Capítulo Seis

El destino me persigue...

•°•°•

“En la noche más fría brilla la estrella,
un faro de luz, guía sincera.
La esperanza camina entre las sombras,
susurra al alma, nunca se esconde.

Es semilla en tierra desolada,
florece en la espera más callada.
Un mañana mejor siempre promete,
la esperanza vive, nunca muere.”

––Terminó la clase, alumnos ––anunció la profesora Charlotte guardando sus cosas.

La clase se le pasó de largo mientras leía lo que Ofelia tenía escrito en su diario. No había escuchado literalmente nada de lo que la profesora explicó. Vio que todos comenzaron a irse, así que se levantó guardando sus cosas, pero no salió del salón.

––Profesora Charlotte, ¿puedo hacerle algunas preguntas? ––preguntó con el diario en su mano.

––Siempre y cuando sea sobre la tarea, si.

––Es… sobre el proyecto que nos dio, sobre el caso de Ofelia.

La profesora levantó la cabeza, mirándola un momento sin expresión alguna. Luego, bajó la mirada a unos papeles en su mesa juntando sus manos.

––¿En qué necesita ayuda, señorita Croft?

––¿Ofelia fue su estudiante alguna vez?

––Sí, lo fue. El año pasado.

––¿Escribía poemas?

––Sí, lo hacía con frecuencia. Tenía talento con las palabras, incluso hubo algunas ocasiones en las que me permitió leer sus escritos. ––Se quedó un momento en silencio, hasta que volvió a hablar––. Luego decidió seguir en el teatro, nunca supe por qué, pero alguna vez quiso presentarse en un escenario y leer sus poemas. Es curioso como los sueños en los adolescentes cambian. Lo malo fue que el cambio de su sueño la llevó a algo terrible.

Laila se quedó en silencio pensando en lo que la profesora le había contestado. Miró el diario de Ofelia en sus manos, golpeándolo suavemente contra la palma de su mano.

––Gracias, profesora.

––De nada, Laila

La castaña dejó el salón yendo hacia la biblioteca, con su pensamiento en todo lo que estaba ocurriendo. El bullicio la envolvía en cada pasillo de la universidad, sus pasos lentos pero precisos la llevaban a una verdad que desconocía y ––aunque temía descubrir––, necesitaba encontrar.

Llegó a la biblioteca donde se sentó en una mesa apartada de todos junto a la ventana. Sacó su carpeta junto con la cartuchera, comenzando a escribir sobre su exposición. Unos minutos después, un golpe sobre la mesa la hizo levantar la cabeza para ver a Kate frente a ella.

––¿Todo está bien? ––le preguntó una vez que la chica se sentó.

––Si, todo está bien ––Kate cruzó los brazos sobre la mesa, mirando la carpeta de Laila––. ¿Es sobre el caso?

––Hm-jm ––asintió––, es más que nada para adelantar un poco TODA la exposición que debo dar.

––Ya veo
.
––¿Y Nina?

––Ah, ya sabes, con su novio.

––Así que te escapaste de la hora del amor, ¿eh? ––sonrió divertida Laila.

––El tren de los besos estaba llegando a la estación y no quería presenciar nada raro. ––Contestó Kate quitándose los anteojos. Sacó una franela anaranjada, y empezó a limpiar los anteojos––. ¿Qué hay contigo?

––¿Conmigo? ––repitió escéptica––. ¿Por qué?

––No sé ––sonrió colocándose los anteojos––. Almorzaste con Nicolas la otra vez.

Kate movió las cejas hacia arriba y hacia abajo, sonriendo burlonamente. Laila entrecerró los ojos, sonriendo después.

––Solo fue un almuerzo… pastelito.

––Urgh, qué asco, eso fue muy lesbiano de tu parte ––dijo Kate haciéndose para atrás en la silla. Cómo si estuviera apunto de contagiarse de algo tóxico.

Laila se rió a carcajadas, y luego se cruzó de brazos en la mesa.

––Tú empezaste con los de Nick, no te quejes.

––Ay, ella le dice “Nick”, I'm sorry.

––¿Sabes qué? Ya no quiero hablar contigo.

––Nena, tú le gustas ––canturreó Kate.

––Cállate.

