Capítulo 17: Es sólo un receso en la corte
28 de septiembre, 11:05 AM
Corte del distrito – Lobby para acusados Nº 3
Athena, Phoenix y la familia Tadano fueron escoltados hacia el lobby para acusados por el Alguacil Hosonaga y su colega. El resto de la galería también se había dispersado de la sala de justicia, y se encontraba recorriendo los corredores del tribunal, llenando los otrora silenciosos pasillos con sonidos de conversación. Entre la multitud, muchos especulaban sobre el resultado del juicio, con varios teorizando cuáles métodos subrepticios planeaban utilizar Blackquill o Athena para ganar una ventaja durante el juicio. Otros estaban tomando ventaja del generoso tiempo del receso para hacer planes para su almuerzo antes que el juicio se reanudara.
Mientras el grupo caminaba por los ahora concurridos pasillos que llevaban al lobby para acusados, nadie dijo ni una palabra, pero Athena podía ver que su cliente y su familia tenían sus cabezas zumbando de pensamientos respecto a la situación actual.
Tanto Jeanne como Hitomi estaban muy perturbadas de que Hitohito hubiera peleado con tanta fuerza como lo hizo en contra de la defensa de Athena, pero más aún cuando supieron la verdadera razón de eso.
Los pensamientos de Hitohito eran una mezcla. Por un lado, sintió que se le levantaba un enorme peso del pecho luego de poder confesar ante la corte todo el acoso que sufrió a manos de Yamai, especialmente luego de leer la tarjeta que confirmaba que Shouko todavía lo veía como un amigo muy querido. Por el otro, seguía muy preocupado por lo que Yamai y sus amigos intentarían hacerle como represalia. Él sabía perfectamente que no era el chico más popular de su escuela, y aunque Yamai no era ni la mitad de popular que Shouko, sí tenía muchos más amigos que él de su lado.
Eso, por supuesto, asumiendo que Athena fuese capaz de declararlo no culpable.
Incluso Phoenix también estaba preocupado en sus pensamientos. Había rechazado la oferta de Junichi Asano de arrojar a Hitohito y Athena debajo del autobús a cambio de un trabajo en Yamai Holdings. Aunque estaba firmemente convencido de haber tomado la decisión correcta, todavía se sentía avergonzado de sí mismo por haber considerado brevemente el trato durante un momento de debilidad. Sabía que Asano no iba a tomar su rechazo bien, y tenía que advertirle a Athena sobre él antes de hacer su siguiente movimiento.
El problema era cómo hacerlo sin sentirse como una completa escoria.
Los alguaciles abrieron las puertas del lobby para acusados, permitiéndoles a los abogados y a la familia Tadano entrar en fila. El clima afuera mantenía su diluvio torrencial, cuyo sonido era enmascarado por la naturaleza insonorizada de las paredes y ventanas de la habitación. En cuanto las puertas del lobby para acusados se cerraron detrás de ella, el rumor de afuera también se vio silenciado, dejando el ligero zumbido de las luces del techo como el único ruido adentro.
Hitohito se sentó en el sofá a la izquierda de la puerta, mientras su madre y hermana se sentaban junto a él. Athena acababa de ir hacia el lado opuesto de la mesa de café frente al sofá, y cruzó sus brazos pensativa, observando la escena frente a ella con Phoenix a su lado.
(«Aún están muy callados... han estado así desde que salimos de la sala de justicia. Sin duda todos están esperando a que alguien más rompa el silencio antes de hablar...») pensó.
Sorprendentemente, el propio Hitohito fue quien rompió el hielo.
– Hey, umm... Srta. Cykes... quería disculparme contigo. – dijo tímidamente.
– ¡Sí! ¡Más te vale disculparte! ¡¿En qué diablos estabas pensando?! – interrumpió Hitomi, agarrando a su hermano del cuello de la camisa y estrujándolo.
– ¡Para con eso en este instante! – Jeanne le jaló los brazos a Hitomi para que soltara a su hermano. – ¡Ahora mismo tenemos que apoyar a Hito-chan!
– ¡Pero mamáaaaaaaa! – gimió Hitomi.
– Está bien. También debo disculparme con ustedes dos... – les dijo Hitohito. – Estaba tan hundido en mi propia autocompasión que no me di cuenta de lo mucho que mis acciones las estaban lastimando a ustedes. Lo siento... soy de lo peor... – Suspiró, mientras miraba al suelo, evitando mirar a su familia a los ojos.
– Está bien, Hito-chan. Estamos aquí para ti. – replicó Jeanne, cogiendo las manos de su hijo entre las suyas. – Pero por favor, no vuelvas a hacer algo como eso. Tu padre, Hitomi y yo hemos estado muy preocupados por ti, y si algo te llegara a suceder, nosotros... no quiero ni pensarlo... – concluyó mientras temblaba.
– Yo... – Hitomi empezó a hablar, pero se detuvo al instante. Quería gritarle por lo miserable que estaba sin él en casa, y cómo no pudo concentrarse ayer en la escuela porque estaba muy ocupada preocupándose por él. Sin embargo, ver el remordimiento en el rostro de su hermano la hizo titubear. Ya su hermano tenía suficientes problemas sin que ella le apilara más encima.
Además, si lo que había dicho era cierto, había una fuente para sus problemas a la cual ella podía redirigir toda su rabia: Ren Yamai.
– Bueno, yo sólo me alegro de que ya no estés testificando en tu propia contra. ¡Ahora podemos concentrarnos en limpiar tu nombre y ayudarte a superar tus problemas para que puedas volver a tu vida normal! – Athena se golpeó el puño con la palma.
– Sí... – replicó Hitohito. – Hey, Srta. Cykes. Ya no estás enojada conmigo, ¿verdad?
– ¿Qué? ¡No! ¡Jamás estuve enojada contigo! ¿Por qué piensas que lo estaba? – preguntó Athena con expresión de shock.
– Bueno, durante el juicio, mientras me interrogabas... tuve la sensación de que me estabas gritando por dentro todo el rato... – Hitohito se rascó detrás de la cabeza tímidamente.
(«Bueno... no está equivocado en eso. ¿Pero cómo...? Oh, sí, claro. Su habilidad para "leer la situación"...») pensó Athena. Se puso a jugar con su arete pensativamente. – Bueno... no estás tan equivocado. ¡Pero en todo caso, estaba más preocupada por ti que enojada! – Athena se puso a agitar las manos nerviosamente. – Créeme, puede que no lleve mucho tiempo de ser abogada, pero ya he tenido que lidiar con gente mucho más molesta en la corte.
– Estoy de acuerdo con Athena... – agregó Phoenix. – Siendo alguien que ha estado en el negocio durante algún tiempo, he tenido que lidiar con muchas personas muy molestas en el estrado. En términos de agravaciones, tú no llegarías ni al top 10.
– ¿Seguro que no me está diciendo eso sólo para hacerme sentir mejor? – preguntó Hitohito algo escéptico. Se puso a juguetear con el peluche que tenía en las manos nerviosamente.
– ¡Positivo! Pero si te sirve de consuelo, yo mismo fui un dolor en el ya-sabes-dónde la primera vez que estuve en la silla del acusado... – replicó Phoenix.
– ¿Acusado? – exclamó Hitohito.
– ¿La primera vez? – intervino Hitomi.
– Sip. Me ha tocado estar en la silla del acusado tres veces a lo largo de mi vida, aunque la primera vez, debo admitir que actué de manera muy infantil. – Phoenix se rascó detrás de la nuca mientras recordaba la historia. – De hecho, tengo total certeza de que mi abogada pasó la mayor parte del caso queriendo estrangularme por mi comportamiento, y no creo que hayas hecho que Athena llegue a ese punto todavía.
– ¿Qué quiere decir con "todavía"? – Athena cruzó los brazos, mirando a su jefe con una ceja levantada.
– No lo sé. Yo sin duda fui bastante molesto, tratando de refutar los argumentos de la Srta. Cykes. – argumentó Hitohito.
– Bueno, a menos que se te ocurra salir corriendo de la sala con la evidencia decisiva y te la tragues, ¡yo diría que ya te vencí en esa categoría! – Phoenix se rio. Hitohito, Hitomi, Jeanne, e incluso Athena lo miraron con los ojos como platos, incrédulos de oírlo decir semejante declaración.
– Wow... ¡no me extraña que su abogada quisiera estrangularlo! – replicó Hitomi sin filtro alguno.
– ¡Hitomi, no seas grosera! – la regañó Jeanne.
Phoenix negó con la cabeza y le restó importancia. – Está bien. Yo mismo probablemente querría estrangularme en ese entonces... – les dijo.
– Entonces, me imagino que, a pesar de todo, ¿lo declararon no culpable? – preguntó Hitohito. Al darse cuenta de lo que dijo, quiso abofetearse mentalmente por hacer una pregunta tan obvia.
– Sip. Ese juicio y la determinación de mi abogada me inspiraron a estudiar abogacía a tiempo completo. ¡Incluso terminé trabajando para ella tres años después! – replicó Phoenix.
– Wow... – exclamó Hitohito. Escuchar la anécdota despertó su curiosidad por saber toda la historia detrás de ella.
– Je, escúchenme ahora, hablando sin parar como un viejo... – Phoenix se rascó detrás de la cabeza. – No quería irme por la tangente. El punto que estaba tratando de dejar claro, es que no deberías castigarte por tu comportamiento, Hitohito.
– ¡Sí! – Athena le puso la mano en el hombro a Hitohito, y cerró la otra en puño. – Especialmente considerando todo lo que has pasado. Entiendo por qué actuaste como lo hiciste, ¡y quiero ayudarte a superarlo en cada paso que des todo el camino!
– Todo estará bien, Hito-chan... – Jeanne tomó la mano de su hijo entre las suyas y la apretó suavemente. – Para ser honesta, todavía me cuesta creer que todo esto te esté pasando, pero haré todo lo que pueda por apoyarte, porque eres mi hijo y te amo...
–¡Sí! Puede que a veces seas un gran torpe, pero sigues siendo mi hermano, ¡y no dejaré que nadie te ponga sus sucias manos encima nunca más! – Hitomi se aferró al brazo libre de su hermano.
– Yo... – Hitohito se sentía abrumado por la emoción proveniente de todo el apoyo que le demostraban todos. Todavía no podía creer que, a pesar de todo lo que les había hecho, seguían dispuestos a perdonarlo, aunque podría haber pasado de que lo llamara un gran torpe. Lágrimas rodaron por su rostro mientras trataba de decirse a sí mismo que no se merecía este trato de ellos ni su apoyo. En cuanto se limpió las mejillas, miró hacia abajo y vio el pequeño peluche todavía en sus manos. Sus pequeños y brillantes ojos le recordaron que incluso Shouko se preocupaba por él, aunque no pudiera verlo en persona.
– Gracias, a todos... – susurró entre dientes. Athena no pudo evitar sonreír al detectar un atisbo de felicidad en su voz.
Justo entonces, el estómago de Hitohito rugió.
– Suena a que tienes mucha hambre. ¿Has comido algo hoy? – preguntó Athena preocupada.
– Errr... – Hitohito se puso a juguetear con sus dedos nervioso. – Bueno, sirvieron desayuno antes de llevarme a la sala de justicia, pero después de lo de anoche, no tenía apetito ni para eso.
– ¿Qué? – exclamó Jeanne. – ¿No te comiste algunos de los buñuelos que te dejé anoche?
– ¿Esos? – inquirió Hitohito. – Yo, uhh... tampoco tenía apetito para ellos...
– Ohh, Hito-chan... – Jeanne suspiró. Cogió la caja de panecillos variados que Markus e Ise le habían preparado, la abrió, y se la entregó. – Entonces deberías comerte estos, Hito-chan. ¡Te ayudarán a recuperar parte de tu energía!
Esta vez, Hitohito aceptó la caja y sacó uno de los buñuelos. Le dio la vuelta en su mano, sintiendo la textura de la masa en sus dedos. La ansiedad en la boca de su estómago seguía presente, pero al mismo tiempo, supo que su primo y amigo de la infancia se habían esforzado mucho por hacerle ese paquete. Algo nervioso, se llevó el buñuelo a la boca y lo mordió.
Inmediatamente, saboreó la combinación de harina frita y azúcar espolvoreado mientras masajeaba su lengua, expandiéndose por toda su boca mientras seguía masticando el buñuelo. El sabor le trajo sensaciones tenues de nostalgia cuando su yo más joven le ayudaba a su madre hornear panecillos para las fiestas junto con Markus, Ise y Najimi. Recordó que a Najimi le dio por hacer más "creativas" las recetas, cubriendo algunos de ellos con wasabi y chili en polvo, diciendo que eran "buñuelos con colores de Navidad" lo que causó un gran alboroto en la cocina. En respuesta, Jeanne forzó a Najimi a comerse todo el lote.
En cuanto terminó el bocado que estaba masticando, Hitohito se metió el resto en la boca. Al terminárselo, inmediatamente fue por las crepas de desayuno. Su hambre por no haber desayunado esta mañana finalmente fue aplacada mientras seguía comiéndose los panes uno tras otro.
Ya se había terminado un par de buñuelos más y una de las crepas y un rollito tostado antes de darse cuenta de cómo se los estaba devorando sin consideración alguna por los demás. – ¡Ohh, perdonen mis modales! – se disculpó tímidamente.
– No te disculpes. Probablemente yo estaría tan hambrienta como tú si hubiera pasado toda la mañana sin comer nada. – le aseguró Athena.
– Sin duda. Especialmente considerando cómo limpiaste esos tazones de fideos de Eldoon hace un par de semanas... – se rio Phoenix. – ¡Creo que pagaste suficientes tazones para que el Sr. Eldoon se pudiera permitir un carrito nuevo!
– B-bueno, ¡es que acababa de volver de correr doce kilómetros! ¡Cualquiera se sentiría con hambre después de hacer eso! – protestó Athena defensivamente. – Y no ordené tantos así. Quizás sólo dos o tres a lo mucho.
– ¡Encima de los dos o tres que se comió antes! ¡Y los dos o tres que se comió después! – chirrió Widget.
– ¡Widget! ¡Pequeño soplón! – le gritó Athena a su collar.
Sorprendentemente, Hitohito empezó a reírse. – ¡Jajaja! Y yo que pensaba que me estaba volviendo loco con estos panes. Seguramente deben haber sido unos fideos muy buenos si te comiste tantos tazones. – dijo con una sonrisa en el rostro.
Athena se puso a enredar un mechón de su cabello entre sus dedos con frustración. Por un momento consideró meterse a Widget en el bolsillo por el resto del juicio, pero en última instancia decidió que mejor no, al recordar que todavía lo necesitaría para los otros testigos. Supuso que un poco de vergüenza valía la pena, si hacía sonreír un poco a Hitohito.
– Sí. Incluso yo no podía creer cuántos me comí. Es difícil creer que algo tan simple pudiera saber tan bien, ¡especialmente luego de un entrenamiento tan extenuante! – le dijo Athena.
– Si esos fideos son la mitad de buenos que los panes que hacen Markus e Ise, ¡definitivamente tengo que probarlos! – replicó Hitohito.
– ¡Apuesto a que puedo comer más que tú! – desafió Hitomi a su hermano con una sonrisa.
– ¡Oh, ya verás, Hitomi! – replicó Hitohito en tono juguetón alzando su puño.
28 de septiembre, 11:25 AM
Clínica Hickfield
Yamai suspiró mientras se sentaba en su cama de hospital. Estaba leyendo artículos online en su teléfono, esperando a que llegara Asano. El televisor estaba encendido, mostrando un noticiario con una reportera hablando. En su mesa al lado tenía un almuerzo de sándwich complementado por una manzana y una bolsa de papas fritas. Estaba absolutamente aburrida.
Al mismo tiempo, se sentía frustrada y ansiosa. Gracias a la motivación de Athena, no sólo Tadano había retractado su confesión, sino que había dicho un montón de cosas muy condenatorias acerca de ella. Trató de decirse a sí misma que no tenía pruebas, pero no podía evitar sacudirse de encima el presentimiento de que el equipo legal de Tadano de alguna manera se sacaría algo de la manga para incriminarla.
Encima de todo eso, su preciosa Komi-sama le envió un regalo a Tadano para animarlo. Ese hecho la hizo perder totalmente el control.
– ¡AAAAAARRRRRGGHHHH, TODO ESTO ES TU MALDITA CULPA, CHUDANO! – gritó Yamai con frustración, cogiendo el sándwich y arrojándoselo al televisor. Sin embargo, ya que el televisor estaba muy alto, sólo golpeó la pared y los ingredientes cayeron en la silla que estaba debajo. Miró entonces la bolsa de papas fritas y pensó en Komi.
(«¿Por qué continúas siguiendo a ese peón insignificante, Komi-sama? ¡Tú eres demasiado buena para él, que te va a arruinar la vida! ¡¿Por qué querrías vivir con él en un apartamento pequeño de una sola habitación, en lugar de conmigo en una opulenta mansión?!») se preguntaba. Entre más pensaba en ello, más furiosa se ponía. Pronto la bolsa de papas fritas fue la siguiente víctima, ya que al arrojarla aterrizó sobre algo afilado, explotándola y provocando que su contenido se desparramara por el suelo.
