Capítulo 1: Isla sangrienta (Partes del 1 al 3)
Parte 1.
Día 1, año 3000 del Tercer Reinicio Bendito.
Este era un día especial para todas las razas del mundo de Astergard; pues hace unas horas atrás habían vivido un momento único en sus vidas: la llegada de un nueva era. Durante la noche anterior, hubo una fiesta en todas partes del mundo, donde casi toda discordia, odio y conflicto se separó de todas las razas, reinando así una relativa armonía. Lastimosamente, aquella noche no fue eterna y, para cuando llegó el amanecer, era momento de seguir con el diario vivir.
Ubiquémonos en el Gran Castillo de Astrea, este posaba sobre una colina donde cada mañana se podía presenciar un hermoso amanecer y la cálida luz solar pasaba a través de los enormes ventanales iluminando así las salas del lugar.
Dentro de este, en una habitación lujosa y digna de aquella gloriosa fortificación, yacía un joven acostado, cuyo nombre era: Rigel De Astrea. Él era el hijo primogénito de la poderosa familia de Elegidos Astrea y el futuro heredero de aquel imponente castillo.
Él despertó un tanto confundido y no dejaba de mirar el techo de su habitación, entonces se dijo a sí mismo:
—Esa familia Vertengeir. —Arrugó su cara en señal de molestia—. ¿Por qué diablos mi familia quiere tanto a los Vertengeir? ¿será por qué son otra familia de nobles? —Su tono de voz era irónico.
"Fue una noche horrible, una cena horrible, esa familia es horrible", pensó.
Como es habitual, Rigel despertó con pensamientos existencialistas y con una cara que demostraba una auténtica preocupación, pero ¿cuál podría ser la causa de que un joven noble, saludable y que vive repleto de comodidades, despierte de esta forma?
Pues la raíz de sus problemas inició hace solo unos meses atrás, cuando su padre lo obligó a casarse con "Amaltea Vertengeir". Era un matrimonio político y a Rigel le disgustaba mucho la idea.
"Esa loca no me agrada, ¿por qué me obligan a casarme con alguien a quien no amo?", pensaba, mientras expulsaba un largo suspiro.
Rigel había intentado cancelar aquel matrimonio concertado, pero la decisión de sus padres era absoluta.
"¿Cómo puedo solucionar este problema? Esa Elegida podrá ser bonita, pero... es demasiado creída. Lo peor es que parece fascinarle la idea de estar conmigo. ¿Qué demonios? ¿De verdad me quiere? ¿O solo desea pertenecer a una familia de mayor nivel?". Su mente no dejaba de darles vueltas y vueltas a ese asunto y su corazón se mortificaba más y más, pues él de ninguna manera quería relacionarse con esa familia.
El día anterior, la familia Astrea había hecho una fiesta junto con la familia Vertengeir. Rigel no podía decir que se sintió alegre con la visita de estos individuos, sobre todo porque estaba esa tal Amaltea.
Lo peor de todo, es que esto solo es fragmento de las causas de su inquietud, pues había un secreto que Rigel llevaba ocultando desde hace mucho tiempo...
Pasado unos minutos, aún con los ojos cargados de sueño y con muchas preocupaciones respecto a su futuro, nuevamente Rigel exclamó para sus adentros: "¡Ya veré como alejar a esa Elegida!". Subsiguientemente él respiró profundo, se calmó y recordó la única cosa buena que le había pasado en ese último año. Es más, con tan solo recordar a alguien en específico, Rigel olvidaba muchas de sus preocupaciones y una peculiar alegría devoraba la oscura ansiedad que residía en su interior.
Gracias a esto, Rigel terminó de aclarar su mente y de ordenar sus ideas. Curveó las comisuras de su boca haciendo una sonrisa, se levantó de su cama y muy animado comenzó a vestirse con un traje peculiar que tenía reservado para ese día. Posteriormente fue a mirarse al espejo y, tras haber hecho varias poses ridículas, habló para sí mismo:
—Este es un nuevo año siendo sinónimo de nuevas oportunidades, así que lucharé hasta el final y cumpliré mi objetivo. —Hizo una larga pausa mientras caminaba en círculos—. N-no puedo fallar... Es más, estoy tan determinado que hoy mismo le diré mis planes. —Se sonrojó—. Aunque, si le prometo "aquello" ¿seré capaz de cumplirlo?
Así es, Rigel tenía planificado hacer algo importante en ese día, pero ¿qué podría ser?
En el espejo se podía ver reflejado a un joven Elegido de piel blanca, con ojos tan azules como el cielo, con un cabello negro como la noche y las puntas de este resaltaban en carmesí similar a la sangre, así era su cabello natural. Rigel no tenía músculos muy entrenados pero su cuerpo era el apropiado para alguien de su edad.
Mientras hablaba consigo mismo en su habitación, no se percató que levantó mucho la voz y esto llamó la atención de alguien, quien expresó:
—Señor, ¿me llama? ¿todo en orden? —Era una voz femenina que venía desde afuera de su cuarto. Esa persona tocó la puerta un par de veces.
—¡Demonios! —exclamó Rigel y se tapó la boca con ambas manos—. ¿Por qué tengo la mala maña de hablar solo? —Se avergonzó consigo mismo y después se acercó lentamente a la puerta de su habitación.
