010 l La bruja

La pelirroja se había dejado caer sobre la cama de Morfeo, teniendo sus piernas colgabas. Ella posó sus ojos sobre la estrella que estaba en lo más alto del techo, donde el dios griego había puesto su sueño ahí. Así que suspiró con nostalgia, el tiempo no estaba a su favor, y la arena se estaba agotando.

Al menos, para su propio consuelo, Morfeo no la echó de su cama, ya que era un lugar sagrado para él y ella lo estaba invadiendo. El peliblanco la estaba tolerando.

—¿Qué ya te rendiste, humana? —mofó Morfeo, acostado sobre una nube blanca y esponjosa que flotaba a unos altos centímetros más arriba de Nicoletta—. Ya te puedes ir al mundo, si eso es lo que te hace sentir mejor.

La humana se levantó bruscamente, sacudiendo su melena, encorvó su espalda para poner sus codos encima de las rodillas, prestando atención en el reloj de la arena una vez más.

—Yo... Tú... —tartamudeo con nerviosismo, recia a rendirse.

Su mente empezó a divagar ideas sobre su cabeza, imaginando las posibilidades. Él no era un mortal como ella, por lo que sus remedios para dormir serán insuficientes para él. Un foco prendió sobre su cabeza, tenía una idea.

Él no era como ella, él era diferente ¿Y si su insomnio tenía un origen más... mágico que estaba fuera de su poder de entendimiento?

Luego, recordó lo déspota que había sido con ella. Las ovejas también parecían tener un cierto rencor, por lo que tal vez era así con todas las criaturas que se posaban en frente de él.

Tal vez alguien con más poder le había quitado lo más preciado que tenía Morfeo: su sueño.

—¿Te has peleado con alguien? —preguntó ella de golpe, con sus delgados labios rectos, sacando el aire de sus pulmones.

—No —resopló con un poco de indignación—. Todos me aman, ¿por qué la pregunta.

Morfeo dejó de estar sobre la nube para tomar asiento a un lado de la mortal. Ella lo observó por el rabillo unos segundos, prestando atención a los grandes brazos de la deidad que parecían tener unas marcas en forma de llamas de fuego que no se alcanzaban a notar en una simple mirada.

Morfeo irguió su espalda con irritación al sentir la mirada penetrante sobre los brazos.

—Tú me quitaste el sueño —afirmó Nicoletta, alzando la cabeza para conectar sus ojos verdes con los de él— ¿Alguien más pudo quitártelo a ti? —inquirió, acariciando su cabello para hacerse una cola de caballo en lo bajo.

De pronto, la habitación de Morfeo se inundó de sus propias carcajadas. Tal vez era muy mala para hacerlo dormir, pero las risas no estaban faltando. La humana inmunda era muy cómica, tal vez debería de abandonar sus estudios como médico para enfocarse en la carrera de comediante.

—No entiendo la gracia, realmente. Es una suposición. —Nicoletta se encogió de hombros, arrugando la nariz— ¿Por qué no puede ser posible? Hasta hace un momento yo solo creía que eras un mito y ya —refutó con la quijada ligeramente apretada.

—Porque nadie tiene razón, ¿quién podría embrujarme? —supuso con ironía, resoplando, rodando los ojos.

—La bruja —respondió la oveja negra, caminando hacia ellos.

La oveja blanca y la café intercambiaron una mirada con nervios, habían quedado que ese evento no iba a hablar de ello, porque le molestaba a su deidad. Sin embargo, la curiosidad invadió el cuerpo de Nicoletta. Morfeo había torcido sus labios, mostrando su insatisfacción.

La oveja negra lo tenía muy en claro, pero le gustaba llevar la contraria. Así que en lugar de retroceder como sus compañeras lo exigían, ella quería seguir avanzando hacia delante, pero las otras se lo impedían. Era indiscreto ver como el trío parecían inseparables, pero era más por decisión propia.

—¿Qué le dijiste de qué bruja?

La última palabra resonaba en la mente de Nicoletta con un eco ¿Qué bruja? Tal vez ella podría tener una respuesta ¡Que boba era! ¿Por qué no lo había pensado antes?

—¡Vamos! —clamó Nicoletta, levantándose abruptamente de la cama, dando un solo aplauso.

—¿A dónde? —Nala echó su cabeza hacia atrás para prestar atención a la humana, que no tenía ni idea de lo que se refería la mayor parte del tiempo, pero porque ella estaba con su dios.

