Capítulo 19: ¡Choque en la corte! Athena vs El Samurai Sombrío, Parte 2


28 de septiembre, 12:16 PM

Afuera de la Preparatoria Itan

El Detective Fulbright condujo su auto dentro del estacionamiento de la Preparatoria Itan. La tormenta seguía arreciando e inundando la escuela, formando charcos que llegaban hasta los tobillos en la parte superior del estacionamiento. En cuanto Fulbright llegó a un espacio vacío para estacionarse, pasó por encima de uno de estos charcos, levantando torrentes de agua debido al impacto de sus llantas.

Una vez que logró estacionarse, apagó la ignición de su auto y miró hacia la entrada, esperando a que Jeanne apareciera. Aunque intentó mantener el mismo paso que ella, se separaron en un semáforo rojo, lo que provocó que él se adelantara más. Por un momento consideró esperar a que lo alcanzara, pero finalmente decidió no hacerlo, ya que no quería perder el tiempo y suponiendo que ella sería capaz de llegar por su cuenta a la escuela de su hijo.

Unos momentos después, encendió la radio del auto para escuchar lo que decía el resto de la policía. Aunque estaba ocupado escoltando a Jeanne por el campus, quería seguir al tanto de los eventos que estaban ocurriendo entre sus colegas.

<¿Alguna unidad disponible en la Preparatoria Itan? Tenemos una situación...>

<... ¿De qué se trata ahora?>

<Algunos estudiantes se quedaron atrapados en la azotea de la escuela...>

<Diablos... yo iría, pero... tengo... cosas que hacer en la escena del crimen...>

<... Yo estoy buscando al Sr. Honshoku, pero no he tenido suerte, amigo... supongo que podría pasarme y ver qué sucede en la azotea...>

– Cielos, esta escuela ha sido un desastre tras otro. Blackquill no estaba bromeando al llamar a este lugar una casa de locos. – Fulbright sacudió su cabeza al escuchar los mensajes por la radio. Por mucho que su sentido de la justicia le dijera que ayudara a esos estudiantes, sabía que tenía que esperar a Jeanne y ayudarla con el casillero de su hijo.

Unos diez minutos después, Fulbright vio el auto de Jeanne ingresando al estacionamiento. Inmediatamente apagó su radio de policía, agarró su paraguas, y salió del auto, dirigiéndose hacia donde Jeanne había aparcado para saludarla.

– ¡Perdón por dejarla atrás, Sra. Tadano! – le dijo Fulbright a Jeanne una vez que abrió la puerta para salir de su auto.

– Está bien, detective. Puedo encontrar mi camino a la escuela de mi hijo sin problemas... – replicó Jeanne mientras sacaba su propio paraguas de su bolso y lo abría. Salió del auto y cerró la puerta.

– Ah jaja, por supuesto que puede... – replicó él, rascándose la nuca algo nervioso.

– Ohh, uh, disculpe si eso sonó grosero... – se disculpó Jeanne, extendiéndole la mano al detective.

– No, no, no, está bien. Lo importante es que ambos llegamos aquí a salvo, ¿correcto? – preguntó Fulbright.

– Sí... – replicó Jeanne, antes de sacar las llaves de su auto de su bolso para asegurar la puerta. – ¿Está listo, detective?

– ¡Cuando usted lo esté! ¡Vamos a buscar la evidencia! ¡En la justicia confiamos! – vociferó Fulbright haciendo su saludo característico y sonriente.

Jeanne no pudo evitar sonreír al ver al detective. («Sin duda es un poco raro, pero es mucho más agradable que esos horribles detectives que torturaron a mi Hito-chan...») pensó mientras caminaban por el estacionamiento hacia el edificio, esquivando los charcos por el camino.

28 de septiembre, 12:28 PM

Pasillo del primer piso – Preparatoria Itan

Fulbright se aproximó a la puerta de la preparatoria y la abrió, manteniéndola abierta para que Jeanne pudiera pasar.

– ¡Gracias, Detective Fulbright! – Jeanne sonrió amablemente mientras atravesaba la puerta. Mientras lo hacía, retrajo su paraguas y volvió a meterlo en el bolso.

– ¡Por supuesto! ¡Ser un caballero también es parte de ser un campeón de la justicia, después de todo! – Fulbright sonrió ampliamente con orgullo antes de seguirla adentro, dejando que la puerta se cerrara detrás de ellos. Una vez adentro, también retrajo su propio paraguas y se lo metió en el bolsillo de su chaqueta.

El sonido de la lluvia cayendo afuera se vio gradualmente ahogado por la puerta tras cerrarse detrás de ellos. En su lugar empezó a sonar el ruido de los estudiantes paseándose y socializando en los pasillos durante el descanso del almuerzo. Algunos estudiantes les lanzaron miradas curiosas a Jeanne y Fulbright al verlos pasar, pero rápidamente volvieron a sus conversaciones con sus compañeros.

Los casilleros de los estudiantes estaban alineados en varias filas a pocos metros de la entrada. Gracias al número grabado en la llave, Fulbright pudo localizar el casillero correcto relativamente rápido y guio a Jeanne hasta él. Se arrodilló frente al casillero para abrirlo, y luego se hizo a un lado para dejarla investigar.

Mientras se asomaba dentro del casillero, Jeanne vio que los zapatos de exterior de su hijo seguían adentro.

– Cuando la policía atrapó a su hijo, todavía llevaba sus zapatos de interior. Debe haber estado tan desesperado de salir de aquí que no se le ocurrió cambiárselos... – comentó Fulbright. – Pobre chico, debe haber sufrido el susto de su vida...

– Y aun así, ¡en vez de ayudarlo decidieron arrestarlo! – le espetó Jeanne a Fulbright.

– Yo... – Fulbright se quedó sin palabras. Quería explicarle a Jeanne que la evidencia en su contra era demasiada para que la policía la ignorase, pero sabía que no lo iba a escuchar. Ya había escuchado el mismo discurso de Blackquill y era menos probable que quisiera oír una repetición.

De repente, una conversación que tuvo con Blackquill dos días antes le vino a la mente. Se preguntó si debería compartirla con Jeanne ya que Blackquill estaba empeñado en que no se lo dijera a nadie. Pero al ver lo estresada que estaba Jeanne por la situación, se convenció de que era mejor abrirse. Tal vez haciéndolo lograría que ella confiara en él.

– Hace un par de meses, el Fiscal Blackquill tomó un caso que involucraba a una orca como la acusada en el Acuario Shipshape. La orca supuestamente había matado a su dueño, Jack Shipley. – empezó a explicar Fulbright.

– He escuchado sobre ese caso. ¿No estuvo involucrado el Sr. Wright en él también? – preguntó Jeanne, recordando lo que le dijo Najimi ayer sobre Phoenix.

– Así que sabe de lo que estoy hablando. – asintió Fulbright. – Como sea, la única razón por la que Blackquill tomó ese caso era porque quería imputar a la entrenadora de la orca, la Srta. Sasha Buckler, por el crimen. Supuso que el Sr. Wright sólo estaba defendiendo a la orca por la publicidad, y que una vez que la Srta. Buckler fuese arrestada, la abandonaría a su suerte.

»Sin embargo, Blackquill se equivocaba. El Sr. Wright la defendió con el mismo vigor que a la orca. Y no sólo eso, sino que también fue la milla extra para probar que la persona responsable estaba tratando de salvar al Sr. Shipley en lugar de asesinarlo. No había ningún beneficio para el Sr. Wright en hacer esto ya que su cliente había sido absuelto, pero lo hizo de todas maneras para evitar que condenaran injustamente a alguien que era inocente. Ese acto desinteresado cambió la perspectiva del Fiscal Blackquill sobre los abogados defensores, y empezó a creer que todavía quedaban algunos dignos de confianza que no sólo ejercían por beneficio y prestigio...

Jeanne levantó una ceja. – ¿Hay alguna razón para que me cuente esa historia? Estoy muy al tanto de que el Sr. Wright es un abogado talentoso. De hecho, ¡está ayudando ahora mismo a la abogada de mi hijo a demostrar su inocencia!

– ¡Porque eso es con lo que cuenta el Fiscal Blackquill! – declaró Fulbright.

– ¿A qué se refiere con que cuenta con esto? ¿Me está diciendo que Simon quiere que el Sr. Wright ayude a la Srta. Cykes a defender a mi hijo? – inquirió Jeanne, incrédula.

