Capítulo 1: Isla sangrienta (Partes 4 y 5)

Parte 4.

Además de conceder Armas y Habilidades Sagradas, había otras ventajas muy convenientes que la Roca otorgaba. Entre ellas estaban las Palabras de Poder, al ser recitadas correctamente por cualquier Elegido, sin importar donde esté, él podría aparecer en una ubicación cercana a su fuente de poder: la Roca.

—Impresionante —dijo Rigel. Admiraba como en un abrir y cerrar de ojos apareció en un lugar completamente distinto, a su vez, se sentía un poco mareado ante la abrupta teletrasportación. Aunque; en realidad, ese efecto secundario era de lo más normal.

—¿Primeras vez, nenita? —Le replicó Calisto, este era otro compañero de clase que no se lleva bien con Rigel.

Calisto era un chico Elegido alto, con músculos bien entrenados y con una personalidad abusiva. Él apenas tocó tierra, con solo desearlo, apareció un portal a su lado y sacó de este su Arma Sagrada "Lanza de Esmeralda" sin motivo alguno. La ultima ventaja que se le concedida a los Elegidos, eran los portales que podían invocar y allí se guardaban sus armas. Los portales tenían formas arremolinadas en constante movimiento, cada uno irradiaba una tenue luz fantasmal; aparecían siempre flotando y a un costado de la cabeza del usuario.

—No quiero problemas contigo, Calisto, no caeré en esas provocaciones tontas —Con una mirada y postura firme, Rigel le respondió con seriedad.

—Orden, recuerden que estamos en nuestra tierra santa. —Como toda buena profesora que evitaba que sus estudiantes se pelearan, Sabik regañó a los ruidosos chicos—. Calisto, hijo mío, siempre eres el más problemático ¿sabes? Ten al menos algo de consideración conmigo. Ahora dime, ¿Por qué invocaste tu Arma Sagrada sin mi permiso?

—Descuide, profe, sabe que me gusta presumirla. Ahg, uno nunca sabe que se oculta entre la maleza. —En su respuesta se notaba un tono sarcástico.

—Te lo dejaré pasar esta vez... Lo menos que quiero en este momento es estresarme.

Ya que no era algo tan serio, Sabik decidió dejarlo así.

Rigel apartó su mirada y decidió admirar a la hermosa Selene. Calisto, en cambio, hizo una expresión satisfactoria.

Por otro lado, varias chicas Elegidas se reunieron y hablaron de lo guapo que se veía Calisto, sin embargo, a otras no les gustaba porque:

—Es un vago y, para colmo, es calvo. —Se burlaban algunas.

Así es, Calisto no tenía ni un solo pelo en su cabeza, incluso la luz se reflejaba en su despejado coco.

Al cabo de un rato...

—Bueno, mis niños —añadió Sabik tras organizar a sus estudiantes—. Es necesario caminar un par de kilómetros para llegar a la Roca Sagrada.

La Roca estaba ubicada en el centro de la isla.

Justo cuando la profesora terminó de decir aquello, a lo lejos observaron cómo se acercaba un hombre vistiendo una ropa peculiar.

—Es un Sacerdote Sagrado, hablemos con él. —Siguió diciendo Sabik, y lo señaló.

El sacerdote que se acercaba usaba la ropa tradicional: Una túnica negra que cubría todo su cuerpo y un oscuro casco esférico que ocultaba todo su rostro. Cada uno de estos elementos poseían grabados extraños. Como de costumbre, este Elegido estaba cumpliendo su labor santa: proteger la isla y asegurarse que se cumplan todas las leyes.

—Profesora Sabik, cuanto tiempo sin vernos. ¿Cómo ha estado? No, mejor dicho, ¿cómo han estado todos ustedes? Los esperaba con ansias. —El grupo terminó de acercarse al sacerdote y él dijo esto. A la par, realizó una pose extravagante que no lucía nada bien, sobre todo si se tomaba en cuenta el tipo de traje que vestía.

Los estudiantes y la profesora mostraron caras confusas debido a aquel saludo tan peculiar. Así que, al no recibir respuesta alguna, el sacerdote continuó:

—Vaya, vaya, menudos modales. Y eso que he venido amablemente a recibirlos. —Aunque tenía la cabeza oculta, era fácil deducir que expulsó una larga exhalación.

