Capítulo 12: La corte entra en sesión
28 de septiembre, 7:21 AM
Café Markus & Ise
Athena iba corriendo por las calles lluviosas de la ciudad, agarrando su paraguas con una mano y su bolso de trabajo en el hombro opuesto. La lluvia se había mantenido constante desde la noche anterior, y maldijo en silencio cuando un diluvio se desató justo cuando comenzaba el viaje desde su apartamento hacia el café. Hizo su mejor esfuerzo para evadir y abrirse paso entre la multitud de otros individuos en la calle. Algunos eran estudiantes uniformados de camino a la escuela; otros eran oficinistas mezclados entre otros adultos que iban camino hacia sus trabajos. Casi todos agarraban sus paraguas para protegerse del diluvio, dificultándole aún más a Athena navegar entre las calles.
Después de un tiempo, Athena finalmente llegó al frente del café con el letrero "Markus & Ise's Café" grabado en la parte superior. Había varias mesas agrupadas para los clientes que quisieran sentarse afuera, pero en ese momento estaban vacías debido al mal tiempo. Navegó alrededor de ellas y entró, cerrando su paraguas en el proceso.
El interior del café le trajo recuerdos a Athena de los cafés de aspecto moderno en Europa, donde pasó mucho de su tiempo estudiando para convertirse en abogada. Los colores dominantes del lugar eran diferentes tonos de marrón tanto en los pisos como en los muebles, blanco para las paredes, con ocasionales partes negras para los adornos, y un cálido tono amarillo en el ambiente proveniente de las luces.
Luego de ver entre la multitud de clientes matutinos, Athena localizó a Apollo en la pared del ala este, donde estaba sentado en un sofá que abarcaba varias de las mesas pequeñas del café, cada una de las cuales tenía una silla de madera en el lado opuesto. Estaba trabajando en una laptop y se tomaba su café con un sándwich de desayuno muy cerca.
– ¡Hey! ¡Apollo! – gritó Athena para llamar su atención mientras se dirigía a su mesa.
Apollo dejó de mirar su trabajo por un momento y vio que su colega venía directo hacia él. – ¡Aquí estás! – la saludó con la mano y una sonrisa. Ella rápidamente le devolvió el saludo.
– ¡Hey! ¡Perdón por llegar tarde! – se disculpó ella. – Había mucha gente afuera, y este diluvio no me ayudó en nada...
– ¡Bueno, lo que importa es que llegaste sana y salva! – le aseguró Apollo. Athena no pudo evitar sonrojarse ligeramente y sonreír, al ver que se preocupaba por su seguridad.
– Y bien, ¿el Sr. Wright ya llegó? – preguntó Athena.
– Todavía no. Dijo que llegaría algo tarde. ¿Qué tal si desayunas primero y te tomas un café, y con eso te pongo al día con todo lo que sucedió anoche? – sugirió Apollo.
– ¡Suena bien! – replicó Athena, acercándose al mostrador para ordenar algo de comer.
Apollo regresó a su laptop. Estaba leyendo un artículo que encontró anoche, concerniente al incidente del 6 de octubre en la Preparatoria Itan. Por desgracia, una tormenta eléctrica que se desató mientras leía a altas horas de la madrugada hizo que se fuera la electricidad en su edificio, lo que también le cortó su acceso a internet y le impidió leer el artículo online.
Justo cuando llegó al final del artículo, Athena regresó con una taza de café en una mano y un plato que contenía un sándwich de huevo, tocino, guacamole, mantequilla de ajo y salsa de tomate, servido con un croissant tostado. Empujó una de las mesas cerca de la de Apollo, colocó su desayuno en ella, y se sentó junto a él en el sofá, provocando que se le enrojeciera ligeramente el rostro cuando ella se le acercó para espiar lo que tenía en la pantalla de su laptop.
– ¿Qué estás leyendo? – le preguntó Athena con curiosidad.
– Bueno... – empezó a decir Apollo. – Es un artículo acerca de un asesinato que ocurrió en la preparatoria Itan hace siete años, el 6 de octubre.
– ¿6 de octubre? – se preguntó Athena. («Eso fue más o menos al mismo tiempo que Simon fue arrestado, y cuando todo se derrumbó para mí...») pensó con tristeza.
– ¿Sucede algo? – Apollo se dio cuenta que Athena pareció deprimirse al oír la fecha.
– ¡N-n-no, no es nada! – replicó Athena. No estaba lista para revivir ese recuerdo de nuevo, especialmente antes de un juicio tan importante.
– O-Ok... – Apollo volvió su atención hacia la pantalla de la laptop. – Como sea, el Sr. Wright me pidió que investigara al respecto, ya que cree que podría tener algo que ver con el "asunto pendiente" del que el Fiscal Blackquill estaba hablando ayer. Pero creo que deberíamos esperar hasta que venga antes de profundizar en ello. Además, quería hablar contigo sobre lo de anoche.
– Ok, eso tiene sentido... – Athena estuvo de acuerdo. Se alegró de tener una excusa para desviarse del tópico de hacía siete años. – Entonces ¿me contarás más sobre tu visita con Yamai? Me dijiste que fue realmente memorable.
– Para serte honesto, decir "memorable" es quedarse corto. – Apollo abrió sus notas en el procesador de texto y respiró profundamente.
– Apuesto a que sí. Sin dudas que fue una verdadera "bruja con B mayúscula" cuando la conocí hace unos días. – enfatizó Athena mientras se tomaba un sorbo de su café. («Si tan sólo hubiera sabido qué clase de persona era cuando me topé con ella en ese momento. Con gusto la habría entregado a la policía en un instante...»)
– No sabes ni la mitad... – recordó Apollo. – Como dije antes, todavía insiste en que Hitohito es el culpable, diciendo "Vi a Tadano de pie frente a mí, sosteniendo ese reloj manchado de sangre en sus manos". Sin embargo, también dijo que estaba tratando de arreglar las cosas con él antes de incidente. Según dijo Yamai, hubo un... pequeño desacuerdo entre los dos sobre que Hitohito fuese amigo de Shouko, y ella... tuvo una sobrerreacción.
(«¿Sobrerreación? ¿A eso le llama haber secuestrado y tratar de matar a Hitohito?») pensó Athena mientras mordía un bocado de su sándwich.
– Dijo que estaba arrepentida de lo que le hizo, y que estaba tratando de llevarse bien con él y reconciliarse por el bien de Shouko. Sin embargo... – Se frotó el antebrazo. – Cuando dijo eso, mi brazalete reaccionó.
– ¡Sabía que estaría mintiendo descaradamente! – dijo Athena, señalando con su dedo. – ¿Pudiste averiguar cuál era su tic nervioso?
– Sí pude... – Apollo volvió a mirar su brazalete. – Cada vez que mencionaba que intentaba llevarse bien con él, se frotaba el vendaje en su dedo índice derecho.
(«Si mal no recuerdo, ella tenía un corte en ese mismo dedo, y a juzgar por cómo estaba posicionado el cuerpo en la escena del crimen, probablemente hayan usado ese mismo dedo para escribir el nombre de Tadano con sangre...») pensó Athena.
– Cuando la confronté sobre esto, me reveló que detesta a Hitohito al punto que desea verlo muerto. Luego entonces soltó una perorata de lo horrible que era Hitohito y cómo no se merece ser amigo de Shouko. – continuó Apollo con su explicación.
Athena levantó sus cejas. – Wow... odiarlo hasta el punto de desearle la muerte. ¿Qué razón podría tener para guardarle semejante rencor?
– Bueno, esta chica está enamoradísima de Shouko. Y no estoy hablando de un enamoramiento inocente de colegiala; estoy hablando de una lujuria obsesiva y descontrolada por ella. Incluso durante la visita y con todos nosotros presentes, varias veces la pillé intentando manosear a Shouko o de mirarle bajo la falda, y eso no fue lo peor que hizo. Cuando la confronté sobre esto, me amenazó con lo siguiente...
Apollo miró a su alrededor para asegurarse que nadie más lo estuviera escuchando. Athena le lanzó una mirada preocupada al ver cómo su colega miraba a todos lados con cautela. Una vez que se aseguró que nadie más escuchara, se le acercó para murmurarle el mensaje que Yamai le había dicho.
– Me dijo: "Si le cuentas a alguien sobre esto, [el mar] es donde te voy a enterrar, Apollo Justice. Komi-sama y yo estamos destinadas a estar juntas, ¡y nada se interpondrá entre nosotras! ¡Tadano no pudo entenderlo, así que tuvo que irse! ¡Y si tú haces algo para tratar de interferir con nuestro amor, sufrirás su mismo destino!"
Los ojos de Athena se abrieron como platos al oír esa amenaza de Yamai hacia su colega anoche.
(«¡No puedo creerlo! ¡Maldita descarada! Ya es bastante malo que haya estado acosando y atormentando a Hitohito, ¿pero ahora también está amenazando con lastimar a Apollo, sólo porque quiere meterse bajo la falda de Shouko?»)
Sintió que la rabia de anoche le regresaba a toda marcha mientras apretaba sus puños. Widget también empezó a brillar de rojo, reflejando la furia que Athena sentía hacia Yamai.
(«Apollo apenas conoce a Shouko, y aun así, sólo por asociarse con ella por menos de un día y protegerla de que se aprovechen de ella, ¿ya es suficiente para que Yamai lo quiera muerto? Lo juro... si le hace algo a Apollo...no... no sólo a él. Si trata de lastimar a Apollo o Hitohito... la voy... la voy a...»)
– ¿Estás bien? Tienes una expresión aterradora en tu rostro. – preguntó Apollo algo cauteloso, mientras le ponía una mano en el hombro a su compañera.
Athena se salió de su fantasía de romperle todo a Yamai para dirigirse hacia Apollo. – ¡Ohh! ¡Lo siento mucho! – se disculpó. – No quería asustarte, es que estaba pensando en lo furiosa que me sentí porque te haya amenazado así.
Ahora fue el turno de Apollo de sonrojarse al ver que Athena se preocupase por su seguridad. – B-bueno, me alegra que te preocupes por mí, pero no se te ocurra cometer alguna imprudencia. ¡Hitohito todavía te necesita, después de todo!
– Sí, tienes razón. ¡Pero más le vale que no te ponga un dedo encima, o se va a arrepentir! – Athena se enfurruñó.
– B-bueno, como sea, me alegra que me cuides las espaldas. – Apollo se rascó detrás de la cabeza algo avergonzado. En eso vio que Phoenix estaba atravesando la entrada. – ¡Ohh, mira! ¡El Sr. Wright ya llegó!
– ¡Ya lo veo! – comentó Athena. – ¡Y mira quiénes lo acompañan!
Detrás de Phoenix venía su hija Trucy, su amiga Shouko, y Najimi. Todas llevaban sus uniformes escolares de Itan. Athena notó que Shouko se veía bastante angustiada y ligeramente desvelada, y a medida que se acercaron, notó que tenía unos círculos oscuros en sus ojos. Trucy también tenía unas ojeras muy similares, e incluso Najimi, con su sonrisa alegre habitual, mostraba signos de no haber dormido bien.
– ¡Hola! – Najimi les saludó a los dos abogados mientras se sentaban. – ¿Cómo están esta mañana, tortolitos?
– ¿T-tortolitos? – tartamudeó Athena, agarrándose las mejillas que se sonrojaban furiosamente.
– ¡O-oye tú! ¡Sólo porque nos sentemos uno al lado del otro no significa que seamos una pareja! – replicó defensivamente Apollo. Sin embargo, estaba igual de rojo en la cara que su colega.
– ¡Vamos, ustedes no engañan a nadie! – sonrió Najimi. – ¡Si los dos están prácticamente a un beso de distancia!
– ¡Bueno, no nos vamos a besar porque no somos una pareja! ¡Así que aguántate! – Apollo cruzó sus brazos. («Además, ella nunca se fijaría en un tipo tan serio y aburrido como yo...»)
– ¡A-así es! – agregó Athena estando de acuerdo. («Además, él nunca se fijaría en una palurda agresiva como yo...»)
– Pff, qué aguafiestas... – Najimi hizo un puchero.
(«Me pregunto cómo se enteró Najimi que nos íbamos a reunir aquí para una sesión previa al juicio.») pensó Athena. Aun así, no podía enojarse demasiado; se dio cuenta que mientras estaban hablando, había mucha discordia en su corazón. Incluso aunque andaba diciendo bromas, Najimi parecía estar en un estado de ansiedad y aflicción, lo cual Athena concluyó que estaba relacionado al estado actual de Hitohito. Probablemente sus bromas sobre que ella y Apollo eran una pareja eran su manera de sobrellevarlo.
Luego de que el caos se apagó, Phoenix llegó para saludar a sus subordinados. – ¡Buenos días! Perdón por llegar tarde, Trucy y Najimi querían venir también. Y también pasar por la casa de Shouko para ayudarle con algo.
– ¡Vamos, papá! ¡Shouko la está pasando muy difícil, así que quiero acompañarla a la escuela! – le dijo Trucy. – Además, si no hubiera venido, no podría haberles entregado su regalo.
– ¿Regalo? – preguntó Athena.
Shouko puso una cajita de regalo con un envoltorio con patrón de gatos sobre la mesa. Había una tarjeta debajo de la cinta roja y dorada que envolvía el paquete.
– ¿Para quién es esto? – preguntó Athena con curiosidad. Shouko sin decir palabra señaló la etiqueta en la tarjeta.
Para Hitohito
– ¡Aww, qué dulce de tu parte! – Athena sonrió con ternura. Sin embargo, su alegría se le apagó al ver que Shouko todavía se notaba decaída. – ¿Ohh? ¿Qué te pasa? – preguntó.
Shouko desvió la mirada con tristeza. Sus ojos empezaron a cerrarse mientras se le formaban lágrimas. Trucy inmediatamente le puso una mano en la espalda, tratando de consolarla.
– Bueno... como dije antes, Shouko la está pasando muy difícil. Intentamos visitar a Hitohito anoche luego de ir a ver a Yamai en el hospital.
– ¿Y? ¿Cómo resultó eso? – preguntó Athena.
– No pudimos... – replicó Apollo. Comenzó a relatarles los eventos de la noche anterior al grupo, comenzando con la parte cuando el guardia groseramente les impidió ver a Hitohito. Shouko todavía estaba deprimida, sintiéndose culpable por no haberle podido cumplir su promesa a su amigo.
– ¡Grr, no puedo creerlo! – Athena volvió a ponerse furiosa. – ¡Pensé que Fulbright les había dado permiso!
– Lo hizo. – intervino Najimi. – Pero aparentemente, la Jefa de Policía se lo anuló. Le dijo al guardia en el escritorio que no dejara pasar a nadie después de las horas de visitas bajo ninguna circunstancia, incluso a quienes tuvieran permiso especial.
– ¿Qué? ¿Con qué propósito hizo eso? ¿Por qué iba a dar una orden tan estúpida así de repente? – preguntó Athena con indignación.
– ¡Es lo que yo quisiera saber! – Najimi también gruñía.
– Sólo puedo especular... – replicó Apollo. Todavía no estaba listo para revelarle al resto sus pensamientos sobre el asunto. Se imaginaba que, por más horrible que fuera Yamai como persona, Shouko todavía la veía como una amiga, y acusarla en base a una simple conjetura sólo la haría sentirse aún peor. Por otro lado, necesitaba ver pruebas de la maldad de Yamai con sus propios ojos. – Como sea, estoy seguro que Hitohito apreciará el regalo, y entenderá por qué no pudiste verlo.
