Capítulo 23: ¡Choque en la corte! Athena vs El Samurai Sombrío, Parte 4
28 de septiembre, 1:00 PM
Corte del Distrito – Sala de justicia No. 8
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Declaración del testigo
-- El último intento de Mei Karuma Van Zieks --
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Nakanaka:
– Recibí el llamado de auxilio del clarín de Yamai en mi teléfono.
»Con la velocidad del Dios Hermes, me apresuré a llegar a los archivos de la biblioteca.
»Llegué a la biblioteca, aunque el Sr. Honshoku no se encontraba en ninguna parte.
»Abriéndome paso por los estantes, ¡llegué hasta atrás justo a tiempo para ver lo que sucedió!
»¡Allí! ¡Ese bellaco de Tadano acababa de golpear cruelmente a Yamai detrás de la cabeza!
»Apenas pude ocultarme cuando huyó...
»Cuando finalmente pude acercarme a mi amiga, estaba totalmente inconsciente...
»Tras unos momentos de shock, llamé a la policía... –
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Athena golpeó el escritorio con la palma de su mano. – ¿No vio al Sr. Honshoku? ¿En absoluto? ¿Está absolutamente segura de esto?
– ¿Acaso funcionan esas orejas tuyas, Reina de Amarillo? – Nakanaka rodó los ojos mientras hacía una mueca desdeñosa. – ¡Eso es literalmente lo que acabo de decir!
– Bueno, ¿se aseguró de ver en cada rincón de la habitación? ¡Hay muchos lugares donde podría haberse escondido! – Athena la bombardeaba con preguntas, con la esperanza de que tuviera un desliz.
– Sí te das cuenta que debes guardarte tus preguntas para el interrogatorio, ¿verdad, Cykes-dono? – Blackquill también golpeó su escritorio, interrumpiendo las preguntas de Athena. – ¡Estás tan obsesionada con este hombre, que no me sorprendería si le propusieras matrimonio!
– ¡¿Qué?! ¡EEEEEEEEEWWW! – gritó Athena asqueada. Blackquill no pudo evitar soltar una risita a expensas de ella.
– Concéntrate, Athena. ¡Está tratando de hacer que pierdas el equilibrio! – le dijo Phoenix.
(«Es fácil para usted decirlo cuando no le están emparejando con alguien que casi tiene el doble de su edad...») pensó Athena haciendo un puchero.
– ¡De vuelta a lo que importa! – exclamó Blackquill, atrayendo la atención de Athena, Phoenix y Hitomi. – Quisiera conceder que efectivamente suena más improbable que el escenario de que el Sr. Honshoku fue quien golpeó a la Srta. Yamai...
– ¿E-en serio? – preguntó Athena, alzando una ceja sospechosa. («Ok, ¿ahora qué está tramando?»)
– En efecto... – confirmó Blackquill. Luego se llevó la mano al mentón y sonrió. – Sin embargo, quisiera que me respondas una simple pregunta: ¿cuántas veces fue golpeada la Srta. Yamai?
– Umm... ¿D-dos? – respondió Athena algo dudosa. («Oh no... creo que ya sé a dónde va con esto...»)
– ¡Exacto! – Blackquill se tocó la frente con una sonrisa. Luego giró su atención hacia el estrado. – ¡Srta. Mei Karuma Van Zieks! ¿Cuántas veces viste que golpearon a la Srta. Yamai?
– ¡Una sola! ¡Pero fue un golpe horrible! ¡Uno que quedará grabado en mi núcleo y me atormentará por los siglos por venir! – Nakanaka cerró su mano en un puño que empezó a agitar.
– ¿Está yendo a alguna parte con estas preguntas, Fiscal Blackquill? – inquirió la Jueza Gavèlle.
– ¡Por supuesto, Su Santidad! – La sonrisa de Blackquill se ensanchó aún más. – La Srta. Van Zieks aquí presente vio al Sr. Tadano golpear a la Srta. Yamai una sola vez. Sin embargo, como sabemos todos, la Srta. Yamai fue golpeada dos veces. ¿Quién, entonces, fue responsable del primer golpe? La defensa les dirá que fue el Sr. Honshoku, y francamente, estoy dispuesto a considerar esa posibilidad. Sin embargo, ¡hay una falla fatal en tu argumento, Cykes-dono!
– ¿Y esa es...? – Athena empezó a transpirar profusamente mientras se agarraba del escritorio.
– Ya que la Srta. Nakanaka fue testigo del momento del segundo golpe, en el contexto de este juicio, el que el Sr. Honshoku haya estado involucrado en este incidente... – Blackquill estampó su palma en el escritorio y se inclinó hacia adelante para desafiar a la defensa con la mirada – ... ¡es en última instancia irrelevante!
– ¡¿Q-Q-QUÉEEEEEEEEE?! – Athena jadeó, casi colapsando detrás del escritorio.
– No me malentiendas, el Sr. Honshoku tendrá que pagar por su crimen, igual que tu servidor... – Blackquill se señaló a sí mismo. – ¡Sin embargo, eso no cambia el hecho de que el acusado sigue siendo culpable de agresión!
»Así es, este crimen... – Blackquill golpeó el escritorio de nuevo – ¡tiene dos culpables!
Murmullos estallaron por toda la galería de la sala por la revelación de Blackquill. Varios se preguntaban si lo que decía era cierto, mientras otros señalaban que era probable que Itsuki Honshoku estuviera desaparecido porque se había escondido tras golpear a Yamai. Athena incluso oyó a un individuo sacar un rumor de que la última persona que agredió a una de las hijas de Masatomo, Carl Pritt, no fue ejecutado realmente por la policía sino por el propio Masatomo en persona, y había muchas posibilidades de que Honshoku no quisiera sufrir el mismo destino.
*¡SLAM!*
– ¡Orden en la sala! – ordenó la Jueza Gavèlle. Luego se giró hacia Blackquill. – Es un punto interesante, Fiscal Blackquill. Si es verdad, tal vez sí pueda emitir mi veredicto hoy mismo después de todo...
(«No... estuve tan cerca...») pensó Athena dejándose caer en el escritorio.
– ¡No pierdas la esperanza, Athena! ¡Aún tenemos el interrogatorio! – le recordó Phoenix.
– ¡Qué experticia, Samurai Sombrío! ¡Creo que lo celebraré con un brindis! – dijo Nakanaka triunfante. Fue a coger su botella de jugo de uva y su copa, pero ambas habían desaparecido. – ¿Huh? ¿A dónde se fueron mis reservas y mi cáliz sagrado?
– Me tomé la libertad de guardártelos mientras te parchaba las heridas, Omoharu. – Onemine le enseñó a Nakanaka los objetos que le había confiscado.
– ¿Qué...? ¡DEVUÉLVEMELOS! — chilló Nakanaka tratando de agarrarlos. Sin embargo, Onemine los mantuvo fuera de su alcance.
– ¿Y dejar que te vuelvas a cortar la mano? ¡Ni lo sueñes! – replicó Onemine.
– ¡Pero Onemiiiineee! – gruñó Nakanaka.
– ¡Pero nada! ¡Vi todos esos demás cortes que te hiciste en la mano antes de hoy y que tenías la mano vendada desde hace un mes! ¡No te voy a dejar que agarres nada de vidrio hasta que dejes ese mal hábito! – le regañó Onemine. Luego metió la mano en su bolso, sacó una pequeña caja de jugo, y se la entregó. – ¿Quieres beber algo? ¡Bébete esto!
– ¡Hmph! Está bien... – Nakanaka resopló antes de tomar la caja de jugo. Sacó la pajita de plástico de su envoltura y la metió en ella antes de empezar a aspirar el jugo. – De todas maneras ya gané...
*¡SLAM!*
– ¡Srta. Cykes, puede comenzar su interrogatorio! – ordenó la Jueza Gavèlle. Luego extendió su mazo para empuñarlo. – Sin embargo, si no encuentra problemas con este testimonio, emitiré mi veredicto. ¿He hablado claro?
– ¡S-sí, Su Señoría! – tartamudeó Athena. Luego colocó las manos sobre el escritorio tratando de prepararse. («Tengo que encontrar problemas con ese testimonio, ¡y rápido! ¡La vida de Hitohito depende de ello!»)
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Interrogatorio
--El último intento de Mei Karuma Van Zieks --
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Nakanaka:
– Recibí el llamado de auxilio del clarín de Yamai en mi teléfono.
»Con la velocidad del Dios Hermes, me apresuré a llegar a los archivos de la biblioteca.
»Llegué a la biblioteca, aunque el Sr. Honshoku no se encontraba en ninguna parte.
– ¿Está segura de haber revisado en todas partes? – inquirió Athena.
– ¿Siempre tengo que repetirte las cosas, Cykes-dono? ¡Acabo de decir que el hecho de si el Sr. Honshoku estaba presente o no allí abajo es irrelevante! – argumentó Blackquill.
– ¡Bueno, quizás también haya sido responsable por el primer golpe! – Athena apuntó con el dedo a Blackquill.
– ¡No-oh! ¡Yo vi el segundo golpe, y la persona responsable es ese hombre que está allá! –Nakanaka señaló a Hitohito, sentado en silencio en la silla del acusado, sólo para verse sorprendido por la acusación de su compañera de clases.
(«Esto no lleva a ninguna parte, probemos con otra cosa...») pensó Athena. Luego asintió y giró la mirada hacia la estudiante con delirios. – Bueno, en ese caso déjeme preguntarle esto: ¿acaso vio a la Srta. Gorimi en su camino a la biblioteca? – le preguntó.
– ¡N-no lo sé! ¡Estaba tan ocupada enfocándome en llegar a los archivos de la biblioteca que no noté su presencia! – tartamudeó Nakanaka.
Blackquill negó con la cabeza. – Podemos inferir fácilmente que la Srta. Gorimi no estaba en su puesto ya que el Sr. Tadano se fue después que la Srta. Nakanaka bajó a ese lugar, y la Srta. Gorimi no vio salir al Sr. Tadano. – Se volvió hacia el pájaro posado en su hombro. – Además, si la Srta. Gorimi hubiera estado allí, ¡la Srta. Van Zieks habría recibido el tratamiento del abanico!
(«Ugh, de vuelta al inicio entonces ...») Athena suspiró.
– Entonces, ¿qué hizo después de llegar? – inquirió la Jueza Gavèlle.
Nakanaka:
»Abriéndome paso por los estantes, ¡llegué hasta atrás justo a tiempo para ver lo que sucedió!
»¡Allí! ¡Ese bellaco de Tadano acababa de golpear cruelmente a Yamai detrás de la cabeza!
(«Ya he escuchado la mayor parte de su testimonio hasta este punto, pero quizás deba intentar clarificar las cosas una vez más...») Athena se puso a reflexionar mientras jugueteaba con su arete.
– ¿Y bien? – Nakanaka resopló con impaciencia. – Acabas de decir "¡UN MOMENTO!", ¿no? Eso significa que tienes preguntas para mí, ¿o no?
– B-bueno...
– ¡Pues entonces PREGUNTA! ¡No tengo todo el día! – interrumpió Nakanaka. – ¡Necesito volver a Blaze Insignia: Champions para terminar un evento de tiempo limitado antes que expire!
– ¡Si tenías tanta prisa, no debiste haber roto tu vaso y desperdiciado el tiempo de todos con eso! – declaró Phoenix. – Además, los eventos de tiempo limitado en ese juego no expiran hasta el final del día, así que tendrás tiempo de sobra para terminarlo después del juicio.
– Yo... ¡guuuhhhhh! – Nakanaka suspiró.
– ¡No sabía que usted también jugara ese juego, Sr. Wright! – dijo Hitomi.
– No lo hago, pero mi hija sí. Mi teléfono no está exactamente hecho para jugar videojuegos... – Phoenix se rascó detrás de la cabeza tímidamente.
(«Eso es quedarse cortos. Ya he visto el teléfono del jefe, y en esa cosa no se puede jugar ni ese viejo juego de la serpiente.») pensó Athena. Luego se giró hacia Nakanaka. – ¡Describa exactamente lo que dice que vio hacer a mi cliente con detalles!
– ¡Jejejejejeje, con gusto! – replicó Nakanaka con arrogancia, levantando su mano frente a su rostro antes de comenzar su discurso. – Yamai estaba boca abajo en el suelo. Intentó levantarse, pero Tadano estaba parado frente a ella. Le suplicó piedad, pero sus súplicas sólo fueron respondidas con una cruel y malvada risa. Mientras empuñaba el reloj antiguo como una maza de picos medieval, Yamai continuó suplicando con la esperanza de salvarse de la ira de Tadano, pero tristemente, eso sólo lo impulsó a azotarle el martillo con mayor ferocidad, haciendo volar la sangre por todos lados. Aún tengo pesadillas con ese ataque, y la cara maligna de Tadano. Una vez que había cometido su fechoría, ¡inmediatamente arrojó el reloj y corrió, esperando escapar antes de ser descubierto!
