XXXI
Lo había perdido todo.
Perdió a su padre, a su madre y a su destinada. No creyó sentir tal dolor al ver el cuerpo sin vida de Joohyun en el bosque, su alma había sido arrancada y ahora vivía mutilado; nadie podría aguantar mucho sin caer en el abismo de la locura. Porque cuando vio a su omega destinada sin vida y al sostener su cuerpo frío soltó un grito de dolor, sus lágrimas fueron pesadas y su desesperación grande. Ya no la amaba, sin embargo, lloró y maldijo por su muerte; se maldijo a sí mismo por haberle causado la muerte por traer a su verdugo a su nación.
Las cosas no estaban destinadas a ser así, él forzó su propia miseria y que perdiera absolutamente todo. Porque ahora sin padre, madre, destinada y sin el omega prisionero que arrastró a su lado; se sentía vacío y perdido en un laberinto sin salida.
Pasaron dos días desde que enterró a su destinada, cinco desde que enterró a su madre y una semana desde su padre; fueron dos semanas en las que no supo nada de Jimin. Le causaba pesar no saber dónde andaba, qué hacía y cómo estaba. Quería saber sus sentimientos después de haberle arrebatado todo.
“Como lo hice yo.” Susurró frotando sus ojos estresado. “Me pagaste con la misma moneda, ¿ah?”
Lo había hecho, le implantó el mismo dolor que le había ocasionado. E incluso peor.
Porque el momento en el que Jimin se colocó como enemigo de su nación le arrebataba a Jungkook otras dos cosas importantes para él: su puesto de líder y el privilegio de estar con su omega. Perdía todo.
Si encontraban a Jimin y lo ejecutaban: perdía al dueño de su corazón. Si se iba en contra de las leyes que su sangre impuso al fundar su nación: perdía su puesto de líder y a la nación que le costó a generaciones.
Perdía todo. Perdió todo. No había forma de salir bien parado en esta batalla, no había forma de mantenerse cuerdo y firme a sus ideales. No podía.
Ahora mismo, Jimin era el más buscado por su nación, se había esparcido con el viento sus pecados y se había puesto precio a su cabeza viva. Los soldados se movilizaban por cada pueblo y rincón de su territorio, lo buscaban día y noche.
A Jungkook le sorprendió que no lo hayan encontrado, la habilidad de su omega le hizo sonreír en cada patrullaje, pedía que siguiera así y se desvaneciera en el viento para nunca ser encontrado.
Pero Jimin no quería perderse en las olas y en el rocío, quería ser encontrado por Jungkook para así ponerle fin a su venganza. Quería encontrar al alfa para atacarlo y así ser libre de la pena tan grande que le atormenta.
No podía seguir extendiendo el momento final, tenía que actuar y lo haría. Había estudiado el movimiento de los soldados junto a Jungkook y sabía cuándo dejaban al alfa solo para que continuará con la búsqueda. Siempre se detenía en la costa del río para buscarlo, por alguna razón, lo buscaba entre el ligero caudal y las piedras que rodeaban.
Tal vez creyendo que algún día se aparecería en aquel lugar donde lo abrazo y compartió sus lágrimas con él. Así sería, Jimin se encargaría de cumplir con su pedido.
Lo esperaba tras arbustos, empapado en lodo y eucalipto para ocultar su aroma. Listo para atacarlo y matarlo. No soportaba ni un segundo más con la pena, no podía acarrear a tantos muertos sin cumplir con su misión final. No podía fallar.
No podía fallarse.
Tras unas horas oculto y después de un dolor de cabeza, Jungkook se asomó por el mismo lugar de siempre, no pudo evitar sonreír al verlo caminar a la costa del río; con pasos firmes y las manos en la espalda contemplando el agua que tenía un curso calmado. Lo escucho suspirar y mirar al horizonte.