[¿Está seguro?] le escribió Shouko como respuesta.
– Para ser honesto, todavía no he podido conocer a Hitohito en persona... – Apollo se puso el dedo índice en la frente, pensativo. – Pero por lo que he escuchado, es un chico amable y que siempre perdona. Así que estoy seguro que sí, tu regalo lo hará muy feliz.
– ¡Sí! – intervino Trucy. – Aunque no creas que tu regalo sea tan grandioso, lo importante es que eres tú quien se lo dio. ¡Eso es lo que cuenta!
– Además, incluso si no puedes ayudarle a volver a la normalidad, tendrá un recordatorio constante de que sus amigos se preocupan por él, ¡y eso le ayudará a sobrellevar todo esto! – añadió Najimi.
Shouko miró su regalo. Se limpió sus lágrimas y asintió con decisión, tratando de reunir confianza en sí misma para creer que su regalo ayudaría a Hitohito. Luego lo recogió y se lo entregó a Athena.
– No te preocupes. ¡Nos aseguraremos que Hitohito reciba esto! – le dijo Athena con una sonrisa radiante mientras tomaba el paquete. – Significará mucho para él, viniendo de ti...
– Gra... cias... – murmuró Shouko, asintiendo tímidamente.
– ¡Heeeey! ¡Comamos algo mientras estamos aquí! – exclamó Najimi. – ¡Me muero de hambre!
– Je, eso suena bien. Cuando regresen, les contaré lo que averigüé anoche mientras investigaba. – replicó Apollo.
Phoenix, Trucy, Shouko y Najimi se fueron hacia el mostrador para comprar algo de desayuno, mientras Athena aprovechó de ponerse a ver las notas de su caso en la pantalla de Widget. Luego de unos minutos, regresaron con varios tipos de panes y tazas de café, y notó que Phoenix tenía una mirada sombría en su cara [Kometani: Phoenix terminó pagando por todos]. Los cuatro se sentaron en los asientos que rodeaban a Apollo y Athena.
– ¡Bueno, no nos tengas en suspenso! ¡Oigamos lo que estuviste buscando toda la noche, Polly! – exclamó Trucy, acercándose para ver la pantalla de la laptop de Apollo.
– ¡Paciencia! ¡Ya estoy llegando allí! – Apollo apartó suavemente a Trucy, y luego deslizó la página hasta llegar al encabezado del artículo, cuyo título procedió a leer: – ¡Custodio espeluznante sentenciado en la corte!
(«Apuesto a que alguien en la compañía de publicidad se sintió muy orgulloso de ese título...») pensó Phoenix.
– El artículo trata sobre el asesinato de una estudiante en la Preparatoria Itan el 6 de octubre. Su cadáver fue hallado sentado en una silla, en el armario de almacenamiento del conserje, con una botella vacía de hidróxido de sodio junto a lo que parecía ser una nota suicida. – resumió Apollo.
– ¿Seguro que fue un asesinato? ¿No habrá sido un suicidio? – inquirió Trucy.
– Eso fue lo que hicieron que pareciera, pero supuestamente, gracias a las acciones de un valiente testigo, el culpable fue capturado en el acto y sometido. Dice aquí que la persona acusada del asesinato fue el custodio de la escuela, Carl Pritt. – continuó Apollo.
– ¡Pfffffff! – El nombre del culpable hizo que Najimi se carcajeara. – ¿En serio? ¿Carl Pritt? ¿Se supone que ese sea un alias o es su verdadero nombre?
Apollo no parecía divertido. – Ese es su verdadero nombre...
– ¡Ohhh, diablos, esto no tiene precio! – Najimi se agarró los costados, intentando contenerse la risa. – ¿Cuál era el hombre de la víctima? ¿Vick Timm? ¿Deid Mann? [Kometani: Lo siento, a ese lo mataron hace ya quince años...]
– SI me dejaras terminar... – replicó Apollo abruptamente.
– En las noticias de hoy... – Najimi adoptó un tono serio como de reportero de un noticiario, y cogió un menú cercano para fingir que se trataba de un reporte de noticias – ... Vicki "Vick" Timm fue hallada muerta en la Preparatoria Itan. El sospechoso, Carl Pritt, fue aprehendido en la escena y arrestado sin posibilidad de fianza por cargos de asesinato en primer grado. Será enjuiciado...
– ¡Najimi! – gritó Phoenix, provocando que soltara el menú.
– Urk... lo siento, sólo estaba bromeando... – Najimi hizo un puchero.
– Como les estaba diciendo... – Apollo continuó. – El Sr. Pritt fue condenado no sólo por asesinato en primer grado, sino de cinco cargos por agresión sexual. Fue sentenciado a ejecución apenas tres días después del juicio.
Al escuchar esas palabras, todo el grupo colectivamente tuvo un escalofrío, particularmente Shouko y Phoenix.
– ¿A-agresión sexual? – preguntó Athena dudosa.
– Sí. Realmente horrible. – respondió Apollo con tristeza. – Acorde con el artículo, el Sr. Pritt había sido sujeto a varias acusaciones anónimas de agresión sexual por parte de varias estudiantes, junto con un montón de rumores muy desagradables. Basta con decir que, incluso sin el testigo que lo sometió, habría sido el sospechoso principal de todas maneras. – terminó de explicar. Phoenix tembló al oír la descripción de Apollo sobre el Sr. Pritt.
– Pero no lo entiendo. ¿Por qué Itan no lo despidió, si les estaba haciendo esas cosas tan horribles a las chicas? – se preguntó Trucy.
– Bueno, hay una declaración del director un poco más abajo. – Apollo se deslizó por el artículo de nuevo, buscando el pasaje relevante. – Dice que supuestamente no había ninguna evidencia de las alegaciones contra el Sr. Pritt más allá de las acusaciones de las víctimas. La escuela quería despedirlo, pero temieron que si lo echaban sin pruebas concretas de sus acciones, podrían exponerse a sufrir una demanda por despido injustificado.
– ¡Bueno, aun así deberían haberlo despedido cuando tuvieron la oportunidad y aguantarse los costos de la demanda! – Najimi cruzó los brazos con indignación. – Tal vez de esa manera no habría hecho tanto daño, y la víctima seguiría con vida.
– Sí, suena a que eso habría ayudado... pero ya sabes lo que dicen: es más fácil ver todo en retrospectiva. – replicó Phoenix sombríamente. («Por lo menos, fue aprehendido antes que Trucy comenzara a asistir a Itan...»)
– Hablando de la víctima, ¿el artículo menciona quién fue? – preguntó Athena.
– Esperen un segundo... – Apollo volvió a deslizarse hacia arriba. – ¡Justo aquí! Dice que la víctima por la que el Sr. Pritt fue acusado de asesinato era Takara Yamai, de diecisiete años de edad.
– ¡Espera! ¿Acabas de decir "Yamai"? – inquirió Athena. Todos los demás tenían miradas inquisitivas similares en sus rostros. – Si ese es el caso, ¿acaso estaba emparentada con Ren Yamai?
– Sip. – asintió Apollo. – Más tarde el artículo confirma que era la hija de Masatomo Yamai, lo que la convierte en la hermana de Ren.
[No puedo imaginarme lo que debe estar pasando por la cabeza del Sr. Yamai. Tener a una hija muerta y a la otra herida en el hospital. Debe ser horrible para él...] escribió Shouko. Una lágrima solitaria bajó por su mejilla.
– Sí... seguramente debe estar enterrándose en su trabajo para sobrellevar la pérdida de una de sus hijas. – teorizó Trucy.
– Puedo entender eso, pero sigue sin ser excusa para ser tan negligente con su otra hija que aún sigue viva. – replicó Athena tajantemente. («No es que eso tampoco le dé a Ren un pase libre para su comportamiento actual. Es una pena que Hitohito tenga que sufrir por culpa de los problemas familiares de esa chica...»)
Phoenix asintió estando de acuerdo también. – Concuerdo. No era el único que estaba sufriendo por la muerte de Takara; debería haber estado más presente en la vida de Ren. Aun así, no hay mucho que se pueda hacer ahora por eso. – concluyó, antes de volverse a Apollo. – ¿Pudiste encontrar algo en el artículo que conecte este caso con Blackquill?
– No directamente, pero hay una cita al final del artículo que me llamó la atención, una declaración dicha por el fiscal de ese caso... – Apollo se puso a bajar por el artículo hasta el final, y luego le dio la vuelta a la pantalla de su laptop para que el resto del grupo pudiera verla.
[En una declaración hecha al Kanagawa Times, el Fiscal Gaspen Payne tenía lo siguiente que decir: "Casos como éste son los que me recuerdan por qué me convertí en un fiscal, aparte de mantener la orgullosa tradición de mi familia. Carl Pritt era un monstruo que aterrorizó a las desafortunadas jóvenes que asistían a la Preparatoria Itan. Es una pena que el fiscal que anteriormente fue asignado a este caso no sólo resultó ser un rufián y un asesino igual de despiadado, sino también un egocéntrico en busca de gloria. A pesar de todo, estuve más que feliz de tomar las riendas de este caso y darle a la Srta. Yamai y a las demás víctimas de las fechorías de Pritt la justicia que merecían, tanto como fiscal como un orgulloso defensor de las mujeres y niñas. Sólo puedo esperar que mi gran despliegue de valentía le permita a Itan tener un futuro más brillante."]
Athena casi se atragantó del asco. – Uggghh, ¿es que este tipo no podía inflarse más? – preguntó. – No me malentiendan; no hay nada de malo con condenar a una persona que estaba aprovechándose de chicas jóvenes, ¡pero este tipo parece que se cree el regalo de Dios para la ley!
– Bueno, es un Payne... – señaló Phoenix. («Me pregunto cuál será su relación con Winston. ¿Su hermano? ¿Hijo? ¿Tal vez su nieto?»)
– ¡Ciertamente hace honor a su nombre! – replicó Athena. («¿Y cómo se atreve a referirse a Simon como un rufián y un asesino? ¡Este tipo suena a que es un patán arrogante!»)
– ¡Qué patán tan arrogante! – chirrió Widget.
– ¡Widget! – Athena se agarró su collar de la vergüenza.
– ¡Ja! ¿No creen que sería divertido si Widget dijera eso en la corte?
La cara de Athena se puso todavía más roja. – ¡N-No! – dijo tartamudeando.
Apollo salió al paso para salvar a Athena de la vergüenza. – En cualquier caso, ¿se dieron cuenta de la segunda línea de la declaración donde el Sr. Payne se felicita a sí mismo? – les preguntó, moviendo la mano hacia la pantalla para señalar el pasaje al cuál se estaba refiriendo.
[...Carl Pritt era un monstruo que aterrorizó a las desafortunadas jóvenes que asistían a la Preparatoria Itan. Es una pena que el fiscal que anteriormente fue asignado a este caso no sólo resultó ser un rufián y un asesino igual de despiadado, sino también un egocéntrico en busca de gloria...]
Athena la leyó un par de veces más. – ¿Egocéntrico en busca de gloria? ¿Es que este tipo en serio no tiene nada de autoconciencia? – preguntó enojada.
– Bueno... es lo más probable, pero el hecho de que se refiera al fiscal anterior como un asesino significa que lo más probable es que estuviera hablando de que Blackquill era quien estaba a cargo de este caso antes de su arresto. – señaló Apollo.
– ¡Ohh sí, tienes razón! ¡Entonces este caso debe ser el asunto pendiente de Blackquill! – exclamó Athena. («¡Estaba tan ocupada enfadándome con este tipo Payne llamando a Simon un asesino que me pasé totalmente por alto que se estaba refiriendo a que Simon fue el fiscal anterior!»)
– ¡Pero eso no puede ser! – declaró Najimi. – ¡Acorde con este artículo, este sujeto Carl Pritt fue arrestado, juzgado, condenado, y ejecutado! ¡Eso suena a que el asunto está bien cerrado!
– Quizás, pero de nuevo, este artículo no tiene toda la información del caso. – señaló Phoenix, tomando un sorbo de su café. – Y si resulta ser que el Fiscal Blackquill fue asignado a este caso, quizás es que desaprobaba la forma en que el Fiscal Payne lo manejó y quería asegurarse de resolverlo correctamente.
– ¡Muy bien! ¡¿Entonces qué tal si me llevo el artículo conmigo y se lo restriego en la cara a Blackquill durante el juicio?! – sugirió Athena, alzando sus puños.
– Bueno, para empezar, dudo que haya una oportunidad de hacerlo durante el juicio. – replicó Phoenix. – Más aún, no es una prueba definitiva de que haya sido el fiscal anterior. Seguramente lo negaría. Tendremos que buscar más información antes de confrontarlo con ella.
– Sí... – Apollo miró de nuevo su laptop. – No tengo planes para hacer nada en la oficina hoy más que limpiar el baño, así que podría investigar esto más a fondo mientras ustedes están en el juicio. Sin embargo, no sé si debería ya que podría estar ladrándole al árbol equivocado. ¿Ustedes creen que valga la pena seguir investigándolo?
Inmediatamente, Shouko estampó sus manos sobre la mesa, se acercó a Apollo y asintió vigorosamente, haciendo brotar un par de orejas de gato. Apollo se sorprendió un poco, pero se rio de su entusiasmo. Ella inmediatamente se dio cuenta de lo que hacía y volvió a hundirse en su silla algo avergonzada.
– ¡Bueno, a juzgar por las orejas de gato, yo diría que la Srta. Komi está a bordo con la idea! – Phoenix sonrió, lo que le ganó miradas extrañas del resto del grupo, y una de preocupación por parte de Shouko. («En serio, ¿de verdad yo soy el único que se da cuenta que le salen orejas de gato cuando se emociona?») [Kometani: Si Tadano estuviera aquí, él también lo notaría...]
– Muuuuuy bien... – replicó Apollo con una ceja levantada. Luego se volvió hacia Athena. – En cualquier caso, te pasaré el artículo para que puedas revisarlo con calma. Por supuesto, también haré todo lo posible para enviarte cualquier cosa que encuentre hoy.
Athena asintió. – ¡Gracias, Apollo!
Phoenix revisó su reloj. – ¡Vaya, miren la hora! – dijo antes de volverse hacia Shouko, Najimi y Trucy. – ¡Ustedes tres ya deberían irse a la escuela!
– ¿Qué? ¿Tan pronto? – preguntó Najimi. – ¡Pero si acabamos de llegar!
– ¡Sí, papá! ¿Sólo unos minutos más? ¡Te prometo que no llegaremos tarde! – suplicó Trucy.
– Lo siento, Truce, pero la escuela es muy importante, y seguramente los padres de Shouko y Najimi se enfurecerían conmigo si hago que lleguen tarde. – Phoenix se rascó detrás de la cabeza.
– Ahh... je... sí, mis padres... – murmuró Najimi por lo bajo, provocando que Athena levantara una ceja.
(«¿Soy yo, o me pareció detectar unos fuertes sentimientos de tristeza cuando Najimi mencionó a sus padres?») se preguntó. Por más curiosidad que tuviera, ya tenía las manos llenas con tener que ayudar a Hitohito hoy, así que eso tendría que esperar. Aunque sí se dio cuenta que Phoenix también pareció percibir la aprehensión de Najimi en relación a sus padres.