Estuvo a punto de arrojar también la manzana cuando oyó pisadas de dos personas acercándose en el corredor. Esperaba que se tratara de Asano siendo escoltado por el personal del hospital, pero el sonido de unas cadenas tintineando rápidamente arrollaron esa esperanza, provocando que se le hundiera el corazón.
Blackquill le había ganado a Asano en llegar al hospital.
– "Si acaso les da al Sr. Wright o al Fiscal Blackquill un centímetro, ellos tomarán un kilómetro. Sólo espere hasta que yo llegue antes de decirle nada, y trate de retrasarlo una vez que llegue. Se dará por vencido si se da cuenta que es muy tarde para llevarla a usted."
– Ok... no entres en pánico... sólo recuerda lo que dijo Asano... – se dijo Yamai al escuchar el eco de las pisadas y las cadenas acercándose, y la conversación que se murmuraban el fiscal y quién asumió debía ser el Detective Fulbright. Tras unos segundos de mirar a su alrededor, se le ocurrió una idea.
(«Quizás se irá si finjo que estoy dormida...») pensó mientras cogía sus mantas para cubrirse. También cogió su teléfono y se lo escondió debajo del cuerpo antes de dejarse caer. Admitiéndolo, era una movida desesperada, pero haría lo que fuera para ganarse algo de tiempo antes que llegara Asano. Por muy fuerte que fuese a pesar de su estatura, sabía que no sería rival para Blackquill, incluso si este tenía grilletes en los brazos.
Unos momentos después, Blackquill entró en la habitación e inmediatamente fijó la mirada en la cama de Yamai, donde aparentaba estar dormida. Se movió hacia la cama, y al ver alrededor de la habitación, notó el sándwich y la bolsa de papas fritas que Yamai había arrojado, y la manzana todavía en la bandeja.
(«Pfft, amateur...») pensó Blackquill antes de detenerse al costado de la cama. Cruzó los brazos y la miró mientras "dormía". Aparte del almuerzo que claramente había arrojado hacía muy poco, pudo ver varios otros signos de que sólo estaba fingiendo dormir y suspiró audiblemente.
– Sabes, si querías convencerme de que estabas dormida, deberías haber empezado por limpiar el almuerzo que tiraste en un arranque de furia... – dijo Blackquill en tono de desprecio.
Yamai no le respondió.
– Sé bien que puedes oírme, Yamai. Aunque no hubieras tirado tu almuerzo, estás haciendo un trabajo abismal fingiendo que estás dormida... – Blackquill empezó a sacudirle la cama, esperando que dejara de fingir. Pero ella se mantuvo inmóvil, y el fiscal negó con la cabeza. – Mira, puedo fácilmente sacarte a la fuerza de esta cama y tirarte en el suelo, o podría ir y volver con un balde de agua helada para echártelo encima de la cabeza. Tú eliges, Srta. Fondo Fiduciario...
(«Mucho pedir por eso...») Yamai soltó un gruñido de fastidio antes de abrir los ojos y enderezarse. – ¿Qué diablos es lo que quiere? – dijo fulminando con la mirada al fiscal.
– Escuchar lo que tienes que decir en tu defensa... – replicó Blackquill secamente.
– ¿Qué quiere decir con "lo que tengo que decir en mi defensa"? Lo dice como si yo hubiera hecho algo malo... – Yamai fingía ignorancia.
Blackquill se tocó la frente con el dedo y sonrió. – No me digas que no has estado viendo el juicio. Sé que has estado al filo, esperando ver a Tadano ser condenado en la corte. ¿Por qué si no habrías cambiado a ese canal? – Se puso a circundar alrededor de la cama, mirando a Yamai como un halcón. – Además, no es que tengas algo mejor que hacer mientras estás en esa cama de hospital...
– Tal vez. ¿Y a usted qué le importa? – Yamai le devolvió la mirada amenazante al fiscal.
– Entonces, asumo que has estado poniendo atención a algunas de las declaraciones de Tadano en la corte acerca de ti. Específicamente, ¡que fuiste a visitarlo al Centro de Detención para intimidarlo y obligarlo a hacer una confesión falsa! – declaró Blackquill mientras le apuntaba con el dedo, causando que Yamai se tensara y se agarrara de las mantas de su cama. – Supongo que querrás la oportunidad de ir a la corte para dejar las cosas claras y ofrecer tu testimonio. Ciertamente pareces estar lo suficientemente bien para eso.
– ¿Vino todo el camino hasta aquí sólo para echarme ESO en cara? – espetó Yamai. – ¡No me diga que realmente se habrá tragado lo que tiene que decir ese pedazo de mierda!
– Normalmente, no le pongo mucha atención a las palabras del acusado... – Blackquill caminó hacia la mesita lateral. Nunca le quitó los ojos de encima ni una vez. – Pero el semblante de Tadano se veía radicalmente diferente la mañana del juicio. Aunque había confesado el día antes, parecía estar abierto a permitir que Cykes-dono lo defendiera. Al día siguiente, está suplicando que lo metan a la cárcel como si su vida dependiera de ello. Ese no es el tipo de discrepancia que pueda ignorar fácilmente...
– Quizás tenía miedo de usted y su mirada asesina, y quería que lo condenaran rápidamente para alejarse de usted. ¿No se le ocurrió eso? – inquirió Yamai en un tono altivo. Alargó la mano hacia la manzana que tenía cerca, sólo para que Blackquill se la quitara.
– Ohh por favor, si estuviera asustado de mí, no habría tratado de defenderme cuando Su Santidad se me vino encima como una inquisidora española... – espetó Blackquill, lanzando distraídamente la manzana que tenía en su mano al aire. – No, pienso que tú eres la culpable más probable. Después de todo, eres quien más le guarda un considerable rencor.
– ¡Bueno, es obvio, Herlock! ¿Acaso la enorme y maldita HERIDA que me dejó detrás de la cabeza me delató? – gruñó Yamai, a lo que Blackquill rodó sus ojos. – Además, ¿en serio cree que alguien tan herida y cansada como yo podría levantarse de la cama, ir al centro de detención, y volver en una sola noche sin que nadie se diera cuenta?
– Tú no eras la única que Tadano dijo que estaba allí... – Blackquill le dio un mordisco a la manzana, y luego le apuntó con ella a Yamai. – Dos policías corruptos llamados Brutus y Lucretia Augustus y otro hombre con gafas oscuras y guantes. Todos ellos sin duda estaban involucrados en ayudarte a coaccionarlo. Y todos habrán sido captados en video, igual que tú...
Los ojos de Yamai se ensancharon al entender lo que quería decir.
– Veo que reconoces de quiénes estoy hablando... – Blackquill sonrió mientras mordía de nuevo la manzana. – Puedes admitir lo que has hecho, ¡o puedes esperar a ver el metraje de tu crimen!
– ¡Hmph! ¡A menos que me enseñe pruebas, no pienso admitir nada! – Yamai cruzó los brazos desafiantemente.
– Bien, como quieras... – Blackquill sacudió la cabeza. – Pero sí sabes lo que le sucede a la gente que me oculta cosas, ¿verdad?
Yamai ignoró la amenaza, y le sonrió con arrogancia al fiscal. ("«Este tipo no es más que pura palabrería. Es sólo cuestión de tiempo antes que se dé cuenta que el metraje de video que busca está completamente en blanco. Aun así, es muy raro que esté tan insistente en este punto, pero tengo una idea de por qué...»)
– ¡¿Por qué tienes esa sonrisa en tu cara?! – gruñó Blackquill, apretando la manzana en su mano. – ¿Sabes algo que yo no? ¿Me estás ocultando algo?
– Ohh, sólo me estaba preguntando por qué a usted le importa tanto... – replicó Yamai sardónicamente. – Supongamos que sí, fui a visitar a ese virgen perdedor para obligarlo a confesar su crimen. ¿Y qué con eso? ¿Eso no le beneficiaría a usted? Su trabajo es asegurarse que el acusado vaya a la cárcel, ¿no? ¿O es que hay algo que usted no me está diciendo a MÍ?
– ¿En serio tienes tan poca fe en mis habilidades, que irías a mis espaldas para manipular el testimonio de Tadano? – Blackquill podía sentir que los jugos de la manzana chorreaban por sus dedos cuando hundió sus uñas con rabia en ella. Estaba considerando muy seriamente ponerle fin a la conversación, sacarla de la cama y hacer que Fulbright se la llevara esposada.
– ¿Sabe qué es lo que pienso, Sr. Blackquill? – preguntó Yamai. Blackquill levantó una ceja. – Creo que usted está siendo suave con él porque siente que le debe algo, o debe tener una conexión con él... – sugirió.
Al escuchar esto, Blackquill se relajó un poco. – Hmph, ¿ahora quién es la que está haciendo suposiciones sin pruebas? – le preguntó, volviendo a morder la manzana.
– Déjeme preguntarle algo. ¿Por casualidad tiene usted una hermana llamada Aura? – inquirió Yamai.
Blackquill escupió los trozos de manzana que tenía en la boca. («¿Cómo es posible que lo sepa?»)
– Lo leí todo en un artículo online... – aclaró Yamai con una sonrisa de satisfacción. – Noté durante el juicio que usted trataba de argumentar que Tadano era un joven con problemas que quedó atrapado en un accidente, en lugar de alguien que deliberadamente intentaba asesinarme. Me pareció un comportamiento muy extraño, así que busqué conexiones entre los nombres "Tadano" y "Blackquill", y con toda certeza, encontré un artículo del Kanagawa Times sobre cómo un niño llamado Hitohito Tadano salvó la vida de su hermana ¡hace más de ocho años! No sólo eso, ¡sino que el artículo también dice que es una amiga cercana de la mamá de ese perdedor! ¿Estoy en lo correcto?
Blackquill se echó para atrás, soltando la manzana en el suelo y agarrándose el brazo. Lo que Yamai dijo era cierto: su hermana Aura y Jeanne eran amigas cercanas, y ocho años antes, fueron juntos a un viaje de patinaje sobre hielo con Hitohito y Hitomi. Blackquill sólo supo del incidente por relatos de segunda mano, pero recordó haber escuchado que, pese a que sólo tenía siete años, Hitohito arriesgó su vida para salvar a Aura, que se había caído por una sección de hielo delgado por accidente. También recordó que, de no haber sido por la valentía del chico, la hipotermia que sufrió Aura por el incidente podría haber sido mucho peor.
Yamai continuó su asalto verbal. – Ahora, puede que no sea una experta legal como usted, pero yo sé que un fiscal debería mantenerse alejado de un caso donde tiene conexiones pasadas o presentes con el acusado. Creo que a eso le llaman "conflicto de intereses", ¿no?
– Wow, alguien usa sus palabras de niña grande... – dijo Blackquill sarcásticamente, luego de superar el shock inicial de que Yamai hubiera podido descifrar parcialmente sus motivos. Estaba intentando encontrar una oportunidad de voltearle el asalto verbal a la chica.
– Le diré algo: si retira su acusación contra mí, se va en este momento y vuelve a hacer su trabajo de meter a Tadano en prisión donde pertenece, entonces tal vez no le mande ese artículo a su jefe... – propuso Yamai.
– Hmph, seguramente debes tener un tipo especial de estupidez para intentar chantajear a un fiscal, especialmente cuando hay un detective de la policía esperando en la puerta. – Blackquill se burló de la amenaza de la chica.
– ¿Qué le pasa? ¿Tiene miedo que su jefe descubra lo que ha estado haciendo? – sonrió Yamai arrogantemente.
– Difícilmente... – Blackquill resopló. – Lo único que has probado es que tengo una hermana llamada Aura. Por todo lo que sé, ese "artículo" del que hablas fue fabricado a punta de mentiras y rumores.
– ¿Cómo ese "metraje de la cámara de seguridad" que usted dice muestra cómo coaccioné a Tadano? – replicó Yamai. – Aunque a diferencia de usted, yo si tengo evidencia para mostrar, y no querría que piense que soy una mentirosa, ¿verdad? – Metió la mano debajo de su cuerpo para sacar su teléfono. Presionó el PIN de seguridad en la pantalla de bloqueo y navegó hasta encontrar el artículo en el sitio web del Kanagawa Times. – ¡Aquí está! ¡Léalo y llore! – Le enseñó su teléfono con orgullo al fiscal.
Sin embargo, en lugar de llorar, Blackquill de repente mostró una sonrisa de oreja a oreja. – ¡Con gusto! – declaró, y antes que Yamai pudiera reaccionar, le arrebató el teléfono de las manos.
– ¡HEY! ¡DEVUÉLVAME ESO! – chilló ella, tratando de recuperar el dispositivo en vano. – ¡O le voy a decir a su jefe sobre ese artículo! ¡No necesito mi teléfono para hacerlo, ¿sabe?!
– Ohh, por favor, ¿en serio crees que un artículo online que ni siquiera menciona mi nombre una sola vez probará que tengo un conflicto de intereses con el acusado? – replicó Blackquill, saliendo del app de internet y yendo directo hacia las fotos. – Lo único que prueba es que los Tadano y mi hermana son cercanos. Por otro lado, estas fotos son mucho más sospechosas...
– ¿Qué... cuáles fotos? – Yamai miró hacia la pantalla que Blackquill le mostraba, y para su horror, eran las fotos que se había esforzado por tomarle a su querida Komi, todas guardadas en una sola carpeta de la galería de su teléfono. – ¡HEY, ESAS SON PRIVADAS, PERVERTIDO!
– ¡Ja! ¡Deberías salirte de esa casa de cristal en la que vives antes de arrojarme esa piedra! – Blackquill se burló de ella mientras se desplazaba por las fotos. – Las encontré mientras buscaba una copia de los contenidos de tu teléfono que estaban en la evidencia.
– ¡Esas son MIS fotos de Komi-sama! ¡No tiene derecho de verlas! – Yamai se levantó de la cama e intentó saltarle encima a Blackquill, tratando desesperadamente de reclamar su teléfono. Blackquill lo movió despreocupadamente fuera del camino, causando que ella fallara su intento y se estrellara de cara en el suelo.
– Ohh, conque así se llama esa chica. Por un momento, creí que era alguien más... – musitó Blackquill. – Aun así, eso no hace menos perturbadoras estas fotos, especialmente considerando que ninguna de ellas parece que hayan sido tomadas con el consentimiento del sujeto. Incluso más, varias de estas parecen haber sido intentos fallidos de tomarle por debajo de la falda...
Yamai se levantó como pudo del suelo y se apoyó contra la cama. – ¿Sí? ¿Y qué con eso? ¿Tiene algún problema con que a una chica le gusten otras chicas, cerebro de pájaro? – dijo haciéndole una mueca.
Blackquill rodó sus ojos. – Qué interesante. Resulta que conozco a muchas chicas que les atraen otras chicas. ¿Sabes qué otra cosa tienen en común? Que ninguna de ellas necesitaba recurrir a fotografiar la ropa interior de las otras chicas a escondidas. – declaró, deslizándose por más fotos. – Dime una cosa: si le enseñara estas fotos a la Srta. Komi, ¿crees que ella lo aprobaría? ¿Crees que ella saltaría a tus brazos sabiendo que intentaste fotografiarle sus partes delicadas?
– Yo... – Yamai se quedó sin habla. Quería replicar diciéndole que a Komi no le molestaría eso, pero en el fondo, sabía que no era así. La pequeña vocecita llamada culpa en el fondo de su mente, usualmente ahogada por su lujuria hacia Komi y su odio hacia Tadano, salió a la superficie gracias a los recordatorios de Blackquill por sus pecados.
– "Él tiene razón, Ren. Si Komi supiera de esas fotos que le tomas, ¡te odiaría para siempre!"
»"¡Asumiendo que no lo haga ya! ¡Le prometiste que dejarías de lastimar a Tadano, y has roto esa promesa no menos de diez veces! ¡Y ahora ella lo sabe!"
(«¡No! ¡Es culpa de Tadano! ¡Si hubiera hecho lo que le dije, nada de esto habría pasado!») intentó decirse a sí misma. Sin embargo, la voz empezó a hacerse más fuerte.
– "Típico, culpar a Tadano por tus propios fallos. Por eso es que nunca te ganarás el amor de Komi."
»"Aún si Tadano hiciera lo que le dijiste, ¿en serio crees que Komi saltaría hacia tus brazos? ¿Por la forma en cómo actúas?"
– Veo que empiezas a entender la situación en la que te encuentras, Srta. Fondo Fiduciario... – le dijo Blackquill, interrumpiendo su monólogo interno. – Cielos, oh cielos, los crímenes no dejan de apilarse, ¿verdad? Entre sabotear mi investigación y tomar fotos de otra chica sin su consentimiento, las cosas no pintan nada bien para ti, mocosa...
– ¿QUIÉN DEMONIOS SE CREE QUE ES USTED? – gritó de repente Yamai ante un imperturbable Blackquill. Cogió la manzana que estaba en el suelo y se la arrojó al fiscal, que fácilmente la esquivó. – Sé todo sobre lo que usted ha hecho, asesino. ¡Usted no tiene derecho alguno de sermonearme por mis crímenes!
– ¿Debo tomar eso como que estás admitiendo lo que hiciste? – sonrió Blackquill, cruzando los brazos.
