Capítulo 25: La calma antes de la tormenta, Parte 2
28 de septiembre, 1:00 PM
Corte del Distrito – Lobby para acusados No. 3
La mente de Athena corría a mil por hora mientras el alguacil Hosonaga la escoltaba al lobby para acusados junto con Hitohito, Hitomi y Phoenix. Estaba intentando teorizar quiénes serían los testigos especiales que la Jueza Gavèlle había mencionado anteriormente, pero su mente estaba totalmente en blanco. No tenía idea de quiénes eran o sobre qué testificarían, así que no tenía forma alguna de saber cómo prepararse.
Mientras pensaba en ello, miró a Hitohito y vio que seguía igual de nervioso que ella en relación a lo que podría venir para él. Su expresión preocupada le recordó que ella misma debía mantener la calma, e intentó forzar una expresión de absoluta decisión en su rostro. Sin embargo, el rostro de Widget delataba sus verdaderas emociones, lo cual no se le escapó a Hitohito en absoluto.
El grupo no tardó mucho en llegar al lobby para acusados, donde Hosonaga les abrió la puerta al resto. Hitohito se sentó en el sofá al otro lado del cuarto, mientras sostenía el peluche de gato que Shouko le dio en sus brazos y le acariciaba el pelaje en busca de confort. Athena y Hitomi se sentaron al otro lado de él, mientras Hitomi le frotaba la espalda suavemente. Phoenix optó por quedarse de pie frente a ellos, mientras Hosonaga se quedaba en la entrada vigilando la habitación, donde se le unió un alguacil de aspecto más joven y con gafas.
La sala se quedó totalmente en silencio por varios minutos. Sorprendentemente, fue Hitohito el que habló primero.
– ¿Estás bien, Srta. Cykes? Te ves nerviosa... – inquirió Hitohito.
– ¿De verdad? Uh... estoy bien. Es sólo que pensaba en cómo vamos a lidiar con los testigos sorpresa de los que hablaba la Jueza Gavèlle. – replicó Athena, tratando de aliviar las preocupaciones de su cliente.
Hitohito no se lo tragó. Aunque sabía que lo que Athena dijo era parcialmente cierto, también podía notar por su sentido agudo de la observación que la ansiedad de ella comenzaba a igualar la suya propia. Recordó su conversación con el Alguacil Hosonaga sobre el miedo de Athena a las cortes, y se preguntó si el juicio ya estaba empezando a pasarle factura. Él sabía que Phoenix estaba allí para apoyarla, pero no quería que su abogada sufriera por su culpa.
Hitomi, por otro lado, fue capaz de deducir también el estado emocional de Athena, pero por un método mucho más directo.
– Bueno, tu pequeño collar ha estado brillando en azul oscuro y mostrando una cara de ansiedad desde que la jueza recibió esa extraña nota. – señaló Hitomi, mientras apuntaba con el dedo a Widget brillando de azul oscuro alrededor de su cuello.
– ¿D-de verdad? – exclamó Athena intentando esconder el dispositivo. – Uhh... b-bueno, ¡no tienes que preocuparte por eso! Como diría mi colega, ¡estoy bien! ¡Jejeje!
– A mí no me parece que estés muy bien... – replicó Hitomi.
[Kometani: Athena Cykes estaba cualquier cosa menos bien en ese momento...]
Hitohito se preguntaba cómo debía proceder. Quería ayudar a Athena con sus miedos, especialmente luego de que lo defendió a pesar de su actitud poco cooperativa anteriormente. Sin embargo, no sabía por dónde comenzar. Mientras la escuchaba, pudo darse cuenta que intentaba poner un rostro valiente por el bien de él, pero él sabía que se iba a derrumbar tarde o temprano por la ansiedad.
Afortunadamente para ellos, las puertas del lobby para acusados volvieron a abrirse, captando la atención de todos antes de que tuviera que decir algo.
Jeanne había regresado con una expresión sombría, luego de haber encontrado muy poco en la escuela. Sin embargo, al ver a sus hijos, su rostro se iluminó mientras corría a abrazarlos.
– ¡Hitohito! ¡Hitomi! – exclamó Jeanne arrodillándose junto a sus hijos y atrapándolos en un fuerte abrazo.
– ¡Mamá! – gritaron sus hijos, felices de devolverle el abrazo. Mientras lo hacían, Hitohito levantó la mirada y notó que su papá también estaba con ella.
– ¡Papá! ¿Qué te trae por aquí? – preguntó Hitohito.
– ¡Vine a ver a mi hijo, por supuesto! He estado escuchando de todo lo que te ha pasado, y si hubiera sabido que las cosas estaban tan mal, me habría quedado con ustedes en vez de ir a ayudar a la policía... – replicó Hitoshi mientras caminaba hacia su familia y le desordenaba el pelo a su hijo cariñosamente.
– ¿Qué pasó con la policía? ¿Encontraron algo sobre el Sr. Honshoku? – se preguntó Athena.
Hitoshi negó con la cabeza. – Me temo que fue un callejón sin salida. No hay señales de él en su lugar de trabajo, tampoco en su casa, nada. Nadie lo ha visto o escuchado de él, ni saben si se fue de la ciudad. Incluso volví a llamar a su teléfono más temprano hoy, y recibí el mismo mensaje de "el número que usted marcó ya no se encuentra en servicio". En lo que a la policía concierne, es un fantasma...
(«Entre más avanza este juicio, más empiezo a creer que Hitoshi está diciendo eso literalmente...») pensó Phoenix, cruzando los brazos.
– Ya veo. ¿Qué hay de usted, Sra. Tadano? ¿Encontró algo? – Athena se volvió hacia Jeanne.
– Sí, lo hice... estaba esa nota de esa chica en el casillero... – respondió Jeanne.
Hitohito levantó la mirada sorprendida. – ¡Mamá! P-puedo explicarlo...
– Está bien, Hito-chan... – Jeanne abrazó a su hijo con fuerza. – No tienes que explicar nada, estoy aquí para ti...
– Gracias, mamá... – Hitohito le devolvió el abrazo a su madre.
– ¿Tiene la nota con usted ahora mismo? – inquirió Athena.
– Creo que el Detective Fulbright la tiene. Dijo que haría un análisis la caligrafía a la nota luego de terminar con la escena del crimen... – respondió Hitoshi, causando que Athena levantara una ceja con curiosidad.
– ¿Qué está haciendo allí? – se preguntó Athena.
Hitoshi sacó unas notas del bolsillo de su chaqueta. – Antes de que volviéramos, le pedí a Fulbright que me dejara revisar la computadora que mi hijo utilizó el día del incidente, para poder aclarar quién la usó y cuándo...
Los ojos de Athena se iluminaron. – ¿Y? ¿Lo hizo?
– Por supuesto. – sonrió Hitoshi. – Descubrí que la computadora permaneció en uso constante cuando el Sr. Honshoku inició sesión a las 9:15 hasta que Hitohito la cerró y luego inició sesión con la cuenta de su profesora a la 1:15. Luego permaneció en uso hasta las 3:00 PM, cuando se cerró la sesión. He guardado toda la información relevante sobre las sesiones de la computadora aquí. – concluyó entregándole las notas a Athena.
– Gracias, Sr. Tadano. ¡Seguro que esto nos será muy útil! ¿Pudo averiguar para qué estaban usando la computadora? – Athena aceptó las notas felizmente y comenzó a revisarlas.
– No pude hacer un análisis minucioso de la actividad de la computadora, pero al parecer hubo un montón de información que fue borrada y movida. El Detective Fulbright se ofreció a seguir revisando por mí para que yo pudiera venir con Jeanne a visitar a Hitohito aquí... – le informó Hitoshi.
– Qué extraño. ¿No dijo que tenía algo urgente que informarle a Simon? – cuestionó Jeanne.
– ¿Oh? ¿Y eso qué sería? – inquirió Athena.
– Bueno... – Jeanne bajó la mirada hacia el suelo sombríamente. – Era sobre el metraje de la cámara de seguridad en el centro de detención anoche... no había ningún rastro de lo que le pasó a Hito-chan...
– Ya nos enteramos de eso durante el juicio. Blackquill definitivamente no estaba feliz de escucharlo... – le dijo Athena.
– ¡Oh! – Jeanne asintió. – Supongo entonces que Fulbright debería haberse dado cuenta de eso ya que Blackquill había sido informado, ¡no necesitaba hacerlo él mismo!
– No estoy seguro de cómo se enteraría de eso, pero bueno. Supongo que se desvió un poco. A la fuerza policíaca parece que no le faltan oficiales que se distraen fácilmente estos días... – dijo Athena mientras leía las notas que Hitoshi le había dado. Al darse cuenta de lo que dijo, rápidamente se volvió hacia el alguacil Hosonaga. – Err, sin ofender...
– No me ofendo. – Hosonaga le restó importancia al comentario de Athena. – A pesar de venir de una larga línea de detectives, yo también era algo distraído cuando comencé mi carrera. A diferencia de mi antiguo compañero cuando nos unimos por primera vez.
– ¿Antiguo compañero? – se preguntó Hitohito.
– ¡Sip! ¡Nos unimos a la fuerza juntos al mismo tiempo! – explicó Hosonaga con entusiasmo. – El hombre tenía ojos de águila y un talento natural para el trabajo. También le encantaban los dulces. A pesar de todo, él me convenció de no darme por vencido, y como resultado me convertí en un mejor detective, y resolvimos muchos casos juntos. Al menos hasta que abandoné la fuerza debido a... bueno, creo que ya sabes por qué...
– Sí, ya lo sé... – asintió Hitohito, recordando lo que le dijo anteriormente sobre su hijo. Sin embargo, al escuchar sobre el antiguo compañero de Hosonaga sintió curiosidad.
»Aunque seguramente debe tener muchas historias interesantes de cuando todavía estaba en la fuerza. Si no es mucha molestia, ¿le importaría compartir algunas? – preguntó Hitohito, y rápidamente agitó las manos. – S-sólo si le parece bien. Si no, siéntase libre de pedirme que me calle.
– Je, no tienes por qué ponerte nervioso, hijo. ¡Estaré más que feliz de compartir algunas historias contigo! – replicó Hosonaga con una sonrisa cálida. – A pesar de todo lo que pasó, tengo algunos buenos recuerdos...