Tras abrir la puerta, Rigel observó a una joven de hermosa piel blanca, con cabello castaño, de baja estatura, tenía unos enormes ojos café penetrantes y, a su vez, fríos y vacíos.
La expresión penosa de Rigel cambió por completo al notar que la chica era una sirvienta de la raza humana. Supo que era una humana con tan solo mirar dos líneas paralelas que estaban grabadas en el cuello de ella. Este era el símbolo de la "igualdad", lo poseían todos los humanos.
—¡¿Acaso estabas espiándome?! —La respuesta de Rigel fue dura y seca.
—¡N-no, mi señor! Y-yo, yo... solo pasaba por aquí, escuché una voz en su habitación y creí que quizás necesitaba algo. ¡Lo siento! —respondió la sirvienta con voz temblorosa.
—Ya veo... ¡mejor ve y arregla mi cuarto! —Frunció el ceño—. ¡Y no me llames señor! ¿Entiendes, ser insignificante? —Luego añadió entre dientes—: tengo dieciocho años.
Rigel tenía clavada una mirada irascible sobre la chica. La maid solo se limitó a bajar la cabeza, sus manos le empezaron a sudar y, estando pálida, achicó su cuerpo como si estuviera preparada para recibir un golpe.
—Yo... Me disculpo por mi imprudencia. —Inclinó el cuerpo elegantemente haciendo una sutil reverencia. Miró de reojo el símbolo con forma de espiral que estaba tatuado en la mejilla izquierda de Rigel y eso le indicó que él era de la raza de los "Elegidos".
La maid dejó de observar el símbolo, entró a la habitación y empezó a tender la cama tal y como se le ordenó. Rigel se inclinó contra el marco de la puerta, cruzó sus brazos y se quedó viéndola. Ella notó que el Elegido no le quitaba la mirada de encima y se incomodó.
Pero...
En ese momento algo anormal ocurrió en los adentros de Rigel, para él fue como si el tiempo se hubiese detenido, pero su corazón y respiración se aceleraba, a su vez, empezó a sentirse un poco mareado y una voz en su cabeza no paraba de torturarlo. A simple vista Rigel no mostraba ninguna señal de dolor o de algún otro malestar, pero por dentro un sentimiento que hasta ahora desconocía lo estaba molestando. El Elegido dentro de sí mismo no paraba de preguntarse: "¿Porque me siento así?".
Pasado unos segundos, él se calmó y absorto entre sus pensamientos se dio cuenta de lo que le estaba pasando:
"¿Será que por primera vez en mi vida tengo remordimiento de conciencia por tratar mal a un humano? ¿Qué es este sentimiento de culpa anormal que inunda mi ser? ¿Yo, un Elegido, sintiéndome así por una humana? ¿Qué diablos me pasa? Esto es imposible...", preguntas y preguntas inundaron su mente, todas llegaban y se iban rápidamente sin dejarle respuesta alguna.
Esto le hizo evocar un recuerdo de hace mucho tiempo atrás.
***
Hace 8 años.
En las afueras del Castillo había una pequeña extensión de tierra delimitada por unas vallas, el suelo estaba decorado por una alfombrilla hecha de grama y a la lejanía se podía presenciar un hermoso sol naranja que lentamente se ocultaba, cuya luz cálida poco a poco se iba apagando e impactaba justo en el patio donde se encontraba el pequeño Rigel. Él se aproximó a las espaldas de su padre, quien miraba el atardecer.
—Padre, ¿por qué debemos tenerles prejuicio a los Elfos de Sangre, la raza Monstruosa y a los Humanos? —Le preguntó Rigel.
—Jum. Jum. ¿A qué te refieres, hijo? —Su padre volteó y respondió al llamado de su hijo.
—Es que hoy en la Academia me enseñaron que los Elfos de Sangre y la raza Monstruosa son considerados una amenaza y no debía acercarme a ellos ¿Por qué no podemos ser sus amigos? —El pequeño ladeó su cabeza confundido, la inocencia resplandecía en toda su expresión.
—Hijo, esas razas que has mencionado han puesto resistencia a nuestro dominio. Esos demonios malditos no quieren reconocer que nosotros somos la raza superior y por eso estamos en guerra... —Hizo una larga pausa, agitó su cabeza en desaprobación y prosiguió—: aun eres muy niño para entender esto.
—¡No soy un niño, pa! Entendiendo todo lo que dices.
Formando una figura semilunar con sus labios, el padre soltó una carcajada.
—Jum. Jum. ¿Así que eres muy listo? ¡justamente como se esperaría de mi hijo! —Acarició el cabello del pequeño Rigel—. Entonces siéntate y te lo explicaré, hijo.
Rigel también sonrió. Luego ambos se sentaron sobre la grama que cubría aquel patio e impactó una refrescante brisa contra el rostro de ambos. La ambarina iluminación era tan espectacular que sería la inspiración perfecta para muchos artistas.
—Hijo mío, nosotros, los Elegidos, somos una raza especial ya que nacemos muchísimo más fuertes que las demás razas. De seguro ya te explicaron en la academia todo lo referente a la Roca Sagrada. ¿Verdad? Jum. Jum.