– ¡Espere, ¿qué?! – Los ojos de Yamai se ensancharon de shock al darse cuenta de lo que había admitido durante su arranque. – ¡Me engañó! ¡Eso fue una trampa! – aulló agarrándose la manga.
– Tsk, tsk, tsk... – Blackquill se tocó la frente y sonrió. – Ya es demasiado tarde, mocosa. Ya lo admitiste, y no puedes retractarte.
– ¡NO ESTOY ADMITIENDO NADA! – gritó Yamai a través de las lágrimas que se formaban en su rostro. Buscó desesperadamente algo en el suelo para arrojarle al hombre que estaba parado amenazante sobre ella. Sin embargo, todo el piso a su alrededor donde estaba sentada estaba vacío.
– Y ahí está el problema: no quieres tomar responsabilidad por tus acciones. Lo único que quieres hacer es negarlas o culpar a otros por tus problemas... – explicó Blackquill mientras daba algunos pasos hacia la chica en el suelo. – No podrás culpar a Tadano por tus defectos para siempre, ¿sabes? Tarde o temprano, tendrás que enfrentarte a la música y admitir lo que has hecho.
La vocecita en la cabeza de Yamai había vuelto:
– "¡Escucha lo que tiene que decirte!"
»"¡Todo es culpa tuya!"
»"¡Tu hermana está muerta!"
»"¡Tu papá no te quiere!"
»"¡Komi te odia!"
»"¡Los pocos amigos que tienes eventualmente te abandonarán!"
»"Y todo. Es. Tu. Culpa."
– Te ofrezco la oportunidad de confesar... – Blackquill le extendió la mano. – Ven con nosotros a la sala de justicia y testifica sobre lo que has hecho. Admite ante la corte que no sólo fueron tus acciones hacia Tadano las que causaron este incidente, sino que intentaste manipular el veredicto, y puedo prometerte que tu sentencia será menos dura de lo que sería si te hubieras quedado en silencio. Quién sabe, puede que esta chica Komi te perdone por violar su privacidad.
Lo único que tuvo que hacer fue mencionar el nombre de Komi para hacer que Yamai considerase la propuesta de Blackquill con seriedad. Aunque Asano se las había arreglado para eliminar la evidencia de su intrusión la noche anterior, Blackquill aún tenía la evidencia de sus intentos de fotografiar la ropa interior de Komi. Aunque su papá contratase a los mejores abogados del país para asegurarse que no sufriera un castigo muy duro, sabía que Komi no la iba a perdonar tan fácilmente.
(«Quizás si digo la verdad, podría tener una oportunidad con...»)
– ¡Oiga! ¡No puede entrar allí! – protestó Fulbright desde el corredor, interrumpiendo el tren de pensamiento de Yamai y atrayendo tanto su atención como la de Blackquill hacia el sonido de unos zapatos Oxford pisando sobre el suelo de vinilo. El sonido se hizo cada vez más fuerte, ahogando las protestas del detective hasta que la fuente entró a la habitación.
– ¡Aléjese de la Srta. Yamai, Samurai Retorcido! – Junichi Asano le apuntó con el dedo al fiscal que amenazaba a su protegida.
– Oh grandioso. El Mayordomo Jaime ya llegó... – dijo Blackquill con desprecio mientras Asano marchaba hacia donde estaba parado frente a Yamai.
Alrededor de este momento, fue cuando Fulbright había entrado a la sala con los hombros caídos y una mirada de disculpa en el rostro. Blackquill le lanzó una mirada furiosa al deprimido detective. – Tenías sólo un trabajo por hacer, Tonto Bright... – lo regañó.
– Gracias al cielo que está aquí, Sr. Asano. Blackquill estaba a punto de... a punto de... – Yamai hablaba con la voz ahogada, mirando a Asano con lágrimas de cocodrilo.
– ¿A punto de hacer qué, Fiscal Blackquill? – preguntó Asano tajantemente. – Dependiendo de lo que diga a continuación, me aseguraré que nunca más vuelva a poner un pie fuera de su celda de nuevo antes de la fecha de su ejecución.
– Ohh, por favor, no me digas que estás cayendo en el intento obvio de esta niña de hacerse la gacela herida. Si realmente hubiera querido ponerle las manos encima, las partes de su cuerpo ya estarían cubriendo las paredes como ese sándwich que arrojó en un berrinche. – Blackquill le hizo una mueca de desdén. Dirigió la atención de Asano hacia los restos del sándwich, los ingredientes en el piso, y los condimentos pegados a la pared.
– ¿Ohh, en serio? Aquí está usted, un hombre enorme y fornido, y de paso un convicto, parado frente a una adolescente indefensa y temblorosa, vestida en sólo ropa de hospital. Dígame, Fiscal, ¿qué se supone que debo concluir de eso? – Asano cruzó los brazos.
– Si quieres saberlo, esta supuestamente "indefensa" chica no sólo ha estado interfiriendo en mi investigación del incidente en curso, ¡sino que además está en posesión de material lascivo que ha estado tomando de otra chica! – espetó Blackquill, levantando el teléfono de Yamai.
– ¡ESTÁ MINTIENDO! – gritó Yamai. – ¡Estaba tratando de lastimarme! Él... ni siquiera quiero decir lo que me iba a hacer; es horrible.
– ¿Ya ve lo traumatizada que está, detective? – le preguntó Asano a Fulbright. – ¡Se supone que usted debe vigilarlo, y aun así, le permite aterrorizar y aprovecharse de una joven indefensa!
– ¡El Fiscal Blackquill nunca haría semejante cosa! – Fulbright levantó su puño. – ¡Aunque esté sirviendo sentencia, es demasiado honorable y está demasiado lleno de justicia para hacer tal cosa!
– Tendrá que perdonarme si tengo mis dudas de que haya "honor" o "justicia" en ESE hombre... – señaló Asano burlonamente a Blackquill.
– Bueno, incluso si no fuera así, no hay forma de que pudiera ponerle un dedo encima a la Srta. Yamai. Si lo hiciera, ¡le daría mi patentado "Sacudón de la Justicia"! – Fulbright sacó un pequeño interruptor de su bolsillo y presionó el botón. Inmediatamente, los grilletes de Blackquill emitieron una descarga y lo electrocutaron.
– ¡AAAAAAAAAAUUUUUGGGHHHH! – gritó Blackquill cuando la electricidad lo recorrió, haciéndolo convulsionarse. Yamai tuvo que hacer un esfuerzo por reprimir la risita al verlo sufrir el dolor.
Una vez que Blackquill se recuperó del choque, le lanzó una mirada asesina a Fulbright. – ¡No había necesidad de USAR eso conmigo, Tonto Bright! – le gruñó, agarrándose el pecho de dolor.
– ¡Tonterías! ¡Quería enseñarle pruebas sólidas al Sr. Asano de que usted no podría haber hecho lo que le acusó! – replicó Fulbright con una gran sonrisa y un saludo militar.
– ¡Podrías simplemente haberle ENSEÑADO el interruptor en lugar de usarlo, grandísimo ZOQUETE! – Blackquill dio un pisotón en el suelo.
– ¡E-JEM! – Asano se aclaró fuertemente su garganta para recuperar su atención. – Si me permiten interrumpir su pequeña riña de amantes, el hecho sigue presente en que usted estaba afuera de la habitación, detective, en lugar de adentro con el botón. En el tiempo que le hubiera tomado oír alguna señal de auxilio para entrar a la habitación y darle el choque al Fiscal Blackquill para someterlo, la Srta. Yamai podría ya estar yaciendo muerta en el suelo, así que su forma de expresar su seguridad está bastante vacía...
– ¡Hmph! – Blackquill resopló. – Si hubiera venido aquí para matar a la Srta. Yamai, no importaría dónde se encontrase Tonto Bright. Ya habría podido encargarme de él antes de ir por ella. Pero creo que ya sé lo que está pasando aquí: estás tratando de pintarme como un monstruo y esperando avergonzarme para que me vaya, y con eso ponerle las manos encima y que puedan preparar su falso testimonio.
– ¿Y qué le hace decir eso? Por todo lo que usted sabe, yo sólo venía aquí para comprobar la salud de la Srta. Yamai, y la encuentro siendo aterrorizada por un hombre enorme y brutal... – preguntó Asano.
– Sé muy bien que estabas observando el juicio. Te vi en la galería y cuando saliste corriendo en el momento en que Tadano testificó sobre lo que Yamai le había hecho. ¡Te dio miedo de que la obligara a testificar antes de que tuvieras una oportunidad de sabotear todo! – replicó Blackquill con una mirada furiosa.
Asano sacudió su cabeza asqueado. – ¿Así que usted cree en la palabra del criminal pero no de su víctima?
– ¡Es aún peor que eso! – intervino Yamai, haciendo un gesto acusador hacia Blackquill. – ¡Conoce a Tadano! ¡Su hermana y la mamá de Tadano son amigas! ¡Y hay un artículo que menciona que Tadano salvó a su hermana!
– Ohh, ¿de verdad? Es decir que usted conoce al acusado... – dijo Asano con arrogancia, poniéndose la mano en la cadera. – Usted sabe bien que los fiscales públicos no tienen permitido tomar casos en los que tengan una relación con el acusado, ¿verdad? – Sacó el distintivo de abogado de su bolsillo y se lo colocó orgullosamente en su solapa. – Puede que no lleve tanto tiempo en el negocio como usted, pero hasta yo sé eso...
– Así que también tienes un título de abogado. Bien por ti, Jaime... – lo felicitó falsamente Blackquill. – Pero por desgracia para ti, ese artículo sólo conecta a mi hermana con el acusado, no a mí. Tu evidencia de que yo conozca a Tadano antes de este incidente es muy blanda en el mejor de los casos.
– Ya veremos si el Sr. Edgeworth está de acuerdo cuando le enseñe esto... – amenazó Asano.
– Wow, ustedes sí que son aves del mismo nido, ¿no? Realmente desean hablar con mi gerente como si fuera un barista de Standbakes que no le puso suficiente espuma a su latte demasiado caro y con demasiado azúcar. – se burló Blackquill. – ¿Tienes miedo de que, si permanezco en este caso, termine revelando algo inconveniente sobre la Srta. Fondo Fiduciario?
Una gota de sudor bajó por la ceja de Asano mientras apretaba sus puños. – E-eso es...
– La Srta. Fondo Fiduciario no era la única que estaba en el Centro de Detención la otra noche. Tadano también mencionó a dos policías corruptos y un hombre vestido de negro y con gafas y guantes oscuros... – Blackquill señaló a Asano, que llevaba exactamente lo que había descrito. – Más o menos como tú...
– Entonces, sólo porque llevo gafas y guantes, ¿eso me hace sospechoso? – preguntó Asano retóricamente. – Asumo que tendrá el video para probar que estuve allí...
– Ohh, no te preocupes, ahora mismo está siendo solicitado a la compañía de vigilancia por la policía mientras hablamos. La pregunta es si deseas confesar ahora, o dejar que te arruinen por completo cuando lo muestre más tarde... – Blackquill se tocó la frente con el dedo y sonrió.
(«Eso es lo que cree...») pensó Asano mientras miraba desafiante a Blackquill. – Bueno, hasta que muestre algo tangible, su acusación está tan poco sustentada como el razonamiento para su ocupación actual...
– Tu funeral... – replicó Blackquill.
Asano entonces se movió para colocarse entre Blackquill y Yamai con los brazos cruzados. – Creo que ya es hora de que ustedes, "caballeros", se marchen. La última vez que verifiqué, su trabajo era servir de fiscal contra un chico que cometió un acto de violencia desmedida contra la hija de mi jefe, no acosar a dicha hija con acusaciones falsas. Déjeme advertirle que el Sr. Yamai no es un hombre paciente, y si descubre lo que ustedes dos han estado haciendo, pueden despedirse de sus trabajos. Así que le daré una última oportunidad de irse de este lugar y volver a lo que se supone que debe hacer... o las cosas van a ponerse feas.
– Él tiene razón, ¡no nos queda mucho tiempo antes que deba volver a la corte, ¿sabe?! – le recordó Fulbright a Blackquill, que miró el reloj en la pared.
(«Diablos, el Tonto Bright tiene razón. Esperaba que la mocosa confesara y viniera por voluntad propia, pero no me puedo quedar mucho más, o sino no volveré a tiempo para la reanudación del juicio...») pensó, maldiciendo el giro de los eventos. Miró a Asano y Yamai, que le lanzaban un ceño fruncido desafiante y una sonrisa arrogante respectivamente. («¡Errggh, pero sé que están tramando algo! Si los dejo quedarse aquí sin vigilancia, seguirán saboteando mi investigación aún más, y no sólo se me escapará la verdad para siempre, sino que Tadano también estará en riesgo.»)
Durante algunos momentos, consideró sus opciones. Luego miró la expresión arrogante de Yamai, que fue todo lo que necesitó para convencerle de implementar su plan. («Esto será un riesgo, pero tú no eres un extraño en tomar riesgos, Simon...»)
– Tonto Bright... – Blackquill giró su cabeza hacia el detective. – ¡Quiero que pongas a la Srta. Yamai bajo arresto!
Fulbright, Yamai y Asano jadearon colectivamente en shock ante la orden de Blackquill. La sonrisa arrogante que estaba en el rostro de Yamai dio paso a un sudor frío y una mirada de ojos muy abiertos.
– ¡¿Basándose en qué está haciendo este ridículo arresto?! – preguntó Asano furioso, señalando al fiscal encadenado.
– ¡Por obstrucción de la justicia, voyerismo e invasión de la privacidad! – contraatacó Blackquill sin perder el aplomo. Sacó el teléfono de Yamai y enseñó las fotografías de Komi que había en él.
– ¡ESA ES EVIDENCIA ILEGAL! – rugió Asano, lanzándose hacia Blackquill y empezando a forcejear mientras trataba de quitarle el teléfono de las manos. – ¡Se supone que sólo tenía permitido usar los mensajes de texto como evidencia! ¡No tiene permiso de acceder al resto de su teléfono! ¡Si no devuelve eso en el acto, yo...!
Blackquill agarró a Asano por las muñecas, le dio un tirón, y lo lanzó al piso. – Ya deja tu fanfarronería, Jaime. Ambos sabemos que nunca especificaste nada de esto cuando acordaste darme acceso al contenido del teléfono de la Srta. Yamai. Si tienes alguna objeción con esta evidencia, ¡puedes presentarla durante el juicio de ella!
– ¡¿De ella?! – inquirió Asano.
– Sí, de ella. Es lo que pasa usualmente cuando alguien es arrestado por un crimen. – replicó Blackquill en tono condescendiente. – Naturalmente, asumo que tú tomarás su defensa.
– ¡Tiene la maldita razón de que lo haré, Blackquill! – Asano se preparó para amenazar con su puño al fiscal. – ¡No hay forma de que le permita a un criminal como usted decidir el destino de la hija de mi jefe! ¡Lo voy a exponer como lo que realmente es!
– ¡Quisiera verte intentarlo! – lo desafió Blackquill. Luego caminó hacia donde estaba colgado el uniforme escolar de Yamai, quitándolo de los ganchos y entregándoselo. – Vete al baño y ponte esto. ¡Luego vendrás conmigo y el Tonto Bright!
– ¡No voy a ir a ninguna parte con usted! – Yamai cruzó los brazos y desvió la mirada desafiantemente. La presencia de Asano nuevamente silenció a la conciencia culpable en su cabeza, y de nuevo había vuelto a culpar de todos sus problemas a su chivo expiatorio favorito: Hitohito Tadano.
Blackquill ignoró su pequeño numerito de resistencia y le tiró bruscamente el uniforme en la cara a Yamai. – Tienes dos minutos para vestirte, pero que sepas que no tengo tiempo para perder contigo. Si tengo que obligar al Tonto Bright a arrastrarte hasta el centro de detención medio desnuda, lo haré. Ahora. Ve. A. Vestirte.
– Espere. ¿Qué? – le preguntó Fulbright con voz confundida.
– No se atrevería... – siseó Yamai.
– Tictac, tictac... – replicó Blackquill, golpeándose la muñeca izquierda con el dedo como si su grillete fuera un reloj. Viendo que no se iba a retractar de su amenaza, Yamai frunció el ceño y cogió su ropa, retirándose hacia el baño.
Varios momentos pasaron mientras se quitaba su ropa de hospital en la privacidad del baño. Mientras se ponía su uniforme, suspiró, preguntándose dónde salió mal todo. Ella ya tenía a Tadano exactamente donde lo quería: asustado y suplicando por piedad, y ahora había revelado todo lo que ella había hecho en una corte de justicia. Adicionalmente, se lo había revelado al único fiscal que no podía ser intimidado, comprado, o convencido por ella o sus asociados, lo que provocó que viniera por ella. Encima de todo, casi la manipuló para que sintiera remordimiento por sus acciones que racionalizaba que no eran su culpa.
Aun así, aunque iba a obedecer al fiscal, no planeaba caer sin pelear.
Justo cuando Blackquill estaba a punto de abrir la puerta del baño a la fuerza, Yamai emergió, totalmente vestida con su uniforme escolar. El fiscal luego miró a Fulbright, y con un asentimiento le hizo la señal para efectuar el arresto. Fulbright sacó un par de esposas de un compartimiento de su cinturón.
