Capítulo 24: La calma antes de la tormenta, Parte 1
28 de septiembre, 1:00 PM
Corte del Distrito – Cámara del juez
(«¡No! ¡No puedo creer que tenga que volver a revivir esta pesadilla!»)
La Jueza Gavèlle miró furtivamente por encima de su hombro mientras entraba en la cámara del juez.
Luego de cerrar la puerta y ponerle el seguro detrás de ella, el mundo a su alrededor empezó a sentirse borroso. Las rodillas le temblaban mientras caminaba por la habitación, esperando llegar al escritorio antes que sus piernas cedieran. Una vez que llegó a él, se agarró de él para guiarse a sí misma hacia su asiento.
Una vez que la Jueza Gavèlle se sentó, sacó los contenidos del sobre que le entregaron. Uno de ellos era una foto de su hijo de 21 años, Shaun Fenn, atado, amordazado y vendado frente a un fondo sin nada. Había una luz brillante iluminándolo, y por lo que se podía ver en la pared del fondo, debía estar en una especie de almacén, pero ella no tenía ni la menor idea de dónde. Lo más perturbador de todo para la Jueza Gavèlle sobre la foto fue la manera tan provocadora en la que sus captores lo habían atado.
Dejó la foto boca abajo. Entre más lo miraba, más ganas tenía de vomitar. Luego cogió la nota que vino junto con la foto y volvió a leerla.
Testigos especiales tomarán el estrado.
Llame a un receso y espere instrucciones si desea volver a ver a su hijo...
La parte de "esperar instrucciones" era lo que más preocupaba a la Jueza Gavèlle. Ya había hecho lo que dijo la nota llamando a un receso y anunciando que nuevos testigos tomarían el estrado. Sin embargo, eso dejaba la pregunta de quiénes eran los testigos, y cómo iba a recibir dichas instrucciones.
*Du-du-dun, Du-du-dun, Du-du-dun, Du-du-dun*
La Jueza Gavèlle recibió su respuesta al escuchar el tono familiar de Taurusaurus repicando en su teléfono. El tono ominoso se sentía apropiado mientras metía sus manos temblorosas y llenas de sudor entre su bolsillo para sacar el teléfono. Miró la pantalla para ver quién llamaba.
Número desconocido
No había duda en su mente que debía ser el secuestrador, y que así era como iba a darle sus "instrucciones". Respiró profundamente y se armó de valor para presionar el botón para aceptar la llamada.
– ¿Quién habla? ¿Qué le ha hecho a mi hijo? – gritó la Jueza Gavèlle en el teléfono.
< ...Vaya, vaya, Su Señoría. Ni siquiera me he presentado y usted ya está tomando un tono hostil... > La voz del teléfono estaba claramente pasando por un filtro obscureciendo la identidad del que llamaba.
– ¡Sé muy bien quién es usted! ¡Sé que secuestró a mi hijo! ¡Más le vale que lo suelte, o de lo contrario, lo encontraré y me aseguraré que sienta toda la ira de la Diosa de la Ley!
< ... Usted no se encuentra en posición de hacer amenazas, Jueza Verity Gavèlle. Sólo tengo que decir una palabra, y mis subordinados matarán a su precioso muchacho, así que le sugiero que cambie de actitud. O de lo contrario, la única forma en que volverá a ver a su hijo será "por partes"... >
La amenaza del secuestrador inmediatamente silenció a la Jueza Gavèlle, convirtiendo su furia en ansiedad. Las memorias del anterior secuestro de su hijo vinieron fluyendo de vuelta al darse cuenta que estaba otra vez a merced de un demente misterioso que sin duda querría influenciar el juicio a su favor. Sólo que esta vez, por desgracia, Miles Edgeworth no estaba aquí para salvarla.
< ...¿Asumo por su silencio que ya está lista para escuchar? >
– Uhh... a-ja... – La Jueza Gavèlle hablaba entre lágrimas y respiración agitada.
< Muy bien. Empecemos de nuevo entonces. Puede referirse a mí como "Sr. Smith". A estas alturas, asumo que ha recibido mi paquete y seguido mis instrucciones... >
– L-lo he hecho...
< Y ahora mismo está sola, ¿correcto? Porque si no lo está, las cosas podrían ponerse... problemáticas para su querido muchacho... >
– Me encuentro sola. Se lo juro... – dijo suplicando.
< Por su bien, espero que esté diciendo la verdad. Ahora bien, probablemente ya haya deducido por qué he secuestrado a su hijo... >
– U-u-usted quiere utilizarme para forzar el veredicto que desea en el juicio de Hitohito Tadano, ¿correcto?
< De mente aguda como siempre. De nuevo, es lo que cabría esperar de alguien cuyo hijo fue secuestrado por la misma razón hace tantos años... >
La Jueza Gavèlle ahogó un grito. ¿Cómo podía este sujeto saber de eso?
< Me gusta mantenerme informado de la gente con quien trabajo, y sinceramente me disculpo por reabrirle esa vieja herida. Sin embargo, los negocios son negocios, y ahora mismo, él es una ficha de intercambio valiosa para obtener lo que deseo... >
– ¡H-haré lo que usted quiera! ¡Sólo dígame cuál veredicto desea!
< Pues claro, uno de culpabilidad, por supuesto, pero no es todo lo que quiero. Verá usted, la existencia del Sr. Tadano es... problemática para mí y la gente a quien represento. Por lo tanto, aparte del veredicto de culpabilidad, quiero que me dé una solución más... permanente a mi problema con Hitohito Tadano... >
– Espere... no querrá decir... – La Jueza Gavèlle dudó por un momento. – Usted quiere que yo... que haga que lo... ¿ejecuten?
< Vaya, vaya. Qué sugerencia tan interesante. Eso sin duda sería una solución permanente... >
– ¡No! ¡No puede hacer eso! ¡No lo voy a hacer! ¡Un veredicto de culpabilidad es una cosa, pero no hay forma de que le dé la pena capital a alguien que posiblemente sea inocente!
< ...¿"Posiblemente sea inocente", Su Señoría? Usted no suena muy segura de la inocencia del Sr. Tadano. No importa. Si quiere que le devuelva a Shaun Fenn, Hitohito Tadano deberá morir. Eso es todo lo que hay. >
– De acuerdo, pero seguramente, un veredicto de culpabilidad con cadena perpetua sería suficiente, ¿verdad? – suplicó la Jueza Gavèlle con ansiedad. – Quiero decir, eso también sería una solución permanente, ¿o no?
< Eso depende. ¿Quiere que le devuelva sólo la mitad de su hijo? >
– ¿Q-qué quiere decir con "la mitad de mi hijo"?
< Creo que usted sabe muy bien lo que estoy implicando... >
– ¡No! No puede...
< ¡Entonces no deje el trabajo hecho a medias! >
– ¿Pero cómo podría justificar una sentencia de muerte para alguien que sólo es acusado por agresión? – preguntó la Jueza Gavèlle confusa.
< El cómo usted justifica sus acciones frente al resto de la corte depende de usted. Sin embargo, esta es la única forma en que volverá a ver a su hijo de nuevo. >
– P-pero seguramente...
< También quiero decirle que más le vale que trate a mis testigos especiales con todo el respeto que se merecen y siga todas sus instrucciones. Estaré observando los procedimientos, y si no estoy feliz con lo que veo, entonces su hijo perderá algunas partes de su cuerpo como castigo. Mantenga eso en mente si me desobedece o le demuestra alguna compasión al acusado. >
– H-haré lo que me dice. Sólo prométame que me devolverá a...
< Y también, si me entero que usted le dijo una sola palabra a la policía, el Sr. Fenn perderá todas las partes de su cuerpo... >
– ¡N-n-no voy a decir nada, se lo prometo! ¡Sólo no le haga daño a Shaun, por favor! – suplicó la Jueza Gavèlle mientras respiraba agitada.
< Espero que mantenga su palabra. También quiero informarle de una cosa más: tal como los juicios criminales tienen un límite de tres días, ese límite también se aplicará a su muchacho. Tendrá tres días para asegurarse que Hitohito Tadano sea ejecutado, o de lo contrario será su hijo quien muera. >
– ¡Por favor, se lo ruego, no haga esto! – suplicó la Judge Gavèlle entre lágrimas al teléfono.
< ¿Shaun Fenn o Hitohito Tadano? Usted tendrá que elegir quién vive y quién muere. Sólo uno de ellos sobrevivirá a los próximos tres días. Me despido por ahora, Su Señoría... >
*Click*
La Jueza Gavèlle sintió como si las paredes de su oficina se cerraran sobre ella en cuanto la llamada terminó abruptamente. Las últimas palabras del secuestrador hacían eco repetidamente en su mente, destrozándole el alma.
– "¿Shaun Fenn o Hitohito Tadano? Usted tendrá que elegir quién vive y quién muere."
Antes de este momento, su juicio sobre el joven estudiante podría haber ido a cualquier lado, pero ahora, estaba absolutamente segura de que era inocente. ¿Por qué si no ese sujeto iba a recurrir a chantajearla para forzar un veredicto de culpabilidad? Recordó la última vez que su hijo fue secuestrado, cuando se vio casi forzada a dar un veredicto falso, y que esta vez, no debería ceder tan fácilmente a las demandas del secuestrador. Su deber como jueza era dar un veredicto imparcial y justo.
Sin embargo, como madre, no podía abandonar a Shaun a su destino. Incluso con la foto boca abajo, la imagen de su hijo cautivo todavía ardía en su mente, y entre más permanecía allí sentada y tratando de perseverar, más sentía que su deseo de dar un juicio justo se desvanecía en favor de hacer lo que fuera por recuperar a su hijo.
(«Hitohito Tadano es culpable...»)
Se repitió ese mantra en su mente una y otra vez. Era la única forma en la que podía soportar la idea de sacrificar al joven Tadano para salvar a Shaun. Era la única forma en que podría abandonar la oficina y encarar al resto de la sala de justicia.
(«Hitohito Tadano es culpable...»)
Entre más lo repetía, más se lo creía. Después de todo, sus huellas estaban sobre el arma agresora, y no tenía una coartada para sus movimientos. No sólo eso, sino que tenía un motivo, considerando el comportamiento antagónico de Yamai hacia él.
(«Hitohito Tadano es culpable...»)
Rápidamente echó fuera ese pensamiento de su mente. Ese motivo sólo le inspiraba más simpatía hacia Tadano, lo que le hacía más difícil justificarle una sentencia de muerte. Para poder manejar lo que estaba a punto de hacer, necesitaba deshumanizarlo. Necesitaba verlo sin ninguna simpatía ni remordimiento como fuera posible en sus acciones, para justificar hasta la última gota de odio que dirigiera hacia él.