—Sí, pero no lo entendí del todo. Según la maestra, nosotros al nacer... esto... ah, sí... una piedrita rara que está en una isla nos bendice dándonos poderes.
Nuevamente su padre expulsó una escandalosa carcajada.
—Es una forma muy básica de decirlo, pero sí, a pesar de que nuestro aspecto es muy similar al de los humanos, cada uno de nosotros tenemos un don especial que nos diferencia de ellos. Hace mucho tiempo llegó nuestra Roca Sagrada y surgimos nosotros para proteger el mundo de una futura calamidad.
—Así qué, pa... ¿Entonces nosotros somos los protectores de este mundo?
—Así es, hijo. Jum. Jum.
—Pero, papá. ¿Entonces por qué debemos ser malos con las otras razas? No tiene sentido.
El padre botó un suspiro de frustración y se llevó la mano a la cara tras notar que su inocente hijo no comprendía el punto al que quería llegar. Era natural que aquella discrepancia —proteger a quien menosprecias— lo tuviera tan confundido.
—Hijo, aun eres muy joven para comprenderlo. Algún día, cuando crezcas, de seguro lo entenderás. No olvides esto "el fuerte siempre dominará al débil".
El pequeño niño se llevó la mano a la barbilla en señal de desconcierto.
—No lo entiendo. —Se quedó pensativo tras no saber que responder, se encogió de hombros, cerró el ojo que no estaba tapado por el mechón de pelo y se puso nervioso por alguna razón—. Pa, debo decirte algo. Hoy... bueno yo... en el pueblo; mientras iba por las calles, tropecé con un niño humano. Ese niño me culpó y armó un alboroto cuando en realidad todo había sido por culpa suya, así que una ¿rabia? o no sé qué cosa me dominó por dentro y le golpeé muy fuerte en la cara. Él empezó a llorar y creí que alguien me regañaría, pero eso no pasó. Más bien unos señores Elegidos me felicitaron por mi fuerza y...
—Jum. Jum. ¡Genial, hijo! —interrumpió su padre.
—¿Genial? —Se detuvo un segundo, al parecer no esperaba aquella respuesta. Así que empezó a hablar rápido y con un tono inocente continuó contando su historia—; eso no es todo, papá. La mamá del niño fue a ayudar a su hijo, pero los mismos señores Elegidos de antes la empujaron y la obligaron a volver al trabajo. Mi punto es... ¡Que los trataron malísimo y fue por mi culpa! Lo raro es que nadie me regañó y, pues, no lo comprendo ¿no estuvo mal lo que hice? —Rigel se quedó mirando el suelo, ni el mismo entendía si tenía que sentirse mal por ello o si debía estar orgulloso de sí mismo.
—¡Eso está muy bien hijo! Jum. Jum. —Su padre le dio unas palmadas por la espalda y le miró estando orgulloso—. ¡Nosotros poder, somos más fuertes y eso nos da el derecho de ser los reyes de este mundo y cualquier raza que se nos oponga, debe sufrir! Jum. Jum. Ese humano aprendió una lección gracias a ti y eso es beneficioso porque será un trabajador más bajo nuestro dominio. Hijo, cuando tú seas el señor de este castillo, estoy seguro de que lograrás grandes cosas. Tengo fe en que seas tú quien logre conquistar todas las razas.
—Pero... padre, si somos seres especiales, este... o los escogidos para proteger el mundo ¿esto no involucra que también debemos proteger a sus habitantes en vez de dominarlos?
—De verdad eres listo... —Su padre se levantó sin dar respuesta alguna a su pregunta, le dio la espalda y entró al castillo. Rigel lo miró confundido ante esa acción tan cortante.
—Entonces, ¿debo sentirme orgulloso de ello?... —se preguntó así mismo—,. Pues así será.
Desde aquel día, Rigel intentó tratar bien a un humano, pero algo en su interior se lo impedía, ¿qué era?
***
Actualidad.
Hasta que en este día algo cambió en él: su ser interior.
—Lo siento —dijo Rigel.
La sirvienta dejó de tender la cama y giró su cabeza a su alrededor preguntándose si aquello se lo había dicho a alguien más, sin embargo, no vio a nadie más.
—¿Es... conmigo? —preguntó retóricamente. Ella estaba asombrada porque hasta donde sabía, era imposible que un Elegido tratara como un igual a un humano, y mucho menos se disculparía.
—Sí, pareces asombrada. No te había visto antes. ¿Eres nueva?
La sirvienta puso los ojos como platos, estaba presenciando algo único. Por un momento pensó que se trataba de una broma malintencionada, pero luego miró los ojos de Rigel y notó su sinceridad.
—So-soy humana. —Se señaló a sí misma mientras le temblaba las manos.
—Lo sé. Pareces nerviosa. En realidad, ni yo mismo sé qué demonios me está pasando. Cuando te hablé mal, sentí como si me metieran una estocada en el corazón. Diablos, jamás había sentido algo así por hablarle mal a alguien.
La cara de Rigel también demostraba confusión por lo que le estaba pasando. Un silencio permaneció, por lo que él prosiguió:
—Vaya, que incomodo, este... ¿Eres feliz?
—No.