Hosonaga comenzó a contarle al grupo sobre algunos de sus casos iniciales. Los Tadano, especialmente Hitohito y Hitomi, ponían mucha atención. Phoenix y Athena se preguntaban si esta era la mejor manera de utilizar su tiempo, aunque con la falta de alternativas, permanecieron en silencio también. Athena miró a Hitohito y vio que tenía una sonrisa en su rostro mientras Hosonaga le contaba su historia, y ella sonrió también.
(«Cualquier cosa que sirva para aliviarle la mente vale la pena...») pensó.
Sin embargo, la felicidad fue muy pasajera, ya que sin avisar, las puertas del lobby para acusados se abrieron de golpe, atrapando al grupo desprevenido. Entrando venía Junichi Asano, empujando una silla de ruedas. La sangre de Hitohito se congeló y los pelos de su nuca se erizaron al reconocer a la chica sentada en ella.
Ren Yamai, con una sonrisa cálida que Hitohito conocía demasiado bien. Era la misma sonrisa que tenía cuando lo mantuvo cautivo, y emanaba el mismo instinto asesino que en aquel momento.
– Vaya, vaya, vaya. Así que aquí es donde te has estado escondiendo, Ta-da-noooo... – dijo Yamai en un tono falsamente amigable.
Inmediatamente, el alguacil Hosonaga se plantó entre Yamai y el resto del grupo. – ¡Tú no deberías estar aquí, jovencita!
– ¡Pero si sólo vine a visitar a mi amigo, Sr. Alguacil! – respondió Yamai inocentemente.
– ¿En serio? – Hosonaga levantó una ceja. Miró por un momento hacia atrás y vio que Hitohito estaba teniendo un ataque de pánico, mientras Athena, Hitomi y sus padres intentaban calmarlo. Junto a ellos, Phoenix le lanzaba una mirada fulminante a Asano. Se dio la vuelta de nuevo. – Porque a mí no me parece que esto sea una visita amigable. ¿Por qué no me dices qué es lo que realmente buscas aquí...?
La sonrisa de Yamai desapareció. – ¡Hmph! ¡Eso no es asunto suyo, anciano!
– Bueno, en este momento estás en un lugar donde no deberías, con intenciones claras de intimidar a ese joven de allí... – Hosonaga señaló a Hitohito, que seguía hiperventilando. – Así que yo digo que sí es asunto mío, ¡y tendré que pedirles a ti y a tu mayordomo allí que se larguen!
– ¡Yo no me voy a ningún lado, viejo decrépito! – gruñó Yamai. Asano levantó una mano, señalándole a Yamai que se callara. Ella resopló decepcionada, pero obedeció.
– Escuche, señor... – Asano se acercó para ver el nombre en la placa que Hosonaga llevaba en el pecho. – Hosonaga, ¿verdad? Entiendo que sólo está tratando de hacer su trabajo, pero me parece que no se da cuenta con quién está hablando...
– No me importa si ella es la hija del primer ministro. ¡Claramente tiene malas intenciones y no pertenece aquí! ¡Una vez más, debo pedirles a ambos que se marchen! – ordenó Hosonaga apuntándoles con el dedo.
– Pues debería importarle, porque es la hija del Sr. Masatomo Yamai, ¡y su padre prácticamente le firma sus cheques! – le informó Asano.
– Qué gracioso, no recuerdo haber visto su nombre en mi registro de paga... – replicó Hosonaga.
– No directamente, pero él controla a la persona que lo hace... – Asano cruzó sus brazos. – Ahora, más le vale que nos deje atender nuestros asuntos sin interferencia, y en su próximo cheque encontrará un buen bono. Tal vez incluso un aumento de su salario...
Hosonaga negó su cabeza, incrédulo. – Sabe, he conocido a muchos tipos como usted, desde mis días como detective. También intentaron darme dinero o me ofrecieron favores si miraba hacia otro lado con sus actividades ilícitas. – Se sacó del cinturón su bastón retráctil. – No les funcionó entonces, y no funcionará ahora. ¡Ahora lárguese de esta habitación o lo obligaré a que se vaya!
– ¿Y cómo planea hacer eso, anciano? – preguntó Asano amenazadoramente. – Nos vamos a quedar aquí sin importar lo que usted haga. La pregunta es: ¿quiere hacer esto de la manera fácil, o de la manera difícil?
Hosonaga presionó el botón de su bastón y lo extendió. – ¡Tienen cinco segundos para irse!
– Entonces será de la manera difícil... – suspiró Asano.
Hosonaga blandió su bastón. – Cinco... cuatro... tres... d–¡ACK!
Antes que Hosonaga pudiera terminar de contar, Asano dio un paso al frente y le asestó un gancho de izquierda, causando que se agarrara el estómago y se encogiera de dolor. Todos, a excepción de Yamai, jadearon de horror ante el descarado ataque de Asano contra el alguacil. Antes que Hosonaga se pudiera recuperar, Asano le estampó un feroz jab de derecha directo a la cara, haciendo que cayera al suelo y dejara caer su bastón.
– ¡Hosonaga! – gritó Hitohito corriendo para tratar de ayudarlo. Sin embargo, el hombre apenas pudo ponerse de rodillas antes de necesitar ayuda para llegar a otro de los sofás.
– No quería hacer esto, Hosonaga, pero usted forzó mi mano... – dijo Asano en tono seco al alguacil en el sofá. Luego recogió el bastón, lo plegó de nuevo y se lo entregó a Yamai.
Lo único que Hosonaga pudo hacer fue gruñir de dolor y mirar furioso a su agresor.
– Qué viejo tan patético... – comentó Yamai mientras jugaba con el bastón que tenía en la mano. Luego miró furiosa a Hitohito, que sin tardanza corrió de vuelta con su familia. Hitomi instintivamente se plantó frente a él para protegerlo.
– Demasiado cierto... – replicó Asano, que luego notó que el otro alguacil se aproximaba a él con miedo y se giró hacia él. – ¿Y qué hay de ti, joven? ¿Tendré problemas contigo también?
– ¡N-No señor! – tartamudeó el otro alguacil.
– Buen chico. Puedes esperar algo bueno en tu próximo día de pago... – Asano le frotó el hombro al alguacil, y luego miró al inconsciente Hosonaga. – Ya lo ve, ese dinero podría haber sido suyo, pero en vez de eso, eligió ponerse terco, y ahora está en el piso...
– ¿No lo va a arrestar? – le gritó Athena al alguacil, que simplemente negó con la cabeza. Ella suspiró por su cobardía, y sacó su teléfono para llamar a la policía.
– Yo no haría eso si fuera tú. Me parece que fuiste responsable por agredir a un oficial de policía hace unos meses en el Valle de las Nueve Colas... – le dijo Asano, provocando que ella quitara su pulgar del teléfono.
– No tengo idea de lo que está hablando... – dijo Athena en tono desafiante.
Asano sacudió su cabeza. – Oh, vamos, no te hagas la tonta. Ese policía resulta ser un buen amigo mío. Entiendo que tu jefe logró calmar las cosas, pero no cambia el hecho de que ese incidente sí ocurrió. Si intentas hacer que la policía me arreste por agredir a ese anciano, me aseguraré que tú me acompañes a la cárcel por agredir a ese policía. Y créeme, yo saldré de allí mucho antes que tú...
– Grrr... – Athena gruñó. Por mucho que quisiera desafiar su fanfarroneo, ya había visto cuánto poder e influencia parecía tener y sabía que no le haría ningún bien a su cliente en prisión.
– ¿Qué es lo que quieren ustedes dos? – inquirió Phoenix dando un paso al frente.
– ¿Qué es lo que quiero? ¡Quiero que ese pedazo de mierda sufra por lo que nos ha hecho a mí y a mi preciosa Komi-sama! – gruñó Yamai y comenzó a levantarse de su silla de ruedas, haciendo que Hitohito retrocediera. Athena volvió a ponerse frente a su cliente para ayudar a Hitomi a protegerlo.
– Vamos, Srta. Yamai, sé que está molesta con el Sr. Tadano, pero seamos civilizados... – le aconsejó Asano, haciendo que ella suspirara.
– ¿Civilizados? – preguntó Phoenix incrédulo. Luego señaló al cuerpo inconsciente de Hosonaga. – ¡Acaba de golpear a un alguacil, ¿y está hablando de ser civilizados?!
– El Sr. Hosonaga amenazó a mi cliente con un arma. No tuve más opción que ocuparme de él. – argumentó Asano. – Asumo que usted será un poco más diplomático...
(«Sí, porque cooperar con él en vez de recurrir a puñetazos está claramente fuera de la cuestión...») pensó Phoenix.
Asano asintió. – Tomaré su silencio como un sí. Ahora, Sr. Wright, quisiera revisitar nuestra conversación de anoche...
– ¡Primero lo primero! ¡¿Quién diablos es usted, y qué diablos es lo que quiere?! – espetó Athena, apuntándole con el dedo.
Asano se colocó los dedos en sus sienes, tratando con todas sus fuerzas de contener su rabia ante la rudeza de Athena. Movió una mano temblorosa fuera de su cabeza y hacia sus gafas oscuras para ajustárselas, y luego la bajó para ajustarse la corbata, haciendo menos para arreglarse la ropa y más para recuperar su concentración.
– Mi nombre es Junichi Asano, y soy la mano derecha de Masatomo Yamai. Mi meta es asegurarme que esta situación se resuelva de una manera que beneficie a todos tanto como sea posible. Ahora, como estaba diciendo antes de que me interrumpieran... – Asano le lanzó a Athena una mirada sucia antes de volverse hacia Phoenix. – ¿Ha pensado mejor en mi propuesta, Sr. Wright?
Phoenix negó con la cabeza. – Mi respuesta sigue siendo la misma: ¡no!
Asano se encogió de hombros. – Pero seguramente, ya ha podido ver la posición en la que se encuentra su cliente...
– ¡El cliente de Athena! – le recordó Phoenix en tono severo.
– ... la posición en la que se encuentra el cliente de su subordinada... – se corrigió Asano.
Athena miró a Phoenix. – Umm, jefe, ¿de qué está hablando?
Phoenix sacudió su cabeza y suspiró. Sabía que tendría que explicarle a su subordinada y a su cliente tarde o temprano, pero desearía haber tenido más tiempo para pensar en cuáles serían las mejores palabras para describirlo. A pesar de todo, sabía que si no hablaba ahora, Asano trataría de girar la historia de una manera que lo haría ver mal.
– ¿Recuerdan ese asunto del que les hablé anoche? – preguntó Phoenix.