—Perdón, era yo quien venía con intenciones de hablarle, pero me... este... ¡Sí! Me distraje. A todo esto, ¿quién eres? Je... je. —Por fin, le confesó la profesora Sabik con una risita forzada. Oscilaba los ojos apenada y confundida. Que alguien afirme conocerte, te salude y no lo recuerdes, sin duda, es muy incómodo.

—Vaya, vaya, nosotros hemos hablado muchísimas veces. Creí que me recocerías por la voz. En fin, esa es la desventaja de estos trajes... —Carraspeó fingidamente—. Como sea, síganme, yo los guiaré.

Aceptando la invitación del sacerdote, todos continuaron caminando rumbo a su destino. Mientras, se formaron varios grupitos donde cada quien hablaba de diferentes temas. Amaltea era la única que estaba distanciada y no hablaba con nadie. Selene aprovechó la oportunidad, se acercó a Rigel, invadió su espacio hasta que su respiración acarició la sien de él, y le susurró al oído.

—Oye, guapo, gracias por defenderme de Amaltea —Selene se sonrojó al estar tan cerca. Entraron en contacto los dorsos de sus manos fugazmente.

Rigel peló los ojos y nuevamente los nervios le sabotearon un poco.

Lo típico, cuando alguien está enamorado, a veces tiende a efectuar un par de torpezas cuando está frente a la persona que le gusta. Rigel no era la excepción, así que le respondió con una risita temblorosa y, mientras estaba a su lado, tropezó un par de veces con unas piedritas que residían sobre el camino. Por suerte, no se desplomó al suelo, eso sería muy humillante.

Amaltea frunció el ceño, los observó y no dijo ni una sola palabra.

Después de caminar por un rato; el paisaje se volvía cada vez más hermoso, digno del lugar santo que es. Sin embargo, la paz que prevalecía en aquel lugar fue anulada cuando, sin previo aviso, una mujer de edad avanzada salió de la maleza junto con un niño.

El grupo de Elegidos se detuvo y notaron que los nuevos individuos tenían un símbolo de igualdad en sus mejillas, lo que significaba que eran humanos.

—¡¿Qué sucede aquí?! —exclamó el sacerdote furioso—. ¿Qué hacen humanos en nuestra Isla Sagrada? Que criaturas como ustedes toquen nuestro suelo santo es un delito que se paga con la muerte.

La anciana tenía un aspecto pésimo. Sus amarillentos dientes sobresalían de su boca, su canoso cabello estaba desordenado, estaba flaca y pálida y no parecía estar muy cuerda. El niño también se encontraba en un estado lamentable. De pronto, la anciana empezó a reír llena de locura.

—¡Kya, ja, ja, ja! Ustedes, Elegidos, quienes rechazaron su deber. ¡Hoy se acaba nuestro sufrimiento! —gritó con los brazos alzados, miraba el cielo—. Según la Profecía Humana de las Tres Lunas, El Cazador hará su aparición. ¡Él los matará a todos ustedes y, por fin, todas las razas serán liberadas de su tiranía, de su parcial racismo! —Sacó de sus desgastadas ropas un extraño libro con la tapa negra y se lo mostró al grupo de Elegidos.

El niño que estaba a su lado no decía ni hacía nada, este solo tenía una cara inexpresiva y una mirada perdida.

—Definitivamente esta mujer no está cuerda, ¿cómo se atreve a desafiarnos de esa forma? —dijo Félix.

—¡Pero mira que tenemos aquí! —exclamó Calisto, se podía notar su felicidad con cada palabra que expresaba. Volteó su cabeza a donde estaba el sacerdote y le preguntó—: ¿Sacerdote, me permite matarlos?

—Dime, ¿porque tomas la iniciativa? Dudo mucho que tengas interés en traerle orgullo a nuestras leyes ­—respondió el sacerdote.

Sorprendentemente, el corazón de Rigel se aceleró y una extraña emoción heroica activó su cuerpo. Su conciencia no podía permitir un acto tan cruel. Aun así, entendía que debía cuidar cada una de sus palabras y acciones, por ello, pensaba con inquietud en las palabras necesarias para ayudar a los humanos sin dar a entender que sentía afecto por ellos.

—¿No creen que matarlos es demasiado? Deberíamos escuchar lo que tienen que decir. Además, debemos saber cómo llegaron aquí... Hasta donde sé, los sacerdotes hacen bien su trabajo. —Eso es lo único que se le pudo ocurrir. Su tono de voz fingía desinterés por el par de humanos.

