Capítulo 8: Flashbacks

27 de septiembre, 4:25 PM

Afuera de la Preparatoria Itan

– ¡Hey! ¡Athena! ¡Shouko! – les llamó Trucy.

Phoenix, Najimi y Trucy finalmente se reunieron con Shouko y Athena. Las dos chicas que habían ayudado a Nene y Kaede a reunirse desviaron su atención hacia la joven maga que las estaba llamando. Shouko sólo les agitó la mano ligeramente y asintió, mientras Athena agitaba la suya con mucho más entusiasmo.

– ¡Hey, chicos! Veo que por fin localizaron a nuestro fugitivo de pelo lavanda... – le dijo Athena al grupo en cuanto se reunieron. Al escuchar esto, Najimi se rascó detrás de la cabeza.

– Bueno, perdón por salir corriendo, pero era muy importante; ¡no podía esperarlos! – dijo en tono de súplica, causando que todos se fueran de espaldas, especialmente Shouko y Phoenix.

(«Aún si de verdad fuera tan importante, podrías habernos esperado, especialmente a los que no estamos exactamente hechos para correr por toda una escuela...») pensó Phoenix, que parecía el más exasperado del grupo. – Lo importante es que ya estamos todos juntos otra vez. Escuché que lograron reunir a la señorita Onemine con su amiga.

– Sí, pero por desgracia, terminé dándole en bandeja de plata otra testigo a la fiscalía. – Athena suspiró, jugueteando nerviosamente con su arete.

– ¡Arriba el ánimo! – Phoenix le dio a Athena una palmada en la espalda. – Conociendo a Blackquill, seguramente habría encontrado una forma de sacarle su testimonio independientemente de lo que hayas hecho. Al menos así, hiciste una buena acción. Estoy seguro que la Srta. Onemine se sentirá muy agradecida por tu ayuda.

– En eso tiene razón. Se puso en éxtasis cuando vio de nuevo a Kaede. Aunque claro, no se emocionó tanto cuando vio a Blackquill, obviamente. Le pareció que era una especie de secuestrador. – replicó Athena.

– Por supuesto que Nene pensaría que ese patán monocromático y horripilante sería un secuestrador, ¡porque lo es! – gruñó Najimi con los puños apretados.

– Bueno, entiendo de dónde vienes, y sé que te preocupa tu amigo, pero por desgracia, el arresto fue legal. Aun así, vamos a demostrar que es inocente. – dijo Phoenix, tratando de calmar la tensión. Sin embargo, Najimi todavía se notaba con mucha rabia. – En cualquier caso, ¿lograron encontrar alguna información nueva mientras nos separamos?

– Bueno, como mencioné antes, Kaede supuestamente vio cómo Hitohito huía de la escena del crimen y dejó caer su teléfono en el camino. Aparte de eso, lo único que encontré fue un abanico de papel en la misma papelera donde estaba escondida Kaede. – dijo Athena mientras sacaba el susodicho abanico que había encontrado, y se lo daba a Phoenix para que lo examinara.

(«¿En serio quiero saber qué estaba haciendo allí dentro?») se preguntaba Phoenix mientras miraba el abanico, todavía doblado a la mitad. El abanico también captó la mirada de Najimi, que se acercó a examinarlo junto con él.

– Sip, eso definitivamente le pertenece a Gorimi. Me dio varias veces con él en la cabeza hasta que se rompió. – dijo Najimi, mientras se sobaba arriba de la cabeza, y empezaba a quejarse de dolor. – Todavía tengo los chichones allí arriba como prueba...

– Bueno, ¡sólo hay una forma de averiguarlo~! – Trucy extrajo el polvo para huellas con un brillito en sus ojos. – Si este es uno de sus abanicos, entonces sus huellas definitivamente estarán en él, y si lo están, ¡nadie podrá decir que alguien más utilizó este abanico! – agregó, e inmediatamente empezó a trabajar con el polvo.

(«Bueno, supongo que no hará daño ser minuciosos...») pensó Athena. – Hablando de averiguar, ¿pudieron descubrir algo nuevo, jefe?

– Sí, lo hicimos. Trucy se ofreció de voluntaria para hacer una prueba de luminol en la escena del crimen y encontró una reacción. ¿Podrías sacar el mapa de la escena del crimen para mostrártelas? – preguntó Phoenix.

Athena sacó el mapa y se lo enseñó a su jefe, que tomó unos marcadores del kit donde estaban sus herramientas forenses.

– Gracias. Lo encontramos justo aquí, a la izquierda del escritorio. – dijo Phoenix marcando en rojo el lugar donde su hija encontró la sangre, luego etiquetando la reacción y entregándole el mapa completado de vuelta a Athena.

– ¿Aquí? ¿Pero no está demasiado lejos de donde encontraron el cuerpo? – preguntó Athena.

– Bueno, a decir verdad, todavía no sabemos si esa es la sangre de Yamai, pero considerando que ella es la única que derramó sangre, es lo más probable. – replicó Phoenix.

– ¡Tengo una coincidencia! – dijo Trucy, mostrándoles el abanico. – ¡Hay huellas en el abanico, y le pertenecen a Gorimi!

– Supongo que eso lo confirma. – replicó Athena, cargando a Widget para insertar la nueva información, mientras Shouko y Najimi la observaban.

– ¿Deberíamos volver a la oficina? – preguntó Phoenix. – Le pedí a Apollo que investigara dónde vive Itsuki Honshoku, y también sobre incidentes pasados que hayan ocurrido en la preparatoria Itan. Tal vez todos debamos comparar notas cuando hayamos regresado.

Athena estaba por hablar, pero entonces Shouko sacó su libreta y garabateó algo rápidamente en ella. [Me gustaría visitar a Hitohito en el Centro de Detención, si eso está bien.]

– ¡Yo también, yo también! – Najimi al instante agitó sus puños y asintió, mirando a Phoenix con ojos dignos de un niño que les pedía a sus padres la última consola de videojuegos para Navidad.

Trucy también se unió a las súplicas. – Yo también quisiera verlo. Espero que se encuentre bien.

– Creo que esa es una gran idea. Yo también quisiera ver cómo está. – Athena sonrió y se golpeó la palma con el puño. («Ahora que lo pienso, asumiendo que nadie más lo haya visitado allí, debe haber estado solo toda la tarde. Espero que esté bien.»)

Phoenix no pudo evitar reírse ante las súplicas de los estudiantes. – Bueno, en ese caso ¡volvamos al centro de detención! – les dijo, haciendo que Shouko asintiera con entusiasmo y brotara sus orejas de gato, para su diversión.

(«También me gustaría saber cómo está. Espero que el progreso que hemos hecho sirva para darle algo de esperanza...»)

27 de septiembre, 4:45 PM

Centro de detención – Sala de interrogatorio

Voy a preguntártelo una vez más, Sr. Tadano. ¿Por qué intentaste asesinar a la Srta. Ren Yamai?

Hitohito respiraba agitadamente debido a la ansiedad, pero la pregunta lo hizo volver a poner atención. Durante las últimas horas, había estado sentado en una silla plegable de metal, observando a dos individuos que lo estaban interrogando en busca de respuestas. Uno de ellos era un hombre bastante grande, vestido de pantalones negros, un chaleco a juego, y una camisa blanca de vestir arremangada hasta el codo. No decía mucho, pero miraba a Hitohito con ojos asesinos y los brazos cruzados, como si quisiera decir "un movimiento en falso y te golpearé hasta hacerte pulpa."

La otra era una mujer rubia, vestida con un traje de pantalón a medida gris oscuro y corbata roja, el cual debería estar muy por encima del salario promedio de un detective como ella. A pesar de su estatura más pequeña, fácilmente era la más intimidante de los dos y era la que más hablaba, mientras que el hombre sólo hablaba para decir que estaba de acuerdo con ella.

Hitohito no quería hacer otra cosa que alejarse de allí, pero tenía las muñecas esposadas frente a él, y las esposas estaban sujetas a la mesa por una cadena de metal y un candado. La única fuente de luz en la sala era una bombilla que colgaba arriba de la mesa, por lo que la única área iluminada era alrededor de la mesa, y la puerta que llevaba afuera estaba oculta por la oscuridad.

– N-n-no lo sé. Lo único que sé es que lo hice. ¡Ya le di mi confesión a ese fiscal! ¿Eso no es suficiente? – suplicó. La detective rubia golpeó con su palma las manos esposadas de Hitohito, causando que gritara de dolor. Sintió que su ritmo cardíaco se elevaba cuando vio que ella lo miraba.

– No quieras hacerte el listo. Si eso realmente fuera suficiente, tú ni siquiera estarías aquí. – le gruñó ella.

– ¡Sí! No estarías aquí. – repitió el hombre enorme y bruto, manteniendo sus brazos cruzados de manera intimidante.

– Dime algo, Sr. Tadano. ¿Acaso crees que está bien golpear a chicas inocentes? – preguntó la rubia. Hitohito desvió la mirada del miedo, pero ella le agarró la cabeza y le obligó a mirarla de nuevo. – Bueno, ¿sí o no? ¿Acaso te sientes poderoso ejecutando actos de violencia contra chicas que no pueden defenderse de ti?

Hitohito negó suavemente con la cabeza. Había varias razones para esto, la principal era que él nunca querría cometer actos de violencia en contra de nadie, especialmente contra una chica. Aparte, él sabía mejor que nadie que Yamai era cualquier cosa menos inocente o indefensa, ya que ella no sólo fue capaz de secuestrarlo, sino que lo amenazó con un cuchillo cuando intentaron rescatarlo.

– Entonces ¿por qué lo hiciste? – preguntó la rubia.

