nosotras.

Ese hombre había asesinado a todo hombre que se le pusiera.
Eso incluía a mi esposo.

Tenía en sus manos la espada de Yuudai, que la sujetaba con fuerza mientras la mostraba.

El último hombre que peleó contra mi ejército fue el portado de esta espada. Él era un hombre que al parecer se había casado con una hermosa mujer y vivían en un bosque de bambú en una montaña.

¡Maldito desgraciado!—exclame mientras me levantaba del suelo.

Así que eres tú. La mujer que causó la muerte de su propio esposo—dijo con una sonrisa—ese soldado había dicho que peleaba por la mujer que amaba y que deseaba protejer con sus vida. Pero ese maldito solo hablaba pues murió poco después de haber recibido una de las flechas en el corazón.

¡Eres un desgraciado, maldito cerdo, asqueroso, bastardo!.

Era imposible que él estuviera muerto, era alguien muy habilidoso en batalla y poseía una gran fuerza. Eso debía de ser mentira. Mis emociones habían salido a flote provocando un gran cambio en mi actitud calmada.

Una gran bofetada recibí de un soldado. La ira dentro de mi crecía a cada momento que miraba a los soldados y a ese hombre.
En ese momento un gran estruendo a las afueras de aquella fortaleza en dónde nos encontrábamos ocasionó un gran temblor en todo el lugar.

Parecía que un ejército aliado había comenzado a atacar la fortaleza para destruir al señor feudal.
Entre todo el caos, logre desatarme de las cuerdas y tome rápidamente una de las espadas de uno de los soldados cercanos a mi.
Sujete con fuerza la espada y me acerque velozmente al señor feudal. Pero el utilizo la espada de Yuudai para apuñalarme en el vientre, me apuñaló incontables veces que perdí la cuenta después de varios segundos.

Solo miraba como la sangre llenaba de rojo mis ropas y acompañado de un gran dolor en la herida me hizo saber que pronto moriría. Pero no dejaría este mundo con tal de pagar con la misma moneda a la persona frente a mi.

Me aferre a la espada, la levanté y lo apuñale en el pecho.

Eres despreciable, no importa si eres de poder o no. De cualquier manera todo lo que das se regresa.

Desgraciada.

Poco después el cayó muerto al suelo mientras se desangraba.
Me arrodille ante el dolor que sentía, apreté la herida para tratar de detener la hemorragia pero fue inútil la sangre seguía saliendo, aunque lo deseara con todas mis fuerzas no había posibilidad de que sobreviviera.

Tome entre mis manos la espada de Yuudai y me arrastre para salir del palacio. Inútilmente solo logré llegar hasta uno de los muros cerca de la entrada.

El fuego inundó el sitio y mientras la estructura caía un hombre entro por la puerta y se acercó a mi.

Mirate, estás al borde la muerte- dijo con una sonrisa desagradable—Te preguntaré algo, ¿Quisieras vivir para siempre y poder ser poderosa?.

No me importa nada. La persona que amaba se fue y estoy a punto de morir. Solo quiero volver a verlo.

No te preocupes, podrás obtener venganza de todos aquellos que te hicieron daño. Esos soldados podrán probar tu ira.

Mis ojos comenzaron a ver borroso la imagen de aquel hombre.
Por un momento estuve muerta, no se con exactitud el tiempo estimado lo único que sentí fue que mi cuerpo había cambiado y que mis sentidos estaban más desarrollados que antes.

Ese hombre me había sacado de la fortaleza que había sido atacada poco antes de mi muerte.

Mira como esos humanos despreciables se asesinan unos a otrosel fuego se expandía por todo el cielo inundandolo de ceniza.

¿Por qué estamos aquí?.

Quiero que seas la primera en probar el poder que poseo. La capacidad de vivir eternamente y ser inmune a esos hombres que no son más que escoria.

¿Que fue lo que me hiciste?.

Disculpa mi falta de respeto, soy Kibutsuji Muzan el señor de los demonios.

¿Demonios?.