—Con la bruja, tal vez logre saber el origen de tu problema de insomnio. Es que no he estado pensando con claridad. No podemos combatir eso si no sabemos qué es lo que lo provoca ¡Por Dios, es que soy demasiada tonta! —Golpea su frente con la palma de su mano.

—Sí, no tengo dudas —apoyó Morfeo, con una sonrisa fanfarrona.

—Entonces debemos de ir con la bruja ¿Cómo la contactamos? —incitó, ignorando el comentario del dios—. Es que ella tal vez tenga las respuestas que yo no tengo.

—Yo no hablo con ella, si no sabes cómo contactarla, ese no es mi problema. —Morfeo bostezó con cansancio, caminando hacia la puerta de madera, donde la estiró para abrirla, saliendo de su habitación.

La humana tomó un bocado profundo de aire, Morfeo le robó el sueño ¿Qué se supone que debía de esperar de él? Cruzó sus brazos sobre sus pequeños pechos, girando sobre sus propios talones, con una pizca de esperanza que al menos una de las ovejas cantase como un pájaro.

Sabía que la debilidad era la oveja negra, ya que notaba que era la única que no seguía las instrucciones del dios.

—¿Alguien tiene hambre? —Nicoletta dibujó una media sonrisa.

Debía de sobornar a las ovejas y eso ella lo sabía, recordando que habían disfrutado un típico desayuno del mundo humana.

Las ovejas no entendieron su plan, ya que sus profundos ojos oscuros y saltones deslumbraron, recordando el pequeño festín que se habían dado del otro día. La comida humana era deliciosa.

—Sí... —respondieron a coro, balando con su acento.

—¿Los panqueques del otro día? —sugirió con picardía.

Ellos entrelazaron sus miradas, entendiéndose por completo. Así que asintieron con la cabeza con exageración.

Manos a la obra o al menos eso fue lo que pensó Nicoletta, frotando las manos. Ella necesitaba recrear la misma escena, debía de imaginar en su mente y este mundo se lo iba a dar. Por lo que cerró sus ojos, visualizando en su mente una mesa con patas cortas, para que las ovejas pudiesen inclinar su cuello y comer casi del suelo.

En frente había unos platos de porcelana con una pila de esponjosos panqueques en una pila. Hasta arriba había un pequeño cuadro de mantequilla que gracias por el calor, no tardaba en derretirse. En el centro un largo y ovalado florero con un ramo en el interior. Imagino todos los olores que iban a encantar a las ovejas para que estés pudiesen hablar.

Abrió un poco solo un ojo, buscando al troll, pero ella no estaba dentro de su visión.

Cuando terminó de figurar el escenario, recalcó que estaba listo. Mantuvo sus ojos cerrados hasta que su nariz llegó ese aroma delicioso, primero abrió uno para ver como las ovejas ya estaban en frente de los platos y lamían con su delgada lengua el maple que estaba escurriendo.

—¿Está rico? —inquirió ella, acercándose a la mesa que estaba a un costado de la cama, se agachó justo en frente de los animales de Morfeo, cruzando las piernas en frente hasta sentarse.

Las ovejas la vieron por el rabillo del ojo antes de continuar comiendo. La pelirroja colocó sus codos por encima de la mesa, cruzando sus dedos y recargando su barbilla en ellos.

Ella creía que las ovejas estaban muy felices por su desayuno improvisado, esperó unos minutos hasta que terminaron de comer la mitad del plato.

Entonces... ¿Morfeo se peleó con una bruja? —preguntó, fijando sus ojos en la oveja blanca que estaba sentada en el medio.

Ella abrió su hocico para responder:

—No entendí su discusión, fue absurda.

Nicoletta sonrió con satisfacción al pensar que ellas estaban cediendo ante sus preguntas.

—¿Y hay alguna manera de ponerme en contacto con la bruja?

—Solo tienes que murmurar: "Gran bruja ven a mí" —replicó la oveja negra, agachando su cabeza para comer su plato.

—Y debes de imaginar un portal al mismo tiempo ¿Es que no has entendido que tu único límite es tu creatividad? —bufó la oveja beige, la que era silenciosa.

¡Bingo! Eso fue lo que Nicoletta pensó al tener una respuesta. Morfeo ya no iba a jugar más con ella. Inhaló un bocado de aire, detallando a las ovejas, relacionando los colores con las actitudes. La negra parecía ser rebelde y desobediente; la blanca seguía las reglas y no objetaba mientras que la café era silenciosa y apenas hablaba un par de veces.