– Sí, nunca me dijo de qué se trataba... – asintió Athena. – ¿Acaso tenía algo que ver con...?
– Sip. El Sr. Asano me llamó anoche, diciendo que tenía información acerca de Hitohito y su caso, y pidiéndome que nos encontráramos en el restaurante La Carneval. Cuando fui a verlo, intentó ofrecerme un trato... – admitió Phoenix.
– ¿Qué clase de trato? – preguntó Athena.
Phoenix bajó la mirada hacia el suelo, avergonzado. – Quería que arrojara a Hitohito y a su familia debajo del autobús convenciéndote de abandonar el caso y dejar que lo declararan culpable. A cambio, me ofreció un trabajo con alta paga en el equipo legal de Yamai Holdings...
– ¡¿Qué?! – Athena y la familia Tadano jadearon todos al mismo tiempo de horror. Phoenix ya se esperaba esa reacción.
– ¿Y? Usted no aceptó ese trato, ¿verdad? ¡Por favor dígame que no aceptó ese trato! – suplicó Jeanne.
– ¡Por supuesto que no! – le dijo Phoenix.
– No, pero ciertamente sí lo consideró... – dijo Asano mientras se ajustaba las gafas.
– ¡L-le aseguro que no lo hice! – Phoenix intentó argumentar de vuelta.
Asano negó con su dedo. – Sé que usted me vio cuando yo lo observaba desde la galería. Cuando su subordinada le pidió consejo, usted estaba considerando mi oferta. Por eso fue que no le respondió de inmediato. No intente negarlo. Yo lo vi todo...
– ¿Eso es verdad, jefe? – inquirió Athena.
Phoenix dudó por un momento. Era tal cómo lo dijo el hombre: sí estaba considerando la oferta de Asano. Sabía que podría hacer mucho más dinero trabajando con Yamai Holdings de lo que jamás haría con la Agencia Polivalente. Sin embargo, en última instancia rechazó el trato debido a sus principios. En retrospectiva, se dio cuenta que si realmente tuviera principios, jamás habría siquiera considerado la propuesta en primer lugar.
No ayudaba a su sensación de vergüenza que la familia Tadano le lanzaba miradas cautelosas.
Una sonrisa ligera se formó en los labios de Asano. – En los negocios hay un dicho: cada hombre tiene su precio. El hecho de que rechazó mi oferta, Sr. Wright, sólo significa que no he encontrado el incentivo apropiado...
– ¿Y qué le hace pensar que algún incentivo le funcionará? – argumentó Phoenix.
Asano cruzó los brazos. – Puede que usted crea que es demasiado virtuoso para trabajar con nosotros, Sr. Wright, pero ambos sabemos que eso sólo significa que simplemente usted no se vende barato. No puedo culparlo; usted es un abogado altamente habilidoso. Cualquier equipo legal sería afortunado de tenerlo en sus filas, y me sorprende que no lo hayan bombardeado con ofertas desde su regreso al mundo legal. Basta con decir, que usted sería una gran adquisición para Yamai...
– Ahórrese sus halagos. ¡Sólo dígame de una vez qué está ofreciendo! – Phoenix apuntó con el dedo a Asano.
– Directo al grano... eso me gusta... – La sonrisa de Asano llegó hasta sus orejas. Athena y los Tadano miraban a Phoenix con cautela, preguntándose si esta vez sí aceptaría el trato de Asano.
»Mientras pensaba en el resultado de nuestra reunión de anoche, me di cuenta que tal vez usted estaba reacio a dejar atrás a sus protegidos. – señaló Asano. – En cuyo caso, estoy dispuesto a permitir que ellos también se unan a nosotros junto con usted...
– ¡Olvídelo! ¡No trabajaré para usted por ninguna cantidad de dinero! ¡Y Apollo tampoco! – intercedió Athena. Asano se apretó los dientes de frustración, resistiéndose el impulso de querer estrangular a la chica.
– ... como le estaba diciendo, estaba dispuesto a permitirles unirse a nosotros junto con usted, pero por desgracia, no parece que deseen venir. Sin embargo, ese no es el único incentivo que puedo ofrecerle. También sé que usted tiene una hija llamada Trucy, que aspira a ser una maga profesional... – Asano continuó con su discurso, tratando en lo posible de mantener su compostura.
– Así es, aunque me gustaría saber cómo es que usted sabe de ella... – replicó Phoenix con suspicacia.
– Muy fácil, ella asiste a la misma escuela que la hija de mi jefe... – respondió Asano.
(«Claro, eso tiene sentido. Aunque no están en la misma clase, y nunca se habían conocido antes de este caso...») pensó Phoenix.
Asano empezó a pasearse de un lado al otro, volviendo a su discurso de ventas. – Como usted sabe, soy un hombre con muy buenas conexiones, y resulta ser que tengo unos cuantos amigos en el negocio del espectáculo. Podría presentárselos a su hija para que le ayuden a hacer despegar su carrera. Quién sabe, con mi influencia, ella podría convertirse en la siguiente Magnifi Gramarye o Princesa Tenko.
(«Qué curioso que mencione a Magnifi...») notó Phoenix mientras se llevaba la mano al mentón.
– ... Y eso es sólo lo que puedo ofrecerle a quienes trabajan con usted. En cuanto a usted mismo, no sólo puedo ofrecerle una gran cantidad de beneficios como vacaciones pagadas, pago generoso por horas extras, un comprehensivo seguro médico, y mucho más, sino que le garantizo un salario tan grande que podría contratar incluso al Fiscal General Edgeworth como su sirvienta personal si lo deseara... – Asano extendió los brazos para enfatizar la paga que estaba prometiendo.
(«Eugh, Edgeworth en uniforme de sirvienta... esta noche voy a estar viendo esa imagen en mis pesadillas...») pensó Phoenix mientras sudaba frío entre sus cejas. [Kometani: Estoy seguro de que ese es un sueño que al menos unas cuantas lectoras desearían tener...]
– Y con todos estos generosos beneficios que le ofrezco en nombre del Sr. Masatomo Yamai, sólo le estoy pidiendo una cosa a cambio: que usted abandone a Hitohito Tadano y deje que lo declaren culpable. Haga eso, y podrá iniciar el siguiente paso en su ilustre carrera... – Asano sacó unas formas y un bolígrafo.
– ¿Qué? ¿Usted quiere que abandone a mi Hito-chan? – Jeanne jadeó de horror.
– Aunque quisiera aceptar su oferta, esa no es mi decisión. Hitohito es el cliente de Athena, no el mío, ¡así que le está preguntando a la persona equivocada! – argumentó Phoenix.
– Cierto, el Sr. Tadano tal vez sea el cliente de la Srta. Cykes, pero ambos sabemos que sin la guía de usted, su defensa se derrumbaría como un castillo de naipes en un terremoto... – replicó Asano. Luego notó la mirada furiosa en el rostro de Athena. – No me veas así; ambos sabemos que tu jefe es la única razón por la que has llegado tan lejos. Una vez que él se una a nuestro equipo, bien puedes tirar la toalla...
– ¡Mi jefe nunca se unirá a una víbora como usted! – Athena le apuntó con un dedo desafiante a Asano.
– ¿Puedes decir eso con total certeza, Srta. Cykes? – Asano sonrió con arrogancia. – Después de todo, tu jefe ya estaba considerando el trato antes durante el juicio, y la única razón por la que no aceptó de inmediato fue porque mi oferta no era lo bastante sustancial. Ahora, no sólo le estoy ofreciendo lo que es prácticamente un cheque en blanco, sino que también le estoy permitiendo que traiga a sus amigos y familia con él. Enfréntalo, mocosa, no hay forma de que la familia Tadano pueda de alguna manera igualar mi oferta, e incluso un paragón de la verdad y la integridad necesita traer comida a su mesa.
Se puso a buscar entre las formas hasta llegar a una sección con una caja para firmar y se la entregó a Phoenix. – Ahora, todo lo que tiene que hacer es firmar aquí, y podemos empezar con una hermosa asociación...
Phoenix cogió las formas y las miró brevemente. Pudo reconocerlas como los típicos documentos de oferta de trabajo con un montón de jargón legal. Cerca del pie de la página estaba una línea punteada que le invitaba a poner su firma.
– ¡Por favor, Sr. Wright, se lo ruego! ¡No le haga esto a mi hermano! – suplicó Hitomi.
Phoenix miró a Hitomi y a los demás miembros de la familia Tadano, y luego a Asano. Su decisión era muy clara.
– Sabe, Sr. Asano, tiene usted razón... – respondió Phoenix con una sonrisa. – En realidad sí consideré su oferta mientras estaba en la sala. Pensé mucho en que el salario de su compañía podría beneficiarme financieramente y hacer lo mismo por mi hija. Y ahora me está ofreciendo mucho más. Lo admito, su trato sería un gran beneficio para mí...
– Excelente, me alegra que por fin lo entienda. Ahora, sólo tiene que firmar estos documentos, y podemos dejar todo este asunto con los Tadano atrás... – Asano le ofreció el bolígrafo. Sin embargo, para su sorpresa, Phoenix no lo aceptó.
– ¡El dinero y los beneficios no fueron la única cosa que consideré, Sr. Asano! – Phoenix levantó dos dedos. – Hay dos cosas en este mundo que considero totalmente imperdonables: el envenenamiento y la traición. Si yo aceptara su oferta, no sólo estaría traicionando a Hitohito Tadano y a su familia, sino también a mis amigos, familia y discípulos.
– ¡Ellos no son más que un lastre, Sr. Wright! – argumentó Asano. – Ellos no son nada comparados con la fortuna y conexiones que usted ganará trabajando para Yamai...
– ¡Se equivoca! ¡Aunque la gente a la que le diera la espalda fueran completos extraños, aún seguiría traicionando mis principios si los abandonara! – Phoenix le apuntó con el dedo a Asano.
– ¿Principios? ¡Pff! – Asano resopló burlonamente. – ¿Qué han hecho sus principios por usted como abogado, Sr. Wright? Usted ha basado toda su carrera en sus principios, y mire a dónde lo ha llevado: a vivir en un pequeño apartamento que no es más grande que mi closet, y una carrera donde usted ha pasado más tiempo tocando el piano en un restaurante de mala muerte que ejerciendo como abogado...
Phoenix negó con la cabeza. – Tiene razón: tal vez mi carrera no haya ido del todo como yo quería, y tal vez mis finanzas personales hayan visto mejores días. Pero incluso en mis tiempos más difíciles, he tenido a personas que se preocupan por mí, que me han apoyado todo el camino. Jamás podría mirarlos a los ojos de nuevo si les diera la espalda por algo de dinero fácil...