– Bueno, técnicamente, el Fiscal Blackquill quería que el Sr. Wright en persona fuese quien liderara a la defensa... – Fulbright se ajustó las gafas pensativamente. – Después de tomar el caso en contra del joven Hitohito, me pidió asegurarme que Phoenix Wright fuese quien lo defendiera en la corte. Me dijo que, si alguien podía probar su inocencia y encontrar la verdad, sería él. Por supuesto, los amigos de su hijo fueron a buscar al Sr. Wright primero, antes de que yo tuviera la oportunidad de hacerlo...

– ¿Simon le pidió a usted hacer eso? – Jeanne se llevó la mano al mentón, pensativa. Eso se alineaba con lo que Blackquill le dijo en la corte, en relación a sus motivos para tomar el caso: la única razón por la que había tomado el caso era porque se ubicaba en el mismo lugar que otro caso que había estado investigando hacía siete años. Aun así, no estaba totalmente convencida. – Si estaba tan convencido de la inocencia de Hitohito, ¿por qué no se hizo a un lado y dejó que alguien más fuese el fiscal y en vez de eso apoyar al Sr. Wright? ¿Por qué ir en contra de quienes intentan probar su inocencia?

– Yo también le hice la misma pregunta. Me dijo que estaba preocupado de que alguien pudiera utilizar métodos corruptos para asegurar una condena fácil, así que asumió el caso personalmente para asegurarse que no hubiera trucos sucios... – explicó Fulbright.

Los ojos de Jeanne se ensancharon. – Pero ¿no se supone que el nuevo Fiscal General se ocupa de que eso no suceda?

– Así es, pero el problema es que heredó una oficina llena de corrupción. Si corriera a todos los fiscales corruptos de inmediato, estaría tan corto de personal que tendría que pedir ayuda externa, o incluso involucrarse personalmente sólo para poder llevar la carga de trabajo. –Fulbright frunció el ceño. – La ironía es que, a pesar de ser un criminal convicto, el Fiscal Blackquill es uno de los pocos fiscales honestos que quedan. ¡Por eso fue que elegí convertirme en su cuidador, porque creo que tiene el potencial de pagar sus deudas algún día y volver a la sociedad como un hombre reformado!

– Ya veo... – Jeanne asintió al escuchar esa noble declaración de Fulbright. Entre más pensaba en lo que le habían dicho tanto Blackquill como Fulbright, más se daba cuenta de que, aunque seguía sin gustarle el hecho de que un amigo cercano de la familia fuese el fiscal en contra de su hijo, estaba haciendo lo mejor que podía con las cartas que le habían tocado. Eso no quería decir que no le iba a dar otra reprimenda y a exigirle otra disculpa una vez que el caso estuviera resuelto. Sólo significaba que, por ahora, confiaba en que haría lo correcto por el bien de su hijo.

Aunque había una cosa más que la molestaba.

(«Me pregunto si sabe que a Simon le dieron la pena capital...») pensó. Casi abrió la boca para recordárselo, pero al ver la mirada esperanzada en el rostro del detective decidió no hacerlo. No tenía el corazón de arruinarle las esperanzas y sueños, especialmente cuando se estaba esforzando tanto por ayudarla.

– Como sea, nos hemos desviado un poco. ¡Sigamos buscando en el casillero! – declaró Fulbright.

Jeanne asintió y quitó los zapatos. Tal como Hitohito se lo había dicho, había una nota arrugada en el fondo del casillero. Cogió el trozo de papel y al desdoblarlo, lo mantuvo abierto para leerlo.

[Más te vale que te alejes de ella, o sino terminaré lo que empecé...]

– ¡Esta es! ¡Esto definitivamente demuestra que esa chica horrible Yamai secuestró a mi hijo! – declaró Jeanne, enseñándole la nota escrita a mano a Fulbright.

– Hmm... – El detective se ajustó las gafas, mirando el contenido de la nota.

– ¿No puede identificar quién escribió esta nota por su caligrafía? – preguntó Jeanne, notando la mirada de escepticismo en el rostro del detective.

– Bueno, tenemos su declaración escrita para el juicio de su hijo. Podemos hacer un análisis de caligrafía en tanto la nota como la declaración y ver si coinciden. Pero ese no es el problema que veo con esta nota... – explicó Fulbright, tocando la nota con el dedo.

– ¿Y cuál es el problema entonces? – preguntó Jeanne preocupada. Sabía que no le iba a gustar la respuesta.

– Es evidencia circunstancial en el mejor de los casos. Los contenidos de la nota son demasiado vagos para servir como prueba de que la Srta. Yamai secuestró a su hijo... – replicó Fulbright.

– ¿A qué se refiere? ¡Esta nota es claramente una amenaza! – argumentó Jeanne.

Fulbright negó con la cabeza. – No dice quién es "ella" ni tampoco a qué se refiere con "terminaré lo que empecé". Sin evidencia que lo corrobore, sería fácil que el abogado contrario argumente docenas de explicaciones alternativas para los contenidos de esta nota. – explicó con tristeza, deslizando los dedos por el texto en la nota.

– Bueno, ¡tiene que haber algo que podamos hacer! ¡No podemos permitir que esa chica que lastimó a mi hijo se salga con la suya! – suplicó Jeanne, apretando la nota en su mano.

– Cuidado, podría dañarla... – le recordó Fulbright. Jeanne inmediatamente asintió y le entregó la nota algo apenada. – Tal vez haya más evidencia en otra parte que su hijo podría haber ocultado...

– Su escritorio. ¡Tal vez haya algo en el escritorio de su salón de clases! – replicó Jeanne inmediatamente.

– ¡Valdrá la pena un vistazo! ¡Vamos, en la justicia confiamos! – declaró Fulbright, dando su saludo característico.

– Uhh... s-sí... en la justicia confiamos... – repitió Jeanne sus palabras, algo dudosa y tratando de forzar una sonrisa. La verdad era que no se sentía tan optimista como Fulbright sobre sus posibilidades de encontrar evidencia de las fechorías de Yamai. Por los contenidos de la nota, ella podía ver que era improbable que Yamai hubiera dejado alguna otra evidencia de su culpabilidad, y si la hubiera, Hitohito debería habérselo dicho.

Suspiró. Deseaba haberse quedado allá en la corte para apoyar a su hijo.

(«Espero que la Srta. Cykes y el Sr. Wright estén teniendo mejor suerte que yo...»)

28 de septiembre, 12:20 PM

Corte del Distrito – Sala de justicia No. 8

(«¡Qué horrible suerte! Encuentro una contradicción, y no sólo Blackquill derriba rápidamente mi argumento, sino que casi nos hago perder el caso. Tal vez deba pedirle al Sr. Wright que se haga cargo...»)

Athena estaba mirando a las chicas en el estrado: Gorimi, Nakanaka, Otori y Onemine. Previamente, casi había perdido su oportunidad de interrogarlas por haber hecho un comentario descuidado, pero Phoenix y Hitomi lograron salvarle el pellejo. Ahora que tenía su segunda oportunidad, tenía que aprovecharla todo lo que pudiera.

(«¡No! ¡No puedes darte por vencida ahora, Athena! Tu meta es demostrar que hay la posibilidad de que el Sr. Honshoku haya estado en la escena del crimen, y para hacerlo, tienes que encontrar una ventana de tiempo donde podría haberse colado sin que nadie lo notara...») pensó Athena. Presionó a Widget para abrir su ventana holográfica y se preparó para el interrogatorio.

(«¡Puedes hacer esto, Athena! ¡Vas a demostrar la inocencia de Hitohito, y le mostrarás al Mr. Wright y al Fiscal Blackquill que ya eres una abogada defensora consumada!»)

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Interrogatorio

-- El día del crimen --

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Gorimi:

– Entré a la biblioteca a las 12:30 PM en punto para asumir mis deberes...

– ¿Usualmente viene a la biblioteca a esta hora? – inquirió Athena.

Gorimi asintió, descansando la mano en el estrado. – Así es. De lunes a viernes, voy a la biblioteca a las 12:30 PM en punto para asumir mi deber como bibliotecaria en jefe.

– Es usted muy puntual, Srta. Gorimi... – la halagó Athena. Esperaba que un cumplido ayudase a que Gorimi les proveyera información crucial. – Pero según recuerdo, usted también es una estudiante. ¿Este trabajo no interfiere con sus estudios?