Toda la sala se quedó en silencio. Esto se mantuvo por varios minutos hasta que Athena se atrevió a hablar.
– Umm... ¿algo de eso pasó realmente, o esto sólo es un pasaje de algún fanfic que has escrito? – preguntó Athena sudando frío. [Kometani: Sin comentarios.]
– Estoy de acuerdo. Se me hace muy difícil ver a alguien como el acusado actuando como lo ha descrito usted... – comentó la Jueza Gavèlle.
– Es muy obvio que la Srta. Van Zieks está embelleciendo la verdad de lo que pasó, pero una parte de lo que dijo es cierta: ¡el hecho de que vio el momento del segundo ataque! – declaró Blackquill.
– Ya veo... – asintió la Jueza Gavèlle. – Si la defensa está satisfecha, la testigo puede continuar su testimonio, pero con un lenguaje menos melodramático. A esta corte le interesa saber la verdad, no escribir una novela...
(«Algo sobre esto no está bien. ¿Realmente es posible que Nakanaka haya visto a Hitohito golpear a Yamai detrás de la cabeza? Tendré que presionarla más tarde en su testimonio...») pensó Athena, mirando a la testigo con suspicacia.
Nakanaka:
– Apenas pude ocultarme cuando huyó...
»Cuando finalmente pude acercarme a mi amiga, estaba totalmente inconsciente...
– ¿Qué fue lo que vio cuando llegó con su amiga? – inquirió Athena.
– ¡Vi su cuerpo inconsciente boca abajo en el suelo! ¿No me estabas escuchando? – gruñó Nakanaka.
(«Cielos, hoy me están poniendo a prueba...») Athena negó con la cabeza. – Quise decir, ¿no vio algo que le pareciera extraño?
– No lo sé, ¿debería haberlo visto? – Nakanaka cruzó los brazos.
– ¡No se haga la lista y responda la pregunta! ¿No vio algo más aparte del cuerpo de la Srta. Yamai? – Athena golpeó el escritorio con la palma.
– Hmmm... – Nakanaka se puso la mano en el mentón pensativa. Athena se tensó con anticipación, esperando para darle directo en sus palabras. – ¡Oh, sí! ¡Junto a su cuerpo, encontré un mensaje escrito en sangre!
(«¿Por qué titubeó antes de responder?») preguntó Athena. – ¿Y? ¿Qué decía?
– Hmm... – Nakanaka se detuvo de nuevo para pensar. Luego volvió a meterse en su personaje. – ¡Por supuesto! ¡Lo vi! ¡Junto a mi amiga caída, encontré una confesión carmesí! ¡Sí! ¡La escritura sanguinaria frente a mí decía "TADANO"! ¡Un mensaje final de mi compañera antes que se fuera hacia el Reino Crepuscular!
– Umm, la Srta. Yamai no está muerta, ¿sabe...? – señaló Athena.
– En efecto, y llamarlo una "confesión carmesí" implicaría que fue el acusado quien lo escribió en lugar de la víctima... – añadió la Jueza Gavèlle.
Nakanaka golpeó el estrado con frustración. – ¡Nnnggghhh, VI UN MENSAJE ESCRITO POR YAMAI CON SANGRE QUE DELETREABA EL NOMBRE DE TADANO, MALDITA SEA! – gritó mientras volvía a salir del personaje.
– Tranquilícese, Srta. Nakanaka, no necesita ponerse furiosa... – le dijo la Jueza Gavèlle con calma. – Y por favor, absténgase de usar lenguaje soez en esta sala.
– Por una vez, estoy de acuerdo con Su Santidad. No hay necesidad de enfurecerte, Srta. Van Zieks. – dijo Blackquill con una sonrisa. La Jueza Gavèlle le lanzó una mirada enojada. – Si dejas que te controle, ¡podrías terminar dejando una abertura que la Reina de Amarillo podría explotar!
– ¡Ahh, sí, por supuesto! ¡Sabias palabras, Samurai Sombrío! – replicó Nakanaka, volviendo a su personaje y adoptando otra pose de GoJo.
(«Cielos, con la actuación de estos dos, quizás deberían haber elegido como carrera ser actores de teatro. Aun así, si les preocupa dejar una abertura, ya es muy tarde, ¡porque no voy a dejar que lo que acaba de decir se escape sin escrutinio!») pensó Athena. Inmediatamente se volvió hacia la jueza y solicitó: – Su Señoría, por favor haga que la Srta. Nakanaka agregue sus comentarios sobre la escritura en sangre a su testimonio.
– Por supuesto, Srta. Cykes. – asintió la Jueza Gavèlle.
Nakanaka:
– ¡Cerca de su cuerpo, escribió el nombre de su agresor con su propia sangre!
– Describa cómo la Srta. Yamai podría haber escrito el nombre de mi cliente con sangre... – preguntó Athena mientras encendía la pantalla holográfica de Widget. Luego abrió la lista con la evidencia para comparar con las declaraciones de Nakanaka.
– Es muy simple, en serio: ¡Tadano le proveyó los medios cuando la golpeó en la cabeza! ¡Con la herida fresca, pudo usar la sangre para escribir una firma escarlata que buscaba mostrar la agresión! – explicó Nakanaka, haciendo varios gestos con la mano.
– ¿Y cuánto tiempo le llevó llegar hasta donde estaba la Srta. Yamai luego de que fue atacada? – inquirió Athena.
– Tuve que circundar alrededor del estante para asegurarme que Tadano no me viera, o me habría convertido en su siguiente víctima. Tristemente, mis energías mágicas estaban débiles ese día, ¡así que no podría haber peleado si mi posición estaba comprometida! – explicó Nakanaka, cerrando su mano en puño y mirando de manera contemplativa el suelo.
– En otras palabras, desde el momento en que el Sr. Tadano golpeó a la Srta. Yamai hasta que la Srta. Van Zieks llegó al cuerpo, ¡la Srta. Yamai tuvo tiempo de sobra para escribir el nombre del acusado antes que su amiga llegara a ella! – declaró Blackquill cruzando los brazos.
(«Entonces Yamai tuvo tiempo de escribir el mensaje, y la sangre vino de la herida detrás de su cabeza, y la sangre vino de la herida detrás de su cabeza, que según Nakanaka fue Hitohito quien le infligió. Esperen un minuto. Creo que tengo evidencia que dice lo contrario...») pensó Athena mientras se deslizaba por la pantalla holográfica, deteniéndose en una pieza de evidencia particular.
– ¿Y bien? ¿Satisfecha, Reina de Amarillo? – preguntó Nakanaka con una sonrisa arrogante.
– ¡Ni por un segundo, Mei Karuma Van Zieks! – exclamó Athena señalando con el dedo a Nakanaka, que retrocedió de sorpresa.
– ¿Q-qué estás tramando? – Nakanaka miró a Athena con suspicacia, mientras la abogada salía de detrás del banquillo de la defensa. El diagrama de la escena del crimen apareció en la pantalla de televisión frente a la jueza.
– Entonces, para aclararlo, esta es la posición y ubicación en la cual estaban la Srta. Yamai y la escritura en sangre cuando usted fue a verla, ¿correcto? – Athena señaló el cuerpo de Yamai en el mapa.
– ¡Eso es correcto! – asintió Nakanaka.
– Y usted vio a mi cliente atacar a la Srta. Yamai y golpearla detrás de la cabeza, ¿tengo razón? – Athena señaló a Hitohito.
– Ssssíiii... – Nakanaka asintió de nuevo. Había una creciente sensación de impaciencia en su voz.
– Y entonces, la Srta. Yamai usó la sangre de esa herida para escribir el nombre de mi cliente, ¿correcto? – Athena juntó ambas manos con un golpe seco.
– ¡Eso fue exactamente lo que dije! ¿Acaso hay algún motivo para estas preguntas insípidas tuyas? – gruñó Nakanaka, cerrando sus manos en puños.
Athena sonrió mientras se golpeaba la palma con el puño. – Ohh, claro que hay un motivo... y es el hecho de que ¡el escenario que usted acaba de describir es imposible! – exclamó, señalando a Nakanaka con el dedo triunfante.
– ¿D-de qué hechicería estás hablando, bruja? – vociferó Nakanaka, adoptando una postura defensiva como si quisiera invocar un hechizo.
– ¡Por última vez, no utilizo hechicería, sino hechos! – Athena volvió a golpearse el puño con la palma. Luego presionó un botón en Widget para actualizar la pantalla holográfica.
»Durante nuestra investigación, encontramos una reacción de luminol junto al escritorio de la computadora que parecía haber sido borrada. Más aún, el Detective Fulbright confirmó más temprano durante el juicio que la mancha de sangre le pertenecía a la Srta. Yamai. ¡Esto prueba que la Srta. Yamai fue atacada detrás de la cabeza junto al escritorio de la computadora, no junto a los estantes! – Athena apuntó con el dedo a Nakanaka, provocando que una ráfaga de viento saliera de su dedo y golpeara a Nakanaka.
– ¡Nnngghh! – Nakanaka se encogió ante la ráfaga. – ¡B-b-bueno, tal vez ya hubiera sido golpeada dos veces detrás de la cabeza, y entonces Tadano la golpeó en el mismo lugar! ¡Tal vez haya sufrido tres ataques! ¿No se te ocurrió eso?
– ¡Por desgracia, el reporte médico de la Clínica Hickfield descarta esa afirmación! – Athena negó con su cabeza. Sacó entonces el reporte médico para enseñárselo a la sala. – Acorde con el reporte médico, la Srta. Yamai fue golpeada dos veces. Ni más, ni menos. ¡Tendrían que haberse dado cuenta si fue golpeada más veces que eso!
– B-b-bueno... uhhhh... – Nakanaka empezó a sudar y a jalarse el parche nerviosamente. Miró a Blackquill, esperando que le salvara el pellejo. Sin embargo, este le respondió dándole la espalda e inclinándose contra el escritorio.
– ¡Entonces, Srta. Nakanaka! ¿Realmente vio usted a mi cliente golpear a la Srta. Yamai en la cabeza? ¿O esta es sólo otra de sus fantasías delirantes? – Athena volvió a apuntarle con el dedo a Nakanaka.
– Yo... ¡¿C-C-CÓMO TE ATREVES A LLAMARME DELIRANTE, REINA DE AMARILLO?! – Nakanaka agitó su brazo violentamente antes de golpear su puño sobre el estrado.
– ¡Si la bota le queda, póngasela! – Athena cruzó los brazos y la miró con severidad. – ¡Ahora, responda a mi pregunta!
– Yo... bien, lo vi golpearla en la frente, ¿ya estás feliz? – gruño Nakanaka.
– En serio, Cykes-dono, no sé por qué te molestas tanto por esto. Fue un error honesto... – dijo Blackquill todavía de espaldas a Athena. Luego se volteó para encararla. – Además, ¿qué diferencia hay dónde vio la Srta. van Zieks que el Sr. Tadano golpeó a la Srta. Yamai?
– ¡Me alegra que pregunte, Blackquill! – Athena sonrió mientras volvía al banquillo de la defensa. Ya de vuelta en su lugar, estampó su palma sobre la mesa. – ¡Significa que la Srta. Yamai no pudo haber escrito el nombre de mi cliente!
De nuevo, estalló la especulación entre la multitud. Sin embargo, tan rápido como empezó, la Jueza Gavèlle la silenció con su mazo.
*¡SLAM!*
– Interesante. Por favor elabore, Srta. Cykes... – ordenó la Jueza Gavèlle.
– Es muy simple, Su Señoría. El golpe detrás de la cabeza ocurrió antes, mucho antes de que la Srta. Nakanaka llegara a la escena. Para cuando ella supuestamente fue testigo del otro golpe en la frente, la sangre de antes ya se habría secado, ¡dejando a la Srta. Yamai sin una fuente de sangre con la cual escribir el nombre! – explicó Athena.
Blackquill se giró para encarar a Athena. – ¡Tendrás que hacerlo mejor que eso, Cykes-dono! Aunque lo que digas sea verdad, ¿no podría la Srta. Yamai simplemente haber reabierto la herida, metido su dedo en ella, y moverlo para conseguir sangre fresca para escribir el nombre?
– ¡Si hubiera hecho eso, todo su dedo tendría que haber estado cubierto en sangre! – argumentó Athena.
– Bueno, entonces, ¿tiene alguna explicación alternativa de dónde obtuvo la Srta. Yamai la sangre para escribir el nombre? – inquirió la Jueza Gavèlle.
– ¡Ya que lo menciona, sí la tengo! – declaró Athena. – ¡Quisiera dirigir la atención de la corte al reporte médico de la Clínica Hickfield una vez más!
La Jueza Gavèlle asintió y miró su copia del reporte médico. – Puedo verlo. Dice que la Srta. Yamai sufrió dos impactos detrás de su cabeza. Uno con la parte plana, y otro con el borde en punta, y fue el segundo el que causó sangrado.
– No, la parte después de eso... – Athena la corrigió.