– ¡Piense en lo que está haciendo, Sr. Wright! – le advirtió Asano. – ¡Está dejando de lado una oportunidad de oro sólo para defender a un niño que ya es prácticamente hombre muerto!
– Ya lo he pensado muy bien, Sr. Asano, y no voy a aceptar su oferta. Ni ahora, ni después... – Phoenix levantó los documentos de la oferta de trabajo, y procedió a romperlos en pedazos antes de arrojarlos a los pies de Asano. – ... ¡Ni nunca!
Asano miró el desastre que Phoenix había dejado a sus pies. Su mirada permaneció fija en los jirones de papel mientras deslizaba sus dedos por el borde de sus gafas.
– Bueno, tal parece que no trabajaremos juntos. Sin... arrepentimientos, Sr. Wright... – dijo Asano mientras observaba la oferta de trabajo rechazada. Levantó la mirada lentamente para ver a Phoenix. – Aunque... creo que debo advertírselo: usted no es el único que tendrá que lidiar con las consecuencias de sus acciones, Sr. Wright...
– ¡Ohh, ya cállese! – Yamai se puso de pie. Asano trató de obligarla a sentarse de nuevo, pero ella lo empujó fuera de su camino. – ¡Usted es un inútil, Asano! ¡Cuando mi papi regrese, me aseguraré que le recorte su salario hasta que sea más bajo que el de ese estúpido abogado! ¡Ahora tengo que encargarme de esta basura yo misma!
– ¡Aléjate de mi hermano, perra apestosa! – gritó Hitomi mientras se colocaba frente a él.
Yamai resopló de burla. – ¡Tu hermano es aún más patético de lo que pensé, si necesita esconderse detrás de su hermanita menor!
– ¡No hay nada patético en que alguien defienda a su familia! – espetó Athena, poniéndose de pie para defenderlo también.
– ¡Mírenlo! ¡Es la definición de lo más patético! ¿Cómo puede una basura como él pensar que tiene una oportunidad con Komi-sama? Y hablando de eso... – Los ojos de Yamai se fijaron en el peluche de gato que Hitohito sostenía para reconfortarse. – Ese peluche se parece mucho a uno que tiene Komi-sama...
– ¡Eso es porque ella se lo dio! – le informó Athena.
– ¡MENTIROSA! – gritó Yamai de repente. – No hay forma de que Komi-sama vaya a darle algo como eso a una basura como él. ¡Seguramente se lo robó! ¡Y ahora voy a devolvérselo!
– ¡Y-yo no lo robé! Por favor no me lo quites... – suplicó Hitohito. Sus súplicas cayeron en oídos sordos mientras Yamai se le aproximaba.
– Me lo voy a llevar quieras o no, muchachito... – amenazó Yamai. Luego sacó el bastón que le robó a Hosonaga, lo levantó y presionó el botón para extenderlo.
»¡Lo único que podrás escoger es CUÁNTO TE DUELE! – gritó Yamai con una sonrisa maníaca en su rostro mientras se preparaba para atacar a Hitohito. Sin embargo, Athena se mantuvo firme frente a él, bloqueando el camino de Yamai.
»¡Quítate de mi camino, Cykes, o te voy a aporrear a ti también! – le amenazó.
– Te crees que sabes mucho sobre Shouko, y ni siquiera sabes la historia detrás de ese peluche o para qué es... – Athena permaneció impasible ante la amenaza de Yamai.
– ¡Le pertenece a Komi-sama, no a este pedazo de mierda! – espetó Yamai.
Athena cerró los ojos y sacudió su cabeza incrédula.
– Ese peluche fue algo que le daba confort a Shouko en momentos difíciles. Antes de conocer a Hitohito y a todos en Itan, ella tenía problemas para hacer amigos, y ese peluche era una de las muchas cosas que le ayudaba a sobrellevar su soledad. Incluso después, todavía le ayuda con su ansiedad.
Athena abrió sus ojos y le lanzó una mirada fulminante a Yamai.
– Ella lo compartió con Hitohito porque se dio cuenta que él estaba sufriendo. Se lo dio porque quería darle el mismo confort y seguridad que le dio a ella durante sus tiempos más difíciles. Lo más importante de todo, se lo dio porque quería darle un recordatorio de que ella se preocupa por él, y quiere que sea feliz...
Athena apuntó con su dedo índice hacia Yamai, furiosa. – ¡¿Y ahora tú quieres quitárselo?! ¡¿Es que no te basta con haberlo secuestrado y traumatizado?! ¡¿Ahora también quieres quitarle lo único que le trae algo de alegría en este momento?! ¡¿Estás tan determinada a arruinarle la vida a una persona inocente, sólo porque quieres meterte bajo la falda de otra chica?!
– ¿Secuestrado? No sé de lo que me hablas... – declaró Yamai en un tono de falsa inocencia. – ¡¿Supongo que tendrás alguna evidencia para respaldar esa acusación tan seria?!"
– ¡No mientas! ¡Tú sabes muy bien lo que has hecho! – gruñó Athena.
– No hay evidencia, no hay crimen. ¡Ahora apártate, perra, o te voy a abrir el cráneo igual como él trató de abrirme el mío! – Yamai apuntó el bastón contra Hitohito.
– ¡No! ¡Ya no vas a seguir aterrorizando a mi cliente! ¡Voy a detenerte aquí y ahora! – declaró Athena desafiante.
– Ohh, dulce niña de verano. ¿En serio crees que puedes mantenerlo a salvo a él si me detienes? – inquirió Yamai con arrogancia.
– ¿Qué quieres decir? – preguntó Athena.
– Lo que estoy diciendo es que yo no soy la única que tiene problemas con Tadano. ¿No has visto las redes sociales, Cykes? ¡Toda la escuela está en su contra! – Yamai apuntó con el bastón hacia Hitohito.
– ¡E-eso no puede ser verdad! ¡Mi hijo es un buen muchacho! No hay forma de que todos estén en su contra... – protestó Jeanne.
– Por supuesto, usted diría eso de su precioso muchacho... – remarcó Yamai en tono condescendiente. – Pero la triste realidad es que a nadie en la escuela le cae bien, incluso desde antes de este incidente. Ahora es prácticamente un paria. Incluso si Cykes de algún modo logra mentir y conseguir con trampas que lo declaren no culpable, será hombre muerto en el momento en que ponga un pie en las puertas de Itan de nuevo...
– ¡Eso no es verdad! ¡Todavía tiene a Shouko y a Najimi, y a muchos otros! – argumentó Athena.
– Sí, ¿pero por cuánto tiempo? – se preguntó Yamai.
Athena asumió una postura de pelea. – ¡Ya basta! ¡Le prometí a Hitohito que lo protegería, y no me importa con cuánta gente tenga que enfrentarme! ¡Voy a mantener esa promesa, así que si lo quieres a él, tendrás que pasar a través de mí!
El tiempo de hablar terminó. No había forma de que Yamai se retractara de una pelea, y los únicos con la autoridad para hacer algo al respecto estaban, o en el sofá encogidos de dolor, o en una esquina como cobardes.
– ¡Tendrás que pasar a través de mí también! – Hitomi se unió a Athena, claramente lista para pelear. Jeanne se aferró a su hijo con fuerza mientras Hitoshi permanecía de pie, listo para saltar a la acción también si Hitomi salía herida.
(«¡Esto es malo! Si Athena ataca a Yamai...») pensó Phoenix con un sudor de ansiedad.
Athena se giró hacia su jefe. – No intente detenerme, jefe. Usted sabe tan bien como yo que ella no piensa echarse para atrás...
– Yo... no planeaba hacerlo... – respondió Phoenix nerviosamente, notando la determinación de Athena. En lugar de eso, trató de pensar en cómo lidiar con las consecuencias legales de sus acciones después de ello.
– Hmph... en serio debería mantener a sus perras más controladas, Sr. Wright, si no quiere que tenga que dejarlas igual que el viejo en el sofá. – le dijo Asano en un tono condescendiente.
– ¡Pues quizás usted debería hacer lo mismo con su propia cliente, Sr. Asano! – espetó Phoenix. – Es culpa de ella que las cosas hayan llegado tan lejos...
Asano soltó un largo suspiro. – Esperaba que pudiéramos resolver las cosas pacíficamente, pero al parecer la violencia es el único lenguaje que ustedes los peleoneros entienden, así que tendré que enseñarles a todos una lección. Por suerte, tengo algo de conocimiento de artes marciales, y no tengo ningún problema con ponerme brusco con chicas adolescentes que no saben su lugar...
Justo entonces, las puertas del lobby se abrieron de golpe nuevamente.
– Así que, aquí era donde te estabas escondiendo, Jaime...
Blackquill, Franziska y otros dos alguaciles estaban parados en la entrada. Al escucharlos entrar, Yamai maldijo algo entre dientes, e inmediatamente se metió el bastón en el bolsillo y corrió de vuelta a su silla de ruedas. Phoenix sacudió su cabeza ante su obvio intento de ocultar su intento de agresión, pero respiró de alivio junto con Jeanne, Hitoshi y Hitohito, sabiendo que la presencia de Blackquill y su grupo habían evitado un conflicto físico. Incluso Asano pareció relajar su postura.
Franziska estaba escudriñando a los ocupantes de la sala, buscando a Athena. Al hacerlo, sus ojos se ensancharon al ver a Phoenix junto con los Tadano.
(«¿Qué está haciendo él aquí? Esperen... ¡¿desde cuándo que ese tonto de tontos recuperó su distintivo?!») se preguntó. Una vez que terminara con Yamai y Asano, iba a decirle algunas cosas que pensaba de él.
– ¿Estos son sus testigos especiales, Blackquill? – inquirió Athena. – ¡Ambos estaban intentando agredir a mi cliente, así que tuve que defenderlo!
– Ellos no son mis testigos; me los echaron encima. Se suponía que se quedaran en su cuarto como niños buenos. Sin embargo, ¡algunas personas aquí no están haciendo su trabajo! – gritó Blackquill, antes de señalar al alguacil que ya estaba en la sala. – ¡Tú! ¿Por qué no hiciste nada para detenerlos?
– N-n-no quería terminar como mi colega... – tartamudeó el alguacil, señalando a Hosonaga.