– Las manos detrás de la espalda, por favor... – le ordenó. Yamai rodó los ojos, pero obedeció la petición del hospital. Fulbright cogió las esposas que llevaba y las aseguró en sus muñecas.
– ¡Ayyy, no tan apretadas! ¡Me están cortando la circulación! – se quejó Yamai.
– Ohh, deja los lloriqueos. Si soltara más esas esposas, podrías liberarte de ellas. Intenta llevarlas por unos siete años antes de quejarte de nuevo, ¿quieres? – se burló Blackquill, antes de girarse hacia Fulbright. – Vámonos, Tonto Bright.
– ¡Sí, señor! – Fulbright hizo el saludo. – Vamos, Srta. Yamai. ¡En marcha! – le ordenó, empezando a escoltarla tanto a ella como a Blackquill fuera de la habitación.
– ¡El Sr. Yamai escuchará sobre esto, Blackquill! – le advirtió Asano. – No estará nada feliz cuando se entere que su hija fue arrestada y maltratada por la policía bajo falsos cargos. ¡Una vez que lo demuestre en la corte, el Sr. Yamai y yo haremos que los despidan a los dos! ¿Me oyeron? ¡Es usted hombre muerto, Simon Blackquill!
– Cielos, ¿acaso mi fecha de ejecución te delató ese hecho? – se burló Blackquill del abogado que estaba con la cara roja. – Lo siento, Jaime, pero puedes decirle a tu jefe que agarre un número, porque ya tengo cita con la horca.
– Grrr... – Asano gruñó, causando que Blackquill sonriera.
– Tal vez si tienes suerte, tú y tu jefe puedan comprar boletos para el espectáculo. Y mientras tanto, estaré feliz de ridiculizarte en la corte. ¡Hasta luego, Jaime, y dale a tu jefe mis saludos! ¡JA JA JA JA JA JA! – Blackquill se fue riéndose, mientras se despedía burlonamente de Asano, o por lo menos lo más cercano que podía mientras estaba sujeto con grilletes.
Una vez que los tres salieron del radio de escucha de Asano, Blackquill se giró hacia Fulbright. – Tonto Bright, quiero que prepares un auto de policía que se reúna con nosotros en la corte, para que podamos llevar a la Srta. Yamai de allí al centro de detención sin perder tiempo.
– Seguro, ¿pero cuándo vamos a interrogarla? – se preguntó Fulbright.
– Lo haremos después del juicio de hoy; por ahora ¡asegúrate de tener listo ese auto! Ya estamos apretados con el horario, y si yo termino siendo castigado por Su Santidad por culpa de tu tardanza, será tu salario el que esté en la línea. ¿He hablado claramente?
– ¡Entendido, señor! ¡En la justicia confiamos! – saludó Fulbright.
– ¡No hay nada de justicia en este maltrato brutal! – se quejó Yamai.
– ¡Cállate, o haré que Taka se dé un festín con tus ojos! – replicó Blackquill, amenazándola con el puño.
– ¡Hmph! – Yamai giró su cabeza y resopló.
Entretanto, de vuelta en la habitación del hospital, la expresión furiosa de Asano dio lugar a una sonrisa diabólica. («Ríase todo lo que quiera, pero la broma le caerá a usted cuando se dé cuenta que mis asociados han alterado el metraje. Oh, desearía poder ver la mirada en su rostro cuando se dé cuenta que su evidencia es tan impotente como usted, pero por desgracia, tengo cosas por hacer...»)
Asano abandonó la habitación. Luego sacó su teléfono celular de su bolsillo y pensó en su siguiente movimiento. («Hay una profesora en particular en Itan con quien necesito discutir algo. Tal vez pueda llevármela conmigo al centro de detención. Esperaba poder llevarme a Ren a Itan, pero este será un retraso menor.»)
(«En todo caso, el arresto de Ren podría ser una oportunidad para eliminar a Blackquill. Si no lo sacan por su comportamiento durante el juicio de Hitohito Tadano, entonces el escándalo que provocará por este arresto apresurado ciertamente lo hará. Quién sabe, puede que incluso pueda usar las consecuencias como palanca para remover también al Fiscal General Edgeworth.»)
Mientras salía del hospital y se dirigía a su auto, comenzó a marcar un número. («Si todo va según lo planeado, no sólo me habré hecho cargo de Blackquill para siempre, sino que de aquí a mañana habré duplicado mi salario. Ese tonto cree que me ha tomado por sorpresa, pero en lugar de eso, me ha dado una gran oportunidad...»)
28 de septiembre, 11:30 AM
Corte del Distrito – Lobby para acusados No. 3
Hitohito, su familia, y su equipo legal habían pasado los últimos minutos bromeando sobre los fideos de Eldoon y comparándolos con los panes hechos por Markus e Ise. Admitiéndolo, no fue como Athena se imaginaba el intermedio durante el juicio, pero fue una distracción bienvenida, ya que podía detectar felicidad genuina en el corazón de Hitohito mientras conversaba con su familia y equipo legal.
Aún con este cambio en su humor, seguía habiendo discordia en su corazón, incluso mientras sonreía y bromeaba. Después de todo, la fuente de sus problemas, Ren Yamai, seguía allá afuera, y todavía no estaba limpio de los cargos de agresión en su contra. Miró el reloj de Widget, y vio que eran las 11:30 AM.
Por mucho que quería dejar que Hitohito continuara disfrutando de este respiro, sabía que tendría eventualmente que llegar al corazón de sus problemas. Miró alrededor de la sala en busca de un lugar para sentarse, y encontró una pequeña pila de sillas plegables. Fue a recoger una, pero en cuanto le puso la mano encima, se giró hacia los alguaciles y les preguntó sin decir palabras si podía coger una.
– Sírvete... – asintió Hosonaga. – Para eso están aquí...
– ¡Gracias, Sr. Hosonaga! – Athena sonrió mientras cogía la silla que había agarrado y se la llevaba bajo el brazo. La colocó frente a la mesa al otro lado de la familia Tadano y la desplegó. – ¿Cómo te sientes ahora con algo de comida en el estómago, Hitohito?
– Un poco mejor, creo... – replicó Hitohito, limpiándose los dedos con una servilleta. Miró a Athena, que estaba sentada en la silla frente a él con las piernas cruzadas. Pudo verla leyendo su lenguaje corporal que se estaba preparando para hacerle más preguntas sobre lo que Yamai le había hecho, y se empezó a preparar mentalmente para ello.
Siempre que pensaba en Yamai, todos los recuerdos de las amenazas, degradaciones y abusos que sufrió a manos de ella le fluyeron de vuelta y se repitieron en su mente. También sabía que sin importar lo que hubiera sufrido antes, le vendría algo mucho peor al concluir el juicio. Aunque lo declarasen no culpable, tendría que volver a la escuela con Yamai. Y sin más nada que perder, quién sabría de lo que fuera capaz.
Sin embargo, Hitohito no era el único analizando a su interlocutora.
– ¡Bueno, tras lo de esta mañana, diría que "un poco mejor es un excelente progreso! – le dijo Athena en tono alegre. Podía ver que quería contarle más sobre Yamai, aunque se sentía incómodo haciéndolo. Esperaba que con ella manteniéndose positiva y motivándolo, él se sentiría más cómodo abriéndose. – Nos queda una media hora antes que el juicio se reanude. Quisiera preguntarte sobre lo que piensas de cómo van las cosas hasta el momento. – dijo Athena, jugueteando con su arete.
– Umm... ¿qué quieres saber? – se preguntó Hitohito.
(«Ugh, demasiado vago. Tendré que ser más concreta...») pensó Athena. – ¿Recuerdas la conversación que tuvimos ayer en tu complejo de apartamentos?
– Sí, la recuerdo... – replicó Hitohito. Sus manos inconscientemente se fueron hacia el peluche de gato mientras recordaba las acciones de Yamai. Aún con preparación mental, seguía nervioso respecto a compartir lo que Yamai le había hecho con su familia.
– Bueno, a la luz de lo que descubrimos hoy en la corte, estaba preguntándome si estarías dispuesto a revisitarla. – preguntó Athena. – Durante este tiempo, Phoenix agarró una silla plegable y se unió al grupo al otro lado de la mesa.
Los ojos de Hitohito se ensancharon al oír esa pregunta.
– ¿Esto tiene que ver con esa chica Yamai, Hito-chan? – inquirió Jeanne.
Tadano jugueteó nerviosamente. – Bueno, yo, uhh...
– Si es muy estresante para hablarlo ahora, lo entiendo. Es muy difícil recordar algo tan personal y traumático, y si necesitas más tiempo para procesar las cosas antes de sentirte más cómodo hablándolo, no te culparé ni un poco... – replicó Athena en un tono lleno de empatía. («Con suerte, si le doy a elegir en el asunto se sentirá más cómodo para hablar al respecto...»)
– En realidad... sí, estoy dispuesto a revisitar la conversación de ayer... – decidió Hitohito. («Esperaba no tener que incomodar a mamá con esto, pero ya el gato salió de la bolsa de todos modos...»)
– ¿Sobre qué hablaron ayer, Srta. Cykes? – preguntó Jeanne.
– Hitohito, ¿te parece bien que comparta lo que discutimos ayer con tu madre y todos los demás en esta sala? – inquirió Athena.
– Sí. – replicó Hitohito sin dudar. («Puedes hacer esto...»)
Athena asintió. – ¿Quieres explicárselos tú, o lo hago yo?
– Yo... dejaré que tú les expliques... – replicó Hitohito. Aún después de todo, no era capaz de reunir la fortaleza mental para revivir su secuestro de nuevo. – Perdón si te estoy pidiendo demasiado.
– No, no me estás pidiendo demasiado. ¡No te preocupes, todo está bien! – le aseguró Athena mientras activaba a Widget para consultar sus notas.
– Gracias... – asintió Hitohito.
Por lo que había escrito, Athena comenzó a explicarles a todos sobre la abducción que ocurrió cuatro meses antes al grupo. Comenzó cuando Hitohito fue noqueado antes de llegar a la escuela y siguió adelante, describiendo los detalles de su confinamiento hasta el momento en que Shouko y Najimi lo encontraron y lo rescataron. Jeanne intentó intervenir en varias ocasiones, pero Athena levantó el dedo y le pidió que esperase hasta haber terminado. Durante la explicación, pudo ver que Hitomi se ponía cada vez más furiosa, e incluso Jeanne mostraba signos de querer infligir retribución sobre la persona que secuestró a su hijo. Sin embargo, pese a haber deducido la identidad de la secuestradora, no la compartió. Al menos no al principio.
Una vez que Athena concluyó, Jeanne finalmente pudo hablar. – La persona que secuestró a mi niño... ¿es la misma que lo está acusando falsamente de agresión?
Athena se volteó hacia Hitohito. – ¿Te parece bien que responda a esta pregunta?
– ¿Alguien podrá oírnos? – preguntó Hitohito mientras deslizaba los dedos por el pelaje del animal de peluche en sus manos.
– No te preocupes, hijo. Esta sala está insonorizada. Está diseñada para que los abogados y sus clientes puedan tener conversaciones privadas sin que nadie los espíe. – dijo Hosonaga.
– ¡Gracias! – replicó Hitohito. Se giró hacia Athena y asintió. Ella le respondió con un pulgar arriba.
– Sí. Ren Yamai fue la responsable de secuestrar a Hitohito, aunque al principio no estaba al tanto de eso. Él no me dijo su nombre, y considerando cómo es, no puedo culparlo, pero luego que mi colega hizo algo de investigación por su cuenta y me contó sobre ella, fui capaz de deducir su identidad.
– Dios mío. Ese día me dijiste que estabas en casa de un amigo estudiante. Pensar que durante todo este tiempo, te tenían encerrado y cautivo... ¿Por qué nunca me dijiste nada sobre esto? – dijo Jeanne suplicando, y agarrándole las manos a su hijo.
– E-e-estaba muy asustado, y no quería preocuparte. Tenía miedo de que, si decía algo, nadie me creería, y ella me haría algo peor... – replicó Hitohito defensivamente.
– ¡Y-yo te habría creído! – espetó Jeanne. – ¡Tenías que al menos habérmelo dicho para que pudiéramos haber hecho algo al respecto! ¡Ahora me tienes aún más preocupada que nunca!
– Yo... y-yo.... – Hitohito empezó a tartamudear. Quería disculparse, pero las palabras no le salían de la boca. Se sentía demasiado abrumado por la culpa al preocupar a su familia para hablar.
Percibiendo el estrés de Hitohito, Athena habló: – Lo entiendo. Quizás las cosas habrían resultado mejor si Hitohito hubiese dicho algo antes, pero lo hecho, hecho está. En vez de concentrarnos en lo que él podría haber hecho, deberíamos estar enfocados en apoyarlo durante este tiempo difícil, y ayudarlo a superarlo para que pueda volver a vivir una vida normal.
– Yo... está bien... – Jeanne respiró profundamente, procesando la información que tenía. Aún se le hacía muy difícil aceptar el hecho de que su hijo no sólo había sido secuestrado, sino que la persona responsable lo había estado atormentando durante meses sin que ella lo supiera. Pero también se dio cuenta que Athena tenía razón al decir que debería apoyar a su hijo en lugar de criticarlo. – Hito-chan... se me hace muy difícil entender lo que está ocurriendo, pero... quiero que sepas que te quiero y que estoy aquí para ti...
Jeanne tomó la mano de su hijo entre las suyas y la apretó gentilmente pero con firmeza. Una parte de ella seguía gritando que estaba fuera de su alcance, pero no le importaba. Ella era su madre, y como tal, apoyaría a su hijo sin importar nada.
Hitomi agarró su mano y también trató de animarlo. – ¡Yo también estoy aquí para apoyarte y protegerte, hermanito! ¡Si ella intenta volver a hacerte algo, haré que se arrepienta para siempre!
– Espero que no te vayas a meter en problemas. – replicó Hitohito preocupado.
– Lo intentaré, ¡pero tu seguridad es más importante para mí! – Hitomi tenía una mirada llena de decisión en el rostro. Ya sabía bien lo terca que podía ser su hermana, pero al mismo tiempo, le conmovía que estuviera canalizando esa persistencia hacia protegerlo de Yamai.
– Gracias... a todos... aunque no me merezca esto... – Una lágrima solitaria rodó por su mejilla.
– Hitohito, sé que eres considerado con los demás y que te preocupa cómo tus acciones pueden afectarlos, pero también deberías considerar tu propio bienestar. Tú eres igual de importante que aquellos por los que te preocupas, y que se preocupan por ti. – le recordó Athena, enfatizando su punto con un dedo.
– Lo entiendo... – Hitohito asintió.
– Bien. Ahora, ¿quieres que siga contándoles la historia? – preguntó Athena, deslizándose por sus notas en Widget.
– Está bien. Yo seguiré desde aquí. Quisiera explicarles lo que pasó después de aquel día. – replicó Hitohito.
– Muy bien. – asintió Athena. Minimizó las notas con varios movimientos de su dedo y abrió un documento en blanco en la pantalla holográfica de Widget. – Cuando estés listo...
– Ok, sólo déjenme ir por un poco de agua primero... – Hitohito se puso de pie, fue hacia el filtro de agua y cogió un vaso de plástico. Lo mantuvo bajo el grifo y presionó el botón de arriba, dispensando el agua fría sobre él. Con la bebida en mano, regresó al sofá y volvió a unirse a su hermana y madre.
»El día después que me secuestraron, Yamai se aproximó a mí junto con Najimi para disculparse, y me prometió que nunca más volvería a hacer algo así. En ese momento no le di mucha importancia y la perdoné. Supuse que si le permitíamos volverse amiga de Shouko, eventualmente se calmaría y tal vez yo llegara a agradarle, o al menos me dejaría en paz. – explicó Hitohito. Athena asintió y tomó notas de todo lo que había dicho en su pantalla de computadora.
»Al principio, ella mantuvo su palabra, y las cosas iban bien, a pesar de que todavía estaba muy sacudido por el secuestro... – Tomó un trago de agua. – Pero entonces, su comportamiento empezó a empeorar. Se volvió cada vez más obsesiva con Shouko, intentando hacer cosas como sacarle fotos debajo de la falda o manosearla para sentirla de cualquier manera que pudiera. Al mismo tiempo, se volvió más agresiva conmigo. Empezó con insultos y degradaciones menores, pero luego comenzó a darme amenazas de muerte, tanto verbales como escritas. Incluso se empezó a poner física conmigo, haciéndome cosas como empujarme, hacerme tropezar o golpearme cuando nadie estaba mirando. – Hitohito dio un respingo al hacer esa última declaración. Jeanne y Hitomi se aferraron a él con fuerza y de manera protectora entre más revivía la historia.
– ¿Pero hacer todas esas cosas no harían que Shouko se molestara con ella? ¿Qué era lo que intentaba lograr? – preguntó Phoenix.
– Quería obligarme a romper mi amistad con Shouko. Hizo todo esto de manera muy discreta para que Shouko no se diera cuenta... – explicó Hitohito. – Si les digo la verdad, la mañana del incidente ya estaba empezando a llegar a mi punto de quiebre, y yo... yo... – En ese momento se ahogó. El dolor de admitir que realmente consideró romper su amistad con Shouko era demasiado para soportarlo.