(«Hitohito Tadano es culpable...»)
No había otra forma. Las órdenes del secuestrador eran claras. Hitohito Tadano tenía que morir para que Shaun Fenn viviera. No sabía si el misterioso sujeto que le llamó mantendría su palabra, pero ella sabía que incluso la más ínfima oportunidad de verlo con vida era mejor que ninguna. Cuando llegara la hora de volver a la corte, ella estaría lista.
(«Hitohito Tadano es culpable...»)
28 de septiembre, 1:47 PM
Corte del Distrito – Lobby para fiscales No. 3
Dos alguaciles iban escoltando a Blackquill y Nakanaka al lobby de fiscales.
Nakanaka iba jugueteando con sus dedos mientras seguía nerviosamente a Blackquill hacia su destino compartido. Se sentía humillada por su derrota a manos de Athena, no sólo porque expuso sus mentiras, sino también su ropa interior.
(«Todo es por culpa de esa Reina de Amarillo. Podría haberme salido con la mía en ese engaño si no hubiera sido tan persistente. Ahora soy una sospechosa de todos modos, aún después que Yamai me prometió que no lo sería ...»)
– ¡Espero que tengas una buena explicación para lo que acaba de pasar allí dentro! – gruñó Blackquill, sacando a Nakanaka de sus pensamientos.
– ¡Fue algo que leí sobre fiscales británicos, algo que hacían en los días antiguos cuando estaban molestos! – respondió Nakanaka, para frustración creciente de Blackquill. – Es sólo que no me di cuenta que como llevaba una falda yo...
– Eso no, niña tonta. ¡No me interesan tus rituales bizarros con tus piernas o tu pobre conocimiento sobre el sistema judicial británico! – interrumpió Blackquill. – ¡Quise decir toda esa constante sarta de mentiras que dijiste! ¿Te das cuenta en el problema en que estás metida por eso?
Nakanaka retrocedió sorprendida. – P-pero, Samurai Sombrío, yo...
– ¡Nada de "Samurai Sombrío"! ¿Tienes idea de todo el tiempo que me has hecho perder por culpa de tu insistencia de que viste el momento en que Tadano cometió el crimen? – Blackquill la fulminaba furioso con la mirada. – Y ahora la defensa te tiene en la mira como una sospechosa, por culpa de tus delirios...
Unos momentos después, el grupo se detuvo frente a las puertas del lobby para fiscales. – Antes de que entremos, quiero que me digas la verdad: ¿golpeaste o no a Yamai?
– Yo... yo... – Nakanaka se atragantó, incapaz de responder. Quería decirle que era completamente inocente, pero no sabía cómo iba a reaccionar a otra de sus mentiras. Al mismo tiempo, tenía miedo de lo que podría pasarle si admitía su culpabilidad. En lugar de eso, su boca se quedó colgando abierta en silencio.
– Hmph, tu silencio me dice todo lo que necesito saber... – remarcó Blackquill sardónicamente. Su boca entonces se curvó en una sonrisa siniestra. – No te preocupes. Luego de este juicio, te interrogaré personalmente. Y entonces me revelarás toda la verdad...
– Ulp... – Nakanaka tragó saliva con miedo.
El alguacil les abrió la puerta a la habitación. Adentro, Ren Yamai estaba sentada en una silla de ruedas, conversando con Kozue Taida sobre lo que dirían en sus testimonios. Blackquill no pudo evitar sacudir su cabeza ante el evidente intento de Yamai de inspirar mayor simpatía.
Otro alguacil estaba vigilando a los ocupantes de la sala. Blackquill miró al guardia que vigilaba, comparándolo con su memoria del alguacil sospechoso que le entregó a la Jueza Gavèlle ese paquete tan sospechoso. A pesar de sus intentos de oscurecer su cara debajo de su gorra de oficial, Blackquill pudo notar que el hombre misterioso tenía una cicatriz en el ojo izquierdo. Sin embargo, para su decepción, el alguacil en el lobby de fiscales no tenía esa misma cicatriz. Luego de haber hecho algo tan sospechoso, supuso que de todos modos no iba a quedarse por allí.
Yamai y Taida dejaron su planeación y se giraron para encarar a Blackquill y Nakanaka en el momento en que pusieron un pie en la sala. La cara de Blackquill se contorsionó en disgusto al ponerles los ojos encima a ambas. – Hmph, debí imaginar que ustedes estarían involucradas en todo esto...
– ¿Involucradas en qué? No tengo idea de lo que habla... – dijo Yamai en un tono adorable con ojos de cachorrito tierno.
Blackquill le sonrió de manera siniestra mientras cruzaba los brazos. – Ohh, no te hagas la inocente, mocosa. Antes que llamaran al receso, un guardia de aspecto muy sospechoso le entrega un documento igual de sospechoso a Su Santidad. Lo siguiente que veo es que casi salta fuera de su toga por el espanto y dice que habrá testigos especiales. Y luego vengo aquí, y las encuentro a ustedes dos tramando quién sabe qué a mis espaldas. Dime, ¿qué se supone que debo concluir de eso?
– ¿Y cómo diablos voy a saberlo? ¡Yo estuve en la cárcel todo el tiempo por culpa de usted! –Yamai dejó caer su fachada de niña buena, dando paso a una expresión condescendiente y un tono sarcástico.
– ¡Y allí es dónde perteneces, mocosa! – La sonrisa de Blackquill se volvió una mueca furiosa. Luego desvió la mirada a Taida. – ¿Y usted qué?
– Y-yo sólo estoy aquí porque el Sr. Asano me lo pidió. – Taida retrocedió ante la mirada severa del fiscal.
– Por supuesto que es por eso. ¡Usted es demasiado floja y débil de voluntad para pensar por sí misma, Pereza-Sensei! – se burló Blackquill, causando que Taida sacudiera su cabeza y suspirara. – Hablando de eso, me sorprende que Jaime no esté con ustedes...
– Ohh, es que fue al baño para hacer una llamada. No es que eso sea asunto suyo... – dijo Yamai con desdén.
– Soy un fiscal. ¡Todo lo que suceda en esta corte es asunto mío, mocosa! – argumentó Blackquill. – ¿Y cómo te saliste de la cárcel, de cualquier manera?
Yamai rodó los ojos. – Se le llama "fianza", Sr. Blackquill. Me sorprende que usted, de todas las personas, no se haya dado cuenta...
– Estoy plenamente al tanto del concepto de fianza, ¡aunque sí sabrás que todavía vas a ir a juicio por los crímenes que has cometido! – declaró Blackquill.
– Oh, yo no me preocuparía sobre eso, cerebro de pájaro. ¿Acaso pudo encontrar alguna evidencia sobre lo que estaba fanfarroneando antes? – preguntó Yamai alegremente.
– Está siendo analizada mientras hablamos, y una vez que termine, tu destino quedará sellado... – replicó Blackquill con una sonrisa siniestra.
– ¿Evidencia? ¿Se refiere a ese reporte que recibió en la sala sobre el metraje de vigilancia? – preguntó Nakanaka inocentemente, causando que Blackquill le lanzara una mirada de molestia.
– ...Sí, ese mismo... – replicó Blackquill algo reacio. Apretó los puños de rabia cuando su "discípula" le reveló su mano a Yamai, que tenía una sonrisa triunfante y arrogante en su rostro.
– ¡Como pensé! ¡Yo soy la víctima inocente, después de todo! ¡No puedo creer que pueda acusarme a mí, que he pasado por tanto dolor y tormento, de hacer algo tan malvado como intimidar a Tadano para que diera una confesión falsa...! – Yamai comenzó a llorar lágrimas de cocodrilo. – ¡Aun después de todo lo que ha hecho para lastimarme, yo sería incapaz de hacerle algo tan horrible!
(«¡Ahórrame el teatro, sé lo que le hiciste a Hitohito, maldita perra! ¡Apuesto a que hiciste que Jaime también borrara el metraje!») La expresión de Blackquill se ensombrecía más y más a medida que Yamai hablaba.
– No sólo eso, sino que me acusa de hacer cosas pervertidas hacia mi querida Komi-sama. Como si yo alguna vez hubiera sentido algo más que amor puro e inocente hacia ella... – dijo Yamai con falsa indignación.
– Ohh, vamos, ¡siempre estás babeando por ella, friki pervertida! – dijo Nakanaka señalándola.
– ¡No estás ayudando, Omoharu! – replicó Yamai señalándola de vuelta.
Blackquill suspiró y se paseó alrededor mientras las dos chicas discutían. Intentó lo mejor que pudo ahogar su riña incesante, pero las dos siguieron de ida y vuelta peleándose por nada por lo que se sintió una eternidad, provocando que se le agotara la paciencia y le doliera la cabeza.
– ¡Bueno, al menos yo no ando atrapada en mis delirios de grandeza como esos estúpidos chicos nerds de las computadoras en la escuela! – Yamai hundió su dedo índice en el pecho de Nakanaka.
– ¡Lo dice la persona que sufre de delirios sobre ser la consorte de la Princesa Komilla! – Nakanaka le dio un empujón a Yamai, provocando que su silla de ruedas se fuera para atrás y chocara con Blackquill mientras caminaba por la sala.
Esto terminó de matar toda la paciencia que le quedaba a Blackquill.
– ¡¿QUIEREN DEJAR DE PELEAR POR ESTUPIDECES, PAR DE MOCOSAS ESTÚPIDAS?! – rugió Blackquill, provocando que Yamai y Nakanaka se encogieran de miedo.
Las puertas se abrieron, y Junichi Asano lentamente ingresó en la sala. – Espero que no esté antagonizando a la Srta. Yamai, Fiscal Blackquill...
– ¿Yo? ¿Ponerle un dedo encima a una chica tan dulce e inocente como ella? Nunca... – dijo Blackquill sarcásticamente. («Preferiría ponerle las manos alrededor de la garganta...»)
– ¡ME TOCÓ EL PECHO! – gritó Yamai, señalando al fiscal. Blackquill rodó los ojos ante esa ridícula acusación.
– ¡Prepóstero! ¡El Samurai Sombrío nunca recurriría a comportamiento tan bárbaro! – argumentó Nakanaka mientras apartaba la mano de Yamai fuera de su camino.
– ¡Sí lo hizo! ¡Claro que lo hizo! – espetó Yamai tratando de volver a señalar a Blackquill de nuevo, sólo para que Nakanaka le agarrara de la muñeca.
– Oh por favor, ¿en serio crees honestamente que me rebajaría a tu nivel? Puede que sea un asesino convicto, pero hasta yo tengo estándares, ¿sabes? – Blackquill se tocó la frente y sonrió. – Además, ¿crees que el Sr. Alguacil por allá me dejaría salirme con la mía si cometiera un acto como ese mientras observa?