Nicoletta se recargó sobre la mesa para impulsarse y levantarse del suelo. Sacudió con las manos su trasero. Tenía tarea que hacer: conseguir su sueño de regreso. No, primero debía de hacer que Morfeo durmiese, pero para ello debía de conocer el origen del problema.

Tomó asiento en el borde de la cama de Morfeo, inhalando y exhalando con regularidad para despejar su mente. No se iba a equivocar y al final invocar al demonio en lugar de la bruja.

Sintió un hormigueo por toda su espalda, sacudiéndose de inmediato. Había planteado un escenario en su mente, donde una sombra oscura había llegado al lugar ¿Así son los demonios o eran peores? ¿Tal vez tenían una mejor apariencia?

¿Por qué estaba preguntándose eso?

Las palmas de sus manos empezaron a sudar, por lo que fregó las palmas sobre su pantalón. Seguramente no era tan difícil, si había puesto una mesa con comida ¿Por qué llamar a una bruja sería más complicado?

Torció los labios, arrugando la nariz. Volvió a tomar un bocado de aire antes de visualizar un portal, como un largo agujero en forma de óvalo negro, que tenía algunos detalles color amarillo que hacía ilusión a la velocidad que giraba, como si fuese fuego.

—Gran demonio ven a mí —murmuró inconscientemente, que no se percató de su grave error.

La habitación se sintió gélida al instante que ella dejó de imaginar el portal. Su corazón latía más rápido, sintió como si alguien soplase en frente de su rostro. Así que Nicoletta echó los brazos hacia atrás, apoyándose de ellos.

—Ya puedes abrir los ojos, querida —burló una voz masculina con arrogancia.

¿Por qué era una voz masculina? ¿No sé supone que debía de ser una mujer?

Se levantó con brusquedad, abrió solo un ojo, encontrando lo que parecía un hombre con pecho ancho, un poco más bajo que Morfeo con unos anchos bíceps. Llevaba puesto un pantalón de cuero sin nada en la parte superior. Su pelo era tan negro como la noche. Sus ojos también eran completamente negros, tenía una nariz ancha y un mentón alargado.

—¿Eres tú quien me ha hablado? —Cruzó sus brazos sobre su pecho, olfateando por sus costados—. Eres una humana, ¿qué es lo que haces en el castillo de Morfeo? Estás en su cama —musitó con picardía—. Me alegra que ese idiota finalmente rompió las reglas.

Aplaudió con las manos, tenía unos largos dedos que sintió sobre su mandíbula, delineándola. El demonio había doblado sus rodillas en frente de ella, posando sus ojos en la humana que pasó saliva por su garganta.

—No me digas que ya te has aburrido del dios del sueño y quieres cambiar de mundo.

—No, no me he aburrido de nadie —balbuceó, intentando tranquilizarse.

Ella arrastró su trasero hacia atrás, creando un espacio más amplio entre los dos.

—Por favor, te agradecería que no invadieras mi espacio. —Apretó sus puños como su pilar, mostrando seguridad.

El demonio sonrió de lado, mostrando sutilmente sus colmillos, obedeciendo a la humana fanfarrón, jugando con su larga cola sin pelos.

—Mira, yo no te quería hablar a ti. Yo necesito a la gran bruja. —Se levantó de la cama.

Las ovejas habían retrocedido, el demonio tenía una energía negativa que las hacía debilitarse. Se supone que las criaturas que no pertenecen a los distintos mundos no podrían estar sin invitación. No obstante, Nicoletta lo hizo incidentalmente.

Entre tanto, Morfeo que estaba dando órdenes en el primer piso a los trolls que se encargaban de la limpieza. Estos no entendían las indicaciones, debido a que estaban hipnotizados con la presencia de su dios, cosa que en un pasado no había sucedido.

El dios del sueño selló sus labios al sentir un víbrate por toda su espalda, era como un aviso. Observó hacia arriba, buscando una respuesta. Pero, solo vio el techo. Así que salió disparado por la entrada del castillo, con los trolls pisando sus talones. Metió el su pulgar y el dedo índice a su boca para silbar, una nube descendió del cielo, justo debajo de sus pies.

La nube se elevó hasta llegar a la ventana de su habitación, notó una gran sombra oscura ¿Qué era lo que estaba haciendo un demonio en su habitación?

Dio un alto brinco hasta pisar su habitación atrayendo la atención del demonio.

