Capítulo 16
Wisconsin, Estados Unidos 🇺🇲
Entre a la habitación, estoy como alma que lleva el diablo, tengo ira conmigo mismo por todo esto y lo peor es que yo mismo me lo busqué y también tengo ira con Susan porque de todas formas se salió con la suya.
—Hasta aquí llegó yo —me dijo David.
—Por favor David, tenemos que tener a nuestras chicas a salvo.
—Mira a ti Amelia no te quiere eso es evidente, pero hoy Samanta me dijo que me quiere, no sabes cómo estaba y ella no se merece esto....
—Amelia también me quiere y lo peor de todo es que tiene al miserable de Eduardo encima.
—Yo ya no quiero estar con Violeta, quiero estar con Samanta.
—David por favor esperemos hasta por lo menos estar seguros que Susan no le hará nada a Amelia ni a Samanta.
—Está bien, apenas yo vea que ellas están a salvo, yo mismo mandaré al diablo a Violeta.
—Está bien primo, gracias —le dije.
Susan algún día pagarás todo lo malo que has hecho y de eso me voy a encargar yo.
....
Días después
—Vamos Edward, mis papás te quieren conocer.
—A mí me importa un comino, yo solo debo ser tu novio aquí en la universidad para aumentar tus delirios de grandeza, ya te dije que no.
Mientras peleaba con Susan, en ese preciso momento paso Amelia, quise ir tras ella, Susan se dio cuenta tanto así que me dio un beso, pero créame es mejor machucarme los dedos con un cajón que besarla, la separé bruscamente.
—Es la vida vuelvas a darme un beso.
Ella sonrió, daría lo que fuera por borrarle esa sonrisa, pero soy un caballero.
—Entonces ¿vas a ir o no a mi casa?
—No quiero, además yo no soy tu novio de verdad, no sabes la repugnancia que siento al tenerte cerca, no sabes cómo te odio.
—Pues créeme que todo lo que me acabas de decir me encanto porque del odio al amor solo hay paso así que ódiame todo lo que quieras.
Rodé los ojos.
—Susan si te tengo cerca es porque tú me tienes obligado a estar contigo.
Ella se hizo círculos en su cabeza.
—Edward te lo pondré de esta manera, irás a mi casa, serás el mejor novio de todos o sino tu querida Amelia puede sufrir las consecuencias y ambos sabemos que tu no quieres que a la tonta esa le pasé algo.
—Tu eres una loca psicópata, pero te lo pondré así, tu tocas a Amelia y yo mismo te mataré.
—¿Problemas de relación? —Violeta había llegado.
—Ustedes dos se pueden ir al diablo —les dije y empecé a caminar.
—Te espero en la salida sino ya sabes —me grito Susan.
Maldita, de verdad que la odio demasiado.
....
—Estaban en el pasillo, no sé Sammy debo aprender a verlos juntos y que no me afecte —le dije mientras me acostaba.
—Yo también debo aprender porque hasta en la sopa me he encontrado a Violeta con David y además él ha tratado de acercarse a mí, pero yo no se lo permito.
—Estos hombres como que jamás nos dejarán en paz.
—Pues como que no, pero vamos a aprender a vivir sin ellos.
—Hagamos algo.
—No Sammy, no estoy de ánimos es más con decirte que ni quiero ir a mi casa porque no me quiero encontrarme con Edward, además mi mamá comenzará con sus preguntas.
—Por eso entonces salgamos.
—No Sammy, de verdad que no quiero.
—Está bien Mia, entonces nos vemos el lunes —me dijo para luego irse.
Yo busqué mi maletín, empaque unas cuantas cosas sobre todo el computador, no quiero que me lo vuelvan a robar como antes, salí de mi habitación, mientras pasaba por el pasillo.
—Hola Amelia —me encontré con Eduardo.
—Hola Eduardo.
—¿Ya vas para tu casa?
Asentí.
—¿Necesitas qué te lleve?
Negué.
—¿Por qué estás tan callada?
Iba a responderle, pero él volvió a hablar.
—Es por Edward, ¿cierto?
—Eduardo aún me duele verlos juntos, pero estoy aprendiendo a vivir con eso.
—Mi consejo es que te fijes en alguien más.
