011 l La parca
La respiración de Nicoletta pareció detenerse por unos segundos, por lo que abrió sus ojos de golpe, levantándose al mismo tiempo. Ella agachó la mirada, observando que Stella tenía ambos brazos en el borde de la cama y su cabeza estaba sobre ellas, parecía que ha estado cuidándolas por toda la noche.
¿Es que cuánto tiempo ha pasado? Se siente como si hubiese vivido durante una semana en un extraño mundo.
Todo sonaba como una demencia, su sueño había parecido tan real.
La pelirroja bostezo con cansancio mientras estiraba ambos brazos al aire. Luego, con cariño decidió acariciar la melena corta de su mejor amiga murmurando su nombre.
—Solo diez minutos más, mamá —musito Stella, sacudiendo su mano para que la dejase tranquila.
—Todavía a pesar de años, no puedo creer que me sigas llamando mamá —bromeó Nicoletta con una voz dulce, acercándose más a ella y a su oído.
Murmuro que terminó por despertar a Stella que echó la cabeza hacia atrás lo más rápido que pudo. Limpió la comisura de sus labio con el dorso de la mano, debido a que había un hilo de baba seca. Fregó sus ojos y le regaló una sonrisa melosa a su mejor amiga.
—¿Cómo te sientes, Nico? —inquirió, levantándose del pequeño banco, acercándose a la mujer de la cama.
La estiró es cabello hacia atrás, examinado cada centímetro de su rostro, con ayuda de sus dedos, la obligó a agrandar más sus ojos verdosos. Las ojeras por debajo habían desvanecido un poco, pero aún se mantenía unos círculos oscuros y profundos.
—Dormiste toda una noche entera, supongo que sea lo que sea que hizo aquella gitana funcionó. —Esbozó otra sonrisa, pues esperaba que eso fuese más que suficiente para que Nicoletta ya no tuviese problemas para conciliar el sueño.
—Se sintió como una semana —confesó, segura de sus palabras y llevaba una mano hacia su cabeza para hacer un masaje en forma de círculos.
—Lo creo, estoy segura —rio Stella, sacudiendo la cabeza—. La gitana estaba asegurando cosas bien extrañas, pues decía algo de un dios griego, y no sé qué...
—Supongo que sí, porque tuve sueños bien raros. Había un hombre alto, creo que como de 1.95 metros, tenía su ojo izquierdo blanco y el otro azul, su piel era excesivamente pálida. Su cabello también era blanco, aunque las cejas eran de un café claro. Tenía tres ovejas y podían hablar había un gran castillo. —Arrugó el entrecejo llena de confusión, destellos de recuerdos invadían su cabeza, por lo que apretó los ojos.
—¿Qué pasa? ¿Qué pasa? —repitió Stella con desesperación, girando sobre sus propios talones en busca de un vaso con agua.
Se había olvidado por completo que había uno sobre la mesa de noche que estaba a un lado de la cama. Lo tomó y se lo tendió a la chica sobre la cama, quien lo aceptó gustosa y dio un sorbo que le sabía a gloria.
—¿Qué fue eso? —inquirió Stella, quitándole el vaso de cristal de las manos, regresándolo a su lugar.
—No sé, no sé qué me hizo la gitana —refutó confundida.
Nicoletta creía que todo lo que había vivido era parte de un sueño. Tal vez lo que hizo la gitana fue hipnotizarla y plantarle un problema que debía de resolver para poder dormir, fuese cual fuese su método, si era o no ortodoxo, aparentemente había dado resultados, y al final, eso era lo importante.
—Yo tampoco, pero funcionó —confesó Stella— ¿Quieres que te prepare el desayuno?
Nicoletta asintió con la cabeza varias veces, como estaba perdida en la cuestión del tiempo, ella acarició las sábanas de su cama, como si fuesen a darle la respuesta, de igual manera echó un vistazo a una vela blanca que pareció consumirse por completo.
—¿Por qué las velas? —preguntó con curiosidad, bajando sus largas piernas, estirándolas para tomar el vaso de cristal.