– ¡Hmph, cobarde! – resopló Blackquill. Luego se giró hacia Yamai y Asano. – Ustedes dos, más les vale venir conmigo. A diferencia de Cykes-dono, no soy tan piadoso...
– ¡No se le olvide registrarla bien, Blackquill! ¡Le robó el bastón a Hosonaga después que el Sr. Asano lo golpeó! – le dijo Athena mientras señalaba al alguacil tendido en el sofá.
– ¿Eso hizo...? – remarcó Blackquill mientras se dirigía hacia Yamai para registrarla. Sin embargo, Franziska lo detuvo.
– Sería mejor que una mujer la registre... – le aconsejó a su colega.
– No es que haga mucha diferencia para mí... – Blackquill cruzó los brazos. Franziska tomó su respuesta como su señal para empezar a palpar a Yamai.
– ¡Hey! ¡Quíteme sus asquerosas manos de encima! ¡Sólo Komi-sama tiene permitido tocarme mi cuerpo! – protestó Yamai. Franziska ignoró sus arranques y siguió registrándola. Pudo sentir el bastón en el bolsillo de Yamai y se lo sacó.
– Quizás no debiste haberte robado esto, si no querías que te pusiera las manos encima... –Franziska sostuvo el bastón en frente de Yamai.
– ¡Fue él! ¡Él fue quien se lo robó! – Yamai señaló a Asano, quien solo rodó sus ojos ante su intento de tirarle el muerto.
– No importa quién lo haya hecho. Los dos tendrán una larga charla con la policía cuando el juicio haya concluido... – les advirtió Franziska.
– ¡Yo no voy a ir a ninguna parte con usted, perra dominatriz de pelo azul! – Yamai cruzó los brazos desafiantemente. – ¡Una vez que mi papá se entere de que usted me tocó y me abusó con sus asquerosas manos, él va a...!
Asano levantó una mano. – Déjelo ir por el momento. Tenemos asuntos que atender en la corte, y lo último que necesitamos es provocar más peleas innecesarias...
– ¡Pues si no quería hacer eso, no deberían haber aparecido aquí! – gruñó Athena.
– Para tu información, esta excursión fue idea de la Srta. Yamai's idea. Yo sólo la acompañé con la esperanza de que el Sr. Wright estaría más receptivo a mi oferta. Pero ya que ese no es el caso, nuestros asuntos aquí han terminado. Ahora, me despediré de todos ustedes, y esperaré con ansias su humillación en la corte... – Asano se acomodó la corbata antes de coger de nuevo la silla de ruedas de Yamai.
– ¡Usted es el que saldrá humillado, Asano! ¡Tendrá más huevos en su cara que un omelet gigante! – replicó Athena.
Asano se encogió de hombros y se rio. – Bueno, si esa es tu respuesta más inteligente, yo diría que no tendré problemas para derrotarte...
– ¡Tadano está acabado de cualquier manera! – Yamai sonrió mientras se pasaba el pulgar por la garganta. – ¡O va a la cárcel de por vida, o sino muere cuando...!
– ¡Cierra tu maldita boca, o te cortaré la lengua! ¡Ahora muévanse, ustedes dos! – ladró Blackquill.
– Por supuesto, Blackquill. Usted es el jefe... – replicó Asano sardónicamente. Agarró entonces el manubrio de la silla de ruedas de Yamai y salió de allí, con Blackquill y los alguaciles de la corte siguiéndoles de cerca.
Una vez que todos los demás se fueron, Phoenix finalmente fijó su atención en Franziska en la habitación, y vio que lo estaba mirando con un gesto fruncido y furioso.
– ¡F-Franziska! ¡Cuánto tiempo sin vernos! – Phoenix la saludó nervioso.
Mientras ella se aproximaba rápidamente, él se preguntaba qué pudo haber hecho para ponerla de tan mal humor. Estuvo a punto de preguntarle qué la trajo aquí, pero se vio interrumpido cuando ella le dio una bofetada con su guante de cuero en toda la cara.
– ¡Auch! – exclamó Phoenix, frotándose la irritación en la cara que le dejó la bofetada. – ¡¿Por qué fue eso?!
– ¡Sabes muy bien por qué fue eso, Sr. Phoenix Wright! – declaró Franziska con indignación. – ¡¿Por qué no me informaste que habías reclamado tu distintivo de abogado?!
– ¡¿Qué?! – Phoenix parpadeó con confusión. – P-por supuesto que lo hice. ¡Tú fuiste de las primeras a las que intenté informárselos!
– ¡Mentiroso! – chirrió Franziska. – ¡He revisado mi teléfono, y no he recibido un solo mensaje tuyo desde hace meses!
– Es la verdad. Cuando recuperé mi distintivo, te llamé a ti, a Maya y a Edgeworth para darles las noticias. Volví a intentarlo unos días después, pero no respondiste. Me imaginé que estabas ocupada con algún trabajo, así que lo dejé así... – explicó Phoenix.
Franziska agarró su látigo y golpeó el suelo cerca de Phoenix, haciendo que se encogiera. En el fondo, ella sabía que Phoenix decía la verdad y que probablemente ese mensaje se debió perder entre las docenas de correos de voz y mensajes de texto que recibía casi a diario. Sin embargo, era demasiado orgullosa para admitirlo.
– ¡¿Y no se te ocurrió volver a intentarlo en ningún momento después de eso?! – chilló Franziska, empuñando su látigo. – Si yo fuera tú, habría...
– ¡HEY! ¿ES QUE NO VEN QUE MI CLIENTE ESTÁ SUFRIENDO UN ATAQUE DE ANSIEDAD? ¡GUÁRDENSE SU RIÑA DE AMANTES PARA OTRA OCASIÓN! – los interrumpió Athena furiosamente, pillando tanto a Phoenix como a Franziska desprevenidos y silenciándolos. Luego que se callaron, Athena volvió con Hitohito para reconfortarlo, junto a su hermana y sus padres.
Los dos abogados intercambiaron miradas entre ellos luego de que Athena los regañó severamente. Se preguntaban si los gritos de ella no lo habrían desencadenado tanto como su propia discusión, pero decidieron no presionar en el asunto.
– ¿Qué tal si continuamos esta conversación en otro momento? – Phoenix se rascó tímidamente detrás de la cabeza.
– Eso sería lo mejor. – Franziska asintió estando de acuerdo.
Afortunadamente para los dos, la ansiedad de Hitohito no se vio severamente impactada por su concurso de gritos. Con la fuente de su angustia fuera y gente que se preocupaba por él rodeándolo, lentamente comenzó a calmarse. Su latido y respiración pronto fueron ralentizándose y estabilizándose, permitiéndole pensar de nuevo con claridad.
– Ya... ya estoy bien... – habló Hitohito, para alivio de su familia y equipo legal. Luego miró a Franziska, cuyo distintivo en la solapa de su abrigo captó su atención. – Ese distintivo... ¿usted también es una fiscal o algo así?
Una pequeña sonrisa se formó en los labios de Franziska. — Muy astuto. La mayoría de la gente fuera del mundo legal no reconocen el distintivo de un fiscal...
– Bueno, se parece mucho a los que usan la Srta. Cykes y el Sr. Wright, aunque el diseño es diferente, así que supuse que debía ser el distintivo de los fiscales. Aunque creo que usted es la primera fiscal que veo que lo lleva puesto... – señaló Hitohito.
– La mayoría de fiscales guardan sus distintivos en sus bolsillos. Ha sido la norma desde que mi padre popularizó la costumbre durante su época. – explicó Franziska.
– Asumo que no debe guardarle mucho cariño a su padre, si usted lleva puesto el suyo. – adivinó Hitohito.
– Tienes razón en parte. Papá fue un gran hombre, pero también tenía muchos defectos. Me siento agradecida por todo lo que me enseñó, pero no busco seguir sus pasos... – Franziska cerró los ojos pensativa y cruzó los brazos [Kometani: Aunque todavía sigues imitando algunos de sus gestos...] – Acabo de darme cuenta que he olvidado presentarme ante ti y tu abogada. ¡Soy Franziska von Karma, Fiscal Internacional!
– ¡Athena Cykes, abogada defensora! – dijo Athena mientras le ofrecía un apretón de manos, el cual Franziska aceptó de inmediato.
– Yo soy Hitohito Tadano. – Hitohito también le dio la mano a Franziska. – Gusto en... espere, ¿dijo "Fiscal Internacional"? ¿Como Interpol?
– Eso es correcto. – asintió Franziska. – Trabajo en conjunto con Interpol para resolver crímenes que ocurren a escala internacional, como contrabando, terrorismo y crímenes cibernéticos.
La mención de "crímenes cibernéticos" causó que Hitohito pusiera atención. – Me imagino entonces que usted debe estar aquí por el Sr. Honshoku...
(«Eso es muy bueno para estar sólo adivinando. ¿Este niño acaso es un psíquico o algo así?») se preguntó Franziska mientras alzaba una ceja.
– Perdón si la molesté. Me imaginé que usted debía estar interesada en alguien relacionado a mi juicio, y él es el mayor misterio de todos. – aclaró Hitohito al ver la expresión escéptica de Franziska.
– No hay ningún problema... – replicó Franziska. – Continuando... cualquier cosa que puedas decirme sobre el Sr. Honshoku o su paradero sería de ayuda para mi investigación.
– Para ser honesto, no sé nada sobre él... – Hitohito se rascó detrás de la cabeza pensativo. – Lo único que sé es que mi papá trabaja con él de vez en cuando...
– Ya veo... – Franziska asintió. («Interesante. Este podría ser mi boleto para encontrarlo...»)
Sus ojos se fijaron en Hitoshi. – Asumo que usted debe ser su padre, ¿verdad?
– ¡Sip! ¡Yo soy su padre, Hitoshi! – confirmó saludándola con la mano y sonriendo alegremente. – Trabajo con informática, igual que Itsuki, aunque a diferencia de él trabajo por contratos en lugar de asalariado. Ocasionalmente nos ayudamos con problemas que hemos tenido en nuestras carreras ocasionalmente, entre otras cosas.
– En tal caso, ¿qué sabe sobre el paradero de su colega? – Franziska cruzó los brazos.
– Bueno, como le dije a la policía, no he sabido nada de él desde hace más de una semana. De hecho, no lo he visto cara a cara desde el mes pasado... – empezó a explicar Hitoshi.
(«El mes pasado. Eso fue alrededor de cuando el Sr. Honshoku abandonó Yamai Holdings...») pensó Franziska.