—Oh, ya ha llegado tu dios —informó a la humana—. No le iba a hacer nada que ella no quisiese —replicó a Morfeo, rodando los ojos—. Te estaba diciendo que no sabrás mi nombre, no quiero que tengas poder sobre mí —regresó su atención a la pelirroja.

Morfeo apretó sus puños, dando una zancada, colocándose en medio del demonio y la humana cuando el intruso extendió su brazo hacia ella. Sus facciones estaban tensas, con el pecho inflado para intimidar.

—No la toques —advirtió, dando un paso hacia delante.

Nicoletta sabía que se había metido en problemas al prestar atención en los músculos que se endureció que marcaban su camisa oscura.

—No sabía que eras capaz de traer a una humana a tu mundo —espetó el demonio—. Estábamos haciendo nuevas amistades, no es para que te enojes. Al final, ella fue quien me atrajo.

El peliblanco buscó con la mirada a las ovejas y se hicieron para atrás, menos la negra. Entonces, supuso que ellas tenían algo que ver. Giró un poco su cuello para ver que la humana no tuviese ni un solo rasguño. No es que se preocupase por ella, la cuestión era el castigo si un mortal muriese dentro de su mundo era horrible.

—Sabes que no eres bienvenido, y debes de irte. Soy un dios y sabes que debes obedecerme.

—Del único dios quien sigo órdenes es de Hades; no uno del sueño —chasqueó con ironía, inclinándose para echarle una mirada lasciva a Nicoletta.

Ella se sintió asqueada, solo quería contactar con la bruja, no ser un bocadillo para un demonio.

—Entonces voy a contactar a Hades para que venga... —advirtió, negando con la cabeza.

El demonio se estremeció de inmediato y sacudió su cabeza, alzando sus manos en modo de rendición.

—Está bien, me voy a ir. Pero, cuando te aburras de ella, me la envías. —Guiñó el ojo presuntuosamente.

Morfeo tronó sus dedos, apareciendo el mismo portal que Nicoletta había abierto.

—No la mires más —mandó Morfeo.

—Si cambias de opinión, ya sabes dónde encontrarme —añadió el demonio antes de atravesar el portal que se cerró al instante.

Morfeo se giró hacia ella, sus cejas blancas estaban rectas y sus ojos achicados, relamió su labio superior, y algunas venas saltaban de su cuello, acercándose peligrosamente hacia ella.

Nicoletta tragó saliva al sentir el aliento a mentas de la deidad sobre su rostro.

—¿Por qué invocaste al demonio? —preguntó, mordiendo el interior de su mejilla, echándose para atrás.

—Yo no invoque a ningún demonio —refutó a la defensiva, cruzando sus brazos sobre su pecho—. Bueno, sí... Pero no era mi intención —corrigió con nerviosismo, desviando la mirada—. Fue culpa tuya, yo te dije que quería hablar con la bruja.

—Si no sabes contactar con ella, pues no lo hagas ¿Tienes idea qué hubiese pasado si hubiera llegado unos minutos más tarde? Esa cosa era un demonio sexual —reprocha, indicando el lugar donde antes estaba el portal.

—¿Sexual? —Rascó con confusión detrás de la cabeza, resecando su garganta.

—Sí, no hagas cosas estúpidas mientras estás aquí, que, por cierto, ya no te queda mucho tiempo. —Sus ojos con heterocroma se posaron en la muñeca, donde los granos de la arena se estaban agotando.

—Entonces haz que la bruja venga o nosotros podemos ir a donde ella —exigió, con algunas gotas resbalando por la frente—. Es eso o yo no sé a quién o qué voy a poder llamar si lo vuelvo a intentar yo —insinuó con astucia.

—Tal vez yo ya no te querer defender —sintetizó con él con seguridad.

—No te puede pasar nada aquí, porque Morfeo... —confesó la oveja negra antes que su dios pudiese interrumpirla

—¿Por qué todavía te mantengo conmigo? —recriminó Morfeo, golpeando su frente con la palma de su vida—. Eres tan irritante.

—Las criaturas de nuestro mundo nos parecemos un poco a nuestro dios, así que... —volvió a desafiar, negando con la cabeza.

Nicoletta estaba pensando que por eso la había salvado del demonio, porque no la podían tocar en su mundo. De lo contrario, no sabría cuáles son las consecuencias ante tal hecho. Lo cual, la terminaba confundiendo ¿No la pueden matar, pero sí robar el sueño?