—Me dijo que cuando esta se apagasen, tú debías de abrir los ojos, que, si no los abrías, nunca lo ibas a hacer, cosas raras, no sé —explicó Stella, alzando su cabello rubio en una baja cola de caballo, ya que era lo único que le alcanzaba su pelo.
Ella se recargó en el marco de la habitación de Nicoletta antes de salir de la habitación. Mientras tanto, la pelirroja se levantó de la cama, estirándose. Todavía se sentía exhausta, pero era soportable y creía que podía diferenciar entre la realidad y la imaginación.
Arrastró sus pies hacia sus pantuflas de peluche, tomó su celular para revisar el día. Para su suerte, era domingo, por lo que no tenía que preocuparse por la escuela. Ese día lo iba a tomar para relajarse, se lo merecía, o al menos eso creía.
Fue como una niña pequeña hasta la cocina, observando a su mejor amiga como picaba algunas verduras pues aparentemente iba a hacer un omelette, su estómago gruñó.
—¿Necesitas que te ayude para algo? —ofreció, aunque estaba cruzando los dedos detrás de su espalda para que declinase.
—Por favor, ayúdame a batir cuatro huevos. Acuérdate que debes de separar las claras de las yemas —señaló el refrigerador que está a un lado con ayuda del cuchillo.
Nicoletta mordió el interior de su mejilla, bajando la mirada hacia sus muñecas, en busca de una liga para atarse el cabello. No obstante, no había nada, pero se hace un pequeño moño solo con sus mechones, ya que era suficientemente largo para hacerlo. Sacó un tazón profundo de la loza, un tenedor y fue al refrigerador por dos huevos.
Empezó a batir, como Stella le indicó. Ella había aprendido que la rubia era muy perfeccionista y si las cosas no salían como ella lo planeó, todo el día iba a estar de mal humor. Después de terminar, preguntó si debía de continuar batiendo o ya estaba listo. Stella pareció satisfecha al tomar el tazón.
—¿Qué planes tenemos para hoy? —preguntó Nicoletta, estándose en la silla de la mesa.
—La verdad no tengo apetito de hacer nada, lo único que quiero es ver una nueva serie y comer palomitas —confeso Stella, bostezando—. Pasé la noche en vela, cuidándote. Pero, estoy feliz que puedas dormir.
—Lamento que hayas hecho eso —pidió disculpas la pelirroja, caminando hacia la mesa.
—No te preocupes, que estoy segura de que harías exactamente lo mismo. Lo bueno aquí, es que ya se ha arreglado tu problema —aseguró Stella, llevando dos platos preparados a la mesa.
Ambas desayunaron, charlando el extraño sueño que tuvo Nicoletta, sin creer la imaginación que tenía su cerebro. Siempre se ha considerado nula creativa a la hora de crear historias, seguramente tenía un talento oculto.
Cuando terminaron de almorzar, prepararon varias meriendas para ir a la habitación de Stella. Nicoletta encendió la laptop para hacer maratón de películas en la cama. No fue en la habitación de la pelirroja, debido a que era un desastre y tomaría un rato en acomodarlo, por lo que era más práctico ir al otro.
No paso ni media película cuando la rubia quedo dormida, suspirando con profundidad. Nicoletta también estaba cansada, así que decidió doblar la laptop para ponerla en el cajón de la mesita de al lado de la cama. Se recostó en la cama, observando el techo, también tenía ganas de dormir.
Así que cerró sus ojos, inhalando con profundidad, tratando de relajar todo su cuerpo. El tiempo pasaba y ella no caía rendida, así que giró su cuerpo a un lado, tal vez era más cómodo de lado. Juntó las dos manos, colocándolas encima de la almohada y recostó su cabeza sobre ellas.
Por más que ella estuviese intentando aventarse en el abismo no lo conseguía, quería gritar sin duda, ya que el tiempo no se detenía y parecía tardar demasiado.
Exasperación, así se sentía cuando creía que su problema no había sido resuelto.