Estaba nublado, el día había amanecido con nubes grises cargadas de lluvia y con el pronóstico de unas cuantas tormentas. Hacía frío y el agua del río pronto comenzaba a ser más brava. Con silencio y sigilo Jimin alzó el arco cargandolo con la flecha que le dio fin a la vida de la madre de Jungkook, apuntó al alfa y antes de dispararle en su contra sintió como su corazón se comprimía y su omega rasgaba en su interior.
Mientras le apuntaba sentía como el oxígeno le faltaba, sus manos sudaban y su vista se nublaba. Era obvio que sucedería, estaba unido a él para toda la vida y quitarle la vida significaba quitársela a sí mismo. Su omega no podía permitirle tener semejantes pérdidas: primero su destinado y luego su alfa.
Pero Jimin tenía buen control de su omega, si no fuera así hace mucho se habría presentado a Jungkook. Gracias al cielo, era fuerte.
Él más fuerte.
Contra todo pronóstico interno soltó la flecha, vio cómo ésta se incrustó en la espalda de Jungkook y como el alfa trató de sacarla con desesperación. Era el momento para atacarlo, dejó su arco de lado y empuñó su daga en la mano para ir hacia él.
El alfa cayó de rodillas por el dolor de la flecha impactada en su espalda, quiso quitarla pero fue en vano. En su lugar quiso darse la vuelta para enfrentar a quien le había atacado, con el corazón palpitando a mil por hora se volteo solo para encontrar al omega que le había arrebatado todo; hasta su presencia.
Jimin caminaba hacia él con pasos rápidos y firmes, empuñaba una daga y estaba sucio en lodo. Tenía que levantarse, no podía morir de una manera tan patética como el ser atacado por la espalda.
En su intento de levantarse el omega corrió hacia él para que caiga, sus manos se encontraron en un forcejeo que trataba de demostrar la dominación del uno al otro. Se miraban a los ojos con coraje y pidiendo compasión.
“Basta.” Dijo Jungkook, la fuerza de Jimin lograba que retrocediera; pero aún así peleaba para llevarlo consigo. “Jimin, te mataran.”
“No me importa.” Contestó con un tono alto y el ceño fruncido. Dando todo para soltarse de Jungkook para así golpearlo hasta que caiga. “Primero te mato yo y luego que ellos hagan lo que quieran.”
“No lo hagas.” Empujó y fue empujado. “Déjame ayudarte.”
“¿¡Ayudarme!?” Grito. “¡No quiero tu ayuda! ¡Quiero que mueras!”
“¡Yo no quiero que tú mueras!” Empujó.
“Eso no importa. No importa lo que tú quieras sino lo que mereces y esto.” Soltó su mano del agarre de Jungkook, alzó su puño y lo golpeó en el pómulo logrando ventaja en el forcejeo. “Y morir.”
El alfa no podía permitirlo, no podía dejar que Jimin se condene. Usó toda su fuerza y lo empujó de su cuerpo, le devolvió el golpe que lo hizo caer contra el suelo.
Respiraba cansado, la flecha en su espalda le molestaba y tenía que sacarla antes de que Jimin volviese a levantarse para pelear con él. Así lo hizo, alejándose con cada paso de Jimin trató de alcanzar la flecha hasta que logró sacarla de su cuerpo. No moriría desangrado por una flecha, pero si por la daga que aún empuñaba con rabia el omega que se acercaba a él.
“Usa tu voz de mando ahora.” Dijo levantándose y tomando una piedra. “Haz que me doblegue a ti para perder. Hazlo”
“No tengo porqué.”
“¿Tan seguro estás?” Sonrío de lado, lanzando la piedra a la frente de Jungkook para así conseguir la ventaja para tirarlo al piso.
Con el golpe en su cabeza y el aturdimiento de el Jimin aprovecho para derribarlo. Pero el alfa no se rendiría sin darle pelea; no podía dejar las cosas como estaban. No podía dejar a su omega desamparado.