– Está bien. Puedes decir lo que piensas. Te prometo que no te voy a juzgar... – dijo Athena en voz suave. Esto le dio el valor para hablar.
– Durante aquel día... empecé a considerar ya no ser más amigo de Shouko sólo para aplacar a Yamai. – Tadano retrocedió defensivamente. – Lo siento... fue algo horrible de pensar, y soy una persona horrible por siquiera considerarlo...
– Hitohito... – Athena interrumpió el tartamudeo del chico con una voz gentil, haciendo que él la mirara. – Tú no hiciste nada malo. Fuiste la víctima de una campaña de meses de acoso y maltrato. ¡Si alguien está mal aquí, es Yamai!
– ¡Sí! – exclamó Hitomi, alzando su puño. – Hablando de ella, ahora que recuerdo... ella visitó nuestra casa dos veces... – recordó de pronto. Estas noticias sorprendieron a Jeanne, Athena y Phoenix, mientras que Hitohito ni reaccionó.
– ¡Espera! ¿Cuándo sucedió esto? – preguntó Jeanne en tono de preocupación. Con todo lo que había averiguado hoy, las implicaciones de que Yamai supiera dónde vivían eran perturbadoras.
– La primera visita fue el 31 de agosto, el último día de las vacaciones de verano. Creo que podría haber seguido a Shouko hasta nuestro apartamento... – recordó Hitohito. En ese entonces Najimi había llamado a Shouko para que le ayudara con la tarea de verano ya que no la había hecho, diciendo que Hitohito estaba en problemas. Fue entonces que se dio cuenta de la ironía: Najimi estaba en lo correcto, pero no de la manera que creía. – Nada mayor sucedió ese día, salvo por algunos comentarios desdeñosos sobre nuestras condiciones de vida, aunque definitivamente puedo decir que fue después de ese día que el acoso de Yamai comenzó a empeorar.
– Ya veo... ya veo... ¿y cuándo fue la segunda visita? – preguntó Athena, mientras escribía las declaraciones de Hitohito entre sus notas. («Pobre Hitohito... debe ser horrible no sentirse seguro en su propia casa...»)
– Creo que fue unas dos semanas luego de la primera visita. Había extraviado mi bolso escolar en Itan y me fui a casa sin él. Una hora después de que volví a casa, Hitomi fue a contestar la puerta, y Yamai estaba allí con mi bolso escolar. Me dijo que lo había encontrado en la escuela y quería devolvérmelo... – recordó Hitohito.
– ... Y entonces... – Hitomi empezó a intervenir. Sus ojos se ensancharon al darse cuenta de las implicaciones de lo que había hecho. – Oh cielos... no puedo creerlo... ¿cómo pude ser tan idiota? ¡Lo siento, Hitohito! – dijo golpeándose en la cabeza.
– Está bien, Hitomi, no podrías haberlo sabido... – replicó Hitohito.
Athena levantó una ceja. – Entonces ¿qué pasó? – les preguntó con curiosidad.
**************************
– ¡Hermanito, tu novia está en la puerta!
(«¿Novia? Pero si yo no tengo novia...») pensó Hitohito al escuchar la voz de su hermana en la puerta del frente. Había estado tendido en su cama mirando videos al azar en su teléfono durante media hora luego de no haber podido encontrar su bolso en la escuela. Dejó caer el teléfono encima de sus sábanas, quitó la cortina que ocultaba su cama y salió hacia el piso de su dormitorio, dirigiéndose hacia la fuente de la voz de su hermana.
Mientras se acomodaba su apariencia metiéndose la camisa entre el pantalón y atándose de nuevo la corbata, se preguntó a quién podría referirse su hermana. La primera persona en quien pensó fue Shouko, pero inmediatamente la descartó. A Hitomi le costaba creer que Shouko fuese su amiga, mucho menos iba a creer que era su novia. Otra posibilidad sería Nene Onemine, pero eso era improbable ya que Hitomi nunca la había conocido. Una vez que terminó de verse presentable, salió de la habitación y se dirigió hacia la puerta del frente, donde estaban Hitomi y la misteriosa "novia".
Y se quedó congelado de terror al ver quién era. Ren Yamai, sosteniendo su bolso escolar, con una sonrisa dulce en el rostro.
– Uhh... ¿h-h-h-hola? – Hitohito apenas pudo sacar eso en medio de su horror.
– ¿Eso es todo? – Hitomi miró incrédula a su aterrado hermano. – Creí que estarías más emocionado de verla, especialmente ya que te trajo tu bolso.
– ¡Oh no, está bien! – Yamai le restó importancia a las preocupaciones de Hitomi. – ¡Su "timidez" es uno de sus encantos después de todo!
– ¿En serio? – Hitomi levantó una ceja. – No tenía idea de que tuviese encantos en absoluto. Bueno, pasa. Estoy segura que está feliz de verte...
Nada podría haber estado más lejos de la verdad.
Hitohito no estaba seguro de cómo proceder, pero pudo reconocer bien el semblante de Yamai. Por fuera, se veía amable y encantadora, pero él sabía bien lo que se ocultaba debajo. Era la misma sonrisa que tenía cuando lo tuvo como rehén. Sabía que bajo su dulce y melosa fachada se ocultaba la maldad pura, y no hacía falta la intuición de un abogado para darse cuenta que ella era la responsable de que su bolso hubiera desaparecido en primer lugar.
Pero no dijo nada. Sabía muy bien lo que podría ocurrir. Sabía que aparte de su lujuria hacia Shouko y su odio hacia él, era tenía una veta de inestabilidad y violencia, y sabía que si decía una sola palabra fuera de lugar, sus padres encontrarían al volver a casa los cadáveres de sus hijos.
– Entonces ¿dónde puedo dejar su bolso? – preguntó Yamai.
– ¡Aquí adentro! – dijo Hitomi desde su habitación compartida.
Hitohito pensó brevemente en usar esta oportunidad para salir huyendo. Así, lo que fuera que Yamai había planeado hacerle no sucedería. Pero mientras volteaba hacia la puerta del frente, otro pensamiento se introdujo en su cabeza.
(«Si me voy... ¿le hará algo a Hitomi?») pensó, mientras se imaginaba regresar para encontrarse a su hermana apuñalada y desangrada en su cama, junto con una nota burlándose de él por dejar morir a su hermana. Aparte, se dio cuenta de que, incluso si escapaba ahora, estaría sólo retrasando lo inevitable. Yamai lo atraparía tarde o temprano.
Supuso que sería mejor afrontarlo de una vez mientras entraba en la habitación con las dos chicas.
– Uhhh... g-g-g-gracias por encontrar mi bolso... – dijo Hitohito tratando de guardar apariencias.
– Por supuesto, no fue ningún problema... novio. – replicó Yamai. Aunque su voz era encantadora, podría haber jurado que vio un tic en su ojo al decir la palabra "novio", y sintió que el estómago se le revolvía de ansiedad. Podía ver que odiaba llamarlo de esa forma y sabía que lo que fuera que planeaba hacerle sería mucho peor de lo que inicialmente habría pensado.
Y fue entonces que a Hitomi se le ocurrió una brillante idea.
– Hey, voy a ir a la tienda por algunos bocadillos. ¿Alguno de los dos quiere algo? – preguntó Hitomi mientras iba hacia la puerta de la habitación para salir.
– ¡Ohh, no, yo estoy bien! – Yamai sonrió.
– No gracias, no tengo hambre... – replicó Hitohito.
– ¡Está bieeeeen, volveré más taaaaaarde! – dijo Hitomi saliendo de la habitación. Hitohito se congeló de terror al escuchar los pasos de su hermana dirigirse hacia la puerta del frente.
(«¡Por favor... Hitomi! ¡No te vayas!»)
Hitohito sabía que el momento en que su hermana dejase el apartamento sería el momento en el que Yamai dejaría caer la máscara. En cuanto su hermana llegó a la puerta del frente, se dio cuenta que podía haberle ofrecido acompañarla a elegir bocadillos y se maldijo por no pensarlo antes.
– ¡Sean buenos, tortolitos! – dijo Hitomi mientras abría la puerta. Hitohito por dentro estaba gritando por la ignorancia de su hermana. Unos segundos después, la puerta se cerró, dejándolo a solas con Yamai en su habitación.
Sorprendentemente, Yamai mantuvo su falsa cara amable por más tiempo de lo que él anticipó. – ¡Tienes una linda hermanita! – comentó, todavía manteniendo esa sonrisa falsamente cálida.
– Uhh... – Hitohito estaba sin palabras. No habría palabras que pudieran describir lo jodido que estaba. Atrapado en su cuarto, y las únicas salidas eran la puerta que Yamai estaba bloqueando, o una ventana que llevaría a una caída de varios pisos de altura.
Yamai caminó hacia Hitohito, haciéndolo retroceder. Se detuvo al chocar contra el escritorio junto a la ventana. – Se parece mucho a ti... ¡especialmente con lo descerebrados que son ambos! – le gritó de repente antes de agarrarlo del cuello de la camisa.
La máscara había caído, y el semblante otrora afable de Yamai se había ido, reemplazado por su malicia genuina.
– ¿Puedes creer que de verdad se tragó que yo era tu novia? – preguntó Yamai con desprecio. –Qué niña tan imbécil, quiero decir, ¿quién querría salir con un virgen patético, simplón y perdedor como tú?
– Y-y-y-y-y-y-y... – Hitohito empezó a tartamudear con miedo. Estaba atrapado en ese lugar con el agarre de hierro con el que Yamai le sujetaba el cuello.
– Y-y-y-y-y-y-y... – repitió Yamai en un tono burlón con falsete. – Wow. Justo cuando creí que los chicos no podían ser más patéticos, tú apareces y me demuestras que me equivoco. ¿Y a pesar de esto, sigues teniendo el nervio de pensar que mereces ser amigo de Komi-sama?
Los ojos de Hitohito empezaron a moverse por todos lados de la habitación, mirando a donde fuera menos a la chica que lo sujetaba del cuello. Gotas de sudor bajaron rápidamente por sus cejas y dentro de su camiseta de uniforme, mientras se agarraba instintivamente de su escritorio para prepararse.
Yamai entonces lo abofeteó. – ¡RESPÓNDEME, MALDITO PERDEDOR! ¡¿EN SERIO CREES QUE MERECES SER AMIGO DE KOMI-SAMA?! – le gritó.
Lo único que Hitohito pudo lograr fue asentir débilmente. Yamai le respondió agarrándolo de la corbata y lanzándolo al suelo, provocando que cayera de espaldas casi golpeándose la cabeza en la cama. La chica de cabello castaño sonrió con desdén al verlo encogido en el suelo.
– ¿Y por qué piensas eso? ¿Acaso crees que puedes entenderla? – preguntó Yamai mientras Hitohito trataba de ponerse de pie débilmente. Sin embargo, ella le dio una patada antes de que pudiera ponerse de rodillas. – La única persona que realmente entiende a Komi-sama y sus necesidades soy yo. Ella necesita a alguien popular y hermosa como yo para hacer los amigos que se merece. Algo que un peón insignificante como tú jamás podría aspirar a proveerle.
Hitohito gruñó al agarrarse en el lugar donde Yamai lo había pateado. La miró con ojos suplicantes. – ¿No podemos... ambos ser amigos de ella... por favor?
– ¡NO, NO PODEMOS! – gritó Yamai lanzándose de nuevo y reteniendo a Hitohito contra el suelo. Antes que él pudiera reaccionar, ella le hundió las uñas en el pecho y empezó a moverlas adentro, provocándole que gritase de dolor. – Tú no perteneces al lado de Komi-sama. No perteneces al lado de nadie. La gente como tú no merece amigos. ¡Sólo mereces servir a tus SUPERIORES! – le gritó mientras hundía aún más sus uñas.
– ¡Por favor, detente! ¡Eso duele! – protestó Hitohito. Yamai lo ignoró y continuó hundiéndole sus uñas como garras, hasta que la piel se le abrió y comenzó a salir sangre de sus heridas, manchándole la camisa debajo de su chaqueta. Luego le agarró la garganta con su otra mano y le acercó la cara para que se mirasen frente a frente.
– Escúchame bien, muchachito. Me convertiré en la novia de Komi-sama. Esto no está sujeto a discusión o debate. Si valoras tu vida, romperás tu amistad con ella y te asegurarás de que mi sueño se vuelva realidad. O sino... – le dijo Yamai en voz baja.
– ¿O-o sino qué? – inquirió Hitohito dudoso.
Yamai respondió extrayendo un cuchillo del bolsillo de su falda y apuntándoselo directo al ojo. – O sino, me aseguraré de que estés muerto y enterrado en las montañas, ¡donde perteneces!
En el momento en que Hitohito vio el cuchillo, se congeló. Las memorias de estar amarrado en el cuarto de Yamai vinieron fluyendo de vuelta, y el momento en el que Shouko y Najimi la confrontaron. Ella llevaba ese mismo cuchillo, y ahora mismo, no tenía manera de saber cuáles serían sus intenciones. Ambos estaban solos, y con Hitomi todavía en la tienda y sus padres que no iban a regresar hasta la noche, sabía que ella podría matarlo ahora mismo y salirse con la suya.
Yamai sádicamente deslizó el plano del cuchillo por su cara y hacia su cuerpo, teniendo cuidado de no dejarle ningún corte aparente. Todavía no estaba lista para matarlo, pero estaba disfrutando del miedo que su cuchillo le infligía a su compañero de clases. – Recuérdalo, sé dónde vives, y puedo volver en cualquier momento para acabar contigo, y nadie lo sabrá... – le susurró en voz baja y amenazadora, mientras arrastraba el cuchillo ligeramente por su cuerpo.
El cuchillo finalmente se detuvo cerca de su mano derecha. Con un movimiento rápido, ella le agarró la muñeca y le apuntó con el filo. Hitohito miró a Yamai, con una expresión de terror, anticipándose a lo que haría a continuación. Tras unos momentos de sostener el cuchillo, lo hundió ligeramente en la palma de su mano y le hizo un corte.
Hitohito gritó de dolor mientras la sangre comenzaba a salir de su mano. Instintivamente se agarró la palma sangrante con la otra mano para tratar de frenar la herida, sin mucho éxito. – Eso es sólo una pequeña muestra de lo que te tengo reservado. Quiero que entiendas bien en lo que te estás metiendo. Si te atreves a interferir entre Komi-sama y yo, eso se sentirá como una picada de mosquito comparada con lo que te voy a hacer...
Usando la parte interna de su cárdigan, limpió la sangre de Hitohito del cuchillo antes de guardarlo. Se puso de pie y miró hacia el todavía sangrante Hitohito. – Piensa bien cómo quieres hacer esto, pero si te atreves a arruinar mis planes, no van a reconocer tu cuerpo si es que llegan a encontrarlo...
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– ¡Espera, retrocede un momento! ¿Ella le hizo qué a tu mano? – exclamó Jeanne agarrándole la muñeca a su hijo antes de examinarle la mano. La herida ya había sanado casi por completo, pero en su lugar había una notable cicatriz. Sin embargo, eso fue suficiente para que la mujer jadeara en shock y se preguntara por qué no la había notado hasta ahora.
– Bueno... luego de que ella se fue, limpié toda la sangre y traté de esconder la herida. Tenía miedo de lo que ella me haría si alguien se daba cuenta... – explicó Hitohito. – Siento mucho haberles ocultado todo esto... de verdad...
– Ohh, Hito-chan, soy yo la que debería disculparse por hacerte sentir que tenías que ocultarnos esto... – Jeanne envolvió a su hijo con sus brazos y lo abrazó con fuerza.
– ¡Es culpa de esa perra Yamai! ¡Ella es la que debería estar en la cárcel, no mi hermano! – gritó Hitomi, dándole golpes al sofá. Jeanne estaba demasiado ocupada reconfortando a su hijo como para regañar a su hija por su lenguaje ofensivo. – ¡Oiga usted! Es una especie de policía, ¿verdad? ¿No puede salir y arrestar a Yamai por acusar y apuñalar a mi hermano? – preguntó, refiriéndose a Hosonaga.
El alguacil negó con la cabeza. – Lo siento, jovencita. Por mucho que me gustaría hacer eso, hay dos problemas. Primero: sólo soy un alguacil de la corte, por lo que mi jurisdicción se limita estrictamente a lo que sucede dentro de las paredes de este edificio. – les dijo mientras levantaba su dedo índice, y luego agregaba el del medio. Y segundo: incluso si todavía fuese un oficial de la policía, no podría arrestarla sin evidencia suficiente...
– ¡Pero usted acaba de ver la herida que le infligió en la mano a mi hermano! – suplicó Hitomi.
– No sólo eso, sino que mi cliente fue secuestrado por la Srta. Yamai una vez. ¡Y tiene dos amigos que pueden testificar de ese hecho! – declaró Athena.
– Lo entiendo, pero por desgracia, el testimonio por sí solo no sería suficiente para asegurar una condena. Para la herida, necesitarán el arma responsable, y para el secuestro, necesitarán algo que conecte al Sr. Tadano y a la Srta. Yamai al lugar donde fue retenido. Sé que parece que la carga de pruebas recae en la defensa en este país, pero eso no significa que la fiscalía pueda entrar a la corte con las manos vacías. – explicó Hosonaga mientras cruzaba los brazos. Entonces vio las miradas de frustración en los rostros de las chicas y suspiró. – Lo siento mucho, pero así son las cosas. La oficina de fiscales no traerá un caso a la corte a menos que haya evidencia decisiva...