– Ahh, veamos... "Tiene un corte en su dedo índice derecho". – leyó la Jueza Gavèlle. – ¡Ohh! ¡Ya veo! ¡Entonces la sangre salió de ese corte!
– ¡Exacto, Su Señoría! – exclamó Athena con una sonrisa. Sin embargo, Blackquill respondió rápidamente.
– Interesante teoría, Cykes-dono. ¿Te importaría explicar cómo fue capaz de sacar sangre de su dedo para escribir el mensaje? – la desafió sonriendo con arrogancia.
– ¡Ohh, le tengo su explicación aquí mismo! – espetó Athena. Rápidamente chequeó su evidencia, en busca de algo que pudiera causar un corte. Encontró los palillos de metal que habían presentado antes y los sacó para enseñárselos a la corte.
– ¿Los palillos de metal que la Srta. Yamai usó para amenazar al Sr. Tadano? – exclamó la Jueza Gavèlle.
– ¡Exacto! Habría sido muy doloroso y arriesgado reabrir la herida detrás de la cabeza de la Srta. Yamai, ¡así que utilizaron esto para sacar suficiente sangre para escribir el nombre de mi cliente en el suelo para incriminarlo! – explicó Ahtena mientras sostenía los palillos de metal para que la corte los viera.
Blackquill rodó sus ojos y le dio la espalda a Athena. – Por favor dime que no necesitas que te señale cuál es la falla obvia en tu razonamiento.
– Bueno, si es tan obvia, tal vez quiera compartirla con nosotros, ¿eh? – espetó Athena con indignación, frunciendo el ceño mientras ponía los brazos en jarras.
Blackquill suspiró. – Sólo tienes que mirar los palillos de metal para tener tu respuesta...
– ¡Aaah! ¡No tienen sangre! – jadeó Athena.
– Tal vez deberías haber notado eso antes de ponerte a agitar el pico haciendo afirmaciones ridículas... – Blackquill volvió a girarse sonriendo con arrogancia.
Athena estaba a punto de hundirse derrotada, cuando algo se le ocurrió. – Bueno, eso podría simplemente significar que intentaron limpiarle la sangre. ¿La policía revisó los palillos en caso de que hubiera rastros de sangre?
El silencio en el banquillo de la fiscalía era toda la respuesta que Athena necesitaba.
– ¡Su Señoría! ¡La defensa solicita que examinen estos palillos de metal en busca de rastros de sangre! – pidió Athena.
– Muy bien. ¡Fiscal Blackquill, haga que la policía examine estos palillos de inmediato! – ordenó la Jueza Gavèlle.
– Si insiste...
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Toda la sala pasó los siguientes minutos esperando los resultados del análisis de los palillos.
Blackquill optó por echarse una siesta contra el banquillo de la fiscalía mientras esperaba a que Taka regresara. La Jueza Gavèlle pasó su tiempo mirando la información del caso mientras le lanzaba miradas ocasionales a Blackquill, suspirando con desaprobación. La gente en galería se encontraba conversando entre sí, y algunos aprovecharon de tomar la oportunidad de ir al baño o hacer llamadas telefónicas.
Cerca del banquillo de la defensa, Athena y Phoenix estaban repasando las notas juntos y discutiendo otras posibles rutas para perseguir y cómo proceder si el examen forense no les daba los resultados deseados. Hitomi se fue a la silla del acusado con permiso de Hosonaga para chequear a su hermano y darle algo de apoyo moral. Se alivió de ver que estaba mejor que esta mañana y se sentía agradecido por todo lo que sus amigos, familiares y equipo legal estaban haciendo.
Hasta las testigos en el estrado hicieron su mejor esfuerzo para mantenerse ocupadas. Gorimi cruzó los brazos en contemplación silenciosa sobre sus recientes malas acciones y cómo las iba a compensar, mientras Otori permanecía allí parada con una sonrisa feliz, sin contemplar absolutamente nada. Onemine sostenía la mano de su amiga para asegurarse que no se fuera por allí, y Nakanaka estaba absorbida jugando Blaze Insignia: Champions en su teléfono.
Un aleteo familiar hizo eco por la sala, cuando Taka finalmente regresó con un paquete en su pico. El regreso del aliado aviano de Blackquill lo despertó al instante, y se dio la vuelta para encararlo con anticipación antes de leer el reporte. Todos se callaron y volvieron a sus asientos.
Taka se detuvo frente a Blackquill entregando su paquete. Blackquill lo aceptó y recompensó a su halcón haciéndole algunas caricias afectuosas. Luego lo abrió, y sacó el reporte para leerlo.
– ¿Qué dice el reporte, Fiscal Blackquill? – preguntó la Jueza Gavèlle.
– Acorde con el reporte de los forenses, se encontraron rastros de sangre en la punta afilada de los palillos de metal. Un análisis de ADN confirma que la sangre le pertenece a Ren Yamai... – leyó Blackquill en voz alta.
(«¡Perfecto! ¡Sí tenía razón después de todo!») Athena celebró internamente mientras golpeaba su palma con el puño.
– ¡Ja! ¡En su cara, Blackquill! – se burló Hitomi mientras le sacaba la lengua y se jalaba el ojo.
Blackquill la ignoró mientras notaba otro reporte incluido en el paquete. Lo recogió y lo leyó, viendo que se trataba de los resultados de la investigación de la policía en el metraje del Centro de Detención la noche anterior. Según el reporte, no había nada en las cámaras que reportar durante toda la noche.
Esta revelación hizo que Blackquill to gruñera y aplastara el papel entre sus manos. («Esto no puede ser. Alguien tiene que haber manipulado ese metraje, y creo tener una buena idea de quién fue. Más vale que vaya a hacerle una visita a él y a sus secuaces luego del juicio...»)
– Aww, ¿qué le pasa, Blackquill? ¿Está enojado porque la evidencia está a nuestro favor? – preguntó Hitomi en tono burlón, lo que le ganó una mirada de regaño por parte de Phoenix.
– Si estuvieras leyendo lo que yo estoy leyendo ahora, no te estarías riendo, Hitomi-dono... – Blackquill levantó el reporte de la revisión de metraje y lo expuso alrededor.
– ¡Sí, claro! ¡Apuesto a que no quiere admitir que quizás la Srta. Cykes tiene un buen argumento! – Hitomi se puso los brazos en jarras.
– Tal vez deberías leer tú misma el reporte... – replicó Blackquill en tono seco mientras colocaba el reporte en el pico de Taka y le indicaba que volara hacia el lado de Athena.
El halcón obedeció y entregó el reporte en el banquillo de la defensa, dejándolo caer encima de ellos. Athena lo atrapó mientras flotaba en el aire y empezó a leerlo junto con Phoenix y Hitomi. Justo como dijo Blackquill, sus sonrisas desaparecieron una vez que leyeron lo que estaba escrito en el reporte.
– Análisis preliminar de las cámaras de vigilancia en la Sala de Visitantes del Centro de Detención no muestra ninguna actividad sospechosa durante toda la noche... – leyó Athena. Sus ojos se ensancharon mientras miraba a Hitohito, que estaba tan perplejo como ella. El chico sacudió su cabeza con miedo, incapaz de explicarse por qué decía eso.
(«¡Yo sé lo que vi anoche! ¡Aún recuerdo esas esposas en mis muñecas y escuchar cada palabra horrible y llena de odio que Yamai me dijo! ¿Cómo es posible que nadie haya visto nada?») se preguntó.
– ¡Apuesto a que alguien debe haber interferido con el metraje! – Hitomi golpeó furiosa el escritorio.
– En efecto. Consuélense con el hecho de que el contenido de ese reporte tampoco me trae alegría a mí... – comentó Blackquill secamente.
– ¡Apuesto a que fue usted! – Hitomi señaló a Blackquill.
– ¿Eso es lo que crees? Dime, ¿qué ganaría yo de hacer tal cosa? – Blackquill cruzó los brazos.
– ¡U-usted sólo quiere hacer ver mal a mi hermano! – Hitomi lo amenazó con su puño.
– Uhh, Hitomi, odio decirlo, pero Blackquill tiene razón. No tiene nada que ganar con esto. En todo caso, está tan enojado y confundido por esta noticia como tú... – Athena le puso la mano en el hombro a Hitomi para calmarla.
– ¿Qué? ¿Cómo lo sabes? ¡Si está hablando en el mismo tono condescendiente que siempre usa! – Hitomi hizo un puchero.
– Yo puedo escuchar las emociones, ¿recuerdas? – Athena señaló sus orejas con el dedo.
– Ohh... – Hitomi inmediatamente se volvió a sentar, sintiendo que se le bajaba su rabia contra Blackquill un poco.
Athena giró la mirada hacia el fiscal. («Aunque decir que está enojado es quedarse cortos. Claramente está intentando ocultar sus emociones, pero me doy cuenta que está absolutamente furioso con este reporte, al punto que quiere destrozar en pedazos al responsable de escribirlo...»)
– Tal parece que su testimonio antes sobre haber sido acosado en el centro de detención resultó ser una mentira todo este tiempo... – comentó la Jueza Gavèlle con tristeza.
– ¡Sí! ¡Lo cual significa que está cometiendo perjurio! ¡Vamos, Samurai Sombrío, debemos acabar con él de inmediato! – vociferó Nakanaka.
– Tranquilízate, aprendiz, las cosas no siempre son lo que parecen. Aunque planeo que tome total responsabilidad por la agresión, no debemos saltar a conclusiones apresuradas y castigarlo por cosas de las que no es responsable. De lo contrario, ¡los verdaderos villanos se escaparán entre las sombras! – explicó Blackquill, imitando el tono de voz de Nakanaka.
(«Estaría más dispuesta a creerle eso, ¡si no fuera porque está acusando a mi hermano de un crimen que no cometió!») pensó Hitomi.
– Tengo toda la intención de verificar los contenidos de este reporte una vez que concluya el juicio... – declaró Blackquill, inclinándose de frente como si se preparara para desenvainar una espada imaginaria. – Sin embargo, creo que nos hemos desviado. Por ahora, vamos a enfocarnos en el asunto que tenemos entre manos: los palillos tenían sangre en ellos. Tu teoría era que fueron utilizados para sacar sangre del dedo de la Srta. Yamai para escribir el nombre del Sr. Tadano, ¿correcto?
– ¡Eso es correcto! ¡Y el análisis de ADN lo prueba! – asintió Athena.
– Así parece. Sin embargo, tu teoría tiene una falla fatal: ¿cómo podría haber hecho esto la Srta. Yamai? – Blackquill sonrió mientras se tocaba la frente.
– ¿A qué se refiere? – Athena ladeó la cabeza con confusión.
Blackquill miró a su oponente con los ojos en rendijas. – Quise decir, ¿cómo hizo la Srta. Yamai, después de ser golpeada por el acusado, para sacar los palillos de metal, punzarse el dedo, sacar suficiente sangre para escribir un nombre de seis letras, y luego borrarlo antes de volver a desmayarse? Más aún, ¿qué podría haber utilizado la Srta. Yamai para borrar la sangre?
Para sorpresa de Blackquill, Athena tenía una larga sonrisa en su rostro. – Yo nunca dije que la Srta. Yamai fuera quien lo escribió, ¿o sí?
– ¿Oh? – Blackquill le lanzó una mirada furiosa.
– Si la Srta. Yamai no lo hizo, ¿quién fue? – inquirió la Jueza Gavèlle.
– La persona que lo hizo... ¡fue ella! – Athena se giró hacia el estrado y señaló a Nakanaka. –¡Omoharu Nakanaka! ¡Usted fue la que escribió ese mensaje!
Nakanaka se encogió del shock. – ¡¿Qué locura es esta?! ¡Yo no he hecho tal cosa!
– ¿En serio? ¡Usted es la única que podría haber usado los palillos de metal para sacar la sangre del mensaje! – replicó Athena.
– La defensa debe explicar a esta corte a qué se refiere... – solicitó la Jueza Gavèlle.
– ¡Con gusto! – Athena asintió, y procedió a abrir la pantalla holográfica de Widget para ver sus notas y empezar a explicar. – Para empezar, ya hemos establecido que sería muy difícil, si no imposible, que la Srta. Yamai haya utilizado los palillos para sacarse la sangre y luego borrarla. Segundo, es improbable que el Sr. Tadano hubiera intentado incriminarse deteniéndose para escribir su nombre antes de abandonar los archivos.
– ¿Y por qué no? ¿No había intentado confesar que cometió el crimen más temprano durante el juicio? – preguntó Nakanaka con una sonrisa arrogante.
Athena negó con su cabeza. – Aunque ese fuera el caso, más temprano usted también testificó que luego de que mi cliente cometió el crimen, inmediatamente arrojó el reloj y salió corriendo.
– "Una vez que había cometido su fechoría, ¡inmediatamente arrojó el reloj y corrió, esperando escapar antes de ser descubierto!"
Nakanaka jadeó y volvió a encogerse. Aplastó su caja de jugo exprimiendo todo el resto del contenido. – Yo... pero... ¡¿CÓMO TE ATREVES A USAR MIS PALABRAS EN MI CONTRA?!