“No me gustaría morir como tú padre.” Dijo Jimin tratando de llegar con su daga al cielo de Jungkook. “Se ahogó con su propia sangre y no pudo pedir ayuda porque le corté la garganta. Tampoco me gustaría morir como tu madre, solo y sin nadie que pueda ayudarme.”
“¿Y como Joohyun?” Preguntó sosteniendo la muñeca de Jimin, deteniendo sus movimientos y mirándolo a los ojos. “Muerto en los brazos de alguien que querías.”
“Tampoco.” Se detuvo. “No me gustaría morir como ella, arrastrando los pecados del bastardo al que la luna la ató.”
“¿Por qué lo hiciste?”
“¿¡Por qué!?” Se agachó al rostro de Jungkook, cuando sus narices se rozaron y sus respiraciones se mezclaron, hablo. “Porque no podías vivir como lo hacías, no después de haberme arrebatado todo. Mi madre y mi padre murieron, me hiciste ver como decapitaban a mi destinado; tú, merecías sentir todo lo que sentí aquella noche. Necesitabas morir como lo había hecho yo.”
Jungkook lo sabía, sabía que todo era una venganza por sus acciones pasadas.
Padre por padre. Madre por madre. Y amor por amor. El patrón tenía sentido.
“¿Sentiste cuando ella murió?” Pregunto Jimin, distrayendo a Jungkook para soltarse del agarre que tenía en su muñeca. “Cuando él murió yo sentía como mi alma había sido arrancada y como alguien pateó mi estómago, el dolor es indescriptible, ¿lo sentiste?”
“Sí.”
“Yo también.” Dijo. “Me dolió más a mi que a ti. Porque a comparación de ti, yo si tengo un alma y un corazón. Joohyun se había ganado mi corazón y cuando le quité la vida sentí mi segunda muerte.”
El alfa no dijo nada, dejó de forcejear. Fue cuando el omega aprovecho para apuñalarlo en el brazo, tras el grito de dolor por parte del alfa extrajo la daga para intentar apuñalarlo en el pecho, pero fue en vano tras el piedrazo que recibió en la ceja.
Sus rostros comenzaban a pintarse de su propia sangre, Jungkook tenía las manos empapadas de su sangre y Jimin de ambos. Con el dolor en sus ceños volvieron a forcejear por tener el poder, el omega se cansaba de la rutina.
Una vez más se deshizo de la mano pesada de Jungkook en su muñeca y volvió a clavar la daga en su otro brazo. Tenía al gran alfa caído, lleno de sangre y herido por su propia mano, era inevitable no sonreír. Lo hacía con cierta incomodidad en el pecho.
Escucho los estruendos de las nubes, pronto el cielo se tornó más gris y las gotas de lluvia comenzaron a caer mojándolo todo.
Que dramático. Pensó Jimin.
“Tendrás una muerte muy dramática. Ah, digna de un gran líder como tú.” Dejó la daga en el brazo de Jungkook, quería inmovilizarlo para que se le hiciera más fácil ahogarlo en el río.
Al principio había planeado matarlo como a su padre, pero moriría muy rápido y sin tanta desesperación. Al ahogarlo le otorgaba una muerte lenta y sufrida, tal cual había sido la suya.
Se dirigió al alfa y lo tomó de los cabellos, con toda la fuerza acumulada por la adrenalina logró arrastrarlo hacia el río. Con cada paso dado Jungkook se resistía, pataleaba y trataba de soltarse de Jimin, pero por las heridas de su cuerpo no podía hacerlo.
Moriría en las manos de su víctima. A manos de su omega.
“Tu familia y Joohyun tuvieron dignidad al morir.” Dijo mientras seguía arrastrándolo por las piedras, mojándose por la lluvia y ahogándose por la adrenalina. “Fueron enterrados y honrados, fueron bendecidos y plegarias fueron alzadas por ellos. Mi familia no tuvo la misma suerte, ¿no? Solo fueron arrojados a tierra infértil, con los cuerpos ultrajados por las heridas de tus soldados. Aún recuerdo tu señal de temor, la cabeza de mi destinado.” Rió con dolor, los recuerdos pesaban aún más ahora que arrastraba a Jungkook a su muerte. “Todos fueron humillados, no como los tuyos. Hasta en eso tuviste suerte.”