Hitohito empezó a tartamudear, incapaz de formar oraciones coherentes. Si hubiera alguna razón que se le ocurriera de por qué la habría atacado, sería porque ella lo había secuestrado y por sus constantes amenazas hacia él. Sin embargo, su miedo le impedía decir la razón. Después de todo, no estaba seguro de si sus amigos y familiares le creerían, mucho menos dos detectives que eran directamente hostiles con él.

– Más te vale que hables, muchachito. Estás haciendo esto más difícil para ti mismo con el tratamiento silencioso.

– ¡Sí! ¡Más te vale que hables, o tú y tu familia pagarán el precio! – añadió el enorme bruto. Hitohito lo miró con confusión.

– Mi familia... ¿por qué ellos? ¡Ellos no han hecho nada! – preguntó nerviosamente, causando que la rubia sonriera sádicamente.

– Déjame decirte esto ahora: metiste la pata hasta el fondo cuando elegiste agredir a la Srta. Yamai, porque casi mataste a la hija de uno de los hombres más poderosos de todo Japón. De hecho, la única razón de que no estés enterrado ahora es porque fallaste en matarla. Sin embargo, yo no me reconfortaría con ese hecho. Decir que el Sr. Yamai está furioso sería quedarse cortos. El hombre desea justicia, y no sólo quiere verte a ti encerrado de por vida, sino que desea una significativa compensación monetaria también.

– ¿C-c-compensanción monetaria? ¡P-p-pero si nosotros no tenemos esa clase de dinero! – protestó Hitohito débilmente.

– ¡P-p-p-pero nosotros no tenemos esa clase de dinero! – repitió ella burlonamente. – Eso no es mi problema, ni del Sr. Yamai. Hiciste algo muy malo, y ahora tú y tu familia deben pagar el precio, sin importar cuánto lleve. Lo más probable es que tus nietos y los nietos de ellos todavía estarán trabajando para pagar la deuda en la que te acabas de meter.

Hitohito sintió que el estómago se le revolvía de dolor, y su respiración se tornó aún más agitada al escuchar lo que le pasaría a él y a su familia. Aunque apenas recordaba algo del incidente, todavía sentía la culpa de sus acciones carcomiéndole, y todo lo que podía hacer era maldecirse en su propia cabeza por ser un individuo horrible e insignificante.

La rubia entonces colocó un trozo de papel y una pluma en frente de él.

– Sin embargo, si cooperas y reescribes tu confesión, detallando lo que hiciste y por qué lo hiciste, tal vez el Sr. Yamai apreciará tu honestidad lo suficiente para tener algo de clemencia contigo. De lo contrario, yo empezaría a pensar en preparativos para tu funeral.

(«¿Acaso voy a morir?»)

Hitohito se esforzó por razonar consigo mismo y convencerse de que no iba a morir. Después de todo, era un cargo por agresión, y él era menor de edad, así que seguramente serían considerados con él sólo por eso, ¿verdad?

Su mente comenzó a pensar en el padre de Yamai, un hombre de negocios adinerado y poderoso, y que sin dudas tendría las conexiones e influencia para asegurarse que él y su familia fueran severamente castigados.

De repente, lento pero seguro, empezó a sentir que el mundo a su alrededor comenzaba a desaparecer. Se encontró de vuelta en aquel closet, amordazado y atado a una silla, y la mujer rubia lentamente comenzó a tomar la forma de Ren Yamai.

– Si cooperas conmigo, me aseguraré que tu muerte sea rápida y sin dolor.

Su mente ahora estaba sorda de las demandas de la rubia y su enorme compañero. Todo lo que podía escuchar era la voz imaginaria de Yamai amenazándolo, y todo lo que podía ver eran las fotos que tenía del objeto de su deseo. Él sólo podía murmurar protestas débiles y suplicar por su vida como una víctima imaginaria.

Apenas notó cuando la puerta de la sala de interrogatorios se abrió de un sopetón, revelando a Blackquill y a Fulbright.

– ¡Fiscal Blackquill! Qué sorpresa tan agradable de verlo aquí... – dijo el rubio con sorpresa.

Blackquill miró a Hitohito, que estaba totalmente ido de la realidad y atrapado en su propia cabeza, reviviendo su recuerdo más horrible. Aunque el fiscal no tenía idea de qué podría haberlo causado, sabía que no estaba en condiciones de hablar y que en ese momento estaba sufriendo una enorme angustia mental. Miró a los dos detectives con rabia.

– Ustedes dos... ¿qué diablos están haciendo aquí? – les ladró.

La rubia le puso la mano en el hombro a Blackquill. – El jefe de detectives nos envió. Pensó que usted necesitaría algo de ayuda con este caso. – replicó con calma y una sonrisa arrogante. Él la agarró de la muñeca y le quitó la mano del hombro con rabia.

– ¿A esto le llamas ayuda? – Blackquill fulminó a la rubia con la mirada, señalando con la mano al chico traumatizado. – ¡No está en condiciones de decirnos nada!

– ¡Es obvio que está fungiendo! – replicó ella, negando con la cabeza. Fulbright estaba examinando a Hitohito, tratando de sacarlo del trance sin mucho éxito.

– Uhh, no lo sé; a mí me parece que de verdad le está dando un ataque de pánico. – comentó Fulbright.

– ¡Ella dijo que está fingiendo, así que debe estar fingiendo! – dijo el bruto enorme golpeándose la palma con el puño. – ¡Deberíamos sacarle la información a golpes! ¡Eso nos hará a todos la vida más fácil!

– ¡Silencio, perro! – replicó Blackquill con desprecio por el bruto, que le lanzó una mirada asesina al fiscal como respuesta. Luego desvió su atención del hombre que quería golpearlo, hacia la rubia que se estaba molestando cada vez más con él. – Permítanme decirles algo: he estudiado psicología junto con la ley y el derecho para aumentar mis habilidades como fiscal en la corte. Además, mi encarcelamiento me ha dado mucho tiempo libre para continuar dichos estudios. Ya he estado en esto el tiempo suficiente para saber cuándo alguien está ocultando algo. Y por eso, puedo decir con certeza que NO lo está fingiendo.

– B-bueno... usted no lo sabe; ¡quizás simplemente está fingiendo demasiado bien! – tartamudeó la rubia de una manera que, combinada con las gotas de sudor que chorreaban de su frente, traicionaban su falta de confianza.

Blackquill negó con la cabeza. – Creo que ya ustedes dos han hecho más que suficiente daño por un día. ¡Lárguense, los dos! – dijo agitándoles la mano para que se retiraran.

– Lo siento, pero no puedo hacer eso. El jefe de detectives insistió en que nos involucráramos en este caso. Verá, últimamente ha estado preocupado por su comportamiento reciente, y cree que su actual cuidador no está haciendo lo suficiente para mantenerlo vigilado. – replicó, señalando a Fulbright y aparentemente recuperando su confianza. Todo lo que Fulbright pudo hacer como respuesta fue ponerse a juguetear con sus dedos tímidamente.

– ¿Ustedes? ¿Preocupados por MI comportamiento? ¡Ja! Qué risa, viniendo de un par de oficiales corruptos que siempre bailan por dinero. Díganme, ¿quién les está firmando sus cheques ahora? ¡Deberían devolverle el dinero luego de ese desempeño tan lamentable! – replicó Blackquill, provocando que el ojo de la rubia tuviese un tic.

– Puede acusarnos de lo que quiera, pero no se le olvide que usted no es diferente de este mocoso. Ambos intentaron asesinar mujeres inocentes; la única diferencia es que usted tuvo éxito. ¡Así que no se atreva a declarar que usted está por encima de mí en la escala moral! – replicó ella, señalando con el dedo directamente al fiscal.

Esta declaración hizo que la sonrisa en el rostro de Blackquill desapareciera, haciendo que se detuviera a pensar. Luego miró entre los dos detectives, luego a Hitohito, que todavía seguía perdido en medio de un flashback.

– La verdad duele, ¿no? – dijo la rubia con arrogancia, colocándose una mano en la cintura. Por un momento creyó que su comentario lo había callado, pero cuando estaba a punto de hablar de nuevo, Blackquill se giró hacia Fulbright, listándole varias instrucciones:

– Tonto Bright, hazme el favor y quítale las esposas al Sr. Tadano y llévalo a su celda para que pueda descansar. Luego de eso, quisiera que me pongas en la línea con el Dr. Koizumi y le avises que Simon Blackquill necesita su ayuda en el Centro de detención. Cuando lo hayas hecho, mantén un ojo sobre el muchacho mientras yo tengo una pequeña charla con este par de guasones, y también interrogo a nuestras nuevas testigos.

– ¡Sí señor! – Fulbright hizo el saludo militar y abrió las esposas en las muñecas de Hitohito. – Todo va a estar bien ahora, pequeño amigo. Ahora podrás volver y descansar. – le dijo mientras le daba unas palmadas en la espalda y le ayudaba a levantarse para escoltarlo fuera de la sala.

– ¿A dónde cree que va, detective? ¡Aún no terminamos de interrogarlo! – le ladró la rubia a Fulbright. Se movió alrededor de la mesa para detenerlo, pero Blackquill se interpuso en su camino para detenerla.

– ¡Su mal llamado "interrogatorio" nunca debería haber comenzado en primer lugar! ¡Fue una estupidez e irresponsable! – espetó Blackquill. – ¡Tonto Bright, ignora a este par de cretinos y sigue con tus instrucciones! Si alguien pide verlo antes que el Dr. Koizumi lo examine, diles que todavía está siendo interrogado. ¿Me entendiste?

– ¡Sí, señor! – respondió Fulbright, mientras terminaba de escoltar a Hitohito fuera de la sala. Éste apenas respondía a estímulos externos y simplemente dejó que el detective se los llevara de la silla y fuera de la sala.

Una vez que los dos se habían ido, Blackquill giró su atención a los dos detectives restantes.

– Ahora, me gustaría tener una amigable charla con ustedes dos, en relación a sus recientes acciones... – les dijo, lanzándoles a ambos una mirada asesina.