– Estoy entre los 50 mejores estudiantes por calificaciones en mi año, así que tal vez eso le dé alguna idea de si mis deberes o no intervienen con mis clases. – replicó Gorimi cruzando los brazos.

– ¡Es usted muy estudiosa, Srta. Gorimi! – le dijo la Jueza Gavèlle con una sonrisa a la colegiala musculosa. Luego se giró hacia Blackquill. – Ciertas personas en esta sala podrían aprender de su ejemplo.

– ¿Oíste eso, Cykes-dono? – Blackquill le sonrió a su oponente. – ¡Creo que Su Santidad está hablando de ti!

– ¡Lo estaba mirando a usted cuando dijo eso! – Athena señaló a Blackquill. – ¡Su Señoría estaba hablando de usted!

La Jueza Gavèlle negó con la cabeza y se abstuvo de comentar sobre la discusión de Athena y Blackquill. – Srta. Gorimi, por favor continúe con su testimonio.

Gorimi:

– Vi a Tadano y Yamai ir a los archivos alrededor de las 1:10 PM y a Nakanaka a las 3:10 PM.

– Usted vio al Sr. Tadano y a la Srta. Yamai ir hacia los archivos, ¿correcto? – aclaró Athena mientras estudiaba el mapa holográfico frente a ella.

Gorimi miró enojada a Athena. – Eso fue lo que dije. ¿No me estabas escuchando?

– Lo digo porque me estaba preguntando por qué no hizo nada para detenerlos. ¿No se supone que los archivos de la biblioteca están fuera de los límites para los estudiantes? – Athena golpeó la palma sobre su escritorio.

– No fui tras ellos por varias razones. Una de ellas es que la puerta de los archivos de la biblioteca está bloqueada para los estudiantes, y sin nada que hacer allí abajo, tendrían que venir de vuelta conmigo para enfrentar su castigo... – explicó Gorimi, deslizando sus dedos por su mortal abanico de papel.

Athena minimizó el mapa holográfico y sacó las notas que tenía sobre la puerta. – Ignorando ese fallo que permite que todos, ya sean personal o estudiantes, puedan entrar a los archivos, ¿por qué no intentó detenerlos después de que bajaron? ¿O al menos fue a verlos después de que no regresaron luego de dos horas?

– Para cuando me di cuenta de su destino, tuve disciplinar a algunos estudiantes que pensaban que su conversación sobre Blaze Insignia era más importante que el tiempo de estudio de los demás... – declaró Gorimi. Aunque su tono y expresión facial eran cordiales, el oído de Athena le decía que se estaba poniendo cada vez más impaciente con las preguntas. – Cuando terminé, ya habían bajado las escaleras. Sin duda si hubiera elegido seguirlos, ¡esos estudiantes sinvergüenzas habrían continuado con sus conversaciones perturbadoras!

– ¿Te atreves a decir que Blaze Insignia no es importante, ogro sobrealimentado? – interrumpió Nakanaka. – ¡Qué nervio tienes al llamar a la serie más grande de simulador de citas/estrategia por turnos de nuestro tiempo—YEEOOWCH!

Se vio interrumpida por el golpe del abanico de Gorimi dándole en la parte superior de la cabeza. – ¡No interrumpas mi testimonio! – la regañó Gorimi.

– ¡¿POR QUÉ HICISTE ESO?! ¡NO ESTAMOS EN LA BIBLIOTECA! – gritó Nakanaka. Gorimi volvió a empuñar su abanico, lista para golpear otra vez a su compañera de escuela que se rehusaba a comportarse, hasta que la Jueza Gavèlle golpeó con su mazo, provocando que ambas chicas miraran en su dirección.

*¡SLAM!*

– ¡Srta. Nakanaka, absténgase de interrumpir el testimonio de la Srta. Gorimi! – la regañó la Jueza Gavèlle, provocando que Nakanaka suspirara e hiciera un puchero. Luego se volvió hacia Gorimi. – Entonces ¿por qué no pensó en ir a ver a esos dos estudiantes luego de su ausencia?

– Para serle sincera, no les puse mucha atención ya que estando allí abajo, no podrían hacer mucho para perturbar a los otros estudiantes en sus asuntos. Me preocupé cuando Nakanaka bajó dos horas más tarde, pero cuando vi a Tadano salir pitando fuera de la biblioteca, supe que algo andaba mal...

– Y fue entonces que decidió ir a verlos, ¿correcto? – inquirió Athena.

– ¡Correcto! – asintió Gorimi. – Sin embargo, no había nadie más allá abajo, y las puertas de los archivos de la biblioteca y del pasillo del sótano estaban cerradas. Me sorprendí de a dónde podrían haber ido Nakanaka y Yamai, considerando que no sabía del fallo en la cerradura. Para cuando me di cuenta de qué debía hacer y fui a buscar a un profesor para que me ayudara con la puerta, la policía ya había llegado.

Athena giró su atención hacia Blackquill. – Fiscal Blackquill, ¿a qué hora llegó la policía a la Preparatoria Itan?

– La policía llegó alrededor de las 3:45 PM, luego de recibir la llamada de la Srta. Nakanaka. – le informó Blackquill.

Athena golpeó su escritorio con la palma. – ¿Es decir que usted simplemente se quedó parada mirando la puerta por media hora antes de ir a buscar ayuda? ¡Alguien estaba herida allí! ¡Seguro que eso ameritaba una respuesta más rápida!

– No podía verlas, así que en ese momento no lo sabía. Sin embargo, tienes razón en que debí haber sido más decisiva con mi respuesta... – Gorimi bajó la cabeza, cerrando los ojos.

– Me aseguraré de disciplinar a la Srta. Gorimi más tarde por no hacer más para detener el crimen, pero lo importante en este testimonio es que ella no abandonó la biblioteca en ningún momento entre su llegada y cuando la policía llegó a la escuela. – intervino Blackquill. – Ergo, no hay ningún momento en la cual tu tercera persona fantasma pudiera haberse escurrido. ¿Alguna pregunta?

Athena desafió con la mirada a Blackquill. («Varias. Esta historia apesta de aquí hasta el cielo. No hay forma de que nadie, mucho menos alguien que venera tanto la santidad de la biblioteca como Gorimi, no haya visto a alguien salir corriendo y no hiciera algo al respecto durante media hora...»)

– ¿Qué hay de ese abanico de papel que encontraste en la basura? – preguntó Hitomi. – ¿No sirve para probar que Gorimi estuvo en otra parte?

– No sabemos cómo llegó allí, así que eso no contará mucho... – señaló Phoenix con tristeza.

Athena suspiró. Mucho pedir por esa pieza de evidencia.

– ¡Espera! Ahora que recuerdo... – Hitomi tiró de la chaqueta de Athena. – Mientras interrogabas a Gorimi, me di cuenta que Otori la estaba mirando con mucha atención. Quizás puedas intentar lo que hiciste con el "¡Un segundo!" cuando mi hermano estaba en el estrado. Ya sabes, cuando pillaste a Fulbright con la guardia baja, e hiciste que mostrara esa pieza clave de evidencia...

Los ojos de Athena se iluminaron. – Bien hecho, Hitomi. Tal vez ella vio algo, y quizás podamos averiguar qué fue si logro captar su atención en el momento correcto...

Sin más preguntas de la defensa, Gorimi reanudó su testimonio.

Gorimi:

– La única persona que salió después fue Tadano a eso de las 3:15 PM. Nadie más entró o salió.

– ¿Está absolutamente segura de esto? ¿Podría alguien haberse colado mientras usted estaba ocupada con algún otro estudiante? – Athena fijó la mirada en Gorimi.

– ¡Absolutamente no! ¡Siempre sé cuánta gente se encuentra en la biblioteca en cualquier momento y dónde se encuentran! – Gorimi golpeó con su palma el estrado, causando que se sacudiera y asustara a las otras testigos. – Si alguien deja la biblioteca, sabría de ello sin importar dónde me encuentre...

Athena se puso a juguetear nerviosamente con su arete. («Suena realmente confiada de su habilidad para monitorear la biblioteca. ¿Pero realmente estuvo dentro de la biblioteca todo el tiempo?») se preguntó. – ¿Y usted no abandonó la biblioteca ni una sola vez?

– ¡Ni una! – gritó Gorimi abruptamente, pillando a Nakanaka con la guardia baja y casi haciéndola derramar su jugo.