Impresionante, incluso Rigel le estaba buscando conversación. Lo natural, cuando alguien ha desarrollado un prejuicio desde temprana edad es que, si se quiere liberar el mismo, debe pasar un tiempo y efectuar varios cambios en su manera de pensar y actuar; no obstante, con Rigel esto fue distinto, algo aparentemente inexplicable le hizo cambiar su forma de verlo todo.
—¿Cómo te llamas? —Continuó él.
—Miku.
—¿Apellido?
—N-no tengo, y-yo jamás conocí a mis padres. Desde que tengo memoria, he sido sirvienta en varias casas de Elegidos y hace unos días me compró el señor de estas tierras... tu padre. He sufrido mucho como para decir que soy feliz. —Brotaron un par de lágrimas de sus ojos.
Sin darse cuenta, al fin ella descargó sobre alguien un diminuto fragmento de lo que sentía. Esto causó que no pudiera retener las lágrimas.
De igual forma, Miku estaba siendo cautelosa con cada palabra que decía.
—Tranquila. Todo estará bien, estoy seguro que en el futuro todo mejorará. Mira, te prometo que no volveré a tratarte mal. Entonces, ¿me perdonas por lo de antes?
—¡Po-por supuesto! —Incluso con lágrimas bajando por sus mejillas, la humana mostró una tierna y cálida sonrisa.
Miku no entendía lo que estaba pasando, pero no pudo evitar alegrarse por las palabras honestas de Rigel. Quizás su vida sería diferente en ese castillo y para ella era esperanzador saber que al menos alguien de allí le daría un buen trato. Miku era una joven herida y con sentimientos rotos, pero esas pocas palabras ayudaron a rellenar un pequeño porcentaje del vacío que estaba en su lesionado corazón y, a darle la esperanza que tanto necesitaba.
Pero de la nada, Miku recordó la realidad y su sonrisa se borró.
—Si alguien nos ve hablando, podrías tener problemas ya que no todos son como tú, digamos que... eres único —dijo.
Rigel se sonrojó, se rascó la cabeza y soltó una pequeña carcajada.
—Ni yo mismo sé que me está pasando y por lo otro... No te preocupes, justamente ya me iba.
Por algún motivo, Rigel se acercó mucho a ella, tanto que sus cuerpos se tocaron, y le susurró al oído:
—Por cierto, jamás le cuentes a alguien sobre esta conversación.
La chica afirmó con la cabeza y nuevamente regaló una sonrisa mucho más hermosa que la anterior. ¿Cómo es que palabras tan simples tuvieron un efecto tan grande en ella?
Rigel le correspondió, se despidió y luego salió de su habitación.
"En realidad no somos tan diferentes", analizó Rigel.
Él caminó por los enormes y elegantes pasillos, bajó unas escaleras y salió del imponente castillo.
Varios guardias vieron mientras se retiraba, pero no le dirigieron la palabra en ningún momento.
Después, él se inundó aún más en sus pensamientos tratando de descubrir el misterio detrás de su cambio repentino.
Parte 2.
Antes de darse cuenta, Rigel ya estaba en las afueras del castillo. Muchas preguntas le inquietaban en ese momento y esto hacía que estuviera demasiado distraído.
—¿Eh? ¿Qué se suponía que debía hacer? —Se preguntó a sí mismo—. ¡Oh, cierto! ¡Maldición! Ya es tarde, debo ir a la Academia cuanto antes.
Y así Rigel empezó a andar a paso rápido por los caminos que llevaban a la ciudad de Astrea. El estado y la ciudad misma, fue bautizada con el apellido "Astrea" en honor a esta antigua familia de nobles, así de famosos eran.
Cuando menos se podía percibir el castillo, Rigel desprendía un aura de felicidad mientras andaba por el camino, de hecho, cada vez que salía de su hogar, se sentía así y eso era porque disfrutaba de todas las bellezas naturales del mundo de Astergard.
Alrededor del camino se podían contemplar bellísimos campos florales que vestían la tierra, arboles enormes por doquier que oxigenaban el mundo, hermosas aves cantando una armoniosa melodía en perfecta sincronía, innumerables criaturas fantásticas que daban vida al bosque y, entre otras maravillas, al mirar al cielo, pese a que era de día, se podían ver las tres Lunas; que eran todo un espectáculo para la vista.
"Cambiaría todas las comodidades de vivir como noble por salir y explorar el mundo", pensó Rigel.
Tras caminar lo suficiente, Rigel llegó a la ciudad. Aún le faltaba recorrer un poco más para llegar a su destino. Al mirar a su alrededor, podía percibir que la ciudad de Astrea seguía igual de "aburrida" como de costumbre. Sabía que su raza prefería mantener sus culturas antiguas porque sutilmente le tienen miedo a la "innovación", así que el aspecto de aquella ciudad era uno medieval común y corriente.
Aunque, sí que había algo que llamaba la atención; un solo edificio enorme que se podía presenciar desde la distancia: "La Academia Sagrada del Estado Astrea". En ese lugar, los Elegidos entrenaban y estudiaban.
Rigel observó que las calles estaban repletas con habitantes de diferentes razas que caminaban de acá para allá. Eran tantos, que resultaba difícil andar por los caminos sin tropezarse con alguien más. Habían semihumanos, humanos —en su mayoría tratados como esclavos—, y muy pocos Elegidos. Cada quien andaba en sus diligencias o atendían sus negocios.