Selene fue la única que se percató de la real intención de aquellas palabras de Rigel, así que decidió ayudarlo:

—Umm. Estoy de acuerdo con Rigel. Debemos escuchar lo que quieren estos humanos. Matarlos es una exageración y una pérdida de información. —En realidad, a ella no le importaban esos humanos, pero estaba decidida a apoyar a Rigel en todo.

Él la miró y le hizo un gesto aprobativo, definitivamente Selene era su pilar.

—¡Tonterías! esa sucia humana se atreve a mancillar nuestras tierras sagradas con sus mugrientos pies y, para colmo, trae consigo a ese niñato feo. ¡Deben ser ejecutados! —Amaltea, la chica que estuvo callada durante todo el viaje, por fin habló. A ella tampoco le importaba lo que les harían a los humanos, pero tras oír a Selene, ella optó por contradecirla.

—Bien dicho. —Se dirigió Calisto a Amaltea—. Tú mata a la mujer y yo al niño.

—Ja, es asombroso que puedas decir con tanta confianza esas tonterías tan descabelladas. Solo una escoria salvaje como tú es quien debe hacer algo. No tengo la intención de ensuciarme las manos con esos feos. —Amaltea se cruzó de brazos, suspiró por la nariz con fuerza y miró a otro lado.

—¡Eres una aburrida! —Calisto soportó los insultos de Amaltea ya que él la respetaba.

—¿¡Están locos!? Eso es demasiado —afirmó Rigel, quien no lo aguantó más.

—¿Acaso tienes sentimientos por estos humanos? Creí que solo sentías algo por mí, cariño, mi futuro esposito —comentó Amaltea. A la par, abrazó el brazo de Rigel y lo pegó contra su busto.

Selene frunció el ceño y ambas compartieron un cruce de miradas asesina. Rigel intentó separase de ella, pero no lo consiguió debido a que estaba inquieto. Él sabía que sus compañeros realmente iban a matar al par de humanos. De hecho; él sabía que, si fuese el mismo de antes, sería él mismo quien hubiese tomado la iniciativa de matarlos. Pero, esta vez era diferente. Un sentimiento inaudito en su raza nació en su interior, era el deseo de proteger a los débiles.

—Vaya, vaya. Has traído unos chicos muy interesantes, profesora —interrumpió el sacerdote—. El Astrea tiene razón, necesitamos sacarles información a estos humanos.

Rigel se sintió momentáneamente aliviado, al parecer, lo había conseguido.

Pero, al sacerdote se le dibujó una sonrisa macabra que no se podía contemplar debido a su casco y, continuó diciendo:

—Aunque, solo necesitamos a uno. —Señaló a Calisto—. Oye, calvo ¡Asesina a uno de los dos, me da igual a quien elijas!

—Con gusto. —A Calisto también se le trazó una sonrisa sádica en su rostro.

Rigel se quedó pasmado, le temblaron las manos y empezó a sudar mucho. Entendía que, si daba un paso en falso, podría meterse en un grave problema.

"A pesar que soy un noble, mientras no sea el gobernante tengo una autoridad limitada. No puedo simplemente ordenar que se detengan, entonces ¿Qué hago? ¡¿Qué hago? ¡¿Qué hago?!", Rigel pensaba desesperadamente en busca de una solución.

Amaltea —quien aún abrazaba a Rigel— notó su malestar, pero no dijo nada.

—No. Por favor, no. —Suplicó la anciana, esta vez se mostraba nerviosa y parecía estar más cuerda—. No toquen a mi nieto, lo traje porque me informaron que aquí hay una planta única que es capaz de curarle su enfermedad. ¡Por favor, tengan piedad!

—Ridículo, hace un momento mencionaste una profecía tal y un supuesto cazador equis. —Amaltea se separó del brazo de Rigel, se acercó un poco a la anciana y le dijo aquello mientras mantenía una mirada psicópata—. Nos amenazas y luego ruegas por sus vidas como toda una llorona. ¿Qué pasó con eso, humana? ¿Dónde está tu cazador?

—Yo vine a... hacer un trato, intercambiar información por...

Viento Desgarrador (HS). —Dijo y usó Calisto. El arrojó su lanza y la potenció con un viento anormal.