A pesar de la expresión estoica de Gorimi, Athena podía ver que estaba menos confiada en esta última declaración. Empezó a alternar miradas entre Gorimi y Otori. – ¿Está segura de eso? ¿Ni siquiera se tomó un descanso para ir al baño?

– ¡Tengo una vejiga de acero! ¡No necesito ir al baño! – Gorimi golpeaba el estrado con cada oración que decía. Nakanaka tuvo que sostener su copa con ambas manos para evitar que el jugo de uva se le derramara.

Athena miró a la derecha de Gorimi y vio que ambas, Otori y Nakanaka, miraban fijamente a la enorme estudiante. Nakanaka parecía estar lista para pelear y empezó a sacudir las manos agresivamente como si se preparara para invocar un hechizo. Otori, por otro lado...

– ¡Srta. Otori! – Athena señaló a la chica despistada.

– ¿Quiéeeeen... yooooooo? – Otori se señaló a sí misma lentamente.

– ¡Sí, usted! – Athena golpeó la palma sobre su escritorio. – Parece que estuviera pensando en algo sobre lo que la Srta. Gorimi acaba de decir. ¿Le importaría compartirlo?

– ¡Ohhh síiiiii, claaaaro! – Otori se puso el dedo en la frente.

(«¡Ahora sí estamos llegando a alguna parte!») Athena cruzó los brazos, sonriendo con anticipación.

Otori se apoyó el mentón en la mano. – Veamos... uuuuuuuuuuuuuuuhhhhhhhh...

Entre más tardaba Otori en responder, más decaía la sonrisa de Athena, y más se hundía en su escritorio. («Por favor no me digan que se le olvidó... Por favor no me digan que se le olvidó...»)

Por desgracia para Athena, Otori se olvidó.

– ¡Lo olvidé! – dijo Otori con una sonrisa.

(«Lo olvidó...») Athena suspiró. [Kometani: Otori lo olvidó...]

Blackquill se tocó la frente con arrogancia. – No has olvidado nada, Srta. Otori. Esa abogada sólo intenta llenar tu cabeza con ideas para que testifiques a su favor. No prestes atención a lo que dice...

– ¿Igual cómo usted lo ha estado haciendo? – Onemine sostuvo el brazo de Otori de manera protectora y le lanzó una mirada enojada a Blackquill.

– ¡Neneeeee! ¡Sr. Blackquill! ¡Por favor llévense bieeeeen! – suplicó Otori. Sin embargo, los dos simplemente voltearon la mirada y resoplaron.

Athena se desplomó sobre el banquillo sudando frío. – Bueno... otra vez al comienzo...

– Lo siento, Srta. Cykes. Creí que tendríamos algo... – Hitomi le puso la mano en la espalda a Athena.

– De hecho, creo que tuviste la idea correcta... – le dijo Phoenix a Hitomi. – Pero la Srta. Otori probablemente se está enfocando más en recordar su propia parte del testimonio, así que por eso tiene problemas con lo que vio en relación a la Srta. Gorimi. Quizás si ayudas a aclarar cualquier contradicción en el testimonio, pueda recordar lo que vio con la Srta. Gorimi.

– Valdría la pena intentarlo, aunque todavía preferiría interrogar primero a Nakanaka... – Athena se levantó y encendió su pantalla holográfica de nuevo. («Ella fue la que dijo haber visto el incidente, así que, si puedo desacreditarla, tal vez pueda darle la vuelta a todo el caso.»)

– ¡Por favor continúen con su testimonio! – ordenó la Jueza Gavèlle a las chicas en el estrado.

Nakanaka tomó un sorbo de su jugo de uva. – Mi momento ha llegado...

Nakanaka:

– Recibí un mensaje de Yamai pidiéndome ayuda en los archivos de la biblioteca...

– ¿En qué momento recibió el mensaje de la Srta. Yamai? – preguntó Athena jugueteando con su arete.

– Invoqué los poderes místicos de la Fuerza Dragón, utilizando mi cristal de comunicación. ¡Sus propiedades mágicas me permitieron adivinar no sólo que mi amiga estaba en problemas, sino dónde se encontraba! – Nakanaka sostuvo una mano frente a su rostro.

Athena, Phoenix y Hitomi se miraron entre sí incrédulos. Hitomi, en particular, tenía una mirada de vergüenza por experiencia de segunda mano en su rostro, ya que eso le dio flashbacks a cuando su hermano pasaba por una fase similar.

– Lo que quiere decir la Srta. Nakanaka es que recibió un mensaje de texto en su teléfono... – aclaró Blackquill, rompiendo el incómodo silencio. Luego presionó un botón en un control remoto mostrando dos teléfonos inteligentes diferentes, lado a lado en las pantallas de televisión a los lados del banquillo de la jueza.

– Sí... eso... – Nakanaka frunció el ceño.

Blackquill entonces sacó el teléfono inteligente de Yamai y abrió el chat de mensajes de texto entre ella y Nakanaka. En el control remoto, cambió la vista en la pantalla del teléfono a una conversación de texto que Yamai tenía con Nakanaka. La mayor parte eran los típicos comentarios de picarse una a la otra. Sin embargo, el mensaje final era una historia diferente.

> Ren Yamai: ¡Por favor ven al sótano de la biblioteca inmediatamente! ¡Me están atacando, y necesito tu ayuda! (3:05 PM)

– Según la marca de tiempo en este mensaje, la Srta. Nakanaka recibió este mensaje cinco minutos antes de cuando la Srta. Gorimi dijo haberla visto entrar a la biblioteca... – explicó Blackquill, deslizándose por el teléfono.

(«El mensaje fue recibido a las 3:05 PM. A toda carrera, Nakanaka podría haber llegado a la biblioteca en esa cantidad de tiempo...») pensó Athena mientras abría un documento en blanco y comenzaba a tomar notas, usando la imagen de la conversación telefónica como referencia.

– Hey, ¿no les parece que hay algo muy raro sobre ese mensaje de texto? – dijo Phoenix señalando el mensaje de texto que Yamai envió.

– Creo que sé a lo que se refiere. La gramática y la ortografía son perfectas. Si realmente estuviera siendo atacada, ¡no tendría tiempo de corregir el mensaje entes de enviarlo! – exclamó Hitomi.

– ¡Puedo escucharte perfectamente, Hitomi-dono! – Blackquill sonrió, atrapando a la menor de los hermanos Tadano con la guardia baja. – Estoy seguro que ya lo sabes, pero los teléfonos inteligentes tienen esta característica llamada "autocorrector". Como habrás adivinado, corrige automáticamente la gramática de lo que escribes mientras lo tecleas. Muy útil para alguien que tiene los dedos muy grandes como yo...

(«Hable por usted, Blackquill. Yo siempre tengo que estar enviando "disculpas" por accidente cada vez que hablo con Apollo por mensajes de texto...») Athena se limpió algo de sudor frío de la frente. Empezaba a odiar cómo Blackquill siempre tenía algo para refutar con cada posibilidad que su lado lograba sacar. Y a juzgar por las expresiones similares de Hitomi y Phoenix, ella no era la única exasperada.

– Si ya hemos terminado de hablar de esto, ¡continuaré desentrañando mi historia de lamentos para ustedes! – Nakanaka reasumió su personaje.

Nakanaka:

– Temiéndome lo peor, ¡reuní toda mi fuerza y fui a toda prisa hacia la biblioteca!

»Una vez allí, fui directo hacia los archivos, y cuando entré, ¡vi una horrible imagen!

»¡Vi a Tadano golpeando a Yamai en la cabeza con ese reloj antiguo!

– ¿Está absolutamente segura de que fue mi cliente a quien usted vio atacar a la Srta. Yamai? – inquirió Athena con una mirada llena de determinación.

– Estúpida Reina de Amarillo. ¡Tus trucos mentales no funcionarán conmigo! – declaró Nakanaka con arrogancia sosteniendo una mano frente a su cara. – Por supuesto que estoy segura. De lo contrario, no habría testificado como tal.

– Pero estaba muy oscuro allá abajo, así que es posible que... — Athena estaba a punto de señalar algo más. Sin embargo, fue interrumpida cuando Nakanaka golpeó el estrado.

– ¡Yo sé lo que vi! ¡Fue Tadano quien golpeó a Yamai salvajemente hasta que dejó de moverse! – interrumpió Nakanaka, provocando que Athena la mirara con rabia. – ¡Aún con esa cortina de sombras que lo rodeaban, podría identificarlo fácilmente gracias a ese estúpido mechón suyo!