– Ohh, de acuerdo... – Trucy suspiró antes de coger su bolso de la escuela. – Te veré cuando vuelva a casa después de clases hoy... – dijo antes de dirigirse hacia donde estaba su papá y usar su brazo libre para abrazarlo.
– ¡Que tengas un gran día en la escuela, Truce! ¡Te quiero, cariño! – le dijo Phoenix devolviéndole el abrazo y dándole un besito en la frente a su hija.
– Yo también te quiero, papi. – Trucy sonrió. Luego de mantener el abrazo por unos segundos, Trucy se fue hacia la puerta y se despidió con la mano. – ¡Buena suerte hoy en la corte!
– ¡Sí! ¡Espero que le pateen el trasero a ese Patánquill de vuelta hasta su celda en prisión! – Najimi también se despidió con la mano.
– ¡Je, lo intentaremos! – se rio Phoenix.
Antes de irse, Shouko se aproximó hacia los abogados. Los tres la miraron algo confusos, preguntándose qué les iba a decir. Estuvo a punto de coger su libreta, pero se detuvo justo cuando tenía la mano encima de su bolso. Respiró profundamente, y entonces habló.
– Por... favor... cuiden... de... Hitohito...
– ¡No te preocupes, Shouko! Él está en buenas manos. ¡Nos aseguraremos de que haya vuelto a clases contigo la próxima semana! – Athena se golpeó la palma con el puño y sonrió. – ¡Y también le daremos tu regalo!
Shouko también asintió y se unió a Najimi y Trucy para marcharse. Luego que se fueron, Phoenix se giró hacia Athena.
– ¡Nosotros también deberíamos irnos! – le informó antes de dirigirse hacia la puerta.
– ¡Claro! – Athena asintió y se levantó de su asiento. Cogió el paquete de regalo para Hitohito y se lo entregó a Phoenix para que lo cargara. – Nos vemos luego, Apollo...
– ¡Hey, esperen un segundo!
Dos figuras en la parte de atrás del restaurante interrumpieron su despedida. Uno de ellos era un hombre joven de complexión morena con un mechón similar a Hitohito, vestido con un traje a medida. El otro era un chico alrededor de la edad de Hitohito de pelo negro, y con un mechón levantado que parecía antena de televisor antiguo. Llevaba un delantal de color granate sobre un uniforme de chef y llevaba una cajita de papel con el logo de "Markus & Ise".
– Hey, ustedes son los abogados de Toto, ¿verdad? ¿De quienes estaba hablando AJ? – dijo el hombre de traje a medida.
– ¡Tenemos un pequeño paquete para él! – dijo el chef levantando la caja.
Athena pareció confusa. – Bueno... sí somos abogados, pero... ¿quién es Toto?
– ¿No se refieren al perro de El Mago de Oz? – preguntó Phoenix.
– Se refiere a Hitohito. – explicó Apollo, y se puso de pie para presentar a los dos recién llegados. – Él es Markus — señaló al hombre con traje – y él es Ise. – señaló al chef. – Estos dos son el primo y amigo de la infancia de Hitohito, respectivamente, y amigos míos de cuando iba en preparatoria. – Apollo entonces volteó su atención hacia su colega y su jefe para presentarlos. – Ella es Athena Cykes, mi colega en el trabajo y la abogada defensora de Hitohito. Y él es mi jefe, Phoenix Wright.
– Umm... ¡un placer conocerlos a ambos! – Athena sonrió mientras ofrecía la mano para un apretón.
– ¡El placer es todo mío, mademoiselle! – Markus tomó la mano de ella para besársela.
– Bueno... je... ¡vaya saludo! – La forma un poco directa en que Markus saludó a Athena hizo que se sintiera un poco avergonzada. Por otra parte, a Apollo no le pareció divertido y le lanzó una mirada molesta a Markus.
– ¡Hey, vamos, AJ! ¡No te pongas celoso! ¡Si quieres yo también puedo darte un beso en la mano! – Ise le guiñó el ojo.
Apollo frunció el ceño aún más. – ¿Mencionaron que tenían un paquete para Hitohito?
– ¿Hmm? ¡Ohh, sí! – Ise le entregó la caja a Athena. – Esta caja contiene todas las comidas favoritas de Hitohito para el desayuno: croissants, crepas de desayuno, rollitos de tostadas francesas, y por supuesto, ¡mis buñuelos insignia!
– ¡Hey! ¡Qué coincidencia! – Athena aceptó la caja, se la entregó a Phoenix y sonrió de nuevo. – ¡La mamá de Hitohito también horneó algunos buñuelos para él anoche!
– No me malentiendan. La tía Jeanne sabe hornear muy bien, ¿pero Ise? ¡Está en otro nivel por completo, lindura, y sus creaciones están a la altura de los grandes, como Samson Tangaroa y Carmelo Gusto!
(«Me sorprende que alguien de su edad sepa quiénes son ellos...») pensó Phoenix, tratando de acomodar la caja junto con el regalo. («Y también, ¿de cuándo a aquí me convertí en la mula de paquetes de la Agencia?») [Kometani: Los contenidos de esos paquetes no pesan tanto, Sr. Wright. Simplemente usted anda un poco fuera de forma...]
– Además, sabiendo lo mucho que Toto ama los buñuelos, siempre estará feliz de recibir más, ¡especialmente de su amigo Ise!
– ¡Bueno, gracias! ¡Eso es muy considerado de su parte! – sonrió Athena. («Un regalo de Shouko y algunos bocadillos para desayunar de Markus e Ise junto con los buñuelos de la Sra. Jeanne. Me alegro de que Hitohito tenga a personas que lo quieren y se preocupan por él...»)
– Hay otra cosa más, por si se encuentran con la tía Jeanne o el tío Hitoshi... – Markus se puso la mano en el mentón.
– ¿Y qué sería? – preguntó Athena.
– ¡Háganles saber que estamos dispuestos a ayudarles con cualquier gasto legal que tengan! – Markus se quitó la mano del mentón y la usó para acomodarse la chaqueta.
– Eso es muy generoso de ustedes, ¡pero no se preocupen! ¡No planeo cobrarles un ojo de la cara! – Athena se rascó detrás de la cabeza tímidamente. Aunque necesitara el dinero para la renta, no se sentía bien cobrándoles una suma tan exorbitante.
– Eso no importa. Son familia, ¡y la familia se tiene que apoyar! – Markus se cruzó de brazos.
– Además, Toto es invaluable para nosotros, ¡y queremos asegurarnos que ustedes reciban una buena compensación! – agregó Ise.
– ¡Así que más les vale que nos lo traigan de vuelta! – Markus apuntó con el dedo a los abogados.
– ¡No se preocupen! ¡No los decepcionaremos! – Athena se golpeó el puño contra su palma y asintió con determinación. Phoenix también asintió.
– Ya tenemos que marcharnos, ¡pero fue un placer conocerlos! ¡Que tengan un buen día! – se despidió de ellos y se dirigió hacia la salida, con Athena siguiéndolo.
– ¡No sean unos extraños! ¡Y también, si logran sacar a Toto de este atolladero, les daremos un generoso descuento aquí! – Markus se despidió también.
– ¡Díganle a Toto que le enviamos saludos! – agregó Ise.
Luego que se marcharon, Markus se giró hacia Apollo y silbó. – ¡Hey AJ, tu colega del trabajo es muy linda!
– Espero que no estés planeando tratar de ligar con ella... – replicó Apollo con los dientes apretados.
– AJ, mi buen hombre, sé bien que sientes algo por ella, ¡y jamás soñaría con robarme a una chica a la que le has echado el ojo! – Markus le dio un codazo a Apollo en el brazo mientras le guiñaba el ojo.
– Le besaste la mano... – señaló Apollo.
– ¡Vamos, eso fue sólo un saludo tradicional francés! – Markus se puso a agitar las manos defensivamente. [Kometani: No, no lo es...]
– Ya sabes lo que dicen: cuando estás en Francia, ¡haz como los franceses! – dijo Ise.
– Ok, primero: no estamos en Francia. Segundo: el dicho se refiere es a los romanos, ¡no a los franceses! – Apollo rodó los ojos.
– Está bien, está bien. Supongo que tienes razón. – Ise negó con la cabeza. – Aun así, no hay duda que es muy linda. No tanto como Toto, pero le llega muy cerca.
– ¡En serio deberías invitarla a salir! – sugirió Markus.
– ¿Qué...? ¡NO! – Apollo se echó para atrás. – ¡No hay forma de que pudiera hacer eso!
– ¿Por qué no, AJ? – replicó Markus en tono juguetón.
– Para empezar, ¡las cosas no son así! ¡Ni siquiera la veo de esa manera! – insistió Apollo [Kometani: Está mintiendo]. Markus e Ise le lanzaron una mirada de "No te lo creo". – Y-y aún si así fuera, no hay forma de que ella me fuera a corresponder. ¡Somos demasiado diferentes!
– Bueno, ya sabes lo que dicen: ¡que los opuestos se atraen! – sonrió Markus. – Además, ¿qué es lo peor que podría pasar? ¿Que te diga que no?
– Miren, ahora mismo tengo demasiadas cosas en mi cabeza, y en este momento, invitar a salir a mi colega del trabajo, lo cual permítanme recordarles es una receta segura para el desastre en mi carrera, está muy abajo en mi lista de prioridades. Así que ahora, si me disculpan... – se movió hacia su laptop para cerrarla – ... tengo una investigación que hacer.
– Muy bien... – suspiró Markus.
Apollo recogió su laptop y la metió dentro de su bolsa. Pero antes que pudiera marcharse, alcanzó a escuchar que Markus empezaba a cantar algo entre dientes:
– Abogada soltera, luchando por su cliente. Usa minifaldas, y es independiente...
– ¡Ya basta! – exigió Apollo.
– Ok, ya capté el mensaje. No seguiré molestándote... por ahora... – Markus agitó las manos defensivamente. – ¿Podemos traerte algo más antes que te vayas?
– Sólo un café para el camino... – dijo Apollo.
– ¿El de siempre con tres tazas de expreso? – preguntó Ise.
– Que sean cuatro... – replicó Apollo. Luego se puso a pensarlo un poco más. – Pensándolo bien... que sean cinco. Tengo el presentimiento de que hoy las voy a necesitar...
– ¡Tus deseos son mis órdenes, AJ! – dijo Ise con una reverencia.
Justo afuera, Apollo escuchó el ruido de unos frenos chirriando, seguido de un claxon y lo que pareció un enorme salpicón de agua. Lo habría descartado como el típico comportamiento de un conductor imprudente en una mañana de trabajo, pero lo que captó su atención fue el grito de Athena que le siguió apenas unos segundos después.
– ¡HIJO DE P—!
28 de septiembre, 9:20 AM
Corte del Distrito – Lobby de acusados No. 3
Athena corría frenéticamente por los pasillos del tribunal, tratando de localizar el lobby de acusados donde estaría su cliente. Planeaba llegar mucho antes de lo que lo hizo, pero el infortunio que le ocurrió al salir del café la obligó a tomar un desvío de vuelta a su casa.
Apenas unos minutos de haber salido del café, pasó frente a un enorme charco que había en el camino junto con Phoenix. Justo en ese instante, un auto pasó y tuvo que frenar de golpe, pasando por encima del charco y salpicando a Athena con agua de lluvia lodosa, lo que le arruinó su traje. Apollo salió del café al escucharla gritar su improperio para ver cómo estaba. Tras confirmar que se encontraba bien, Apollo y Phoenix se ofrecieron a acompañarla a su casa para que pudiera lavarse, lo cual ella declinó. Cada uno se fue por su lado, con Phoenix dirigiéndose primero a la oficina antes de ir al tribunal, Athena se fue a su casa, y Apollo a seguir investigando sobre el artículo.
Llegar a su casa, darse una ducha, ponerse ropa limpia y tener que volver a arreglarse el cabello le llevó la mayor parte de una hora que Athena planeaba utilizar para formular una estrategia en el juicio de hoy. Intentó tomar ventaja del efecto que tenía su ducha en potenciar sus habilidades cognitivas para crear su estrategia, pero todo lo que podía pensar era en el estrés por llegar tarde al juicio. Finalmente se resignó ante el hecho de que tendría que operar de la misma forma que usualmente lo hacía su jefe: improvisando e inventándose cosas sobre la marcha.
Athena llegó al tribunal aproximadamente hacía diez minutos y finalmente encontró el lobby para acusados donde se suponía que debía estar tras buscar por un buen rato. Abrió de golpe las puertas del lobby, donde encontró a Phoenix, Hitomi y Jeanne esperándola, con un par de alguaciles estoicos haciendo guardia. Jeanne estaba sentada en el sofá, temblando y jugueteando con sus pulgares, mientras Hitomi se paseaba intranquila por toda la habitación.
– Perdón... por... llegar... tarde... – dijo Athena jadeando mientras trataba de recuperar su aliento.
– ¡Bueno, lo que importa es que llegaste! – dijo Phoenix con una pequeña sonrisa. – Aunque para ser honesto, ya empezaba a preocuparme de tener que tomar tu lugar.
– ¡Hey! ¡Usted sabe que no podía venir aquí cubierta de lodo! – se quejó Athena.
– En efecto, eso habría sido un problema para nuestras posibilidades... – se rio Phoenix.
Hitomi se aproximó a los dos abogados. – Hablando de posibilidades, ¿cómo pintan las cosas para mi hermano? ¿Creen que podrán lograr que lo declaren inocente?
– Bueno... – Athena quería decirle que sí, pero no estaba tan segura. Ahora que la adrenalina se le había bajado, se dio cuenta que no sólo no estaba tan preparada como desearía estarlo, sino que esta sería su primera vez liderando una defensa. – Su...pongo...
– ¡Lo haré todo sobre la marcha! – Widget tuvo que (no) ayudarles con ese recordatorio, para exasperación de Athena y el horror tanto de Hitomi como Jeanne.
– Lo sabía. ¡Mi pobre Hito-chan está condenadoooooo! – lloriqueó Jeanne.
– ¡Hey! ¡Anímese, no es tan serio como parece! – replicó Phoenix tratando de mantener la calma. – Mientras podamos mantener la posibilidad de que Itsuki Honshoku sea el verdadero culpable, deberíamos ser capaces de evitar que Hitohito sea declarado culpable.
– Tiene razón. Perdónenme, he estado toda la mañana desorientada desde que me salpicaron en ese charco. – se disculpó Athena.
– Recuerda lo básico: busca contradicciones, señálalas, y síguelas hasta su conclusión lógica, ¡y todo irá bien! Y cuando las cosas se pongan difíciles, ¡recuerda que es allí que tienes que darles tu mayor sonrisa! – le aconsejó Phoenix, tratando también de sonreírle para darle ánimos.
– Gracias, jefe... – replicó Athena. Aún estaba muy insegura de sus posibilidades, pero sus consejos le ayudaron a calmarse considerablemente.
– Entonces, ¿Hito-chan va a estar bien? – preguntó Jeanne tímidamente.
– No se preocupen. ¡Me aseguraré que vuelva a casa con ustedes pronto! – replicó Athena, colocándole una mano en el hombro a Jeanne para reconfortarla. – A propósito, ¿dónde está su marido?
– ¡Ohh, Hitoshi está ayudando al Detective Gymshoe a encontrar al Sr. Honshoku! ¡Dijo que esperaba que encontrarlo ayude a aclarar todo este lío! – replicó Jeanne.
