019 I Las marcas

Nicoletta gimoteó, estirándose en la cama de Stella, hoy era un día de relajación, lo cual era una necesidad. Pues equilibrar la universidad con el hospital estaba siendo un arduo trabajo.

Sin ganas de levantarse de la cama, se sentó en el borde en busca de unas sandalias y saliendo de la habitación para ir al baño y lavarse la cara.

—¿Cómo ha dormido la bella durmiente? —inquirió Stella apresurada, mirando algunas aplicaciones dentro de su laptop que estaba sobre la mesa—. Ahí deje un poco de huevo por si quieres. —Señaló la estufa con el dedo, arrugando el entrecejo y volviendo a prestar atención a la pantalla.

—Gracias. —Nicoletta arrastró sus pies hasta llegar a la estufa, donde tomó un plato y sirvió su desayuno— ¿Por qué te siento tan apresurada? —resopló, tomando asiento a un lado.

—Es que me he atrasado con los proyectos de la universidad, y termino este o tengo que ir al Lago Martignano, donde debo de grabar el atardecer, pero la niña no se organizó como debía. —Mordió el labio inferior con frustración, dejando caer sus hombros hacia al frente.

—¿Qué es lo que tienes que hacer? Te puedo ayudar en lo que necesites —ofreció la pelirroja, cubriendo su boca con la mano, ya que aún estaba masticando.

—De hecho, estaba esperando a que te ofrecieras. —Soltó un profundo suspiro que relajó todos sus hombros—. Le he pedido a Enzo que te llevará, ¿puedes ir, por favor?

Nicoletta río, debido a que Stella ya estaba segura que la iba a ayudar, aunque tampoco podía negarse, pues la rubia le ayudó en muchas ocasiones.

—¿A qué hora va a venir? Para arreglarme, ¿debo de tomarla con mi celular o con alguna cámara?

—Con una cámara especial y con un soporte para que no haya temblor de mano. Solo debes de ponerla en un ángulo bien y ya está, ahorita te digo cómo se acomoda para que lo hagas, igual puedes ir ahorita a arreglarte, para que yo termine de arreglar esto. Enzo no tarda más de una hora en venir, está muy desesperado, porque no le has respondido los mensajes —explicó Stella, sacudiendo la mano.

Nicoletta se limpió los labios con una servilleta, levantando el plato de la mesa y dejándolo en el fregadero. Fue a su habitación, la gran deidad estaba profundamente dormida en su cama, y ya no había problema, debido a que aportaba con dinero a la casa. El estirar el cajón de sus pantalones de mezclilla hizo que Morfeo abriera un ojo.

—¿Por qué no sacas la ropa en la noche? —reprochó con odio Morfeo, tomando otra almohada y colocándola sobre su cabeza.

—Lo último que pienso cuando llego del hospital y de la universidad es ver qué es lo que voy a usar el día que viene —aseveró, sacudiendo la cabeza y buscando una blusa con pequeños detalles en la zona del pecho, al final sacó una cazadora de mezclilla color verde militar, debido a que en la noche refrescaba.

De igual manera, tomó su bolsa de maquillaje y salió del cuarto, cerrando la puerta tras ella. Otra vez agarró asiento a un lado de su amiga, maquillándose con sutilidad a la vez que la rubia le explicaba paso por paso qué es lo que debía de hacer para realizar las tomas que  necesitaba.

Al terminar, Nicoletta fue al baño para cambiarse la ropa, mojó un poco su cabello, cepillándolo y atándolo en una cola de caballo en alto, dejando algunos pequeños mechones alrededor del rostro. Una vez que estuvo lista, salió del cuarto, en el preciso momento en que alguien tocó la puerta, así que fue directo a abrirla, del otro lado se encontraba su amigo que sin esperar un segundo más, la estrechó con fuerza entre sus brazos.

—Me dejas sin... aire —balbuceó, sin ser capaz de devolverle el abrazo, ya que la mitad de sus brazos estaban pegados a su torso.

Enzo un poco burlón se alejó de ella, y golpeó suavemente su hombro con el puño, a modo de reproche.

—¿Cómo has estado? La única información que tengo es por parte de Stella —aseguró, rascando detrás de su nuca.