—Está bien, si tú no quieres traer a la bruja, lo voy a hacer yo —aseguró, dando un paso hacia la cama de Morfeo, donde se dejó caer.

Al cerrar los ojos, la deidad se acercó a ella, arrodillándose en frente de ella. Palmeó con sutileza los dos mofletes para despertarla.

—Está bien, pero por favor no vayas a traer otro demonio, humana inmunda —decidió Morfeo, apoyándose en las rodillas de Nicoletta para levantarse.

La pelirroja abrió uno de sus ojos, esperando que Morfeo trajese a la bruja. Morfeo tomó un bocado de aire, tronando los huesos de sus nudillos antes de volver a abrir un portal, pero esta vez en forma de una puerta rústica de madera con color blanco. Un ligero dolor apareció en su cabeza, masajeó su sien en círculos con las dos manos en un intento de eliminarlo, pero fue inútil.

—Toca la puerta, ella te va a abrir —indicó Morfeo, sentándose en su cama, sintiendo como el dolor se estaba agudizando.

Nicoletta prestó atención al dios, tenía los ojos apretados junto con una mueca.

—¿Te sientes bien? —preguntó con preocupación Nicoletta, dejando de caminar.

—Sí, sí, no es asunto tuyo, humana. —Sacudió la mano para que no se acercase a él.

Ella hizo caso omiso a sus indicaciones, regresando a la cama, donde se encontraba Morfeo, sin preguntar si podía colocar el dorso de su mano sobre su frente. El dios arrugó el entrecejo, levantando los ojos, viendo su mano. Él la sujetó de la muñeca, alejándola de él.

—¿Te han dado estos dolores antes? —Nicoletta atrajo la mano hacia su pecho.

—No te importa, humana insolente —insistió Morfeo de mala gana—. Yo que tú tocaba a la puerta antes de desapareciera.

Nicoletta se alborotó y corrió hacia la puerta, golpeando tres veces con los nudillos. Del otro lado de la puerta se escuchó un gemido ronco, como si se estuviese despertando.

—Tardaste mucho en tocar —recriminó la voz femenina, pero firme a la vez que abría la puerta.

Del otro lado se encontraba una mujer casi tan alta como ella, un poco más ancha, su piel oscura con unas trenzas que comenzaban desde su cuero cabelludo hasta a la altura de su cadera.

—¿Tú eres la bruja? —inquirió Nicoletta, regalándole una sonrisa.

—La gran bruja, nena. La gran bruja. —Movió su mano con exageración, aclarando la situación—. No puedo creer que el idiota ya decidió disculparse ante mí.

Nicoletta miró por el rabillo a Morfeo, pues no había entendido la última oración.

—No, él no ha estado buscándola. Soy yo, soy nueva en este... Mundo. —Sacudió sus manos, extrañada—. Es que hay muchas cosas de las cuales todavía no logro entender.

—Claro, nena. Dime.

La mujer de una apariencia de cuarenta y cinco años se acercó a ella contorneando las caderas de un lado. Cubrió su rostro con las dos manos, impulsando las cejas definidas de la humana con ayuda de sus pulgares, deslizando hacia sus cachetes para estirarlos. Terminó con los dedos índices en las comisuras de la chica, intentando abrir la boca.

—¿Qué ocupas? Yo te veo muy bien de salud —indagó la bruja, colocando una mano sobre la otra a la altura de su estómago, haciéndose para atrás un paso.

—No, lo que sucede es que Morfeo me ha robado el sueño, y no me lo quiere devolver a menos que logre hacerlo dormir. He intentado hacerlo con diferentes métodos, pero no he conseguido nada ¿Sabrá la razón de esta circunstancia? Porque a partir de ahí, yo voy a poder buscar una solución —aclaró ella, acariciando su rostro por aquella extraña sensación cuando la examinó a profundidad.

La bruja acarició sus trenzas, buscó con la mirada a las ovejas y les sonrió, de tal manera que pareciese que se entendían sin decir ni una palabra. Dio unos pasos para tomar asiento en el sofá blanco, donde Nicoletta había descansado días antes.

—¿No lo va a examinar a él también? —preguntó con confusión al ver a la bruja tan relajada.

—Oh, no, corazón. Yo sé muy bien cuál es su problema. —Sopló hacia sus uñas, arqueando una de sus pobladas cejas.

—¿Sí? —preguntaron al unísono el dios del sueño y la humana.