Para no molestar a su amiga, optó por ir a su propia habitación, revisa el librero donde hay varios libros de ficción. Cerró los ojos para escoger uno, esperando no ser de los medicinas. Cuando lo agarra, apaga la luz y mantiene una pequeña lámpara a lado de la cama para empezar a leer, esperaba que sumergirse en una historia la hiciera conciliar el sueño.
Empezó a leer el prefacio, después la primer hoja, terminó el primer capítulo. Y no se dio cuenta que ya estaba terminando el libro para cuando la alarma de su celular resonó por toda la habitación, haciéndola estremecer por la sorpresa.
¿Paso toda la noche dormida?
Cerró los ojos con fuerza, fregándolos con estrés. Su problema no había sido resuelto.
Con pereza se levantó de la cama, arrastrando sus pies en dirección hacia el baño para tomar una refrescante ducha. Al terminar, envolvió una toalla a su cuerpo para regresar a su habitación. La pantalla de su celular atrajo su atención cuando vio varios mensajes, sobre todo, en el chat persistente de Franco, que se supone que ya estaban los resultados del doctor.
Ella responde que en la tarde lo iba a ver, que debía de ir a la universidad. Preparó sus cosas, vio que Stella seguía profundamente dormida, por lo que tomó una manzana y relleno su botella de agua. Salió del departamento, colgando su mochila en la espalda.
Esperó el autobús por unos minutos y durante su trayecto estuvo de pie. Cuando llegó a la universidad, buscó a Pía cuando escuchó el timbre de su celular cerca, la ubicó y se estaba despidiendo de su novio. La castaña y acercó a ella y depositó dos besos en cada lado de sus mejillas.
—Te voy a arreglar un poco el cabello, parece que no te has peinado... —avisó, buscando su cepillo dentro de su mochila mientras se colocaba detrás de la pelirroja.
Pía empezó a desenredar el cabello desde las puntas, medios y terminar con el cuero cabelludo, haciéndole una cola de caballo en alto.
—Tu cabello es precioso, y tan largo, te lo cambiaría si eso fuese posible ¿Cómo sigues? ¿Ya has podido dormir? —preguntó Pía, torciendo sus labios en una mueca al ver la fría mirada de su amiga—. Oh... Veo que no. —Apretó su hombro, para darle fuerzas.
Nicoletta no quería entablar una conversación, y eso la castaña lo entendió a la perfección, ya que señaló con la cabeza el salón donde tenían su primera clase. Pía sugirió sentarse en la parte trasera, debido a que no se encontraba en las óptimas condiciones para aprender.
El resto de las clases fueron una tortura para la chica, estaba de mal humor, por lo que quería asesinar a cualquier persona que se atravesase en su camino en ese instante. Ni siquiera le apetecía responder a Enzo, que la estaba invitando a comer.
Cuando las clases de la universidad terminaron, Pía ofreció llevarla a su departamento, pero ella se negó. Por otra parte, sus ojos se posaron en una motocicleta, ahí estaba Enzo con una sonrisa de oreja a oreja, sujetando un casco entre su brazo y un costado de su torso. Sacudió su melena larga y oscura, intentando ser seductor.
—¿Ah? —balbuceó ella con confusión, arrugo el entrecejo y mordió el labio inferior—. Enzo, te dije que no te preocuparas... —regañó, rodando los ojos y retrocediendo un paso hacia atrás.
—¿Cómo no me voy a preocupar? Me encanta ir a comer contigo, a pesar de que tengas las cejas arrugadas, las curvas de tus labios hacia abajo y con los brazos cruzados. Puedes confiar en mí, ven. —Enzo le colocó el casco de seguridad extra.
Nicoletta no había entendido la gracia, pero se rio por compromiso. Ella se montó en la parte de atrás cuando él ya había tomado su asiento, deslizó sus manos por su pecho hasta que se entrelazaron en el abdomen del hico, recargó su cabeza sobre la espalda y esperó unos segundos hasta que se puso en marcha.
Ella no estaba tan consciente del restaurante que la llevó, ya que cuando la condujo por la calle, con los brazos entrelazados, no era perspectiva a su alrededor. Pero, cuando atravesaron la puerta, una mesera les dio una cálida bienvenida hasta guiarlos a una mesa.