—No Eduardo, es muy difícil fijarte en una persona cuando tienes a alguien metido en el corazón —le dije para luego irme y justo en la salida ahí estaba Edward con Susan, aunque quise mirar para otro lado fue imposible hacerlo, él me miro y sus ojos se conectaron perfectamente con los míos, sentí como mi corazón se aceleraba, quise llorar, pero no lo permití, menos mal Ricardo había llegado, así que corrí al auto.
—Hola Ricardo.
—Hola Amelia —encendió el auto —y es que este chico Edward ¿ya tiene novia?
Asentí.
—¿Y desde cuándo?
—Desde hace poco, Ricardo no quiero ser grosera, pero no quiero hablar de este tema.
—Está bien nena, no te hablaré más de esto.
....
—¿Nos vamos mi amor?
—Que no me vuelvas a decir mi amor, entiende jamás seré tu amor.
—Ash está bien, entonces vámonos.
—No tengo opción.
Me subí al auto de Susan y ella arrancó con dirección a su casa, en el camino solo pude pensar en los ojos de Amelia, sé que todo esto lo hago para tener a Susan lejos de ella, pero yo definitivamente quiero es a Amelia.
—Llegamos.
—Vaya es una casa bonita.
—La compro mi papá.
Ajá, sí tu papá, querrás decir el papá de Amelia, el que tu madre descaradamente le quitó a Emma.
Ella puso las llaves en la puerta y entramos.
—Mami ya llegamos —gritó y salió una señora rubia, digamos que es una Susan mucho más grande —madre, él es Edward.
—Hola Edward, soy Elena, un placer conocerte.
—Igualmente —aunque en realidad de placer no tengo nada, aunque ahora viéndola bien, el padre de Amelia no tiene buen gusto porque dejar a Emma por esta es mujer deja mucho que decir.
—¿Edward?
—Dime Susan.
—Mi mamá te está preguntando algo.
—Que pena, dígame señora.
—Cariño no me digas señora, dime Elena, te estaba preguntando ¿cómo estás?
—A muy bien y usted?
—Yo encantada de conocerte, bueno me iré a servirles el almuerzo.
Sentimos unas llaves.
—Papi, que gusto verte.
—Hola preciosa, ¿cómo vas?
—Bien papi, ven que debo presentarte a alguien.
—¿A quién hija?
—Él es Edward, mi novio.
Miré a aquél hombre, no tuve que repararlo mucho para darme cuenta que era el maldito padre de Amelia y que por su culpa ella y su madre habían sufrido, él sin ningún pudor trata a Susan mejor que a Amelia, definitivamente este tipo es un maldito imbécil.
—Que tal joven, mucho gusto soy Federico.
—Edward —le dije sin ni siquiera mirarlo.
—Bueno iré a lavarme las manos para comer, Edward ya bajo para que nos echemos una plática.
Le sonreí, aunque mejor fue una mueca, él se fue, maldito ser humano.
—Podrías ser un poco más cortés, es mi familia.
—No puedo ser cortés con las personas que le han hecho daño a la mujer que amo.
—Es lindo que digas eso de mí, pero mis padres jamás me han hecho daño.
—Sabes muy bien que no hablo de ti.
—¿Podrías solo un minuto dejar de refregarme el amor que sientes por la estúpida esa?
—Susan me querías como novio pues aquí me tienes, así que acepta que ame a otra.
Ella me miro mal y subió supongo que, a su habitación, saqué mi celular y le mandé un mensaje a David.
Yo: Estoy en la casa de Susan, no sabes lo que sentí al conocer a su padre, podría en este preciso momento matarlo.
Recibí respuesta inmediata.
David: Yo también estoy en la casa de Violeta, y la verdad es que estoy muy aburrido, su madre habla mucho más que ella.
—Bueno pueden pasar a la mesa, ya todo está servido —nos dijo la señora, digo Elena, porque de señora no tiene nada, me levanté —siéntate dónde quieras corazón.
Asentí, mientras llegaban los demás, Elena me preguntó.
—¿Qué estudias Edward?
—Yo estudio computación.
—Oh que bien es una gran carrera.
Asentí, llegaron los demás.
—Mami todo se ve delicioso.
—Pues como no si tu madre cocina delicioso.
Federico se sentó al frente mío.
—Bueno entonces hablemos —me dijo.