– ¡H-Hey, a mí no me metan en esto! – El alguacil agitó las manos, para molestia de Blackquill.
– Relájese, Srta. Yamai; estoy seguro que el Fiscal Blackquill es plenamente consciente de lo tonto que sería meterse con una hija de Masatomo Yamai de ese modo, especialmente a plena vista de tantos testigos... – Asano extendió una mano para callar a las dos chicas. – Después de todo, él sabe muy bien lo que le pasó al último hombre que hizo eso, ¿verdad?
Blackquill dio un respingo. Sabía que Carl Pritt había sido sentenciado a muerte. Sin embargo, había rumores muy perturbadores rondando de que en realidad nunca se presentó para su ejecución, y que en lugar de eso fue sometido a un destino peor que la muerte a manos del mismo Masatomo Yamai. Aunque su cadáver fue hallado por la policía algún tiempo después, necesitaron pruebas de ADN para identificar el cuerpo, y no había nada que conectase el asesinato a Masatomo. No estaba seguro de qué tan precisos eran los rumores, pero sabía que estaba caminando en terreno peligroso al intentar hacer que Ren Yamai tomara responsabilidad por sus crímenes.
Blackquill también notó otra cosa extraña sobre el comportamiento de Asano. Antes en el hospital, Asano estaba dispuesto a creer las falsas acusaciones de Yamai y actuaba de manera hostil hacia él. Sin embargo, ahora intentaba calmarla y parecía actuar de manera más diplomática.
Todos los instintos en el cuerpo de Blackquill le gritaban que Asano tramaba algo. Y él iba a averiguar qué era.
– Parece que sí lo sabe. – Asano sonrió. – A pesar de todo, no hemos venido aquí a señalar ni a acusar a nadie. Más bien, hemos venido a extenderle una rama de olivo, Fiscal Blackquill. A pesar de nuestras diferencias, ambos tenemos una meta en común...
– Hmph, ¿y cómo puedes estar tan seguro de eso, Jaime? – inquirió Blackquill en tono hostil, mientras cruzaba los brazos desafiantemente.
– Usted es un fiscal, ¿correcto? – preguntó Asano en tono forzado. – Eso significa que su meta principal debería ser que condenen al Sr. Tadano por agresión. No... esa debería ser su única meta. A menos, por supuesto, que tenga... motivos ocultos...
– Para alguien que desea extender una rama de olivo, estás sonando muy acusador... – respondió Blackquill sonando igualmente forzado.
– Si así le parezco, me disculpo. Sólo quiero asegurarme que estamos en la misma página y que nuestras metas están alineadas... – replicó Asano.
– De acuerdo, asumamos que estás en lo correcto sobre mis metas. ¿Exactamente qué es lo que vas a testificar para ayudarme a condenar a Tadano? – inquirió Blackquill, esperando sondearlo en busca de información.
– Yo no estuve en ninguna parte de las cercanías de la escena del crimen, así que no tengo nada sobre qué testificar. – aclaró Asano en el momento en que Blackquill dejó de hablar.
– ¿Entonces qué haces aquí? – Blackquill alzó una ceja. («Qué extraño que niegue específicamente eso...»)
– Verá, Fiscal, el ataque la sacudió considerablemente, y debido a eso sus recuerdos sobre el incidente son confusos. Estoy aquí para ayudarla a llenar los vacíos en su memoria para que usted y ella puedan llevar a su agresor ante la justicia... – explicó Asano en un tono metódico y lento.
(«En otras palabras, tú y ella se van a inventar cosas y usarán la pérdida de memoria como una excusa. Tal como esperaba de ustedes dos...») pensó Blackquill. – ¿Sobre qué va a testificar ella?
– Es muy simple. ¡La única persona que vi allá abajo fue Tadano, y me golpeó dos veces! ¡Esa es la verdad, pura y sincera por los dioses! – declaró Yamai.
(«Qué irritantemente vago...») Blackquill entrecerró los ojos mirando a la chica. – ¿Nadie más? ¿Ni siquiera a tu amiga a quien contactaste por ayuda?
Yamai dudó un poco antes de responderle. – Uh, o-oh sí, la contacté a ella por ayuda, ¡pero me desmayé antes de que llegara!
– ¿Qué? ¡No, eso no es cierto! ¡Te desmayaste después de que yo aparecí y me dijiste que Tadano fue quien te atacó! – protestó Nakanaka.
– ¡Yo no hice tal cosa! ¡Tú dijiste que viste a Tadano atacarme, tarada con delirios! – argumentó Yamai.
– ¡Bueno, ellos demostraron que Tadano no estaba allí, y ahora yo soy sospechosa de haberte atacado! – Nakanaka dio un pisotón con fuerza.
– ¡Bueno, entonces tal vez deberías acompañar a Tadano en la cárcel, perra estúpida! ¡Así los tendría a ambos fuera de mi vida! – gruñó Yamai.
Blackquill suspiró mientras se tocaba la frente. Las riñas incesantes de estas chicas le resultaban molestas, incluso tratándose de alguien cuya carrera involucraba discutir constantemente. Mientras las chicas continuaban su pelea, decidió voltear su atención hacia Taida.
– Y usted, ¿también planea testificar? Podría haber jurado que le dije que su testimonio no era necesario... – Blackquill cruzó los brazos.
– El Sr. Asano me pidió que aclare las circunstancias detrás de que Yamai estuviera en los archivos de la biblioteca. Verá, ella estaba allá abajo porque me preocupé de que Tadano estuviera allá abajo solo, y le pedí que le ayudara... – explicó Taida.
Blackquill alzó una ceja con escepticismo. – ¿Y por qué no me dijo esto antes? ¿Por qué le pidió a alguien que fuera a ayudarlo inmediatamente después de enviarlo en primer lugar?
– B-bueno... – Taida tartamudeaba. Las preguntas de Blackquill la tomaron desprevenida. – Yo... me di cuenta cuando lo envié que Tadano no era muy bueno con las computadoras, así que envié a alguien que supiera más sobre ellas para ayudarlo.
Las excusas de Taida no movieron a Blackquill ni un ápice. Sabía que había algo que no le estaba diciendo, y no sólo por su falta de confianza en su declaración, sino también por el hecho de que él sabía que Hitohito no era tan malo con las computadoras como ella quería hacerlo parecer.
No sólo eso, sino que las dos adolescentes seguían riñendo entre ellas, y su discusión estaba empezando a volverse cada vez más incomprensible. Incluso Asano parecía estar perdiendo la paciencia.
Luego de varios minutos de escucharlas, finalmente se cansó. – ¡Ya basta! ¡Las dos! ¡Están actuando como niñas! ¡Deberían estar concentrándose en combatir a nuestro enemigo en común!
– ¿Tadano? – preguntó Yamai.
– ¿La Reina de Amarillo? – inquirió Nakanaka.
– Hmph, en lo que a mí concierne, todos son igualmente sospechosos ante mis ojos... – señaló Blackquill. – Me dices que puedes proveerme testimonio que me puede ayudar a ganar el juicio, pero me doy cuenta que te falta sinceridad. No sólo eso, sino que apareces misteriosamente justo después de que Su Santidad recibe un papel extraño y le da un ataque más grande de pánico que los de Wright-dono luego de que desmantelo uno de sus argumentos. Si yo fuera un hombre al que le gusta apostar, podría todas mis fichas en que ustedes tendrían algo que ver en eso...
Asano se ajustó las gafas. – Puedo entender por qué llegó a esa conclusión, pero la verdad es que todos estamos igualmente en la oscuridad como usted. Sabe, no hace mucho recibí una llamada de un individuo misterioso solicitando que traiga a la Srta. Yamai y a la Sra. Taida aquí para que testifiquen. Quizás esa persona sea responsable por la condición actual de la jueza.
Blackquill miró hacia Yamai y Taida. – ¿Es cierto eso...?
– ¡Sip! – confirmó Yamai con una sonrisa.
– Uh, ¡s-sí! – dijo Taida estando de acuerdo dudosa.
– Ajá... – respondió Blackquill. Su tono traicionaba el hecho de que no se creía ni una sola palabra de lo que decía Asano.
– Puede desconfiar de mí si lo desea, pero esa es la verdad. A menos, por supuesto, que usted tenga evidencia que demuestre lo contrario... – lo desafió Asano.
– Ohh, no te preocupes, ya eres más sospechoso que un niño cubierto de migajas junto al frasco de galletas. Encontrar la evidencia que apunte a ti será sólo cuestión de tiempo... – replicó Blackquill con confianza.
– Hmph. Eso ya lo veremos... – dijo Asano con indiferencia.
Nakanaka se acercó con cautela a Blackquill. – ¿En serio usted piensa que soy sospechosa, Samurai Sombrío? – preguntó en un tono herido.
– ¿Se te ha olvidado acaso tu pequeño espectáculo en la sala, "Mei Karuma Van Zieks"? – le cuestionó Blackquill. Yamai apenas pudo ahogar una risita burlona al oír el epíteto de Nakanaka. – Considerando las circunstancias actuales, ¿cómo puedo descartar la posibilidad de que tú seas una de los agresores de la Srta. Yamai?
– Porque yo digo que no lo es, ¿y quién lo sabe mejor que la víctima? – respondió Yamai en tono alegre. – Después de todo, ¿qué razón tendría para mentir?
– Vamos, tú y yo sabemos que tu principal motivación es tu rencor hacia Tadano. Harás lo que sea para deshacerte de él porque lo ves como un obstáculo para tu lujuria insaciable... – señaló Blackquill.
– ¡Por última vez, eso es mentira, igual que sus declaraciones de que estuve anoche en el centro de detención! – chilló Yamai. – ¡Usted no tiene nada contra mí!
– Por el contrario, tengo mucho contra ti... – Blackquill cogió el teléfono de Yamai que llevaba en su bolsillo y lo agitó frente a ella. El ojo de Asano brilló brevemente al reconocer dicho teléfono. – He estado observando muy detenidamente el contenido de este dispositivo mientras el Tonto Bright me carreaba de vuelta aquí, y vaya, vaya, ha sido toda una lectura...
– ¡Devuélvame eso! – Yamai alargó la mano para cogerlo, pero Blackquill se lo apartó. Luego lo encendió para ver los mensajes de texto.
– Vamos a ver... Shigeo Chiarai... no estaba al tanto de que tuvieras un novio...
– ¡BLEGH! ¡YA QUISIERA! – escupió Yamai. – ¡Mi corazón le pertenece a Komi-sama! ¡Los chicos son asquerosos!