—Te veo muy ida, Nicky ¿Cómo está todo? —preguntó Enzo en un tono preocupado en frente de ella.
—¿Mal? Tengo problemas para dormir —respondió a secas—. Estoy un poco enojada, por eso no quería verte, de hecho, le estoy diciendo a un amigo que me envíe los resultados por mensaje —farfulló, con el celular en las manos— ¿Puedes pedir por mí, por favor?
Nicoletta estaba concentrada en la pantalla de su celular, tecleando los mensajes que necesitaba cuando otra mesera distinta a quien los recibió. Enzo pidió por ella lo mismo que él, ya que sus gustos eran muy similares.
La mujer de en frente tenía la mirada gacha, hastiada de su alrededor. El ruido de los demás comensales le irritaba la piel. Bloqueó el celular, colocándolo sobre la mesa con furia.
—Nicky...
—¿¡Qué!? —replicó irritada.
Enzo solo y encogió de hombros, intentando parecer chiquito en su silla, parecía que después de todo, había sido una mala idea ir por ella. Los dos permanecieron en silencio hasta que la mesera llegó con una bandeja y los platillos. Los acomodó en frente de ellos, pero era evidente que se sentía intimidada por la pelirroja.
En la mente de la mesera, ella creía que eran pareja y tal vez habían tenido una discusión, por lo que intentó retirarse lo más antes posible.
Nicoletta empezó a picotear la pasta de en frente, ni siquiera tenía apetito para comer, sin importarle que ese era de sus platillos favoritos. No obstante, su celular sonó, robando su atención.
Desbloqueó el celular y abrió la boca que, si no fuese porque estuviese unida a su mandíbula, hubiese caído al suelo. Volvió a leer el diagnóstico del hospital, se encontraba escéptica al resultado: ella no tenía nada fuera de lo normal, por lo que se recomienda hacer más exámenes.
Ella definitivamente no necesitaba eso, ella anhelaba una solución.
La ira se apoderaba de cada parte de su cuerpo, levantándose intempestivamente, tirando el plato, atrayendo la atención de las personas en el restaurante. Ella bramó unas palabras inentendibles, y volvió a tomar asiento al sentir un poco de vergüenza.
—¿Qué es lo que te dijeron? —cuestionó Enzo, limpiando la comisura de sus labios con una servilleta.
—Que los resultados de mi examen están bien, pero anoche no pude dormir, entonces es evidente que tengo un problema, ¿me llevas al hospital? Me urge hablar con el doctor —explicó con velocidad, puntualizando con el dedo índice de su mano.
—¿Te gustaría terminar de comer? —balbuceó con nerviosismo, pues si quería terminar su plato.
—No, necesito terminar este problema. Si quieres tú puedes quedarte aquí, no te preocupes. —Sacudió las palmas de sus manos, tomando la mochila que estaba a un lado.
—No, no, no, espera un minuto. —Enzo masticó más rápido la porción que tenía en la boca, lo pasó con un sorbo de agua, y volvió a meter otro gran bocado a su boca, levantándose del lugar.
La mesera al verlos, decidió acercarse por si necesitaban algo. Enzo preguntó el total de la cuenta. Ella contestó que necesitaba ir a la caja para pedirla. El pelinegro solo sacó su billetera, entregándole varios billetes, pues cuando sus ojos se posaron en su amiga, ella ya estaba muy cerca de la salida.
Va tras ella, deteniéndola al sujetarle el codo.
—Voy a ir al hospital —murmuró Nicoletta, fijando su mirada en la mano de Enzo—. Si quieres, puedes terminar de comer, no tengo problemas.
Entretanto, en un mundo lejano, unos ojos se abrían con lentitud, observando el techo de su habitación. Tenía un humor agradable, la humana inmunda no estaba cerca, y dormía plácidamente gracias a lo que robó.
¿Qué le importaba si la bruja fea tenía su sueño? Ni que le hiciese falta, limpió sus labios con el cuello con el antebrazo, ya que recordó el beso que ella le había robado con esperanza de romper el hechizo.