27 de septiembre, 5:11 PM

Centro de Detención – Sala de espera

Athena atravesó la puerta de entrada del Centro de Detención por segunda vez el día de hoy, con Shouko, Najimi, Trucy y Phoenix siguiéndola. Ella sabía que Hitohito había sido llevado para ser interrogado antes que Trucy y Shouko se fueran antes en la mañana, y se imaginaron que ya a estas alturas deberían haber terminado.

La sala de espera estaba relativamente vacía, ya que no había nadie sentado en las sillas esperando a nadie. Athena desvió su atención hacia la pared trasera, donde se encontraba el punto de seguridad que llevaba a la sala de visitas y las celdas de los prisioneros. Junto a dicho punto estaba el escritorio de la recepción, donde un oficial de policía de aspecto cansado estaba discutiendo con una estudiante de secundaria con el pelo negro amarrado en dos coletas cortas.

– Escucha, niña, por última vez, ¡no puedes pasar! – insistía el oficial.

– ¡Pero soy su hermana! ¡Quiero asegurarme que mi hermano está bien! – dijo la chica, agarrándose del escritorio.

– Tu hermano está siendo interrogado ahora mismo, así que no puede recibir visitas. – le dijo. A juzgar por el tono de su voz, Athena dedujo que sin duda tuvo que repetirle la misma frase no menos de una docena de veces.

– Vamoooooos. ¿En serio le va a negar a una hermanita menor la oportunidad de ver a su hermano mayor y asegurarse que se encuentra bien? – le dijo, suplicando y moviendo sus pestañas para verse más adorable e inocente. Sin embargo, el oficial no cambió su expresión facial.

– Sí, lo haré. Tienes dos opciones: o vas y te sientas en el área de espera mientras terminan de interrogar a tu hermano, o puedes volver más tarde. De lo contrario, si estás tan desesperada por meterte allí, tenemos varias celdas abiertas donde podrías quedarte. Quién sabe, podríamos darte una al lado de la de tu hermano. – dijo el oficial, sonriendo sarcásticamente con la última oración.

La chica golpeó el escritorio con su puño. – ¡Está bien! ¡Patán! – le gruñó mientras se alejaba caminando. – ¡Ojalá que alguien de su familia sea arrestado y no le dejen visitarlo!

El oficial rodó sus ojos y volvió a su papeleo en el escritorio. La chica se alejó del escritorio y empezó a caminar hacia el grupo de Athena, antes de notar y reconocer a dos figuras entre ellos.

– ¡Shouko! ¡Najimi! ¿También vinieron a ver a Hitohito? – les preguntó mientras les saludaba con la mano y se acercaba a saludar.

Shouko asintió firmemente, y le devolvió el saludo con la mano. Najimi tomó la palabra. – Claro que lo estamos. Hemos estado ocupados investigando toda la tarde, y queremos ver si está bien.

– ¿Investigando? – La chica ladeó su cabeza confusa. – No sabía que ustedes sabían cómo hacer eso. Creí que sólo a los detectives se les permitía investigar las escenas del crimen. Los que están con ustedes ¿son un detective privado y sus dos hijas?

(«¿Detective privado y sus dos hijas? Bueno, técnicamente los abogados son como detectives privados, y Trucy es la hija del Sr. Wright, ¿pero de dónde sacó todas esas conclusiones? Hablando de eso...») Athena se puso a pensar, antes de dar un paso al frente y alzar la mano para hablar. – En realidad... yo soy la abogada de Hitohito, Athena Cykes. ¿Mencionaste que él es tu hermano? – le dijo mientras le ofrecía la mano a la chica.

– ¡Sip! ¡Soy su hermana menor, Hitomi! – replicó mientras aceptaba la mano de Athena y le daba un apretón con entusiasmo. – Dime... ¿no eres un poco bajita para ser abogada? ¿Sin mencionar joven?

– ¡H-habla por ti! ¡Eres incluso más bajita y más joven que yo! – replicó defensivamente Athena, ante la forma de hablar sin tapujos de la chica.

– ¿Ohh? ¿Y cómo sabes que soy más joven que tú? – Hitomi se puso de puntillas para ponerse al nivel de la cara de Athena, echándose las manos atrás con expresión inocente.

Athena cruzó los brazos y miró fijamente a Hitomi. – Bueno, para empezar, dijiste que eras la hermana menor de Hitohito, ¿verdad? – empezó a explicar, a lo que Hitomi asintió afirmativamente. – Y como su abogada, sé bien que Hitohito es aproximadamente tres años menor que yo. Por lo tanto, es seguro asumir que tú también eres más joven que yo.

– Bueno... – Hitomi quería replicar con una respuesta ingeniosa ante la deducción de la abogada. Sin embargo, su mente se quedó totalmente en blanco, antes de volver a bajar sobre sus talones. – Ok, supongo que ahí me atrapaste, pero todavía estás en preparatoria, ¿no? ¿No se supone que tienes que ir a la universidad y luego hacer varios años más de estudio antes de convertirte en abogado? – le preguntó.

– Bueno, al menos en mi caso, así fue, pero yo me enfrenté un par de veces contra una fiscal que obtuvo su distintivo a los trece años. – intervino Phoenix.

Hitomi le lanzó una mirada de shock.

– ¡No es posible! ¿Se enfrentó a una chica de trece años en la corte? ¿Y perdió? – exclamó, causando que Phoenix sudara frío ante lo lejos que estuvo de acertar sus deducciones.

– Err, de hecho ya tenía dieciocho cuando me le enfrenté. Y en ambas ocasiones le gané, pero eso no es importante ahora. Sé que ella se ve joven, pero puedo abogar, valga la redundancia, por su habilidad como su jefe. Es una abogada totalmente entrenada y además una psicóloga, así que tu hermano estará en buenas manos con ella defendiéndolo. – le explicó. – A propósito, mi nombre es Phoenix Wright. La chica de allá... – extendió una mano para dirigir la atención de Hitomi hacia la joven maga – ... es mi hija, Trucy.

La aludida sonrió y saludó con la mano Hitomi.

– Phoenix Wright... he escuchado ese nombre antes... ¡espere! ¿Usted no es ese abogado que defendió a una orca en la corte hace algunos meses? – preguntó Hitomi con curiosidad. – ¡Si es así, entonces mi hermano estará en buenas manos, con usted defendiéndolo!

(«Esta niña es la reina de sacar conclusiones apresuradas. Especialmente incorrectas...») Phoenix suspiró internamente. – E-en cualquier caso, hemos venido a compartir nuestros hallazgos con tu hermano, pero ya que está siendo interrogado, supongo que tendremos que volver más tarde.

Hitomi suspiró. Esta no era la respuesta que esperaba oír. Tenía la esperanza de que los abogados pudieran usar sus poderes legales para convencer al oficial de dejarlos entrar, pero ese plan acababa de derrumbarse.

– A todo esto, ¿cuánto tiempo llevan interrogándolo? – preguntó Trucy, y todos volvieron su atención hacia ella. – Cuando Shouko y yo nos fuimos antes del mediodía, se lo llevaron para interrogarlo, pero aquí estamos cinco horas después, y todavía no han terminado.

Los pensamientos de Shouko empezaron a enloquecer, llenándola de ansiedad. Cinco horas era un tiempo muy largo para ser interrogado, y todo lo que podía hacer era imaginarse a Blackquill pasando esas cinco horas amenazando con cortar en pedazos a Hitohito si no hablaba, con Fulbright diciéndole que confesar su culpa era lo justo, en un clásico estilo del policía bueno y el policía malo. Se imaginaba aún más a Hitohito atrapado en el medio, atado a una silla, sentado en silencio y aterrado, y empezó a temblar de miedo también.

– Esperen, ¿no se supone que Blackquill y Fulbright estuvieron en la escena del crimen todo el rato? – señaló Najimi.

Eso era verdad, pensó Shouko. La última vez que vieron a esos dos estaban allí. Y sin duda tendrían que haber regresado no hacía mucho con Nene y Kaede, así que no podían haber estado interrogando a Hitohito todo este tiempo.

(«¿Entonces quién estuvo interrogando a Hitohito todo este tiempo?») se preguntó Shouko. No importaba cuál fuera la respuesta, no podía ser bueno.

[¡Tenemos que ver a Hitohito ahora! ¡Me preocupa que algo malo le haya pasado!] Shouko estaba temblando como una hoja mientras sostenía su libreta.

– Estoy de acuerdo. – replicó Athena. Especialmente le preocupaba el estado mental de Hitohito. Estaba un poco mejor cuando se habían marchado, pero no estaba seguro de qué tan estable podría permanecer mientras tanto, especialmente de cara a un interrogatorio de la policía.

Se acercó a la recepción donde estaba sentado trabajando en su papeleo. Este levantó la mirada notando su presencia, y vio no sólo a Athena, sino a varios otros individuos detrás de ella, incluyendo a Hitomi, y gruñó.

– Si estás aquí para ver al Sr. Tadano, entonces la respuesta es no. Como le dije a la otra niña, ahora mismo está siendo interrogado y no puede recibir visitantes. – les dijo con un tono audiblemente molesto.

– Discúlpeme, oficial... – Athena comenzó a hablar en un tono muy severo. – Soy su abogada, e insisto que se me permita ver a mi cliente para...

– Mira, no me importa si eres el Primer Ministro; ¡tengo órdenes estrictas de no dejar que nadie vea a Tadano hasta que hayan resuelto todo con él! – le interrumpió, causando que las cinco figuras al otro lado del escritorio lo miraran en shock. – ¿Qué? – preguntó defensivamente, sin darse cuenta de por qué lo miraban con amenaza. Le llevó unos segundos darse cuenta que casi se fue de lengua, y su molestia anterior se tornó en preocupación.