– Ya entiendo. Me pregunto si ese pobre diablo lo sabe... – replicó Blackquill burlándose. Luego abrió el chat grupal del Culto de Komi. – Oh vaya, parece que tú no eres la única que se pone a adorar ciegamente a esa pobre chica. Parece que hay toda una horda de ustedes planeando acciones sucias para hacer en contra de aquellos que se les opongan. Podría hacer más de una docena de arrestos basándome únicamente en los contenidos de este teléfono. – Miró el chat con una sonrisa triunfante. – Oh sí, estaré comiendo muy bien por los días que me quedan...
– ¡No celebre todavía, ese teléfono es evidencia ilegal! – objetó Asano, señalando a Blackquill. El fiscal rodó sus ojos.
– ¿No te cansas de equivocarte siempre, Jaime? Puede que tengas una posición muy alta en Yamai Holdings, pero aún estás tan verde como mi oponente de hoy en la corte. Quizás aún más.
– Ohh ¿de verdad? ¿Y por qué cree que no puedo recuperar ese teléfono de sus manos? – preguntó Asano. – Es propiedad de la Srta. Yamai después de todo.
Blackquill deslizó su dedo por la pantalla. – Puede que sea de su propiedad, pero es evidencia para el juicio actual, así que por ahora le pertenece a la policía, y por extensión a mí. No es culpa mía; esto tiene más material escandaloso que un episodio de En la noche con Roger Retinz. Tal vez en vez de enfurecerte conmigo, deberías regañarla por involucrarse con gente así de sospechosa...
Yamai ya había tenido suficiente. Se levantó de su silla de ruedas y fue a darle un pisotón a Blackquill. – ¿Cuál es su maldito problema conmigo, viejo degenerado? ¿Qué diablos le hice? ¡Yo soy la víctima aquí, de un intento de asesinato! ¡¿Por qué me sigue tratando como a una criminal?!
Blackquill se encontraba similarmente furioso con la chica que tenía en frente. Su continua negación de sus fechorías ya le ofendía bastante, pero lo que más le enfurecía era que le mintiera descaradamente sobre ser una víctima inocente.
– ¿Quieres saber cuál es mi problema contigo, mocosa? Tú secuestraste a alguien cercano a mí. ¡Ese es mi problema contigo! – espetó Blackquill furioso. Sabía que no era buena idea acusarla sin evidencia, pero estaba demasiado furioso para que le importara en ese momento.
La acusación provocó que tanto Nakanaka como Taida vieran a Yamai con shock.
– ¡USTED NO TIENE NINGUNA PRUEBA DE QUE YO HAYA TRATADO DE SECUESTRAR Y MATAR A TADANO, MALDITO ASESINO! – gritó Yamai tratando de alejar a Blackquill con muy poco éxito.
– En serio debe gustarte mucho el sabor de tu pie en tu boca. Yo nunca dije que haya sido Tadano a quien secuestraste, ni tampoco te acusé de tratar de matarlo... – Blackquill sonrió, provocando que Yamai empezara a sudar nerviosa.
– ¡Usted no es el primero que intenta acusarla falsamente sobre esto, Blackquill! – gritó Asano de vuelta rápidamente, provocando que Blackquill frunciera el ceño. – ¡Buen intento, pero sus trucos de retórica no son substitutos para evidencia real! Aunque si vamos por esta ruta, usted mismo acaba de admitir que considera a Tadano alguien cercano, ¡lo que significa que no sólo no debería estar procesando este caso, sino que también es un mentiroso!
– Samurai Sombrío... ¿eso es verdad? Todo este tiempo, ¿usted ha estado alineado con la Reina de Amarillo y su concubino? – Nakanaka miró a Blackquill con una sensación de traición.
Él no le respondió. Simplemente cerró los ojos y cruzó los brazos pensativamente.
– ¡Por supuesto que lo estaba, tonta delirante! ¡Eso sería obvio para cualquiera que tenga medio cerebro! – interrumpió Yamai en tono arrogante.
– P-pero usted me dijo que necesitaba mi ayuda para probar que Tadano era culpable. Que usted y yo éramos un equipo... ¡USTED ME TRAICIONÓ! – gritó Nakanaka.
– Hmph, yo nunca he estado de tu lado. Creí habértelo dejado claro durante nuestro primer encuentro... – le dijo Blackquill. Abrió los ojos para mirar amenazadoramente a Yamai y Asano. – Y lo mismo va para el resto de ustedes. No estoy aquí para ayudarles a llevar a cabo sus vendettas personales contra Tadano. Sólo estoy aquí para asegurarme que los culpables ardan en el mismo infierno al que yo estoy condenado, y si eso significa que los tengo que arrastrar conmigo, que así sea...
Antes que ninguno de ellos pudiera replicar, una voz femenina llamó a Blackquill.
– ¡Sr. Simon Blackquill!
Todos a excepción de Blackquill se giraron sorprendidos al ver a Franziska von Karma de pie frente a ellos, con el látigo en la mano y listo para castigar a los tontos. Blackquill, por otro lado, sonrió divertido, al ver a la fiscal responsable por su condena.
– Fiscal Franziska von Karma... qué agradable sorpresa. Ha pasado demasiado tiempo... – la saludó Blackquill, haciendo que ella retrocediera ligeramente por la sorpresa. Ya estaba preparada para la posibilidad de que fuese hostil con ella, pero el hecho de que no parecía guardarle ningún tipo de malicia la puso bastante tensa.
– En efecto. No recuerdo haberte visto hacer amenazas contra testigos. Supongo que es cierto lo que dicen, de que la prisión cambia a un hombre... – replicó Franziska, buscando enmascarar su propia intranquilidad.
– ¿Srta. Von Karma? Usted es una fiscal, ¿verdad? – interrumpió Yamai, y luego señaló a Blackquill. – ¡Le exijo que arreste a ese hombre! ¡Me ha estado amenazando sin parar, y está colaborando con la defensa para hacer que un criminal salga libre!
– Ohh, qué tonta eres, niñata. ¡Ya estoy bajo arresto, genio! – se rio Blackquill mientras sacudía su cabeza incrédulo. Luego le enseñó a Yamai sus cadenas. – ¿Qué va a hacer? ¿Ponerme bajo doble arresto?
– Bromee todo lo que quiera, pero usted acaba de admitir que tiene una conexión con el acusado y deliberadamente omitió ese hecho antes de tomar este juicio. Todos en esta sala lo han escuchado, así que no intente negarlo... – replicó Asano apuntando con un dedo acusador. – ¡Srta. Karma, por favor saque a su colega de mi vista y reemplácelo con alguien más cualificado! ¡Ahora mismo!
*¡WH-CRACK!*
Franziska dio un latigazo en el suelo cerca de Asano, causando que este retrocediera de sorpresa.
– ¡No recibo órdenes suyas, tonto! – ladró Franziska sujetando su látigo.
Su actitud desafiante enfureció a Asano. – No es muy sensato que usted esté empuñando un arma en mi dirección. ¿Acaso sabe quién soy?
– ¡Es un tonto que es tontamente ignorante de sus propias tonterías al hacerme demandas tontas! – replicó Franziska mientras tensaba el extremo de su látigo, lista para soltarlo.
– Mi nombre es Junichi Asano, y soy la mano derecha de Masatomo Yamai. Seguramente hasta usted debe haber oído de él, ¿no? – preguntó Asano, y luego señaló a Yamai. – Esta señorita es su hija, Ren Yamai. Usted haría bien en mostrarnos el respeto que nos merecemos. Sí sabe lo que le ocurre a quienes se oponen a nosotros, ¿verdad?
– Oh, por favor, ¡si no eres más que un mayordomo glorificado, Jaime! – dijo Blackquill con sarcasmo.
– Concuerdo con mi antiguo colega. El respeto se gana, no se regala, Sr. Asano, y en lo que a mí concierne, usted no merece ni una pizca. Sin embargo, estoy dispuesta a dejar pasar su pobre actitud si responden a mis preguntas... – les dijo Franziska mientras bajaba el látigo.
– Sería un desperdicio de tu tiempo, Karma-dono. Ellos no te darán nada excepto mentiras.
Asano levantó la palma de la mano hacia Blackquill, ignorando su acusación. – Bien, les seguiré el juego. Pregunte, y tal vez le responda...
Franziska sacó un bolígrafo y un pequeño organizador para tomar notas. – Quiero que me diga todo lo que sabe en relación al Sr. Honshoku y su paradero actual. Para empezar, ¿alguno de ustedes ha estado en contacto con él recientemente?
– Vaya, vaya, vaya, ¿no es ese un nombre que ha estado en boca de todos hoy? Para ser un friki de las computadoras, sin duda que es popular... – señaló Asano.
– Todo lo que sabe sobre él. Ahora. – le ordenó Franziska secamente.
– Nunca he conocido al hombre. Nunca había escuchado de él hasta hoy... – respondió Asano, causando que Franziska alzara una ceja.
– Eso se me hace difícil de creer. Solía trabajar para Yamai Holdings hasta muy recientemente, si recuerdo bien... – le dijo Franziska.
– Escuche, querida. Soy el segundo al mano del conglomerado de negocios más poderoso del mundo. Tenemos más de cien mil empleados en más de cincuenta países. Seguro que no esperará que conozca los nombres y rostros de cada uno de ellos, ¿o sí?
– Él solía trabajar para la rama principal en Japón. Usted al menos debería saber de ellos... – contraatacó Franziska. – Y atrévase a volver a llamarme "querida", y lo voy a latiguear hasta dejarlo inconsciente...
– Y yo que pensaba que Blackquill era violento... – replicó Asano de manera condescendiente.
– ¿Y qué hay con el resto de ustedes? – Franziska giró su atención hacia las dos colegialas, la profesora y Blackquill. Sabía que si seguía interrogando más a Asano, terminaría dejándolo en el suelo y causando complicaciones innecesarias.
– Nunca lo vi ni escuché de él hasta hoy... – respondió Yamai diciendo la verdad.
– ¿Y tú, jovencita? – Franziska se giró hacia Nakanaka.
– ¡No soy ninguna jovencita! ¡Soy Mei Karuma Van Zieks, Guardiana de la Fuerza Dragón! –insistió Nakanaka mientras hacía una pose exagerada.
– Sí, sí, ¡ahora dime si has visto o escuchado del Sr. Itsuki Honshoku! – demandó Franziska. («Aunque su alter ego me suena extrañamente familiar por alguna razón...»)
– El hombre fue tan elusivo como una impresión Alpha en la carta del Loto de Ébano... – señaló Nakanaka, lo que le ganó una ceja levantada de Franziska. Luego miró de cerca el látigo que Franziska tenía en las manos. – ¡Un momento! ¡Ese látigo, lo reconozco! ¿Por casualidad es usted un miembro del famoso Clan Velmont?