En ese momento la voz desesperada de la anciana se cortó en seco tras observar como una lanza enorme traspasaba el cuerpo de su nieto, reventando sus intestinos, estómago y destrozándole el páncreas. El niño cayó de cabeza al suelo y empezó a vomitar un montón de sangre con jugos gástricos.

La mujer miró aterrada el cuerpo de su nieto que en cuestión de un abrir y cerrar de ojos desapareció toda señal de vida. La ira tomó a la vieja, gritó descorazonadamente y un dolor poderoso ahogó todo su cuerpo.

—Malditos. ¡El cazador los matará a todos, lo merecen, perversos! Malditos, malditos, malditos, malditos —maldijo repetidas veces. ­

—Este vejestorio no conoce su posición —dijo el sacerdote. Luego ejecutó—: ¡Maldición, Cadenas de la Muerte (HS)!

Tras usar esa habilidad, surgieron varias cadenas espectrales de la tierra que amarraron a la anciana, la detuvieron por completo y la tiraron agresivamente contra el suelo. Este surrealista poder ignoró toda ley de la ciencia y ridiculizó lo común, no, todas estas habilidades eran así.

El sacerdote se acercó a la vieja y se agachó de cuclillas delante de ella.

—Mañana morirás. Este es el poder de una de mis Habilidades Sagradas que desaté sobre ti. No podrás moverte a menos que te lo ordene, más tarde volveré para sacarte unas palabras de la boca. —Luego tomó el cadáver del niño y lo colocó frente a los ojos de la anciana. La maldición evitaba que ella volteara la mirada o que pudiera parpadear. El sacerdote se levantó, miró a Calisto y elevó el dedo pulgar—. Oye, calvo, buen lanzamiento. —Retiró la lanza del cadáver y se la devolvió a Calisto, debido a eso, empezó a brotar mucha sangre del cuerpo del niño.

Rigel se había quedado helado, ni siquiera podía moverse, pero...

—¡¿Por qué?!... ­—dijo, su mirada se volvió sombría y apretaba con fuerza sus dientes—. Ellos no merecían esto. ¡¿Qué demonios han hecho!? ¡Se supone que debemos protegerlos! —Rigel no lo aguantó más, estaba molesto con los demás y consigo mismo por ser un incompetente. No tuvo el valor suficiente para salvar aquellos humanos.

—¿Acaso quieres ser el siguiente, señorito Astrea? Mira que no estamos en tu castillo —amenazó Calisto.

—¡Ya basta! Estamos en la Isla Sagrada y aquí no se derrama sangre de Elegidos. Seguimos con nuestra labor o se largan de aquí, solo son unos simples humanos, no es necesario tanto drama. —Sabik interrumpió de forma insensible la conversación. Ella solo estuvo callada, hasta ahora.

Rigel estaba a punto de soltar toda su furia interior, cuando...

—Ya basta, Rigel. —Una cálida, lenta y cariñosa voz le susurró al oído y causó que él se detuviera por completo, era la voz de Selene. Ella prosiguió—: Es por tu bien. Sabes que te apoyo en todo, pero... no quiero que te lastimen, si sigues, podrían atacarte. Ahórrate los comentarios por ahora, ¿sí?

A Selene no le importaba para nada lo que acababa de sucederle al par de humanos, pero tratándose de Rigel, era distinto. Por él, ella daría hasta su vida y por eso mismo no le importó susurrarle a su amado, aún sabiendo que todos los demás fijaban miradas sobre ellos. Evidentemente eso podría levantar sospechas sobre su relación, pero la verdad es que a nadie le importó aquello.

Rigel afirmó con la cabeza, pero por dentro tenía desatado un infierno. "¿Por qué diablos me siento así?", pensó.

—Muy bien —dijo el sacerdote—. Continuemos.

Muchos ignoraron lo que acababa de ocurrir y siguieron con su camino. Rigel no podía levantar la cabeza por la rabia que tenía, apretaba sus puños con fuerza, se sentía inútil y, por primera vez, no se sentía orgulloso de ser un Elegido. Su buen humor se desvaneció por completo, tanto que ni siquiera le estaba dirigiendo la palabra a Selene, y así estuvo durante el resto del viaje.

Parte 5.