—Empecemos con usted, ¿solo tiene a Susan o tiene más hijos?
—No, solo tengo a Susan.
Maldito, lo odio.
—Que bien, pensé que tenía más hijos.
Él volvió a negar, así que no dije nada más, porque una palabra más y lo mato.
Susan me hizo mirarla.
—Cállate Edward, por un momento deja de pensar en esa estúpida.
—Deja de llamarla así.
Susan rodó los ojos, el almuerzo termino y cada uno se fue por su lado, Susan quiso ver una película y pues tocó complacerla.
—Sofía me dice que vayamos a un bar.
—No me interesa, yo de aquí me voy para mi casa.
—Ash, vayamos, Sofía me dice que también invito a Violeta y obviamente ella irá con David.
—Bueno está bien, vamos.
Ella se metió al baño y yo me puse a jugar en el celular.
—¿Te gusta?
—Ash, ponte cualquier cosa —le dije.
—Ash, está bien —tomo su bolso y salimos —mamá, iré a un bar con Edward.
Ella gritó desde la cocina.
—Está bien hija, mucho cuidado.
Y salimos.
—¿Podemos ir en el auto? —me pregunto.
—Has lo que quieras, igual sabes que lo que pase contigo me tiene sin cuidado.
—Tú y tu maldita amargura.
—Pues te toco aceptarla.
Ella detuvo un taxi.
—Vamos —me subí.
Al llegar al bar, me di cuenta que se ve bueno, entramos y ahí estaban ellos.
—¿Cómo te fue? —me pregunto David.
—Quiero salir corriendo, acepte porque ibas a estar aquí.
—Bueno pues pidamos —nos dijo Sofía.
—Pidamos que los chicos pagan —dijo Susan.
Quise poner resistencia, pero David no me dejó.
—A ver vamos a gastar, o sea no hay que ser tan patanes.
—Está bien.
3:00 a.m.
La música estaba demasiado alta y lo peor de todo es que Susan y Violeta están demasiado ebrias, yo la verdad estaba demasiado aburrido, pero también tenía mis tragos encima.
—Bueno vámonos —les dije.
—Sí, creo que ya es hora de irnos —añadió David.
—Pero ellas no pueden ir así a sus casas, sus mamás las matan —nos dijo Sofía.
—Entonces ¿qué hacemos con ellas? —le pregunté a Sofía, ella se mordió el labio.
—Pues les propongo que las lleven a su casa y ya mañana que se les pase la rasca ellas se irán a sus casas.
—No, no claro que no —le dije, pero David intervino.
—Edward sé que no las queremos, pero tampoco las vamos a dejar a su suerte.
—Pues...
....
—David esto es una locura.
Él lleva a Violeta y yo estoy cargando a Susan.
—Tonterías, más bien ponlas en tu habitación y tu duerme en el sofá —me dijo David y le hice caso.
....
Me dolía demasiado la cabeza, terminé de despertar y estaba al lado de Violeta, pude revisar la habitación y está no es la mía, me levanté y prendí la linterna del celular, en definitiva, está no es mi habitación ni tampoco es la de Violeta.
Salí de la habitación y caminando por el pasillo me di cuenta que estaba en el apartamento de...
—¿Edward?
Él está dormido en el sofá y está durmiendo sin camisa, en definitiva, este hombre está, uffff, pero buenísimo.
Corrí nuevamente a la habitación y desperté a Violeta.
—¿Qué quieres Susan? me duele mucho la cabeza.
—Necesito tu ayuda, en el sofá está Edward sin camisa.
—¿Y eso a mí qué Susan?
—En el bolso tengo unas pastillas que duermen un caballo, se las doy a Edward, lo traigo aquí y pues hago de las mías.
—¿Cómo se las daremos a Edward?
—Echas estás pastillas en un vaso y yo despierto a Edward.
—Está bien Susan —ella se levantó y yo fui a despertarlo.
—¿Qué quieres Susan?
—¿Qué hacemos aquí Edward?
—Sofía nos dijo que lo mejor era traerlas aquí y que ya ustedes se iban mañana, ahora déjame dormir.
—Está bien, pero antes ¿quieres agua?
—La verdad sí, estoy seco, gracias Susan —él se tomó el agua, ahora sí que serás mío Edward Wilson.
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