(«Supongo que eso es posible. Es su rasgo más notable después de todo...») pensó Athena jugueteando con su arete distraídamente.

– ¡Vamos, Athena! ¡No puedes dejar que mantenga esa declaración! – Hitomi apretó sus puños con rabia. – ¡De lo contrario, mi hermano será declarado culpable!

– Lo sé, sólo déjame pensar... – Athena le alargó una mano a Hitomi antes de volver a sus pensamientos. («Veamos... ¿qué debería pedirle a Nakanaka que aclare sobre lo que vio...?»)

Tras pensarlo unos momentos, Athena ya tenía su pregunta lista.

– ¿Cuántas veces vio usted a mi cliente atacar a la Srta. Yamai? – inquirió Athena.

– Sólo una. Desde mi escondite en la habitación, vi cómo Tadano levantaba el artefacto del guardián del tiempo sobre mi camarada caída... – Nakanaka apretó con fuerza la botella de jugo de uva por el cuello y la sostuvo sobre su cabeza. – Y entonces, antes que pudiera pronunciar una invocación para detener a ese bellaco, ¡azotó el reloj por detrás de su cabeza... — Nakanaka hizo bajar la botella de jugo sobre el estrado con la intención de romperla, sólo para ser detenida cuando Gorimi le quitó la botella y evitó que la rompiera contra la madera —... y la dejó noqueada!

(«¿Sólo un golpe, estás diciendo...?») Una pequeña sonrisa se formó en los labios de Athena mientras Nakanaka recuperaba su botella de las manos de la colegiala musculosa.

Sin embargo, antes que Athena pudiera refutarla, Nakanaka le apuntó con el dedo.

– Cuando fui a ver a mi compañera caída luego de que ese cobarde huyó de la escena, noté que no sólo tenía una marca de sangre detrás de la cabeza, ¡sino que tenía otra que parecía haber sido hecha con el plano del reloj!

La sonrisa de Athena desapareció. Al ver estos, Nakanaka sonrió con orgullo. – ¿Qué sucede? ¿Esperabas hacerme tropezar con una contradicción? Estoy al tanto de que fue golpeada dos veces, pero yo sólo vi el segundo golpe...

– Y usted vio el momento exacto del golpe, ¿correcto? Es decir, ¿hasta el último detalle de lo que pasó? – preguntó Phoenix.

Nakanaka levantó una ceja. – Bueno, obviamente no todo. Estaba ocultándome para que no me vieran después de todo. ¡Pero puedo decir con confianza que vi lo suficiente de ese momento para decirles lo que pasó exactamente!

– Me pregunto... – Phoenix se llevó la mano al mentón pensativamente. Athena se giró hacia él, intrigada.

– Si tienes algo que decir, oh secuaz de la Reina de Amarillo, ¡entonces dilo de una vez! – espetó Nakanaka, agitando su puño.

– Todo a su debido tiempo... – replicó Phoenix crípticamente. Luego se giró hacia Athena y sonrió. – ¿Por qué no le das un vistazo rápido a los registros en el acta del juicio?

Athena suspiró antes de abrir los registros en Widget. («¿Por qué el Sr. Wright siempre tiene que ser tan críptico? Ahora entiendo cómo se siente Apollo a veces...») pensó mientras se deslizaba por los datos. Estaba buscando algo que pudiera arrojar dudas sobre el hecho de que Nakanaka vio el golpe o se estaba ocultando.

(«Por supuesto...») Athena resaltó el mapa. – Srta. Nakanaka, usted dice haber visto el momento exacto del incidente, ¿correcto?

– ¿Estás sorda, Reina de Amarillo? ¡Por supuesto que lo hice! ¡Aunque estaba lo bastante lejos para que no me vieran, podía ver que se trataba de ellos! – Nakanaka rodó sus ojos.

– Lo siento, Srta. Nakanaka, ¡pero eso simplemente no es posible! – Athena apuntó con el dedo triunfante hacia Nakanaka. Tenía una chispa en los ojos y una sonrisa en el rostro.

– ¿Q-quéeee? ¡Explícate! – inquirió Nakanaka defensivamente, agarrándose el hombro.

– Con gusto... – Athena asintió, y luego presionó un botón en el control remoto del televisor de la sala. El diagrama de los archivos de la biblioteca apareció en pantalla. – Quisiera dirigir su atención al mapa de los archivos...

Athena salió de detrás del banquillo de la defensa y apuntó hacia la pantalla donde estaba dibujada la silueta del cuerpo de Yamai en el diagrama. – Observen bien la posición del cuerpo de la Srta. Yamai. ¿Aquí es donde usted dice que vio a mi cliente atacar a la Srta. Yamai?

– Por supuesto. Recuerdo la escena como si hubiese sido ayer. Ese bellaco de Tadano, con sus ojos llenos de instinto asesino, salvajemente golpeó la cabeza de mi camarada con el artefacto del guardián del tiempo, mientras ella suplicaba piedad. Y luego, una vez que cometió su fechoría, ¡se escapó como el cobarde que es! – explicó Nakanaka, arremolinando el líquido de su copa en una mano mientras con la otra hacía gestos salvajes.

Athena miró hacia el banquillo del fiscal y vio Blackquill lanzarle una mirada de enojo a Nakanaka, lo que la hizo sonreír aún más. Miró entonces a la chica furiosa en el estrado. – Interesante. Ha pintado usted todo un cuadro del incidente. Eche otro vistazo al cuerpo, ¡y verá que usted no era la única persona que estaba obscurecida de la vista!

– ¿A qué te refieres? – gruñó Nakanaka mientras hacía lo que Athena le pedía. Durante este tiempo, Athena aprovechó de volver al banquillo de la defensa. Mientras Nakanaka estudiaba el diagrama, sus ojos se fijaron en el estante a la izquierda del cuerpo, y con ello, su frustración llevó a incredulidad. – Qué... ¡¿qué brujería es esta?!

– No es brujería, mi querida Srta. Van Zieks. ¡Son hechos duros y fríos! – Athena cruzó los brazos y sonrió. – Cuando la Srta. Yamai fue golpeada la segunda vez, se encontraba detrás del estante de más arriba a la derecha en la habitación. Tendría que haberse adentrado mucho en la sala para poder ver el ataque. Sin embargo, usted mencionó algo bastante interesante...

– "Ese bellaco de Tadano, con sus ojos llenos de instinto asesino, salvajemente golpeó la cabeza de mi camarada con el artefacto del guardián del tiempo, mientras ella suplicaba piedad."

– Esa frase sugiere que usted podía ver el rostro del Sr. Tadano durante el ataque. Sin embargo, el único lugar en la sala desde donde podría haber visto eso sería...

»¡Justo aquí! – Athena señaló la parte superior del estante que ocultaba el cuerpo de Yamai en el diagrama. Luego se volvió hacia el resto de la corte con una sonrisa llena de confianza. – ¡Estoy segura de que esta corte podrá entender cuál es el problema con este escenario!

– Si la Srta. Nakanaka estuviese parada allí, ¡entonces el acusado tendría que haberla visto! – asintió la Jueza Gavèlle al entenderlo.

– ¡Exacto, Su Señoría! Si yo fuera el culpable y hubiese visto a alguien que fue testigo de mi ataque a la víctima, naturalmente haría lo que fuera por asegurarme que esa persona no pudiera testificar contra mí. En tal caso, la Srta. Nakanaka se habría convertido en otra víctima, o la Srta. Gorimi la habría visto siendo perseguida fuera de la biblioteca... – explicó Athena a una Nakanaka que estaba empezando a transpirar profusamente. Podía ver a la chica con delirios tragarse rápidamente el jugo de su copa y volver a llenarla para enfriarse, con poco éxito.

Athena estampó su mano en el escritorio. – Ya que ninguna de estas cosas ha ocurrido, sólo podemos sacar una conclusión: ¡el testimonio de la Srta. Nakanaka no es más que un montón de delirios dignos de un fanfiction!

– ¡Auuuggghhh! – Nakanaka se encogió del shock, provocando que el jugo en su copa se alzara como un géiser y cayera de vuelta en la copa.

– ¡Buen trabajo! ¡Hiciste pedazos su testimonio de delirios! – Hitomi apretó sus puños con alegría. – Ahora mi hermano podrá irse libre, ¿verdad?

Athena no le respondió.

– Mi hermano podrá irse libre, ¿verdaaaaad? – Hitomi ladeó su cabeza, esperando que Athena dijera que sí.