– ¿Qué? ¡Creí que su nombre era Gumtree! – Hitomi miró a su mamá con una expresión confusa en el rostro.
– Umm... estoy bastante seguro que su nombre era Gumshoe. – les recordó Phoenix.
– Sí, eso fue lo que dije, ¡el Detective Suedeshoes! Mi marido lo está ayudando. – replicó Jeanne con una sonrisa.
– Err... no importa. – Phoenix suspiró. («Para ser honesto, yo también creí que su nombre era Suedeshoes cuando lo conocí la primera vez, así que realmente no estoy en posición para criticar...»)
Las puertas del lobby para acusados se abrieron, y dos oficiales de policía escoltaron a Hitohito dentro de la sala. Estaba cabizbajo, con esposas en las muñecas, y se veía aún más pálido y cansado que el día anterior, lo que inmediatamente hizo que los corazones de Hitomi y Jeanne se hundieran. Sin perder tiempo, Hitomi corrió para atrapar a su hermano en un abrazo, al cual apenas sí le correspondió.
– ¡Buenos días, Hitohito! – trató Athena de saludarlo cálidamente. Se sintió igual de descorazonada al verlo en ese estado, pero hizo todo el esfuerzo posible por sonreírle, tanto por su bien como por el de su familia.
– ... Buenos días, Srta. Cykes... – replicó en voz monocorde, haciendo que los oídos de Athena se alzaran. Luego, caminó dando tumbos hacia el sofá y se sentó junto a su madre. Hitomi lo siguió y se sentó junto a él, donde volvió a abrazarlo.
– Hito-chan... – Jeanne sujetó con cuidado la mano de su hijo y la apretó ligeramente, colocándole el otro brazo alrededor de los hombros y acariciándole la espalda. Sin embargo, Hitohito estaba demasiado abatido para reaccionar al afecto de su familia.
– Te traje algo de desayuno... – dijo Athena cogiendo la caja que llevaba y se la entregó. – ¡Es de tu primo Markus y tu amigo Ise!
Hitohito abrió la caja sin muchos ánimos. Adentro vio la enorme variedad de sus bocadillos favoritos que Ise le había preparado con cariño. – No gracias... no tengo hambre... – dijo cerrando la caja.
– ¡Pero tiene tus favoritos! – dijo Jeanne suplicando. Hitohito negó con la cabeza y le dio la caja a su madre. – Hito-chan, ¿qué te pasa?
– No me pasa nada... – mintió.
– ¡Y un cuerno que no te pasa nada! – exclamó Hitomi. – Te ves todavía peor que ayer. ¿Algo sucedió? ¿Esos detectives horribles y corruptos volvieron a maltratarte de nuevo? ¡Más les vale que no lo hayan hecho!
Los ojos de Hitohito se abrieron de golpe. Las palabras de Hitomi le hicieron recordar la visita de Yamai la noche anterior.
– Uhh...
– Hitohito... – dijo Phoenix. – Sé que esto es difícil para ti, pero si algo te pasó en el Centro de Detención anoche, por favor dínoslo. Así podremos ayudarte...
(«Algo terrible en el Centro de Detención anoche. Fue sólo un sueño; tiene que haber sido un sueño. Pero se sintió demasiado real...») pensó Hitohito para sí mismo. Las preguntas de Hitomi y Phoenix acababan de desenterrar una memoria que había tratado de olvidar. Y allí, comenzó a revivir los eventos de la otra noche.
**************************
Recordó que lo llevaron a la sala de visitantes, pensando que Shouko había venido a verlo. En retrospectiva, debería haber estado más escéptico de eso, considerando las altas horas de la noche, pero estaba tan desesperado que quería creerlo. Sin embargo, la imagen que vio cuando las luces se encendieron rápidamente descartaron dicha noción.
Estaba cara a cara con su enemiga mortal: Ren Yamai. Un hombre muy extraño en traje de negocios y con gafas oscuras la estaba escoltado. Detrás de él, los dos detectives lo sujetaron a la silla con esposas para evitar que pudiera escapar. Sin forma de salir, se había convertido en una audiencia cautiva para la más reciente amenaza de Yamai.
– ¡Hola, Tadano! – habló con una dulce sonrisa que ocultaba su maldad. – ¿Me extrañaste?
Empezó a negar con su cabeza frenéticamente. Era obvio que no la extrañaba. Ella era la última persona a quien él deseaba ver. Inmediatamente se arrepintió de hacer esto, ya que no estaba seguro de cómo iba a reaccionar. Sin embargo, ella mantuvo su sonrisa.
– Ohh, ya veo. Supongo que debías estar esperando a Komi-sama, ¿eh? – le preguntó. Hitohito no le respondió. – Dije, supongo que debías estar esperando a Komi-sama, ¡¿eeehh?! – repitió, esta vez con un deje de furia.
– ¡Respóndele, pequeña mierda! – ordenó la mujer detective, dándole un golpe por detrás de la cabeza.
– Uhh... ajá... sí... – asintió con renuencia.
– Por supuesto que sí, ¡nunca puedes dejarla en paz! – Yamai reasumió su expresión de dulzura. – ¿Sabías que vino a visitarme más temprano esta noche? ¿No crees que fue muy considerado de su parte? Me sentía en la luna. Ver su rostro me iluminó luego de este día tan miserable, el cual tú me causaste, debo agregar.
Yamai sonaba llena de desprecio, pero nunca dejó de sonreír. Hitohito no podía negarlo: no estaba 100% seguro de que él no lo había causado.
– Así que tuvimos una pequeña charla, le informé de lo que pasó entre nosotros y ¿sabes qué? Ella me creyó cada palabra. Una vez que vio la herida en mi cabeza, ella supo que tú me atacaste salvajemente con intenciones de matarme. ¡Obviamente se sintió horrorizada y traicionada de que alguien que decía ser su amigo intentara cometer un asesinato!
Yamai estaba mintiendo a través de su sonrisa. Sin embargo, Hitohito estaba demasiado aterrado de ella para señalarle su hipocresía.
– ¡Así que ahora te odia por lo que me hiciste! ¿Recuerdas cuando dijo que ella misma escogería a sus amigos? ¡Parece que al final me escogió a mí después de todo! – le dijo Yamai a un horrorizado Hitohito, que sólo pudo soltar un grito ahogado del shock. – ¡Ohh, no te sorprendas tanto! ¿Por qué si no crees que no vino a visitarte? ¡Ella no quería tener nada más que ver contigo, y esperaba que te encerraran por el resto de tu vida por lo que hiciste! Aunque en retrospectiva, era inevitable que ella elegiría a alguien linda, popular y talentosa como yo, en lugar de un patético donnadie como tú, ¡que no puede hacer otra cosa que atacar con rabia impotente!
Hitohito comenzó a hiperventilar. No importaba cuánto quisiera negarlo, sus peores temores se habían confirmado: Shouko lo odiaba. Aunque lograra por algún milagro evitar un veredicto de culpabilidad, su relación con ella estaría destruida por completo y para siempre en su mente. Y todo por algo que ni siquiera podía recordar haber hecho.
Yamai se reclinó sobre su silla de ruedas y juntó ambas manos. Estaba muy feliz de ver la reacción que sus palabras provocaron en Tadano. Era sólo cuestión de tiempo antes de que se hubiera quebrado por completo y se perdiera en la desesperación. Sin embargo, decidió retorcer aún más el cuchillo.
– Ohh, pero ella no es la única persona que está asqueada contigo, ¿sabes? – dijo sonriendo. Su sonrisa poco a poco se fue tornando una mueca sádica mientras veía a los ojos a Tadano, que se preguntaba a qué se refería. – Durante mi estadía en hospital, tuve la oportunidad de contar mi historia en las redes sociales, especialmente en el grupo de Facelook de nuestra escuela. ¡Resulta que a la gente no le gustan los chicos que golpean a las chicas sin provocación, porque ahora todos en la escuela te odian! – declaró triunfante. – ¿No me crees? ¡Velo por ti mismo!
Sacó su teléfono inteligente y abrió la app de Facelook, mientras el hombre de traje le empujaba la silla de ruedas hacia la barrera de vidrio. Los dos detectives empujaron a Hitohito hacia el cristal, obligándole a ver los contenidos de su teléfono.
En el teléfono había un post que Yamai había hecho de manera anónima que fue compartido en el grupo de Facelook de la Preparatoria Itan. Las respuestas ofrecieron simpatía hacia Yamai de manera universal y condenaban a Hitohito por la acción. Incluso los estudiantes más amables que solían ser corteses con él expresaron su decepción. Adicionalmente, varios de los estudiantes más hostiles mostraron un deseo de lastimarlo y amenazaron de llevar justicia como vigilantes en nombre de Yamai y Komi, si lo declaraban inocente.
Hitohito empezó a respirar con más dificultad. Ya estaba al borde de un colapso.
– ¡Hasta hubo comentarios de gente fuera de Itan que te querían ver muerto, Tadano! – señaló Yamai. – Así que como ves, incluso si tienes a ese famoso abogado Phoenix Wright de tu lado, no tienes futuro, ni en Itan ni en ninguna parte. Todos en la escuela están en tu contra. ¡Diablos, todos en el país están en tu contra!
»Es mejor que te quedes en tu jaula donde perteneces, muchachito, o de lo contrario te voy a enterrar. E incluso si no lo hago yo, alguien más lo hará. ¡Ahora sáquenlo de aquí! – les ordenó Yamai a los detectives.
Ambos levantaron a Hitohito a la fuerza.
– Una cosa más: será mejor que te quedes calladito. Supongamos que descubro que tu abogado santurrón de pelos pinchos o su igualmente molesta ayudante pelos de zanahoria están metiendo las narices en mis asuntos. En ese caso, me aseguraré de que sufras muy dolorosamente antes de que entierre tus restos en las montañas. Adiós, Tadano. ¡Nadie te va a extrañar! – se despidió Yamai burlonamente.
Los detectives obligaron a Hitohito a marchar fuera de la sala. Antes de irse, podría jurar que escuchó a Yamai decir una última cosa.
– ¡Lléveme de vuelta al hospital, Sr. Asano! Necesitaré un descanso de belleza o cualquier otra cosa que me alivie esta jaqueca...
**************************
– Umm... ¡hola! ¿Hitohito? ¿Estás ahí, hermano? – Hitomi estaba tratando de llamar su atención.
– ¿Hmm? ¡Ahhh! – Hitohito salió de andar soñando despierto cuando Hitomi se puso a presionarlo. – Perdón, es que estaba pensando en algo.
– ¿Tiene algo que ver con lo que pasó anoche? – preguntó Athena.
– No... – replicó Hitohito. – Err, en realidad, sí...
– Bueno, ¿de qué se trata? – inquirió Phoenix.
*¡SLAM!*
Phoenix sintió que su magatama vibraba. Las mismas cadenas de ayer reaparecieron alrededor de Hitohito, y los mismos cuatro psico-candados que ocultaban los secretos de su mente volvieron a encerrarlo.
– Sólo fue un mal sueño que tuve anoche. Nada de lo que deban preocuparse...
Phoenix ya se esperaba que esto sucediera. Recordó que nunca había tenido la oportunidad de enfrentarse a estos psico-candados que habían aparecido ayer por la mañana, y ahora volvían para atormentarlo.
Sin embargo, lo siguiente que ocurrió lo tomó por sorpresa. Otro juego de cadenas apareció para suprimir los secretos de Hitohito aún más. Y luego de unirse al resto de cadenas que ya estaban allí, un nuevo psico-candado apareció para sujetarlas, forzando a Phoenix a lidiar con un total de cinco psico-candados.
(«¡Nunca antes había visto que se formaran nuevos psico-candados! ¡Lo que sea que le haya pasado anoche debe haberlo obligado a enterrar sus secretos aún más!») pensó Phoenix, lo que le hizo preocuparse aún más por el estado mental del muchacho.
Aparte del psico-candado extra, las palabras que dijo también le levantaron las banderas rojas a Athena. Desde que Hitohito apareció esta mañana, ella podía oír la discordia en su corazón con cada palabra que hablaba. Sin embargo, en cuanto mencionó la otra noche, ella pudo oír que sus niveles de miedo y ansiedad comenzaban a desbordarse al punto que todas sus demás emociones quedaban ahogadas. Así que, aunque no sabía qué lo había causado, era muy claro que no fue sólo un mal sueño como se lo había dicho.
– ¡Bueno, pues yo estoy preocupada! ¡Y no sólo porque sea tu abogada, sino que realmente me importa tu bienestar mental, y también a tu madre, a Hitomi, y al Sr. Wright! Por favor, dinos qué es lo que está pasando realmente. Queremos ayudarte. – Athena le colocó una mano sobre el hombro, suplicando.
Hitohito aún podía escuchar las palabras de Yamai haciendo eco en su mente.
– "Es mejor que te quedes en tu jaula donde perteneces, muchachito, o de lo contrario te voy a enterrar."
– En verdad lo aprecio, pero no es nada de lo que deban preocuparse. Ya estoy en paz con lo que he hecho. Será mejor para todos que yo desaparezca. Después de todo, ella ahora me odia... – Hitohito suspiró de manera taciturna.
– ¿A qué te refieres, hermano? – Hitomi lo agarró aún más fuerte. – Me estás asustando...
– Lo siento... – Hitohito bajó la mirada. Pudo sentir que su madre también se aferraba a él.
(«¿Acaso se refiere a Shouko cuando dice que ella lo odia? ¡Pero si eso no es verdad en absoluto!») Los ojos de Athena se iluminaron. – Hey, Hitohito, escucha. Tengo algo más para ti. Es de...
– ¡El juicio está por comenzar! – anunció el alguacil para llamar la atención del grupo. – El acusado y el equipo de la defensa, ¡por favor síganme hacia la sala de justicia!
(«¡Diablos! ¡Si tan sólo tuviera más tiempo! Tendré que darle el regalo más tarde...») pensó Athena.
Hitohito se levantó y caminó hacia el alguacil, que lo agarró del brazo y empezó a escoltarlo hacia la sala de justicia.
– Supongo que esto es todo. Adiós, mamá. Adiós, Hitomi. – dijo dándose la vuelta para ver a su familia antes de seguir al alguacil.
– ¡Hito-chan! ¡No digas eso! ¡Por favor! – exclamó Jeanne llorando. Hitomi se agarró de su madre y trató de consolarla, pero se sentía igual de destrozada que ella.
– Vamos, Athena. ¡Estaré junto a ti todo el tiempo! – le dijo Phoenix con decisión.
– ¡Entendido, jefe! – replicó Athena. Les echó una última mirada a su familia, que se veía abatida.
(«Hitohito, no sé qué fue lo que te pasó anoche que te hizo actuar así, ¡pero no voy a dejar que todo termine aquí! ¡Voy a demostrar tu inocencia, y que tus amigos y familia te quieren y se preocupan por ti!»)
28 de septiembre, 9:30 AM
Corte del Distrito – Sala de justicia No. 8
(«T-t-todo va a estar bien... ¡tú vas a estar bien, Athena! T-t-tienes esto en la bolsa...»)
Phoenix y Athena apenas acababan de llegar al banquillo de la defensa en la sala. En el momento en que asumió su lugar, toda la confianza y determinación que tenía al entrar se desvanecieron y fueron reemplazadas por ansiedad al escuchar los murmullos entre la multitud. Intentó enmascararlo con una sonrisa, pero con lo antinatural que se veía, combinado con sus ojos mirando a todos lados, la delataron.