—Estresada, es que no tengo mucho tiempo para el celular, lo lamento. Pero, hoy vamos a estar todo el día juntos, no hay nada de qué preocuparse —prometió la chica, dibujando una sonrisa en su rostro.

—Perfecto, entonces pueden ir hasta allá, que es como cuarenta minutos de camino, y de aquí a que preparan todo el equipo, justo a tiempo para que sean capaces de capturar el magnífico momento del atardecer —irrumpió Stella, de su mano estaba colgando la mochila preparada—. Si tienen duda con la instalación, no duden en llamarme, de igual manera puedo tener un control desde mi computadora, realmente si no fuese urgente, no les pediría este favor. —Mordió su labio inferior, intercalando las miradas entre sus amigos.

—No tiene que preocuparte, porque para eso estamos las amigas, igual esto no es nada a cambio de lo que tú has hecho por mí. —Nicoletta tomó la mochila, colgándola sobre sus hombros y pellizcando la mejilla de su amiga.

—Bueno, Stella, nos vamos, en todo lo que necesitas, estamos en contacto por el celular —apresuró Enzo con desesperación, tomando la mano de su amiga y tirando de ella hacia la salida.

Los dos salieron del edificio, y justo en frente estaba su motocicleta, le dio el casco gris a ella, no ocupó ayuda para aprovecharlo, aunque Enzo se moría por ayudarle. Él cruzó la pierna por encima de la moto, la pelirroja imitó su acción un poco después, rodeó el pecho de su amigo con los brazos, aferrándose al entrelazar sus manos.

—Sujétate con fuerza —pidió él, en un grito, pues el motor estaba haciendo ruido.

Antes que la chica a bordo pudiera responder, él había arrancado. El aire golpeaba en el rostro de ella que mantenía los ojos abiertos, apreciando lo hermoso que es la ciudad de Roma, no conoce tanto cada calle, por falta de tiempo, y al ser foránea le encantaría hacerlo, por lo que ese trabajo en realidad la estaba ayudando más.

Por otra parte, Enzo conocía a la perfección la ciudad, debido a que siempre había vivido ahí, y eso hace que se logre mover entre los autos con una agilidad fascinante. Y Nicoletta no sentía que se iba a caer cada vez que él ladeaba un poco más que si estiraba su brazo, podría tocar el suelo.

—¿Está todo en orden? —preguntó el conductor cuando se detuvo en un semáforo en rojo.

—Sí, gracias. Es bueno no estar estresados por un día —replicó ella, posando sus ojos en los oscuros de él, debido a que había girado un poco la cabeza—. Ya debes de seguir. —Señaló cuando la luz roja cambió a verde.

Enzo aceleró por las calles hasta salir un poco de la ciudad. El cambio del aire era diferente, lograba sentirse más libre que dentro de Roma, era como si le quitasen un gran peso de encima. La región Lazio se encontraba situada en medio de un antiguo cráter, esté en su momento tuvo agua que era potable, pero se utilizaba para otras cosas.

El lugar estaba completamente verde, se podía apreciar algunas personas que estaban haciendo un picnic y usaban ropas cortas, disfrutando el calor del día. A la orilla del lago había una hilera de árboles verdes y frondosos.

—Tenía mucho que no venía para acá —mencionó Enzo, resoplando y apagando el motor.

—Yo también, creo que desde que me mudé para acá, como relativamente está cerca, uno no tiene mucho interés de venir una vez que lo conoces, es que el tiempo suele ser muy corto en el día a día —concordó, sacando todo el pecho de sus pulmones, y viendo en el interior de la mochila todos los instrumentos para captar el momento adecuado que Stella necesitaba para su proyecto.

—¿Cómo has estado? —preguntó con cierto nerviosismo su amigo, colocando las manos sobre los bolsillos de su pantalón.

—Un poco estresada, pero todo bien, ando equilibrando mi tiempo —respondió sin prestar atención, calibrando todas las piezas de la cámara, sacando el celular para hacer una llamada con la rubia.

Entretanto, Morfeo estaba de brazos cruzados, sentado en el borde de la cama. Gabrielle le pidió que no asistiera, porque iba a llegar mercancía, por lo que no querían tener saturación en el lugar, de igual manera avisaron por medio de sus perfiles que no había modelo ese día.