– ¿Hasta que hayan resuelto qué cosa con él? – le preguntó Athena muy duramente.

– Err... ¡el interrogatorio! ¡Hasta que hayan resuelto el interrogatorio, no puedes ver a tu cliente! – tartamudeó el oficial.

Athena rápidamente captó el titubeo en su voz, y azotó el escritorio con la palma de su mano. – ¿Hasta que hayan resuelto QUÉ COSA con él? – le repitió, manteniendo la mirada fija en el oficial, cuyos ojos iban de izquierda a derecha frenéticamente.

– C-como dije, aún lo están interrogando, así que hasta que resuelvan eso, es que podrás verlo. No debería tardar demasiado... – dijo el oficial, esforzándose al máximo por evadir el tema y aplacar la ira de Athena.

– Hasta. Que. Resuelvan. Qué. Cosa. Con. ¿Él? – La abogada se le acercó más, enfatizando cada palabra para dejar claro su mensaje. Sabía que le estaba ocultando algo, y lo repetiría tantas veces como fuera necesario hasta averiguar qué era.

– N-no te vas a ir hasta que te deje pasar, ¿verdad? – le preguntó.

– Hasta. Que...

– Está bien, está bien. No conozco todos los detalles. Según el Detective Fulbright, el Fiscal Blackquill dijo que no quería que nadie lo viera hasta después que lo examinara un doctor o algo así. – explicó el oficial.

La mención de un doctor al instante provocó que les saltaran las alarmas de ansiedad a Shouko, Najimi y Hitomi.

– ¿Qué le hicieron a mi hermano? ¡Más le vale que no lo hayan lastimado, o si no...! – gruñó Hitomi, amenazándolo con su puño.

– Qué... ¡No! Nada de eso. No un doctor físico, sino un doctor mental o algo. Miren, sólo soy un vigilante glorificado ahora mismo. Si realmente quieren saber qué le pasa a su querido Sr. Tadano, ¡vayan y discútanlo con Fulbright y Blackquill! – les dijo, y su molestia de antes había vuelto.

– ¿Significa eso que nos dejará pasar? – le preguntó Athena. El oficial hundió la cabeza entre las manos, derrotado por este intercambio.

– Sí, claro, pueden pasar. Pero no me culpen a mí por lo que le pasó; yo sólo soy el mensajero. – les dijo mientras les dejaba pasar.

– ¡Malvado! – Hitomi estaba lista para darle un puñetazo a este apático policía. – ¡¿Es que no le importa que alguien salga lastimado porque es un policía?! Debería...

Phoenix sujetó a Hitomi del puño. – Déjalo, Hitomi. Lo último que necesitamos es que te manden a ti también a juicio por agresión. – le dijo en tono severo.

– Grrr, tiene suerte que el Sr. Wright está aquí... – gruñó Hitomi. El oficial simplemente puso los ojos en blanco como respuesta.

El grupo pasó por el punto de chequeo de seguridad sin más incidentes. Por su parte, el oficial sólo pudo murmurar entre dientes:

– No me pagan suficiente por esta mierda...

27 de septiembre, 5:25 PM

Centro de detención – Celdas de los prisioneros

Athena y el resto del grupo inmediatamente se fueron corriendo directo hacia las celdas. No fue muy difícil localizar la de Hitohito: Fulbright estaba parado afuera de ella, con el teléfono en su oreja y tratando de hacer una llamada desesperadamente. Estaba tan absorto en tratar de contactar a la persona al otro lado de la línea que no se dio cuenta de que el grupo venía en carrera hacia la celda.

– ¡H-Hey! ¡No pueden estar aquí! – les gritó. Sin embargo, sus gritos cayeron en oídos sordos, ya que lo ignoraron y corrieron directo hacia la celda para asomarse adentro.

En la celda se encontraba Hitohito Tadano, sentado en el borde de su cama. Estaba temblando, abrazándose a sí mismo, y mirando hacia el suelo con los ojos casi sin vida. Parecía estar esforzándose por respirar profundamente para calmarse, sin mucho éxito.

– ¡Hermano! – le gritó Hitomi agarrándose de los barrotes. Sin embargo, sus palabras cayeron en oídos sordos, ya que ni siquiera se levantó para responder a la voz de su hermana. – ¡Soy yo, tu hermana Hitomi! – le gritó desesperadamente, esperando tener alguna respuesta.

El resto rápidamente se aglomeró alrededor de la celda junto a ella, viendo el triste estado en que se encontraba Hitohito. La que más se sintió destrozada en el grupo fue Shouko, que no pudo más que agarrar débilmente los barrotes y soltar ligeros gemidos al ver a la persona en quien más dependía para darle fuerza y confianza tan destrozada. Quería llamarle, pensando que tal vez el sonido de su voz captaría su atención, pero sin importar lo mucho que se esforzara, no pudo ni siquiera forzarse a pronunciar una sola sílaba. Se dejó caer de rodillas, con lágrimas en los ojos. Najimi intentó consolarla dándole palmaditas en los hombros, pero ni siquiera eso sirvió, ya que también se soltó a llorar al ver a su amigo de la infancia sufriendo tanto.

Athena miró a su cliente sentado en la cama. No estaba 100% segura de sus verdaderos sentimientos, especialmente ya que al no decir ninguna palabra su oído especial no podría captar ninguna de sus emociones. Sin embargo, sabía por su lenguaje corporal que algo lo había traumatizado. Miró a su hermana y a sus amigos, que lo miraban con tristeza. Todos querían entrar y consolarlo, pero los barrotes se los impedían. Al ver esto, supo lo que tenía que hacer. Giró su atención hacia el Detective Fulbright, que acababa de guardar su teléfono, y se agarraba la cabeza nerviosamente.

– Abra la puerta de la celda, y déjeme ver a mi cliente. Ahora. – le exigió Athena.

– ¡No puedo! ¡Eso es contra el protocolo! Además, ustedes no deberían estar aquí. ¿No vieron la línea blanca allá? ¡Los visitantes no tienen permitido entrar más allá de ese punto! – declaró Fulbright con una expresión muy seria.

– ¡Entonces dígame qué le sucede a Hitohito! ¡¿Qué le pasó, para que fuera necesario que usted y Blackquill tuvieran que llamar a un doctor?! – replicó ella, apuntándole con el dedo al detective.

– ¡Sí, ¿qué le hicieron a mi hermano?! – Hitomi se soltó de los barrotes y se plantó junto a Athena para respaldarla. – ¡Si le hizo algo para lastimarlo, yo... yo le juro que se lo devolveré diez veces más! – le gruñó.

– Por mucho que entienda tu dolor, desearía que dejes de amenazar a los oficiales de policía. Realmente eso no ayudará a nuestro caso. – la regañó Phoenix.

– Está bien, de acuerdo, entonces los voy a demandar. ¡Usted puede ser mi abogado para ayudarme a demandarlos! – replicó Hitomi. Phoenix solo exhaló con exasperación como respuesta.

Fulbright estaba avergonzado, pero se esforzó por mantener un aire de autoridad. – Nos estamos encargando ahora mismo. Ahora, tendré que pedirles a todos que se vayan. Esta es un área restringida y...

– Escúcheme, como su abogada y psicóloga licenciada, tengo el derecho de ver a mi cliente y darle asistencia. Voy a ayudarlo de una manera u otra, así que o me deja verlo, o me consigue a alguien que lo haga. A no ser, por supuesto, que quiera que reporte a sus superiores lo que está sucediendo aquí... – interrumpió Athena, con las manos en la cintura de manera desafiante. No le tenía miedo a las consecuencias de sus acciones. Lo único que le importaba ahora era ayudar a Hitohito.

– ¡Espera! Escúchenme... unos detectives corruptos lo estaban interrogando y... le hicieron algo que lo dejó en ese estado. No sé qué fue, pero Blackquill no estaba nada contento con ello. Ahora mismo les está dando una buena reprimenda; yo sólo estoy aquí para mantener un ojo en su celda y contactar al Dr. Koizumi para que venga a verlo. – les explicó.

Athena levantó sus cejas al oír la mención del Dr. Koizumi.

– Aunque, supongo que ya que estás aquí, no haría ningún daño dejarte examinarlo también. – le dijo mientras abría la puerta de la celda.

En el momento en que se abrió la cerradura, Hitomi corrió hacia su hermano para envolverlo entre sus brazos.

– ¡Hermanito! ¿Te encuentras bien? – exclamó abrazándolo fuerte mientras empezaba a llorar sobre su hombro derecho. Hitohito apenas le respondió, sin siquiera notar el abrazo de su hermana, o las lágrimas que empapaban su chaqueta.

Najimi y Shouko rápidamente la siguieron, con Athena, Trucy y Phoenix quedándose cerca para darles espacio a los dos amigos.

– ¿Hey? ¿Hitomon? ¿Estás ahí? – dijo Najimi arrodillándose frente a él y apretándole la mano derecha. – Soy yo, Najimi. Tu hermana y yo vinimos aquí con Shouko, Trucy, Athena y Nick para verte.

– Sí. Oímos lo que pasó. Ahora estamos aquí contigo. – añadió Trucy.

Shouko se sentó junto a Hitohito en su lado izquierdo. Sin pensarlo, le agarró la mano izquierda y la sostuvo con la suya, entrelazando los dedos de ambos. Con su mano libre, comenzó a frotarle el dorso de la mano suavemente, esperando ofrecerle algo de confort. En cualquier otra circunstancia, ni siquiera soñaría con hacer esto, especialmente en frente de tantas personas. Sin embargo, en este momento, no le importaba. Quería de vuelta a su mejor amigo y hacerlo sentirse mejor. Él merecía mucho más que esto.

– H-h-h-h... – Shouko trató de decir el nombre de su amigo, pero no le salieron las palabras. Al verlo casi sin vida le hizo ahogarse aún más. Mientras sentía que una lágrima se le formaba en el ojo, respiró profundo y volvió a forzarse a hablar. Necesitaba ser fuerte. Apretó la mano de Hitohito y volvió a intentarlo.