Al estar mirando alrededor logró captar algunas diferencias en esta sala de justicia con las que ella estaba más familiarizada. Una de ellas era que había dos televisores gigantes de pantalla plana que colgaban a ambos lados del escritorio del juez. Asumió que probablemente se utilizarían para mostrar la evidencia a los abogados durante el caso. La otra fue que el estrado para los testigos se veía más grande de lo que usualmente sería. Se preguntó por qué, pero no se le ocurrieron respuestas.
– ¿Estás bien, Athena? ¡Tienes una expresión muy rara en el rostro! – La preocupación de Phoenix interrumpió sus pensamientos.
– ¡S-s-sí! ¡Totalmente bien! ¡Es como dice Apollo! ¡Me encuentro bien! ¡Sólo estoy tratando de poner mi mayor sonrisa como usted me enseñó! – replicó Athena manteniendo su sonrisa anormal.
Phoenix negó con la cabeza. – Bueno, si te soy honesto, es un poco espeluznante, pero me alegra que estés siguiendo mi consejo.
– Bueno, quizás pueda usarla para asustar al Fiscal Blackquill para que salte fuera de sus botas, ¡y se vaya corriendo a las colinas antes que comience el juicio! – Athena apretó los puños.
– Bueno, eso podría ser un poco difícil cuando no está mirando en tu dirección... – señaló Phoenix.
Y con toda certeza, Blackquill se encontraba al otro extremo de la sala, apoyado contra el banquillo del fiscal de espaldas a Athena. Estaba muy ocupado acariciando a un pequeño halcón negro que se posaba en su brazo.
Athena suspiró. («Debí suponerlo. Dudo mucho que vaya a retroceder incluso si mirara en mi dirección. Aun así, más vale que mantenga mi compostura...») pensó, mirando hacia la silla del acusado, donde estaba sentado Hitohito. Estaba mirando al suelo casi sin vida. Athena dirigió la mirada hacia la galería, donde vio a Hitomi y Jeanne observando el juicio, ambas con expresiones de desasosiego. Al verlas, tuvo que sacudirse su propia ansiedad.
(«Puedo hacer esto. Tengo que hacerlo. Hitohito cuenta conmigo, y también sus amigos y familia.»)
Entretanto, Phoenix también estaba mirando por toda la sala a las personas presentes. Igual que Athena, también vio a la hermana y a la madre de Hitohito muy preocupadas, y esperaba que su protegida pudiese ayudar a su hijo. Además de eso, alcanzó a ver a Junichi Asano observando el juicio en el extremo opuesto de la galería. El hombre de negocios notó a Phoenix fulminándolo con la mirada, y asintió con la cabeza al abogado, como si intentara decirle sin palabras "¡Sólo recuerde nuestro trato!".
(«Viniste a asegurarte que haré lo que me pediste, ¿verdad, Asano? Sí, eso ya está por verse...»)
Unos momentos después, una puerta se abrió cerca del banquillo del juez, y de ella salió una mujer, lo que atrapó a Phoenix con la guardia baja. – ¡Espera un segundo, esa no es nuestro juez de siempre! – le susurró a Athena.
Esto provocó que la chica mirara con atención los rasgos de la jueza mientras se aproximaba hacia el banquillo. Llevaba un vestido largo y negro con bordados rojos en sus mangas y en el cuello, con tacones negros y una faja roja oscura alrededor de su cintura. Una capa de color rosa claro con bordados dorados y sujeta con un pin con una gema azul reposaba sobre sus hombros. Su cabello castaño oscuro estaba atado en una trenza detrás de su cabeza, y un mechón rectangular le obscurecía el ojo derecho. En sus manos llevaba un mazo dorado que sostenía frente a ella como si estuviese rezando una oración.
Con esos rasgos, Athena pudo reconocerla, aunque sólo la había visto una vez antes. Había venido para reconfortarla después del juicio en el cual el Fiscal Blackquill fue condenado por asesinato.
(«La Jueza Verity Gavèlle...») pensó.
Una vez llegó al banquillo, Gavèlle terminó su oración y se sentó. Miró alrededor de la sala por unos momentos antes de alzar su mazo y golpear con él, para silenciar los murmullos de la galería.
Día 1
La Corte entra ahora en sesión
Todos de pie
*¡SLAM!*
– ¡En el nombre de la Diosa de la Ley, la corte entra en sesión para el juicio de Hitohito Tadano! – anunció la Jueza Gavèlle a la sala.
Athena estampó su puño contra su palma con tanto vigor como pudo. – ¡La líder del equipo de la defensa, Athena Cykes, reportándose a trabajar, Su Señoría! – declaró en voz alta y con orgullo.
La Jueza Gavèlle le dedicó una pequeña sonrisa. – Ahh, Srta. Cykes. ¡Ha crecido considerablemente desde la última vez que la vi! – dijo antes de asentir. – Convertirse en una abogada defensora a su edad... ¡eso es un gran logro!
– Ohh...eh, jeje... ¡gracias, Su Señoría! – Athena se frotó tímidamente su coleta.
La jueza entonces dirigió su atención al hombre que se apoyaba contra el banquillo del fiscal. – ¿Está lista la fiscalía? – preguntó en tono severo.
– Hmph, ¿qué clase de pregunta es esa? – gruñó Blackquill con desdén. Se puso de pie y se giró para encarar al resto de la sala con el pájaro posado en su hombro. – ¿Acaso estaría parándome en esta sala si no estuviera totalmente preparado?
La Jueza Gavèlle le lanzó una mirada algo triste al fiscal. – Fiscal Simon Blackquill... ver a un hombre que otrora fue tan orgulloso y noble caer tan bajo. Realmente cuestiono la decisión del Fiscal General Edgeworth de permitirle ejercer en la corte. A pesar de todo, aspiro a mantenerme imparcial en mi fallo durante este juicio. – le dijo. – Ahora, Fiscal Blackquill, por favor deme su declaración inicial.
– Realmente le gustan los sermones, ¿no es así, Su Santidad? – preguntó sardónicamente Blackquill. – ¿Por qué no da usted la declaración inicial?
– Permítame recordarle que es el deber del fiscal dar la declaración inicial en el juicio... – replicó fríamente la Jueza Gavèlle.
Blackquill se tocó la frente con el dedo y sonrió, causando que las cadenas en sus grilletes repicaran con cada movimiento. – Ohh, ¿es que no lo ha escuchado? Las reglas han cambiado en relación a eso. Sin mencionar que su colega ha estado dando declaraciones iniciales muy impresionantes recientemente. Seguro que usted no querría quedar por debajo de Su Calvicie, ¿verdad?
– He escuchado cómo usted ha estado manipulando a mis colegas jueces para que hagan su trabajo por usted, entre otras cosas... – Miró muy severamente a Blackquill. Luego extendió el mango de su mazo y lo blandió como si fuese un martillo de guerra. – ¡Permítame dejarle claro ahora mismo que sus trucos no me engañarán!
Blackquill no pareció impresionado por la amenaza de la jueza, y le devolvió la mirada fría con una sonrisa arrogante. – Eso está bien, Su Santidad, pero aún necesitamos una declaración inicial. Creo que ya sabe lo que hay que hacer para resolver este dilema, ¿verdad?
Athena suspiró desde el banquillo de la defensa. – ¿Es que no puede dar la declaración inicial como un fiscal normal por una vez en su vida? – le gruñó, limpiándose unas gotas de sudor de su cejo.
La Jueza Gavèlle retrajo su mazo y extendió una mano hacia Athena, indicándole que tenía el control de la situación. – Fiscal Blackquill... ¿está al tanto de la cena especial que se está preparando para los prisioneros esta noche? – le preguntó. Dicha pregunta captó la atención de Blackquill e hizo que la sonrisa de su rostro desapareciera de su rostro. – Veo que sí está al tanto, en efecto, de que un buffet especial de fideos de soba está siendo preparado por los chefs de The Whet Noodle, para ser servido esta noche para los prisioneros. Sería una pena si usted no pudiera disfrutar de esa cena debido a su insubordinación en la corte, ¿no lo cree?
Blackquill resopló y sacudió su cabeza. – Hmph, bien... daré la declaración inicial. Usted gana por ahora... Su Santidad... – gruñó.
(«¿Qué? ¿Lo único que le bastó a la Jueza Gavèlle para salirse con la suya fueron fideos de soba? ¿Por qué nunca se me ocurrió eso?») pensó Athena con un suspiro de exasperación.
– ¡Whoa! – Phoenix jadeó en shock. – Esa Jueza debe ser otra onda, si puede hacer que el Fiscal Blackquill se comporte...
– Sí, pero dudo mucho que lo acepte así sin más... – replicó Athena, mirando al fiscal que estaba juntando sus notas y maldiciendo entre dientes.
– A propósito, ¿ustedes tres se conocen? Parecía que la Jueza te reconoció de alguna parte... – inquirió Phoenix, llevándose la mano al mentón.
– Sí, aunque sólo nos vimos una vez. Me reconfortó después de... bueno... preferiría no hablar de eso ahora mismo... – respondió Athena con tristeza, no queriendo profundizar más en el juicio en el que Blackquill fue condenado. Phoenix asintió afirmativamente, dándose cuenta que había tocado una fibra sensible.
Una vez que Blackquill preparó lo que necesitaba, inició su declaración:
– En la tarde hace dos días, en la Preparatoria Itan, dos estudiantes ingresaron al sótano de la biblioteca, donde se encontraban los archivos. Los dos estudiantes en cuestión eran el acusado, Hitohito Tadano, y su compañera de clases Ren Yamai, la víctima. Dos horas después, el Sr. Tadano fue visto huyendo de los archivos y posteriormente de la escuela. La policía posteriormente lo aprehendió en el Puerto Sunshine, cerca del Centro de Reciclaje Dawn.
»Otra testigo posteriormente encontró a la Srta. Yamai inmóvil, golpeada y sangrando en el suelo, y llamó a la policía. Los servicios de emergencia llegaron a la escena, y la Srta. Yamai fue llevada al hospital. Afortunadamente, la Srta. Yamai sobrevivió al ataque y actualmente se encuentra recuperándose en la Clínica Hickfield. Hoy, la fiscalía probará que el culpable tras la agresión a la Srta. Yamai no puede ser otro sino el acusado, el Sr. Hitohito Tadano. – concluyó.
– Ya veo... – murmuró la Jueza Gavèlle. Algunas de las locaciones que Blackquill mencionó le trajeron memorias desagradables, pero se las sacudió de encima para concentrarse en el juicio. – Tengo entendido que a los estudiantes no se les permite entrar a los archivos de la biblioteca sin permiso del administrador. Así que ¿por qué se encontraban allí, Fiscal Blackquill?
Blackquill miró una hoja de papel con ayuda de su pájaro mascota. – Según el Sr. Tadano, se encontraba allí porque una profesora le pidió que buscara cierta información almacenada en la computadora que se encuentra allí abajo.
– ¿Qué clase de información le pidieron buscar? – preguntó la jueza.
– Información que la policía había solicitado para un caso en curso, cuyos detales no voy a divulgar debido a su sensibilidad. La policía solicitó que el director fuese a buscarlos, pero de alguna manera, esa tarea terminó recayendo en el acusado. La policía en este momento se encuentra dándoles una buena reprimenda por ese garrafal error en su juicio... – explicó Blackquill, con una mueca sombría de desprecio en su rostro.
(«He de suponer que ese caso en curso debe ser realmente el caso de hace siete años que el Fiscal Blackquill estaba investigando, aunque dudo mucho que lo vaya a admitir...») pensó Athena, jugueteando distraídamente con su arete.
– ¿Qué hay de la Srta. Yamai? ¿Qué estaba haciendo allá abajo? – inquirió la Jueza Gavèlle.
– Según la declaración de la Srta. Yamai, estaba siguiendo al Sr. Tadano allá abajo porque creía que estaba actuando de manera sospechosa y quería investigar, lo cual supuestamente fue lo que llevó al altercado. – replicó Blackquill.
– Una última pregunta para usted, Fiscal Blackquill... – La Jueza Judge Gavèlle señaló hacia el halcón posado en el hombro de Blackquill. – ¿Por qué está ese pájaro sobre su hombro?
– No puedo creer que se haya tardado tanto en darse cuenta de mi confiable compañero, Taka. –Blackquill sonrió mientras acariciaba a Taka y le rascaba debajo del pico. – Empezaba a sentirse muy ignorado, especialmente ya que estaba acostumbrado a la atención que solía darle Su Calvicie...
– ¡Los animales no autorizados están prohibidos en una corte de justicia! – gritó la Jueza Gavèlle extendiendo su mazo. – ¡Alguacil, por favor saque a ese pájaro de la sala inmediatamente!
– Je, es bienvenido de intentarlo... – Blackquill sonrió de manera maliciosa.
El alguacil se tensó y miró con cautela a Taka. Dio apenas un paso hacia el halcón antes de que éste le respondiera con un chillido que le perforó los oídos, causando que retrocediera de inmediato. Blackquill no pudo evitar sonreír al ver al alguacil fallar en su intento de acercarse para remover a su compañero aviario.
– Umm, está bien, Su Señoría. La defensa no tiene objeciones respecto a la presencia de Taka en la sala. – dijo Athena. («En realidad, sí tengo varias, pero preferiría que el alguacil no se arriesgue a perder sus dedos en vano.»)
– ¿Lo ve, Su Santidad? Incluso Cykes-dono admite que está bien que Taka esté presente en este juicio. – Blackquill se tocó la frente con arrogancia.
– Hmm... muy bien entonces... – La Jueza Gavèlle retrajo su mazo de nuevo y cedió. Claramente no le agradaba que Blackquill se burlase de su autoridad, pero al mismo tiempo, se dio cuenta que la tarea de remover al pájaro requería más esfuerzo del necesario. – Pero recuerde lo que le dije respecto a la cena de esta noche. Y desde ahora, ¡se dirigirá a mí como "Su Señoría"! ¡No "Su Santidad"!
– Lo que usted diga, Su Santísima Señoría... – replicó Blackquill sardónicamente. La Jueza Gavèlle no pareció encontrarlo divertido.
Athena se dejó caer sobre su mesa con exasperación. («Grandioso, entonces el marcador es Blackquill: 1, Gavèlle: 1. Tengo el presentimiento de que este será un juicio muy largo y agonizante...»)
– Ahora bien, ¿tiene algo que decir la defensa en respuesta a la declaración inicial del Fiscal Blackquill? – La jueza volvió su atención a la joven abogada.
Athena estampó la palma de su mano sobre su mesa. – De hecho, claro que lo tengo, Su Señoría. El Fiscal Blackquill quiere que usted piense que el Sr. Tadano es la única persona que podría haber sido culpable de agredir a la Srta. Yamai, ¡pero eso no es cierto!
– ¿Ohh? – Esto captó la atención de Gavèlle. Athena encendió a Widget para abrir sus notas, y comenzó a deslizarse hasta llegar a la evidencia que quería mostrar.
– Acorde con el historial de inicio de sesión en la computadora, dos personas diferentes accedieron a los archivos a horas diferentes durante el día del crimen: Itsuki Honshoku, el técnico de informática de la escuela, a las 9:15 AM, y Hitohito Tadano usando las credenciales de su profesora a la 1:15 PM. Este hecho los ubica a ambos en la escena del crimen, y podemos descartar con certeza que el Sr. Tadano o la Srta. Yamai hayan usado las credenciales del Sr. Honshoku, ya que ambos se encontraban en clase a las 9:15 AM. – explicó Athena.