Las instrucciones de la bruja eran sencillas: solo debía de disculparse con ella. Sin embargo, ¿por qué un dios iba a hacer eso? No estaba mintiendo en lo absoluto. Tal vez la edad y su apariencia ya le estaba afectando.
—¿Cómo durmió? —preguntó la oveja blanca, acercándose a la cama en compañía de su trío.
—Como un dios —mofó, tomando asiento en la cama— ¿Cómo se supone que debía de despertar?
—Con culpa —resopló la oveja negra—. La humana regresó a su mundo sin algo que es vital para ellos —acusó, rodando los ojos.
—No me estés molestando que te corto toda la lana que tienes —advirtió con un semblante serio, con sus cejas oscuras rectas.
La oveja negra tambaleó, ya que no se imaginaba sin su lana en todo el cuerpo. No obstante, no se dejaría intimidar por su prepotente dios.
—¿Qué tal si la humana se muere? ¿No te van a echar la culpa?
Morfeo alzó un poco la barbilla, no era un hecho conocido. Tampoco es que le importase, ya que no iba a aparecer la causa de muerte. En teoría, los dioses tienen prohibido interferir en la vida de los humano, se supone que ellos están para que el mundo se mantenga en equilibrio.
Ni quien los quiera vivos, eran unos completo inútiles o al menos eso era lo que pensaba el dios del sueño.
—No, no importa. No creo que los humanos necesiten dormir para vivir —afirmó, restándole importancia.
—Si no fuese necesario para vivir, creo que Nicoletta estaría agradecida de que lo hayas quitado, supongo —argumentó la oveja beige.
—¿Ustedes de qué lado están? Parecen más amigos de ella que míos —objetó con indignación.
—¿Es que acaso somos amigos? —burló la oveja blanca—. Desde que tengo memoria, siempre se ha referido a nosotros como: "las ovejas" —agregó con un poco de timidez.
—¿Por qué les importa? Ustedes son más fastidiosos que esa humana...
—Entonces deberías de cambiarnos por ella, entonces —sugirió la negra.
—¿Qué quieren que haga entonces? ¿Qué le devuelva el sueño?
Las tres ovejas asintieron lentamente con la cabeza. Ellas estaban delirando por completo o al menos eso era lo que pensó el dios griego.
—¡Están locas, no lo voy a hacer!
—Entonces ve a confirmarlo —mandó la negra, con su característico sonido ronco—. Ve al mundo humano, ve que tenga una actitud óptima y te vas a dar cuenta que realmente lo necesita.
—No quiero ir, y ustedes no me mandan. —Morfeo cruzó los brazos sobre su pecho—. No hagan que me ponga de malhumor que eso no está bien.
Las ovejas ya no dieron ni una respuesta, ellas se giraron para irse a una esquina. Para Morfeo, el tiempo estaba transcurriendo un poco lento. La semana pasada estuvo entretenida con la compañía de la humana, ella intentó que le tuviese un poco de cariño para devolverle lo que él le había robado.
No cree que este viviendo mal como sus compañeras afirmaban, ¿verdad?
Arrastró sus pies hacia la ventana, sin preocupación inició a acariciar el marco para lucir natural, ya que sobre su espalda sentía los ojos acusadores de las ovejas, vigilando cada uno de sus movimientos. En un ágil movimiento, dio un brinco para sentarse, dejando, colgando sus piernas en el aire.
—¿A dónde quieres ir? —inquirió la oveja negra en un grito que hizo estremecer al dios.
—Solo estoy observando el bosque, sin ningún motivo. —Inhaló con profundidad, aunque quería ir a echar un vistazo al mundo—. Pero, debería ir a ver como los humanos están...
—¿Cómo? Si en Italia todavía es de día —agregó la oveja beige.
—¿Qué? ¿Apoco Italia es el único país en el mundo? —refunfuñó el dios, colocando do dedos sobre su boca para silbar, llamando a su nube.
Antes que las ovejas lograsen preguntar algo más, él dio un brinco, cayendo sobre la esponjosa nube para ir hacia el mundo humano, donde solo debía de subir lo más alto del cielo hasta atravesar el reflejo para llegar a su destino.