– Umm... ¿qué? – preguntó perpleja, con un sudor frío chorreando por su frente.
– Ella... está atravesando su fase de delirios de la adolescencia... – explicó Blackquill. [Kometani: ¡Tú también eras igual a su misma edad, Simon! De nuevo, como si yo pudiera hablar...]
– Ya veo... – Franziska suspiró. («No hay forma de que mi padre pudiera tolerar semejante comportamiento...»)
Al ver que Nakanaka muy probablemente se la pasaría escupiendo más diálogo fantasioso, Franziska decidió no seguir interrogándola. Así que giró su atención a la profesora, esperando que ella tuviera más respuestas.
– ¿Usted por casualidad vio al Sr. Honshoku durante los últimos días?
– No, aunque eso no me sorprende. El hombre siempre fue muy reservado. Sólo lo vi en persona una vez, y todo el tiempo se la pasaba mirando por encima de su hombro, como si temiera que alguien estuviera persiguiéndolo... – replicó Taida, alzando su dedo.
– ¿Es así...? – musitó Franziska, cruzando los brazos y cerrando los ojos pensativamente. («Debe haber estado paranoico de que alguien estuviera observándolo luego de descubrir esa información acerca del fantasma. ¿Pero dónde exactamente obtuvo esta información? ¿Fue antes o después de abandonar Yamai Holdings?»)
– Tal vez yo pueda iluminarte un poco sobre el paradero del Sr. Honshoku... intervino Blackquill, sacando a Franziska de sus pensamientos y que lo mirase con curiosidad. – Sin embargo, aquí no. Esta gente... – Blackquill señaló a las otras mujeres en la sala – ...no es digna de confianza, y quién sabe qué podrían hacer si escuchan lo que tengo que decir...
– ¿No somos dignos de confianza? Me siento herido, Fiscal Blackquill, de verdad... – dijo Asano en tono seco.
– Yo no. ¡Entre más pronto ese patán se vaya, mejor! – añadió Yamai.
– Debe haber otro lobby donde podamos conversar a salvo... – le informó Franziska. Se acercó para susurrarle al oído. – ... Pero ¿estás segura de que deseas dejarlos solos? Si son tan diabólicos como dices, podrían estar maquinando algo mientras tú y yo estamos fuera...
– Déjalos maquinar. No hay mucho que puedan hacer mientras estén confinados a esta sala. Ahora vámonos... – le dijo Blackquill. [Kometani: Sí te das cuenta que saldrán en el momento en que te vayas de la sala, ¿verdad?] Se giró hacia el guardia en la sala. – Alguacil, mantenga un ojo sobre estas mujeres, ¡y que no salgan de esta sala!
– ¿Ni siquiera para ir al baño? – preguntó el alguacil.
– Si necesitan ir al baño, usa tu radio para contactar a otro de tus colegas. Para eso lo tienes. Lo último que necesito es que se la pasen rondando por allí y vayan a causar problemas... – Blackquill señaló el walkie-talkie en el cinturón del guardia.
– Muy bien... – replicó el guardia.
Franziska no estaba 100% segura de que la sugerencia de Blackquill fuese buena, pero estaba dispuesta a seguirle el juego para conseguir la información que necesitaba. Supuso que sería problema de Blackquill si se iban por allí, no de ella.
Una vez que Franziska y Blackquill abandonaron la sala, Asano y Yamai se voltearon hacia una nerviosa Nakanaka que jugueteaba con sus dedos.
– Parece que estás en serios problemas... – dijo Asano mientras se aproximaba a ella.
– No puedo creerlo... todo este tiempo... el Samurai Sombrío fue un bastardo traidor... – dijo Nakanaka sin hablar con nadie en particular, mientras miraba el suelo con depresión.
– ¿En serio te sorprende después de todo lo que me ha hecho? – gruñó Yamai, luego señalando su cabeza vendada. – ¿Ves esto? ¡Significa que yo soy la víctima! ¡Yo! ¡Todo por culpa de lo que hizo Tadano, y aun así ese fiscal con cerebro de pájaro insiste en tratarme a mí como una criminal por culpa de una información falsa que sigue esparciéndose!
– ¿Entonces no es verdad que secuestraste a Tadano? – preguntó Nakanaka. A pesar de la insistencia de Yamai, tuvo la sensación de que algo no andaba bien. Tadano era por mucho la persona menos agresiva en toda la Clase 1-A, y contrario a lo que ella declaró ante la corte, en el fondo sabía que él no lastimaría ni a una mosca.
Sin embargo, si lo hubieran secuestrado y hubiera recibido amenazas varias veces, eso podría cambiar las cosas.
– ¿Cuántas malditas veces tengo que decírtelo? ¡NO, NO LO ES! – gritó Yamai.
– Bueno, hasta donde yo sé, no se ha perdido ni un solo día de clases todavía, así que eso no puede ser verdad... – musitó Taida.
– Sí lo hizo. ¿No recuerda a finales de mayo, cuando faltó a clases? – recordó de repente Nakanaka.
–¿Huh? Uh... ¡o-oh sí! – exclamó Taida en shock. Esto le hizo darse cuenta que sólo lo notaba cuando necesitaba que le hiciera favores y fuera de eso no reconocía su presencia. Estaba empezando a arrepentirse de haber decidido seguir el juego con el plan de Asano, y a preguntarse si deshacerse de su mayor fuente de trabajo sin paga era una buena idea después de todo, aun cuando dicha fuente se la pasara cruzando los límites con la diosa de su clase.
– Esperen, si él estuvo ausente ese día... – continuó Nakanaka. – ¿Eso quiere decir que...?
– Yo no continuaría con esa línea de pensamiento si fuera tú... – le advirtió Asano. – No si valoras tu libertad y tu vida...
– ¿Q-qué quiere decir? – Nakanaka tembló.
Asano se giró hacia el alguacil. – ¿Podría salir de la sala por un momento, por favor? Necesito tener una conversación privada con estas dos jovencitas. ¡Usted también salga, Taida!
– ¿Huh, y yo por qué? – protestó Taida.
– ¡Porque yo lo digo, ahora salga! – le ordenó Asano. – ¿O quiere que le diga a ya-sabe-quién sobre ya-sabe-qué?
Taida suspiró y abandonó la sala, gruñendo todo el rato. El guardia, sin embargo, no se movió.
– Lo siento, Sr. Asano, pero debido a eventos que sucedieron aquí, no podemos permitir que haya gente en los lobbies para acusados o fiscales sin supervisión... – le informó el alguacil a Asano, causando que este cruzara por sus brazos.
– Le diré algo, si me hace este pequeño favor, me aseguraré de que vea un buen bono extra en su siguiente pago... – sugirió Asano.
La cara del alguacil inmediatamente se iluminó, pues sabía que Asano siempre cumplía su palabra. – ¡No diga más, me aseguraré que nadie los moleste!
– Muy apreciado... – Asano sonrió, y el alguacil salió de la sala. Una vez que la puerta se cerró detrás de él, Asano se giró hacia Nakanaka, que no dejaba de temblar. – Como te estaba diciendo... déjame dejar algo en claro: la Srta. Yamai no secuestró a ese chico Tadano. No importa las mentiras que Tadano y su equipo legal estén esparciendo o la evidencia que estén fabricando; esta es la verdad absoluta. Si algo le sucede a ella y se mete en problemas, eso significará grandes problemas para ti y toda tu familia...
– ¡Pero si yo no hice nada malo! – suplicó Nakanaka.
– ¡¿Te olvidaste de lo que me hiciste, perra idiota?! – Yamai se señaló su cabeza. – Tenías un solo trabajo, Omoharu: dar un testimonio que hiciera que condenaran a Tadano, ¡y fallaste tanto que casi les das una absolución total en bandeja de plata!
– ¡No fue culpa mía! ¡No sabía que la Reina de Amarillo y el Samurai Sombrío estaban colaborando! – protestó Nakanaka. – Y yo realmente creía que Tadano te había atacado la primera vez. Ahora estoy empezando a creer que...
– ¡La única razón por la que no le informé a la policía de que me atacaste, es porque odio a Tadano más de lo que te odio a ti, y te necesito para asegurar que Tadano sea condenado! – interrumpió Yamai. Luego cruzó los brazos y miró asesinamente a los ojos de su "amiga". – Sin embargo, si no puedes ni siquiera hacer eso bien, todo lo que tengo que hacer es decirle a la corte lo que hiciste, y entonces tú también te hundirás con él...
– Yo... no serías capaz... creí que éramos amigas... – protestó débilmente Nakanaka.
– ¿Amigas? ¿Tú y yo? ¡No me hagas reír! – se burló Yamai. – ¡Nadie querría jamás hacerse amiga de una tonta con delirios como tú, que anda siempre atrapada en sus fantasías infantiles! ¡No puedo imaginarme qué habrá pasado por la cabeza de Komi-sama para que considerara dejar que tú fueras su amiga! Supongo que igual que con ese tonto de Tadano, Komi-sama también sintió lástima por ti...
Nakanaka estaba sudando a chorros mientras Yamai continuaba arrojando amenazas y acusaciones llenas de odio contra ella. Sus respuestas furiosas usuales fueron silenciadas al darse cuenta que Yamai tenía total control sobre ella.
En el día del incidente, Nakanaka visitó a Yamai en el hospital tras haber sido interrogada por la policía para disculparse por sus acciones precipitadas. Para su sorpresa, Yamai le dijo que le había dicho a la policía que Tadano era el único sospechoso, y que no la iba a delatar si accedía a proveer testimonio que condenara a Tadano. Nakanaka accedió, no sólo para salvar su propio pellejo, sino porque creía genuinamente que Tadano la había atacado.
Con todo lo que estaba sucediendo ahora, se dio cuenta que Yamai probablemente había mentido sobre eso, y que realmente sí había secuestrado a Tadano para deshacerse de él.
La peor parte era que ahora se sentía totalmente sola. Con Blackquill revelando sus verdaderos motivos, la defensa de Tadano apuntando hacia ella para que la condenaran, y la única otra persona a quien consideraba una amiga acabando de apuñalarla por la espalda, ya no le quedaba a nadie a quién acudir.
Yamai también era su única esperanza de salir de esta situación sin meterse en problemas.
– Así que, como puedes ver, seguir nuestra narrativa realmente va con tus intereses, Srta. Nakanaka... – Asano le puso una mano en el hombro a Nakanaka, que tuvo un respingo. – De lo contrario, terminarás muerta, igual que ese hermano tuyo...
– ¿Qué...? — La mención de Koshiro pilló a Omoharu por sorpresa. – ¿Cómo sabe sobre él?