– ¡Arrggh! – Hitomi estampó su pie en el suelo de frustración. – ¡Pero ella es un peligro para mi hermano! ¿Es que vamos simplemente a dejarla hacer lo que le dé la gana?
– Bueno... – intervino Phoenix, atrayendo su atención. – También hay la posibilidad de un juicio civil.
– ¿Juicio civil? – preguntó Jeanne con curiosidad, ladeando la cabeza. – ¿Habla de demandar a Yamai?
– Exacto. Pregunta rápida, Hitohito... ¿cómo van tus calificaciones en la escuela? – preguntó Phoenix.
– Bueno... mis calificaciones en el primer trimestre fueron normales, aunque... – Hitohito se puso a juguetear con sus dedos nerviosamente. Luego miró a Phoenix y a su madre. – ... mis calificaciones más recientes han bajado considerablemente...
Phoenix se apoyó el mentón con la mano. – Como pensé. ¿Y crees que la Srta. Yamai y sus acciones tienen algo que ver con ello?
– Bueno, ahora que lo menciona, se me ha hecho muy difícil concentrarme en clase últimamente... – declaró Hitohito, tocándose la frente.
– ¿A dónde intenta llegar con esto, Sr. Wright? – se preguntó Jeanne.
– Puede que no tengamos pruebas suficientes para hacer que condenen a la Srta. Yamai en la corte criminal, pero sí podríamos tener éxito en hacer una demanda civil contra ella y su familia por acoso y daño psicológico. La carga de prueba es más baja en la corte civil, y tendríamos muchas posibilidades de conseguir compensación financiera por todo lo que ha hecho, sin mencionar aprobar una orden de restricción en su contra. – explicó Phoenix. La mención de una orden de restricción hizo que los ojos de Jeanne y Hitomi se iluminaran.
– ¿Eso significa que esa chica horrible ya no podrá seguir lastimando a mi hijo? – preguntó Jeanne.
Phoenix asintió afirmativamente. – Eso es correcto; no podrá acercarse a él a cierta distancia sin enfrentarse a cargos criminales.
Hitohito, por otro lado, no se veía muy convencido. – ¿Usted en serio cree que eso la detendrá? ¿Qué le va a impedir venir tras de mí después del juicio?
– Bueno, para empezar, ella tendrá que transferirse a otra escuela. Segundo, sólo sé de su padre por lo que he leído en las noticias, pero sé que es un hombre muy motivado por los beneficios económicos. Si las acciones de su hija le están costando dinero y mala prensa, sin duda tratará de mantenerla mejor vigilada, aunque sea sólo para evitar que ocurran más incidentes... – replicó Phoenix.
– Supongo... – Hitohito asintió, pero en secreto, todavía seguía asustado. Incluso si Yamai se veía sujeta tanto a una orden de restricción como a un incremento de vigilancia de su padre, él sabía bien lo determinada que era, y no se daría por vencida en tratar de cortejar a Shouko o de deshacerse de él tan fácilmente. De hecho, tenía el presentimiento de que tal vez recurriría a medidas aún más drásticas. Las palabras que le dijo antes de abandonar su apartamento aún hacían eco en su cabeza.
– "...si te atreves a arruinar mis planes, no van a reconocer tu cuerpo si es que llegan a encontrarlo..."
Percibiendo la ansiedad de Hitohito, Athena se giró hacia Phoenix. – Jefe, ¿no cree que deberíamos esperar hasta después para encargarnos de eso? Aún tenemos el juicio en marcha ahora mismo y no quiero echarle demasiado en su plato a Hitohito para que se preocupe más de lo necesario.
– Tienes razón. – asintió Phoenix. – Por ahora debemos enfocarnos en hacer que salga absuelto primero. Ya cruzaremos ese otro puente cuando lleguemos a él.
– Hablando de salir absuelto... – Athena abrió una nueva sección para notas en Widget y vio los perfiles de Gorimi, Nakanaka, y Otori. – Por lo que puedo recordar, Blackquill probablemente planea hacer que Gorimi, Nakanaka y Otori testifiquen a continuación para tratar de probar que no sólo el Sr. Honshoku ya había abandonado hacía mucho la escena durante el momento del crimen, sino que nadie excepto Hitohito podría haberlo cometido.
– ¡Es cierto! – asintió Phoenix. Se llevó la mano al mentón. – Y recuerda que Nakanaka declaró haber sido testigo del crimen cuando fue cometido. Sin embargo, esta declaración se contradice con dos cosas: el hecho de que la puerta de los archivos sólo se abre con una identificación de personal, y que Gorimi dijo que sólo vio a Yamai y a Hitohito bajar a ese lugar...
– Sí, aunque apuesto lo que quieran a que Blackquill ya tiene algo preparado para ambas inconsistencias... – replicó Athena. – Además... mientras el testimonio de Gorimi se mantenga, nuestro caso estará hundido...
– Entonces deberíamos enfocarnos en desacreditarlo. Si podemos probar que alguien más pudo haber bajado a los archivos de la biblioteca, entonces todo el caso de Blackquill se desplomará como un castillo de naipes. – asintió Phoenix.
– ¿Qué hay de Otori y Nakanaka? – inquirió Athena.
– Nakanaka dice haber visto el momento del crimen. Ambos sabemos que eso no es verdad, pero deberíamos enfocarnos en determinar por qué está declarando eso. O se equivocó en lo que vio, o tal vez ella haya sido quien lo hizo... – explicó Phoenix.
– No creo que haya sido ella... – intervino Hitohito. – Sé que puede actuar de manera agresiva y que ella y Yamai discuten mucho, ¡pero nunca lastimaría a nadie!
– Es bueno que quieras creer en tus compañeros de clase, pero en este punto, ella y el Sr. Honshoku son los sospechosos más probables... – señaló Phoenix.
– Eso deja a Otori. Ayer mencionó que vio a Hitohito huyendo de la escena del crimen y que le devolvió su teléfono cuando lo dejó caer... – Athena resaltó sus notas que hablaban de Otori.
Hitohito inmediatamente abrió los ojos. – ¿Ella dijo eso? Pero yo no perdí mi teléfono, ni tampoco la vi fuera de clase anteayer.
– ¿No lo hiciste? – preguntó Athena sorprendida. («Le creo, pero no me parece que Otori sea capaz de mentir...»)
– Quizás Otori se equivocó con lo que vio. – sugirió Phoenix, volviendo a tocarse el mentón. – Podría valer la pena perseguir su testimonio para ver de quién era el teléfono que recogió y a quién se lo devolvió. Quizás haya sido el verdadero culpable a quien vio...
(«Ojalá...») pensó Athena. («Sé que Otori puede ser despistada, pero no la veo capaz de confundir a alguien más por Hitohito, especialmente con ese mechón sobre su cabeza...»)
– Entonces, ¿estarás interrogándolas a todas, Srta. Cykes? – inquirió Hitohito.
– Así parece... – replicó Athena. Podía escuchar en su voz que sonaba bastante inseguro de sus posibilidades de salir absuelto en la corte. Aunque a ella le alegraba que empezara a preocuparse de su bienestar de nuevo, se sentía terrible de ver que volvía a sufrir de ansiedad. – Pero no te preocupes, aún tenemos varias opciones para derrumbar los argumentos de la fiscalía, ¡y nos vamos a asegurar que puedas irte a casa con tu familia y amigos juntos! – Se golpeó la palma con el puño y sonrió.
– Gracias, Srta. Cykes. Estaré contando contigo... – asintió Hitohito. Hizo su mejor esfuerzo para devolverle la sonrisa, pero se le hacía difícil. Sin embargo, Athena se alegró de ver que estuviera haciendo un esfuerzo.
– Discúlpenme... – Jeanne habló, captando la atención de todos. – Sé que ya hemos cambiado de tema, pero acabo de pensar en algo. Hito-chan, ¿se te ocurre algo que pueda demostrar que esta chica Yamai te haya estado amenazando?
– No. Ella siempre se aseguraba de mantener todo bajo la mesa para que Shouko nunca se diera cuenta... – replicó Hitohito. Recordó todas las veces que Yamai lo había acosado durante la escuela y cómo lo hacía cuando nadie estaba mirando, incluyendo la mañana del incidente, cuando ella pateó lejos sus zapatos y le dejó una nota amenazadora en su casillero.
(«¡Esperen! Esa nota amenazadora, ¡todavía está en mi casillero!») pensó Hitohito. – En realidad, la mañana del incidente, me dejó una nota amenazadora en el casillero de mis zapatos mientras estaba distraído. Debe estar allí todavía, aunque no sé cómo podría ser de ayuda...
– ¡Ohh, eso será perfecto! – exclamó Jeanne. – ¡He visto a los detectives en los dramas criminales analizar la caligrafía en documentos para determinar quién los escribió! ¿Tienes la llave de tu casillero?
– En realidad, la policía todavía tiene todas mis pertenencias. Lo siento... – replicó Hitohito, bajando la cabeza. – Supongo que fue una idea tonta, ¿verdad?
– ¡Para nada! – Jeanne se puso de pie. – ¡Ya sé con quién debo hablar!
– ¿A dónde vas, mamá? – preguntó Hitohito.
– ¡Al lobby de los fiscales, para ver si puedo tomar prestada la llave de tu casillero! – replicó Jeanne con una sonrisa.
Athena y Phoenix parpadearon, preguntándose si escucharon mal lo que dijo Jeanne. – ¿Va a ir a pedirle al Fiscal Blackquill la llave sin más? – preguntó Athena en tono incrédulo.
– Por supuesto. No es parte de su investigación, así que debería estar dispuesto a dármela. – respondió Jeanne con calma.
(«¿Esta mujer habla en serio?») Phoenix se rascó la cabeza. – Umm, incluso si es irrelevante para el caso, ¿qué le hace pensar que el Fiscal Blackquill le dará la llave? En todo caso, tendrá suerte si no termina con la cara llena de garras de pájaro...
La expresión de Jeanne se tornó seria. – Simon me escuchará... – respondió con confianza antes de irse hacia la puerta. – ¡Regresaré luego, Hito-chan!
– ¡Espera, mamá, yo voy contigo! – le dijo Hitomi. Sin embargo, Jeanne levantó su mano.
– ¡Quédate aquí con Hito-chan, por favor! – le dijo Jeanne. – Necesitará tu apoyo.
– Yo... está bieeeen. – Hitomi suspiró. Hitohito podía ver que su hermana le quería dar un puñetazo a Blackquill en la carga, y se alegró que su mamá se hubiera dado cuenta de eso y se rehusara a dejarle ir a hablar con el fiscal junto con ella.
– ¿Segura que estará bien por su cuenta? – Phoenix seguía preocupado.
– Todo está bien, Sr. Wright. Mamá estará bien. – respondió Hitohito.
– Ok, si tú lo dices... – replicó Phoenix. La única razón por la que aceptó su respuesta fue la confianza que irradiaba la expresión de Jeanne. Además, los oficiales de la ley se encontrarían cerca para asegurarse de que Blackquill no intentara nada agresivo. De nuevo, eso nunca le impedía lanzar tajos de espada repetidamente con su dedo índice en la corte.
Y también estaba el hecho de que lo había llamado "Simon".
Después de que Jeanne abandonó la sala, Athena y Phoenix inmediatamente se volvieron hacia Hitohito.
– Apuesto a que quieren saber por qué mi mamá conoce al Fiscal Blackquill, ¿verdad? – les dijo Hitohito. Ya se había anticipado a que su equipo legal tendría preguntas sobre por qué su madre llamaba por su nombre de pila a Blackquill.
– Bueno... sí. – replicó Athena. Phoenix asintió estando de acuerdo.
– ¿Prometen que no divulgarán esto con nadie fuera de esta sala? – preguntó Hitohito.
– No te preocupes, lo mantendremos confidencial. – afirmó Athena.
Hosonaga también asintió. – Yo tampoco le diré a nadie, en caso de que eso te preocupe.
– Gracias. Por dónde empiezo... – Hitohito se tocó la cabeza pensativo, buscando las palabras apropiadas para explicarse. – Bueno, simplemente lo voy a decir: la razón de que el Fiscal Blackquill conoce a mi mamá es porque su hermana mayor y mi mamá fueron amigas en la universidad. [Kometani: Aura Blackquill era inusualmente brillante para su edad y asistió a la universidad a la edad de trece años. Esto es completamente normal para los estándares de Ace Attorney.]
– ¡Espera! ¡Detén la llamada! – intervino Hitomi, sacando las dos manos. – ¿Me estás diciendo que esa escoria que está sirviendo de fiscal en tu contra en este momento es el hermano de la Tía Aura?! ¿El mismo con el que solías intercambiar tarjetas del Samurai de Acero? – preguntó incrédula.
– Ajá... – asintió Hitohito. – Digo, ambos tienen el mismo apellido...
Hitomi sacudió su cabeza incrédula. – Pensé que el apellido era sólo coincidencia. No hay forma de que pueda ser él. Recuerdo que era un tipo agradable. ¡No era nada como ese degenerado completo que intenta ponerte en prisión!
(«¡¿Tía Aura?! ¿Hitomi está hablando sobre Aura Blackquill?») se preguntó Athena. Le vino de pronto una sensación de terror. Ese nombre les trajo malos recuerdos relacionados a ambos hermanos Blackquill.
– Ya sé que ha cambiado mucho, ¡pero en el fondo sigue siendo el mismo! – suplicó Hitohito tratando de aplacar a su hermana, que tenía dificultades para comprender por qué su hermano estaba defendiendo al fiscal que se oponía a él.
– Uhh, ¡ho-laaaaaa! ¡Está intentando que te condenen, tontito! – Hitomi le agarró la cabeza a su hermano y la zarandeó.
– ¡Sólo hace su trabajo! – Hitohito se quitó las manos de su hermana de su cabeza. – Dice que si permitía que alguien más tomara el caso, podría hacer trampa y entonces yo no tendría un juicio justo. Además, creo que está intentando resolver otro caso a través de este juicio.
– ¡Eso es lo más ridículo que he escuchado! ¡Y eso que he leído tu novela! – Hitomi rodó los ojos.
Hitohito suspiró. – Ohh, tenías que mencionar eso...
Mientras los hermanos discutían, Phoenix y Athena pensaban en este giro de acontecimientos.
(«Bueno, esto ciertamente fue un giro inesperado. Aunque explica por qué el Fiscal Blackquill se preocupa tanto por el bienestar de Hitohito.») pensó Phoenix.
Por otro lado, Athena estaba preocupada por las memorias desagradables de su pasado. Recordó que después que Simon fue condenado, Aura se convirtió en una persona diferente de la noche a la mañana. Lo último que Athena recordaba antes de irse a vivir con sus parientes en Europa fue la mirada que Aura tenía en su rostro: una mirada de absoluto odio. Sabía que Aura la culpaba por lo que sucedió durante el juicio de Simon, y lo peor era que una pequeña parte de sí misma sentía que el odio de Aura estaba justificado.
– ¿Estás bien, Srta. Cykes? – preguntó Hitohito, notando que Athena tenía una expresión de dolor en su rostro mientras escuchaba su discusión.
– ¿Huh? ¡Oh! ¡Sí, estoy bien! Sólo que me sorprendió saber que conocieran al Fiscal Blackquill desde antes... – replicó Athena de pronto, luego de salir de su trance por la preocupación de Hitohito. («No puedo dejar que esas memorias de mi pasado me arrastren ahora. ¡No cuando Hitohito todavía necesita de mi ayuda!»)
– D-de acuerdo, si tú lo dices... – replicó Hitohito. Sus instintos le decían que ella no estaba tan bien como decía. Tuvo la sensación de que Athena también conocía a ambos hermanos Blackquill de antes. Sin embargo, su instinto también le dijo que ahora no era el momento de profundizar en eso, para que su abogada no se distrajera con el pasado. – Aun así, si hay algo de lo que desees hablar conmigo, estaré feliz de escuchar. Ya sabes, como has sido una gran ayuda para mí y mis problemas. Err, no es que quiera implicar que tienes problemas o algo así, quiero decir... mejor me callo ahora mismo... – Hitohito se quedó callado. No se le ocurría cómo expresar su preocupación por ella sin ponerse el pie en la boca.
– Gracias, pero ahora mismo, mi prioridad principal es tu bienestar, Hitohito. Aun así, aprecio que te preocupes por mí... – replicó Athena tratando de tranquilizarlo. («Tal vez pueda compartir más con él cuando las cosas se calmen. Parece ser un buen escucha...»)
– Espera un segundo: ¿no es ilegal ser fiscal en contra de alguien que conoces? – interrumpió Hitomi la conversación actual.
Phoenix se puso la mano en la barbilla. – Bueno, técnicamente no lo es, pero está mal visto ya que puede llevar fácilmente a un conflicto de intereses. Esto puede llevar, por ejemplo, a que un fiscal utilice su posición para asegurarse que alguien que conoce reciba un veredicto de no culpabilidad garantizado dejándose ganar el juicio. Si se demuestra un conflicto de intereses, puede resultar en que al fiscal se le revoque su licencia. Creo que el Fiscal Blackquill conoce este riesgo, pero supongo que cualquiera que sea su asunto pendiente, cree que vale la pena. – le explicó.