•°•°•

Nicolas entró corriendo al comedor, la puerta se abrió de manera abrupta pero nadie le dio importancia. Su cabello estaba todo revuelto y un poco húmedo por el sudor que resbalaba por su frente. Su respiración era irregular hasta que pudo calmarse.
Llegó tarde para su día favorito, Jueves de macarrones con queso. Suspiró, totalmente agotado apoyándose contra la pared. Pasó una mano por su cabello tirando los mechones hacia atrás, que se quedaron unos segundos impecables hasta caer nuevamente sobre su frente.

––¿Nick?

Giró la cabeza, encontrándose con la castaña a un lado, llevaba su mochila, y sostenía unos libros junto con un tupper blanco de tapa amarilla.

––Rulitos… ¿Todo bien? ––intentó sonreír pero el cansancio le ganaba.

––Yo debería hacerte esa pregunta ––contestó Laila levantando una ceja––. ¿Estás bien?

––Si, no te preocupes ––respiró hondo, y soltó el aire lentamente––. Es solo… que llegué un poquito tarde. Ya sabes, Jueves de...

––Macarrones con queso, si ––lo interrumpió ella asintiendo. Él asintió lentamente. Mordió el interior de su mejilla, apretando los libros contra su pecho––. Oye, Nick… ––él la miró––, yo también llegué hace un momento, ¿quieres almorzar conmigo?

El pelirrojo la miró un momento, incrédulo de haberla escuchado decir eso.

––¿No vas a ir con tus amigas?

––Bueno, Nina está con su novio y Kate está en un ensayo de violín, así que…

Nicolas asintió lentamente, sonriéndole.

––Está bien.

Laila sonrió, haciendo que la siguiera. Caminaron por todo el comedor hasta encontrar una mesa junto a una ventana. Se sentaron frente a frente hasta que Laila abrió el tupper que llevaba mostrando los macarrones con queso. Él frunció el ceño, agarrando el tenedor de plástico.

––Dijiste que llegaste hace un momento ––mencionó, y ella asintió––, ¿cómo conseguiste los macarrones?

––Le caigo bien a la cocinera. Anabella siempre me guarda un poco porque sabe que los jueves se llenan.

––Que suerte, a mí me odia.

––¿Por qué? ––preguntó Laila, y comenzó a comer.

––Un día estaba haciendo pendejadas con los chicos aquí en el comedor y le di un pelotazo a Anabella mientras llevaba una olla con agua caliente.

Laila abrió la boca atónita, pero él solo siguió comiendo como si no importara. Ella dejó el tenedor sobre la mesa, mirándolo sorprendida. Pff, Nicolas no era un santo, eso era más que obvio.

––¿Enserio hiciste eso?

––Seh, desde ahí me odia. No me sorprendería si alguna vez me muera envenenado con su comida. ––Nicolas se rió, y ella negó.

––Tú sí que estás loco.

––Posiblemente ––le guiñó el ojo, y continuó comiendo igual que ella––. ¿Cómo va tu presentación?

––Terrible ––suspiró––. Siempre encuentro la forma de seguir adelante pero ahora… Me siento estancada.

––Mm, mi abuelita solía decir:“un buen libro y una taza de té nos aclara la cabeza por un momento”. Y funciona, creeme.

––¿En serio?

––En realidad no, yo inventé eso después de que ella muriera.

Ella se rió, haciéndolo sonreír. Había sido realmente estúpido lo que había dicho. «Descanse en paz la abuela de Nick» y es que, no podía creer lo que había dicho. Pobre de su abuelita.

––Tal vez tenga en cuenta ese consejo ––respondió finalmente ella.

•°•°•

“Anoche algo extraño ocurrió. Estaba sentada en mi cama, tratando de concentrarme en mi libro, cuando escuché que alguien susurraba mi nombre: 'Ofelia'. Al principio pensé que era mi imaginación, pero lo oí de nuevo, más claro, más cerca.

Sentí un escalofrío recorrerme. Miré a mi alrededor, pero no había nadie. La habitación estaba en completo silencio, salvo por el leve crujido del edificio. Me quedé inmóvil, con el corazón latiendome en los oídos, esperando o... temiendo que la voz regresara.

No sé quién era, o qué quería de mí, pero no pude dormir después de eso. Cerré con llave la puerta, revisé las ventanas, incluso encendí todas las luces. Algo no está bien. Siento que alguien me observa, alguien que no quiere que esté aquí.”