Morfeo se levantó de la cama, acercándose a la bruja con alentaría, inflando su pecho para intimidar. Objetivo que no inmutó a la invitada, pues, al contrario, parecía causarle gracia.

—¿Cuál es el chiste? —interrogó con osadía.

—Me parece ridículo que pretendas no saber la causa de tu mal dormir. —Cruzó sus piernas, inclinándose hacia él—. Tú y yo sabemos el motivo.

—¿Y cuál es ese? —Nicoletta se acercó, mordiendo el labio inferior—. Es que yo no sé.

—Ninguno, yo no sé nada, está bruja está loca, fea y vieja —argumentó con irritación, dándole la espalda.

—¿Vieja y fea? Podré estar loca, pero no te voy a aceptar más —gruñó la bruja, parándose del sofá, impactando su mano detrás de la nuca del dios—. Esa actitud tan hostil es por eso por lo que estamos aquí.

—No entiendo lo que está pasando ¿Por qué dices que su actitud lo llevo ahí?

—No es mi culpa que estés vieja y fea —farfulló Morfeo, defendiéndose.

—Soy la única bruja en el universo que es inmortal, así que soy lo suficientemente grande para tener mis propias mañas. —Acarició su mentón, soltando una carcajada—. Tal vez no tenga una belleza eterna como la tuya, pero mi mente es muy poderosa.

—Lo que digas, ¿qué tiene que ver conmigo, tú y el sueño? —bramó con desesperación, lo único que quería era una respuesta.

—Te lo quite, porque no tienes modales y eres un grosero con todo el mundo. Eres un completo fastidio —respondió con simpleza sin siquiera mirarlo, porque no era importante—. Por eso no puedes dormir, no te hagas que no sabías las consecuencias de tus acciones.

—¿¡Y a ti que te da el derecho de robarme el sueño!? —vociferó con coraje, su pálida piel estaba tornándose un poco rojiza.

Nicoletta estaba sin moverse, las venas de los brazos del dios estaban sobresaliendo. Él tomó un bocado de aire para contener toda su cólera, apretando los ojos con fuerza. El lugar estaba en silencio y el ambiente frío.

—¿A ti qué te da derecho de ser un imbécil con las criaturas? Arrogante de mierda —expresó la bruja, echando la cabeza hacia atrás, fastidiado de la actitud del dios.

—¡Soy un dios, soy mejor que todos ustedes! Así que te exijo que me devuelvas lo que es mío —decretó con sarcasmo, golpeando una palma de su mano con la otra en forma de puño.

—Solo hay una manera de que te lo devuelva. —La bruja cruzó sus brazos anchos sobre su pecho.

—No debes de ponerme condiciones para devolverme lo que algo es mío —advirtió Morfeo, mordiendo el interior de la mejilla—. Bruja.

—Sí, porque soy yo quien es dueña de tu sueño, de la misma manera que tú se lo robaste a esta humana. Giró su cuello, posando sus ojos en la humana que no sabía a quién voltear a ver.

—Bien —accedió la deidad con dificultad— ¿Qué es lo que quieres?

—Una disculpa.

—¿¡Qué!? ¡Tú estás loca! ¿Por qué me voy a disculpar? —defendió, estresado.

—Por fanfarrón e irrespetuoso —objetó la bruja con obviedad.

—No, prefiero quedarme con el sueño de la humana. —Indicó Morfeo sin mirar a Nicoletta.

La pelirroja tragó saliva ¿Por qué estaba en medio de una pelea absurda de un dios y una bruja?

—¿Y yo qué culpa tengo? —Suspiró Nicoletta rendida, dejando caer su cabeza hacia al frente—. Lo único que necesito es dormir para poder vivir.

—¿Ya la escuchaste? Devuélveme mi sueño para que yo se lo pueda devolver a ella —desafió Morfeo con ironía, ignorando a la humana una vez más.

—No, hasta que me pidas disculpas —afirmó la bruja.

—¿Quién te dio el poder de poder quitarme lo más precioso? —inquirió Morfeo con sorpresa.

—Después de vivir mucho tiempo, uno se hace más sabia y aprende algunos trucos. Eso es lo de menos. —Guiñó su gran ojo café con picardía.

—No puedes quedártelo, es mío. Eso es en contra de las reglas —acusó Morfeo, seguro de tener un argumento firme.

—Como lo tuyo también es un delito —provocó la bruja—. Creo que el Olimpo estaría muy interesado de esta situación, claro.