—¿Qué tú no tienes trabajo que hacer o por qué me molestas mucho? —inquirió Morfeo en un bufido al ver una extraña sombra en la esquina de los cuartos.

—No sé, es divertido, igual deberías de ser más agradable, porque ya he investigado todo lo de tu mundo —picó con diversión, esbozando una sonrisa fanfarrona—... Pero, si no quieres saber...

Aquella oración alertó los sentidos de Morfeo, abrió sus ojos y fulminó al recolector con ellos, en un absurdo intento de intimidarlo, pero solo se encogió de hombros, restándole importancia.

—¿Qué es lo que sabes? ¿Todo está bien? ¿Seguro que mi presencia no es requerida para resolver los problemas? —preguntó con prisa, albergando una esperanza que necesitaban de él, y que levantaran el castigo.

—Sí, nada que preocuparse. Las ovejas y Nala están haciendo un excelente trabajo, lo prometo. —Colocó una mano sobre su pecho, y la otra en el aire.

Aunque eso no relajaba en lo absoluto a la deidad, al contrario, cada vez estaba más ansioso.

—Pero, me dijeron que no puedes ir a tu mundo, aunque lo más cerca que puedes estar es... —Se balanceaba de un lado a otro con ritmo, tomando un gran bocado de aire.

—Pero habla, ¿qué es? —insistió el dios, lo único que quería hacer era estrangularlo hasta cortarle la respiración, pero era consciente que sus habilidades eran igual o peor a las de un mortal común.

—Me dijeron que, si querías, podías platicar con las ovejas, pero a través de un portal que se encuentra un poco lejos de aquí. —Indicó con su dedo el horizonte, como haciendo una metáfora a lo extenso que era el recorrido—. Eso sí, la llamada iba a durar poco, y sólo puedes hablar con Nala, que es la que más te extraña, y eso se debe a que no sabe mucho de ti, necesita saber si ya comiste y todas esas cosas...

—¿Y dónde es el dichoso lugar para poder hablar?

—Bueno, pues tengo las coordenadas, y sé el recorrido. No puedo tronar los dedos y aparecer contigo, esa habilidad no está dentro de mis capacidades. Así que te toca tomar el camión, dos y otros dos de regreso, o sea, cuatro. Eso sí, debes de tener dinero, ¿verdad?

—Está bien, porque de ahora en adelante no eres más un sencillo recolector de almas, también eres un guía —concluyó Morfeo, esperando agradarle un poco a la parca y tenerlo de su lado.

Aparentemente el halago funcionó, porque el pelinegro sonrió de saldo con orgullo. Morfeo sacudió un poco la cabeza antes de salir de la habitación, lo primero que sus ojos se encontraron fue una mujer rubia alterada, desesperada con el cabello hecho un desastre, y moviéndose de un lado a otro, parecía dar órdenes por medio del celular, aunque en realidad no estaba entendiendo lo que decía.

—Hola —saludó, carraspeando su garganta con el puño en frente de sus labios— ¿Qué haces? —La escudriñó, pero en realidad no le interesaba en lo más mínimo—. Ah, olvídalo, la verdad no me interesa en lo más absoluto.

Stella volvió a sellar sus labios, rodando los ojos, ese papel que él jugaba a ser un insoportable la estaba cansando. Por el momento ella no iba a decir nada, debido a que tenía otras cosas en mente.

La parca se posicionó a un lado de la puerta, esperando al dios, señalando su muñeca izquierda con su dedo índice derecho, asemejando a que no tenía mucho tiempo para ser una guía. Morfeo salió del apartamento sin despedirse de la compañera de la humana inmunda, siguiendo a la parca.

El recolector de almas iba caminando unos pasos al frente, lo condujo hasta llegar a la estación de camiones, donde estuvieron unos minutos esperando. La deidad ya se había sentado en la banca, moviendo la rodilla de un lado a otro con desesperación, pues era un ser con nada de paciencia.

—¿Es que creen que tengo todo el día para esperar o qué? —refunfuñó, cruzando los brazos sobre su pecho.

—Todo a su debido tiempo, no te desesperes.