– Recibí una llamada de él hace una semana, diciéndome que necesitaba mi ayuda con algo y que lo viera en su apartamento el día 26 de septiembre. En ese momento no pensé mucho en ello, pero al mismo tiempo, me llamaron para un trabajo importante esa misma noche, así que traté de devolverle la llamada para decirle que no podría ir, y no me respondió...
– Así que, igual que la policía, ¿usted tampoco tiene idea de dónde podría haber ido? – Franziska suspiró decepcionada. Empezó a golpear su dedo en su brazo impacientemente.
– No... espere, acabo de recordar que le dije a la policía que vi su auto a principio de esta semana. ¡Justo aquí! – Hitoshi sacó un trozo de papel con una dirección y se lo enseñó a Franziska.
– Interesante. ¿La policía encontró algo?
Hitoshi negó con la cabeza. – No. Lo único que encontraron fue que el hombre que atiende en la tienda de conveniencia Poppo cerca de allí dijo haber visto a un hombre de aspecto extraño con una capucha gris de la Universidad de Tokio venía con cierta regularidad durante la última semana, aunque cuando le enseñamos una foto de Itsuki, no pudo decir con seguridad si eran el mismo sujeto...
– Deme esa dirección... – Franziska extendió la mano.
– Por supuesto, ¿pero está segura de que podrá encontrar algo cuando la policía no pudo? – Hitoshi le entregó el trozo de papel para que lo tomara.
– Nunca subestime a un von Karma... – Franziska sonrió mientras cogía el papel y miraba la dirección. Aunque no conocía esa área en particular de la prefectura de Kanagawa, tenía confianza de que podría encontrar alguna pista allí en poco tiempo. Se debatía si debería quedarse para el resto del juicio o seguir esta dirección de inmediato cuando las puertas del lobby para acusados volvieron a abrirse.
– ¡Qué bien, todavía sigue aquí! ¡No llegamos demasiado tarde! – exclamó Najimi. Shouko, Trucy, Onemine y Otori venían acompañándole. Shouko sin perder tiempo corrió al lado de Hitohito para sentarse junto a él.
– ¡Trucy! ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Sucedió algo en la escuela? – preguntó Phoenix en tono preocupado.
– Bueno, es una larga historia, papá, pero Shouko y Najimi estaban viendo el juicio por transmisión en vivo y se preocuparon por él, ¡así que vinimos a verlo! – le dijo Trucy. Todavía no estaba preparada para contarle lo que le pasó a Apollo ya que no quería preocuparlo más y que perdiera la concentración durante el juicio. Además, por si las dudas, llamó a Apollo una vez que llegaron a la corte y pudo confirmar que ya se había duchado y llegó a salvo a la oficina, y que Kishi también se había reunido con él.
– Supongo que eso tiene sentido... – Phoenix se llevó la mano al mentón. Pudo sentir que había algo que Trucy no le estaba contando, y eso tampoco explicaba por qué Onemine y Otori también la estaban acompañando.
Trucy también consideró brevemente contarle lo que encontraron en la casa de Yamai. Aunque dudaba que algo de lo que su grupo logró encontrar le serviría para darle la vuelta al juicio, supuso que no haría ningún daño. Sin embargo, antes de que pudiera formular una explicación, oyó a Franziska llamarla por su nombre.
– ¡Trucy! ¿Eres tú?
Trucy la miró, y sus ojos se iluminaron al reconocer la voz de Franziska.
– ¡Tía Franzy! – exclamó emocionada mientras corría para rodearla con los brazos.
– ¡Trucy! ¡Ha pasado una eternidad desde la última vez que te vi! – respondió Franziska con calidez mientras le devolvía el abrazo. Phoenix tuvo una reacción mixta al verla. Aunque le la reunión le parecía muy dulce, pensó que no era justo que Trucy recibiera un abrazo cuando lo primero que él recibió fue una bofetada.
– ¡Chicos, les presento a mi tía Franzy! – Trucy se giró hacia sus amigos de la escuela.
– Su nombre es Franziska von Karma. Es una colega mía. – la corrigió Phoenix.
– ¡Holaaaa, tía Franzyyyyyy! – Otori la saludó con la mano felizmente.
– Kaede, es la tía Franzy de Trucy, no tuya. – la corrigió Onemine amablemente. – Y estoy segura que es sólo un apodo...
– Ohhh... – exclamó Otori pensativa antes de volver a su sonrisa alegre. – ¡Hola, tía Franzyyyyyy de Trucyyyyyyy!
– Está bien. Creo que ya entiendo lo que trata de decir... – dijo Franziska levantando una mano.
– Hmm, creo que he escuchado su nombre en algún lugar, pero no puedo imaginarme dónde... – murmuró Najimi entre dientes, y mirándola con intriga.
Hitohito se rascó la cabeza. – La llamaste "Tía Franzy", Trucy. ¿Son parientes o algo así?
– Oh, ¿eso? – Trucy negó con la cabeza. – Es sólo que la tía Franzy y papá solían salir juntos, así que...
– ¡Trucy, querida! ¡No deberías andar soltando libremente información privada como esa! – la regañó Franziska.
– Supongo que ese gato ya salió de la bolsa... – musitó Phoenix mientras se rascaba detrás de la cabeza. [Kometani: ¿Quién mete gatos en bolsas de todos modos? Los gatos odian las bolsas...]
– ¡No es posible! – Athena jadeó de shock. – ¡Sólo estaba bromeando cuando dije que su discusión de antes era una riña de amantes! No sabía que ustedes dos fueran pareja...
– Solíamos serlo, pero por desgracia, considerando la frecuencia con la que ella tenía que viajar por trabajo, no pudimos hacer que las cosas funcionaran. – explicó Phoenix. Tanto Hitohito como Athena detectaron un deje de tristeza en su voz.
– Pero aún siguen siendo amigos, ¿verdad? – preguntó Hitohito. Supuso que de lo contrario ella no habría estado tan ofendida por no haberle avisado de su restitución como abogado.
– ¡P-por supuesto que sí! – exclamó Phoenix nerviosamente. Luego miró a Franziska. – ¿Verdad?
– Más o menos. Aún lo considero un amigo, aunque sea un tonto de tontos. – explicó Franziska a Hitohito. [Kometani: En el fondo, ella lo considera uno de sus amigos más cercanos, aunque jamás lo admitirá ante nadie, pese a haberse ablandado con los años...]
Phoenix suspiró. («Algunas cosas jamás cambian...»)
Entretanto, Athena se encontró mirando a Franziska con un ligero rubor en el rostro. («Wow, la Srta. Von Karma es realmente hermosa. Puedo ver por qué el jefe salió con ella...»)
– ¡HUBBA, HUBBA! ¡QUÉ BELLEZA! – exclamó de repente Widget, sorprendiendo a todos y causando que Athena se pusiera roja como tomate.
– ¡WIDGET! ¡NO ES EL MOMENTO NI LUGAR! – Athena agarró con fuerza su collar. Al mirar abajo, se dio cuenta que la cara de Widget se había puesto rosa y tenía corazones en lugar de ojos.
– ¡Pffft, jajajajaja! – Najimi se agarró el pecho y estalló en carcajadas. – ¡Parece que alguien está un poco enamorada de la Srta. Franzyyyyy!
– ¡Mejor que Polly no se entere, o se podría poner celoso! – agregó Trucy.
– ¡NO ESTÁN AYUDANDO, USTEDES DOS! – les gritó Athena al par de estudiantes. Luego se giró hacia Franziska, que simplemente cruzó los brazos con los ojos cerrados, con una pequeña sonrisa. – P-perdón por eso, Srta. Von Karma. No quise ofenderla. Widget a veces suelta lo que estoy pensando, y ahora que me escucho a mí misma diciéndolo, me doy cuenta que me hace ver aún peor. Si quiere sólo deme un golpe ahora y con eso quedamos a mano...
– Es curioso, no eres la primera persona que me dice eso. O más bien, tu collar. Normalmente, te daría un latigazo por ese comentario, pero creo que la vergüenza que estás sintiendo en este momento ya es castigo suficiente. Dicho eso, yo consideraría que arregles ese dispositivo tuyo. No todos serán tan piadosos como yo. – replicó Franziska. La ligera sonrisa en su rostro traicionaba el hecho de que, en secreto, todo el intercambio le pareció bastante gracioso.
– Ahh, s-síiii. Por supuesto. ¡Mil disculpas por faltarle al respeto! – Athena se empezó a jalar el cabello tímidamente. («Bien hecho, Athena. Ahora la exnovia de tu jefe piensa que eres una pervertida asquerosa, pero es demasiado educada para decirlo. Por favor, que alguien me mate...»)
Por suerte para ella, Hitohito percibió su vergüenza e inmediatamente decidió cambiar el tema.
– C-como sea, en este momento... me alegra que ustedes estén aquí, aunque me sorprende que tú y Kaede hayan regresado, Nene. Creí que ya las habían enviado a casa.
– Bueno, lo hicieron, pero nos encontramos con Shouko y el resto, ¡y decidimos venir a verte también! – explicó Onemine.
Los ojos de Hitohito se ensancharon de sorpresa. – ¿Volvieron para verme?
Onemine asintió con una sonrisa. – ¡Por supuesto! Me di cuenta que estabas muy ansioso durante el juicio, y pensé en volver a verte cuando llevara a Kaede a casa, pero cuando nos topamos con el grupo de Shouko, a Kaede se le ocurrió la idea de que fuéramos todos juntos a verte, ¡así que aquí estamos!
– Yo... no sé qué decir... – replicó Hitohito, bajando la mirada mientras una lágrima le rodaba por la mejilla. Durante los últimos meses, pensó que estaba totalmente solo y que a nadie le importaría si algo le sucedía. Había intentado soportarlo razonando que, mientras todos los demás estuvieran felices, él también lo estaría.
Sin embargo, nunca se esperó que otros vendrían para estar allí para él. En este punto, se había vuelto muy adepto en leer las intenciones de otras personas, así que podía darse cuenta que ninguno de ellos tenía motivos ulteriores: todos habían vuelto porque querían ayudarlo. Aún tenía problemas para creer esto, pero en el fondo, sentía alivio y felicidad de saber que no estaba solo.
Luego miró el peluche de gato que tenía en las manos. Le hizo recordar las últimas palabras en la carta de Shouko para él.
Sin embargo, si lo peor llega a pasar, quiero que sepas que haberte conocido y convertirme en tu amiga fue lo mejor que me ha pasado en la vida, y que sin importar lo que suceda, siempre habrá un lugar muy especial en mi corazón sólo para ti.