—¡Sabía que eso era un delito! —interfirió Nicoletta, extasiada ante tan descubrimiento.

Sin embargo, las criaturas místicas no le prestaron atención, pues seguían dentro de su burbuja con rivalidad. Nicoletta agachó la mirada a su reloj, donde calculó que solo le quedaban unos minutos en el mundo del sueño, debía de regresar o se quedaría ahí atrapada para siempre.

—¡Oigan! —clamó con frustración, inflando sus pulmones para soltar un aire.

La bruja giró su cabeza para prestar atención a la humana, Morfeo imitó su acción.

—¿Sí, nena?

—No tengo más tiempo aquí, así que, por favor, Morfeo. Eres grosero, deberías de pedir disculpas para que te devuelvan tu sueño, y tú me lo devuelvas a mí.

—¿Por qué debería de disculparme? Es fea, y está vieja —resopló con irritación—. En ningún momento he dicho alguna mentira.

—Yo soy preciosa tal y cómo soy, sin importar está verruga que tengo debajo de mi labio o estás arrugas a lados de mis ojos. Yo soy preciosa... —sintetizó con certidumbre.

—¡Ah, por favor! Si creyeras eso, no te hubiese importado al menos alguno de mis insultos —recriminó la deidad, arrogante.

—No, otra cosa es que yo quiero que aprendas a respetar a los demás. Nadie es menos que tú; que tengas un mundo bajo tu mundo o con habilidades extraordinarias no te hace superior a mí o incluso a Nicoletta que llamas humana inmunda.

—No, no te confundas, que yo tenga mi propio mundo sí me hace superior a todos ustedes. Por lo que te ordeno que me devuelvas el sueño.

—Y yo ya te dije que, si te lo voy a dar, siempre y cuando ofrezcas una sincera disculpa —insistió la bruja.

Ninguno de los dos parecía ceder, por lo que no había el más mínimo avance ¿Cómo es que ella es omitida en su pelea?

—¿Qué culpa tengo yo? —irrumpió Nicoletta

—¡A ti ni te gusta dormir! Te desvelas, así que te he hecho un favor. No pienso pedir disculpas por algo que tengo razón ¡Así que quédate con mi sueño! Al fin y al cabo, yo tengo uno muy dulce. —Esbozó una media sonrisa, girando sobre sus propios talones, dándole la espalda.

—Lo siento, corazón. Yo no puedo hacer nada para que te lo devuelva —musitó con pena la bruja.

—¡A ti nadie te está preguntando, bruja fea! —Señaló el dios.

La bruja estiró con sutileza sus trenzas con frustración, ese dios no iba a cambiar para nada. Chasqueó sus dedos, sus labios se movían, pero nadie alcanzaba a escuchar lo que estaba diciendo, y al terminar un portal se abrió.

La bruja abrió la puerta, se adentró en ella y desapareció, antes que Nicoletta lograse hacer algo al respecto. Sus mejillas se tiñeron de frenesí, apretó los ojos, reteniendo las inmensurables ganas de asfixiar a ese dios.

—¿Qué te pasa? —preguntó con burla Morfeo, regresando a la cama.

—Te quiero matar —escupió sin percatarse de su confesión, inhalando con profundidad para tranquilizarse.

—Humana inmunda, eso es imposible, porque soy inmortal —comentó socarrón, torciendo sus labios en una falsa sonrisa.

—Lo sé, por eso no me he lanzado.

Las ovejas se acercaron a la pelirroja, colocando la oveja café claro detrás de las rodillas para que tomase asiento. Se veía atónita, y que necesitaba un vaso de agua. La oveja negra se preguntó la ubicación de Nala, pues ella tenía los pulgares que necesitaban para ser un poco más útil.

—¿Cuál es tu plan? —indagó la oveja negra, observándola con preocupación.

—Lo único que tiene que hacer tu dios es pedir disculpas para que le devuelva su sueño.

—¡No lo voy a hacer, lo único que he dicho es la verdad!

El delirio estaba matando la mente de Nicoletta, ahora ella se acercó a él, intentando intimidarlo. Ella medía un metro y setenta y cinco centímetros, se consideraba una persona alta. Pero, el dios le sacaba una cabeza, así que debía de medir al menos un metro noventa.

—La verdad es subjetiva, y yo considero que la gran bruja es una bruja muy bella —dijo exhausta Nicoletta, prestando atención a su reloj.