– Hitohito... – le susurró al oído, esperando que oír la voz de ella lo sacaría de su estupor.

Hitohito parpadeó. No sabía cuánto tiempo habría pasado, pero aún seguía atrapado en el closet de Yamai, amarrado hasta donde sabía. Sin embargo, la voz de Shouko llamando su nombre hizo que el mundo a su alrededor se transformara. Con cada parpadeo, el closet de Yamai y la silla a la cual estaba amarrado lentamente desaparecieron, dando lugar a su celda en el Centro de Detención y a la gente que lo rodeaba.

Tras parpadear unas cuantas veces más, comenzó a reconocerlos.

– ¡Hey! ¡Creo que ya está volviendo con nosotros! – exclamó Trucy.

– Sí, tienes razón. – Najimi también lo miró. – Hey, Hitomon, ¿estás ahí? ¿Puedes oírme?

Hitohito bajó la mirada, viendo a Najimi de rodillas frente a él. – ¿Najimi? ¿Eres tú? ¿D-dónde estoy? ¿Qué pasó? – les preguntó, confundido.

– Ya estás a salvo. – le dijo Athena con una sonrisa reconfortante en su rostro, haciendo que él levantara la mirada para verla. – Estás con tus amigos y familia.

– S-señorita Cykes... – murmuró Hitohito. Sus palabras provocaron que notase a quienes estaban con él ahora: Shouko estaba sentada a su izquierda, y Najimi estaba frente a él de rodillas y con una mirada de alivio en el rostro. Atrás se encontraban Athena, Trucy y Phoenix, todos con expresiones similares. – Shouko... Najimi... Trucy... y el Sr. Wright.

Fue diciendo lentamente los nombres de todos al irlos reconociendo, y Shouko se sonrojó al oír el suyo, aunque no sabía por qué. Al notar a sus amigos y equipo de representación legal, sintió un par de brazos envolviéndolo.

– ¡Hitomi! ¿Tú también estás aquí? – preguntó incrédulo.

– ¡Por supuesto que lo estoy, grandísimo tonto! – replicó Hitomi abrazando aún más fuerte a su hermano. Él le respondió usando su mano libre para acariciarle detrás de la cabeza a su hermanita mientras ella lo apretaba más. – Mamá y papá han estado muy preocupados por ti, y yo también. ¿Qué pasó? ¿Te hicieron daño? ¡Más les vale que no te hayan hecho daño!

– Honestamente no sé qué pasó, para ser sincero. Aunque, lamento mucho haberte preocupado. – dijo Hitohito con remordimiento. Intentó mover su otro brazo para devolverle el abrazo a Hitomi, pero algo lo sujetaba. Al bajar la mirada, se dio cuenta que su mano izquierda estaba siendo fuertemente sujetada por la de Shouko, y los dedos estaban entrelazados. Él se sonrojó al instante y quitó la mano de la sorpresa. – ¡Ohh, lo siento, Shouko! No fue mi intención agarrarte de esa forma.

Shouko estaba igual de sorprendida, al darse cuenta de que le había estado sujetando la mano durante un largo rato. Ella se sonrojó igual de fuerte y empezó a sacudir la cabeza con vigor mientras Hitohito se disculpaba profusamente, tratando de darle a entender que no le molestó en absoluto que él le sujetara la mano.

– No estaba pensando ni poniendo atención. Debo haberme agarrado a tu mano inconscientemente por seguridad o algo. Espero que no haya sido desagradable, y espero que no te enojes mucho conmigo por hacer eso. – dijo casi tartamudeando.

Shouko negó con la cabeza. Ella misma estaba sorprendida de haber terminado con ambos sujetados de las manos de esa forma.

– Ohh, ya veo. Supongo que también debió ser un shock para ti. Lo entiendo. No quise hacer las cosas incómodas. Gracias por volver, por cierto. – dijo mientras se rascaba suavemente detrás de la cabeza. Shouko asintió, tratando de hacerle ver que también lo entendía. Sin embargo, secretamente ella deseaba haber podido sujetarle de la mano un poco más.

Luego de ese intercambio, los dos se quedaron en silencio, alternando entre mirarse uno a la otra con las mejillas ruborizadas, y desviar la mirada por vergüenza. Ambos querían decir algo, pero eran demasiado tímidos para hacerlo.

(«Aww, esos dos se ven adorables juntos. Si tan solo la situación no fuera tan seria...») pensó Athena, observándolos actuar tímidos entre ellos, lo que hacía dolorosamente aparente que disfrutaban mucho de la compañía del otro, pero no podían expresarlo.

– Y bien, ¿qué te pasó antes que te dejó todo ido como estabas? – preguntó Najimi, rompiendo el silencio incómodo. – Ni siquiera reaccionaste cuando tu hermanita te abrazó.

Hitohito respiró profundamente y suspiró. Por un lado, le alegró que Najimi hubiese intervenido para salvarlo de avergonzarse más. Por el otro, no quería tener que recordar los eventos que lo llevaron aquí. Sin embargo, al ver al resto de sus compañeros, se dio cuenta que todos querían saberlo, y conociendo a algunos de ellos, no lo dejarían en paz hasta que los dijera. Respirando por última vez, comenzó su explicación.

– Honestamente no lo sé. Un minuto estoy en una sala, esposado a la mesa y siendo interrogado por esos dos detectives por lo que parecieron ser horas. Estaban exigiendo saber por qué hice lo que hice. Recuerdo que estuve muy asustado todo el tiempo y no podía responder, lo que sólo hizo que se volvieran aún más impacientes. Dijeron que el padre de Ren estaba furioso conmigo y que demandaría a mi familia al punto que pasarían siglos tratando de pagar la deuda a menos que les escribiera una confesión apropiada.

»Después de ese punto, yo... simplemente me perdí. No recuerdo nada después de eso. Sentí como si estuviera en otro lugar totalmente diferente. No fue hasta que reconocí la voz de Shouko que me di cuenta que me habían traído de vuelta aquí. Lo siento, pero eso es todo lo que recuerdo. – Miró sombríamente hacia el suelo.

– Está bien. – Athena dio un paso al frente para ponerle la mano en el hombro a Hitohito. – Sé que debe haber sido muy doloroso para ti, recordar todo esto, pero gracias por decírmelo. Me voy a asegurar que esos detectives nunca más te vuelvan a poner un dedo encima. – le dijo tratando de animarlo. («Aunque, ese comportamiento durante el interrogatorio... ¿estaría sufriendo disociación por el estrés que le provocó?») se preguntó.

– ¿Qué aspecto tenían? – intervino Hitomi enojada, golpeándose la palma con el puño. Hitohito levantó las manos tratando de detenerla.

– Erm... espero que no planees atacarlos...

– No, sólo quiero hablar con ellos. Tener una charla amigable... – replicó ella. Sin embargo, el hecho de que se estaba frotando el puño dentro de la palma delató sus intenciones.

– Bueno, si esos detectives trabajaban para el Fiscal Patánquill, entonces tiene mucho por qué... – Najimi estuvo a punto de agregar más, con un tono similar de rabia en su voz, antes de que le interrumpiera una voz familiar que provocó que Fulbright se sobresaltara.

– ¡TONTO BRIGHT!

– Y hablando del diablo... – comentó Najimi.

El sonido de cadenas tintineando y botas pisoteando contra el suelo les indicaron a todos que el Fiscal Blackquill se les estaba acercando. – Creí haberte dicho que mantuvieras un ojo sobre el Sr. Tadano. ¿Por qué está abierta la puerta de su celda? – le preguntó muy severamente al nervioso detective.

– Bueno, yo, uhh... — fue lo que Fulbright alcanzó a tartamudear antes que Blackquill llegara frente a él, y se girara para ver dentro de la celda, donde una enorme multitud de gente se encontraba alrededor de Hitohito. Dichas personas voltearon su atención con una reacción mixta de shock de parte de todos, y rabia de algunos de ellos, especialmente Najimi.

– ¿Qué hacen ustedes aquí? – preguntó Blackquill antes de girarse hacia Fulbright. – ¿Y por qué los dejaste entrar? ¿Qué no sabes que para esto está la sala de visitas? Sin mencionar que dejé muy claro que nadie puede visitarlo en este momento.

– ¿Y eso por qué? – Athena se dio la vuelta, pisoteando furiosa mientras caminaba hacia Blackquill. – ¿Para que pudiera encubrir el hecho de que sus detectives esencialmente torturaron a Hitohito? Sé que usted se ha vuelto mucho más despiadado desde su encarcelamiento, ¡pero esto es muy bajo, hasta para usted! ¡¿Qué esperaba, arrancarle una confesión a la fuerza?! – le gritó mientras le apuntaba con el dedo.

Blackquill negó con su cabeza y cruzó los brazos. – Sacando conclusiones apresuradas de nuevo, ¿no es así, Cykes-dono? Debo decir que esto no me sorprende en absoluto. Primero que nada, no necesito arrancarle ninguna confesión a la fuerza; ya recibí una ayer, y fue voluntaria de su parte, para que sepas.

Esta noticia dejó en shock a Athena. Ella no sabía que Hitohito había confesado, ya que Phoenix y Najimi no tuvieron la oportunidad de informárselo. Sin embargo, su mirada de shock no pudo compararse con lo devastadas que quedaron Shouko y Hitomi por las noticias. Ambas miraron a Hitohito, con sus ojos suplicándole que les dijera que el fiscal estaba mintiendo sobre eso. Él no les dijo nada, sólo desvió la mirada.