Morfeo mantuvo los labios sellados, porque lo verían raro si hablase con el aire. En ese instante, el camión se detuvo enfrente, al peliblanco no le interesó darle oportunidad a los demás, por lo que al abrir la puerta, fue el primero en subir las escaleras, pagándole al conductor el pasaje y caminando por el estrecho pasillo hasta tomar asiento en el fondo, manteniéndose lejos de todo lo que detestaba.

—Mira hacia afuera, tal vez así puedas quitar ese rostro de amargado que tienes —animó la parca, pasando sus dedos por su cabello.

Morfeo lo observó de reojo, arrugó su nariz y echó la cabeza hacia atrás ¿Quién se creía que era él para ordenarle?

Cuando era el momento, la parca indicó que debía de bajarse, por lo que a regañadientes la deidad aceptó. Ahora a esperar un segundo camión.

—Tú eres el modelo que se ha vuelto viral, ¿verdad? —preguntó temeroso un chico, sus ojos oscuros brillaban de la ilusión.

—No —cortó, subiéndose al camión que se había detenido justo en frente.

—¿Y tú cómo sabes que este es el camión?

Morfeo se encogió de hombros una vez más, dando largas zancadas hasta llegar al fondo.

—¿Qué harías si te digo que este es el incorrecto?

Eso irritó a la deidad, pero no iba a transmitir sus emociones, por lo que mantuvo una imagen serena.

—Está bien, te has subido al correcto, pero las ganas de asustarte se me han quedado —bromeó la parca.

El dios se mantuvo callado, esta vez mirando por la ventana lo que la ciudad le ofrecía, estaba seguro de que no era ni la mitad de precioso que su mundo, donde literalmente el límite era la imaginación.

No sabe con exactitud cuánto tiempo transcurrió para cuando llegó el momento de bajarse por segunda vez. Al escanear todo r por una milésima de segundo, se dio cuenta que el lugar parecía ser un desierto, debido a que no había edificios, tampoco se escuchaba el tráfico de la ciudad, ¿es que parecía estaba fuera? ¿Era seguro que la parca lo iba a ayudar a hacer una llamada o lo llevaba directamente a su muerte?

Aunque ahora que lo pensaba, no sonaba tan mal plan.

El lugar estaba adornado por un montón de grandes árboles, al aspirar con fuerza el aire por sus narices se daba cuenta que le picaba un poco, tal vez por el césped.

—¿Y por dónde dices que voy a hacer mi llamada? —preguntó con curiosidad, observando a los pocos turistas que parecían estar disfrutando de la vista.

—Debes de acercarte al largo, se va a abrir un portal.

¿Un portal? ¿Acaso escuchó bien? La oportunidad perfecta de saltar en él para llegar a su propio mundo, finalmente dejaría este miserable.

—Vamos, vamos —insistió con desesperación, por primera vez en lo largo de su vida, parecía dibujar una sonrisa sobre sus labios delgados.

¿Los humanos van a ver el proceso? ¡Como si eso le importase, lo único que quería era escapar del lugar!

Frotó sus manos mientras daba pasos largos para la orilla del lago, aunque al ver hacia atrás, la parca desgraciada parecía ir con lentitud, como si tuvieran todo el tiempo.

—Vamos, tenemos que hacerlo —farfulló la deidad con los dientes apretados.

—¿Me estás hablando a mí? —Señaló una niña su propio cuerpo, arrugando el entrecejo con confusión al ver que la cabeza del desconocido estaba en su dirección.

Morfeo inclinó su barbilla, torciendo su boca en una mueca, así que sacudió la cabeza como respuesta, mirando detrás de ella, la parca parecía disfrutar cada momento vergonzoso que él pasaba.

El pelinegro dio pasos cada vez más cortos sabiendo que Morfeo tenía desesperación por contactar con Nala.

Del otro lado del lago, Nicoletta estaba platicando con su amigo, él se acercaba, y acomodaba algunos mechones de su cabello. Ella no prestaba atención a cada detalle, pues estaba más enfocada en el proyecto de Stella, ya que solo tenían una oportunidad para hacer todo perfecto.

El celular de Enzo empezó a vibrar dentro de su pantalón, no respondió la primera llamada y maldijo para sus adentros cuando la pelirroja se alejaba.