– ¡Tal vez usted debió escogerlas mejor, si no quería que eso sucediera! – Athena cruzó los brazos y sonrió llena de confianza. – Y ya que el Sr. Tadano y la Srta. Yamai no pudieron haberlo hecho, eso nos deja a una sola persona: ¡la Archimaga Mei Karuma Van Zieks!
– ¡Oye, espera un segundo! – Nakanaka golpeó el estrado, tratando de recuperar su compostura. – ¿Cómo supones que limpié la sangre luego de que terminé, hmmm?
– ¿Llevaba puesta esa chaqueta negra que tiene ahora mismo el día del incidente? – preguntó Athena.
Nakanaka alzó una ceja. – Bueno, sí, ¿pero cómo prueba eso que...?
– ¡Su Señoría, quisiera que examinen esa chaqueta en busca de sangre! – declaró Athena. – ¡Si mi teoría es correcta, aún deben quedarle algunos rastros en ella!
– Déjenme adivinar, ¿tendré que tomarme otra siesta? – Blackquill rodó los ojos y se reclinó de espaldas.
– No hay necesidad; aquí en el edificio tengo guardada una botella de Luminol. ¡Podré examinarla de inmediato! – ofreció Hosonaga. – Nunca se sabe cuándo vuelve a ser útil el entrenamiento de detective, después de todo...
– Muy bien, alguacil Hosonaga, por favor examine la chaqueta de la Srta. Nakanaka en busca de rastros de sangre. – ordenó la Jueza Gavèlle.
Hosonaga abandonó la sala y regresó momentos después con el luminol y las gafas rojas. Le dio a Athena y Blackquill un par cada uno y se quedó con el tercero. Luego fue hacia Nakanaka y le extendió la mano.
– Déjame ver tu chaqueta, por favor... – solicitó Hosonaga.
Nakanaka estaba muy reacia a entregarla, pero al ver que no tenía opción, se la dio. El alguacil se puso las gafas rojas y empezó a rociar la chaqueta con la fórmula de luminol.
– Vaya, vaya. ¡Parece que sí hay una reacción en la manga derecha! – declaró Hosonaga levantando la susodicha manga. Athena la miró de cerca, y tal como dijo el alguacil, podía ver el resplandor azul brillando por la reacción de luminol en la chaqueta.
– ¿Qué? ¿C-cómo? ¡Me aseguré de lavar mi chaqueta después de eso! – jadeó Nakanaka, agarrándose las mejillas en shock.
– Sí, ¿pero acaso le aplicaste blanqueador a tu ropa? – preguntó Athena con una sonrisa confiada. – Si no, entonces incluso se puede detectar la sangre después de lavarla...
– P-pero yo... p-p-pero yo... – Nakanaka empezó a tartamudear, con los ojos yéndose de aquí para allá por toda la sala. – ¡E-esperen un minuto! ¡Esa en realidad es m-mi sangre! ¡Tuve una hemorragia nasal el otro día y usé mi manga para cubrírmela!
– ¡Lo siento, Srta. Nakanaka, pero esa excusa no va a volar aquí! – Athena negó con la cabeza. – Sólo tenemos que hacer una prueba de ADN en la sangre y sabremos de inmediato de quién es. Entonces, ¿va a confesar, o tenemos que hacer otra prueba?
– ¡Samurai Sombrío! ¡Por favor! ¡Ayúdeme en mi hora de necesidad! – suplicó Nakanaka, mirando desesperada al fiscal.
– Sólo voy a ayudarte si confiesas honestamente ante la corte: ¿fuiste o no fuiste tú quien escribió ese nombre? – Blackquill miró amenazante y con furia a su "aprendiz", haciendo que se encogiera del miedo.
(«Parece que hasta el Fiscal Blackquill está de acuerdo con mi teoría. Lo cual significa que algo no anda bien...») Athena lo miró con cautela.
– Yo... yo... – Nakanaka estaba cubierta de sudor, mientras se agarraba del estrado para sostenerse en pie.
– ¡Srta. Nakanaka! – La Jueza Gavèlle empuñó su mazo como martillo de guerra. – ¿Es cierto lo que dice la defensa?
Nakanaka se quedó en silencio. En este punto, se dio cuenta que estaba acorralada, y que no había forma de que pudiera evitar admitir sus acciones. Tras unos momentos de silencio. Tras unos momentos de silencio, miró al resto de la corte.
– Sí, fui yo la que escribió el nombre de Tadano. – admitió con voz calmada. – Luego de que fui testigo de cómo atacó salvajemente a mi amiga, corrí para ver si estaba bien. Sin embargo, ella estaba fría, y fue allí que vi los palillos de metal en el suelo. Sabía que tenía que garantizar que la policía arrestara a la persona correcta, ¡así que le puncé el dedo y usé su sangre para señalar al verdadero culpable!
La Jueza Gavèlle asintió en silencio al ver que Nakanaka confesaba su crimen. – Ya veo. Entiendo que tuviera el deseo de ver que se hiciera justicia... pero alterar una escena del crimen es una ofensa muy seria, y por muy nobles que fueran sus intenciones, todavía deberá asumir la responsabilidad de sus acciones.
– ¿Pero en serio eran nobles? – intervino Athena, tomando tanto a Nakanaka como a Gavèlle por sorpresa. – Seguramente, su testimonio sería suficiente si lo que quería era atrapar al responsable. ¿Por qué pasar por todo ese esfuerzo de plantar evidencia adicional? No creo que lo haya hecho sólo para...
Blackquill golpeó el escritorio y se inclinó de frente. – ¡Voy a detenerte ahí mismo, Cykes-dono! Estabas a punto de acusar a la Srta. Van Zieks de atacar a la Srta. Yamai, ¿no es así?
– B-bueno... sí. Tiene sentido que busque desviar la atención de su crimen... – admitió Athena. («¡Maldición! ¡Vio directo a través de mí!»)
– Tsk, tsk, tsk... – Blackquill se dio la vuelta y se reclinó contra el banquillo del fiscal. – Lo único que has probado es que la Srta. Van Zieks escribió un nombre usando la sangre de su amiga. Ciertamente tendrá que pagar una penitencia por sus acciones, ¡pero eso no cambia el hecho de que vio al acusado agredir brutalmente a su amiga!
– ¿Pero por qué si no iba a plantar evidencia en la escena, si no era para desviar nuestra atención del verdadero culpable? – inquirió Athena desesperada.
– ¿Estás familiarizada con el concepto de "incriminar a la parte culpable"? – preguntó Blackquill, que luego se volvió hacia Phoenix. – Creo que Wright-dono si lo está. Escuché que estuvo en un caso particularmente famoso que involucraba a cierto Samurai de Níquel, donde una de los testigos hizo precisamente eso...
– S-sí, creo que sé de cuál está hablando... – replicó Phoenix. («¿Cómo podría olvidarlo? Casi pierdo a Maya...»)
– ¿Y cuál es su punto? – Athena golpeó el escritorio con su palma.
Blackquill le lanzó una mirada desafiante a su oponente. – Mi punto es que, a menos que puedas probar que la Srta. Van Zieks atacó a la Srta. Yamai, ¡entonces mantendré que ella escribió el nombre para dirigir nuestra atención hacia los crímenes del acusado!
– ¡AAAAARRRRRGGGGHHHHHH! – gritó Athena.
– Odio decirlo, pero de nuevo estoy de acuerdo con el Fiscal Blackquill. La evidencia actual señala hacia la culpabilidad del Sr. Tadano en lugar de la Srta. Nakanaka's, así que su declaración de que ella fue la agresora no se sostiene... – declaró la Jueza Gavèlle en tono solemne.
– ¡Oh jojojojooooo! ¡Parece que yo vuelvo a ganar, Reina de Amarillo! – proclamó arrogantemente Nakanaka, adoptando su personaje nuevamente. – ¡¿Estás lista para ponerte de rodillas y suplicar mi perdón?!
– ¡En tus sueños, friki delirante! – espetó Hitomi.
Sin embargo, Athena no se sentía tan confiada. Se desplomó sobre el banquillo de la defensa sudando frío y suspiró. – ¡Cuando creo que he hecho algún avance, el Fiscal Blackquill siempre nos hace retroceder de vuelta al inicio!
– ¡Argh, odio a ese tipo! ¡Para ser alguien que dice querer cuidar a mi hermano, sin duda está poniendo mucho esfuerzo para hacer que lo encierren! – gruñó Hitomi.
– Sí... – asintió Athena. («Sé que lo está haciendo porque es su deber como fiscal, ¿pero cómo puede pelear con tanta fuerza contra alguien que le importa y no quebrarse? Nada de eso tiene sentido...»)
Mientras pensaba en su siguiente movimiento, miró a su lado y vio que Phoenix se notaba profundamente pensativo, con la mirada fija en el estrado.
– ¿Está pensando en algo, jefe?
Phoenix asintió. – Sí... no sé si esto ayude, pero mientras estabas interrogando a la Srta. Nakanaka, me di cuenta que la Srta. Onemine parecía estar pensando intensamente en algo...
– ¡Ohh! ¡Tal vez deba preguntarle qué vio! – exclamó Athena. Sin embargo, Phoenix levantó la mano para detenerla.
– Ya es muy tarde. Probablemente se le haya olvidado en medio de toda la conmoción...
Los ojos de Hitomi se iluminaron de pronto. – ¡Oh! ¿Qué hay de eso que hicieron antes, con el "¡Un segundo!" y eso? Apuesto a que, si interrogan a la Srta. Delirios una vez más, ¡tal vez lo recuerde!
– ¡Bien pensado, Hitomi! Estaba a punto de sugerir lo mismo... – Phoenix sonrió. – ¡Mantendré un ojo sobre el semblante de la Srta. Onemine para que sepas cuándo intervenir!
– ¡Yo también ayudaré! – ofreció Hitomi.
– ¡Gracias, chicos! – Athena asintió. Luego se giró hacia la jueza. – Su Señoría, quisiera continuar mi interrogatorio a la testigo, por favor.
– ¡Su Santidad, la defensa está intentando ganar tiempo! ¡Exijo que se concluya con este interrogatorio en el acto! – Blackquill estampó la palma en el escritorio.
– Yo seré la que decida eso... – replicó tajantemente la Jueza Gavèlle. – Srta. Cykes, ¿en serio cree usted que hay más por descubrir del interrogatorio de la Srta. Nakanaka?
– ¡Por supuesto, Su Señoría! – preguntó Athena con confianza. («Aunque no será Nakanaka quien nos dé las respuestas...»)
La Jueza Gavèlle asintió. – Muy bien, pero si no descubre nada nuevo, ¡pondré fin a este interrogatorio y anunciaré mi veredicto! ¿He hablado claro?
– ¡Como el cristal! – asintió Athena.
– ¡Ja! Tu fin está cerca, Reina de Amarillo. ¡Pronto te enviaré al Reino de las Sombras de una vez por todas! – Nakanaka empezó a agitar los brazos como si invocara un hechizo.
(«¡Hmph! ¡Ya veremos quién se va al Reino de las Sombras cuando termine contigo!»)
Nakanaka:
– Recibí el llamado de auxilio del clarín de Yamai en mi teléfono.
»Con la velocidad del Dios Hermes, me apresuré a llegar a los archivos de la biblioteca.
– Y usted fue directo a la biblioteca, ¿correcto? ¿No se detuvo en ninguna parte? – preguntó Athena.
– ¿Te parezco el tipo de simplona que se distrae con facilidad? ¡Por supuesto que fui directo hacia allá! – respondió Nakanaka indignada.
Sin amilanarse, Athena continuó el interrogatorio. – ¿Qué tal durante el camino? ¿No vio algo inusual?
– ¡Por supuesto que no, grandísima tonta! – gruñó Nakanaka.
– ¿Hmm? ¡Podría jurar que yo sí te viiiiiiii! – intervino Otori.
– Oh, claro. Sí, vi a Otori, pero verla vagando por los pasillos difícilmente es inusual, así que no pensé que valiera la pena mencionarlo. – dijo Nakanaka con indiferencia.
Athena suspiró. («Quizás Blackquill tiene razón al decir que hay que tenerla mejor vigilada...»)
Phoenix dio un toque ligero al escritorio junto a Athena para captar su atención. – Por allá. Mira a Onemine... – murmuró entre dientes mientras la señalaba.
– ¿Hmm? – Athena volteó a ver hacia Onemine. Tal como le dijeron, Onemine estaba pensando profundamente.
Nakanaka, entretanto, se estaba impacientado. – ¿Ya terminaste aquí? Porque yo...
– ¡Srta. Onemine! – la llamó Athena.
– ¿Qué...? — Onemine salió de sus pensamientos y giró su atención hacia la abogada defensora. – ¿Qué ocurre?
– Parece que estuviera pensando en algo. ¿Le importaría compartirlo con nosotros? – preguntó Athena.