El fiscal miró las reacciones de Athena y sus acompañantes, algo sorprendido y divertido. Confiaba en que al menos ella debería saber esta información, considerando que era su abogada. Sin embargo, entre los del grupo, sólo Phoenix, Najimi y Trucy no parecían sorprendidos por la revelación. De cualquier manera, supuso que simplemente habrían averiguado la verdad de la manera difícil.

– ¿No estabas al tanto de esto? Y yo aquí creyendo que tu agencia legal se enorgullecía de la confianza entre el cliente y el abogado. Es bueno ver que ambos lados están siendo tan transparentes entre sí. – dijo sarcásticamente, provocando que Athena gruñera, al no tener una respuesta con la cual replicarle apropiadamente.

– ¡Sí, claro, Patánquill! – le espetó Najimi, causando que Blackquill rodara los ojos por el insulto. – ¡Apuesto a que utilizó algún método de tortura para hacer que Hitomon confesara!

– Métete un calcetín en la boca. No tengo por qué recurrir a métodos tan patéticos para conseguir el resultado que deseo. – dijo Blackquill, haciendo un gesto de desprecio con la mano hacia Najimi, antes de volver su atención hacia Athena. – Pero volvamos al tema que estábamos hablando. Eso detectives de los que escuchaste no son parte de mi equipo de investigación. Dijeron que el jefe de detectives los envió para asistirme, pero yo no me creo su historia ni por un segundo. Esos dos tienen un largo historial de aceptar sobornos de quienquiera que esté dispuesto a dejarles actuar como quieran, y tengo razones para creer que alguien les pagó para que se involucren en este caso.

– Hitohito dijo que estaban tratando de forzarle a dar una confesión. Pero usted dice que ya tiene una, así que ¿por qué molestarse en sacarle otra? ¡Eso no tiene ningún sentido! – inquirió Athena.

– ¿Quién sabe? – replicó Blackquill desviando la mirada. – Se han mantenido con los labios muy apretados en lo que concierne a sus motivos. Mi teoría más probable es que Yamai Holdings les está pagando. Para qué, no puedo estar seguro, pero considerando quién es la víctima en este caso, es más que probable que ellos sean los benefactores de nuestros detectives renegados. Como sea, no voy a tolerar la intrusión de estos dos malhechores y me aseguraré que sean castigados por sus acciones. Si tienen suerte, lo único que les voy a recortar serán sus salarios... – dijo con una voz baja y amenazadora.

– De acuerdo, está bien entonces, pero incluso si esos dos no estaban trabajando para usted, ¿por qué trató de ocultar el hecho de que sus acciones le provocaron que sufriera un ataque de pánico que lo dejó catatónico? – preguntó Athena con indignación. – ¿Por qué no se molestó en contactarme? ¿No sabe que también soy una psicóloga especializada? ¡Podría haberlo ayudado!

– Porque quería dejárselo a un profesional, no a una amateur que acaba de concluir sus estudios. – replicó Blackquill, causando que Athena se tensara y le lanzara una mirada amenazante. – No me mires así; ambos sabemos que te falta experiencia. ¿Acaso sabías que su ataque de pánico fue resultado de un flashback inducido por estrés postraumático? – agregó mientras entrecerraba sus ojos al ver a la joven abogada.

Sus ojos se ensancharon. No se le había ocurrido que un trastorno de estrés postraumático podría ser la razón del comportamiento de su cliente. Ella entendía de lo que estaba hablado el fiscal, y sabía que algo significativo le estaba afectando al punto que intentó hacer que su mejor amiga saliera de su vida, pese al dolor que le causaba. Pero por alguna razón, jamás conectó los puntos debido a estar enfocada en limpiar su nombre luego de asumir su caso.

El fiscal sacudió su cabeza. – El hecho de que yo pude descubrir eso, y tú no, demuestra que aún estás muy verde, tanto en psicología como en estudios legales. – le dijo. Athena quiso responderle algo, pero se quedó sin palabras. – Admito que no conozco la causa de su TEPT, pero por eso mismo le pedí a Tonto Bright que llamara a un profesional. Recuerdas al Dr. Koizumi, ¿verdad? – le preguntó, a lo que ella asintió reacia. – Es un especialista en asuntos tanto físicos como mentales. Efectivamente, el TEPT no es algo que se pueda resolver en un solo día, pero sin duda él podrá poner al Sr. Tadano en un mejor estado mental.

– Umm, ¿quién es el Dr. Koizumi? – preguntó Phoenix.

– Fue mi médico principal mientras crecía, a cargo de mi salud física. – replicó Athena con tristeza. – También tiene un trasfondo de psicología, lo cual me ayudó mucho cuando tuve... problemas en casa.

[Kometani: Athena quiere evitar hablar sobre su madre quien, a pesar de tener un trasfondo similar como psicóloga, era muy distante y tenía problemas para comunicarse con su hija. ]

– Ahh, ya veo. – Phoenix asintió afirmativamente. («Aunque eso no explica por qué Blackquill lo conoce, o por qué se le ocurrió llamarlo...»)

– ¿Y por qué le importa eso? Usted está intentando enviarlo a la cárcel; ¿por qué iba a preocuparle su salud mental? – le espetó Najimi al fiscal. Athena pensó que tenía razón: ¿por qué se salía de su camino para hacer esto?

– Porque aún tiene información que necesito sacarle, y si sigue sufriendo de esos flashbacks, no podré obtener esa información. Además, ¿por qué te importa tanto de dónde recibe su ayuda? – replicó.

– Umm... sobre el Dr. Koizumi... – Fulbright habló tímidamente. Blackquill le lanzó al detective una mirada de disgusto, anticipándose a que no le iba a gustar lo que estaba por escuchar.

– ¿Qué pasa... Tonto Bright?

– Yo... acabo de contactar a su oficina... y se encuentra de vacaciones... en Venecia.

– Ohh, por el amor de... ¡DE TODAS LAS VECES QUE ESE HOMBRE ELIGE PARA TOMAR VACACIONES, ¿POR QUÉ SE LE OCURRE HACERLO AHORA JUSTO HACIA EL FINAL DE SEPTIEMBRE, CON MIL DEMONIOS?! – Estampó su puño en los barrotes de la celda de Hitohito con furia. Fulbright no pudo más que ponerse a juguetear con sus dedos tímidamente. – ¡¿Y POR QUÉ ESPERASTE HASTA AHORA PARA INFORMARME DE ESTE HECHO?!

– Uhh, bueno... es que me acabo de enterar... mientras Athena y el resto de ellos estaban aquí con el Sr. Tadano.... – replicó nerviosamente Fulbright a un muy enfurecido Blackquill, que estaba apretando los dientes y respirando a través de ellos.

Athena le lanzó una mirada de rabia al fiscal. – Entonces ¿cuál era su plan de respaldo? ¿Me iba a informar sobre el TEPT de Hitohito? ¿O planeaba dejarlo allí sentado esperando que el problema se resolviera solo? – Le apuntó con un dedo acusador. El fiscal le devolvió la mirada, pero no pudo más que apretar los dientes. Por una vez, no tenía respuesta. – Puede que yo no sea tan experimentada como el Dr. Koizumi o incluso usted, pero eso no le da el derecho de impedirme ayudar a mi cliente. Debió habérmelo informado desde el principio, y creo que la única razón por la que no lo hizo ¡fue porque su estúpido orgullo y terquedad le impidieron aceptar la ayuda de un abogado defensor!

Blackquill le dio la espalda al grupo. – No trates de psicoanalizarme, Cykes-dono. Sólo quedarás como una tonta en el proceso. – dijo con indiferencia, tratando de no darle importancia. Sin embargo, Athena pudo darse cuenta por la voz en su corazón, que sus palabras le habían herido en el ego. – No tengo tiempo para debatir esto contigo. Aún tengo dos testigos más que no he entrevistado, y debo encargarme de ese par de payasos que son la razón por la cual no he comenzado a interrogarlas.

(«Pobres de Nene y Kaede, atrapadas en una sala de interrogatorios durante una hora sin que se les pregunte nada...») pensó Phoenix para sí mismo.

– Uhh... ¿qué necesita que haga, señor? ¿Y sobre ellos? – Fulbright señaló al grupo en la celda con Hitohito.

– Hmph, déjales hacer lo que les dé la gana, Tonto Bright. Aún con este retraso, confío en mi victoria en la corte mañana. – replicó sardónicamente Blackquill. – Sólo mantén un ojo sobre ellos, ¿quieres? – le indicó. Antes de desaparecer tras la esquina, se giró una última vez para dirigirse a Athena. – Resolveremos esto mañana en la corte, Cykes-dono. Con suerte, vendrás preparada, por tu propio bien... y el del Sr. Tadano... – le dijo antes de marcharse para continuar su investigación.

(«¿Le habría hecho daño a Blackquill admitir que también estaba preocupado por Hitohito?») pensó Athena para sí misma, notando el tono en la voz del fiscal antes que tomaran caminos separados.

– Grr... ¡en serio quiero golpear a ese tipo tan arrogante! – gruñó Hitomi una vez que Blackquill salió del radio de escucha, apretando sus puños.

– Probablemente no deberías decir eso donde un oficial de policía te pueda escuchar, Hitomi. – señaló Phoenix, causando que Hitomi se desinflara.

– Personalmente, yo estaría más preocupado por ti, señorita, de lo que estaría por el Fiscal Blackquill si hicieras eso. – añadió Fulbright.

(«Claramente, usted no sabe de lo que es capaz mi hermanita, detective...») pensó Hitohito para sí mismo.

Luego de aquel intercambio, todos volvieron su atención a Hitohito, que miró hacia arriba con miedo. Sabía que lo iban a confrontar sobre confesar el crimen, y ciertamente no veía la hora de tener que explicarse.

– Entonces, sobre esta confesión... – Hitomi habló en un tono muy serio, mirando directamente a su hermano.