En lugar de eso, Athena estaba mirando a Blackquill con aprehensión. Podía ver por su semblante calmado y sonrisa esbozada que él ya se habría anticipado a su argumento y estaba esperando a que la conmoción se bajara un poco antes de refutarlo.

Pero antes de que pudiera adivinar con qué le iba a contraatacar Blackquill, Nakanaka golpeó el estrado con su puño.

– ¿F-F-Fanfiction? – Nakanaka tenía un tic en el ojo mientras gotas de sudor chorreaban por sus cejas. Apretó los dientes y respiró profundamente. – ¡Sabía que eras una malvada, Reina de Amarillo, pero no me imaginé que caerías tan bajo como para comparar mi cuidadosamente elaborada comunicación con un simple fanfiction escrito por una bola de delirantes!

Nakanaka comenzó a agitar agresivamente la copa frente a ella. – ¡Sé muy bien lo que vi, y no importa cuánto intentes cuestionar mis palabras! ¡Vi a Tadano golpear a mi amiga, y eso nadie podrá cambiarlo! ¡Vamos, Samurai Sombrío! ¡Tome las palabras de esa reina malvada, junto con sus esperanzas y sueños... y DESTRÚYALAS! – le ordenó, aplastando la copa de vino en su mano vendada, y provocando que se salpicara todo el jugo por el estrado.

– ¡Srta. Nakanaka! – exclamó la Jueza Gavèlle en shock. – ¿Se encuentra bien?

– Hmph, ¿qué clase de pregunta tonta es esa, clériga despistada? ¡Por supuesto que me encuentro bien! – dijo Nakanaka con desdén.

– Umm, Omoharu, tu mano... – Onemine señaló titubeando la mano de su compañera de clases. – Está sangrando...

– ¿Huh? – Nakanaka miró su mano vendada. Los fragmentos de su cáliz destrozado se incrustaron en su mano, provocando que las vendas se mancharan con una mezcla de sangre y jugo de uva. Al darse cuenta de esto, sin embargo... – ¡UUUAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHH!

– ¡Omoharu! ¿Qué te pasa? – jadeó Onemine.

– ¡Me duele! ¡ME DUELEEEEEEEEEE! – gritó Nakanaka con los ojos llenos de lágrimas mientras intentaba inútilmente controlar el dolor y frenar el sangrado. La estoica pero delirante aura de Mei Karuma Van Zieks se había ido, reemplazada por la de una colegiala que lloraba como niña por haber tomado una muy mala decisión.

– Cuidado, no muevas tanto el vidrio o te vas a irritar la herida. – Los instintos de hermana mayor de Onemine inmediatamente se activaron mientras metía la mano entre su bolso. Quizás no estuviera feliz con Nakanaka por testificar contra Hitohito, pero eso no significaba que no ayudaría a una compañera en problemas. Se sacó una pequeña bolsa roja y la abrió rápidamente. Adentro había varias provisiones de primeros auxilios, incluyendo vendajes, pinzas y alcohol para frotar.

– ¿Segura que sabes lo que haces? – le preguntó el alguacil Hosonaga en tono preocupado mientras se aproximaba a las dos chicas.

– ¡Por supuesto, no es mi primera vez lidiando con algo así! – espetó rápidamente Onemine. Luego señaló la mano sangrante de Nakanaka. – ¿Hay algún baño por aquí?

– Saliendo de esta sala, gira a la derecha. Luego de eso a la izquierda y sigue de frente hasta que llegues a los baños. – le dijo Hosonaga. – Yo vigilaré a tu amiga y me aseguraré que no se vaya por ahí.

– Claro, gracias... – asintió Onemine. No le agradaba la idea de separarse de Otori, pero supuso que sería menos probable que se perdiera por allí bajo el ojo vigilante de alguien cuyo trabajo era vigilar los procedimientos en la sala de justicia. Ayudaba mucho que, por su observación, podía ver que el Alguacil Hosonaga era una persona digna de confianza. Asintiendo con decisión, Onemine se llevó arrastrando a Nakanaka mientras lloriqueaba fuera de la sala hacia los baños.

– ¡Hmph! ¡Le sirvió bien eso! ¡Se lo merecía! – se burló Hitomi.

– ¡Hitomi, eso es horrible! ¡Estaba sangrando muy feo! – la regañó Athena.

– ¡P-pero fue su culpa! ¡Ella misma rompió la copa! – replicó Hitomi defensivamente. – ¡Además, dijo todas esas cosas horribles de mi hermano, y de ti también!

– ¡Lo sé, pero eso no significa que esté bien desearle mal! – enfatizó Athena, golpeando el escritorio con su palma.

Hitomi bajó la mirada, avergonzada de su comportamiento. Athena suavizó su expresión y le puso una mano en el hombro. – Entiendo que estés preocupada por Hitohito. Está bien enfadarse cuando la gente dice cosas sobre él que no son ciertas. Pero recuerda, no dejes que eso te ciegue por la ira. De lo que puedo captar en las emociones de Nakanaka, parece estar actuando más por dolor por su amiga herida que por malicia hacia Hitohito...

– ¡Pero eso no le da derecho a mentir sobre mi hermano! ¡Y además, no es como que su amiga sea inocente tampoco! ¡Especialmente después de lo que le hizo a mi hermano! – protestó Hitomi.

– Lo sé, pero eso Nakanaka no lo sabe. Y dudo mucho que tengamos evidencia lo bastante fuerte como para convencerla de lo contrario. Por ahora, tenemos que desmantelar las inconsistencias en su testimonio y demostrar que no pudo haber sido testigo de lo que dijo. Después podemos intentar hablar con ella sobre las fechorías de Yamai en otra ocasión. – explicó Athena.

Antes que Hitomi pudiera replicar, Blackquill azotó su escritorio con su palma, provocando que el equipo de la defensa mirase en su dirección.

– Pareces estar muy confiada de dónde estaba la Srta. Nakanaka durante el ataque, ¿pero has considerado que podría fácilmente haberlo atestiguado desde aquí? – declaró Blackquill. De nuevo sacó el diagrama de la escena del crimen.

– ¡Lo siento, pero eso es imposible! – Athena le apuntó con el dedo a su rival. Trazó entonces una línea en el diagrama de la escena del crimen digitalmente. – Porque ese punto coincide con la ruta de escape del Sr. Tadano de la escena del crimen. ¡Si la señorita Nakanaka hubiera estado allí, se habría topado de frente con ella!

– ¡Podría fácilmente haber rodeado el estante luego de ser testigo de la escena y al ver al Sr. Tadano corriendo hacia ella! – Blackquill azotó su escritorio y le lanzó una mirada amenazante. Dibujó entonces una flecha en el diagrama para explicar su punto.

– Pero entonces ¿no habría escuchado el Sr. Tadano los pasos de la Srta. Nakanaka? Tendría que estar corriendo para llegar a un lugar donde no pudiera ser vista luego de que él salió corriendo para alejarse del cuerpo, ¡lo cual habría generado mucho ruido! – argumentó Athena.

Blackquill se tocó la frente y sonrió. – Se te olvida que el Sr. Tadano estaba haciendo una conmoción con sus propias pisadas, las cuales fácilmente podrían enmascarar el sonido de las de la Srta. Nakanaka...

– De cualquier manera, el hecho de que la Srta. Nakanaka dijo que mi cliente tenía "instinto asesino en sus ojos" implica que pudo ver su cara en el momento en que ejecutó la agresión. – Athena negó con su cabeza. – Ya que la Srta. Nakanaka también declaró que vio cómo golpeaba a la Srta. Yamai detrás de su cabeza, y ya que el cuerpo de la Srta. Yamai se encontró mirando hacia el norte, podemos concluir que el Sr. Tadano tendría que haber estado mirando también hacia el norte para golpearla detrás de la cabeza.

»Como mencioné antes, ¡no hay lugar en la habitación donde la Srta. Nakanaka podría haber sido testigo de la escena sin ser vista! – Athena estampó su palma sobre el escritorio y le apuntó con el dedo a Blackquill, que estaba totalmente imperturbable ante sus argumentos.

– ¡Te estás colgando de un solo y minúsculo detalle en una frase que dijo la Srta. Nakanaka, cuando ambos sabemos que a esa chica le encanta embellecer sus descripciones para hacer teatro! – Blackquill se giró poniéndose de espaldas a Athena, apoyándose en el escritorio. – ¡Lo importante es que fue testigo de cuando el Sr. Tadano atacó a la Srta. Yamai, y que pudo verlo claramente mientras se ocultaba detrás del estante al sur!