– ¡Hey! ¡Soy yo la que está testificando, no ella! – Nakanaka golpeó con fuerza el estrado.
Onemine negó con la cabeza. – Omoharu, la Srta. Cykes me hizo una pregunta. ¡Es muy grosero interrumpir!
– Hmph, bueno, pues qué lástima, ¡porque voy a interrumpirte todo lo que me dé la gana cada vez que tenga oportunidad! – dijo Nakanaka petulantemente mientras cruzaba los brazos con actitud desafiante.
*¡SLAM!*
– Srta. Nakanaka, le ordeno que le permita a la Srta. Onemine responder la pregunta de la defensa. ¡De lo contrario, haré que la saquen de esta sala! – la regañó la Jueza Gavèlle golpeando firmemente con su mazo.
– ¡Bieeeeeen! – Nakanaka obedeció a regañadientes.
– Ahora, como estaba diciendo, ¿tiene algo en su mente respecto a que la Srta. Nakanaka haya visto a la Srta. Otori? – inquirió Athena en un tono más tajante.
– ¡Ahh, sÍ! No puedo creer que estuviera adentro todo el rato, pero nunca me la encontré. Empecé a buscarla afuera de la escuela ya que me imaginé que se habría ido por allí... – declaró Onemine.
– Bueno, como nos enteramos luego, sí se fue por allí, así que no se equivocaba... – le dijo Athena a Onemine mientras jugueteaba con su arete. – ¿Encontró algo afuera?
– Por desgracia, no encontré a Kaede, pero sí me topé con un estudiante de aspecto sospechoso mientras intentaba encontrar a mi amiga. – respondió Onemine.
Los ojos y oídos de Athena se abrieron de golpe ante el prospecto de una pista potencial. – ¿Sospechoso de qué manera?
Onemine se apartó los mechones de su pelo. – Bueno, estaba mirando a todos lados, como si intentara asegurarse de que nadie lo estaba siguiendo. No sólo eso, sino que se veía muy mayor para ser un estudiante. Sin embargo, lo que realmente captó mi atención fue cuando se subió a un auto negro.
– ¿Qué hay de sospechoso en subirse a un auto? – preguntó Athena.
– Que se subió por el lado del conductor. ¡No hay forma de que a un estudiante le permitan conducir un auto! No sólo eso, sino que el auto que conducía se veía muy caro. ¡Es decir, como del tipo de auto que sólo conducen las personas adineradas! ¡Definitivamente no era un estudiante a menos que tuviese padres ricos!
(«Una persona rica, hmm...») pensó Athena. – ¿Por casualidad vio algo que ayude a determinar la identidad de esta persona?
– Por desgracia no, pero intenté tomarle una foto a su auto con mi teléfono. Sin embargo, antes de poder tomársela, Hitohito chocó conmigo, lo que causó que mi foto se arruinara. – explicó Onemine, lo que hizo que el aludido sintiera una punzada de culpa al juguetear con sus dedos nerviosamente desde la silla del acusado.
Athena, por otra parte, se sintió alarmada. – ¡Espere! ¿Usted vio al Sr. Tadano cuando salía corriendo de la escuela?
– ¡Sí! – asintió Onemine. – Traté de llamarlo, pero no me escuchó. Estaba preocupada ya que no sabía por qué estaba corriendo, pero no vi a más nadie venir desde adentro de la escuela. Para cuando volví a ver, el auto ya se había ido...
Athena le lanzó una mirada de simpatía a Hitohito. («Seguramente estaba en modo de pelear o huir en ese momento, para no darse cuenta que chocó con Onemine. Pobre chico, debía estar demasiado asustado para pensar. No puedo ni imaginarme lo que debió pasar por su cabeza ese día...»)
En ese momento, notó que Blackquill también miraba hacia la silla del acusado. Aunque su rostro mostraba su expresión usual de indiferencia estoica, ella podía ver que estaba tan preocupado por Hitohito como ella. Aun así, ella necesitaba seguir presionando si quería salvarlo.
– A propósito, ¿todavía tiene esa foto?
– Sí, la tengo. No sé si les resultará de ayuda, ¡pero con gusto se las puedo dar! – Onemine sonrió.
Athena le dio a Onemine su información de contacto, la cual ella utilizó para enviarle la foto. Una vez que recibió el mensaje, abrió el archivo de la foto adjunta.
La foto estaba borrosa, pero por lo que Athena podía ver, mostraba la parte inferior de un auto deportivo negro con la puerta abierta mientras el conductor entraba en él. Lo único que podía ver era la parte inferior de las piernas y los zapatos de la figura, aunque por la baja calidad de la foto, era difícil ver lo que llevaba puesto.
En otras palabras, nada que pudiera darles pistas de quién era el conductor o el tipo de auto que conducía.
Onemine vio que la cara de Athena se arrugaba de decepción. – Siento mucho no poder ayudarles más...
– Fue mi culpa. Si no hubiera chocado contra ti, podrías haber tomado una mejor foto... – se disculpó Hitohito.
Sus palabras de remordimiento le dieron a Athena una idea. Decidió examinar las propiedades de la foto. La mayoría de ellas eran estándar para una foto tomada con la cámara de un teléfono, pero un detalle en específico captó su atención.
Fecha de creación: 26 de septiembre, 2019, 3:05 PM
(«Esperen un momento. 3:05 PM. ¿No tengo otra pieza de evidencia con esa misma hora?») pensó Athena.
– Si ya has terminado de jugar con tu pequeña computadora, ¡quisiera seguir adelante! – gruñó Nakanaka impacientemente. – Entre más pronto te aniquile en esta batalla de ingenio y hechicería, más pronto voy a...
Athena apuntó con su dedo desafiante y autoritariamente hacia Nakanaka antes que terminara de decir su amenaza. Una ráfaga de viento salió de su dedo, soplando por la sala y empujando a Nakanaka hacia atrás.
– ¡La única que será aniquilada aquí es usted, Srta. Mei Karuma Van Zieks! – declaró Athena. – ¡Aquí tengo todo lo que necesito para exponer sus mentiras por lo que son!
– ¡Una declaración muy atrevida, Cykes-dono! – Blackquill se inclinó adoptando una postura de Iaijutsu. – ¿Cómo estás tan segura de esto?
– Srta. Nakanaka, usted recibió el mensaje de texto de la Srta. Yamai pidiendo ayuda a las 3:05 PM, ¿correcto? – inquirió Athena.
– Eso es lo que dice el teléfono, ¿no? – respondió tajantemente Nakanaka.
– Y una vez que lo recibió, usted se fue directo a los archivos de la biblioteca, donde vio a mi cliente atacar a la Srta. Yamai. ¿Tengo eso claro? – continuó Athena.
Nakanaka rodó los ojos. – ¡Felicidades, estás demostrando habilidades básicas de retención! Sigue así, y algún día podrás...
Athena estampó su palma sobre el escritorio, interrumpiendo a Nakanaka. Luego le apuntó con el dedo. – Pero eso es imposible, porque para cuando usted llegó a los archivos... ¡mi cliente ya había abandonado la Preparatoria Itan!
Toda la galería empezó a estallar en conversaciones, especulando lo que podría significar este giro de los acontecimientos.
– ¿Entonces ese chico ya se había ido de la escuela?
– ¿Significa eso que él no lo hizo?
– ¡No es posible! ¡Tiene que ser algún truco de esa abogada!
– Pero no podría haberlo hecho si no estaba allí, ¿verdad?
*¡SLAM!*
– ¡Orden! – gritó la Jueza Gavèlle, silenciando a la galería. – Srta. Cykes, ¿qué significa esto?
– ¡Quisiera dirigir la atención de la corte a la foto que la Srta. Onemine nos dio! – declaró Athena. Luego utilizó a Widget para desplegar la foto en las pantallas de televisión de la sala.
– ¿Y qué es lo que sugiere en esta foto que el Sr. Tadano no estaba presente cuando la Srta. Nakanaka llegó a los archivos de la biblioteca? – inquirió la Jueza Gavèlle.
– La respuesta no está en la foto, sino más bien en el momento en que fue tomada... – explicó Athena. Luego enseñó los detalles del archivo de la foto. – ¡Por favor observen la fecha de creación del archivo!
– Hmm... Fecha de creación: 26 de septiembre, 2019, 3:05 PM... – leyó la Jueza Gavèlle. Repitió la fecha unas cuantas veces más en su cabeza mientras la comparaba con sus notas, hasta encontrarse con una entrada en particular. – Ahh, lo que está diciendo es...
– Exactamente, Su Señoría. ¡Esta foto fue tomada exactamente al mismo tiempo que la Srta. Nakanaka recibió el mensaje de texto de la Srta. Yamai pidiendo ayuda! – declaró Athena.
– ¿Q-qué? – Nakanaka empezó a sudar a chorros.
– Mientras la Srta. Nakanaka estaba recibiendo la llamada de auxilio de la Srta. Yamai, el Sr. Tadano accidentalmente chocó contra la Srta. Onemine cuando ella estaba tratando de tomar una foto. Ahora, no puedo decir con certeza en qué parte de la escuela se encontraba la Srta. Nakanaka, pero sin importar dónde estuviera, para cuando llegó a la biblioteca...
Athena golpeó el escritorio con su palma. – ¡El Sr. Tadano ya se habría ido hacía mucho, lo que hace imposible que ella haya presenciado el ataque a la Srta. Yamai!
– ¡P-P-POR LOS NUEVE! – Nakanaka se encogió de horror.
Incluso Blackquill parecía haber sido tomado con la guardia baja. – ¿Por qué no me dijiste que habías tomado esa foto, Srta. Onemine?
– Usted no preguntó... – Onemine cruzó los brazos y desvió la mirada lejos de Blackquill.
El hombre gruñó y golpeó su escritorio. – Te pregunté si...
– ¡Usted me preguntó si había visto a Hitohito, y le dije que sí! – Onemine volvió a mirarlo y espetó furiosa. – ¡Le dije que él chocó conmigo cuando estaba afuera, y que estaba huyendo de la escuela! ¡Usted no me preguntó lo que yo estaba haciendo en ese momento!
– ¡Esa foto sigue siendo una pieza crucial de evidencia que estabas reteniendo! – le regañó Blackquill. – ¡Aunque no te lo haya preguntado, debiste habérmelo dicho!
– ¿Para que usted pudiera destruirla porque le haría daño a su caso? – Onemine golpeó el estrado furiosa. – ¡Sé muy bien que ustedes los fiscales harían lo que fuera para conseguir un veredicto de culpabilidad!
– ¡T-tú! ¿Por qué clase de hombre me tomas? – Blackquill la miró furioso. Estaba muy resentido por su insinuación de que recurriría a tácticas sucias como esa para ganar un caso.
– ¿De verdad quiere que le responda a esa pregunta? Sólo mire los grilletes en sus muñecas y dígame qué se supone que debo pensar. – Onemine lo señaló con el dedo.
Antes que Blackquill pudiese replicar, un grito salió de una fuente inesperada. – ¡Dejen de peleeaaaaaaaaaar!
Onemine y Blackquill se quedaron en shock al ver a Otori, temblando y con lágrimas chorreándole por las mejillas.
Los dos se lanzaron miradas uno a la otra de nuevo, tratando de culpar al otro por hacer llorar a Otori. Sin embargo, una última mirada a la chica asustada los convenció de enterrar el hacha por el momento.
– L-lo siento, Kaede, no quise molestarte. – Onemine abrazó a su amiga, acariciándole la cabeza.
– Yo también ofrezco mis disculpas... – declaró Blackquil en voz calmada, relajando su postura.
(«Wow, lo único que hace falta para que esos dos dejen de pelear es ver a Otori llorando. Podría fácilmente tener a todos a sus pies si tuviera algo de ingenio...») pensó Phoenix con un sudor frío.
La Jueza Gavèlle sacudió su cabeza. – Continuando... ¿la testigo tiene alguna explicación para esta discrepancia?
– Yo... bueno... uhhhh... – Nakanaka estaba sudando a chorros, esperando poder sacar una excusa plausible. De pronto señaló a Onemine. – ¡E-ella tiene que estar mintiendo! ¡Samurai Sombrío! ¡Dígame que ella miente!
– Por desgracia, esta foto demuestra que ella estaba afuera de la escuela al mismo tiempo que tú recibiste tu mensaje. Y dado que ella fue testigo de cómo el Sr. Tadano salía corriendo de allí, esto no pinta nada bien para ti... – le advirtió Blackquill ominosamente. – Más te vale que empieces a decir la verdad, o tendrás que decidir a qué deidad les vas a rezar...
– Yo... yo... – Nakanaka estaba tartamudeando. Su farsa había sido descubierta. – En realidad no vi a Tadano allí abajo...
– ¡Como pensé! – Athena cruzó sus brazos y sonrió con confianza.
La Jueza Gavèlle asintió. – Entonces, ¿qué fue lo que vio?