Sintió una ligera presión sobre sus oídos que cubrió cuando ya estaba del otro lado. El olor a combustible quemado generado por los vehículos llegó a su nariz, los murmullos de las personas de igual manera.
Definitivamente, todos los humanos eran seres detestables.
Empezó a volar por toda la ciudad, en busca de la pelirroja, comprobando que ella iba a estar de maravilla. Tenía una vista magnifica, que podía visualizar cada rincón de la calle. No sabe cuanto tiempo transcurrió cuando escuchó un grito agudo que captó su atención. Al enfocarse a ese lugar, una chica pelirroja estaba saliendo de un hospital, su cara tenía un tono rojizo y sacudía unos papeles en dirección a otro hombre.
La curiosidad despertó en él, ¿tal vez era una discusión de pareja y ella encontró una infidelidad?
Chasqueó sus dedos para ser invisibles ante los ojos de las personas. La nube empezó a descender en la calle que estaba en frente. El semáforo peatonal se encontraba en rojo, por lo que los ciudadanos se empezaban a acumular a su alrededor que al momento caminaban hacia al frente, justo como los de enfrente también.
Todos se movieron, a excepción de una persona alta, con cabello negro y vestido de traje negro, con un saco abotonado y que pantalones ajustados, que, como él, no dejaba de observar a la pareja que discutía, aunque realidad lo único que lo hacía era Nicoletta.
—Hola —saludó Morfeo.
Dicha palabra pareció estremecer a la persona a su lado, se supone que no debían verlo. Posó sus ojos en el dios, por lo que al instante relajó sus hombros al percatarse de que era un dios, uno arrogante.
—¿Por qué miras tanto a la chica, parca? —interrogó Morfeo, dando un paso hacia la parca.
Las parcas se encargan de recoger las almas de los humanos para llevarlos a su juicio final.
—¿No es obvio? —bufó la parca, respirando profundamente—. Creo que sabemos el motivo, tengo que estar cerca de ella ¿La conoces?
—Tú la conoces, déjame ver. —Morfeo extendió la palma de su mano en dirección a la parca.
La parca en forma de humano gruñó, no le gustaba seguir órdenes de los dioses, pero si no lo hacía, se metería en grandes problemas. Así que desabotonó su saco para sacar una carpeta y entregársela.
Al abrirla, la primera hoja era el nombre: Nicoletta Ava Russo. Justo debajo en una esquina estaba una foto de ella. A un lado, un poco de información básica:
—Nicoletta Russo, nacida el 17 de enero, signo zodiacal: capricornio, 1.75 metros y es única hija... —La parca leyó de memoria, señalando el pequeño texto y sin mirarlo—. Es ella, ahí está la foto. Tengo que literalmente ser su sobra, ya que como ves, ahí dice que no hay ni fecha de muerte ni tampoco el motivo —gruñó con estrés.
—¿No tiene razón ni hora de muerte?
—No. Ahí dice "desconocido" ¿Es que no lees? —especificó ahí, golpeando la hoja—. Todos los dioses son unos inútiles —farfulló tan bajo que el peliblanco no alcanzó a escucharlo.
—Estos son los trabajos más difíciles y raros. Debes de estar con ellas hasta que pase el momento, si tiene fecha y hora, puedes llegar cinco minutos, pero no Aquí me tienes, ¿por qué te interesa? —La parca arrebató la carpeta para volver a guardarla.
—¿A ti quién te dijo que me interesa? Solo estoy observando... —Se encogió de hombros— ¿Entonces vas a estar con ella hasta que muera?
—Sí, todos los segundos que le resten de vida, pero igual ya se está investigando este extraño caso, igual me ordenaron que no le debía de quitarle un ojo de encima —esclareció la parca.
Morfeo sintió un escalofrío recorrer su cuerpo, ya que, dentro de sus recuerdos, jamás había sido la causa de muerte de un humano.