Caminaron y caminaron hasta que por fin llegaron a la ubicación exacta donde estaba la Roca Sagrada. La misma estaba en el centro de una laguna gigantesca formada de agua salada. Había un puente sobre la superficie para poder llegar hasta ella, el puente empezaba desde la orilla arenosa de la laguna y terminaba en una pequeña islilla donde se encontraba la Roca. Había que andar muchos metros sobre el puente para poder llegar a la Roca.

La Roca era enorme y estaba marcada por múltiples símbolos extraños que irradiaban una luz azul eléctrica que le daba una gran belleza. era todo un monumento y una de las grandes maravillas del mundo de Astergard.

"Sin duda, es lo más valioso para nuestra raza. Todos nuestros poderes y armas son concedidos por ella. Debo descubrir el secreto del por qué el origen y el funcionamiento de esta Roca es todo un misterio. Algunos sospechan que fue creada por los mismísimos dioses, pero a mí no me convence", pensó Félix, mientras contemplaba maravillado el monumento que estaba a la lejanía.

Apenas el grupo de Elegidos llegó, se llevaron una sorpresa al notar que un montón de sacerdotes estaban reunidos en la orilla de la laguna, justamente en la entrada del puente. Los sacerdotes estaban hablando preocupados y era muy extraño que se encontraran allí reunidos.

—¿Qué ocurre aquí? ¿por qué no están protegiendo la Roca Sagrada? —reguntó la profesora, dirigiéndose al grupo de sacerdotes.

—Usted es... Sabik ¿No? Pues mire el agua —respondió uno de ellos y le señalo con el dedo una ubicación de agua cercana la Roca.

Todos se voltearon a ver lo que ocurría allí y menuda sorpresa que se llevaron...

Resulta que una misteriosa materia cristalizada de color amatista se había formado sobre la superficie del agua, aquella "cosa" parecía una mancha de lava purpura en medio del agua y salían extrañas partículas cristalizadas de ella.

Rigel estaba despreocupado ante lo que pasaba, no podía olvidar lo que había presenciado hace unos minutos.

—Hace un momento un sacerdote fue a investigar esa "mancha" y terminó siendo absorbido por esa "cosa", cuando nos acercamos a ver lo que le había ocurrido, notamos que fue destrozado. Fu-fue una muerte instantánea —añadió otro de los sacerdotes, en su voz se notaba inquietud—. Es por eso que decidimos reagruparnos todos aquí. A decir verdad, nunca vi algo así. Y si... ¿Es una nueva señal divina?

—Esas señales acabaron hace milenios —añadió Calisto.

—Además, las señales divinas no matan Elegi...

La profesora fue abruptamente interrumpida cuando, sin previo aviso, una esencia extremadamente poderosa se sintió en el ambiente, el mar se agitó como si de un tifón se tratara, la tierra y el aire tembló. Todos los que estaban allí cayeron de rodillas, sintieron sus órganos y carne constreñirse y escupieron sangre por la boca. La esencia era tan poderosa que mantenerse de pie era prácticamente imposible.

—¡Qué demonios, ¿qué clase de poder es este?! —Rigel estaba hundido entre sus pensamientos, pero fue sacado de estos cuando aquella esencia malvada hizo que fuera batuqueado contra el suelo. Se extrañó por la situación, empezó a toser, escupir sangre por la boca y nariz y, aun revolcándose del dolor, se percató de Selene—. ¡¡¡Selene!!! ¡¡¡¿es-estás bi-bien?!!! —Intentaba acercarse a ella, pero el dolor se lo impedía—. Escudo de Oscuridad (HS).

Rigel había usado la única técnica que había desarrollado con su habilidad. De pronto, una especie de manto negro cubrió a Selene por completo, era un escudo que se consideraba impenetrable. Luego intentó crear más escudos para algunos de sus compañeros, pero la esencia malvada causó que perdiera todas sus fuerzas.

—¡¡¡Rigel!!! —le respondió Selene con miedo, pero, a pesar que estaba siendo protegida, de alguna manera la esencia malvada logró filtrarse. El escudo no le ayudó mucho y ella estaba a punto de desmayarse.

—¡¡Maldita sea, definitivamente ese poder proviene de la mancha, debemos destruirla!! —sugirió uno de los sacerdotes a duras penas.

—Ay. ¡E-es im-imposible, ni siquiera podemos movernos! ¡¡¿qué clase de ha-habilidad puede de-derribarnos tan fácilmente?!! Ay —dijo una estudiante.