– Interesante... – Gavèlle se puso a pensarlo, sosteniendo su mazo. – Pero el crimen ocurrió en la tarde, y el Sr. Honshoku accedió a la computadora durante la mañana. ¿No es probable que se haya ido mucho antes que ocurriera el incidente?
Athena negó con la cabeza. – Es posible, pero hasta ahora nadie ha sido capaz de localizarlo para confirmar su coartada. De hecho, nadie sabe nada de sus movimientos desde aquella mañana. Ese hecho por sí solo indica una posibilidad genuina de que el Sr. Honshoku podría haber estado allí abajo durante el momento del crimen, y que se escapó después.
La joven abogada defensora golpeó su escritorio y apuntó hacia la corte con el dedo. – ¡La defensa mantiene que mientras haya la posibilidad de que el Sr. Honshoku sea el culpable, es imposible declarar un veredicto de culpabilidad contra el Sr. Tadano!
– Ya veo... efectivamente existe esa posibilidad. ¿La fiscalía tiene alguna opinión sobre esta teoría? – La Jueza Gavèlle extendió la mano, incitando a Blackquill a responder.
– Je... – Blackquill sonrió mientras se ponía la mano en el mentón. – Así que esa es la espada que has elegido blandir para este duelo, Cykes-dono... Por desgracia para ti, la hoja está oxidada, forjada pobremente, ¡y su filo tendría problemas para cortar hasta la tela más delgada!
– Err... ¿podría traducir eso para los que no hablamos en "espadés", por favor? – preguntó Athena. Ya se temía la respuesta que seguiría.
Blackquill se tocó la frente con confianza. – Tu única evidencia de esta teoría es el hecho de que el Sr. Honshoku accedió a la escena del crimen el día del incidente, e incluso aunque así fue, accedió a la habitación cuatro horas antes. Ese es un tiempo muy largo para que alguien se pegue a una computadora, incluso si es para trabajar.
Athena estampó la mano en su escritorio como respuesta. – Pero el Sr. Honshoku era un técnico de informática. ¡Así que no estaría fuera de lugar que pasara mucho tiempo en la computadora! Además, eso no cambia el hecho de que no tiene coartada para... ninguna de sus acciones, en realidad.
– Admitiré que las circunstancias detrás de la desaparición del Sr. Honshoku son muy sospechosas, ¡pero eso no cambia el hecho de que tu teoría no es más que una conjetura! El hecho importante es que, si fuera el culpable, tendría que haber sido visto, igual que al Sr. Tadano. – Blackquill golpeó su propio escritorio con la misma dureza. – El hecho del asunto aquí es que la fiscalía no sólo tiene evidencia que conecta al Sr. Tadano con el crimen, sino que además, como sin duda deberías saber, ¡el mismo Sr. Tadano en persona ha confesado haber atacado a la Srta. Yamai!
Esta declaración provocó que toda la galería estallara en especulación en voz alta. Athena juraría que pudo escuchar a Jeanne murmurar "¡Hito-chan!" en alguna parte en la galería, y también a Hitomi quejándose "¡Me lo prometiste, hermano!"
*¡SLAM!* *¡SLAM!* *¡SLAM!*
– ¡Orden en la sala! – ordenó la Jueza Gavèlle, golpeando su mazo para silenciar a la multitud.
– Entonces, supongo que no se retractó de su confesión después de todo... – suspiró Athena mirando a su jefe.
– Viendo su semblante hoy más temprano, no puedo decir que me sorprenda del todo... – Phoenix miró a Hitohito. («Aun así, no puedo evitar preguntarme ¿qué le pasó para que siguiera manteniendo que es culpable?»)
Blackquill se puso la mano en el mentón. – Evidencia decisiva y una confesión del acusado. Creo que el caso de la fiscalía habla por sí mismo...
– Muy bien. – asintió la Jueza Gavèlle. – Fiscal Blackquill, ¡ya puede llamar a sus primeros testigos!
Blackquill asintió de vuelta y golpeó el escritorio. – La fiscalía llama al Detective...
– ¿Qué sucede, Srta. Cykes? – inquirió la Jueza Gavèlle, en respuesta al repentino arrebato de Athena.
– Umm... – Athena se rascó nerviosamente detrás de la cabeza. – Esto me ha estado molestando desde hace un rato, pero... ¿por qué el estrado para los testigos es más grande de lo normal?
– Hmph... ¿me interrumpes sólo para hacer una pregunta tan inútil? – Blackquill le lanzó una mirada fulminante a su oponente. – ¡Seguramente tu ignorancia puede esperar para después!
– ¿Ohh sí? ¡Si es tan inteligente, ¿por qué no me explica para qué es, Sr. Pantalones Listos?! – Athena golpeó su escritorio con ambas palmas furiosa.
– ¡Shhh! ¡Cállense los dos! – La Jueza Gavèlle se puso el dedo en el labio. – Permítanme explicarles. A finales del siglo XIX, durante la Era Meiji, Japón y el Reino Unido estaban formando relaciones diplomáticas entre ellos. Con eso, algunos aspectos de la cultura británica se insertaron en aspectos de la vida japonesa, incluyendo su sistema legal.
»Durante la Era Victoriana de Gran Bretaña, los juicios eran conducidos de manera similar a los de hoy en día, excepto que había múltiples testigos para que los abogados los interrogaran, así como un jurado de personas comunes que ayudaban a determinar el veredicto de los acusados. Muchos de estos aspectos gradualmente fueron desapareciendo de los juicios japoneses, pero lentamente están volviendo a reintroducirse. Por ejemplo, el año pasado, conducimos un juicio de prueba utilizando un jurado que llamamos el Jurado Popular. Tengo entendido que usted ayudó a organizar dicho juicio, ¿no es así, Sr. Wright?
Phoenix asintió. – Correcto, aunque debo admitir que veo por qué no ha sido adoptado de manera general todavía...
La Jueza Gavèlle también asintió. – En cualquier caso, el juicio de hoy es una prueba similar, excepto que en lugar de un jurado, estamos probando el uso de múltiples testigos en el estrado simultáneamente, para expeditar los juicios sin perder ninguna información vital.
– Es decir que puedo llamar a tantos testigos como desee, ¿hmm...? – Blackquill sonrió. – Interesante, eso me simplificará las cosas. En ese caso, ¡la fiscalía llama al estrado al Detective Fulbright y al acusado, el Sr. Tadano, al estrado!
(«¡Hmph, así que tú tampoco sabías para qué era el estrado más grande, grandísimo patán!») Athena hizo un puchero de indignación mirando a Blackquill, que pareció divertido.
Phoenix, por otra parte, estaba intrigado por este desarrollo. («Múltiples testigos... igual que en Labyrinthia... me pregunto si podríamos usar las mismas tácticas aquí...»)
**************************
Ambos, el Detective Fulbright y Hitohito fueron escoltados al estrado. Sin embargo, sus semblantes no podían ser más diferentes entre sí. Fulbright estaba de pie con los brazos en jarras y una sonrisa llena de orgullo. Por su parte, Hitohito simplemente miraba al suelo con una expresión sombría en el rostro, mientras sus brazos colgaban flácidos hacia los lados, y con las muñecas todavía esposadas.
– ¡Testigos, digan sus nombres completos y ocupación/grado de instrucción escolar! – les ordenó Blackquill a los dos hombres en el estrado.
– ¡Por supuesto! – replicó Fulbright. – ¡Soy el Detective Bobby Fulbright! Y mi ocupación... – se llevó la mano al bolsillo – ... ¡es ser un orgulloso defensor de todo lo que es justo y bueno! ¡En la justicia confiamos! – declaró mientras mostraba su placa con orgullo.
– ...Hitohito Tadano... estudiante de primer año en la Preparatoria Itan... por ahora... – suspiró Hitohito.
– Antes de que vayamos a la confesión, quiero discutir el resumen del caso. ¡Tonto Bright, hazte cargo de esto! – le ordenó Blackquill.
– ¡Un resumen del caso, a la orden! – saludó Fulbright.
(«Muy bien, sólo pon atención a lo que dice...») pensó Athena. Phoenix, por otra parte, estaba más concentrado en Hitohito.
– ¡Quisiera comenzar presentando a la corte un diagrama de la escena del crimen! – declaró Fullbright. Las pantallas de televisión se encendieron para mostrar un mapa de los archivos de la biblioteca.
– El cuerpo de Ren Yamai fue descubierto aquí por una compañera de clases suya, la Srta. Omoharu Nakanaka, alrededor de las 3:15 PM, viva pero inconsciente. Fue golpeada por detrás de la cabeza con un reloj de madera antiguo, que le dejó una herida sangrienta detrás de la cabeza y la dejó inconsciente. – Fulbright presentó el reloj que fue usado en el ataque. – La herida coincide perfectamente con las partes del reloj que están cubiertas de sangre. Además, el reloj tiene las huellas digitales del Sr. Tadano, ¡justo donde lo habría agarrado para golpear a la Srta. Yamai!
– Muy bien. ¡La corte acepta este mapa y el reloj como evidencia! – replicó la Jueza Gavèlle asintiendo. – A propósito, ¿qué es esta escritura roja aquí que deletrea "Tadano"?
– ¡Ohh, sí! – exclamó Fulbright. – Aparte de encontrar el cuerpo, ¡la testigo también encontró el nombre del acusado escrito con la sangre de la víctima!
Mientras Fulbright explicaba el significado de la escritura roja a la jueza, Phoenix notó que los ojos de Hitohito se alzaban de sorpresa. («Hmm... parece que está pensando algo sobre esa escritura. Veamos si podemos sacárselo...»)
– La escritura fue un mensaje de la víctima, que nos dice...
Phoenix estampó las manos en el escritorio. Fulbright y Hitohito levantaron las manos en shock, Blackquill le lanzó una mirada de disgusto, y la Jueza Gavèlle lo miró con sorpresa.
– ¿Cuál es el problema, Sr. Wright? – preguntó la jueza.
– Sr. Tadano... – Phoenix se dirigió al joven estudiante.
– ¿Q-q-qué sucede, Sr. Wright? – inquirió Hitohito.
– La explicación del Detective Fulbright sobre la escritura en sangre parece haberlo puesto muy pensativo por alguna razón. ¿Le importaría compartir...?
– ¡No interrumpa el resumen del caso, Wright-dono! – le gruñó Blackquill.
– ¡Guarde silencio, Fiscal Blackquill! ¡Le permitiré al Sr. Tadano expresar su opinión al respecto! – declaró la Jueza Gavèlle, golpeando su mazo sobre el escritorio. Blackquill resopló y desvió la mirada. – Ahora bien, Sr. Tadano. Por favor díganos qué piensa sobre la escritura en sangre.
– ¡G-gracias, Su Señoría! – replicó Hitohito. – Umm... como sea... t-tal vez no sea importante, pero antes de abandonar los archivos... no vi ninguna escritura en el suelo, ya fuera en sangre o de ninguna otra clase.
Inmediatamente, Athena, Phoenix y Blackquill lo miraron sorprendidos.
(«¡Esto son noticias! ¡Me pregunto qué significará!») pensó Athena.
Hitohito se dio cuenta de lo que acababa de decir y rápidamente empezó a echarse atrás. – D-de nuevo, estaba muy oscuro, así que probablemente la pasé por alto. Lo siento... – se disculpó.
Athena se desplomó derrotada. – Diablos... y yo que creí que teníamos una pista. Supongo que no era nada.
Phoenix cruzó los brazos. – Yo no estoy tan seguro de eso. Quizás sí estaba oscuro, pero podría haber sido añadida después. Como sea, deberías tener en mente esta información y preguntarle al respecto más tarde.
– ¡Eso haré, jefe! – asintió Athena.
– Ahora que ya hemos resuelto esa distracción inútil, ¡por favor continúa, Tonto Bright!
– ¡De inmediato, señor! – saludó Fulbright. Volvió a mostrar el diagrama de la escena del crimen. – Hay otra cosa más a tener en cuenta. Aunque parece que hay múltiples formas de salir de los archivos de la biblioteca, en el momento que ocurrió el crimen, tanto las puertas de la sala de servidores como la puerta hacia el pasillo del sótano se encontraban cerradas con llave.
»La única forma de acceder al pasillo del sótano es con un juego de llaves que pertenecen al custodio de la escuela, y según su esposa, ese día se encontraba enfermo y tenía las llaves en su posesión, de modo que no se encontraban en el campus. En cuanto a la sala de servidores, hay dos llaves que les pertenecen, una al custodio y la otra al Sr. Honshoku, pero ambas llevan una semana desaparecidas, lo cual ha dejado la sala totalmente inaccesible. Por lo tanto, la única forma de que el culpable podría haber salido de la escena del crimen fue a través de la biblioteca y bajo el ojo vigilante de la bibliotecaria, ¡la Srta. Sakura Gorimi!
(«Ya sé por dónde va esto, y no me gusta ni un poco...») pensó Athena mientras se sentía casi desplomar, limpiándose el sudor que empezaba a formársele.
La Jueza Gavèlle estudió el diagrama. – ¿Y a quiénes vio la Srta. Gorimi salir de los archivos ese día?
– La única persona a la que vio salir ese día fue al Sr. Tadano. ¡Cuando llegó la policía, las únicas personas en la escena del crimen eran la Srta. Yamai y la Srta. Nakanaka! – dijo Fulbright saludando. – Por desgracia para la defensa, ni la Srta. Gorimi ni la policía vieron al Sr. Honshoku en ninguna parte allá abajo, lo que vuelve imposible que sea el culpable.
Athena retrocedió con horror. («Ugghh, allá se fue mi teoría. Aunque, ¿qué tal si...?»)
– ¿Qué hay de la Srta. Nakanaka? Estuvo allá abajo por un largo tiempo sin confirmar. ¡Podría haber fácilmente perpetrado el ataque, inculpado al Sr. Tadano, y después llamar a la policía! – propuso Athena.
– ¡Imposible! – Fulbright se ajustó las gafas. – La Srta. Nakanaka apenas llegó justo cuando el Sr. Tadano estaba a punto de irse, y según la Srta. Yamai, ¡fue agredida quince minutos después que el Sr. Tadano y ella entraron en la habitación!
– ¡Arrrgghhh! – Athena volvió a encogerse de horror. («¡Esa chica está mintiendo, lo sé! ¡Sólo que no tengo pruebas!»)
– Dadas las circunstancias, la evidencia, y la confesión del acusado, no hay duda de que la única persona que podría haber atacado a la Srta. Yamai es el acusado, ¡el Sr. Hitohito Tadano! – concluyó Fulbright, mostrando su placa.
– ¡Bien hecho, Tonto Bright! ¡Explicaste de una forma que hasta una niña podría entenderlo! –Blackquill se tocó la frente con el dedo y sonrió. El comentario de "niña" le ganó una mirada enojada de Athena. – Creo que después que el Sr. Tadano haya dado su confesión, podremos cerrar esto. ¿No es así, Su Santidad?
(«Grr... ¿a quién está llamando niña?») pensó Athena mientras hacía un puchero.
La Jueza Gavèlle asintió estando de acuerda. – Aunque no apruebo su etiqueta en la corte, debo admitir que su caso deja muy poco espacio para dudas.