– ¿Pero de verdad es un detalle importante? Creo que la Srta. Nakanaka no habría mencionado la cara de mi cliente si no pudiera verla, ¡y eso sólo habría sido posible desde el estante al norte, donde habría sido vista fácilmente! – replicó Athena.

*¡SLAM!*

La Jueza Gavèlle golpeó su mazo, sintiendo que la discusión entre los dos abogados se estaba volviendo repetitiva. – Tal parece que necesitaremos más testimonio de parte de la Srta. Nakanaka para aclarar qué fue lo que vio. Sin embargo, debido a su pobre juicio, eso no será posible en este momento.

– Entonces, supongo que tendremos que esperar hasta que le hayan tratado las heridas a esa chica. Sin mencionar que tendrá que trapear todas esas manchas de jugo de uva y los fragmentos de vidrio que dejó en el estrado... – señaló Blackquill, todavía de espaldas al resto de la corte. – Me voy a tomar una siesta. Despiértenme cuando se reanude el juicio...

– ¡¿Qué...?! — La Jueza Gavèlle se quedó perpleja. – ¡No puede simplemente quedarse dormido a mitad de un juicio! ¡Esto ya es pasarse de la raya! ¡M-me voy a asegurar que el Fiscal General Edgeworth sepa de su actitud poco profesional durante todo el día de hoy!

– Zzzzzz... – fue todo lo que se escuchó desde el banquillo de la fiscalía, lo que al parecer daba entender exactamente qué pensaba Blackquill de las amenazas de la Jueza Gavèlle.

El equipo de la defensa intercambió miradas, y todos sacudieron sus cabezas incrédulos. Cualquier otro habría sido castigado por desacato si hiciera lo que Blackquill estaba haciendo, pero para alguien que ya servía sentencia por asesinato, esa amenaza era más ladrido que mordedura.

– Míralo por el lado amable. – dijo Phoenix. – Al menos mientras esté tomando su siesta, puedes seguir interrogando libremente a la Srta. Gorimi y a la Srta. Otori sin que Blackquill te interrumpa...

– Supongo... – Athena miró a Blackquill. Conociéndolo, no sería fácil probar la inocencia de Hitohito mientras estaba dormido, pero supuso que era mejor hacer algo durante el tiempo muerto en que Nakanaka se estaría arrepintiendo de su teatrito como "Mei Karuma Van Zieks". – Umm, ¿Su Señoría? Quisiera continuar con mi interrogatorio de la Srta. Gorimi y la Srta. Otori. Aún tengo algunas preguntas para las dos...

– ¿Hmm? – La Jueza Gavèlle se salió de su enojo hacia el último acto impropio de Blackquill y giró su atención hacia Athena. – ¡Ohh, sí! ¡Por supuesto! Puede continuar interrogando a las dos testigos restantes...

Athena giró su atención hacia las dos que quedaron en el estrado. («Para ser honesta, no hay mucho con lo que pueda seguir. El testimonio de Gorimi parece sólido, y aunque encontramos uno de sus abanicos en esa papelera, no es suficiente prueba de que haya estado fuera de la biblioteca por la tarde. Y tampoco estoy segura de qué pensar del testimonio de Otori. Me pregunto por qué Blackquill se molestó en llamarla al estrado. Aun así, si quiero avanzar algo en este caso, ¡tengo que descubrir todo lo que vio!»)

28 de septiembre, 12:40 PM

Pasillo del primer piso – Preparatoria Itan

Jeanne se desplomó contra una pared en el pasillo, llorando y temblando.

La búsqueda de pruebas de las fechorías de Yamai fueron poco fructuosas para ella y el Detective Fulbright. Habían comenzado buscando en su escritorio, pero no encontraron nada excepto sus libros de texto, libretas y demás. Una búsqueda rápida entre estas cosas reveló que no había nada fuera de lo ordinario. Luego buscaron en los escritorios de los demás estudiantes en la sala.

Los compañeros de clase de Hitohito que se habían quedado atrás en el aula para almorzar fueron igualmente de poca ayuda. Los más amigables dijeron que no habían visto nada fuera de lo ordinario y se disculparon por no poder ayudarles más. Otros fueron más fríos y distantes, simplemente negándose a responder en cuanto mencionaron su nombre. Uno de los estudiantes, con aspecto de delincuente, directamente le dijo a Jeanne que se ocupara de sus propios asuntos si sabía lo que era bueno para ella mientras la amenazaba con su puño. Lo único que le impidió llevar a cabo dicha amenaza era la presencia del Detective Fulbright junto a ella. Aunque estaba eternamente agradecida por su presencia, se quedó muy sacudida de que alguien tuviera la audacia de amenazar a una adulta sólo por querer encontrar la verdad tras el acoso sufrido por su hijo.

– Es inútil. Nunca podremos exponer a Yamai por lo que ha hecho... – suspiró Jeanne.

– ¡No se desanime! – intentó animarla Fulbright. Sin embargo, Jeanne no estaba convencida.

– ¿Cómo puedo no desanimarme? Aparte de esa nota circunstancial, no hemos encontrado nada que pueda ayudarnos. No sólo eso, sino que muchos de los otros estudiantes aparte de Yamai parecen odiar a mi Hito-chan... – argumentó mientras se agarraba con nervios la tira de su bolso. – ¿Por qué pensé que venir aquí fue una buena idea?

– ¡Porque usted cree en la justicia por su hijo! – exclamó Fulbright, alzando sus puños para enfatizar su punto. Fue entonces que notó que Jeanne lo miraba con aspecto cansado. – Mire, sé que no es fácil pensar así, ¡pero no puede darse por vencida! Tal vez no hayamos encontrado aquí tanto como esperábamos, pero seguramente habrá otros lugares para ir a buscar. Por ejemplo, ¿no ha tenido oportunidad de revisar sus cosas en su casa?

– Para ser honesta, no realmente. No me di cuenta de lo mal que estaban las cosas hasta hace poco... – replicó Jeanne. Luego sacudió su cabeza. – Pero no puedo violar la privacidad de mi hijo revisando sus cosas. ¡Él nunca me lo perdonaría!

– ¡Sé que usted valora la privacidad de su hijo, pero esto se trata de algo mucho más importante! – argumentó Fulbright, levantando su puño para dejar su punto claro.

– Déjeme adivinar: ¿justicia? – Jeanne levantó una ceja.

– ¡Exacto! – Fulbright sonrió mientras hacía su saludo. Jeanne suspiró y negó con la cabeza. – Si usted no detiene a Yamai por acosar a su hijo, seguirá haciéndolo. Ya lo apuñaló con un cuchillo una vez, ¿quién sabe de qué más podría ser capaz si le dejan que se salga con la suya? – le explicó.

Justo entonces, una figura vino por la esquina. – ¡Jeanne! – la llamó, captando su atención.

– ¿Hitoshi? – gritó Jeanne. Al reconocer a su marido, salió corriendo hacia él para abrazarlo con fuerza. Hitoshi le devolvió el abrazo.

– Perdón, me tardé mucho en volver a contactarte esta mañana. He estado dando vueltas por toda la ciudad tratando de ayudar a la policía a localizar a Itsuki... – dijo Hitoshi acariciando a su esposa detrás de la cabeza.

– Está bien, lo entiendo... – replicó Jeanne mientras reposaba su cabeza en los hombros de su marido.

Justo entonces, Hitoshi miró al hombre que acompañaba a Jeanne. – ¿Y usted es...?

– ¡El Detective Bobby Fulbright! – dijo haciendo su saludo característico con dos dedos. – Asumo que usted debe ser el marido de la Sra. Tadano. He estado tratando de ayudarla a buscar pruebas de que la Srta. Yamai ha estado amenazando a su hijo...

– Espere, ¿qué dijo? – Hitoshi lo miró incrédulo. – ¿Alguien está tratando de lastimar a Hitohito?

Jeanne se soltó del abrazo y dio un paso atrás. – Creo que debo explicártelo todo desde el principio. Muchas cosas han pasado desde que salimos de casa esta mañana...

Esta historia continuará...


Acta del Juicio (Athena)

(* - Indica nuevo o actualizado)

Perfiles:

Apollo Justice (Edad: 23): Un abogado que ha estado en la agencia desde antes que yo me uniera. Tiene una habilidad increíble para detectar mentiras a través del lenguaje corporal de la gente.