Apenas la Elegida dijo aquello, todo se calmó, el lago y el aire dejó de agitarse y la esencia desapareció por completo. Aquello duró unos treinta segundos. ¡Segundos que fueron eternos!

Todos los Elegidos se levantaron confundidos y aturdidos, pero se recuperaron rápidamente. A continuación, levantaron la mirada al lugar donde estaba la mancha cristalizada y se llevaron una sorpresa al notar que había un hombre de pie sobre la supuesta materia asesina; se trataba de un hombre alto, con cabello plata y que llevaba puesto un traje oscuro. Negro y plateado, esos colores eran suficientes para describirlo. No se podía ver la parte superior de su rostro porque una sombra lo impedía. Al principio su porte trasmitía imponencia, pero, sin razón aparente, el hombre se tambaleó, cayó de rodillas y luego cubrió su rostro con su mano derecha, terminó viéndose lamentable.

—¿Y ese quién es? —preguntó uno de los estudiantes.

—No lo sé, pero no debemos tomarlo a la ligera. Posiblemente la esencia maligna de hace un momento fue causada por él ¿saben? —respondió la profesora Sabik, quien fijó su mirada sobre aquel individuo misterioso. Ella trataba de identificar su símbolo, pero menuda sorpresa se llevó al notar que él tenía una marca desconocida, no pertenecía a ninguna de las razas conocidas. La profesora arrugó su frente—. ¿Qué está pasando?

En este mundo, todas las razas tenían, ya sea en el cuello o en una de las mejillas, un símbolo característico de su raza. Los Elegidos y solo ellos, por ejemplo, tenían el mismo símbolo en forma de espiral. Sin embargo, este hombre tenía uno en su mejilla cuya forma era demasiado difícil de describir, parecía más un garabato.

—Ese hombre parece fuerte —comentó Calisto con una sonrisa en su rostro, aún tenía sus labios manchados de sangre por lo ocurrido hace un momento—. Quizás ese tipo sea capaz de entretenerme un poco.

—No hagas nada estúpido, Calisto, espero que te quede claro.

—...

—Bueno, todos invoquen sus armas, no sabemos a qué nos enfrentamos...

—¡Tonterías! Que nadie se atreva a quitarme mi presa o le golpearé fuerteme...

—Flecha de Agua (HS). —Usó Selene.

Selene había invocado su Arma Sagrada —un arco—, y fue en cuestión de un segundo cuando estiró la cuerda vacía del mismo y, de la nada, como si absorbiese el agua del ambiente y tomase la forma de una flecha, apareció un proyectil liquido en la posición correcta, el mismo mantenía siempre su volumen, forma y el agua con la que estaba formada circulaba tan rápido que la hacía casi sólida. El arco irradiaba un hermoso brillo azul eléctrico que iba a la par con la belleza de Selene. Cuando ella estiró la cuerda al máximo y apuntó bien, le disparó al "hombre misterioso".

La flecha salió disparada en línea recta y a una velocidad asombrosa. También levantó un muro de agua mientras recorría su trayectoria sobre la laguna, que eran 180 metros. Finalmente, la flecha se clavó justo en el pecho del hombre. Este cayó e impactó fuertemente su rostro contra la mancha, la cual, espontáneamente, se volvió sólida.

—¡Increíble, Selene! ¡Qué fuerte! Eres toda una preciosura genial y... ¿mortal? —"halagó" Rigel, admirando a su novia y luego dirigió su mirada sobre hacia el hombre misterioso, por el cual, no sentía nada de lastima.

"Lo mereces por lastimar a Selene con tu poder raro", pensó Rigel. Para él era evidente que la esencia maligna de hace unos segundos fue producida por ese sujeto desconocido.

—Umm. Como de costumbre, no eres muy bueno alagando chicas ¿je? —le respondió Selene. Ella se llevó una mano a la cadera y mantuvo una sonrisa juguetona en su rostro—. Ji, ji, ji.

"Definitivamente mi novio es muy malo con los halagos y piropos", pensó Selene.

Rigel no era el único que admiraba la excelente técnica y precisión de Selene, los sacerdotes e incluso la profesora estaban asombrados con ella. Aunque era una Elegida, igual se requería de muchísimo entrenamiento y habilidad con el arma para poder realizar un tiro tan certero. Lo que hizo podría considerarse una hazaña. Sin embargo...

