No voy a hacerte daño

He pasado más días de los que querría buscándola por la isla y todavía no he dado con ella.
Tampoco me atrevo a preguntar por ahí por miedo a ponerla en peligro.
Sé que si se sabe que hay una sirena entre nosotros, les faltará tiempo para ir en su busca, y lamentablemente, mi padre encabezaría la caza.

—¿Vas a salir de nuevo, Shane?

—Sí, papá. Quiero caminar un poco.

—¿Acaso le temes al mar, muchacho? No te he visto acercarte a un barco desde aquella noche.

No le temía, pero lo respetaba aún más que antes.
Aquella noche había marcado un antes y un después para mí.

Salí de casa y ajusté la gorra sobre mi cabeza. El sol pegaba fuerte esa mañana y empeoraría a mediodía.
Cargado con una mochila con un par de bocadillos y una botella de agua, caminé hacia el este.
Había algunas cuevas escondidas por el lugar, y sinceramente ya no sabía dónde más buscar.
A menos que hubiese vuelto al agua, no podía haberse marchado muy lejos.

Cerca de las dos, me detuve a comer.
Estaba agotado y había terminado por quitarme la camiseta hacia más o menos una hora.

Después de acabar con uno de los bocadillos y media botella de agua, me puse en marcha de nuevo.
No había tenido suerte en las últimas cinco cuevas que visité. Eran pequeñas y no encontré rastro de que hubiese habido alguien allí.

Apenas di dos pasos cuando el sonido de una alarma me hizo volverme hacia ella.
Observé el mar y no parecía que se avecinara un tsunami, sin embargo cuando me fije en el cielo, gruesas y densas nubes de acercaban desde el norte.
Si no se trataba de un tsunami, entonces...

Cuando el viento llegó de repente lo supe. Un huracán.
A partir de ahí todo sucedió nuy deprisa.
Las nubes cubrieron el cielo de sopetón y la lluvia no tardó en aparecer.
¿Qué demonios estaba ocurriendo?
No había habido un huracán allí desde hacia décadas.

Decidido a abandonar mi búsqueda por un momento, me di la vuelta para correr hacia el refugio más cercano, pero entonces, como si fuera una señal, la encontré.

Corría hacia mí con las manos llenas de cocos y aun con la que había sido mi camiseta.
Se detuvo de golpe en cuanto me vio.
Jamás podría olvidar el terror que reflejaban sus ojos y pensar que me temía, me destrozó.

—¡Te dije que te alejaras! —gritó por encima del sonido de la alarma.

—No puedes quedarte aquí. Debes venir conmigo.

Empezó a negar con la cabeza mientras dejaba caer los cocos y retrocedía unos pasos.

Miré a su espalda. Si se adentraba en esa parte de la isla, no estaría a salvo.

—¡Se acerca un huracán! Debes...

—¡Aléjate!

Joder.
En cuanto empezó a correr y se adentró en la espesura de aquella pequeña parte de la isla sin habitar, supe que debía ir tras ella.

Creía que podía encontrar un antiguo refugio abandonado si no me fallaba la memoria, y quizá no nos quedase otra opción, porque no podía dejarla a su suerte y por como estaba cambiando rápidamente el tiempo, no llegaría al otro.

Para cuando la alcancé, apenas veía lo que tenía delante. Había oscurecido tan de repente que no podía creer que apenas unos minutos antes estaba quejándome del calor.

Las copas de los árboles ni siquiera nos protegían de la lluvia y el aire a nuestro alrededor dificultaba aún más avanzar.
Si ella no hubiese tropezado con un pequeño tocón que sobresalía del suelo, todavía seguiríamos corriendo.

—¡Quítame las manos de encima, humano!

—¿Quieres estarte quieta? ¿No te das cuenta del lío que tenemos encima?

—Entonces vete y déjame aquí. Ve a ponerte a salvo. Soy una sirena—mencionó con la voz entrecortada— el agua no puede hacerme nada.

—Tal vez no, pero ese es el menor de nuestros problemas.

—¿Qué te importa? Vosotros habéis acabado con los míos. Nos habéis perseguido y cazado solo por...

Y lo vi. Vi el motivo.
Por un momento creí que era la lluvia, pero sabía que esta no podía cristalizarse y convertirse en piedras preciosas.

Recogí lo que hasta hacia nada era una lágrima y la sostuve entre mis dedos sin poder creer lo que veía.

—Eres como los otros. Puede que me salvaras el otro día, pero...

—¡No voy a hacerte daño! Te seguí para ponerte a salvo. Tenemos que darnos prisa. El refugio...

—No iré contigo. No pueden verme.

—No lo harán. Hay un refugio abandonado por aquí cerca, pero no podemos perder más tiempo.

Coloqué el diamante en su palma y cerré su puño alrededor. Luego la cogí de la otra mano y comencé a correr con ella siguiéndome.

Pensaría bien las cosas una vez estuviéramos a salvo. E iba a cumplir lo que dije.

Y cuando todo esto pasara, averiguaría que más habían mantenido oculto mi padre y mi abuelo.

Respiré aliviado cuando finalmente encontramos el lugar. Estaba oculto bajo la maleza, pero tras varios intentos, conseguimos abrirlo entre ambos.

Con suerte, encontraría alguna vela o lámpara de gas y cerillas en el interior para no estar a oscuras.

Todavía tenía un bocadillo y agua dentro de la mochila porque dudaba que en caso de que hubiese algo de comida allí dentro, fuese algo comestible.

Una serie de estornudos me detuvo de mi búsqueda después de encontrar una vela medio consumida junto a una caja mohosa de cerillas las que aun con dificultad, logré usar.

Acerqué la vela a ella y solo entonces fui consciente de que la camiseta que llevaba estaba completamente empapada y no dejaba absolutamente nada a imaginación.

—Hay... Hay una camiseta seca dentro de mi mochila. Puedes usarla. Yo voy a ver qué más encuentro.

Me di la vuelta y me alejé de ella todo lo que pude dejando la vela a su lado.
Podía usar la linterna de mi teléfono mientras tanto, aunque esperaba no tener que hacerlo durante mucho tiempo para conservar la batería todo lo posible.

—Gracias.

Un breve vistazo de perfil y vi que se había cambiado ya.

—De nada. Soy Shane, por cierto. ¿Puedes decirme tu nombre? Si vamos a estar aquí un tiempo, prefiero saber como dirigirme a ti.

Aunque parecía reacia, finalmente asintió.

—Mi nombre es Eve.

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Nuevo capítulo!!! No sé cuándo actualizaré de nuevo ahora que se acerca el final de las clases y las fiestas, pero por ahora, aquí tenéis uno.

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