– ¡Pero eso es estúpido! ¿Qué es tan importante para él que vale más que alguien que es prácticamente familia? – inquirió Hitomi con impaciencia.
– Yo... supongo que podría preguntarle, aunque dudo que nos diga algo... – replicó Phoenix.
– Ohh, se lo voy a preguntar yo... – Hitomi levantó su puño.
Antes que Phoenix pudiera decirle a Hitomi que le bajara a su agresión, Hosonaga se aproximó al grupo. – Odio interrumpirlos, pero ya casi es hora de que se reanude el juicio. Los escoltaré de vuelta a la sala.
– Supongo que ya es hora. ¿Estás lista, Athena? – preguntó Phoenix.
– ¡Nací lista! – Athena se levantó de la silla de un salto y se golpeó la palma con el puño tan duro como le fue posible. Sin embargo, el golpe fue demasiado fuerte y terminó lastimándose. – Ayyy... – se quejó.
(«Tal vez demasiado lista...») musitó Phoenix para sí mismo.
– ¿Estás bien, Srta. Cykes? – preguntó Hitohito con preocupación genuina, colocándole una mano en el hombro.
– Estoy bien... eso creo... – replicó Athena mientras se frotaba la palma adolorida.
– ¡Vamos, Athena! ¡Vamos a patearle el trasero a Blackquill para liberar a mi hermanito! – Hitomi le agarró el brazo a Athena y la arrastró consigo detrás de Hosonaga y Phoenix.
– ¡Je, de acuerdo! ¡Está bien, ya voy! – dijo Athena con una sonrisa y riéndose un poco.
Mientras seguía a Hitomi, Athena se puso a resumir la estrategia en su cabeza antes de dirigirse de vuelta a la sala de justicia. («Parece que las cosas van a ponerse serias a partir de ahora. Por lo que entiendo, Gorimi va a declarar que sólo vio a Yamai y a Hitohito entrar, y que sólo vio a Hitohito salir de la escena del crimen, Nakanaka va a decir que vio el crimen, y Otori va a decir que vio a Hitohito huir de la escena del crimen y que dejó caer el teléfono. Naturalmente, las declaraciones de Gorimi y Nakanaka se contradicen una a la otra, así que debería empezar por allí, pero quizás Blackquill ya se haya anticipado a eso. Y quién sabe si lo que dijeron ayer será lo mismo que dirán hoy en la corte. Tendré que jugar mis cartas como siempre lo hago: encontrar las contradicciones y desvelar las mentiras que ocultan...»)
También estaba esa revelación de que Aura Blackquill era amiga de la familia Tadano. Intentó sacárselo de la mente antes, pero con el largo trecho de pasillo entre el lobby para acusados y la sala de justicia, había tiempo más que suficiente para que volviera a meterse en su cabeza. («Aún no puedo creer que los Blackquill conocieran a los Tadano antes de hoy, especialmente Aura. No recuerdo haberlos visto en el Centro Espacial cuando yo crecí allí. De nuevo, mis memorias del tiempo allí están algo borrosas, y yo pasaba mucho de mi tiempo en mi habitación, lejos de la gente, así que tal vez sí lo hice y lo debo haber olvidado. Aun así, el sólo pensar en Aura me hace querer tener un ataque de ansiedad. Siento que podría colapsar en cualquier momento...») pensó mientras sus rodillas casi terminaban desplomándose.
Sin embargo, antes de que se cayera, Hitohito y Hitomi le agarraron los brazos y le ayudaron a apoyarse. – ¡Whoa! ¡Cuidado! ¿Segura que te sientes bien? – Hitohito parecía preocupado.
– Sí, desde hace unos quince minutos has estado algo pálida. Si no te sientes bien para esto, con gusto me haré cargo... – le ofreció Phoenix a su protegida.
– Estoy bien. Sólo me dieron algunos nervios antes del juicio. ¡Ya estoy bien! – mintió Athena.
– Si tú lo dices, pero la oferta sigue en la mesa si decides cambiar de opinión... – le informó Phoenix tratando de ayudarla.
Athena todavía seguía nerviosa, pero la preocupación tanto de su jefe como de los hermanos Tadano fue suficiente para recordarle por qué estaba peleando. («No puedo dejarme caer aquí. Hitohito y toda su familia siguen contando conmigo. Además, no es como que Aura aparecerá de la nada hoy, así que no tengo por qué estar pensando en ella. Lo único en lo que debo concentrarme es en liberar a Hitohito, y ayudarlo a superar todo el abuso al que Yamai lo ha sometido.»)
Cerró su mano en puño y miró hacia adelante con una expresión de determinación en el rostro.
(«Ya no eres una niñita asustada, Athena. ¡Eres una abogada! ¡Así que actúa como tal!»)
28 de septiembre, 11:48 AM
Corte del Distrito – Afuera del lobby para fiscales No. 3
Jeanne iba caminando frenéticamente por los poco concurridos pasillos de la corte, buscando el lobby para fiscales que Simon Blackquill estaba utilizando. Le había preguntado a un alguacil dónde podía encontrarlo, y éste le señaló en la dirección donde estaban los lobbies para fiscales No. 3 y 4.
Mientras caminaba por los pasillos, podía escuchar los ruidos ahogados de otros juicios detrás de las puertas cerradas, y pensó en el juicio de su hijo y el fiscal detrás de él. Cuando le puso los ojos encima al fiscal, no pudo creer lo que vio. Intentó racionalizar en su cabeza que la persona que intentaba poner a su hijo en la cárcel no era la misma que había cuidado en numerosas ocasiones por su amiga Aura. Sin embargo, al escuchar su nombre completo pronunciado por la Jueza Gavèlle, no había forma de negar que, efectivamente, se trataba de Simon Blackquill.
Al principio, se sintió traicionada. Sabía que la prisión podría cambiar a la gente, pero seguía sin comprender por qué intentaba condenar a alguien incapaz de violencia incluso contra su peor enemigo. Tampoco ayudaba que su hijo estaba suplicando que lo metieran a la cárcel, lo que le dio la idea de que Blackquill quizás lo había amenazado para que confesara falsamente.
Pero a medida que fue progresando el juicio, no pudo negar que había señales de que el antiguo Simon Blackquill seguía presente debajo del sombrío fiscal en el banquillo. Aunque estuviera utilizando el TEPT de su hijo como un motivo para el crimen, no podía negar que el fiscal genuinamente quería conseguirle ayuda profesional a su hijo para tratarlo.
También estaba la vigorosa insistencia de Hitohito de que Blackquill no fue quien lo forzó a confesar luego de que la Jueza Gavèlle inmediatamente lo acusó. Jeanne no era tan adepta en leer a las personas como su hijo, pero podía ver que estaba diciendo la verdad cuando defendió a Blackquill.
Finalmente, estaba la reacción de Blackquill a la interferencia causada por Yamai y sus co-conspiradores. Era evidente para ella que estaba muy molesto con eso porque comprometía la integridad de su investigación, pero ella podía ver que no era la única razón. En el fondo, ella sabía que el fiscal estaba furioso debido a los continuos intentos de esas personas por lastimar a su hijo y que deseaba traerlos ante la justicia por sus acciones. Al menos, ella rezaba porque ese fuese el caso.
De cualquier manera, conseguir la llave del casillero de su hijo no era la única razón por la cual quería confrontar a Blackquill. Quería escuchar de su propia boca por qué tomó este caso en primer lugar.
Su viaje terminó en un pasillo con dos pares de puertas hacia la derecha, con etiquetas arriba que rezaba "Lobby para fiscales No. 3" y "Lobby para fiscales No. 4." Entre estas puertas había dos máquinas expendedoras: una para comida y leche, y la otra para bebidas enlatadas. También había un poster en la pared con un elefante rojo de caricatura de aspecto siniestro, vestido con una toga de juez y sosteniendo un pincel con pintura negra. Debajo del perverso paquidermo se leía el eslogan: "¡La evidencia falsa es pura trompada!"
Había un banquillo para sentarse debajo de una ventana al final del pasillo. Y como si la suerte lo quisiera así para Jeanne, Blackquill estaba sentado en él, conversando con el Detective Fulbright.
– ¡Simon Blackquill! ¡Necesito hablar contigo! – lo llamó Jeanne mientras caminaba hacia él.
Blackquill y Fulbright levantaron la mirada mientras se les acercaba. – ¿Amiga suya? – preguntó Fulbright con una expresión perpleja.
Sin embargo, Blackquill no le respondió. En lugar de eso, le devolvió la mirada a Jeanne. Sabía que ella vendría a confrontarlo tarde o temprano desde el momento en que la policía le dijo que Hitohito había sido arrestado como sospechoso.
– Para su información, Detective, soy la madre de Hitohito, ¡y quiero saber por qué arrestaron a mi hijo! – le espetó Jeanne a Fulbright.
– ¡Ohh! – Fulbright se echó atrás de la sorpresa. Luego se empezó a rascar nerviosamente detrás de la nuca. – Uhh... bueno, yo no fui el que efectuó el arresto, así que no puedo responderle a eso. Tendrá que preguntárselo al oficial que...
– ¡Déjame hacerme cargo de esto, Tonto Bright! – intercedió Blackquill. – Hitohito fue arrestado no sólo por la evidencia que se encontró en la escena del crimen apuntando hacia él. Creo que has estado viendo el juicio, así que deberías entender claramente mi razonamiento.
–¡Sé muy bien cuál es tu maldito razonamiento, Simon! ¡Lo que quiero saber es por qué piensas que mi hijo pudo haber lastimado a esa chica! Ambos sabemos que no hay forma de que él lastimara a una mosca, mucho menos a otra persona. Así que ¿por qué procediste con el juicio en contra de mi Hito-chan? – demandó saber Jeanne.
Blackquill cruzó los brazos. – Como te dije, había evidencia y declaraciones de testigos que sugerían...
– ¡NO ME IMPORTA LO QUE HAYAN DICHO! – le gritó Jeanne mientras agarraba a Blackquill por el cuello de su camisa y empezaba a estrujarlo. – ¡Mi niño era como un sobrino para ti y tu hermana! ¡Incluso le salvó la vida a tu hermana aunque sólo tenía siete años de edad! ¡¿Por qué considerarías tomar el caso en su contra cuando pudiste dejárselo a alguien más?!
– Uhh, Sra. Tadano... – murmuró tímidamente Fulbright. Era muy rara la persona que se atreviera a ponerle las manos encima a Simon Blackquill, y Fulbright estaba muy al tanto de que, incluso encadenado, el fiscal era un hombre peligroso. En silencio deslizó la mano en su bolsillo, agarrando el interruptor que activaba los choques eléctricos en los grilletes de Blackquill, por si acaso tenía que utilizarlo.
Sin embargo, Blackquill tomó suavemente las manos de Jeanne, las quitó de su cuello, y las guio de vuelta hacia sus costados. Esto dejó a Fulbright perplejo, pero aliviado de no haber tenido que ayudar a Jeanne a levantarse del suelo, o de darle a Blackquill un sacudón eléctrico para mantenerlo bajo control.
El fiscal respiró profundamente varias veces. – Mi participación en este caso no comenzó con el incidente de la Srta. Fondo Fiduciario.
– ¿A qué te refieres? – inquirió Jeanne.
Blackquill se acomodó el cuello y el chaleco. Se apoyó contra la pared y se llevó la mano al mentón. – Mientras estuve encerrado, me enteré de lo que sucedió con un caso en el que estuve trabajando en la Preparatoria Itan, el cual se vio interrumpido por mi arresto hace siete años. Resulta ser, que el fiscal que me reemplazó, en lugar de llevar a cabo la investigación apropiadamente, eligió tomar el camino de menor resistencia y arrestó al primer sospechoso al que la policía le puso el ojo encima. Cuando recuperé mi capacidad para ejercer de nuevo como fiscal público, quise reabrir ese caso y averiguar si mi corazonada de que el hombre que fue acusado fue sólo un chivo expiatorio para el verdadero culpable era correcta.
– Y pensar que, si ese horrible incidente en el centro espacial no hubiera ocurrido, no tendrías que hacer esto... – señaló Jeanne con tristeza. [Kometani: Jeanne se refiere al Incidente UR-1.] – Aura no ha sido la misma desde aquel día, ¿sabes...?
– Estoy al tanto de eso. Hice lo que hice por una razón más importante de lo que podrías imaginarte. – replicó Blackquill en tono severo.
– ¿Pero qué razón podrías tener para echarte la culpa por un asesinato que no cometiste? – preguntó Jeanne en tono suplicante. – Aura sabe que tú no podrías haberlo hecho, y aunque no estoy de acuerdo con su razonamiento, sí lo estoy con sus sentimientos.
– ¡Ya basta! – ladró Blackquill, asustando tanto a Jeanne como Fulbright. – Lo que sea que pienses que hice o no aquel día, ya fui enjuiciado y condenado por asesinato. Eso nunca cambiará, y no voy a divulgar mis razones con nadie. Ni siquiera contigo. Ahora, ¿podemos continuar?
Jeanne se quedó en silencio. Igual que Aura, ella creía totalmente en la inocencia de Blackquill. Sin embargo, podía ver en el semblante del hombre que no iba a ceder ni un ápice en ese asunto, por lo que decidió dejarlo de lado de momento.
– Como estaba diciendo... – Blackquill relajó su postura – ... mi jefe me dio las notas del caso para leerlas mientras estuve encerrado. Una vez que estuve listo, contacté al director de la Preparatoria Itan para pedirle que me diera los registros de varios exalumnos de Itan que estaban guardados en los archivos.
»Se suponía que preparara esos archivos y me los entregara personalmente, pero de alguna manera... – Blackquill pronunció esas tres últimas palabras con una molestia claramente audible – ... dicha tarea terminó cayendo sobre los hombros de tu hijo. Esto provocó que se viera envuelto en una confrontación con esa chica Yamai, y cuando llegué a la escuela, me enteré no sólo que había ocurrido una agresión en los archivos de la biblioteca, sino que los registros que estaba buscando habían desaparecido.
– Seguro no estarás insinuando que mi Hito-chan pudo haber tenido algo que ver con eso, ¿verdad? – inquirió Jeanne tajantemente mientras cruzaba los brazos.
– ¡Claro que no! ¡Ahora déjame terminar! – espetó Blackquill defensivamente. – Le di órdenes a la policía de investigar la escena del crimen y comprobar con cada estudiante y miembro del personal de la escuela para confirmar sus coartadas. Me sentí... muy descorazonado al saber que Hitohito estaba entre los estudiantes que no estaban presentes y esperaba que no tuviera nada que ver con el incidente. Por supuesto, esas esperanzas se truncaron cuando me informaron de su arresto. Poco después, mi jefe me informó que, ya que la Preparatoria Itan fue la escena de un crimen de agresión, si quería seguir investigando allí, tendría que acceder a ser el fiscal del juicio de Hitohito.
– Entonces ¿de eso se trata todo esto? ¡¿Estás tratando de condenar a mi hijo de un crimen que no cometió, sólo porque tú quieres seguir investigando un caso que sucedió hace siete años?! – Jeanne le apuntó con el dedo, incrédula. El Simon Blackquill que ella conocía nunca le haría algo como esto a un amigo de la familia. La sensación de traición estaba regresando, y se preguntó si realmente su tiempo en prisión lo había cambiado. – ¿Crees que Aura aprobaría tus acciones?
– Míralo de esta forma... – Blackquill mantuvo la calma, ignorando el arranque emocional de Jeanne. – Tu hijo iba a ser enviado a juicio de todas maneras. La evidencia en su contra es demasiado decisiva para ignorarla, y al no tener una coartada es aún más sospechoso. Al menos, conmigo a cargo, puedo mantener un ojo sobre él y asegurarme de que no le pase nada malo.
– Y bastante bien que eso le ha hecho, con la forma en que esos detectives corruptos y esa chica horrible Yamai han logrado lastimar a mi hijo. ¡Todo bajo tu ojo vigilante, por cierto! – replicó tajantemente Jeanne, apuntándole con el dedo con cada punto que le enfatizaba.
– Yo... me disculpo por ese descuido de mi parte... – dijo Blackquill en tono solemne mientras cerraba los ojos. El dolor en su semblante por no haber podido cuidar a Hitohito dio paso a rabia hacia sus agresores, y sus ojos se abrieron de golpe. – Pero puedo asegurarte, ¡esos tres van a ser castigados muy duramente por sus acciones!
– ¡No sabes ni la mitad de lo que han hecho, especialmente esa chica horrible Yamai! ¡Ella ha sido responsable de acosar a mi hijo física, mental, y emocionalmente, y no quiero ni pensar de qué otras formas...! – declaró Jeanne con ansiedad, causando que Blackquill alzara una ceja. Ella asumió que él no le creía. – Esa chica secuestró a mi hijo y lo mantuvo como rehén en su casa. Iba a matarlo, ¡y lo habría hecho si no fuera porque sus amigos lo encontraron! De hecho, justo la semana pasada se metió a nuestro apartamento y lo amenazó con un cuchillo. ¡Le hizo un corte en la mano y le dijo que le haría algo peor si no hacía lo que ella le decía! ¡Amenazó a mi niño en su propia casa! – gritó casi llorando, y apretando sus puños.