Mientras pensaba en la carta, pudo sentir que Shouko le escribía algo en su libreta.
[¿Te gustó mi regalo, Hitohito?]
– ¡Por supuesto que sí! ¡Era justo lo que necesitaba para subirme los ánimos! – Hitohito asintió con una sonrisa mientras la miraba de frente.
*Pomph*
La gratitud de Hitohito hizo que Shouko se emocionara, causando que sacara sus orejas de gato. Hitohito no pudo evitar reírse un poco; se veía casi idéntica al peluche que le dio.
Franziska levantó una ceja con confusión. («¿Me estoy imaginando cosas, o esa chica acaba de... brotar unas orejas de gato?»)
– Eso le pasa cuando se emociona... – le susurró Phoenix a la oreja.
Franziska lo miró en shock. Se preguntaba si él también podía verlas, o simplemente lo dijo para incomodarla. Maldijo algo entre dientes, lamentando que casi todos en esta sala parecían tener poderes psíquicos excepto ella.
Hitohito entretanto, desvió la mirada hacia un lado con tristeza. – Creo que debo disculparme contigo, Shouko...
Shouko ladeó su cabeza confundida, mientras abría otra página para escribir.
[¿Por qué dices eso?]
– Bueno... durante el juicio, creí que me odiabas... por las cosas que me dijo Yamai cuando no pudiste venir a verme anoche. Habría pasado el resto de mi vida en la cárcel, preguntándome qué hice para molestarte. Sólo fue cuando la Srta. Cykes me dio tu regalo que me di cuenta de lo equivocado que estaba. Fue un alivio saber que me equivocaba, pero también me avergüenzo de haberle creído a Yamai sus palabras tan fácilmente y haber dudado de ti. Si fuera un mejor amigo, jamás habría siquiera considerado esa noción. – Hitohito bajó la mirada, avergonzado. – Espero que puedas perdonarme...
[No tienes nada por qué disculparte. Eres mi amigo más importante, yo jamás podría odiar a alguien tan maravilloso como tú.]
Hitohito parpadeó al ver las palabras que Shouko había escrito en su libreta luego de explicarle lo que le pasó. La reafirmación de su cariño por él le llegó al corazón, pero al mismo tiempo reforzaba su culpa. Ella tenía razón: ella nunca podría odiarlo, y él era un tonto por siquiera haberlo considerado.
Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando Najimi le puso una mano firmemente en el hombro.
– Ya lo ves, ¡no hiciste nada malo! ¡Todos estamos aquí para ti! – le dijo Najimi. – ¡Yo, Shouko, Nene, Kaede, tu familia, todos!
– ¡No te olvides de mí, mi papá, y Athena! – Trucy apretó sus puños. – ¡Y también la tía Franzy!
Franziska parpadeó. Trucy la miró confusa. – Tú también estás de su lado, ¿verdad?
– Yo... esa es una pregunta difícil de responder... – Franziska bajó la mirada.
– ¿Qué quieres decir? – se preguntó Trucy.
– Cómo les digo esto... – Franziska se puso a pensar. A decir verdad, ella simpatizaba con el joven Tadano y su situación. Sin embargo, también sabía que Blackquill estaba jugando un juego peligroso al procesar a alguien con quien tenía una conexión familiar y que buscaba que lo declararan inocente. Si ella quería mantener su promesa para asegurar que exoneraran al joven Tadano, sabía que había una gran posibilidad de que tuviera que tomar el lugar de Blackquill como fiscal a cargo si llegaban a removerlo del caso.
Ella no quería hacerle a Trucy y a sus amigos una promesa que no podía cumplir, aunque lo estuviese haciendo desde el banquillo del fiscal.
– Lo entiendo, usted cree que podría entrar en conflicto con sus deberes como fiscal. – intervino Hitohito.
– M-más o menos, sí. Aprecio tu comprensión. Puedo simpatizar con tu situación, pero como fiscal, no puedo prometerles mi ayuda... – Franziska cruzó los brazos y negó con la cabeza. («OK, este niño tiene que ser algún tipo de psíquico o algo así. ¿De dónde sigue sacando Phoenix Wright a esta gente con poderes sobrenaturales?»)
– ¡El juicio está a punto de reanudarse! ¡Acusado! ¡Equipo de la defensa! ¡Por favor síganme de vuelta a la sala de justicia!
Athena miró a la entrada del lobby, y vio a otro alguacil joven, que parecía tener una edad cercana a la suya, listo para escoltarlos. Otros dos miembros del personal de la corte vinieron para ayudar al alguacil Hosonaga poniéndolo en una camilla para sacarlo de la sala.
Trucy negó con su cabeza. Tendría que esperar a que el juicio volviera a pausarse antes de darle el reporte de lo que había pasado al grupo.
(«Supongo que ya es hora. No tengo idea de cómo lo voy a hacer, ¡pero voy a exponer a Yamai y a Asano por lo que son!») pensó Athena con una mirada de determinación en el rostro. El pensar en Yamai también le provocó que mirara hacia Hitohito. Tal como pensaba, ya estaba empezando a hiperventilar.
– ¿Seguro que estarás bien? – le preguntó Athena en tono preocupado.
– P-por supuesto. ¡Estaré bien! – replicó Hitohito. Sin embargo, la excesiva cantidad de miedo que Athena oyó en el corazón de Hitohito delataba que estaba cualquier cosa menos bien. Estaba a punto de estar en la misma habitación cerca de Yamai, y no habría forma de saber qué podría hacerle ella.
– No lo creo. Deberías quedarte aquí... – Athena le puso una mano sobre el hombro para reconfortarlo. Luego se giró hacia el alguacil. – Disculpe, mi cliente no se siente muy bien ahora. ¿Le parece bien si se queda aquí?
El alguacil negó con la cabeza. – A mí me parece que está bien. Así que debe estar presente en el juicio.
– ¿A eso le llama estar bien? – Athena señaló a Hitohito, que se estaba agarrando el pecho y respirando agitadamente. Su hermana intentaba calmarlo en vano. – ¡¿Es que no ve que está en medio de un ataque de pánico?! ¡Podría colapsar en cualquier segundo! ¿Por qué no puede dejarle quedarse aquí para descansar?
El alguacil se cruzó de brazos. – Bueno, tal vez el acusado debió pensar en eso antes de cometer un crimen, ¿eh? – replicó en tono sarcástico.
Esto inmediatamente enfureció a Athena.
– ¡¿Qué dijiste, rata asquerosa?! ¡Ahora escúchame bien! – le gruñó mientras caminaba hacia él con un puño listo para golpearlo. – ¡O te retractas de lo que acabas de decir y dejas que mi cliente se quede aquí, o te voy a patear el trasero, hijo de p—!
*¡WH-CRACK!*
Un látigo golpeó el suelo cerca de Athena, deteniendo su avance. Ella se echó atrás del shock y soltó un gritillo.
– ¡Contrólate en este instante, Srta. Athena Cykes! ¡No le harás ningún bien a tu cliente encerrada en una celda! – la regañó Franziska tajantemente mientras blandía su látigo. Athena asintió nerviosamente y retrocedió. Franziska luego se aproximó al joven alguacil. – El acusado tiene mi permiso para quedarse aquí por el momento durante el juicio.
– ¿Quién es usted, y por qué debería escucharla, señora? – preguntó el alguacil desafiantemente.
– ¡Mi nombre es Franziska von Karma, y deberías escucharme porque tu empleo depende de ello! – respondió en tono amenazante, con el látigo listo.
A pesar del arma que tenía en sus manos, el joven alguacil no retrocedió ni un poco. Phoenix suspiró, sabiendo lo que vendría a continuación.
– Bueno, Sra. Franziska von Karma, no recuerdo haber visto su nombre en ninguno de mis cheques, así que puede guardarse la mierda de "revisión de salario"... – dijo con una mueca de desdén. – Si el acusado y el equipo de la defensa no vuelven conmigo en cinco segundos, todos ustedes serán...
*¡WH-CRACK!*
– ¡Eep! – gritó el alguacil joven cuando el látigo de Franziska lo golpeó.
– Quizás debas reconsiderar esa actitud tuya, jovencito... – Franziska tensó el látigo de nuevo. – ¿O prefieres que te dé otro latigazo?
– ¡Por supuesto que no! Mil disculpas. ¡El acusado puede quedarse aquí! ¡E-equipo de la defensa, por favor síganme de vuelta a la sala! – solicitó el joven alguacil en tono humilde.
(«No voy a mentir, es algo refrescante ver a Franziska abusar de su poder a nuestro favor para variar. Además, sigue viéndose linda cuando está enojada...») pensó Phoenix.
– ¡Gracias, Srta. Von Karma! – le agradeció Athena.
– Si quieres agradecerme, controla tu temperamento y concéntrate en el bienestar de tu cliente... – replicó Franziska en tono serio.
– Uhh, ¡s-sí, por supuesto! – Athena se rascó detrás de la cabeza algo nerviosa. – ¿Estarás bien aquí por tu cuenta, Hitohito?
– ¡Estaré bien! – replicó Hitohito. Ya estaba empezando a calmarse ahora que no tendría que pararse en la misma sala que Yamai por quién sabría cuánto tiempo. – No te preocupes, no estaré solo. ¡Tengo a Shouko, Najimi, a mi familia y las otras!
– Qué bueno. Volveremos pronto. Auf Wiedersehen! – Athena se despidió de su cliente con la mano antes de girarse hacia Phoenix y hacerle una señal para que la siguiera. – ¡Vamos, jefe, andando! Schnell!
– ¡Muy bien! ¡De acuerdo! – replicó Phoenix.
– Asegúrate de no perder, Sr. Phoenix Wright. Ahora que recuperaste tu distintivo, ¡la única que tiene permitido vencerte en la corte soy yo! – les dijo Franziska antes de que abandonaran la sala.
– ¡Err, claro! – replicó Phoenix. («No tienes que preocuparte por eso. En esta ocasión sólo soy un asistente...»)
Los dos abogados salieron hacia el corredor cerrando las puertas tras de sí. Athena miró hacia el frente. Le alegraba que Hitohito no tuviera que soportar la presencia de Yamai en la sala de justicia, pero ahora era ella misma la que sentía mariposas en su estómago. Sabía muy bien que Yamai se sacaría cualquier truco posible de la manga para hacer ver a Hitohito como el culpable, pero el que más le preocupaba especialmente era Asano.