Nakanaka respiró profundamente. – Cuando fui allí abajo, Yamai ya estaba noqueada. Traté de despertarla, pero fue en vano. Ahí fue que supe quién lo hizo, y que tenía que asegurarme que su agresor fuera llevado ante la justicia, ¡así que usé su sangre para escribir el nombre de Tadano!
*¡PROTESTO!*
– ¡Le dijimos que dijera la verdad, no más mentiras! – Athena apuntó con el dedo a Nakanaka.
– ¡Estoy diciendo la verdad! – argumentó Nakanaka, mostrando su puño.
Athena negó con la cabeza. – Entonces ¿cómo supo que tenía que incriminar al Sr. Tadano? Usted nunca se topó con él, así que ¿cómo supo que fue él quien lo hizo?
– Estaba en clase cuando recibí el mensaje. Ya que Tadano no estaba en su asiento, era lógico asumir que él era el culpable, ¿no? – declaró Nakanaka defensivamente.
– ¡Varias otras personas también estaban ausentes de clase, sin incluir al Sr. Tadano y la Srta. Yamai! – explicó Athena. – Esto incluye a la Srta. Otori, la Srta. Onemine y Najimi. ¡Eso da cuatro posibilidades de sospechosos desde su perspectiva! ¿Cómo sabía usted que tenía que escribir el nombre de Tadano en particular?
– ¿Siempre tienes que buscar hasta el último detalle de lo que dicen los demás, Reina de Amarillo? – gruñó Nakanaka con frustración.
– Bueno... sí, más o menos ese es mi trabajo... – declaró Athena. – De cualquier manera, ¿cómo supo que debía escribir el nombre del Sr. Tadano entre todos ellos?
– ¡Me lo dijo Yamai! ¿Ya estás feliz? – Nakanaka golpeó el estrado.
– ¡Ajá! ¡Es decir que estaba consciente cuando usted se encontró con ella! ¡Volvió a mentir! – Athena le apuntó con el dedo.
Nakanaka empezó a jalarse su propio pelo. – ¡Acabo de decirte la verdad, ¿no?! ¡¿Qué más quieres de mí?!
– ¡Bueno, quiero que explique por qué ha estado diciendo tantas mentiras ante esta corte! ¿O tal vez deba ser yo la que diga lo que pienso al respecto, Archimaga? – dijo Athena llena de confianza.
– Urk... – Nakanaka se agarró su brazo. El sudor estaba chorreando muy rápido desde su cabeza.
– ¡Buen trabajo, Athena! ¡Ya la tienes acorralada! – celebró Phoenix. – ¡Ahora no detengas tu ofensiva!
– ¡No se preocupe, jefe, no lo haré! – asintió Athena.
– Yo también tengo curiosidad. ¿Por qué ha estado mintiéndole a esta corte todo este tiempo? – inquirió en tono severo la Jueza Gavèlle, que extendió su mazo. – La Diosa de la Ley no ve con buenos ojos el perjurio, ¿saben?
(«¡Bueno, tal vez la Diosa de la Ley debería dar castigos más severos que un simple golpe en la mano por eso! Parece que en todos los casos que he estado involucrado siempre hay alguien que miente...») pensó Athena. Luego se giró hacia la jueza.
– La respuesta es muy simple, Su Señoría... – Señaló hacia Nakanaka. – ¡Ella fue la responsable del segundo golpe a la Srta. Yamai!
Como era de esperarse, toda la sala comenzó a conversar. Sin embargo, se vieron silenciados momentos después luego que la Jueza Gavèlle golpeó su mazo.
*¡SLAM!*
– ¡Orden en la sala! – ordenó la Jueza Gavèlle.
– ¿Esta teoría descerebrada de nuevo? – murmuró Blackquill, de espaldas a su rival. – ¡Ya te dije que no tienes nada que apoye tus ideas salvajes!
– Al contrario. ¡Esta vez, sí tengo bastante que sustenta mis ideas salvajes! – declaró Athena triunfante. Luego encendió la pantalla holográfica de Widget y la utilizó para desplegar dos piezas de evidencia diferentes.
»Previamente, el Sr. Tadano no tenía una coartada para cuando la Srta. Nakanaka llegó a los archivos de la biblioteca. Sin embargo, gracias a la foto de la Srta. Onemine y su testimonio, sabemos que ya no se encontraba en los terrenos de la Preparatoria Itan cuando la Srta. Nakanaka fue al rescate de su amiga. Más aún, ya que el Sr. Tadano no se encontraba más en la escena del crimen, la única forma en que la Srta. Nakanaka sabía que debía escribir su nombre sería escuchándolo de la Srta. Yamai, lo que significa que aún estaba consciente cuando llegó la Srta. Nakanaka. – explicó Athena. Luego golpeó su palma contra el escritorio. – Aunque no puedo decir con certeza por qué la Srta. Nakanaka golpeó a la Srta. Yamai, ¡estoy totalmente segura de que ella es la única que pudo haberla golpeado la segunda vez bajo estas circunstancias!
Blackquill sacudió su cabeza y se rio. – ¿Es así, Cykes-dono? Admito que es una buena teoría, pero tiene sus fallos. Para empezar, ¿no has considerado que tal vez a quien la Srta. Van Zieks encontró fue a la Srta. Yamai, aún viva pero apenas consciente en el suelo?
– ¿Q-qué cambiaría eso? – inquirió Athena.
– Significaría que el Sr. Tadano todavía podría haber golpeado a la Srta. Yamai la segunda vez. Luego, ¡aguantó todo lo posible para enviar el mensaje a su amiga antes de desmayarse! –Blackquill se tocó la frente y sonrió.
Sin embargo, Athena negó con la cabeza en respuesta. – Si ese es el caso, ¿por qué no decirle a la Srta. Nakanaka quién fue responsable en el mensaje de texto? ¿Por qué esperar varios minutos sólo para decirle su nombre?
– Hmm, los golpes de tu espada están mejorando. Quizás tu esgrima no es tan amateur después de todo. Sin embargo, ¿cómo responderás a esto? – Blackquill se inclinó de frente y preparó un golpe de iaijutsu. – Dime: ¿de quién eran las huellas que se encontraron en el reloj antiguo?
– Umm... del Sr. Tadano... – respondió Athena dudosa. Al darse cuenta de lo que hizo, jadeó del shock.
– ¡Exacto! ¡Y de nadie más! ¡Si la Srta. Nakanaka hubiera utilizado ese reloj, habría dejado sus huellas también! – Blackquill golpeó el escritorio con su palma.
– ¡Muy cierto, Samurai Sombrío! – intervino Nakanaka, señalándose a sí misma con confianza mientras enseñaba su mano no vendada. – ¡Aunque llevo guantes, estos no tienen dedos! ¡Por lo tanto, habría dejado una señal tan delatora como ese bandido brutal Tadano si lo hubiera usado como un arma!
– ¡Urk! – Athena se hundió sudando frío. («¡Y estuve tan cerca!»)
– ¡No te rindas todavía, Athena! – le dijo Phoenix. – ¡Recuerda, Hitohito es inocente, así que tiene que haber una forma en que Nakanaka pudo usar el reloj sin dejar huellas!
– ¡Claro! – asintió Athena. («Ok, concéntrate, tiene que haber una forma en la cual Nakanaka pudo utilizar el reloj sin dejar sus huellas...»)
Athena se puso a jugar con su arete mientras hacía tormenta de ideas de cómo pudo haber sido posible. Recordó que Nakanaka limpió la sangre con su chaqueta, y tal vez podría haber hecho lo mismo aquí.
– ¡Ya sé! ¡Limpió las huellas como lo hizo con la sangre, con su chaqueta! – declaró Athena señalando con el dedo.
– Uhh... – Hitomi y Phoenix miraron a Athena con expresiones exasperadas.
– ¿Eso crees? ¿Y cómo, si se puede saber, hizo la Srta. van Zieks para remover sus propias huellas, sin remover también las del Sr. Tadano? – preguntó Blackquill retóricamente.
– Uhh... ¿tal vez las removió con mucho cuidado? – sugirió Athena tímidamente mientras se agarraba su coleta. Sin embargo, tanto Blackquill como la Jueza Gavèlle podían ver que estaba buscando aferrarse desesperadamente.
La jueza negó con su cabeza. – Eso requeriría tiempo y equipamiento que la Srta. Nakanaka no tenía. Me temo que tendré que penalizarla, Srta. Cykes...
Confianza: (llllllllllllllllllll) *¡BOOM!* -> (llllllllllllllll )
(«¡Rayos! ¡Me equivoqué!») Athena gruñó mientras se desplomaba decepcionada.
– Tal vez quiera intentarlo de nuevo, pero esta vez lea cuidadosamente... – le surigiró la Jueza Gavèlle.
– Sí, sí... – murmuró Athena entre dientes antes de enderezarse.
(«Ok, no pudo haber borrado las huellas. Tiene que haber otra forma...») pensó Athena. Miró a Nakanaka y vio su sonrisa arrogante mientras le devolvía la mirada, reposando su mentón sobre su mano izquierda.
Su mano izquierda vendada. Athena sonrió. Ya tenía su respuesta.
– Ya sé cómo lo hizo, Srta. Nakanaka... usted usó su mano izquierda para agarrar el reloj, ¿no es así?
Nakanaka instintivamente movió su mano de sostener su mentón hacia dentro de su capa-chaqueta. – ¿Y qué te hace decir eso?
– ¡Porque su mano izquierda está totalmente cubierta de vendas, lo que le permitiría usar armas sin dejar ninguna huella digital! – declaró Athena.
– ¡Ngh! – Nakanaka retrocedió en shock.
– Ingenioso, ¿pero puedes probar que tenía la mano vendada ese mismo día, Cykes-dono? – la desafió Blackquill, cruzándose de brazos.
– ¡Sí, eso es correcto! La fuerza dragón en mi interior estaba menos poderosa y fuera de control de lo usual ese día, así que dejé mi mano sin vendas ese día para que pudiera airearse... – Nakanaka miró su mano izquierda.
– ¡Ya sabes lo que hay que hacer, Athena! – le dijo Phoenix.
– ¡Claro, jefe! – asintió Athena. – ¡En realidad, Blackquill, puedo probarlo!
– ¿Hmm? – Blackquill la fulminó con la mirada.
Athena se enfrentó a toda la corte. – Quisiera que la corte recuerde lo que la Srta. Onemine dijo antes, cuando la Srta. Nakanaka trató de coger uno de sus "cálices sagrados".
– "¡Vi todos esos demás cortes que te hiciste en la mano antes de hoy y que tenías la mano vendada desde hace un mes! ¡No te voy a dejar que agarres nada de vidrio hasta que dejes ese mal hábito!"
– Es decir que sí tenía la mano totalmente vendada ese día... – comentó la Jueza Gavèlle. – Tengo que decirlo... estos comportamientos tan perturbadores, entre irse por allí sola por la noche y romper constantemente copas de vidrio en la mano. ¿Dónde están sus padres en todo esto?
– Es un misterio, pero de vuelta al tema que nos concierne: tenemos testimonio que prueba que la mano de la Srta. Nakanaka estaba totalmente vendada no sólo el día del crimen, ¡sino durante más de un mes! – Athena golpeó el escritorio con su palma. – Creo que esto es prueba más que suficiente de que podría haber usado el arma sin dejar sus huellas.
– ¡Tú! – gruñó Nakanaka. – ¡No vas a salirte con la tuya, villana!
– Lo siento, Srta. "Mei Karuma Van Zieks", pero ya lo hice. ¡La única cosa peor que su credibilidad en este momento es su noción de la realidad! ¡He expuesto todas sus mentiras y demostrado que usted es la única que podría haber golpeado a la Srta. Yamai la segunda vez! ¡Ahora, admita ante esta corte lo que ha hecho! – Athena apuntó dramáticamente su dedo acusador contra Nakanaka.
– Mi... noción de la realidad... lo que he hecho... no... eso... no es... uggghhh... – Nakanaka se agarró la cabeza, tratando de combatir esa mezcla de frustración y ansiedad que estaba hirviendo dentro de ella. No había nada en lo que pudiera pensar. Sabía exactamente lo que había hecho, pero se rehusaba a admitirlo. Miró a su alrededor, y vio los ojos de todos en la sala fijos en ella, esperando una respuesta. Su respiración se volvió más agitada a medida que sus pensamientos se volvían más y más revueltos, hasta que sus emociones llegaron a su límite.
Abandonando toda semblanza de lógica y razón, hizo la única cosa que pudo pensar en ese momento: levantó furiosamente su pierna, y estampó su pie tan duro como pudo sobre el estrado.
Toda la sala estalló en un escándalo ante la vista de tan indignante despliegue. Athena, Phoenix y Hitomi sólo podían parpadear con sus bocas abiertas de par en par, preguntándose qué acababa de pasar o si sólo estaban alucinando. Hasta la Jueza Gavèlle se quedó allí sentada incrédula, incapaz de moverse o pensar. El único que no expresaba sorpresa por esto era Blackquill, que se dio la vuelta dándole la espalda a los procedimientos y negó con su cabeza ante el espectáculo de payasos que ocurría detrás de él.