Morfeo al imitar su acción sonrió con satisfacción, la humana ya estaba tan cerca de marcharse. Solo debía de tolerarla unos minutos más.

—No creo. —Morfeo metió las manos en los bolsillos de su pantalón, inclinándose un poco hasta que sus ojos estuvieron a la misma altura.

La desesperación estaba inundando su cuerpo, las ideas no estaban claras. Lo único que visualizaba eran las princesas que rompían todos los hechizos con un beso; las imágenes se proyectaban dentro de su cabeza ¿Tal vez eso era lo que necesitaba?

Entrecerró los ojos intrépida, ladeando un poco la cabeza, analizando la situación ¿Qué iba a perder? Le robó lo que necesitaba para dormir.

Los ojos avizores de Morfeo estaban sobre su rostro, las ojeras debajo de sus ojos se estaban pronunciando poco a poco, su piel ya no tenía color, así que se resaltaban un poco las pecas sobre su pequeña nariz y ambas mejillas.

—Tu reloj está terminando —recordó Morfeo, bajando sus pupilas a su muñeca.

Nicoletta sin decir ni una pregunta más, cubrió sus mofletes con ambas manos, atrayéndolo hacia ella hasta que sus labios se impactaron sobre los de él. El peliblanco abrió sus ojos tan grandes que podrían salirse de su lugar.

Sus labios estaban inmóviles mientras que la lengua de Nicoletta empujaba para que él abriese la boca. Parecía que la deidad estaba cediendo de poco a poco, ya que ella deslizó una mano por el pecho hasta llegar a los brazos cruzados, guiándolo hasta su cintura.

Al mismo tiempo, sus labios la empezaban a seguir y sus ojos se cerraban de poco a poco. Se estaba dejando llevar por la sensación, cuando el dolor de su cabeza lo obligó a parar. Morfeo dio un paso hacia atrás, colocando dos de sus dedos sobre el medio de la frente.

—¿Rompí el hechizo? —interpeló Nicoletta con regocijo, curvando sus labios en una amplia sonrisa— ¡Lo hice! —afirmó con gozo.

Ella quitó el reloj de su muñeca cuando la arena era casi inexistente, lo dejó caer en el suelo, provocando un gran eco por la habitación y lo piso al instante, rompiéndose en miles de pedazos.

Un vórtice se abrió al instante, parecía estar succionando todo a su alrededor, era momento de regresar a su propio mundo. Morfeo sintió como si lo estuviesen estirando hacia ellos y fue cuando se percató que era el momento.

Gracias a la ráfaga de viento que alborotaba completamente su cabello, este cubría la mayor parte de su rostro, dando pasos hacia atrás lentamente. Estaba nerviosa y creyó por un instante que lo había conseguido.

Morfeo se apresuró a dar una zancada cuando la mitad del cuerpo de la humana estaba en el oscuro agujero. Alcanzó a sujetarla de la muñeca, quería decirle algo, pero parecía que no era capaz de formular una oración.

—¿¡Qué!? —tartamudeó el dios del sueño en voz alta.

Pero, a pesar de todo, Nicoletta no logró escucharlo, quiso creer que le dijo que pronto le devolvería el sueño.

—¡Debes dejarme ir! —mandó ella, dejando de sostenerse de él.

Morfeo la soltó con lentitud, prestando atención como fue literalmente tragada por el vórtice y al mismo tiempo desaparecía, dejando su mundo, lo que quería desde un principio. Sus rodillas estaban débiles, miró a su alrededor, y habitación era un desastre. Las ovejas estaban mordiendo las sábanas para no lastimarse.

Se dejó caer sobre el piso sobre las rodillas, tocando sus labios con la yema de sus dedos ¿Por qué sus dolores de cabeza se intensificaban más?

—¿Ya todo va a regresar a la normalidad? —habló la oveja blanca, caminando a la par de sus compañeras hacia él.

—Sí, la humana inmunda no va a regresar.

—¿Le has devuelto el sueño? —retó la oveja negra con diversión.

—No. 

n/a

tan tan, holiiii, oigan, me presento, soy Esperanza, pero pueden llamarme hope ¿Cómo están? ¿qué piensan? ¿les está gustando? disculpen los errores que estoy segura que hay, igual pueden irlos comentando y en un futuro lo editaré. 
En fin, ¿Creen que la nico vaya a regresar otra vez al mundo o qué? 

gracias por leer y les mando u abrazo <3 n.n

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top