Trucy Wright (Edad: 16): La querida hija del Sr. Wright. Una aspirante a maga profesional que también es estudiante en la preparatoria Itan.

Hitohito Tadano (Edad: 15): Mi cliente. Un joven amable que está sufriendo de TEPT por culpa de las acciones de Yamai.

Phoenix Wright (Edad: 34): Abogado propietario de la agencia. Le debo mucho por darme la oportunidad de convertirme en una abogada consumada.

Shouko Komi: (Edad: 15): Amiga cercana de Hitohito y su compañera de clase. Es una chica hermosa que tiene problemas para comunicarse.

Najimi Osana (Edad: 15): Estudiante de Itan que siempre tiene mucha energía, y aparentemente tanto Hitohito como Trucy son sus amigos de la infancia. Su verdadero género es un misterio.

Ren Yamai (Edad: 15): No sólo ha secuestrado y acosado a mi cliente durante meses, sino que también lo atacó con un cuchillo. ¡Debo detenerla a toda costa!

Nene Onemine (Edad: 16): Una estudiante que se preocupa por los demás como una hermana mayor. Es muy amable y protectora especialmente con su compañera Kaede Otori.

Kaede Otori (Edad: 16): Una estudiante que parece siempre ser muy lenta y distraída. Le devolvió a Hitohito su teléfono perdido el día del incidente.

Bobby Fulbright (Edad: 33): El enérgico detective a cargo de este caso. A veces me hace preguntarme qué significa realmente la justicia.

Sakura Gorimi (Edad: 17): Una estudiante de segundo año, y la bibliotecaria principal. Aún puedo sentir el golpe que me dio en la cabeza con su abanico mortal.

Omoharu Nakanaka (Edad: 15): Una estudiante con síndrome de adolescencia que se hace llamar la Archimaga "Mei Karuma Van Zieks". Supuestamente vio todo el incidente.

Simon Blackquill (Edad: 28): Un fiscal y prisionero condenado a muerte. Posiblemente haya sido el fiscal de otro caso que ocurrió en Itan antes de ser arrestado.

Kozue Taida (Edad: 49): Profesora de la clase de Hitohito y Shouko. Es muy holgazana y le encanta aprovecharse de Hitohito para que él haga su trabajo en su lugar.

Itsuki Honshoku (Edad: 33): El experto en informática residente en Itan. Accedió a los archivos de la biblioteca el día del incidente.

Masatomo Yamai (Edad: 61): El padre de Ren Yamai (en teoría) y presidente de Yamai Holdings. Un hombre de negocios muy exitoso, pero también un fracaso como padre.

Junichi Asano (Edad: 25): La mano derecha de Masatomo Yamai. Se encarga de las tareas del día a día con las que el Sr. Yamai no puede o no quiere tomarse la molestia, como criar a su hija.

Hitomi Tadano (Edad: 14): Hermana menor de Hitohito, y totalmente opuesta a él en personalidad. Puede ser un poco impulsiva, pero quiere mucho a su hermano y se preocupa por él.

Dick Gumshoe (Edad: 40): Un detective de la división de homicidios con quien el Sr. Wright solía cruzarse a menudo. Aunque le falta inteligencia, lo compensa con su lealtad y corazón.

Hitoshi Tadano (Edad: 46): El padre de Hitohito. Se suponía que se encontraría con el Sr. Honshoku el día que ocurrió el incidente.

Jeanne Tadano (Edad: 43): La madre de Hitohito. Solía ser una vieja amiga del Fiscal Blackquill.

Takara Yamai (Fallecida): La hermana mayor de Ren Yamai, que fue asesinada en la Preparatoria Itan hace siete años.

Carl Pritt (Fallecido): Un antiguo custodio que trabajó en la Preparatoria Itan que fue sujeto de rumores muy perturbadores. Fue condenado por el asesinato de Takara Yamai.

Verity Gavèlle (Edad: 34): La jueza que preside este juicio, una mujer educada pero de carácter severo. Parece conocer bien al Fiscal Blackquill.

Kenshin Hosonaga (Edad: 70): Un alguacil de edad avanzada en la corte que perdió a su hijo hace décadas. Simpatiza con la situación de Hitohito y no quiere que termine yendo por el mismo camino que su hijo.

Lucretia Augustus (Edad: 37): Una detective rubia conocida por su corrupción. Fue contratada por Yamai para coaccionar a Hitohito para que hiciera una confesión falsa.

Brutus Augustus (Edad: 35): Un detective enorme y fornido, y hermano de Lucretia. Fue contratado por Yamai para coaccionar a Hitohito para que hiciera una confesión falsa.

Evidencia:

Distintivo de abogada: Mi nuevo y brillante distintivo. Lo perdí brevemente, pero Hitohito me ayudó a encontrarlo.

Puertas hacia los Archivos de la Biblioteca: Estas puertas supuestamente requieren una identificación del personal para poder entrar. Sin embargo, un fallo en el sensor también permite que las identificaciones de estudiantes las abran.

Diagrama del sótano: Un diagrama del sótano, que muestra los archivos de la biblioteca y la sala de servidores. El pasillo del sótano y la sala de servidores estaban cerrados durante el crimen.

Reporte médico de Yamai: Un reporte médico de la Clínica Hickfield para Ren Yamai. Según el reporte, fue golpeada dos veces con un objeto contundente.

Reloj antiguo: Un reloj antiguo operado con baterías usado en la agresión, cubierto con la sangre de Yamai y las huellas digitales de Hitohito. Actualmente no tiene baterías en su interior.

Escritura en sangre: Un mensaje garabateado con sangre que va hacia la mano derecha de Yamai que lee "Tadano". Según Hitohito, no estaba allí cuando salió de los archivos.

Llave de la Sala de Servidores: La llave que abre las puertas de la sala de servidores desde los archivos de la biblioteca. Lleva una semana desaparecida.

Termostato: El dispositivo que regula la temperatura entre los archivos de la biblioteca y la sala de servidores. Fue ajustado durante la hora del crimen, pero no se encontraron huellas digitales en él.

Computadora de los Archivos de la Biblioteca: Una computadora en los archivos de la biblioteca a la que Hitohito accedió por razones desconocidas. Se encontraron huellas digitales de Hitohito, Yamai, y un individuo desconocido en el teclado y el ratón.

Historial de inicio de sesión: Un registro de quién inició sesión en la computadora de los archivos de la biblioteca. El día del crimen, Itsuki Honshoku accedió a la computadora a las 9:15 AM, y la sesión se mantuvo abierta hasta las 1:15 PM, cuando Hitohito Tadano usó las credenciales de su profesora para iniciar su propia sesión.

Huellas en el escritorio: Huellas de manos encontradas en el escritorio de la computadora. Análisis indica que pertenecen a Ren Yamai.

Abanico de papel: Un abanico de papel roto que se encontró en una papelera, afuera de un aula del segundo piso. Parece tener algunos cabellos color lavanda enredados. Tiene las huellas digitales de Gorimi.

Mancha de sangre borrada: Una mancha de sangre revelada con prueba de luminol en el piso junto al escritorio de la computadora. La sangre pertenece a Ren Yamai.

Teléfono de Hitoshi: El historial de llamadas muestra que intentó contactar a Itsuki Honshoku a las 3:15 PM el día del incidente. Sin embargo, no recibió respuesta y terminó dejando un mensaje de voz.

Artículo de Periódico: Artículo del Kanagawa Times que detalla el asesinato de Takara Yamai en la Preparatoria Itan hace siete años. Según el artículo, la persona responsable fue el custodio de la escuela Carl Pritt.

Regalo de Shouko: Un regalo que Shouko hizo para Hitohito. Tiene una tarjeta adjunta con su nombre en ella.

Diagnostico de TEPT: Un diagnóstico provisional escrito, firmado por el Dr. Koizumi que declara que Hitohito Tadano sufre de trastorno de estrés postraumático.

Palillos de metal: Un par de palillos de metal afilados que Yamai usó para amenazar a Hitohito. No hay sangre en ellos.

Llave de la biblioteca: La llave que abre las puertas de la biblioteca. Aparte de la administración de la escuela y el custodio, Gorimi y Honshoku poseen una copia cada uno.

* Teléfono inteligente de Yamai: Yamai usó este teléfono inteligente para enviarle un mensaje de texto a Nakanaka pidiendo ayuda en la biblioteca.

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