Tras unos momentos, la Jueza Gavèlle superó su shock, y cogió su mazo lista para traer el orden de vuelta.
*¡SLAM! ¡SLAM! ¡SLAM!*
– ¡Orden en la sala! – ordenó la Jueza Gavèlle. – ¡Srta. Nakanaka... ¿qué significa esto?!
– ... Si la vista de mi Wellington con suelas de acero ofende a alguien... por favor, disculpen la descortesía. – declaró Nakanaka con voz calmada, sujetando su caja de jugo en la mano derecha. [Kometani: Nakanaka en realidad no lleva Wellingtons.]
– ¡La única cosa que ofende a esta corte es la vista de su ropa interior! – la regañó la Jueza Gavèlle en tono severo, sosteniendo su mazo como martillo de guerra, que luego golpeó con fuerza. – ¡Ahora, baje su pierna en este instante, jovencita!
Al escuchar esto, Nakanaka inmediatamente se dio cuenta que estaba expuesta, y se puso roja como tomate. Inmediatamente bajó la pierna del estrado y se bajó la falda para cubrirse.
– Ignorando su pobre elección de ropa, ¿por qué hizo eso? ¿Qué se suponía que esperaba lograr? – preguntó Athena en tono de total desconcierto.
– ¡C-cállate, Reina de Amarillo! – tartamudeó Nakanaka. – ¡No tienes derecho a criticarme! ¡Tu falda es mucho más corta que la mía!
– ¡Continuando! – declaró Athena abruptamente. Tenía cosas mejores que hacer que participar en un debate tan tonto. – Asumiré por su falta de una respuesta apropiada que está admitiendo haber atacado a la Srta. Yamai.
– ¡Hmph! ¡No estoy admitiendo nada! – Nakanaka cruzó los brazos desafiantemente y giró la cabeza.
– ¡Puede callarse todo lo que quiera, pero la evidencia apunta hacia usted! – Athena le apuntó con el dedo a la obstinada estudiante.
– Eso dices, ¡pero todo lo que tienes es evidencia circunstancial! ¡Nada decisivo que apunte hacia su culpabilidad! – contraatacó Blackquill, golpeando su escritorio.
*¡SLAM!*
La Jueza Gavèlle los interrumpió golpeando su mazo.
– Permítanme ofrecer mi opinión en este asunto: aunque es cierto que no hay nada decisivo que confirme la inocencia del acusado, la defensa ha hecho un caso sólido para dos sospechosos alternativos: la Srta. Omoharu Nakanaka y el Sr. Itsuki Honshoku. Mientras ellos dos sean posibles culpables, no puedo emitir un veredicto en este momento. A menos que el Sr. Honshoku o la Srta. Yamai puedan testificar, tendré que suspender los procedimientos hasta mañana.
– Tristemente, eso es imposible ya que el Sr. Honshoku está desaparecido, y la Srta. Yamai está... indispuesta... a testificar... – declaró Blackquill con calma. Athena pudo darse cuenta que, pese a su tono neutral en su voz, había una enorme cantidad de veneno y odio en su corazón que pudo escuchar con sus sentidos cuando mencionó a Yamai. Era un odio tan intenso que, incluso con todo lo que Athena ya tenía en contra de ella, no podía ni llegar cerca de igualar.
– Ya veo. – La Jueza Gavèlle asintió. – En tal caso, Srta. Cykes y Fiscal Blackquill, su tarea será encontrar al Sr. Honshoku y determinar si él o la Srta. Nakanaka podrían haber sido responsables de atacar a la Srta. Yamai. Nos reuniremos de nuevo mañana a las 9:30 AM en punto.
Levantó entonces su mazo. – Se levanta la...
Y entonces nada. Athena levantó una ceja. Se esperaba que la jueza dijera "Se levanta la sesión" seguido del golpe de su mazo. Sin embargo, cuando miró al banquillo del juez, vio que la Jueza Gavèlle estaba abriendo un sobre. Sus ojos se movieron hacia abajo, donde alcanzó a ver a un alguacil de aspecto sospechoso que se dirigía rápidamente hacia la salida trasera de la sala. Intentó verle la cara, pero sólo alcanzó a verlo de espaldas.
Cuando el alguacil salió de la sala, Athena volvió su atención hacia el banquillo del juez. Allí, vio a la Jueza Gavèlle mirando los contenidos del sobre con una mueca de horror en el rostro. Sus ojos se abrieron de par en par, y parecía estar hiperventilando mientras miraba el misterioso mensaje que le entregó ese extraño alguacil.
– Umm, ¿Su Señoría? ¿Se encuentra bien? – inquirió Athena.
– Yo... – La Jueza Gavèlle sólo pudo pronunciar esa palabra. Sin embargo, fue más que suficiente para que Athena pudiera escuchar que sus niveles de ansiedad se salían de la escala. La cantidad de miedo en su corazón era comparable al que sintió Hitohito antes durante la mañana, cuando Athena lo analizó con la Matriz Emocional. Esto le hizo llenarse de curiosidad y preocupación sobre lo que podría haber causado un cambio tan radical en las emociones de la Jueza Gavèlle.
Mientras Athena teorizaba la causa, la Jueza Gavèlle levantó la mirada del misterioso mensaje para dirigirse a la corte.
– Umm... h-ha habido un cambio de planes. En lugar de eso tomaremos un receso por treinta minutos, después del cual tendremos nuevos testigos declarando...
Ambos, Athena y Blackquill, retrocedieron de shock.
– ¡F-Fiscal Blackquill, por favor asegúrese que los testigos estén preparados para declarar para cuando reanudemos! – ordenó la Jueza Gavèlle con un miedo audible en su voz.
Blackquill estampó los puños en el escritorio y miró desafiante a la jueza. – ¡Yo no preparé más testigos para hoy! ¿Qué significa esto? ¡¿Quiénes son estos testigos?!
– ¡Nos reanudaremos en media hora! ¡Si cualquiera de ustedes llega tarde, los someteré a desacato! ¡La corte entra en receso!
*¡SLAM!*
En el momento en que la Jueza Gavèlle golpeó su mazo, saltó fuera de su asiento y salió por la puerta trasera de la sala tan rápido como pudo. Athena sólo podía observar perpleja cómo la jueza se retiraba a toda prisa, aferrándose al misterioso mensaje contra su pecho.
– Umm... ¿qué acaba de suceder? – preguntó Hitomi, captando la atención tanto de Phoenix como de Athena.
– N-no lo sé. Creí que estábamos a punto de irnos por el día de hoy para investigar más, pero parece que algunos nuevos testigos tomarán el estrado. – respondió Phoenix.
– ¿Pero qué le pasó a la jueza? Un minuto nos dice que investiguemos sobre el Sr. Honshoku y Nakanaka, y al siguiente recibe un mensaje que de pronto la hace llenarse de tanto miedo como Hitohito cuando Yamai lo estaba amenazando... – replicó Athena.
– ¡Apuesto a que se trata de los trucos sucios de Blackquill otra vez! – sugirió Hitomi furiosa mientras lo amenazaba con el puño.
– No lo creo. Sonaba tan confundido y molesto como nosotros... – señaló Athena mientras lo miraba.
Estaba en el estrado con un alguacil y las cuatro colegialas. A Onemine y Otori les dijeron que podían irse a casa por hoy, mientras que a Gorimi le entregaron un cepillo dental y le indicaron reportarse a la oficina de los fiscales para su castigo. En cuanto a Nakanaka, Blackquill le ordenó seguirle al lobby para fiscales. Contrario a su otrora arrogante semblante, lo único que Nakanaka pudo hacer fue obedecer sin chistar.
– Deberíamos dirigirnos al lobby para acusados y discutir nuestro siguiente movimiento. Estoy seguro que Hitohito también necesitará que lo tranquilicemos... – dijo Phoenix.
Athena miró y vio que Hitohito era escoltado por el Alguacil Hosonaga fuera de la sala. Tal como le describió su jefe, tenía una expresión de desconcierto total en su rostro.
– ¡C-claro! – Athena asintió. Respiró profundamente y siguió a su jefe y a Hitomi fuera de la sala. Aunque trató de mantener una cara seria, tuvo una extraña sensación en la boca de su estómago que las cosas estaban a punto de volverse aún peores.
(«¿Qué está sucediendo? ¿Quiénes son estos testigos? ¿Por qué la Jueza Gavèlle parecía como si hubiera visto un fantasma cuando leyó ese papel? Yo aquí pensando que ya teníamos el control de este juicio, y de repente, todo se pone patas arriba en un solo minuto. La peor parte es que incluso Blackquill está desconcertado con este giro de eventos. Si él también está sorprendido con lo que acaba de suceder, ¡no quiero ni pensar lo que eso significa para nosotros!»)
(«Bueno, de cualquier manera, debo mantenerme fuerte. Lo último que Hitohito necesita es que yo pierda la calma, y seguramente el jefe ya ha pasado por cosas peores que esta. Seguro que mientras podamos seguir como hasta ahora y exponiendo las contradicciones en sus testimonios, podremos manejar a estos testigos como cualquier otro.»)
(«...Al menos, eso espero...»)
28 de septiembre, 1:40 PM
Corte del Distrito – Estacionamiento
Un auto deportivo MBW gris se detuvo en el estacionamiento de la corte, justo cuando el juicio estaba a punto de entrar en receso. La conductora era una mujer a finales de sus veintes, co cabello gris azulado, aretes azules, y con una chaqueta larga cruzada de color gris oscuro. Unos guantes negros sujetaban el volante, mientras guiaba su auto hacia el espacio junto a un Parsche 911 negro.
Una vez que el auto estaba bien aparcado, apagó la ignición y sacó una pequeña laptop de la guantera. La colocó sobre el tablero y la encendió. La pantalla se iluminó y un escritorio con el logo de Interpol y un cuadro de diálogo para inicio de sesión se abrió. Con algunos tecleos bien coordinados, ingresó su nombre de usuario y contraseña. La computadora se tomó un momento para revisar la contraseña antes de mostrar una pantalla de bienvenida.
Bienvenida de vuelta, Franziska von Karma
Cuando el escritorio apareció y ya que obtuvo el control, Franziska no perdió el tiempo en abrir sus notas y el dossier sobre Itsuki Honshoku. Por lo que sabía, era un especialista en informática contratado cuyo trabajo más reciente había sido en la Preparatoria Itan. Sin embargo, recientemente había buscado ayuda de Interpol solicitando protección, a cambio de evidencia relacionada no sólo a un espía internacional conocido como "el fantasma", sino de la organización para la cual dicho espía trabajaba. Franziska había planeado reunirse con Honshoku anoche para escoltarlo a una casa segura de Interpol para discutir los detalles, pero nunca se apareció en el punto de reunión.
Fue apenas a la mañana siguiente que Franziska descubrió que había estado desaparecido desde hacía dos días, y que la policía había estado buscándolo desde ayer. Colaborar con la búsqueda policíaca resultó infructuoso, pero notó que quedaba un lugar en el cual la policía todavía no había revisado: la sala de servidores. A pesar de que la policía declaró que la sala había estado cerrada con llave por una semana y que el Sr. Honshoku sólo había estado desaparecido por dos días, tuvo la sensación de que algo podría estar escondido allí.
Eso fue hasta que su jefe le envió un aviso de que el nombre de Honshoku había salido a colación múltiples veces durante un juicio local por agresión. Aunque todavía quería investigar la sala de servidores en Itan, su jefe insistió en que pasara por la corte primero, antes que concluyera el juicio.
Durante este tiempo, Franziska decidió llamar a su jefe para darle una actualización. Sacó su teléfono inteligente y abrió su lista de contactos. De allí, eligió el grupo "Contactos de Interpol" y se deslizó hasta llegar a "John Bradford" antes de marcar.
< Srta. Von Karma. Asumo que ya ha de haber llegado a la corte en este momento. >
– No habría llamado a menos que así fuera, Bradford... – Franziska declaró Franziska en un tono de que era un hecho.
< ¡Justo a tiempo! El juicio acaba de llamar a un receso, lo que debería darle suficiente tiempo para interrogar tanto a la defensa como a la fiscalía... >
– ¿A quiénes estoy buscando? – inquirió Franziska.
< Estará buscando a la Abogada Defensora Athena Cykes y al Fiscal Simon Blackquill. >
Franziska se detuvo por un momento. Agarró con tensión el teléfono con una mano, y la otra la apretó en un puño. Conocía esos dos nombres del caso UR-1.
– ¿Esto es una broma?
< Estoy plenamente al tanto de su pasado como fiscal del juicio de Blackquill, y me disculpo profusamente por involucrarla con ellos de nuevo. Sin embargo, usted es la mejor persona para el trabajo, y tengo total confianza en que podrá persuadir tanto a Blackquill como a Cykes para que hablen. >
– Bueno, tengo mis métodos... – Franziska deslizó su mano distraídamente sobre el látigo que tenía en el asiento del pasajero. – Aun así, ¿en serio cree que cualquiera de los dos sabrá algo?