Laila se encontraba sentada en el segundo asiento de la sexta fila en el teatro. El diario de Ofelia descansaba en su regazo. Después de haberlo leído mantuvo su mirada en el escenario. Juraría que podría ver a Ofelia ahí parada, justo como la vio la primera vez, con una sonrisa amable.  A decir verdad, ella no debía estar ahí, los ensayos comenzarían en cualquier momento y ella tendría que estar en otro lado. La profesora Margaret había dicho claramente que no quería a nadie que no fuera del elenco en el teatro. Y, además, los chicos del elenco tenían todo el derecho de anunciar o delatar a cualquiera que estuviera ahí.

Con un suspiro resignado y a la vez cansado, se levantó agarrando el diario para irse. Sin embargo, su acción fue interrumpida cuando escuchó a las bailarinas del acto entraron por el escenario hablando. Sin pensarlo dos veces, se tiró al suelo donde los asientos ––por suerte––, lograban cubrir todo su cuerpo. Aún así, no tenía forma de salir sin que la vieran.

––Ya lo sé, la profesora es algo exigente pero supongo que es porque quiere que la obra salga perfecta ––logró escuchar a una de las chicas.

––¿Sabes lo que pienso? Deberíamos ponerle un alto a todo esto, relajarnos un momento. Desde que empezamos el ensayo no nos hemos relajado un momento ––suspiró otra––. Solo quiero relajarme un poco.

––Vaya, vaya, señoritas ––habló una tercera voz, con un deje de orgullo––. No sabía que era la hora del té.

––Por favor, Cassandra, sabes que siempre nos reunimos aquí.

––Al menos no a escondidas ––dijo Cassandra.

––Oigan, ¿qué opinan de Croft?

Ay no, iban a hablar de ella y ella estaba ahí. Bueno, al menos eso le ayudaría a entender qué opinaban de ella, suponía.

––¿De que una de nosotras mató a Ofelia? ––inquirió Cassandra cruzando los brazos––. Pff, está loca, es obvio.

––Pero, ¿no creerás que una de nosotras lo hizo, verdad?

––Por supuesto que no, Jessica. Al menos que tenga que sospechar.

––¡Ja! ¿Y crees que eso nos deja tranquilas? Yo sé que alguna lo hizo, pero no diré nada ––aseguró Jessica––. A lo mejor tienes razón, y Laila está loca.

Rodó los ojos en su lugar, la conversación siguió y ella comenzó a arrastrarse por el suelo para poder salir sin que la notaran. Estando a punto de llegar al final de la fila, la puerta de entrada al teatro se abrió y se quedó tiesa. Matthew estaba entrando.

––Oh, hola Matthew ––saludó una chica.

––¿Qué hay? No sabía que estaban… ––la voz del chico se detuvo, mirando a Laila en el suelo escondida entre las sillas––... aquí...

Ella lo miró asustada, sin saber qué hacer realmente. Él separó los labios, pero ella juntó sus manos rogando en silencio que no dijera nada.

––Matthew, ¿todo está bien? ––preguntó Jessica al verlo mirando directamente entre los asientos––. ¿Hay algo ahí?

Laila mantuvo sus manos juntas, pidiéndole que por favor no dijera nada. Estaría en serios problemas, y su corazón no colaboraba mucho con los nervios que invadía su cuerpo.

––No, no hay nada, sólo… ––giró la cabeza hacia las chicas, metiendo las manos en los bolsillos de su pantalón––, deberíamos decirle a los conserjes que limpien un poco, el suelo es un asco.

Ella suspiró tranquila, pero con el corazón a mil por hora.

––Oh, si ––dijo otra chica––. Algunos vienen aquí a besuquearse y tener sexo, dejan todo hecho un desastre.

––Por favor, Luna. Cómo si nunca lo hubieras hecho. ––Contestó Cassandra.

––Si, pero nunca en el teatro. Soy más de la vieja escuela.

––Vamos, chicas ––dijo Matthew yendo hacia ellas––. Los ensayos están por comenzar. Hay que prepararnos.

Al oír todos los pasos de todos dejando el escenario, salió rápidamente del teatro cerrando de un portazo la puerta detrás de ella. El sudor resbalaba por su frente y su corazón estaba alterado. Había sido una pésima idea ir a leer el diario de Ofelia justamente en el teatro. Tal vez si estaba loca. Suspiró, llevando algunos de sus mechones castaños detrás de su oreja para poder relajarse. Tal vez estaba llegando muy lejos con el caso. Quizás demasiado.

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