(«¡Argh! ¡El juicio no lleva ni media hora, y ya me tiene contra la pared!») pensó Athena nerviosa.
*¡SLAM!*
La Jueza Gavèlle golpeó su mazo. – Antes de que dé mi veredicto, quiero escuchar el testimonio del acusado. ¡Sr. Tadano!
– ¿S-s-sí, Su Señoría? – tartamudeó Hitohito.
– Usted está admitiendo ser la persona responsable de agredir a la Srta. Yamai, ¿correcto? – preguntó la Jueza Gavèlle al joven estudiante.
– U-Umm... – Hitohito empezó a sudar de los nervios. De repente, comenzó a tener dudas de si debería o no admitir el crimen. No sabía cuál destino sería peor: pasar el resto de su vida en la cárcel, o lo que fuera que Yamai le tenía reservado si no se "quedaba en su jaula donde pertenecía".
– No hay necesidad de temer, Sr. Tadano... – le dijo la Jueza Gavèlle con voz gentil y una sonrisa cálida. – La Diosa de la Ley favorece a aquellos dispuestos a admitir y enmendar sus crímenes.
– Umm... ok... entonces sí... ¡yo ataqué a la Srta. Yamai, Su Señoría! – Hitohito logró enderezarse lo suficiente para confesar su "crimen" ante la jueza.
– En ese caso, por favor testifique a la corte sobre sus acciones durante esa tarde. – La Jueza Gavèlle extendió su mano, incitando al joven estudiante a hablar.
– ¡Sí, Su Señoría!
[**************************]
Declaración del testigo
--La confesión de Tadano --
[**************************]
Tadano:
– Entré a los archivos de la biblioteca esa tarde para recoger unos registros para mi profesora.
»Estaba muy oscuro y frío allí abajo. Recuerdo que me hizo sentir muy nervioso.
»Mientras accedía a la computadora, fui sorprendido por la Srta. Yamai."
»Nos metimos en una discusión, y empecé a sentir ansiedad y miedo.
»Los eventos son un poco borrosos, pero recuerdo exactamente lo que hice.
»La golpeé detrás de la cabeza, sacándole sangre y noqueándola... –
[**************************]
La sala se quedó casi en total silencio luego que Hitohito dijo la última palabra. Tanto Blackquill como la Jueza Gavèlle estaban pensando profundamente, mientras Athena estaba casi desplomada y sudando a chorros mientras contemplaba lo jodida que estaba para este juicio. Si no fuera suficiente, los sollozos de Jeanne que alcanzó a oír en la galería tampoco le ayudaron.
Luego de algunos momentos, la Jueza Gavèlle levantó la mirada. – Sr. Tadano, no pude evitar notar que hubo una brecha de casi dos horas entre su ataque a la Srta. Yamai y su huida de la escena del crimen. ¿Podría proveer información sobre lo que estaba haciendo durante ese tiempo?
Hitohito tragó saliva. – Umm... bueno... para ser honesto... no estoy seguro. Luego de que golpee a la Srta. Yamai, el estrés que sentí debe haber sido demasiado para mí, y me desmayé.
– ¿Se... desmayó? – preguntó la Jueza Gavèlle, con un deje de preocupación en su voz.
– Sí, Su Señoría. Cuando recuperé el sentido, salí corriendo luego de darme cuenta de lo que hice. En retrospectiva, fue una muy mala decisión...
– En efecto. Nadie puede escapar del largo brazo de la ley, como acaba de darse cuenta. – declaró la Jueza Gavèlle, sosteniendo su mazo en posición de rezo. – A pesar de todo, usted parece sentir remordimiento por lo que ha hecho. Si está dispuesto a compartirlo, por favor dígame una cosa: ¿qué fue lo que lo indujo a cometer este acto?
– Umm... bueno... – Hitohito empezó a hablar, antes de ser interrumpido por Blackquill.
– ¡Yo responderé a esa pregunta! – declaró el hombre.
– ¡Le estoy preguntando al Sr. Tadano, no a usted, Fiscal Blackquill! – La Jueza Gavèlle le lanzó una mirada enojada al fiscal.
– Está bien... puede hablar usted, Fiscal Blackquill... – suspiró Tadano. Blackquill también suspiró.
– Como les estaba diciendo, estuve intentando buscar un motivo por el cual el Sr. Tadano atacaría a la Srta. Yamai. Acorde con lo que dijo, ella y el Sr. Tadano han estado teniendo desacuerdos sobre su elección de amigos, pero ayer, encontré la respuesta mientras regresaba con una testigo. Creo que Cykes-dono está al tanto del incidente al cual me refiero...
Los ojos de Athena se abrieron como platos, y tuvo que ahogar un grito. – ¡Ohh no! Usted no planea ir allá... ¿verdad?
– Veo que sí lo recuerdas... – asintió Blackquill. Luego estampó su palma en el escritorio. – ¡Me refiero al incidente por el cual el Sr. Tadano sufrió un flashback inducido por Trastorno de Estrés Postraumático debido a las acciones de dos detectives corruptos e irresponsables!
La declaración de Blackquill provocó que todos en la galería estallaran en especulación. En medio de todo el ruido de la cháchara, Hitomi y Jeanne estaban muy angustiadas.
– ¿Trastorno de Estrés Postraumático? ¿Mi Hito-chan? – preguntó Jeanne entre lágrimas.
– Sí, como te lo dije anoche. Esos dos horribles detectives... – replicó Hitomi. Se aferró a su madre para reconfortarla, sin mucho éxito.
– ¡Eso no puede ser! ¡Algo más tiene que haberlo provocado! ¿Qué está pasando aquí? ¿Qué le pasó a mi precioso hijito? – Jeanne parecía estar teniendo un ataque de pánico.
*¡SLAM!* *¡SLAM!* *¡SLAM!*
– ¡Orden en la sala! – declaró la Jueza Gavèlle, silenciando a todos en la galería. – ¡Fiscal Blackquill! ¿Qué significa esto? ¡¿Cómo se atreve a divulgar información de salud privada de manera tan casual...?!
– No se quite su manto, Su Santidad. ¡Ya tengo consentimiento escrito del Sr. Tadano en persona para divulgar esta información! – replicó Blackquill.
Justo cuando declaró eso, Taka voló hacia el escritorio de la jueza y dejó caer un trozo de papel en frente de la Jueza Gavèlle. Tras el shock inicial, la mujer lo recogió y lo leyó. Para su sorpresa, fue tal como dijo Blackquill: era una forma escrita en la cual se le daba a Blackquill el consentimiento para discutir información de salud privada que era necesaria para el juicio, y firmada por Tadano. Suspiró, pero terminó concediéndole la razón. – Muy bien, puede continuar...
– Como estaba diciendo... – Blackquill se dispuso a reanudar. – La fiscalía considera que la discusión entre la Srta. Yamai y el Sr. Tadano debe haberle provocado un flashback inducido por el TEPT, de manera similar a cómo lo provocaron ese par de tarados durante su interrogación. He discutido estos síntomas con uno de mis contactos, el Dr. Koizumi, y aunque necesitará más información y una entrevista personal con el Sr. Tadano, tiene certeza de que sufre de TEPT.
– ¿El Dr. Koizumi? – preguntó Athena. – ¿No dijo el Detective Fulbright ayer que estaba de vacaciones en Venecia?
– Le pedí al Tonto Bright que le enviara un email con lo que atestigüé, y una petición de un diagnóstico para el juicio de hoy. Me respondió y me envió por fax este diagnóstico provisional al departamento de asuntos criminales durante las horas de la madrugada. – Blackquill sostuvo un reporte médico con la firma del doctor en él. Luego le ordenó a Taka alzar el vuelo y entregarle una copia del diagnóstico tanto a Athena como a la Jueza Gavèlle.
– ¡Errrgh, desearía que entrenara a ese pájaro para que deje de molestarme el cabello! – se quejó Athena mientras miraba el papel junto con Phoenix. En medio de todo el jargón médico y otra información variada, se detuvieron en un pasaje que confirmaba exactamente lo que Blackquill les había dicho: que Tadano sufría de TEPT.
– Todo ese esfuerzo para establecer un motivo. El Fiscal Blackquill no se queda corto siendo minucioso... – señaló Phoenix.
– Supongo... pero creo que también debe estar planeando algo más, y eso es lo que me preocupa... – replicó Athena, mientras escaneaba el reporte para añadirlo a la base de datos de Widget.
– Entonces... ¿está diciendo que ataqué a la Srta. Yamai y ni siquiera me di cuenta? – preguntó Hitohito. Cuando la realización lo golpeó, comenzó a hiperventilar. – Ohh Dios mío... ¿qué otras cosas horribles puedo haber...?
– ¡Shhh! Ya no tendrás que preocuparte por eso... – replicó Blackquill con calma. – Me aseguraré de que tengas la ayuda que necesitas...
(«Grrr... manipulación psicológica... debí haberlo sabido...») pensó Athena con una expresión furiosa en el rostro.
– ¡Su Santidad! – declaró Blackquill. – Quisiera que considere lo siguiente cuando emita su juicio. ¡El acusado, el Sr. Tadano, no es un asesino a sangre fría ni un psicópata violento como la mayoría de la escoria que es juzgada en esta corte! Es un joven recto y honrado que sufre de una aflicción que le provocó una reacción violenta sin darse cuenta de lo que hacía. Aunque no se le pueda permitir vivir en la sociedad normal mientras está en este estado, al mismo tiempo, no debería ser tratado tampoco como un criminal común.
Athena levantó una ceja con confusión durante el discurso de Blackquill. Este tipo de retórica sonaría más del tipo que usaría como argumento un abogado defensor, pero no un fiscal. Estaba tratando de averiguar cuál era su ángulo, cuando el sombrío fiscal giró su atención hacia ella.
– ¡Cykes-dono! – le llamó.
– ¿Yo? – preguntó ella, todavía confusa.
– ¿Ves a alguien más llamada Cykes-dono en esta sala? – preguntó Blackquill con una sonrisa maquiavélica. Athena sacudió su cabeza con exasperación. – Te tengo una propuesta...
– Ok... – replicó Athena, anticipándose a ello con terror.
– Les permitiré a ti y a tu cliente apelar a defensa por demencia. Aunque hacerlo no le absolverá del crimen, le permitirá que reciba trato diferente a como sería si fuese juzgado como un criminal. – propuso Blackquill.
– ¿A-a qué se refiere con eso? – preguntó Hitohito nervioso.
Blackquill giró su atención hacia él. – En lugar de ir a una celda en prisión, serás llevado a recibir tratamiento una instalación de salud mental diseñada para ayudar a la gente como tú. Conozco personalmente a un doctor que, pese a sus tendencias a irse de vacaciones en el peor momento, es muy confiable y puede ayudarte a tratar tu TEPT. Dado tu estado actual, ese sería el desenlace más ideal.
– Ya... ya veo... – Hitohito bajó la mirada.
– ¿Qué dices de mi propuesta, Cykes-dono? – preguntó Blackquill muy confiado. – Sin duda resultaría en el mejor interés de tu cliente, especialmente con la evidencia de mi lado.
– Uhh... umm... bueno... – Athena empezó a tartamudear, sin estar segura de sí misma.
La Jueza Gavèlle preparó su mazo. – Dependiendo de su decisión, Srta. Cykes, daré mi veredicto en este momento. Sin embargo, sepa que esta será su única oportunidad de cambiar su declaración a defensa por demencia. ¿Cuál es su respuesta, Srta. Cykes?
– Su Señoría... la defensa... – Athena empezó a hablar, pero se ahogó con las últimas palabras. Quería declarar que mantendría su declaración en veredicto de no culpabilidad, pero las dudas que surgían en su mente le impedían decir sus pensamientos de viva voz. – La defensa va a...
(«¡Argh! ¡No puedo hacer esto! ¡Quiero creer en la inocencia de Hitohito! ¡Quiero ayudarlo a que se mejore, pero todo lo que he hecho sólo ha empeorado las cosas! ¡He estado buscando por todas partes evidencia para limpiar su nombre, pero fuera de ese experto en informática fantasma, apenas tengo algo para mostrar! ¡Hasta mis intentos por ayudarle con su TEPT parecen haber empeorado todo!»)
(«Quizás Blackquill tenga razón. Quizás no tengo la experiencia suficiente para ayudarlo. Tal vez llevarlo a un hospital de salud mental donde alguien más cualificado pueda tratarlo sea lo mejor para él. Pero no puedo detenerme aquí. ¡No puedo darme por vencida todavía! Pero no sé cómo seguir...») Athena se agarró la cabeza de frustración mientras sus pensamientos la abrumaban.
– Athena, ¿te encuentras bien? – le preguntó Phoenix. Ella respondió agarrándole la chaqueta, causando que diera un respingo del shock.
– Jefe... ¿qué hago? – preguntó Athena, con una mirada de súplica en los ojos.
Phoenix bajó la mirada y cerró sus ojos pensativamente. («Detesto admitirlo, pero el caso contra Hitohito parece sólido. Quizás ya hemos hecho todo lo que podíamos para ayudarlo. Tal vez deba aconsejarle a Athena que acepte la defensa por demencia para llevarlo a un hospital.»)
Sus ojos entonces se abrieron, y se fueron hacia la galería. («Tal vez eso satisfaga al Sr. Asano, y podría incluso aceptar ese trabajo para asegurar el futuro financiero de mi hija... y el mío...»)
Sin embargo, su breve coqueteo con la idea de aceptar la oferta de Asano cambió cuando notó que el hombre de negocios estaba sonriendo al ver cómo iba el juicio. Inmediatamente se golpeó mentalmente en la cabeza.
(«¡NO! ¡¿En qué diablos estoy pensando?! ¡Apuesto a que esto es exactamente lo que el Sr. Asano quiere! ¡Si acepto su oferta, no sólo estaré traicionando a Hitohito y su familia, sino también a Athena, Apollo, Trucy, y todos los demás que me importan! ¡Acabo de recuperar mi distintivo, y no voy a mancharlo haciendo un trato con el diablo! Además, incluso si Asano no fuese un factor, dudo que una defensa por demencia sea lo mejor para el chico...»)
Phoenix miró entonces a Hitomi y Jeanne. Ambas estaban mirando al banquillo de la defensa con ojos suplicantes. No podía determinar lo que estaban diciendo, pero sus miradas implorantes inmediatamente le trajeron varias palabras a su mente.
(«¡Más te vale retractar tu confesión y volver a casa! ¡Ambos sabemos que tú eres incapaz de lastimar a nadie, y si terminas yendo a la cárcel por haber confesado por algo que no hiciste, yo... yo... jamás de lo perdonaré!») Phoenix oyó la voz de Hitomi implorándole a su hermano.
(«Los amo tanto a los dos... Espero que todo esto termine rápido, para que podamos volver a estar juntos como una familia.») Phoenix oyó a Jeanne mientras abrazaba a sus hijos y deseando que esta pesadilla terminara.
(«Tu cumpleaños es en un par de días, Hitohito. Estaba pensando en que hiciéramos algo extra especial para ti cuando toda esta horrible situación haya terminado. Si hay algo que quieras o algún lugar donde quieras ir, sólo házmelo saber y haré todo lo que pueda para hacerlo posible.») Phoenix oyó a Hitoshi haciendo planes para el cumpleaños de su hijo mañana.
Incluso pudo oír la voz de Shouko. A pesar de su desorden de comunicación, pudo hablar antes de irse esta mañana para implorarles a él y a Athena.