– Uhhh, honestamente, esperaba que ustedes se olvidaran de eso... – Hitohito se rascó nerviosamente detrás de la cabeza. Claramente, ese no fue el caso ya que Shouko había previamente escrito algo para preguntárselo.

[Cuando Blackquill dijo que le diste una confesión voluntaria de la agresión, ¿estaba mintiendo? Por favor, dime que estaba mintiendo...] Sostuvo el mensaje con lágrimas en los ojos.

Se notaba que estaba al borde de llorar por las implicaciones de lo que la confesión de Hitohito querría decir: que su culpa era una conclusión inevitable, y que lo mandarían a prisión por un largo tiempo, quizás hasta para siempre. Como fuera, ella nunca más lo volvería a ver, y nada le aterraba y la entristecía más que ese prospecto.

– Bueno, yo, uhh... – Hitohito quería decir que Blackquill estaba mintiendo, pero no fue capaz de forzarse a decirles semejante falsedad. Aunque le mintiera, ella lo averiguaría mañana cuando el fiscal presentara la confesión en la corte, y lo enviarían a prisión. En vez de eso, desvió la mirada con vergüenza, admitiendo implícitamente que sí confesó de haber agredido a Yamai.

Shouko se cubrió la cara con la libreta y empezó a llorar. Su peor temor acababa de confirmarse. Un río de emociones se apoderó de ella, mientras se paraba de la cama y salía corriendo fuera de la celda, hacia el corredor mientras sollozaba.

– ¡Hey, espera! – le gritó Trucy corriendo detrás de ella. Hitohito sólo pudo levantar débilmente la mano en protesta, al ver a su mejor amiga salir corriendo antes que volviera a dejarla caer de nuevo.

(«Grandioso... ahora acabas de hacer que te odie. Eres de lo peor, Hitohito. Apuesto a que si todos en la clase te vieran ahora, estarían clamando para que recibas la pena capital...») pensó deprimido, cubriéndose el rostro con las manos y bajando la cabeza avergonzado. En ese momento, sentía que sólo quería morirse.

– Hermano... ¿cómo pudiste...? ¿Por qué hiciste esto...? ¡NO PUEDO CREERLO! – Hitomi empezó a gruñir entre sollozos de rabia contra su hermano, que sólo se mantuvo cabizbajo y derrotado. Ella apretó los puños y empezó a golpearlo repetidamente, sin que él opusiera más que una mínima resistencia. – ¡Te odio! ¡Te odio! ¡Te odio! – gritó repetidamente entre lágrimas.

– ¡Hey, Hitomi, cálmate! – Athena trató de intervenir para detener a la chica menor, pero fue inútil. Estaba determinada a soltar toda su rabia por la situación contra el individuo a quien consideraba responsable. Athena se giró hacia su jefe con una mirada que claramente decía "Por favor, ayúdeme aquí, ¡estoy totalmente perdida!"

Sorprendentemente, y dada la situación a su alrededor, Phoenix parecía relativamente calmado, y Athena se preguntó si acaso sabía algo que ella no.

– Hay algo que creo que deberías saber, Hitomi. Así que, si puedes dejar de usar a tu hermano como saco de golpear por unos minutos, tengo información que podría ayudarnos a demostrar su inocencia. – declaró Phoenix.

Esto captó la atención de Hitomi, que dejó de golpear a su hermano y se giró hacia el abogado. Hitohito se tomó este tiempo para frotarse los moratones por el asalto de su hermanita.

– Bien. Ahora que ya tengo tu atención, quisiera decirte que sólo porque Hitohito haya confesado, no significa que su condena ya esté predeterminada. Admito que eso dificultará más nuestro trabajo, pero no quiere decir que todo esté perdido. Después de todo, hay muchas razones por las cuales una persona inocente confesaría un crimen que no ha cometido. – explicó Phoenix, llevándose una mano al mentón.

– ¿Cómo cuáles...? – preguntó Hitomi, aferrándose a la esperanza de que, lo que fuera que iba a decirle, ayudara a probar que su hermano era inocente.

– Hace diez años, trabajé en un caso donde mi cliente confesó ser culpable de un asesinato. Incluso intencionalmente se incriminó a sí misma para parecer culpable. A pesar de eso, la defendí en la corte y creí en su inocencia hasta el final. Para cuando concluyó el caso, descubrí que había hecho estas cosas porque el verdadero culpable, el jefe de la policía de ese entonces, la estaba chantajeando con amenazas de hacer que arrestaran a la hermana menor de mi cliente bajo falsos cargos, si no obedecía sus órdenes. Si le hubiese tomado la palabra con su confesión, sin duda ahora estaría en prisión, y ese hombre seguiría siendo el jefe de la policía. – explicó Phoenix.

Hitomi parpadeó. Ahora todo cobraba sentido para ella. – Espere, entonces está diciendo que...

– Pero nadie me está chantajeando... – la interrumpió Hitohito. En su mayor parte era verdad, aunque Yamai todavía lo estaba amenazando para que se alejara de Shouko.

– Bueno, dudo mucho que la situación sea la misma que en este caso. – declaró Phoenix. – Pero el punto al que quiero llegar no era que el incidente de entonces y el de ahora sean iguales, sino que una confesión no necesariamente sea toda la verdad, y que hay la posibilidad de que tu hermano sea inocente.

– Ya veo... – dijo Hitomi antes de limpiarse algunas de las lágrimas furiosas que derramó antes. Parecía haber recuperado algo de la esperanza. – Entonces ¿usted sabe por qué mi hermano dio una confesión falsa?

– Admito que no tengo suficiente información ahora para determinar eso. – replicó Phoenix, para decepción de Hitomi. – Pero durante nuestra investigación, encontramos algunas pistas que señalan a otros posibles sospechosos... – Miró hacia Athena, dándole una señal no verbal para que ella continuara desde ese punto.

– Eso es cierto. – dijo Athena, levantando un dedo para explicar. – Hay dos personas de interés hoy que creo que podrían ser los verdaderos culpables. Una de ellas es Omoharu Nakanaka...

– ¿Mi compañera de clases? ¿Crees que ella lo hizo? – preguntó Hitohito.

– Apuesto a que fue ella quien lo hizo. Todos en la escuela saben muy bien que ella y Ren no se soportan entre sí. ¡Apuesto a que Omoharu le pegó en la cabeza e incriminó a Hitomon para desviar la culpa de sí misma! – declaró Najimi alzando los puños.

– ... En realidad, iba a decir que ella declaró haber visto a Hitohito cometer el crimen. Ya que estamos trabajando con el conocimiento de que Hitohito es inocente, es claro que Nakanaka está mintiendo. – respondió Athena, señalando con el dedo. – No puedo decir cómo o por qué está mintiendo, pero sí hay una posibilidad de que sea la culpable.

– Entiendo lo que estás diciendo... – Hitohito bajó la mirada, deprimido. – Pero yo no la vi en ningún momento mientras estaba allá abajo, o después de que salí corriendo de la escena del crimen.

– Bueno, había muchos lugares donde esconderse, así que podría haber estado oculta mientras estabas allí. Pero ella no es la única posible sospechosa. ¿Sabías que tú no fuiste el único que accedió a la computadora que está allá abajo el día del crimen? – le preguntó Athena.

– Honestamente, no lo sé. No recuerdo mucho; mi memoria todavía está borrosa. Sin embargo, sí sé que no vi a nadie más allá abajo. – replicó Hitohito, rascándose detrás de la cabeza, confundido y mirando alrededor. – Lamento mucho no poder serles más de ayuda...

– Está bien. – le dijo Athena, dándole una palmadita en el hombro y tratando de consolarlo. – Cualquier cosa que recuerdes será de ayuda. En cualquier caso, ya revisamos el historial de inicio de sesión, y descubrimos que un hombre llamado Itsuki Honshoku accedió a ella a las 9:15 AM el día del crimen.

– ¿El Sr. Honshoku? ¿El especialista de informática? – Los ojos de Tadano se abrieron de golpe al reconocerlo.

– Sí, ¿lo conoces? – inquirió Athena.

– No personalmente. Sólo lo he visto un par de veces, pero mi papá ocasionalmente le ayuda en el trabajo. Vive en el mismo complejo de apartamentos que yo. – declaró Hitohito. Athena lo miró con los ojos en shock.

– ¿De verdad? ¿Sabes cuál es su número de apartamento? – le preguntó esperanzada.

– Yo...no, no lo sé. – replicó Hitohito con tristeza. De nuevo se sintió inútil.

– Pero apuesto a que sabrías cuál es su apartamento si lo vieras, ¿verdad? – sugirió Athena.

– Pues... supongo que sí, pero... hay un problema... – suspiró Hitohito. – Todavía estoy encarcelado, así que no puedo ir a ninguna parte con ustedes.

– No hay problema, seguro que te dejarán salir por un rato para ayudar por la investigación. – replicó Athena, alzando sus puños con determinación. Luego volteó a ver a Fulbright. – ¿No es así?

– Lo siento, me gustaría ayudarles, pero después de esto, tengo que ir a supervisar una visita en el hospital para la Srta. Yamai. Además del Sr. Asano, yo soy el único que tiene permitido hacer eso. – replicó Fulbright.

El detective pudo ver cómo una mirada de decepción y rabia se apoderaba del rostro de Athena.

– Pero... – dijo mientras cogía su teléfono – ... puedo contactar a alguien que les podría ayudar con eso. – Empezó a teclear en la pantalla de su teléfono inteligente, y sonrió con orgullo. – ¡Seguro que estará aquí en breve!

– Wow. ¡Muchas gracias, Detective Fulbright! – Athena sonrió radiantemente mientras juntaba las manos.

– No hay problema. Honestamente, me siento algo culpable por haber permitido que mis colegas tratasen así a su cliente. Soy partidario de aplicarles mano dura a los criminales, pero no que hicieron no fue justicia, así que estoy dispuesto a ayudarles como pueda, mientras no entre en conflicto con mis obligaciones con el Fiscal Blackquill. – declaró Fulbright con orgullo mientras presentaba su placa.