– Se le llama periódico, querida. Estoy seguro que tu generación no está al tanto de ninguna fuente de información que no sean las redes sociales, pero eran bastante comunes en mis tiempos... – respondió Asano en tono condescendiente. – Leí sobre el incidente antes de unirme a Yamai Holdings, y también leí sobre él en los obituarios. Suena a que era el niño dorado de tu familia y estaba siendo formado para convertirse en el sucesor del Sr. Masatomo Yamai. Me siento mal por tus padres, ¿sabes? Que hayan tenido que quedarse contigo en lugar de él...
– ¡E-e-eso no es cierto! – gritó Nakanaka entre lágrimas. – ¡Mis padres se preocupan mucho por mí!
– Ohh, ponte seria, ¿honestamente crees eso? Piénsalo: el hijo prodigioso con ambiciones de grandeza, o la hija inútil que está permanentemente atascada en un mundo de fantasía. Sin prospectos para una carrera, o matrimonio, y muy probablemente condenada a tener un futuro como una hikikomori que no hace más que drenar sus finanzas. ¿A quién crees que preferirían tener con vida? – preguntó Asano.
– Uhh... – murmuró Nakanaka. Con la forma que lo describió, era difícil argumentar que ellos habrían preferido que Koshiro viviera en lugar de ella.
– En efecto. ¡Yo por mi parte prefiero conservar al generador de dinero antes que al pozo sin fondo que lo gasta! – le dijo Asano. – Estás totalmente sola, y lo sabes, y sólo es por nuestra gracia que no estás al lado de Tadano en esa silla. Así que agradece por las pocas personas dispuestas a cuidar de ti. De lo contrario, terminarás en el Río Eagle junto con tu hermano...
Nakanaka no tenía argumentos. Caminó lentamente hacia atrás, sintiendo que perdía el equilibrio. Tras dar unos cuantos pasos, se sintió muy débil para mantenerse en pie y se cayó de espaldas, aterrizando en un sofá cercano y quedándose flácida.
Asano tenía razón. Ella estaba totalmente sola, y las únicas personas de su lado la estaban chantajeando para forzarla a guardar silencio.
– ¡Es muy satisfactorio ver que te callas por una vez en la vida, Omoharu! – proclamó Yamai arrogantemente y disfrutando de su victoria percibida sobre su ex amiga.
Nakanaka no le respondió. Las palabras de Asano la habían destrozado.
Yamai se giró hacia Asano de nuevo, luego de cansarse de presumir su superioridad sobre Nakanaka. – Ahora que eso se terminó, ¡vamos a visitar a Tadano para enseñarle su lugar a él también!
– ¡Espere! ¡Todavía tenemos que arreglar algunas cosas con nuestro testimonio! – le advirtió Asano.
– ¡Pero ya lo repasamos en el auto, y estoy aburridaaaaaaaaa! ¡Quiero que Tadano entienda con quién se está metiendo y darle una lección, por todo lo que nos ha hecho a Komi-sama y a mí! – Yamai apretó sus puños y se puso a gemir como una niña malcriada.
Asano sacudió su cabeza. – No debemos enseñarle toda nuestra mano al enemigo. De lo contrario, ellos podrían...
– ¡Creí que usted se había asegurado que no podamos perder! – exclamó Yamai, antes de volver a sentarse en su silla de ruedas. – ¡Ahora vamos a aterrorizarlo! ¿O quiere que le diga a mi padre cómo me ha estado tratando?
– ¡Ugh, de acuerdo! – dijo Asano a regañadientes mientras agarraba el manubrio de la silla de ruedas de Yamai y empezaba a empujarla fuera de allí. («Por esto es que odio a las adolescentes. Al menos, tendré otra oportunidad de hacer que el Sr. Wright vea la razón. ¡Es un aliado demasiado poderoso para dejarlo pasar!»)
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Blackquill y Franziska habían localizado un lobby para fiscales vacío en un pasillo cercano. Las paredes insonorizadas se asegurarían de que nadie pudiera espiar su conversación. Encontrar a un alguacil que estuviera libre y estuviera dispuesto a abrirles las puertas para que usaran la sala les llevó un tiempo, pero una vez que lo encontraron, ya estaban listos para tener su reunión.
Blackquill inmediatamente atravesó la sala y se sentó despreocupadamente en uno de los sofás. Giró todo su cuerpo para descansar los pies en el reposabrazos, provocando que Franziska rodara los ojos ante su comportamiento poco profesional.
– ¿En serio, Sr. Simon Blackquill? – le preguntó con desaprobación y los brazos en jarras.
– Ohh, no vayas a mojar tus bragas, Srta. Franziska von Karma. No es que mis botas estén sucias... – replicó Blackquill con una sonrisa maliciosa mientras movía los brazos por el sofá, relajando aún más su postura.
– ¡Ese no es el punto! Yo... ¡ugh, eso no importa en este momento! – exclamó Franziska furiosa mientras apretaba los puños. – Dijiste que sabías algo sobre el paradero del Sr. Honshoku y querías hablar en privado. ¡Así que empieza a decirme lo que sabes!
– Qué forzada y tan pronto... – señaló Blackquill, provocando que Franziska apretara los dientes. – Pero cooperaré con gusto. Esto es lo que sé: nadie lo ha visto...
– ¿Eso es todo? – exclamó Franziska furiosa. – ¡No me digas que me arrastraste todo el camino hasta aquí sólo para repetirme lo mismo que he estado oyendo todo el día de tu fuerza policíaca de tontos!
– No saques conclusiones tan deprisa, Karma-dono... – continuó Blackquill, notando que Franziska preparaba su látigo. – Cuando digo que nadie lo ha visto, no hablo sólo de la fuerza policíaca; hablo de todos a su alrededor: sus colegas del trabajo, vecinos, incluso el hombre que atiende en la tienda de conveniencia. Nadie ha visto, escuchado, olido ni degustado ni una sola señal de él desde hace poco más de una semana. De hecho, la única evidencia que sugiere que no se ha ido totalmente de la ciudad es que sus credenciales fueron utilizadas para acceder a la computadora en los archivos de la biblioteca de la Preparatoria Itan...
– De hecho, contactó a Interpol hace unos tres días, y estábamos haciendo los arreglos para recogerlo a medianoche y escoltarlo a un lugar seguro. – le corrigió Franziska.
Blackquill levantó una ceja. – ¿Es así? ¿Y qué clase de asuntos podría tener un friki de las computadoras como Itsuki Honshoku con Interpol?
– ¡Primero, tú me darás la información que requiero! ¡Dime por qué mi contacto está involucrado en tu juicio! – insistió Franziska. Se puso a flexionar su látigo de manera amenazadora.
Blackquill sonrió. Por mucho que quisiera ver hasta dónde podía empujar a Franziska, tampoco quería que esta reunión durara más de lo necesario. Iba a cooperar por ahora al menos.
– La defensa lo ha sacado múltiples veces como un sospechoso alternativo por la agresión hacia Ren Yamai. Admito que sus declaraciones tienen mérito: su presencia en la escena del crimen, combinada con su actual aparente evasión de la vista pinta al hombre bajo una luz sospechosa, pero la defensa no tiene la evidencia decisiva para probar su culpabilidad...
(«Ren Yamai... mencionaron antes que es la hija de Masatomo Yamai...») pensó Franziska mientras relajaba su postura y bajaba el látigo. Luego entrecerró los ojos antes de mirar de nuevo a su antiguo colega. – Por la forma como hablas de él, suena a que crees que él lo hizo en lugar del acusado al que estás procesando...
– ¿Y? ¿Qué hay con eso? – inquirió Blackquill despreocupadamente.
Franziska cruzó los brazos. – Ese hombre, el Sr. Asano, mencionó que tienes una conexión con el acusado. Por mucho que odie tener algo en común con alguien tan despreciable, tengo que estar de acuerdo en que es muy poco profesional de tu parte procesar a alguien a quien conoces. ¿Lo que dice es verdad?
– Karma-dono, me sorprende que apuestes tanto por lo que alguien que evidentemente tiene dos caras tiene que decir. – replicó Blackquill relajando su postura y acomodándose en el sofá. – Aunque por una vez, ese hombre no está mintiendo. ¿Recuerdas a Jeanne Tadano?
– Creo que la has mencionado una o dos veces. Creo que has dicho que ella fue como una madre para ti, ¿verdad? – inquirió Franziska.
– En efecto, esa es ella... – asintió Blackquill.
Franziska sacudió su cabeza incrédula. – No me digas que ella es la acusada...
– No. – Blackquill lo negó. – En realidad... el acusado es su hijo, Hitohito Tadano...
Franziska volvió a apretar su látigo. – Sabía que la prisión te afectaría de maneras terribles, ¡pero nunca me imaginé que caerías tan bajo como para traicionar a alguien a quien considerabas familia! ¡¿No tienes vergüenza, Simon Blackquill?!
Blackquill rodó sus ojos. – ¡Guárdate los sermones, Franziska von Karma! ¡Tengo mis razones para asumir este caso!
– ¿En serio? – Franziska dio un latigazo al suelo cerca de Blackquill, antes de retraerlo de nuevo. Sin embargo, él permaneció imperturbable. – ¿Qué podría ser tan importante que no puedes pasarle el caso a alguien más?
– Ese es el problema: no puedo confiar en nadie más para darle un juicio justo. Estoy seguro que estás al tanto del estado en que se encuentra el sistema judicial de Japón actualmente. Cargos falsos, evidencia falsificada, tú dime. ¡Cosas que una vez fueron consideradas pecados imperdonables ahora son parte del día a día del mundo legal, especialmente en la oficina de los fiscales! – argumentó Blackquill.
Franziska deslizó los dedos por su látigo. – Soy plenamente consciente de la era oscura de la ley que atraviesa Japón, aunque me decepciona que tengas tan poca fe en tu jefe para asegurarte que el Sr. Tadano reciba un juicio justo. No me digas que te consideras el único fiscal honesto bajo las órdenes de mi hermano pequeño... [Kometani: Miles Edgeworth supera a Franziska tanto en edad como en estatura.]
Blackquill movió las piernas y se levantó de su asiento. Luego caminó hacia una pequeña mesa con una jarra de agua y unos cuantos vasos. – No me malentiendas, no tengo nada sino respeto por el liderazgo del Sr. Edgeworth; es sólo que sigue siendo un hombre que pelea contra todo un mar de corrupción que heredó de su predecesor. Si despidiera a todos los fiscales corruptos mañana, no sólo tendría que asumir la carga de trabajo él solo, ¡sino que también tendría que acudir a tu oficina por ayuda!
Una vez que llegó a la mesa, recogió la jarra y uno de los vasos. – Al menos conmigo a cargo, puedo controlar el flujo del juicio y asegurarme que la verdad salga a la luz...