Aunque parecía obedecer a Yamai, algo en Athena le decía que Asano tenía su propia agenda, especialmente con la forma en que intentó reclutar a su jefe. No sólo eso, sino que antes, pudo percibir que le guardaba una gran animosidad a Blackquill a pesar de que supuestamente tenían las mismas metas y apenas se habían conocido un par de días atrás. Ella teorizaba que no habría manera en que pudiera formarse esa clase de rencor en un tiempo tan corto, y que tal vez ya se habrían cruzado en el pasado.
No sólo eso, sino que no estaba más cerca de determinar el paradero de Itsuki Honshoku o de averiguar sobre el caso en el que Blackquill estaba trabajando antes. Suspiró para sí misma. Aunque quería desvelar esos misterios, sabía que primero tenía que concentrarse en lo que tenía en frente. Podía ver que los procedimientos estaban a punto de llegar a su fin por hoy, y el resultado de su interrogación determinaría el destino de Hitohito: ¿podría ella ganar la libertad del chico, o sería escoltado fuera de la sala en cadenas como un criminal sentenciado?
(«Tengo que romper las mentiras de Yamai y Asano. ¡Perder NO es una opción!»)
Esta historia continuará...
Acta del Juicio (Athena)
(* - indica nuevo o actualizado)
Perfiles:
Apollo Justice (Edad: 23): Un abogado que ha estado en la agencia desde antes que yo me uniera. Tiene una habilidad increíble para detectar mentiras a través del lenguaje corporal de la gente.
Trucy Wright (Edad: 16): La querida hija del Sr. Wright. Una aspirante a maga profesional que también es estudiante en la preparatoria Itan.
Hitohito Tadano (Edad: 15): Mi cliente. Un joven amable que está sufriendo de TEPT por culpa de las acciones de Yamai.
Phoenix Wright (Edad: 34): Abogado propietario de la agencia. Le debo mucho por darme la oportunidad de convertirme en una abogada consumada.
Shouko Komi: (Edad: 15): Amiga cercana de Hitohito y su compañera de clase. Es una chica hermosa que tiene problemas para comunicarse.
Najimi Osana (Edad: 15): Estudiante de Itan que siempre tiene mucha energía, y aparentemente tanto Hitohito como Trucy son sus amigos de la infancia. Su verdadero género es un misterio.
Ren Yamai (Edad: 15): No sólo ha secuestrado y acosado a mi cliente durante meses, sino que también lo atacó con un cuchillo. ¡Debo detenerla a toda costa!
Nene Onemine (Edad: 16): Una estudiante que se preocupa por los demás como una hermana mayor. Es muy amable y protectora especialmente con su compañera Kaede Otori.
Kaede Otori (Edad: 16): Una estudiante que parece siempre ser muy lenta y distraída. Le devolvió a Hitohito su teléfono perdido el día del incidente.
Bobby Fulbright (Edad: 33): El enérgico detective a cargo de este caso. A veces me hace preguntarme qué significa realmente la justicia.
Sakura Gorimi (Edad: 17): Una estudiante de segundo año, y la bibliotecaria principal. Aún puedo sentir el golpe que me dio en la cabeza con su abanico mortal.
* Omoharu Nakanaka (Edad: 15): Una estudiante con síndrome de adolescencia que se hace llamar la Archimaga "Mei Karuma Van Zieks". Intentó usar la sangre de Yamai para incriminar a Hitohito.
Simon Blackquill (Edad: 28): Un fiscal y prisionero condenado a muerte. Posiblemente haya sido el fiscal de otro caso que ocurrió en Itan antes de ser arrestado.
Kozue Taida (Edad: 49): Profesora de la clase de Hitohito y Shouko. Es muy holgazana y le encanta aprovecharse de Hitohito para que él haga su trabajo en su lugar.
Itsuki Honshoku (Edad: 33): El experto en informática residente en Itan. Accedió a los archivos de la biblioteca el día del incidente.
Masatomo Yamai (Edad: 61): El padre de Ren Yamai (en teoría) y presidente de Yamai Holdings. Un hombre de negocios muy exitoso, pero también un fracaso como padre.
* Junichi Asano (Edad: 25): La mano derecha de Masatomo Yamai. Intentó hacer un trato con el Sr. Wright para que se dejara perder el juicio.
Hitomi Tadano (Edad: 14): Hermana menor de Hitohito, y totalmente opuesta a él en personalidad. Puede ser un poco impulsiva, pero quiere mucho a su hermano y se preocupa por él.
Dick Gumshoe (Edad: 40): Un detective de la división de homicidios con quien el Sr. Wright solía cruzarse a menudo. Aunque le falta inteligencia, lo compensa con su lealtad y corazón.
Hitoshi Tadano (Edad: 46): El padre de Hitohito. Se suponía que se encontraría con el Sr. Honshoku el día que ocurrió el incidente.
Jeanne Tadano (Edad: 43): La madre de Hitohito. Solía ser una vieja amiga del Fiscal Blackquill.
Takara Yamai (Fallecida): La hermana mayor de Ren Yamai, que fue asesinada en la Preparatoria Itan hace siete años.
Carl Pritt (Fallecido): Un antiguo custodio que trabajó en la Preparatoria Itan que fue sujeto de rumores muy perturbadores. Fue condenado por el asesinato de Takara Yamai.
Verity Gavèlle (Edad: 34): La jueza que preside este juicio, una mujer educada pero de carácter severo. Parece conocer bien al Fiscal Blackquill.
Kenshin Hosonaga (Edad: 70): Un alguacil de edad avanzada en la corte que perdió a su hijo hace décadas. Simpatiza con la situación de Hitohito y no quiere que termine yendo por el mismo camino que su hijo.
Lucretia Augustus (Edad: 37): Una detective rubia conocida por su corrupción. Fue contratada por Yamai para coaccionar a Hitohito para que hiciera una confesión falsa.
Brutus Augustus (Edad: 35): Un detective enorme y fornido, y hermano de Lucretia. Fue contratado por Yamai para coaccionar a Hitohito para que hiciera una confesión falsa.
* Franziska von Karma (Edad: 27): Una fiscal internacional de renombre que está buscando a Honshoku. Ella y el Sr. Wright solían ser pareja.
Evidencia:
Distintivo de abogada: Mi nuevo y brillante distintivo. Lo perdí brevemente, pero Hitohito me ayudó a encontrarlo.
Puertas hacia los Archivos de la Biblioteca: Estas puertas supuestamente requieren una identificación del personal para poder entrar. Sin embargo, un fallo en el sensor también permite que las identificaciones de estudiantes las abran.
Diagrama del sótano: Un diagrama del sótano, que muestra los archivos de la biblioteca y la sala de servidores. El pasillo del sótano y la sala de servidores estaban cerrados durante el crimen.
Reporte médico de Yamai: Un reporte médico de la Clínica Hickfield para Ren Yamai. Según el reporte, fue golpeada dos veces con un objeto contundente y tiene un corte en su dedo índice derecho.
Reloj antiguo: Un reloj antiguo operado con baterías usado en la agresión, cubierto con la sangre de Yamai y las huellas digitales de Hitohito. Actualmente no tiene baterías en su interior.
Escritura en sangre: Un mensaje garabateado con sangre que va hacia la mano derecha de Yamai que lee "Tadano". Nakanaka utilizó la mano derecha de Yamai para escribirlo.
Llave de la Sala de Servidores: La llave que abre las puertas de la sala de servidores desde los archivos de la biblioteca. Lleva una semana desaparecida.
Termostato: El dispositivo que regula la temperatura entre los archivos de la biblioteca y la sala de servidores. Fue ajustado durante la hora del crimen, pero no se encontraron huellas digitales en él.
Computadora de los Archivos de la Biblioteca: Una computadora en los archivos de la biblioteca a la que Hitohito accedió por razones desconocidas. Se encontraron huellas digitales de Hitohito, Yamai, y un individuo desconocido en el teclado y el ratón.
* Historial de inicio de sesión: El día del crimen, Itsuki Honshoku accedió a la computadora a las 9:15 AM y la utilizó hasta la 1:15 PM, cuando Hitohito Tadano usó las credenciales de su profesora para iniciar sesión. La computadora cerró sesión manualmente a las 3:00 PM.
Huellas en el escritorio: Huellas de manos encontradas en el escritorio de la computadora. Análisis indica que pertenecen a Ren Yamai.
Abanico de papel: Un abanico de papel roto que se encontró en una papelera, afuera de un aula del segundo piso. Gorimi lo utilizó para atacar a Najimi la tarde del incidente.
Mancha de sangre borrada: Una mancha de sangre revelada con prueba de luminol en el piso junto al escritorio de la computadora. La sangre pertenece a Ren Yamai.
Teléfono de Hitoshi: El historial de llamadas muestra que intentó contactar a Itsuki Honshoku a las 3:15 PM el día del incidente. Sin embargo, no recibió respuesta y terminó dejando un mensaje de voz.
Artículo de Periódico: Artículo del Kanagawa Times que detalla el asesinato de Takara Yamai en la Preparatoria Itan hace siete años. Según el artículo, la persona responsable fue el custodio de la escuela Carl Pritt.
Regalo de Shouko: Un regalo que Shouko hizo para Hitohito. Tiene una tarjeta adjunta con su nombre en ella.
Diagnostico de TEPT: Un diagnóstico provisional escrito, firmado por el Dr. Koizumi que declara que Hitohito Tadano sufre de trastorno de estrés postraumático.
Palillos de metal: Un par de palillos de metal afilados que Yamai usó para amenazar a Hitohito. Un análisis de ADN reveló que la sangre de Yamai está en la punta.
Llave de la biblioteca: La llave que abre las puertas de la biblioteca. Aparte de la administración de la escuela y el custodio, Gorimi y Honshoku poseen una copia cada uno.
Teléfono inteligente de Yamai: Yamai usó este teléfono inteligente para enviarle un mensaje de texto a Nakanaka pidiendo ayuda en la biblioteca.
Teléfono inteligente misterioso: Un teléfono inteligente que pertenece a un individuo desconocido a quien Otori confundió con Hitohito. Supuestamente tiene una foto de Shouko Komi en su pantalla de inicio.
Foto sospechosa: Una foto borrosa de un estudiante de aspecto sospechoso subiéndose a un auto negro que Onemine tomó con su teléfono. Fue tomada a las 3:05 PM el día del incidente.
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