—¡Desgraciada! —gritó un Calisto borrado en furia—. ¡¡¿Cómo te atreves a quitarme mi presa?!!

Rigel notó la actitud agresiva de Calisto y se puso en guardia.

—¡Oye, aléjate de ella! —exclamó Rigel, quien estaba a varios metros alejado de Selene y, tras ver la actitud de Calisto, se acercó de inmediato a ella.

—Umm. Tranquilo, Rigel, voy a explicarle a este bobo porque lo hice. Pues fíjate, Calisto, yo tengo la ventaja de que puedo atacar a distancia. Lanzarse cuerpo a cuerpo sería impru...

"Imprudente" iba a terminar de decir, pero fue interrumpida abruptamente, pues, recibió un golpe en la cara a manos de Calisto. Él le pegó justo en el ojo derecho. Ella se abatió al suelo por el golpe. Fue tan rápido e inesperado que ni siquiera Rigel pudo reaccionar y ni le dio tiempo de llegar delante de ella.

Selene sintió como su carne se lesionaba con su cráneo, su cerebro agitarse, su cavidad hincharse y su visón se oscureció. Decir que vio estrellas no estaba lejos de la realidad.

—¡¡¡Selene!!! —exclamó Rigel alterado, terminó de acercarse a la Elegida con inquietud y furia a la vez. En realidad, él nunca se imaginó que Calisto haría algo así por un motivo tan absurdo.

Rigel la tomó delicadamente y la recostó de espalda sobre su regazo.

—¡Calisto! —Le llamó la profesora.

Pero él la ignoró y permaneció mirando fijamente a Selene y Rigel. Todo esto ocurrió porque estaba enojado de haber perdido a su "presa". Lo tomó todo con exageración, y terminó en deshonra.

—Golpear a una Elegida ya es toda una humillación y hacerlo por un motivo tan tonto aumenta el precio de tu acto tan estúpido, Calisto. —Juzgó Félix.

—¿Acaso quieres ser el siguiente? —le respondió Calisto más enojado que antes, pero Félix lo ignoró.

Por otro lado, Amaltea sintió una emoción que no pudo ocultar. Para ella era satisfactorio observar a Selene agonizando de dolor.

Rigel estaba desesperado, exasperado y no sabía qué hacer. Ella notó la gran preocupación de Rigel, así que llevó su mano derecha a una mejilla de él, lo acarició y dijo:

—Tranquilo, es-estoy bien. —Su voz se entrecortaba por el dolor. Ese golpe le afecto más de lo que parecía.

—No, perdón, Selene. Lo siento, fui muy lento en reaccionar... yo, yo soy un imbécil... Pero, a partir de hoy te protegeré como debe ser. Como prometí esta mañana, así que espérame aquí... él pagará caro por esto. —Rigel se levantó y dejó que varios sacerdotes se acercaran y la atendieran. Selene intentó detenerlo, pero no pudo.

Luego, puliendo su postura a una más amenazante delante de Calisto; Rigel alzó ambos brazos, en uno y otro extremo de los mismos apareció un portal. Rigel introdujo sus manos en ellos y, en un abrir y cerrar de ojos, sacó sus Armas Sagradas con elegancia y estilo. En su mano izquierda tenía su Daga del Rayo y en la mano derecha la Espada de la Serpiente Sangrienta. Ambas Armas tenían hermosos grabados que representaban sus títulos.

La atención de Calisto fue dirigida únicamente hacia Rigel, pues entendió de inmediato el motivo por el que este invocó sus armas.

—¿Qué? ¿Vas a enfrentarme? Ja, ja... Acepto con gusto —Calisto empezó a reír satisfactoriamente, a él solo le importaba pelear para probarse con los demás, derrotarlos y humillarlos.

De esta manera, el enfrentamiento de Rigel contra Calisto iniciaría.

***

Mientras tanto, en la mente de aquel hombre que parecía estar muerto, poco a poco recuperaba sus recuerdos que cambiaban fugazmente.

"¿Quién soy? ¿Qué hago aquí?", pensó.

Tras unos minutos...

—Ah, ya lo recuerdo —susurró y una expresión maligna se grabó en su rostro.

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Nota:

Quiero agradecerle a beetlewhisper autor de Souls duelist en la plataforma por hacerme tal excelente ilustración de Rigel De Astrea.

Pueden seguir al artista en Instagram como: beetlewhisper

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