(«Por... favor... cuiden... de... Hitohito...»)
Esto le dio a Phoenix la chispa que necesitaba para tomar su decisión.
(«Me convertí en abogado para ayudar a la gente que lo necesitara. La gente que se siente sola y arrinconada, como si todo el mundo estuviera en su contra. Sé que Athena se volvió abogada por razones similares, y aunque sus metas difieren de las mías, sé que ella quiere ayudar a Hitohito tanto como yo. Además, es mi deber como su jefe guiarla en la dirección correcta y asegurarme que sepa cuáles son sus metas...»)
Les hizo un gesto con la cabeza a Hitomi y Jeanne en la galería y se giró hacia Athena. Ella lo miró expectante.
– Déjame preguntarte algo, Athena. ¿Crees al 100% que Hitohito es inocente? – preguntó Phoenix a su protegida.
– ¡Por supuesto! – Athena asintió sin dudarlo. – Pero...
– ¡Eso es todo lo que necesitaba escuchar! – Phoenix asintió de vuelta. – Entonces ya sabes lo que necesitas hacer: ¡seguir peleando!
– ¿Qué? – Athena parecía en shock. – ¿Cómo?
– Hitohito sólo acaba de dar testimonio. Si es totalmente inocente como tú lo crees, tiene que haber una contradicción en alguna parte. Tendrás que escudriñar cada parte de su testimonio hasta que la encuentres y usar la evidencia para romperla en pedazos. No sé por qué está tan empeñado en tratar de incriminarse a sí mismo y ser enviado a prisión, pero sé que encontrarás tu respuesta si desarmas su historia lo suficiente. – Phoenix miró a Athena con determinación a Athena.
– ¿En serio es así de simple? – se preguntó Athena. – No estoy segura de si pueda hacerlo. Ni siquiera sé si su corazón pueda soportarlo.
– Sé que no será fácil, ni para ti ni para él... – Phoenix miró al frente. – Pero ambos sabemos que la única forma de que siga adelante es que enfrente sus problemas y lidie con ellos como vengan.
– Su... pongo... – Athena poco a poco iba despejando sus dudas.
Phoenix volteó hacia ella. – ¡No te preocupes! Si hay alguien que puede ayudarlo, eres tú. ¡Yo creo en ti, Athena! ¡Estás lista para esto! – declaró, apretando su puño y sonriéndole con confianza.
– Ok... ¡puedo hacerlo! ¡Gracias, jefe! – Athena le devolvió el asentimiento.
*¡SLAM!*
La Jueza Gavèlle golpeó su mazo. – La defensa ha tenido tiempo más que suficiente para deliberar. Ya es hora de que respondan: ¿cambiarán su declaración?
(«¡Muy bien! ¡Hagámoslo!») Athena se volvió hacia la jueza y Blackquill, y estampó su palma en el escritorio.
– ¡Su Señoría, la defensa no cambiará su declaración! ¡Pelearemos hasta el final por nada menos que completa absolución para el Sr. Tadano! – declaró Athena. Sus dudas ya se habían despejado, y un fuego ardía en sus ojos.
– Entonces has decidido desenfundar tu espada, ¿eh? – preguntó Blackquill. – ¡Lástima para ti que ya es demasiado tarde! ¡Su Santidad está a punto de dar un veredicto!
Athena estampó su palma en la mesa de nuevo y apuntó con el dedo. – Se le olvida que el Sr. Tadano acaba de dar testimonio. ¡Eso significa que tengo el derecho de interrogarlo!
La Jueza Gavèlle parecía en shock. – Srta. Cykes, sí entiende que está hablando de su cliente, ¿verdad? Y que desea admitir lo que ha hecho. Al interrogarlo, ¡está yendo en contra de sus deseos! – explicó.
– ¿Pero realmente son sus deseos? – preguntó Athena. Esta pregunta causó que tanto la jueza como el fiscal opositor levantaran una ceja.
– ¿Está diciendo que el Fiscal Blackquill ha coaccionado al Sr. Tadano para que diera una confesión falsa? – preguntó la Jueza Gavèlle.
Blackquill le lanzó una mirada amenazante a Athena por la acusación. – Piensa bien y profundamente antes de responder a esta pregunta, Cykes-dono... ¡y prepárate para aceptar las consecuencias cuando resulte que estás totalmente equivocada! – declaró, adoptando una postura de Iaijutsu.
– Qué... ¡No! ¡No! Yo nunca dije que el Fiscal Blackquill fuese el responsable, ¡pero sí creo que alguien más está coaccionando a mi cliente para que dé una confesión falsa! – aclaró rápidamente Athena para calmar al incensado fiscal, que simplemente resopló antes de relajar su postura. Luego miró a la jueza. – ¡Su Señoría, creo que este interrogatorio revelará la identidad de la persona que está forzando al Sr. Tadano a confesar falsamente!
(«Apuesto mi dinero a que es Yamai, pero tengo que escuchar a Hitohito confirmarlo, o mi acusación no valdrá para nada...»)
Hitohito podría sentir que su temperatura interna se elevaba junto con su ansiedad.
– Srta. Cykes... por favor... no haga esto... – le suplicó a su abogada, juntando las manos en posición de ruego. La amenaza de Yamai de enterrarlo hacía eco una y otra vez en su mente, y todo lo que podía pensar era en las posibles consecuencias de lo que pasaría si desobedecía sus órdenes, o si Athena descubría que Yamai había venido a acosarlo la noche anterior.
– Hitohito... sé que estás asustado. Entiendo por qué estás tan reacio a compartir tu historia... – le dijo Athena con voz amable. – Pero por favor, dame la oportunidad de ayudarte a aclarar tus dudas y miedos, para poder demostrar tu inocencia tanto para la corte como para ti mismo. Si aún sientes que eres la persona responsable luego de que termine mi interrogatorio, prometo que honraré tu petición. Todo lo que te pido es una oportunidad... por favor...
Hitohito miró a su abogada, y pensó en lo que acababa de decirle. Podía ver sólo con leer su lenguaje corporal que su deseo de ayudarlo era 100% genuino, y en el fondo, quería aceptar su ayuda. Pero la amenaza de Yamai seguía prevaleciendo en contra de su deseo de abrirse ante Athena. En última instancia, tenía que tomar una decisión.
– Ok... ¡confiaré en usted, Srta. Cykes! – declaró Hitohito. Supuso que siempre podía cambiar de parecer si las cosas se salían de control.
– ¡Gracias, Hitohito! ¡Me aseguraré de no decepcionarte por poner tu fe en mí! – Athena juntó las manos y sonrió aliviada. Luego se volvió hacia la jueza. – ¡Su Señoría, estoy lista para iniciar mi interrogatorio!
– Muy bien. Sin embargo, debo advertirle, Srta. Cykes, que si su interrogatorio no demuestra que la confesión del Sr. Tadano fue coaccionada, daré por terminado el juicio y anunciaré mi veredicto. ¿Le ha quedado claro? – preguntó la Jueza Gavèlle en tono severo.
– ¡Perfectamente, Su Señoría! – confirmó Athena.
– ¡Entonces puede iniciar su interrogatorio, Srta. Cykes! – La Jueza Gavèlle asintió.
– Hmph. Así que eliges pelear en lugar de enfundar tu espada... En tal caso, más de vale estar lista para un duelo hasta el amargo y sangriento final, por el bien del Sr. Tadano... y el tuyo propio... – comentó Blackquill de manera ominosa.
(«¡Ohh, voy a hacer mucho más que eso, Blackquill! ¡Le voy a demostrar que soy digna del distintivo en mi pecho!») pensó Athena, mirando fijamente al fiscal. Luego vio hacia donde estaba Hitohito.
(«Sé que de alguna manera, Yamai tiene una prensa puesta sobre tu corazón, Hitohito. También sé que esto será doloroso para ti, pero es la única forma de llegar a ti para poder ayudarte. Prometí que te defendería, y eso es exactamente lo que voy a hacer. ¡Ya sea del tormento de Yamai o de los cargos falsos, te voy a proteger con todas mis fuerzas!»)
Esta historia continuará...
Acta del Juicio (Athena)
(* indica nuevo o actualizado)
Perfiles:
Apollo Justice (Edad: 23): Un abogado que ha estado en la agencia desde antes que yo me uniera. Tiene una habilidad increíble para detectar mentiras a través del lenguaje corporal de la gente.
Trucy Wright (Edad: 16): La querida hija del Sr. Wright. Una aspirante a maga profesional que también es estudiante en la preparatoria Itan.
Hitohito Tadano (Edad: 15): Mi cliente. Un joven amable que está sufriendo de TEPT por culpa de las acciones de Yamai.
Phoenix Wright (Edad: 34): Abogado propietario de la agencia. Le debo mucho por darme la oportunidad de convertirme en una abogada consumada.
Shouko Komi: (Edad: 15): Amiga cercana de Hitohito y su compañera de clase. Es una chica hermosa que tiene problemas para comunicarse.
Najimi Osana (Edad: 15): Estudiante de Itan que siempre tiene mucha energía, y aparentemente tanto Hitohito como Trucy son sus amigos de la infancia. Su verdadero género es un misterio.
Ren Yamai (Edad: 15): La "víctima" de este incidente. Una jovencita horrible que secuestró una vez a Hitohito debido a su obsesión con Shouko.
Nene Onemine (Edad: 16): Una estudiante que se preocupa por los demás como una hermana mayor. Es muy amable y protectora especialmente con su compañera Kaede Otori.
Kaede Otori (Edad: 16): Una estudiante que parece siempre ser muy lenta y distraída. Le devolvió a Hitohito su teléfono perdido el día del incidente.
Bobby Fulbright (Edad: 33): El enérgico detective a cargo de este caso. A veces me hace preguntarme qué significa realmente la justicia.
Sakura Gorimi (Edad: 17): Una estudiante de segundo año, y la bibliotecaria principal. Aún puedo sentir el golpe que me dio en la cabeza con su abanico mortal.
Omoharu Nakanaka (Edad: 15): Una estudiante con síndrome de adolescencia que se hace llamar la Archimaga "Mei Karuma Van Zieks". Supuestamente vio todo el incidente.
* Simon Blackquill (Edad: 28): Un fiscal y prisionero condenado a muerte. Posiblemente haya sido el fiscal de otro caso que ocurrió en Itan antes de ser arrestado.
Kozue Taida (Edad: 49): Profesora de la clase de Hitohito y Shouko. Es muy holgazana y le encanta aprovecharse de Hitohito para que él haga su trabajo en su lugar.
Itsuki Honshoku (Edad: 33): El experto en informática residente en Itan. Accedió a los archivos de la biblioteca el día del incidente.
Masatomo Yamai (Edad: 61): El padre de Ren Yamai (en teoría) y presidente de Yamai Holdings. Un hombre de negocios muy exitoso, pero también un fracaso como padre.
Junichi Asano (Edad: 25): La mano derecha de Masatomo Yamai. Se encarga de las tareas del día a día con las que el Sr. Yamai no puede o no quiere tomarse la molestia, como criar a su hija.
Hitomi Tadano (Edad: 14): Hermana menor de Hitohito, y totalmente opuesta a él en personalidad. Puede ser un poco impulsiva, pero quiere mucho a su hermano y se preocupa por él.
Dick Gumshoe (Edad: 40): Un detective de la división de homicidios con quien el Sr. Wright solía cruzarse a menudo. Aunque le falta inteligencia, lo compensa con su lealtad y corazón.
Hitoshi Tadano (Edad: 46): El padre de Hitohito. Se suponía que se encontraría con el Sr. Honshoku el día que ocurrió el incidente.
Jeanne Tadano (Edad: 43): La madre de Hitohito. Un manojo de nervios que es muy rápida para suplicar. Sabe hornear postres muy buenos.
* Takara Yamai (Fallecida): La hermana mayor de Ren Yamai, que fue asesinada en la Preparatoria Itan hace siete años.
* Carl Pritt (Fallecido): Un antiguo custodio que trabajó en la Preparatoria Itan que fue sujeto de rumores muy perturbadores. Fue condenado por el asesinato de Takara Yamai.
* Verity Gavèlle (Edad: 34): La jueza que preside este juicio, una mujer educada pero de carácter severo. Parece conocer bien al Fiscal Blackquill.
Evidencia:
Distintivo de abogada: Mi nuevo y brillante distintivo. Lo perdí brevemente, pero Hitohito me ayudó a encontrarlo.
Puertas hacia los Archivos de la Biblioteca: La entrada a los Archivos de la Biblioteca. Se requiere una identificación del personal para poder entrar.
Diagrama del sótano: Un diagrama del sótano, que muestra los archivos de la biblioteca y la sala de servidores. El pasillo del sótano y la sala de servidores estaban cerrados durante el crimen.
Reporte médico de Yamai: Un reporte médico de la Clínica Hickfield para Ren Yamai. Según el reporte, fue golpeada dos veces con un objeto contundente.
Reloj antiguo: Un reloj antiguo operado con baterías usado en la agresión, cubierto con la sangre de Yamai y las huellas digitales de Hitohito. Actualmente no tiene baterías en su interior.
* Escritura en sangre: Un mensaje garabateado con sangre que va hacia la mano derecha de Yamai que lee "Tadano". Según Hitohito, no estaba allí cuando salió de los archivos.
Llave de la Sala de Servidores: La llave que abre las puertas de la sala de servidores desde los archivos de la biblioteca. Lleva una semana desaparecida.
Termostato: El dispositivo que regula la temperatura entre los archivos de la biblioteca y la sala de servidores. Fue ajustado durante la hora del crimen, pero no se encontraron huellas digitales en él.
Computadora de los Archivos de la Biblioteca: Una computadora en los archivos de la biblioteca a la que Hitohito accedió por razones desconocidas. Se encontraron huellas digitales de Hitohito, Yamai, y un individuo desconocido en el teclado y el ratón.
* Historial de inicio de sesión: Un registro de quién inició sesión en la computadora de los archivos de la biblioteca. El día del crimen, Itsuki Honshoku accedió a la computadora a las 9:15 AM y Hitohito Tadano, usando las credenciales de su profesora, a las 1:15 PM.
Huellas en el escritorio: Huellas de manos encontradas en el escritorio de la computadora. Análisis indica que pertenecen a Ren Yamai.
Abanico de papel: Un abanico de papel roto que se encontró en una papelera, afuera de un aula del segundo piso. Parece tener algunos cabellos color lavanda enredados.
Mancha de sangre borrada: Una mancha de sangre revelada con prueba de luminol en el piso junto al escritorio de la computadora. Parece que fue borrada muy deprisa.
Teléfono de Hitoshi: El historial de llamadas muestra que intentó contactar a Itsuki Honshoku a las 3:15 PM el día del incidente. Sin embargo, no recibió respuesta y terminó dejando un mensaje de voz.
* Artículo de Periódico: Artículo del Kanagawa Times que detalla el asesinato de Takara Yamai en la Preparatoria Itan hace siete años. Según el artículo, la persona responsable fue el custodio de la escuela Carl Pritt.
* Regalo de Shouko: Un regalo que Shouko hizo para Hitohito. Tiene una tarjeta adjunta con su nombre en ella.
* Diagnostico de TEPT: Un diagnóstico provisional escrito, firmado por el Dr. Koizumi que declara que Hitohito Tadano sufre de trastorno de estrés postraumático.
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