—Creo que deberías de responder, podría ser una emergencia —animó la pelirroja, volviendo a prestar atención a la cámara.

Resignado, Enzo deslizó su dedo en la pantalla, dando unos pasos lejos para atender la llamada. La chica lo observó por el rabillo, se podía apreciar como se encontraba nervioso, echando la cabeza hacia atrás, tal vez era una mala noticia. Al colgar, el hombro se acercó a ella con paso lento sin ser capaz de sostener la mirada y rascando detrás de la nuca.

—¿Es que hay algo malo? —preguntó encarnando una de sus cejas.

—Bueno no, pero mi familia me necesita para un asunto, y... —alargó, sin encontrar las palabras adecuadas—. Les estuve explicando que hoy lo tenía ocupado, porque iba a venir ayudarte...

—No te preocupes, en serio, yo entiendo a la perfección que tienes tus asuntos. Yo puedo regresar a casa, solo mando a pedir un taxi, no te preocupes que no me voy a enojar en lo absoluto —cortó ella con una voz sutil.

—Voy a ir, arreglar y si puedo regresar antes de que pidas un taxi, te mando un mensaje, ¿te parece?

—Sí, pero no te preocupes, de igual manera muchas gracias por traerme.

El hombre se acercó a su amiga y la envolvió entre sus brazos como despedida, lograba sentir cómo se sentía pesado, por lo que ella colocó las palmas de sus manos sobre su pecho para que exista un espacio entre los dos.

—Tienes que repetir las palabras: soy todopoderoso y yo os exijo que me dejéis ver mi mundo. Esa oración mientras arqueas los brazos como un simio y caminas en círculos con las piernas abiertas —explicó la parca, inhalando el aire—. También tienes que meterte al lago.

—¿Con el pantalón? ¿Quieres que mojé el pantalón?

—A menos que quieras meterte desnudo, yo no tengo ningún problema con eso.

Morfeo gruñó, pues creía que lo estaban vacilando, ya que que todas esas absurdas instrucciones fueran reales, pero la seriedad de la parca lo hacía tambalear, por lo optó que lo más prudente era quitarse los tenis que llevaba puesto, dando pasos dudosos.

—Soy todopoderoso y yo os exijo que me dejéis ver mi mundo —pronunció, apretando los dientes y caminando al interior del lago.

—No, así no funciona, te falta mover los brazos como chango —negó la parca, desde la orilla del lago y cruzando sus extremidades superiores.

La deidad masculló palabras inaudibles, deseando que la parca no viera lo que iba a hacer. Volvió a tomar un suspiro, extendiendo los brazos hacia los costados y curvándolos, imitando la característica posición de los simios, tomó un gran bocado de aire antes de moverlos hacia arriba con frenesí y pronunciando la oración. Parecía funcionar de poco a poco, debido a que el agua se estaba moviendo en círculo, era que se estaba dividiendo hasta lograr ver del otro lado del agua una troll con una sonrisa de oreja a oreja.

—¡Oh mi dios! ¿Cómo estás? Acá todos en el mundo te extrañamos con locura —saludó Nala con entusiasmo.

—¡No estés hablando por todos, entrometida! —reprendió la voz de la oveja negra, atragantándose con su saliva.

Morfeo frunció el entrecejo, no se esperaba que fueran a estar todos escuchando su comunicación con la troll.

—Es una broma, claro que todos te extrañamos —recalcó, abriendo los ojos de par en par.

—¿Cómo está todo por allá? —ignoró el comentario de la oveja, pues sabía que por más castigos que le diese, jamás iba a cambiar.

—Muy bien, solo hace unos días, estuvieron a punto de salir algunos adefesios de la zona, pero ya está todo tranquilo ¿Cuándo vuelve con nosotros?

Morfeo dejó de escucharla, dentro de su cabeza solo visualizaba cómo poder regresar a su mundo, pues estos humanos inútiles ya lo habían abrumado lo suficiente.

—¿Me estás escuchando? ¿Hola? —preguntó la troll con preocupación—. Tal vez sea raro, y no hay buena conexión.

Las personas que estaban alrededor del lago se miraban confundidos entre sí, no eran muchos, se podría contar que eran al menos dos familias y una pareja. Todos murmuraban palabras que rozaban las ofensas.