Naturalmente, era inevitable que Rigel escuchara a varios habitantes comentar imprudencias como:
—Esos malditos Elegidos, ¿qué se creen?
—Ya estamos hartos de la arrogancia de esos Elegidos. Este mundo y su reino deben cambiar.
Era molesto escuchar a tantos ciudadanos quejarse. Aunque Rigel sabía que todo se debía al tirano sistema de reinado que estableció su raza.
"Odio la política", razonó en su mente. Justo había llegado a una calle menos poblada.
De pronto, Rigel notó que muchos lo miraban de forma extraña, y él llegó a la conclusión de que quizás se debía a su vestimenta, pues ese día estaba estrenando una gabardina que llegaba hasta las canillas, cuyo exterior era negro y rojo el interior. También tenía una camisa clara, sus botas y pantalones eran color azabache. Además, un largo flequillo cubría el ojo derecho. Con esas pintas, alguien con mucha imaginación pensaría que Rigel algo así como un villano, y de hecho, a él le encantaba que lo percibieran así.
—¡Ah! Soy muy llamativo. —Se dijo.
Justo pasó a su lado un niño que tenía orejas y cola de gato, en Astergard a la "semihumanos" se les llama "raza Eldrie". Sea como sea, el inocente niño estaba riéndose y señalando a Rigel con burla, a la par que comentaba:
—Mira, mami, un Elegido rarito que habla solo. Meow. Meow.
La madre no vio ninguna gracia en ello, más bien tomó fuertemente la mano de su hijo y se avergonzó.
—¡No digas eso! Meow. Esos elegidos son peligrosos. Miau. —le susurró a su hijo, luego miró a Rigel—. Me disculpo por lo que dijo. Meow.
Rigel había escuchado el susurro, se quedó mirando a aquellos dos con una cara chistosa; arrugó su frente y comenzó a hacerle muecas al niño. En seguida tomó su capa, se cubrió con ella, ignoró lo que dijo su madre y respondió con voz gruesa:
—¿Acaso no lo ves, mocoso? ¡Yo soy el señor de la oscuridad! ¡Buajaja! —Totalmente contrario a lo esperado, Rigel respondió alegremente.
—¡Mami! ¡mami! El rarito me está acosando y creo que quiere devorarme —dijo el niño, dando saltitos y rió por la payasada que Rigel acababa de hacer.
—Meow. Tranquilo, hijo. Él solo está bromeando. Al parecer no son tan malos como dicen. Gracias por hacerlo reír. Miau. —La madre cambió su semblante a uno más relajado.
Aquel "espectáculo" que Rigel había formado sacó más de una sonrisa, de hecho, notó que varios individuos que lo observaban, parecían asombrados por su inusual actitud.
"Al final de cuentas, se trata de un día feliz para todos. A pesar de la mala noche que tuve, estoy manteniéndome de buen humor. Aunque ¿mi misterioso cambio interior y mis deseos de verla es lo que me mantiene así?", pensó.
Los Eldries continuaron con su camino y el Elegido se quedó inmóvil en medio de la calle, observaba cómo se alejaban.
"Supongo que para ellos debe ser muy raro ver a un Elegido interactuando así con otras razas. En serio, ¿qué diablos me pasa? ¿Habré enloquecido?".
Mientras Rigel estaba de pie en medio de la calle absorto en sus pensamientos, sin previo aviso, escuchó una dulce voz detrás de él. Dicha voz la reconoció de inmediato y lo sacó de sus pensamientos.
—¿Se-Sele-Selene? ¡¿Cuánto tiempo llevas ahí mirando?! —tartamudeó Rigel, quien lentamente giraba su cabeza hasta cruzar su mirada con la de ella.
Su corazón y respiración se aceleraron al ver a una chica Elegida de abundante belleza: la piel de ella era tan blanca como la nieve, sus enormes iris purpuras eran la gema que decoraba su glorioso rostro. Sus largas y abundantes pestañas complementaban la belleza de sus ojos. Sus labios pintados de color purpura, que no eran ni tan grandes ni tan chicos, acrecentaban la belleza de su rostro inmaculado. Su abundante cabello plateado estaba completamente recogido y sostenido por una coleta que maximizaba su elegancia. El cuerpo de ella tenía un equilibro casi perfecto, como la forma de una guitarra. No era ni tan delgada ni tan gorda y sus pechos ni tan grandes ni tan pequeños eran lo que terminaba de complementar su precioso cuerpo femenino. Sin duda, con tan solo su belleza exterior, era una Elegida digna de ser la reina del mundo. Sublime, perfecta, gloriosa y majestuosa no eran palabras suficientes para describirla; o bueno, al menos esta es la exagerada descripción que le daría Rigel, en realidad, el aspecto de ella era de lo más común y corriente.
"Soy patético, acabo de armar un espectáculo tan bobo con unos Eldries ¿Ella me habrá visto? ¡Qué pena! Además, mi vestimenta es ridícula. O sea, creía que me veía genial con esto. Espero que Selene no se burle", Rigel continuó haciéndose ideas raras en su mente, la expresión que se notaba en su rostro era vergüenza, se puso pálido y se sonrojó mucho.
Pero...