(«Así que de ahí vino esa cicatriz en su mano...») pensó Blackquill. Ya de por sí, Yamai estaba en su lista negra por lo que hizo la noche anterior, lo que le ganó un viaje a la cárcel por sus acciones. Durante el viaje en auto hacia la corte, se preguntó si habría hecho lo correcto al arrestarla en lugar de esperar que llegara el metraje de video, pero al escuchar la historia de Jeanne todas las dudas se disiparon de su mente, y supo que había tomado la decisión correcta al hacer que se la llevaran. Aunque su palabra no fuese suficiente para convencer a la corte de justicia, para Blackquill era suficiente para saber que Yamai tenía que pagar por sus acciones.
La pregunta era cómo iba a hacer eso. No sólo tenía que ocuparse del juicio actual, sino que estaba también el caso de Itan hacía siete años sin resolver.
– ¿Y bien? – preguntó Jeanne de repente tras un breve período de silencio. – ¿Qué tienes que decir respecto a eso?
– ¿Querías algo más de mi parte? – respondió Blackquill. – Seguro no viniste a verme sólo para pedirme que deje de ser el fiscal en contra de Hitohito. ¿No querías también mi ayuda en traer a la Srta. Fondo Fiduciario ante la justicia?
– Creo que se lo debes a Hito-chan, ¡después de todo a lo que lo has sometido hoy en la corte! – Jeanne cruzó los brazos. – Y de hecho, resulta que sí necesito una de sus pertenencias: la llave de su casillero. Aparentemente, Yamai le escribió una nota amenazadora, y necesito probar lo que ella le ha estado haciendo.
– ¡Tonto Bright, por favor dale a Jeanne la llave del casillero de su hijo! – ordenó Blackquill.
– ¿Pero no se supone que las pertenencias del Sr. Tadano deben permanecer con la policía mientras está bajo custodia? – inquirió Fulbright, ajustándose las gafas pensativo.
– ¿En serio? En tal caso, tú puedes llevarte la llave y acompañar a Jeanne mientras ella hace su investigación... – replicó Blackquill con una sonrisa astuta.
– Puedo cuidarme yo misma perfectamente, Simon. ¡Sólo dame la llave! – exigió Jeanne, extendiendo la mano.
– Sólo compláceme, Jeanne. Si la Srta. Fondo Fiduciario y sus secuaces están dispuestos a infiltrarse en el centro de detención en el medio de la noche para acosar a tu hijo, entonces no tendrán reparo en atacarte a plena luz del día. [Kometani: O emboscarte en una azotea en medio de la lluvia.] Además, Tonto Bright es el único que legalmente puede manejar la llave... – explicó Blackquill con voz monocorde.
Jeanne suspiró. – Está bien. Aceptaré que me escolte...
– ¡No se preocupe, señora, estará en buenas manos! – Fulbright le sonrió mientras hacía el saludo militar. – ¡Puede que no lo parezca, pero tengo un cinturón negro en Krav Maga! – declaró con orgullo.
(«Normalmente, anotaría eso en la categoría de "Trivia Inútil sobre el Tonto Bright", pero quizás pueda serle de utilidad si alguien intenta lastimar a Jeanne...») pensó Blackquill.
Justo entonces, un alguacil se aproximó al grupo. – Disculpe, Fiscal Blackquill, pero ya es hora de que vuelva a la sala. – le informó.
– Entiendo. Bueno, Jeanne, aquí es donde nuestros caminos se separan... – Blackquill se puso de pie, y luego se aproximó a Fulbright, para susurrarle al oído al detective. – Mantenla a salvo a toda costa. Si algo le llega a pasar, ¡tu cabeza rodará!
– ¡Sí, señor! – declaró Fulbright haciendo su saludo característico.
Blackquill se giró hacia el alguacil, pero se dirigió a Jeanne de espaldas a ella mientras seguía al guardia. – Te deseo suerte en encontrar prueba de las fechorías de Yamai...
– Te desearía suerte también, pero estás tratando de meter a mi hijo a la cárcel, así que perdóname por no hacerlo... – replicó en tono tajante Jeanne.
– Je, me parece justo. – Blackquill giró la cabeza hacia ella y sonrió. – En vez de eso puedes desearle suerte a Cykes-dono mientras vas de salida. Ella necesitará todo el apoyo que pueda conseguir... – murmuró, antes de volver su atención al alguacil y desaparecer en el pasillo junto con él.
Una vez que Blackquill se fue, Fulbright se giró hacia Jeanne. – Bueno, ¿lista para ponerse en camino, Sra. Tadano? – le preguntó con una gran sonrisa.
– Deme un minuto. Necesito procesar todo lo que acaba de pasar. – Jeanne le alargó la mano y usó la otra para ponérsela en el pecho mientras respiraba profundamente.
– ¡Claro! – asintió Fulbright. Luego caminó hacia la máquina expendedora. – Creo que aprovecharé de almorzar. ¿Quiere algo?
– No, estoy bien... – Jeanne negó con la cabeza y se sentó en el banquillo donde antes estaba Blackquill. La ferocidad y bravata que demostró antes ya se habían ido, siendo reemplazadas por ansiedad. Ahora que la adrenalina se le había bajado tras confrontar a Blackquill, no podía creer que le hubiese levantado la voz para discutir de la forma en que lo hizo. Supuso que era verdad lo que decían, que las madres eran capaces de increíbles hazañas de fuerza y valor cuando sus hijos estaban en peligro.
Adicionalmente, se le hacía muy fácil ser valiente en frente de Blackquill: lo conocía desde la escuela primaria y sabía que él nunca permitiría que le hicieran daño, ya fuese por su propia mano o la de alguien más. Pero ahora que se había ido, tenía que enfrentar la difícil tarea de encontrar pruebas de las acciones de Yamai en contra de su hijo ella sola. Aunque no lo admitiría en su cara, se sentía agradecida con Blackquill por ordenarle a Fulbright que la acompañara. Si no fuera por él, sentía que perdería los nervios antes de ir a medio camino hacia la escuela.
(«Ok Jeanne... Puedes hacer esto. ¡Sólo recuerda que es por Hito-chan!») pensó para sí misma. Se repitió este mantra en su cabeza unas cuantas veces hasta que se sintió mentalmente preparada para salir. Justo en lo que se puso de pie, Fulbright había terminado con las máquinas expendedoras y se había conseguido un par de paquetes de Rollos Suizos, y una lata de Expreso Doble de Standbakes.
– Sé que no es exactamente una opción saludable, ¡pero sí da bastante energía para las investigaciones largas! – comentó Fulbright sobre su elección de almuerzo. – Siempre me consigo dos paquetes cuando vengo aquí: uno para almorzar y otro para cuando necesito comida para el cerebro más tarde.
– Ya veo... – Jeanne asintió. No habría sido su primera elección para un almuerzo saludable, pero tuvo que admitir que el detective era brillante al planear para después. El término "comida para el cerebro" también conjuró una imagen en su mente de Blackquill diciendo sarcásticamente "Tonto Bright necesita toda la comida para el cerebro que pueda conseguir si quiere seguirle el paso al resto..."
Los dos se dirigieron hacia la puerta que llevaba fuera de la sala hacia el lobby. – ¡Usted nos guía! – dijo Fulbright abriéndole la puerta a Jeanne.
– ¡Muchas gracias, detective! – Jeanne sonrió mientras se dirigía hacia el lobby. Una vez que pasó, Fulbright la siguió.
Por un momento, consideró volver y pedirle a Hitomi que la acompañara. Pero se dio cuenta que el juicio ya estaría de vuelta en sesión a estas alturas, y se podría meter en problemas si lo interrumpía. Adicionalmente, también sabía que Hitomi querría quedarse con su hermano para apoyarlo moralmente, y probablemente no habría ido incluso si se lo pidieran.
Esto también le recordó las palabras de Blackquill antes de marcharse.
– "...puedes desearle suerte a Cykes-dono mientras vas de salida. Ella necesitará todo el apoyo que pueda conseguir..."
Jeanne sólo había visto a Athena unas pocas veces cuando era pequeña, y siempre fue una niña muy tímida, que se escondía detrás de su madre o de Blackquill. Aunque su personalidad había cambiado radicalmente a través de los años, pasando de ser una tímida florecita en la pared a una mariposa social y extrovertida, se preguntaba si habría algo de esa ansiedad social suya de cuando era una niña. Sabía que Blackquill había dicho esa línea con un tono sarcástico, pero al mismo tiempo, también sabía que se preocupaba profundamente por las personas cercanas a él, y Athena era una de ellas.
Una parte de ella se preguntaba si Athena la habría reconocido cuando se encontraron por primera vez. Ella creía que, a juzgar por la reacción de Athena hacia ella, no fue así, lo cual fue lo mejor. Jeanne sabía que la joven Athena quedó traumatizada por los eventos del UR-1, y lo último que necesitaba era desenterrar esos eventos y dejarla mentalmente paralizada cuando Hitohito más la necesitaba.
Mejor guardarse eso para después y concentrarse en lo que era más importante, fue lo que pensó.
(«Buena suerte, Athena. Por favor cuida de mi Hito-chan en mi ausencia...»)
Esta historia continuará...
Acta del Juicio (Athena)
(* - Indica nuevo o actualizado)
Perfiles:
Apollo Justice (Edad: 23): Un abogado que ha estado en la agencia desde antes que yo me uniera. Tiene una habilidad increíble para detectar mentiras a través del lenguaje corporal de la gente.
Trucy Wright (Edad: 16): La querida hija del Sr. Wright. Una aspirante a maga profesional que también es estudiante en la preparatoria Itan.
Hitohito Tadano (Edad: 15): Mi cliente. Un joven amable que está sufriendo de TEPT por culpa de las acciones de Yamai.
Phoenix Wright (Edad: 34): Abogado propietario de la agencia. Le debo mucho por darme la oportunidad de convertirme en una abogada consumada.
Shouko Komi: (Edad: 15): Amiga cercana de Hitohito y su compañera de clase. Es una chica hermosa que tiene problemas para comunicarse.
Najimi Osana (Edad: 15): Estudiante de Itan que siempre tiene mucha energía, y aparentemente tanto Hitohito como Trucy son sus amigos de la infancia. Su verdadero género es un misterio.
* Ren Yamai (Edad: 15): No sólo ha secuestrado y acosado a mi cliente durante meses, sino que también lo atacó con un cuchillo. ¡Debo detenerla a toda costa!
Nene Onemine (Edad: 16): Una estudiante que se preocupa por los demás como una hermana mayor. Es muy amable y protectora especialmente con su compañera Kaede Otori.
Kaede Otori (Edad: 16): Una estudiante que parece siempre ser muy lenta y distraída. Le devolvió a Hitohito su teléfono perdido el día del incidente.
Bobby Fulbright (Edad: 33): El enérgico detective a cargo de este caso. A veces me hace preguntarme qué significa realmente la justicia.
Sakura Gorimi (Edad: 17): Una estudiante de segundo año, y la bibliotecaria principal. Aún puedo sentir el golpe que me dio en la cabeza con su abanico mortal.
Omoharu Nakanaka (Edad: 15): Una estudiante con síndrome de adolescencia que se hace llamar la Archimaga "Mei Karuma Van Zieks". Supuestamente vio todo el incidente.
Simon Blackquill (Edad: 28): Un fiscal y prisionero condenado a muerte. Posiblemente haya sido el fiscal de otro caso que ocurrió en Itan antes de ser arrestado.
Kozue Taida (Edad: 49): Profesora de la clase de Hitohito y Shouko. Es muy holgazana y le encanta aprovecharse de Hitohito para que él haga su trabajo en su lugar.
Itsuki Honshoku (Edad: 33): El experto en informática residente en Itan. Accedió a los archivos de la biblioteca el día del incidente.
Masatomo Yamai (Edad: 61): El padre de Ren Yamai (en teoría) y presidente de Yamai Holdings. Un hombre de negocios muy exitoso, pero también un fracaso como padre.
Junichi Asano (Edad: 25): La mano derecha de Masatomo Yamai. Se encarga de las tareas del día a día con las que el Sr. Yamai no puede o no quiere tomarse la molestia, como criar a su hija.
Hitomi Tadano (Edad: 14): Hermana menor de Hitohito, y totalmente opuesta a él en personalidad. Puede ser un poco impulsiva, pero quiere mucho a su hermano y se preocupa por él.
Dick Gumshoe (Edad: 40): Un detective de la división de homicidios con quien el Sr. Wright solía cruzarse a menudo. Aunque le falta inteligencia, lo compensa con su lealtad y corazón.
Hitoshi Tadano (Edad: 46): El padre de Hitohito. Se suponía que se encontraría con el Sr. Honshoku el día que ocurrió el incidente.
* Jeanne Tadano (Edad: 43): La madre de Hitohito. Solía ser una vieja amiga del Fiscal Blackquill.
Takara Yamai (Fallecida): La hermana mayor de Ren Yamai, que fue asesinada en la Preparatoria Itan hace siete años.
Carl Pritt (Fallecido): Un antiguo custodio que trabajó en la Preparatoria Itan que fue sujeto de rumores muy perturbadores. Fue condenado por el asesinato de Takara Yamai.
Verity Gavèlle (Edad: 34): La jueza que preside este juicio, una mujer educada pero de carácter severo. Parece conocer bien al Fiscal Blackquill.
Kenshin Hosonaga (Edad: 70): Un alguacil de edad avanzada en la corte que perdió a su hijo hace décadas. Simpatiza con la situación de Hitohito y no quiere que termine yendo por el mismo camino que su hijo.
Lucretia Augustus (Edad: 37): Una detective rubia conocida por su corrupción. Fue contratada por Yamai para coaccionar a Hitohito para que hiciera una confesión falsa.
Brutus Augustus (Edad: 35): Un detective enorme y fornido, y hermano de Lucretia. Fue contratado por Yamai para coaccionar a Hitohito para que hiciera una confesión falsa.
Evidencia:
Distintivo de abogada: Mi nuevo y brillante distintivo. Lo perdí brevemente, pero Hitohito me ayudó a encontrarlo.
Puertas hacia los Archivos de la Biblioteca: La entrada a los Archivos de la Biblioteca. Se requiere una identificación del personal para poder entrar.
Diagrama del sótano: Un diagrama del sótano, que muestra los archivos de la biblioteca y la sala de servidores. El pasillo del sótano y la sala de servidores estaban cerrados durante el crimen.
Reporte médico de Yamai: Un reporte médico de la Clínica Hickfield para Ren Yamai. Según el reporte, fue golpeada dos veces con un objeto contundente.
Reloj antiguo: Un reloj antiguo operado con baterías usado en la agresión, cubierto con la sangre de Yamai y las huellas digitales de Hitohito. Actualmente no tiene baterías en su interior.
Escritura en sangre: Un mensaje garabateado con sangre que va hacia la mano derecha de Yamai que lee "Tadano". Según Hitohito, no estaba allí cuando salió de los archivos.
Llave de la Sala de Servidores: La llave que abre las puertas de la sala de servidores desde los archivos de la biblioteca. Lleva una semana desaparecida.
Termostato: El dispositivo que regula la temperatura entre los archivos de la biblioteca y la sala de servidores. Fue ajustado durante la hora del crimen, pero no se encontraron huellas digitales en él.
Computadora de los Archivos de la Biblioteca: Una computadora en los archivos de la biblioteca a la que Hitohito accedió por razones desconocidas. Se encontraron huellas digitales de Hitohito, Yamai, y un individuo desconocido en el teclado y el ratón.
Historial de inicio de sesión: Un registro de quién inició sesión en la computadora de los archivos de la biblioteca. El día del crimen, Itsuki Honshoku accedió a la computadora a las 9:15 AM, y la sesión se mantuvo abierta hasta las 1:15 PM, cuando Hitohito Tadano usó las credenciales de su profesora para iniciar su propia sesión.
Huellas en el escritorio: Huellas de manos encontradas en el escritorio de la computadora. Análisis indica que pertenecen a Ren Yamai.
* Abanico de papel: Un abanico de papel roto que se encontró en una papelera, afuera de un aula del segundo piso. Parece tener algunos cabellos color lavanda enredados. Tiene las huellas digitales de Gorimi.
Mancha de sangre borrada: Una mancha de sangre revelada con prueba de luminol en el piso junto al escritorio de la computadora. La sangre pertenece a Ren Yamai.
Teléfono de Hitoshi: El historial de llamadas muestra que intentó contactar a Itsuki Honshoku a las 3:15 PM el día del incidente. Sin embargo, no recibió respuesta y terminó dejando un mensaje de voz.
Artículo de Periódico: Artículo del Kanagawa Times que detalla el asesinato de Takara Yamai en la Preparatoria Itan hace siete años. Según el artículo, la persona responsable fue el custodio de la escuela Carl Pritt.
Regalo de Shouko: Un regalo que Shouko hizo para Hitohito. Tiene una tarjeta adjunta con su nombre en ella.
Diagnostico de TEPT: Un diagnóstico provisional escrito, firmado por el Dr. Koizumi que declara que Hitohito Tadano sufre de trastorno de estrés postraumático.
Palillos de metal: Un par de palillos de metalafilados que Yamai usó para amenazar a Hitohito. No hay sangre en ellos.
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