—¿Mi dios? —repitió con desesperación Nala— ¿Puedes escucharme? —Chasqueó los dedos por todas partes con exasperación, girando su mentón hacia un lado, como si estuviese intercambiando miradas con alguien más.

Justo la oportunidad que el peliblanco estaba esperando, por lo que se zambulló por ese portal, pero lo único que obtuvo fue cortar la llamada y que se empapara por completo, cayendo en el fondo y sin ser capaz de poner sus piernas firmes. Empezó a sentir como el aire le estaba faltando y como la temperatura de su cuerpo desaparecía de poco a poco.

—¡Auxilio! —vociferó una voz aguda que captó la atención de Nicoletta.

Enderezó su espalda y estiró su cuello, buscando de donde provenía la voz con desesperación. Ella corrió unos pasos hasta encontrar un círculo de personas que miraban petrificados hacia el lago.

—¿Qué es lo que está mal? —inquirió Nicoletta, tocando el hombro de una mujer un poco más baja que ella, que estaba cubriendo su boca con las dos manos.

—Un hombre extraño hablaba en el lago y ya no se ve. —Apuntó con la mano un lugar en específico.

Nicoletta sin perder más el tiempo, se deshizo de sus tenis y la chaqueta mientras se preguntaba el motivo de que nadie fue a socorrer a ese desconocido en lugar de quedarse viendo, a hallar si salía o no. Dio largas zancadas hasta llegar a la orilla del lago, donde sin perder más tiempo, se adentro. El agua estaba llegando un poco más arriba de las rodillas, tratando de ver algo diferente en el agua, su piel estaba erizada con pavor de no encontrar a la persona.

Dio otros pasos más al fondo, metiendo las manos en el agua helada, y tirando de ella hacia los costados, como si pudiera separarla. Ahí logró visualizar una mancha extraña, no parecía ser igual, por lo que se aventó hacia allá con los ojos abiertos, sentía una adrenalina correr por todo su cuerpo, las imágenes en su visión no eran muy claras, así que bajó un poco más hasta encontrarse con la persona que flotaba.

Tomó el borde de la camisa de esa persona y empujó con fuerza sus piernas a la superficie, para su suerte, no había ido muy al fondo, por lo que fue sencillo ponerse de pie en el agua y arrastrar a la deidad a la tierra. Unos hombres se acercaron a ella, ayudándola a empujar el frío cuerpo.

Hasta ahora se les ocurría aportar en algo, Nicoletta rodó los ojos, arrodillándose en frente de Morfeo. Un círculo de personas se había formado a su alrededor, haciéndola sentir presionada.

—Por favor, necesito espacio.

Nicoletta colocó una mano sobre la otra en el pecho, empujando un par de veces, esto ayudaba a que el agua que probablemente Morfeo tomó saliese. Se inclinó al rostro de él, abriendo su boca y tapando su nariz.

Ella le estaba dando el beso de la vida.

Una vez más retomó a poner sus manos en medio de su pecho, empujando para reanimar al dios, cuando el agua no salió, estampó sus labios con los de él con fuerza, y soplando tres veces. Al terminar, volvió a empujar contra sus costillas, y por fin, el agua salía de Morfeo, quien tosió un par de veces, recobrando la postura y abriendo sus ojos de golpe. Ella lo ayudó a tomar asiento para que él pudiera expulsar todo.

—Me asustaste —refutó Nicoletta, retirando las gotas de agua que se estaban deslizando por su frente, golpeó con amabilidad la espalda.

Morfeo estaba confundido y no sabía muy bien lo que estaba pasando, así que permaneció callado.

—¿Cómo se encuentra? —preguntó una voz masculina con curiosidad.

La deidad se frustró al instante, no quería estar escuchando a los estúpidos mortales.

Nicoletta al notarlo, alargó sus piernas, levantándose del suelo y ayudando a la deidad a imitar su acción al ofrecerle una mano. Sintió una ventisca de aire que provocó que todo su cuerpo se sacudiera, pues estaba mojada. Estiró el cuello en dirección a su zona antes de caminar de regreso.