—¡Lo he visto todo! —exclamó ella, mientras se reía discretamente, se ruborizaron sus mejillas y se abalanzó sobre Rigel dándole un fuerte abrazo—. ¡Te extrañaba tanto!... Por cierto, que guapo estás.
—¿Eh? —La inseguridad de Rigel fue anulada por completo tras ese comentario, se alegró mucho y correspondió al abrazo con todas sus fuerzas—. Al fin mi corazón se encuentra en paz, yo también te extrañaba, guapa.
Frente a Rigel estaba aquella chica que, con tan solo pensar en ella, se olvidaba de sus preocupaciones. Siendo Selene lo más especial para él, pero, a su vez, ella era la causa central de toda su ansiedad e inquietudes, esto se debía a que él debía cuidarla y protegerla cueste lo que cueste. ¿La razón? Pues esa misma Elegida, esa belleza que estaba delante a sus ojos, era su secreto más profundo: Selene era su razón para vivir.
En efecto, Selene Grayar era la novia secreta del noble Rigel De Astrea. En resumen, su amor era prohibido.
La pareja ignoró que estaban en un lugar público y no notaron que cierta mirada maliciosa los observaba desde la lejanía: "¡Que descaro!", pensó el dueño de dicha mirada.
Finalmente, la pareja continuó con su camino.
Parte 3.
Al cabo de un buen rato, Rigel llegó junto con su amada a unos escalones preciosos que terminaban en la entrada de la academia. Cuando ambos subían más y más, podían contemplar en detalle lo majestuosa que era la Academia Sagrada, tanto así que ni siquiera combinaba con aquella ciudad anticuada.
Aquel edificio de enormes ventanales y ladrillos blancos con hermosos grabados, era un orgasmo para la vista. A su alrededor y dentro de este, se podían ver a muchos jóvenes Elegidos caminado de acá para allá, confiados en que recibirían una educación superior en dicho lugar.
—Aún recuerdo los arduos entrenamientos que tuvimos allí —contó Rigel con voz melancólica—. Tantos buenos y malos recuerdos durante toda esta vida escolar. Voy a extrañar este lugar.
Selene se quedó mirándolo, mostró una sonrisa juguetona y dijo:
—Umm. Y yo recuerdo como todos los días la directora nos sermoneaba... —Selene empezó a hablar rápido y cambió su tono de voz a uno burlón—: "Novatos, pongan de su parte si quieren aprender a controlar su poder. ¡Fortalézcanse tanto física como mentalmente para enfrentar los males que les asechan, nunca se rindan y...!" bla, bla, bla... aburrido, aburrido.
Aunque fue un comentario bastante raro, era inevitable pensar en lo tierna que se veía mientas lo decía.
—¡Diablos! Eso definitivamente lo dejaré entre mis malos recuerdos —bromeó, mientras sacudía su cabeza intentando procesar aquello—. Todos los días nos repetía lo mismo y, ¡demonios!, ella era muy regañona y restrictiva.
—Je, je. Sí, pero en parte me agradaba. Me entristece que haya muerto. —Selene bajó la cabeza y jugueteó con sus delgados dedos—. A veces sus palabras me animaban... pero sí que solía ser demasiado fastidiosa, je.
Todo quedó en silencio por unos segundos, luego la pareja llegó a la entrada de la academia donde había varios grupos de jóvenes Elegidos conversando de diferentes temas.
—Oye, guapo, tengo una duda... si estamos graduados ¿por qué nos pidieron que viniéramos hoy a la academia? —preguntó Selene. Ella aún caminaba al lado de Rigel.
—Pues, guapa, eso es un secreto —respondió Rigel—. Hace un mes, cuando la profe dijo que viniéramos, ella no reveló nada. Algunos sospechan que se trata del recibimiento de la Segunda Habilidad Sagrada.
—¿Ohh? Creí que se trataba de una fiesta de despedida. —Inclinó sus labios ya que sentía que dijo algo tonto.
—¡Eh, vaya! Eso sería muy raro. Es decir, que nos despidan un mes después de la graduación sería un tanto cruel. —Rigel hizo una pausa y luego cambió el tema—. Lo cierto es que no importa cuál sea el motivo, conseguí tanto buenos amigos como enemigos durante todos estos años estudiando aquí. Pero el recuerdo que más aprecio es... —El Elegido miró a los lados y notó que no había nadie escuchando, se puso nervioso, pero lleno de valor prosiguió—: Haberte conocí a ti.
Selene se sonrojó mucho, se llevó ambas manos a las mejillas y mostró una exagerada expresión de enamorada. Iba a responder, pero...
"¿Y si alguien nos escucha? Hoy hemos sido demasiados imprudentes, lo mejor es seguir fingiendo una amistad", pensó y se separó un poco de Rigel.
Rigel captó rápidamente el motivo por el que Selene reaccionó así.
Después de unos minutos, Selene no lo aguantó más, se acercó nuevamente a Rigel y empezó a hablarle de otro tema.
Ambos ya estaban dentro de la academia y, mientras caminaban por los pasillos que llevaban a su salón de clases, varios jóvenes Elegidos que estaban a su alrededor postraban sus miradas sobre ambos. Principalmente Amaltea, quien estaba escondida viéndolos desde la distancia.
—Es hora de actuar. —Se dijo Amaltea a sí misma.