Asi es, me servirás sin condición alguna o podría simplemente hacerte sufrir ya que la muerte sería algo muy piadoso.

No eres más que un monstruo...

¿Lo pensarías si dijera que puedo salvar a tu esposo Yuudai?.

Eso me hizo quedar en silencio. ¿Era posible volver a estar juntos y vivir por siempre?.

Claro si tú me sirves y ayudas a mi causa sin preguntar.

¿Cómo es que puedo confiar en ti?.

Tu eres la prueba viviente de ello, estabas muerta cuando te saque de ese castillo. Esas heridas se cerraron en cuanto te convertiste en demonio.

De inmediato toque la zona de la herida anterior. Lo único que sentí fue que estaba totalmente cerrada y no sangraba en lo absoluto.

Es imposible que esto sucediera.

¿Entonces, me creerás?sus palabras parecían sinceras.

Te ayudaré, pero promete que mi amado Yuudai volverá a mi lado.

De acuerdo. Pero te daré un nuevo nombre, la transformación de un nombre provoca que el anterior sea olvidado así que no debes preocupar.

El nombre que ese hombre me dió fue Itami.
Ese hombre quién había dicho que su causa era el limpiar el mundo de la existencia del hombre para que los más fuertes gobernaran no fueron más que mentiras. Y aún sabiendo eso lo ayude para salvar a la persona que más quería en el mundo.

Asesinando a mujeres, hombres y niños por igual me hice fama del demonio del dolor. Con el paso del tiempo los cazadores comenzaron a aparecer obstaculizando el camino de ambos.

Pero él tenía un plan, el combatir a los cazadores con ejércitos de demonios para acabarlos.
Hasta que Muzan me traicionó dejándome con un cazador para salvar su propia vida, esa acción solo provocó mi ira.
En ese momento había recordado que habíamos acordado que yo le serviría sin problema alguno y eso incluía que yo sería el cebo para los cazadores.
Un espadachín de cabellos rubios hizo eso y con una velocidad increíble corto mi cabeza.

Era la primera vez que sentía ese temor hacia la muerte. Cómo era posible que él me dejara así como así.

El cazador se marchó a ayudar a sus demás compañeros que habían estado peleando con otro batallón de demonios.
Sentía como mi cuerpo comenzaba a desvanecerse en el aire sin dejar nada, mi mundo se hacía trizas conforme pasaban los segundos.

Moriré y no podré verlo otra vez. Si tan solo viera su rostro una última vez más me llenaría de alegría.

Lo único que recuerdo de ese instante es que me encontraba en un lugar oscuro.
Mi familia decía que los sentimientos eran poderosos, tanto así que podrían volverse una maldición para quien los posea. Mi ira, mi dolor y remordimiento fueron los causantes de que yo no logrará ir al infierno, causando que mi alma se quedará encerrada en la tierra donde morí.

El ser incapaz de poder moverte solo provocó que mi mente se quedará en blanco. Tal vez sea un castigo especial de parte de Dios, pues después de provocar tanto daño a muchas personas Dios me hizo sentir lo mismo. Encerrada en el mundo para estar ahí por la eternidad, ciertamente no lo comprendía ya que el destino es muy incierto.

Con el tiempo la tierra formo una extraña roca que sobre salía de ella. Dónde solo una vez al año durante las noches crecía una flor de preciosos pétalos azules pero cuando salía el Sol está moría repentinamente.
Hasta que un hombre lo suficiente demente para llevar esa roca a un templo provocó que mi alma fuera expulsada y encerrada en una guadaña que se encontraba por ahí como un tesoro.

Una mujer demonio se la llevó y me dejó en una cueva desolada en dónde un joven de cabellos blancos y ojos de zafiro me encontró.

Puede que después de tanto tiempo aún los recuerdos se queden en mi memoria, pero se que jamás debo hacer mención de mi propia historia a     mi querido portador Akemi si es que quiero protegerlo.

Pues con el tiempo mi dolor se calmará y podré desvanecer en la oscuridad para jamás volver.

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