En frente, Nicoletta continuaba quejándose de los inútiles de los exámenes. Su problema avanzaba y no tenía respuesta alguna. Enzo mantenía un espacio entre los dos, ya que sentía que en cualquier segundo se iba a lanzar hacia él para descargar toda su ira.
—¡Ya sé! ¡Ya sé que es lo que vamos a hacer! —exclamó con certeza, girando su cabeza en todas las direcciones, buscando la respuesta en la calle.
Por una milésima de segundo le pareció ver a Morfeo entre las personas, preguntándose cómo es que era posible, seguramente estaba delirando. Dejó de prestar atención a él, buscando a la gitana.
Su única esperanza era ella.
—Necesito hablar con la gitana, para que me vuelva a ayudar. —Chasqueó sus dedos, dando pequeños pasos en busca de su salvadora.
Creyó visualizar el local, así que se detuvo en la puerta de en frente. Pero, era un local de lentes. Ella rascó detrás de su nuca con confusión, tal vez estaría atrás el local. Por lo que no decidió ingresar al abrir la puerta y provocando que la campanilla sonase.
—Hola, buenas tardes ¿En qué puedo ayudarles? —preguntó una señora que usaba una bata blanca, llevaba una cola de caballo, unos lentes pequeños y rectangulares sobre su nariz.
—Hace unos días vine aquí, sí. Me encontré con una mujer que te leía como el tarot, tenía una gran bola de cristal en una mesa. —Hizo ademanes, explicando el lugar—. En lugar de puertas, tenía como cortinas de piedritas que hacían mucho ruido si las movías.
La señora arrugó el entrecejo, mordiendo el interior de su moflete, pues ella llevaba años trabajando en ese lugar y jamás había visto a alguien con esas características.
—Discúlpame señorita, pero en ese lugar no lo conozco. He estado trabajado aquí durante diez años y jamás he escuchado a una tal gitana.
—Tal vez está allá atrás —afirmó Nicoletta, señalando la puerta que se encontraba detrás del mostrador.
—No, allá es zona de comedor para los empleados, le aseguró que allá no hay nada. —Entrelazó sus dedos a la altura de su estómago—. Le pido que, si no está en busca de lo lentes, busquen en otra...
—¡No! Es que yo estoy segura de que hay alguien en la parte trasera —rezongó, ahogando una grito.
La cordura de ella había abandonado el cuerpo de ella, así que no le importó más e ignorando la petición de la empleada, decidió cruzar el mostrador de cristal con armazones de diferentes estilos para llegar a la puerta.
La trabajadora le dio una mirada asesina a Enzo que le tomó un segundo para entenderlo, así que se acercó a su amiga, cubriendo su cintura con ambas manos, deteniéndola. Inclinó la espalda hacia atrás, elevando a la chica en el aire.
—¡Bájame idiota, estoy segura de que ahí está la gitana! ¡La necesito! —aquejó con fiasco, pataleó con sus piernas para que la soltase y pellizcaba las manos que la retenían.
Enzo contenía la respiración para poder sujetar a su problemática amiga, la soltó solo un momento para obligarla a girar y colocarla sobre su hombro para salir del local con vergüenza.
Ojalá pudiese ayudar a Nicoletta para que volviese a ser esa chica sensata.
—¡Idiota, te están engañando! Estoy segura de que la gitana está ahí atrás. —Se removió como un gusano, intentando zafarse.
Sin embargo, quedo lívida cuando volvió a ver al hombre de pelo blanco en la esquina de la calle la seguía observando.
Ella se rehusaba a creer que Morfeo fuese real, la gitana la había obligado a crearlo en su memoria.
Tal vez la gitana solo le causaba más problemas.
n/a*
holiiiii, que tal? como están? qué piensan? el tonto de Morfeo se metió en problemas desde el primer momento. Gracias por su apoyo y tomarse el tiempo de leer. perdon los horrores que seque tengo, tengo ig fixaunicorn donde ya voy a estar subiendo más contenido como avances, memes,reels, y pues lo que se me va ocurriendo, así también comparto cuando ya publico por si no les llega notificación.
hasta luego,bonito día n.n hope XOXO <33
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