Salió del muro donde se escondía, se acercó discretamente a la espalda de Rigel y dijo con voz altanera:
—¡Mi prometido!
—Ahg —Rigel reconoció la voz arrogante de Amaltea y botó un suspiro de frustración, es natural, pues apareció la Elegida que menos quería ver.
—¿Qué haces con esa campesina comparable a un mísero humano? —Miraba a desafiantemente a Selene y, tras decir aquello, abrazó a Rigel.
Esta era la existencia llamada "Amaltea Vertergeir", quien hablaba tan despectivamente y arrogantemente, que parecía algo programado en ella, como si hubiera nacido para solo ser así, como si ese fuera su propósito.
Selene se separó de Rigel y se encogió de hombros, quería defenderse, pero sabía que no era muy buena idea tratándose de un noble como Amaltea. Por lo que, Rigel notó la incomodidad de Selene, arrugó su cara y retiro amablemente los brazos de Amaltea que rodeaban su cuerpo.
—"Mi prometida" —respondió sarcásticamente, luego frunció el ceño y engrueso la voz—. No me traigas vergüenza, discúlpate por lo que le has dicho a Selene, ella es... u-una Elegida y merece respeto.
Amaltea se quedó sorprendida por esa respuesta, normalmente Rigel la evadía o se colmaba de nervios, pero esta era la primera vez que la enfrentaba.
—Absurdo. No, no lo haré. Llevas rato con esa retardada y se supone que debes quererme solo a mí. O sea, eres mi prometido ¿lo olvidaste? —Clavó una mirada retadora sobre Selene, pero esta le devolvió la misma mirada y eso también le sorprendió—. ¡¿Qué clase de descaro es este?!
Amaltea era escandalosa y creaba un vergonzoso espectáculo, por lo que varios jóvenes Elegidos se reunieron a observar la escena.
—¡¿Qué miran ustedes, montón de chismosos?! ¿No tienen nada mejor que hacer, como intentar rellenar sus cabezas huecas con algo de conocimiento? —Amaltea se dirigió a los compañeros que le miraban, habló con cero de duda.
No obstante, antes de que alguno de ellos refunfuñara, Rigel añadió:
—Amaltea, dije que te disculparas. No olvides que sigo siendo un noble de mayor nivel que tú. Tampoco te hagas ideas raras respecto a Selene, ella es... sí... solo una amiga. Además, lo "nuestro" es algo político y no...
—Tch, mejor mue... —Antes que Amaltea terminara de decir "muérete", una nueva voz la interrumpió.
—Ya es la hora, mis niños, entren al salón de clases. —Quien intervino en la incómoda conversación no era otra que la profesora Sabik Vertengeir; la tía de Amaltea.
—¿Tía? —En ese momento Amaltea se llenó de nervios, abrió los parpados de par en par y se avergonzó con su tía—. Lo siento. —El semblante de Amaltea cambió drásticamente a uno más sumiso.
—Tranquila, linda. No te preocupes, eres hermosa. Estoy segura de que Rigel piensa lo mismo y te quiere mucho. —Se quedó mirando fijamente al Elegido.
Rigel no tardó en captar el significado de esa mirada, por lo que así que asintió con la cabeza solo para salir del paso.
—¡Bien! Entonces entren al salón A4, hoy es un día importante para todos ustedes. —Terminó diciendo amablemente y sacó la lengua como si fuera una niña pequeña.
Tras ello, Rigel se hundió en sus pensamientos preocupado por su futuro. Su felicidad fue momentáneamente anulada por aquel desagradable encuentro. Sin embargo, no era el único, a Amaltea le dolía el pecho, le ardía demasiado. Lo que más le molestaba era que nadie se daba cuenta ¿qué pasaba con la personalidad y sentimientos de ella?
Tras un par de minutos, Rigel estaba dentro del aula de clases sentado en un pupitre. A sus lados estaban sus antiguos quince compañeros de clases, cada uno vestía ropas distintas y extravagantes.
Después entró la atractiva profesora Sabik al salón, ella vestía una falda corta y una camiseta demasiado ajustada. A ella le divertía ver a sus estudiantes varones salírseles los ojos por su belleza; sin embargo, esto no funcionaba con Rigel, él solo tenía ojos para una sola mujer...
—Mis queridos estudiantes. Eh, uh, sí, mis queridos hijitos. Hoy se les ha llamado porque iremos a la Isla Sagrada ¿Sabían? —confesó Sabik con voz juguetona, a la vez, postraba su espalda contra el pizarrón.
Todos los estudiantes se miraron a las caras sin entender y empezaron a murmurar.
"Así que los rumores eran ciertos", pensó Rigel.
—Hace un mes usted dijo que viniéramos, pero no reveló el motivo —dijo un estudiante llamado Félix desde su pupitre—. ¿Le divierte tanto juguetear con nosotros?
—Auch, Félix. ¡Pero, mis chicos, sí es de sentido común! ¿Ya olvidaron que cada cierto tiempo son convocados para recibir nuevos poderes de la Roca Sagrada? —Por algún motivo, la voz de Sabik sonaba bastante travieso.
Todo en el salón se quedaron en silencio y, no era porque los estudiantes no supieran aquello, sino que todos tenían el ceño fruncido, fulminaban con sus miradas a la profesora debido a su bromista forma de actuar.