– ¡Aun así, conozco a otros fiscales honestos que están en la oficina de mi hermano pequeño! Seguramente esa no es la única razón por la que elegiste procesar al hijo de la Sra. Tadano... – señaló Franziska.
– ¡Eres muy perceptiva! – Blackquill sonrió mientras se servía un vaso de agua. – La otra razón por la que elegí tomar este caso, fue porque tiene una relación innegable con uno de mis casos antiguos. Específicamente, el último en el que trabajé antes de ser arrestado y sentenciado por asesinato...
Franziska parpadeó. – No estás hablando del...
– Así es... – dijo Blackquill, antes de tomar un trago de agua. – ¡Hablo del incidente TO-2!
– He leído varias veces los archivos sobre el caso TO-2. ¿Qué te hace pensar que los dos incidentes están relacionados? – argumentó Franziska, señalando con el dedo a Blackquill.
– ¿Aparte del hecho de que las víctimas en ambos son hermanas? – contraatacó Blackquill. Luego volvió a llenar el vaso y dejó a un lado la jarra. – El hecho de que el día del crimen, se suponía que recibiría unos registros de parte de su personal, que me ayudarían a encontrar al verdadero asesino de ese caso...
–¿El verdadero asesino? ¿Te refieres a ese asqueroso pervertido Carl Pritt? ¡Creí que la policía ya había juzgado y condenado al verdadero asesino! – declaró Franziska.
– Eso dicen los registros oficiales... – Blackquill volvió hacia el sofá. – No me malentiendas, el Sr. Pritt tenía problemas serios al ser un mirón, y no era apto para trabajar alrededor de un montón de chicas adolescentes con faldas cortas. Sin embargo, durante mi investigación, me di cuenta que el Sr. Pritt era un chivo expiatorio para alguien más: Koshiro Nakanaka...
– ¿El novio de la víctima? – inquirió Franziska en tono escéptico. – ¿Qué te hizo sospechar de él?
Blackquill volvió a sentarse en el sofá, con el vaso de agua en la mano. – Bueno, para empezar, no se veía muy afectado por el hecho de que habían asesinado a su novia. Y no sólo eso, sino que fue extrañamente evasivo cuando le pregunté qué estaba haciendo durante el día del asesinato. Combina eso con el hecho de que le llamé la atención por varias mentiras que dijo durante su interrogatorio, y me di cuenta que estaba usando a Carl Pritt como chivo expiatorio por sus acciones.
– Quizás estaba conteniendo su dolor por dentro. Después de todo, se suicidó unos meses después, a mitad del invierno... – sugirió Franziska.
– Ah, sí, el "suicidio". – dijo Blackquill, haciendo un gesto de comillas con su mano libre. – El suicidio en el que la policía nunca encontró el cuerpo. El suicidio en el cual la "víctima" no sólo viajó fuera de la ciudad, sino que escaló por una montaña para saltar de un puente. El suicidio donde la "víctima" escogió un puente sobre un río que es famoso porque aquellos que caen en él nunca más los vuelven a ver. Si eso no grita a los cuatro vientos "¡Fingí mi propia muerte!", no sé qué lo hace...
Franziska suspiró ante el tono sardónico de Blackquill. – Has dejado claro tu punto. ¿Pudiste encontrar evidencia decisiva que apuntara hacia él?
– En efecto, la encontré. – confirmó Blackquill antes de tomar otro trago de agua. – Había una nota suicida que encontraron en el cuerpo del Sr. Pritt, supuestamente firmada por la misma Takara Yamai. Dada la naturaleza de la escena del crimen cuando el Sr. Pritt fue atrapado y aprehendido, la policía teorizó que estaba en medio del proceso de hacer parecer que la muerte de Takara pareciera un suicidio cuando fue interrumpido por Koshiro.
»Por supuesto, yo no confiaba en esta teoría, así que reuní muestras de la escritura de todos los involucrados en el caso, y se las di a mi amiga y mentora Metis, ya que ella conocía a alguien que se especializaba en análisis de escritura. Cuando fui a recoger el análisis al día siguiente, terminé teniendo un "desacuerdo" con ella, y para abreviar la historia, la maté a sangre fría y me sacaron del caso... – dijo Blackquill con orgullo.
– ¿Por qué sigues manteniendo esa historia después de todos estos años? ¡Ambos sabemos que tú no la mataste! – insistió Franziska. También se sentía perturbada por la forma tan casual en la que su antiguo colega hablaba de haber matado a su mentora.
– Eso no es lo que dicen las cortes... – Blackquill sonrió. – Aunque me resulta irónico que la mujer que me sentenció a muerte sea también la única que insiste en que soy inocente...
– ¿Qué hay de Athena? ¡Su testimonio es la razón por la cual yo sabía que eras inocente! – Franziska le apuntó con el dedo. – También sé que mi hermano pequeño te considera inocente. De lo contrario, no habría movido sus palancas para permitirte ejercer como fiscal pese a tu condena.
– Me parece justo, pero no importa cuántas personas digan que no lo hice. El hecho permanece en que yo soy culpable de asesinar a mi mentora, y mantendré este hecho todo el camino hasta el Río Styx. Ahora, te sugiero que lo dejes, o te enviaré a que vayas a verla.
Franziska rodó sus ojos. – Hmph, palabras vacías. Ambos sabemos que tú no eres un asesino, pero de acuerdo, atendamos el asunto que nos concierne ahora. Asumiendo que Koshiro aún sigue con vida, ¿qué esperabas encontrar en Itan que te ayudara no sólo a localizarlo, sino también a probar que él era el verdadero culpable?
– Registros estudiantiles, reconocimientos, reportes de incidentes, cualquier trozo de información relacionado a Koshiro Nakanaka mientras era estudiante en la Preparatoria Itan. De alguna manera, esa tarea recayó en el joven Hitohito Tadano. Por desgracia, el incidente entre él y la Srta. Yamai ocurrió, y en medio de todo el caos, los archivos que estaba buscando desaparecieron. – explicó Blackquill. Tomó un sorbo de agua antes de continuar. – Conozco al joven Tadano lo suficiente para saber que él no habría hecho nada con esos archivos, y aunque no fuera así, no tendría motivo. La Srta. Yamai también quedó descartada ya que estuvo boca abajo en el suelo la mayor parte del tiempo. Eso nos deja a la única otra persona que podría haber hecho algo con esos archivos: el Sr. Itsuki Honshoku...
– ¡Imposible! – exclamó Franziska. – ¿Qué podría ganar robándose registros sobre un estudiante con el que no tiene conexión alguna?
– Bueno, para empezar, bien podría ser el mismo Koshiro Nakanaka bajo un alias totalmente diferente... – sugirió Blackquill. – También hay la posibilidad de que los esté reteniendo para usar de ficha de intercambio, aunque no podría decir con qué propósito. Por desgracia, ahora sin los archivos, el rastro de ha perdido, y la única persona que podría ayudarme a recuperarlo de nuevo es el mismo Sr. Honshoku...
– Entonces, todo esto es porque querías otra oportunidad de resolver el caso TO-2. Sí sabes que el Sr. Pritt ya fue ejecutado, y que resolver este caso no lo traerá de vuelta... – dijo Franziska negando con el dedo.
– Ya lo sé, pero el verdadero asesino aún sigue allá afuera, y aunque el Sr. Pritt haya sido un pervertido lascivo, ¡no merecía que lo usaran como chivo expiatorio! – declaró Blackquill. – Ahora, ya he cumplido mi parte del trato, así que ¿por qué no me dices cuál es tu interés en ese friki de las computadoras Honshoku?
– Muy bien, supongo que te lo ganaste... – concedió Franziska. – El Sr. Honshoku nos contactó diciendo que tenía información sobre un criminal y terrorista internacional conocido como "el fantasma"...
En el momento en que Franziska dijo ese nombre, la sonrisa de Blackquill desapareció. Bajó las piernas de su sofá y se sentó derecho, colocando su vaso de agua en el suelo.
– Él... – gruñó entre dientes.
– Es decir que sí estás familiarizado con él, ¿no? – preguntó Franziska.
– Lo estoy. Es otra presa que he estado cazando desde antes de mi condena... –asintió Blackquill. Se reclinó de vuelta en su asiento y recuperó su sonrisa. – Asumo que, durante mi estadía en los calabozos, Interpol no ha tenido suerte en atraparlo...
– Si así fuera, no estaríamos teniendo esta conversación. Lo hemos rastreado varias veces, pero siempre nos elude antes de que logremos arrestarlo. – Franziska se apoyó el mentón sobre su mano. – Tiende a unirse a grupos terroristas asumiendo la identidad de un miembro de alto rango, usando la posición de esa persona para influenciar las actividades del grupo hacia sus metas. De hecho, la última vez que casi lo atrapamos, asumió la identidad del líder del grupo, y tenía efectivamente toda una celda terrorista bajo su mando.
– Suena el tipo de lugar donde nuestro fantasma se sentiría como en casa... – Blackquill se frotó las manos. – ¿Dónde estaba cuando lo encontraste por última vez?
– ¿Has oído de un grupo llamado "Los Ingenieros"? – inquirió Franziska.
– No, no acostumbro a escuchar Punk Rock... – dijo Blackquill sarcásticamente. Franziska le lanzó una mirada poco divertida mientras preparaba su látigo.
– Los Ingenieros eran una organización terrorista liderada por un hombre llamado Majid Sadiq. – lo corrigió ella tajantemente. Empezó a caminar de allí para acá por la sala mientras le explicaba sobre el grupo. – Se hicieron notar mayormente por los Ataques de la Lista Negra que ocurrieron contra los Estados Unidos a finales de 2012 para supuestamente obligarlos a retirar a todas sus tropas estacionadas en el extranjero. En última instancia, fueron derrotados por las fuerzas especiales americanas, y se presumió que Sadiq había muerto.
– Debe haber sucedido después que me condenaron por mis crímenes. Por curiosidad, ¿qué hicieron ustedes los yanquis para enfurecerlos tanto? – dijo Blackquill con algo de burla mientras se echaba atrás y cruzaba los brazos.
– ¿Quién sabe? No es como que Sadiq compartiera sus verdaderos motivos con nadie. – respondió Franziska en tono de molestia mientras flexionaba su látigo. – Y para que conste, soy japonesa, como puedes ver...
– Tal vez, pero te criaste y pasaste la mayor parte de tu carrera en los Estados Unidos. Enfréntalo, Karma-dono, eres tan americana como el béisbol y el pie de manzana. – replicó Blackquill.