El peliblanco la seguía con cautela, sintiéndose mareado y arrastrando sus pies hasta llegar a lado de una cámara que no logró darse cuenta de que la humana se había detenido y girado sobre sus propios talones, impactándose con ella y desequilibrándose. Él la rodeó con su brazo la cadera mientras que ella descansaba su mano en el pecho, notando que sus ojos no tenían brillo.

Era como si estuviera muerto en vida.

Se removió incómoda, aun sintiendo el frío en todo su cuerpo y el chasqueo de los dientes del dios le confirmó que también se sentía así.

—Ayúdame a hacer una fogata, porque ya se fue el sol y no nos vamos a secar rápido —bromeó Nicoletta, apreciando como las estrellas empezaban a adornar el cielo oscuro.

La pelirroja caminó hacia los árboles, recogiendo las pequeñas ramas que estaban en el suelo, porque no llevaba las herramientas necesarias para acampar, de igual manera recogió algunas rocas. No era una experta en esa área, pero cuando era una niña, su papá le enseñó un poco.

Mientras que Morfeo se estaba quitando la camisa, enrollándola para quitar el exceso de agua, dejando apreciar un tórax marcado.

Nicoletta resopló con frustración al dejar caer en el piso todas las ramas que ella sola había recolectado, parecía que él no estaba dispuesto a ayudarle, así que no se iba a preocupar por ello. Con el cuerpo tembloroso, hizo un pequeño círculo en el suelo donde solo se encontraba tierra, pues no quería dañar el césped. Apiló las pocas ramas y se levantó para ir a la mochila en busca de un encendedor, quizás podría tener un poco de suerte.

Revisó su celular, con un mensaje de Stella agradeciendo el favor de grabar, y que las tomas han quedado perfectas, que si gusta ya era momento de regresar a casa.

Eso le encantaría, sin embargo sabía que ningún taxi estaría dispuesto a llevarlos si seguían escurriendo el agua. Halló el encendedor, con rapidez se sentó en frente de la fogata improvisada, y tomando una rama, encendiéndola. La pequeña llama que salía la unión hacia las otras ramas, esperando que prendieron, pero no lo hicieron. Después de varios intentos más, no tuvo resultados.

Morfeo la observaba, con los brazos cruzados, no era muy ágil con el uso del fuego, así que soltó un bocado de aire, relajando sus hombros. Observó su entorno, y en la mochila de la humana que se encontraba en el piso, notó una hoja de papel que estaba seguro de que le iba a servir aquello. Lo recogió y se dirigió hacia ella, tomando asiento a un lado.

—Presta. —Señaló con el mentón el encendedor.

Nicoletta se lo entregó sin rechistar, él encendió la esquina de la hoja. Dio un pequeño soplido para que la llama se extendiera y lo dejó caer sobre las ramas, haciendo un hueco con sus manos, para que la brisa no lo apagase. Movió las ramas con cuidado, por fin consiguió encender el fuego.

La pelirroja en ningún momento le quitó los ojos de encima, el costado de sus costillas tenían extrañas marcas que resaltan de su pálida piel, la curiosidad la invadía y quería saber qué fue lo que le pasó. Ella creía que los dioses eran perfectos, y una cicatriz no encajaba en la definición.

—¿Qué fue lo que te sucedió? —Pensó en voz alta.

—¿De qué hablas? —preguntó cortante, sin quitar los ojos del fuego.

Nicoletta extendió su mano hacia las marcas, delineándolas con la yema de sus dedos, dejando a una deidad petrificada. Gruñó como respuesta, dando un manotazo a la humana con desprecio, pues no le había dado permiso de tocarlo.

—Humana inmunda —masculló con rencor, mirándola por el rabillo—. Mis marcas no son de tu incumbencia. 

n/a

hola luvs, aquí esta la hope reportandose con un nuevo capítulo, cómo están todos? aquíii ando muy bien.

Estoy bien emocionada, porque ya casi se va a saber que pedo, y veo muchos fantasmitas que leen, whyy? Mis manos y yo somos como dos personas, ya que terminan haciendo lo que quieren, y ellas dicen que se sentirían muy inspiradas si me apoyan con un comentario y/o un voto, y actualizaría más seguido ay n.n

En fin, pueden ir al ig para que podamos conversar más de cerca, mi usuario es fixaunicorn 7u7  

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