< Quizás, quizás no, pero el rastro está a punto de perderse, y necesitamos cualquier información que pueda llevarnos al paradero de Honshoku... >
– ¿Cree usted que el fantasma podría haberlo atrapado?
< Espero que no, aunque entre más tiempo pase, más certeza tendré de que ese es el caso. Si es así, necesito que usted encuentre la información que llevaba y determine quién lo mató. >
– ¡Entendido! – Franziska asintió. – También, ¿necesitaré sentarme a observar el juicio cuando termine el receso?
< Dejaré eso a su discreción. Haga lo que deba hacer para encontrar al Sr. Honshoku. ¡Adiós! >
Franziska terminó la llamada y puso su teléfono inteligente de vuelta en el bolsillo de su abrigo. Cerró la sesión en su computadora, la puso de vuelta en la guantera, cogió su látigo y salió del vehículo. La lluvia se había detenido por ahora, pero sacó su paraguas de su abrigo sólo por si acaso regresaba.
Y con toda certeza, no había dado ni cinco pasos desde su auto cuando la lluvia volvió. Suspiró y abrió su paraguas con un movimiento de su muñeca. Miró el látigo en su otra mano y lamentó no poder latiguear a las nubes por su estupidez.
Caminando hacia el edificio, pensó en el caso UR-1 case. Inició como un típico juicio por asesinato, y ella llegó a creer totalmente que Blackquill era culpable. Blackquill había confesado y optó por un defensor público, así que ella asumió que sería un caso de abrir y cerrar de ojos.
Sólo fue durante el juicio que tuvo dudas que surgieron debido a la incompetencia del abogado que se le oponía, y el hecho de que Blackquill parecía demasiado dispuesto a confesar sus crímenes. Sin embargo, el testimonio de la joven Athena Cykes, la hija de la víctima, la convenció de que estaba cometiendo un error al procesarlo. Aún hoy día recordaba las palabras de la niña.
– "¡Por favor! ¡Tienen que escucharme! ¡Él no la mató! ¡Su corazón está diciendo a gritos que él no la mató!"
A primera vista, el testimonio sonaba como una completa tontería. Sin embargo, una parte de Franziska le decía que la niña estaba diciendo la verdad. Miró a Blackquill en la silla del acusado, y vio que la miraba con tristeza. Fue entonces que ella supo que ese hombre no era el monstruo asesino que decía ser.
Pero, debido a que el testimonio no tenía base en los hechos, no tuvo más remedio que descartarlo, dejando que se llevaran a la niña escoltada fuera de la sala llena de lágrimas. Unos momentos después, lo declararon culpable y fue sentenciado a la pena capital. Ella había ganado el caso, pero fue la primera vez en toda su carrera que lamentaba haber ganado.
(«Por supuesto, de todas las personas a las que debo interrogar, ¡tenían que ser esos dos!») pensó Franziska para sí misma. Le intrigó mucho escuchar que esa niña tímida que conoció hacía siete años ahora era una abogada defensora. Sin embargo, considerando que ella era la única persona en toda esa sala que creía en la inocencia de Blackquill, difícilmente era una sorpresa.
Unos segundos después, se abofeteó ella misma en la cara.
(«¡Deja de pensar tontamente como una tonta, Franziska! ¡No puedes dejar que ese caso te distraiga ahora! ¡Debes descubrir lo que pasó con Itsuki Honshoku y la información que le prometió a Interpol! ¡De lo contrario, estaremos de vuelta igual que el año pasado en lo que concierne al fantasma!»)
Franziska se frotó el lugar donde se abofeteó, antes de reasumir su determinación y aplomo. Por encima de todo, ella era una von Karma y no tenía tiempo para dejar que las dudas de su pasado le afectaran la investigación actual.
Si el juicio actual no contenía nada de información, tenía la certeza de que la sala de servidores de la Preparatoria Itan la tendría.
Esta historia continuará...
Acta del Juicio (Athena)
(* - Indica nuevo o actualizado)
Perfiles:
Apollo Justice (Edad: 23): Un abogado que ha estado en la agencia desde antes que yo me uniera. Tiene una habilidad increíble para detectar mentiras a través del lenguaje corporal de la gente.
Trucy Wright (Edad: 16): La querida hija del Sr. Wright. Una aspirante a maga profesional que también es estudiante en la preparatoria Itan.
Hitohito Tadano (Edad: 15): Mi cliente. Un joven amable que está sufriendo de TEPT por culpa de las acciones de Yamai.
Phoenix Wright (Edad: 34): Abogado propietario de la agencia. Le debo mucho por darme la oportunidad de convertirme en una abogada consumada.
Shouko Komi: (Edad: 15): Amiga cercana de Hitohito y su compañera de clase. Es una chica hermosa que tiene problemas para comunicarse.
Najimi Osana (Edad: 15): Estudiante de Itan que siempre tiene mucha energía, y aparentemente tanto Hitohito como Trucy son sus amigos de la infancia. Su verdadero género es un misterio.
Ren Yamai (Edad: 15): No sólo ha secuestrado y acosado a mi cliente durante meses, sino que también lo atacó con un cuchillo. ¡Debo detenerla a toda costa!
Nene Onemine (Edad: 16): Una estudiante que se preocupa por los demás como una hermana mayor. Es muy amable y protectora especialmente con su compañera Kaede Otori.
Kaede Otori (Edad: 16): Una estudiante que parece siempre ser muy lenta y distraída. Le devolvió a Hitohito su teléfono perdido el día del incidente.
Bobby Fulbright (Edad: 33): El enérgico detective a cargo de este caso. A veces me hace preguntarme qué significa realmente la justicia.
Sakura Gorimi (Edad: 17): Una estudiante de segundo año, y la bibliotecaria principal. Aún puedo sentir el golpe que me dio en la cabeza con su abanico mortal.
* Omoharu Nakanaka (Edad: 15): Una estudiante con síndrome de adolescencia que se hace llamar la Archimaga "Mei Karuma Van Zieks". Intentó usar la sangre de Yamai para incriminar a Hitohito.
Simon Blackquill (Edad: 28): Un fiscal y prisionero condenado a muerte. Posiblemente haya sido el fiscal de otro caso que ocurrió en Itan antes de ser arrestado.
Kozue Taida (Edad: 49): Profesora de la clase de Hitohito y Shouko. Es muy holgazana y le encanta aprovecharse de Hitohito para que él haga su trabajo en su lugar.
Itsuki Honshoku (Edad: 33): El experto en informática residente en Itan. Accedió a los archivos de la biblioteca el día del incidente.
Masatomo Yamai (Edad: 61): El padre de Ren Yamai (en teoría) y presidente de Yamai Holdings. Un hombre de negocios muy exitoso, pero también un fracaso como padre.
Junichi Asano (Edad: 25): La mano derecha de Masatomo Yamai. Se encarga de las tareas del día a día con las que el Sr. Yamai no puede o no quiere tomarse la molestia, como criar a su hija.
Hitomi Tadano (Edad: 14): Hermana menor de Hitohito, y totalmente opuesta a él en personalidad. Puede ser un poco impulsiva, pero quiere mucho a su hermano y se preocupa por él.
Dick Gumshoe (Edad: 40): Un detective de la división de homicidios con quien el Sr. Wright solía cruzarse a menudo. Aunque le falta inteligencia, lo compensa con su lealtad y corazón.
Hitoshi Tadano (Edad: 46): El padre de Hitohito. Se suponía que se encontraría con el Sr. Honshoku el día que ocurrió el incidente.
Jeanne Tadano (Edad: 43): La madre de Hitohito. Solía ser una vieja amiga del Fiscal Blackquill.
Takara Yamai (Fallecida): La hermana mayor de Ren Yamai, que fue asesinada en la Preparatoria Itan hace siete años.
Carl Pritt (Fallecido): Un antiguo custodio que trabajó en la Preparatoria Itan que fue sujeto de rumores muy perturbadores. Fue condenado por el asesinato de Takara Yamai.
Verity Gavèlle (Edad: 34): La jueza que preside este juicio, una mujer educada pero de carácter severo. Parece conocer bien al Fiscal Blackquill.
Kenshin Hosonaga (Edad: 70): Un alguacil de edad avanzada en la corte que perdió a su hijo hace décadas. Simpatiza con la situación de Hitohito y no quiere que termine yendo por el mismo camino que su hijo.
Lucretia Augustus (Edad: 37): Una detective rubia conocida por su corrupción. Fue contratada por Yamai para coaccionar a Hitohito para que hiciera una confesión falsa.
Brutus Augustus (Edad: 35): Un detective enorme y fornido, y hermano de Lucretia. Fue contratado por Yamai para coaccionar a Hitohito para que hiciera una confesión falsa.
Evidencia:
Distintivo de abogada: Mi nuevo y brillante distintivo. Lo perdí brevemente, pero Hitohito me ayudó a encontrarlo.
Puertas hacia los Archivos de la Biblioteca: Estas puertas supuestamente requieren una identificación del personal para poder entrar. Sin embargo, un fallo en el sensor también permite que las identificaciones de estudiantes las abran.
Diagrama del sótano: Un diagrama del sótano, que muestra los archivos de la biblioteca y la sala de servidores. El pasillo del sótano y la sala de servidores estaban cerrados durante el crimen.
* Reporte médico de Yamai: Un reporte médico de la Clínica Hickfield para Ren Yamai. Según el reporte, fue golpeada dos veces con un objeto contundente y tiene un corte en su dedo índice derecho.
Reloj antiguo: Un reloj antiguo operado con baterías usado en la agresión, cubierto con la sangre de Yamai y las huellas digitales de Hitohito. Actualmente no tiene baterías en su interior.
* Escritura en sangre: Un mensaje garabateado con sangre que va hacia la mano derecha de Yamai que lee "Tadano". Nakanaka utilizó la mano derecha de Yamai para escribirlo.
Llave de la Sala de Servidores: La llave que abre las puertas de la sala de servidores desde los archivos de la biblioteca. Lleva una semana desaparecida.
Termostato: El dispositivo que regula la temperatura entre los archivos de la biblioteca y la sala de servidores. Fue ajustado durante la hora del crimen, pero no se encontraron huellas digitales en él.
Computadora de los Archivos de la Biblioteca: Una computadora en los archivos de la biblioteca a la que Hitohito accedió por razones desconocidas. Se encontraron huellas digitales de Hitohito, Yamai, y un individuo desconocido en el teclado y el ratón.
Historial de inicio de sesión: Un registro de quién inició sesión en la computadora de los archivos de la biblioteca. El día del crimen, Itsuki Honshoku accedió a la computadora a las 9:15 AM, y la sesión se mantuvo abierta hasta las 1:15 PM, cuando Hitohito Tadano usó las credenciales de su profesora para iniciar su propia sesión.
Huellas en el escritorio: Huellas de manos encontradas en el escritorio de la computadora. Análisis indica que pertenecen a Ren Yamai.
Abanico de papel: Un abanico de papel roto que se encontró en una papelera, afuera de un aula del segundo piso. Gorimi lo utilizó para atacar a Najimi la tarde del incidente.
Mancha de sangre borrada: Una mancha de sangre revelada con prueba de luminol en el piso junto al escritorio de la computadora. La sangre pertenece a Ren Yamai.
Teléfono de Hitoshi: El historial de llamadas muestra que intentó contactar a Itsuki Honshoku a las 3:15 PM el día del incidente. Sin embargo, no recibió respuesta y terminó dejando un mensaje de voz.
Artículo de Periódico: Artículo del Kanagawa Times que detalla el asesinato de Takara Yamai en la Preparatoria Itan hace siete años. Según el artículo, la persona responsable fue el custodio de la escuela Carl Pritt.
Regalo de Shouko: Un regalo que Shouko hizo para Hitohito. Tiene una tarjeta adjunta con su nombre en ella.
Diagnostico de TEPT: Un diagnóstico provisional escrito, firmado por el Dr. Koizumi que declara que Hitohito Tadano sufre de trastorno de estrés postraumático.
* Palillos de metal: Un par de palillos de metal afilados que Yamai usó para amenazar a Hitohito. Un análisis de ADN reveló que la sangre de Yamai está en la punta.
Llave de la biblioteca: La llave que abre las puertas de la biblioteca. Aparte de la administración de la escuela y el custodio, Gorimi y Honshoku poseen una copia cada uno.
Teléfono inteligente de Yamai: Yamai usó este teléfono inteligente para enviarle un mensaje de texto a Nakanaka pidiendo ayuda en la biblioteca.
Teléfono inteligente misterioso: Un teléfono inteligente que pertenece a un individuo desconocido a quien Otori confundió con Hitohito. Supuestamente tiene una foto de Shouko Komi en su pantalla de inicio.
* Foto sospechosa: Una foto borrosa de un estudiante de aspecto sospechoso subiéndose a un auto negro que Onemine tomó con su teléfono. Fue tomada a las 3:05 PM el día del incidente.
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