Franziska suspiró. Si alguien más le hubiera dicho esas cosas, le habría llenado toda la cara de latigazos. Sin embargo, con Blackquill, ella podía ver que latiguearlo era inútil. Así que lo bajó, no queriendo darle la satisfacción de meterse bajo su piel.
– ... Continuando, fue un shock tanto para el público americano, junto con el resto del mundo, que no sólo hubiera sobrevivido, sino que lanzó una segunda oleada de Ataques a la Lista Negra.
– Excepto que esta vez, el líder, era nuestro impostor en serie... – musitó Blackquill.
Franziska continuó. – En el pasado, pudimos rastrear al fantasma gracias a los cambios radicales en el modus operandi de los grupos terroristas. Sin embargo, esta vez fue capaz de seguir su libro de jugadas al pie de la letra. Sólo pudimos encontrarlo por un golpe de suerte, cuando localizamos el cadáver del verdadero Majid Sadiq. A partir de allí, con ayuda de otras agencias, pudimos tomar ventaja de esta información para sembrar discordia en sus filas y permitirles frustrar los ataques. Por desgracia, el fantasma se nos escapó de nuevo...
– Una lección de historia interesante, pero seguramente, el fantasma no se dedica a hacerse pasar por líderes terroristas sólo por diversión, ¿verdad? ¿Cuáles eran sus metas? – inquirió Blackquill.
– Por desgracia, sus motivos no son claros, pero tengo una teoría: creo que el fantasma podría estar trabajando para Yamai Holdings... – respondió Franziska.
– ¿Oh? – Blackquill levantó una ceja. – Ahora esto, sí tengo que oírlo...
– He notado que después de cada ataque terrorista que el fantasma tuvo una mano en orquestar, Yamai Holdings o una de sus subsidiarias siempre acudió para ayudar con la recuperación. Al hacerlo, siempre compraban negocios locales e infraestructura. Al final, el único hilo común entre los ataques del fantasma es que la influencia de Masatomo Yamai se fortalece significativamente... – explicó Franziska.
– ¿Es así? – replicó Blackquill. («De ser ese el caso, ¿qué podría ganar Masatomo Yamai al atacar a GYAXA?»)
– ¿No me crees? – inquirió Franziska.
– No, sí te creo. – aclaró Blackquill. – Puedo fácilmente ver a un canalla corrupto como Masatomo usando a un agente corporativo para expandir su imperio de negocios. Sin embargo, la pregunta es ¿tienes evidencia que soporte esta teoría...?
– Por desgracia, no. – Franziska negó con la cabeza. – Interpol todavía no logra encontrar un enlace sólido entre el fantasma y Yamai Holdings. El fantasma siempre es muy cuidadoso de no dejar conexiones con sus empleadores en caso de ser descubierto. Esto es sólo especulación basándonos en patrones que ocurren con cada uno de sus ataques. A menos que podamos atrapar al hombre en persona, esto seguirá siendo sólo una teoría.
– Bueno, dudo mucho que podamos confiarnos en que el fantasma cometa el mismo error que con Sadiq... – replicó Blackquill. – Sin embargo, tengo algo preparado de mi última investigación sobre él que podría ayudarte a localizarlo: un perfil psicológico que un amigo mío hizo de él...
– ¿Qué? ¿Tenías algo como eso en tus manos todo este tiempo y no me informaste? – Franziska jadeó de shock. – Yo... no importa. ¡Me vas a dar ese perfil ahora!
Franziska extendió la mano. Sin embargo, Blackquill sacudió su cabeza y sonrió.
– Primero lo primero. Hay algo que quiero de ti...
– ¿Q-qué clase de tonterías estás hablando? ¿Por qué estás reteniendo evidencia tan importante cuando ambos queremos atrapar al fantasma? – gruñó Franziska mientras cogía su látigo.
– No me malentiendas, yo quiero atrapar al fantasma tanto como tú, pero no trabajo de gratis... – Blackquill entrelazó sus dedos mientras se reclinaba sobre su asiento. – ¿Qué te parece si hacemos un trato? Tú me ayudas a resolver el caso TO-2 y te aseguras de que Hitohito Tadano salga limpio de todos sus cargos, y el perfil psicológico del fantasma será tuyo.
– Sabes, bien podría simplemente hacer que los interrogadores de Interpol te sonsacaran su ubicación en lugar de eso... – lo amenazó Franziska.
– Estoy seguro de que sí, pero no lo harás... – Blackquill se inclinó hacia adelante. – Te conozco bien, Karma-dono, y sé bien que quieres diferenciarte de tu padre y sus métodos. ¿Por qué si no ibas a llevar tu distintivo de fiscal abiertamente? También sé que crees erróneamente que yo soy inocente, y definitivamente no querrás someter a un alma inocente como el joven Tadano a mi destino...
– ¡Está bien! Te ayudaré a resolver ese caso y a liberar a tu amiguito, pero más te vale que tengas listo ese archivo para mí, o estarás sufriendo un mundo de dolor... – Franziska señaló a Blackquill con el dedo.
– Sí, sí, tendré el archivo preparado para ti... – Blackquill rodó sus ojos antes de levantarse. – Ahora, volvamos al lobby para fiscales antes que mis "testigos" intenten hacer algo...
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Franziska escoltó a Blackquill de vuelta al lobby para fiscales junto con el alguacil. Por el camino, Blackquill miró el reloj y se dio cuenta que quedaba algo de tiempo antes que se reanudara el juicio. Supuso que trataría de averiguar más sobre los verdaderos objetivos de Asano y Yamai una vez que regresara.
Y hablando de Yamai, Blackquill se quedó en shock al saber de la posibilidad de que su padre, Masatomo, fuese el empleador del fantasma, pero no le sorprendió del todo. Aunque no hubiera evidencia conclusiva, la teoría tenía cierto mérito. Durante sus visitas a la prisión, su hermana Aura mencionó que Yamai Holdings había mostrado interés en comprar GYAXA desde la amenaza de una bomba del fantasma. Hasta ahora la compañía se había rehusado a vender, pero él se preguntaba si el fantasma volvería para hacerlos reconsiderar.
– Tengo que volar. Aún necesito preguntarle a la Srta. Cykes sobre su conocimiento del paradero del Sr. Honshoku... – les dijo Franziska a los dos una vez que llegaron a las puertas del lobby para fiscales.
– Me dio gusto ponerme al día, Karma-dono... – replicó Blackquill con una sonrisa. Luego su expresión se tornó seria. – Dicho eso, no hagas nada que le recuerde a Athena sobre el UR-1. Ya ha pasado por suficientes cosas. De lo contrario, tendré que matarte...
– Sí, sí, haré lo mejor que pueda... – Franziska rodó los ojos ante la amenaza de Blackquill. («Palabras vacías, Blackquill. Ambos sabemos que tú no eres un asesino...»)
Sin embargo, cuando Blackquill abrió las puertas de la sala, Asano y Yamai se habían ido. El alguacil que aún ocupaba la sala seguía presente, al igual que Taida y una Nakanaka con aspecto destrozado.
– ¿Qué demo...? – Blackquill parpadeó. Franziska se quedó un poco más para ver lo que iba a hacer. Se dirigió hacia el alguacil y lo agarró del cuello de la corbata. – ¡Tenías un solo trabajo! Un. Solo. Trabajo.
– ¡Sr. Simon Blackquill, cálmate! – Franziska dio un latigazo hacia el otro fiscal, que dejó caer al alguacil al suelo. Luego ella se acercó a él. – ¿A dónde se fueron el Sr. Asano y la Srta. Yamai?
– ¡N-no lo sé, no me lo dijeron! – mintió el alguacil.
– ¡Bueno, si no los puedes encontrar pronto, me aseguraré que su desaparición aparezca en tu próxima revisión para tu salario! – amenazó Franziska.
– ¡No! ¡Eso no! – gritó el alguacil. –¡Hey, espere un minuto! Usted está con Interpol, ¿no? ¡Usted no está a cargo de mi salario!
– No, pero conozco a personas que sí lo están, y si no cambias tu actitud de tonto, ¡me aseguraré que tu salario baje tanto que tendrás que pagar para trabajar! – Franziska volvió a agitar su látigo.
– ¡Eep! – chilló el alguacil.
Blackquill le puso la mano en el hombro a Franziska. – Relájate, Karma-dono. No necesitamos que nos diga nada. ¡Ya sé a dónde se fueron!
– ¿Oh? – Franziska se giró hacia Blackquill.
– Se fueron a visitar a Tadano para tratar de intimidarlo. Sin duda esa era su intención desde el inicio. – le explicó. Luego se volvió hacia Taida y Nakanaka. – ¿No es así?
– Uhm... ¡s-sí, eso creo! – tartamudeó Taida con un asentimiento. Nakanaka simplemente asintió débilmente.
(«Qué raro, esa chica estaba toda emocionada cuando me fui. ¿Pasó algo mientras no estábamos?») se preguntó Franziska. Por mucho que quería saberlo, ella sabía que tenía trabajo que hacer en otra parte.
– Bueno, en ese caso, vamos a hacerles una visita, ¿quieres? – Blackquill empezó a dirigirse hacia la puerta. – Creo que ese látigo tuyo podría resultar muy útil...
– En efecto, pero sí sabes que no lo uso para golpear a niños, ¿verdad? – preguntó Franziska en relación a Yamai.
– Es una pena, porque la Srta. Yamai probablemente merece más que nadie disciplina física. Oh bueno, me aseguraré que se mantenga lejos de Tadano, de una forma u otra... – replicó Blackquill. Luego le indicó al alguacil que monitoreó su reunión para que los acompañara.
Franziska miró al otro fiscal mientras lo seguía. Se le hizo extraño que a pesar de su insistencia en que Tadano era inocente, todavía insistía en procesarlo. Las razones que le dio no le cuadraban del todo. Sin embargo, también sabía que, considerando su propio rol en el caso UR-1, ella no tenía lugar para criticarlo.
También esperaba que Athena o alguien que estuviera con ella tuviese una pista sobre Itsuki Honshoku, y rezó para que la joven abogada no la reconociera como la fiscal del UR-1. Lo último que quería era reabrir viejas heridas, y aunque Blackquill tomó su retorno a su vida remarcablemente bien, no estaba segura si Athena reaccionaría de la misma forma.
Hablando de Blackquill, se puso a pensar en el trato al que accedió para obtener el análisis psicológico del fantasma. Se dio cuenta que al aceptarlo, probablemente tendría que hacer mucho más de lo que había planeado para conseguirlo. Sin embargo, también sabía que al hacerlo, si Itsuki Honshoku resultaba ser un callejón sin salida, al menos no volvería con Bradford con las manos vacías.
(«Te ayudaré, Sr. Simon Blackquill, pero más te vale que mantengas tu parte del trato...»)
Esta historia continuará...
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