Athena se giró hacia Hitohito con una sonrisa radiante en el rostro. – ¡Ya lo verás, pronto podremos probar tu inocencia!

– ¿En serio crees... que soy inocente? – preguntó Hitohito, con una mezcla de confusión y esperanza en el rostro. Athena miró directo a los ojos de su cliente con determinación.

– Hitohito... creo en tu inocencia desde el momento en que acepté tomar tu caso. Sé que tal vez tú no piensas lo mismo que yo, o que incluso tal vez creas que estarías mejor en prisión, pero muchas personas estarían muy tristes si te fueras, especialmente bajo cargos falsos. Hitomi te extrañaría, tus padres te extrañarían, Shouko te extrañaría, Najimi te extralañaría, Trucy te extrañaría, e incluso el Sr. Wright y yo te extrañaríamos. Sé que aún no te conozco muy bien, pero me gustaría hacerlo. Así que, incluso si tú no crees en ti mismo... – le ofreció una mano – ... al menos, déjame creer en ti, ¿de acuerdo?

Hitohito miró la mano que Athena le estaba ofreciendo. Lentamente, extendió la suya para tomarla. Escuchar de su abogada cuánta genta lo extrañaría le hizo creer que ella decía la verdad, aunque fuera sólo por un momento. Si no había más nada, supuso que al menos podría compensar por haber hecho llorar antes a Shouko dejando que Athena lo ayudara. Cuando finalmente le agarró la mano, dejó que ella le diera un tirón para que se levantara. Una vez que se puso de pie, sujetó la mano de ella con firmeza y sonrió con confianza antes de asentir, reafirmando el deseo de ella de ayudarlo.

– De acuerdo. Confiaré en ti. Y... si encuentras pruebas convincentes de que alguien más pudo haberlo hecho... ¡yo me retractaré de mi confesión! ¿Trato hecho? – replicó Hitohito finalmente.

– ¡Trato hecho! – asintió Athena. Un suspiro colectivo de alivio se escuchó entre el resto del grupo.

– ¡Finalmente! – dijo Hitomi antes de abrazar a su hermano. – Me alegra que estés dispuesto a hacer eso. ¡Lo último que quiero es perderte, especialmente por algo que no hiciste!

– Bueno, míralo de esta forma. – le sonrió Hitohito a su hermana. – ¡Al menos así podrás tener la habitación toda para ti sola!

- ¡Idiota! – Hitomi rompió el abrazo y le pegó en el hombro. – Ni se te ocurra bromear sobre eso.

– Perdón... – Hitohito bajó la mirada. – No quise molestarte.

– Bueno, sólo prométeme que volverás pronto a casa, ¿de acuerdo? – suplicó Hitomi, a lo que Hitohito asintió.

– En cualquier caso, ya creo que tenemos nuestra siguiente pista. – declaró Phoenix, tratando de hacer avanzar la conversación. («Probablemente debería hacerle saber a Apollo que ya averiguamos dónde vive el Sr. Honshoku.»)

– Hay otra cosa más. – intervino Fulbright. – Acerca de lo que les dije antes, cuando contacté al Sr. Asano para permitirles que visiten a la Srta. Yamai. Les alegrará saber que tuve éxito, y que sus compañeros entre ustedes tendrán permitido verla. También, sé que estaba muy empeñado en decir que ningún abogado debe verla, pero sé cómo suele operar su agencia hasta cierto punto, y mientras ninguno de ustedes lleve el distintivo a la vista, yo guardaré silencio al respecto. – explicó mientras se ajustaba las gafas.

– Eso... es de gran ayuda, Detective Fulbright. – lo halagó Phoenix. («Supongo que la culpa de lo que sucedió realmente lo estaba carcomiendo, para que nos ayude de esta forma. Deberíamos tomar ventaja de ello mientras dure.») pensó para sí mismo. – En ese caso, le informaré a Shouko. Sin duda las buenas noticias la animarán. –

Phoenix dejó al grupo y se dispuso a salir de la celda. En cuanto puso un pie afuera, se encontró cara a cara con una figura muy familiar, que llevaba una gabardina de color verde oliva.

– Es... ¡es usted!

– ¡Hey, amigo! Cuánto tiempo sin vernos...

Esta historia continuará...

Acta del Juicio (Athena)

Perfiles:

Apollo Justice (Edad: 23): Un abogado que ha estado en la agencia desde antes que yo me uniera. Tiene una habilidad increíble para detectar mentiras a través del lenguaje corporal de la gente.

Trucy Wright (Edad: 16): La querida hija del Sr. Wright. Una aspirante a maga profesional que también es estudiante en la preparatoria Itan.

Hitohito Tadano (Edad: 15): Mi cliente. Un estudiante de primer año en la Preparatoria Itan. Es un joven amable que me ayudó a encontrar mi distintivo de abogada luego de que lo perdí.

Phoenix Wright (Edad: 34): Abogado propietario de la agencia. Le debo mucho por darme la oportunidad de convertirme en una abogada consumada.

Shouko Komi: (Edad: 15): Amiga cercana de Hitohito y su compañera de clase. Es una chica hermosa que tiene problemas para comunicarse.

Najimi Osana (Edad: 15): Estudiante de Itan que siempre tiene mucha energía, y aparentemente tanto Hitohito como Trucy son sus amigos de la infancia. Su verdadero género es un misterio.

Ren Yamai (Edad: 15): La víctima de este incidente. La hija de un hombre de negocios muy adinerado, y una persona muy desagradable en general.

Nene Onemine (Edad: 16): Una estudiante que se preocupa por los demás como una hermana mayor. Es muy amable y protectora especialmente con su compañera Kaede Otori.

Kaede Otori (Edad: 16): Una estudiante que parece siempre ser muy lenta y distraída. Le devolvió a Hitohito su teléfono perdido el día del incidente.

Bobby Fulbright (Edad: 33): El enérgico detective a cargo de este caso. A veces me hace preguntarme qué significa realmente la justicia.

Sakura Gorimi (Edad: 17): Una estudiante de segundo año, y la bibliotecaria principal. Aún puedo sentir el golpe que me dio en la cabeza con su abanico mortal.

Omoharu Nakanaka (Edad: 15): Una estudiante con síndrome de adolescencia que se hace llamar la Archimaga "Mei Karuma Van Zieks". Supuestamente vio todo el incidente.

Simon Blackquill (Edad: 28): Un fiscal y prisionero condenado a muerte. Acorde con Fulbright, tiene asuntos pendientes en la Preparatoria Itan.

Kozue Taida (Edad: 49): Profesora de la clase de Hitohito y Shouko. Es muy holgazana y le encanta aprovecharse de Hitohito para que él haga su trabajo en su lugar.

Itsuki Honshoku (Edad: 33): El experto en informática residente en Itan. Accedió a los archivos de la biblioteca el día del incidente.

Masatomo Yamai (Edad: 61): El padre de Ren Yamai (en teoría) y presidente de Yamai Holdings. Un hombre de negocios muy exitoso, pero también un fracaso como padre.

Junichi Asano (Edad: 25): La mano derecha de Masatomo Yamai. Se encarga de las tareas del día a día con las que el Sr. Yamai no puede o no quiere tomarse la molestia, como criar a su hija.

Hitomi Tadano (Edad: 14): Hermana menor de Hitohito, y totalmente opuesta a él en personalidad. Puede ser un poco impulsiva, pero quiere mucho a su hermano y se preocupa por él.

Evidencia:

Distintivo de abogada: Mi nuevo y brillante distintivo. Lo perdí brevemente, pero Hitohito me ayudó a encontrarlo.

Puertas hacia los Archivos de la Biblioteca: La entrada a los Archivos de la Biblioteca. Se requiere una identificación del personal para poder entrar.

Diagrama del sótano: Un diagrama del sótano, que muestra los archivos de la biblioteca y la sala de servidores. El pasillo del sótano y la sala de servidores estaban cerrados durante el crimen.

Reporte médico de Yamai: Un reporte médico de la Clínica Hickfield para Ren Yamai. Según el reporte, fue golpeada dos veces con un objeto contundente.

Reloj antiguo: Un reloj antiguo operado con baterías usado en la agresión, cubierto con la sangre de Yamai y las huellas digitales de Hitohito. Actualmente no tiene baterías en su interior.

Escritura en sangre: Un mensaje garabateado con sangre que va hacia la mano derecha de Yamai que lee "Tadano". La huella digital de Yamai está en el mensaje.

Llave de la Sala de Servidores: La llave que abre las puertas de la sala de servidores desde los archivos de la biblioteca. Lleva una semana desaparecida.

Termostato: El dispositivo que regula la temperatura entre los archivos de la biblioteca y la sala de servidores. Fue ajustado durante la hora del crimen, pero no se encontraron huellas digitales en él.

Computadora de los Archivos de la Biblioteca: Una computadora en los archivos de la biblioteca a la que Hitohito accedió por razones desconocidas. Se encontraron huellas digitales de Hitohito, Yamai, y un individuo desconocido en el teclado y el ratón.

Historial de inicio de sesión: Un registro de quién inició sesión en la computadora de los archivos de la biblioteca. El día del crimen, Itsuki Honshoku accedió a la computadora a las 9:15 AM y Hitohito Tadano a las 1:15 PM.

Huellas en el escritorio: Huellas de manos encontradas en el escritorio de la computadora. Análisis indica que pertenecen a Ren Yamai.

Abanico de papel: Un abanico de papel roto que se encontró en una papelera, afuera de un aula del segundo piso. Parece tener algunos cabellos color lavanda enredados.

Mancha de sangre borrada: Una mancha de sangre revelada con prueba de luminol en el piso junto al escritorio de la computadora. Parece que fue borrada muy deprisa.

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