Inevitablemente, la única que pudo romper el silencio fue Sabik:
—¡Uhh, qué miedo...! Ustedes no son para nada divertidos ¿saben? Pues si tan lentos y olvidadizos son, tendré que explicarles los conceptos básicos nuevamente. Sí, tal cual como a los niñitos. —Burlándose de sus estudiantes, Sabik guiñó un ojo y escribió en su pizarrón lo siguiente:
"Poderes: Cada Elegido nace con un poder distinto, como aquellos que manipulan los elementos, otros aumentan el poder físico y, algunos más raros, como las técnicas de sangre o invocación de criaturas, existe una gran variedad. Apenas un Elegido nace, la Roca Sagrada lo bendice con un primer poder, con el tiempo ya dependerá de cada uno aprender a usarlo —la Academia facilita ese proceso— a estos poderes se les llama "Habilidad Sagrada (HS)". Cada técnica que se realice con dicha habilidad, debe tener su propio "Nombre de Invocación", de manera tal que al decir el nombre asignado ejecuten la técnica deseada. Con el pasar de los años, los Sacerdotes Sagrados convocan grupos de Elegidos para que la Roca Sagrada les otorgue nuevas habilidades. Precisamente hoy, los sacerdotes los han convocado a ustedes para esto; esta vez deben ir a la Isla Sagrada y tocar la Roca para obtener estas nuevas habilidades".
"Armas Sagradas: La Roca también bendice a los Elegidos con armas que se adapten a su tipo de poder. Esta arma la pueden recibir cuando lo deseen, lo propio es recibirlas cuando estén capacitados para usarlas, usualmente la mayoría están autorizados a los 18 años. En este caso, todos ustedes ya vivieron esta experiencia ¿o también lo olvidaron, montón de simios?".
Rigel entrecerró los ojos tras leer lo último y se dijo a sí mismo:
—Qué sentido del humor tan pésimo.
Todos los estudiantes de allí ya habían recibido sus Armas Sagradas, no era algo que Rigel consideraba especial, pues todo Elegido tenía una.
"¡Y, por último, montón de simios!".
La profesora tenía una sonrisa satisfactoria ante lo que escribía.
"Liberación de Arma (LA): Básicamente cada arma tiene un poder, pero, a diferencia de las Habilidades Sagradas, el poder de las armas es desatado de manera descontrolada. Por ello, el Elegido requiere un entrenamiento superior para dominarla. Lastimosamente, este logro lo han conseguido muy pocos ya que, quienes fallen en el intento de liberarlas, solo les espera una muerte dolorosa".
Y la molesta profesora concluyó con su innecesaria explicación. Sabik seguía igual de atrevida como de costumbre. Era el tipo de profesora que irónicamente se burlaba de sus estudiantes de vez en cuando. Eso sí, cuando era necesario, mostraba una seriedad inmutable.
Continuó pasando el tiempo y tras una cadena de chistes aún más malos y explicar otro montón de conceptos, Sabik dijo:
—¡Seriedad! —Engruesó su voz.
Rigel frunció el ceño y pensó: "Pero si eres tú la que hace las payasadas".
—Es hora de viajar a la Isla Sagrada. —Prosiguió y le fue inevitable alegrarse al ver como todos los estudiantes se emocionaron por esta declaración—. ¿Recuerdan cuando fueron a recibir su Arma Sagrada?
—¡Sí! —exclamó la clase completa, al unísono.
—Excelente, mis niños. Pues nuevamente nos vamos a teletransportar al igual que aquella vez, la diferencia es que lo haremos la clase completa al mismo tiempo.
La teletrasportación también era algo de lo más normal en el mundo de Astergard.
—¿Profe? ¿Es eso posible? Recuerdo el día cuando fui a recibir mi Arma Sagrada; cuando nos teletransportamos éramos unos cuantos, pero... ¿Toda la clase? ¿no es peligroso? —Dijo una chica Elegida desde su pupitre.
—¿Dudas de mí? Esto lo he hecho muchas veces —respondió, mostrando una sonrisa para nada confiable.
—Ñi, ñi. Completamente, usted no me trasmite nada de confianza. —La chica se llevó las manos a la cadera y suspiró.
—Meh, que odiosa... En fin, todos conocen el procedimiento. Vamos a ello...
Todos los estudiantes se levantaron de sus pupitres y la profesora realizó un conteo de treinta segundos en un reloj de arena, luego pronunció unas palabras fuera de todo dialecto, que solo los Elegidos podrían comprender. Cada estudiante repetía lo que ella decía y, justamente cuando pasaron los treinta segundos, en un abrir y cerrar de ojos fueron teletransportados a la Isla Sagrada.
De repente, todos aparecieron sobre un camino y a los lados de este había vegetación por doquier. La isla al principio no era tan espectacular, pues tenía una selva tropical común y corriente.
—Estas palabras de poder fueron una bendición concedida por la Roca Sagrada hace siglos para que todo Elegido pueda llegar a ella, sin embargo... —dijo la profesora orgullosa—... También se requiere de una mente fuerte para pronunciarlas, ninguno de ustedes puede hacerlo sin mi intervención. Así que no lo intenten en casa ¿saben? Les recuerdo esta advertencia.
Y de esta manera inició la travesía por la Isla Sagrada.
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