Pronto llegó el agua helada, el río era caudaloso por la lluvia y la profundidad era cada vez más. Soltó a Jungkook en el agua y se puso encima de él para ahogarlo.
“Espero que esto sea humillante para ti, morir a manos de un omega de sangre impura y en un río que no es parte de tu territorio.” Dijo por último antes de poner sus manos en el cuello.
Jungkook era un guerrero, lo habían criado para ser un colonizador y así ampliar su nación, era un sangre pura; alguien más grande y más fuerte. Y Jimin un sangre impura lleno de odio, pequeño y débil.
Siempre habrá pelea. Aunque Jungkook había sido criado para hacer crecer a su nación, Jimin había acumulado una cantidad de odio inmensa que tenía que soltar.
Con el brazo incrustado con una daga, la frente sangrandole junto a su espalda y su otro brazo, Jungkook dio un golpe certero para deshacerse de Jimin de encima. Le golpeó en la nariz aturdiendolo, se levantó del agua y recolectando aire se puso en posición para pelear.
Tomó la daga de su brazo con un grito de dolor, no le haría daño a Jimin, solo lo sometería para así poder llevárselo a un lugar lejano en donde podrá esconderse de todo el desastre que había causado.
“Supongo que no sería digno morir sin pelear.” Dijo sonriendo, limpio la sangre de su boca y con una piedra en mano se aventó a Jungkook para noquearlo.
Ambos se defendieron de los golpes que trataban de darse, Jungkook quería apuñalarlo en el brazo o en la pierna para mantenerlo inmóvil, pero el omega era rápido y fuerte; no dejaría que se interponga en sus planes.
“Te voy a matar.” Dijo Jimin dando golpes en los lugares donde lo había apuñalado.
“Hazlo. Soy tuyo.” Le respondió. En un tono sarcástico, en un tono real. A Jungkook no le importaría morir si no dejará desamparado a Jimin, no le importaría porque moriría a manos del omega que era dueño de su ser.
Los golpes del omega llegaban a ser más duros por la piedra que sostenía, por eso el alfa tenía que protegerse el doble de los ataques lanzados a su rostro. Si lo tiraba, no saldría de esta y no podría proteger a Jimin.
Envuelto en su preocupación y en su necedad de inmovilizar a Jimin no vio el golpe dado en su cuello seguido de su nariz. Con un empujón el omega volvió a ponerse encima suyo para ahogarlo. Aún tirado en el agua le daba pelea, trataba de retirarlo de su encima o cambiar las posiciones. El omega junto toda su fuerza para apoyarse en el cuello de Jungkook.
Lo estaba logrando, hundió la cabeza de Jungkook con fuerza, mientras que los brazos del alfa luchaban por separarlo de su cuerpo. Con una sonrisa vio la desesperación que se apoderaba de Jungkook, sus movimientos eran más lentos y su respiración debajo del agua comenzaba a perderse.
Todo iba bien hasta que la mano de Jungkook acarició su mejilla. Fue cuando toda la tormenta en su corazón se desató. Su estómago se revolvió y las lágrimas comenzaron a resbalar por sus mejillas, lágrimas que se camuflaban con la lluvia que lo mojaban.
No podía hacerlo. Se estaba destrozando en el proceso y no quedaría nada de él cuando todo culmine.
Presionó más el cuello de Jungkook, quiso pelear con lo que pasaba en su interior. Pero todos los sentimientos descubiertos por el colonizador de su existencia invadieron su mente. La caricia de Jungkook había causado un estrago en él, porque antes de morir se dio la oportunidad de acariciarlo por última vez.
No pudo hacerlo, soltó a Jungkook y dejó que el alfa saliera del agua. Se sentó fuera de su cuerpo a su lado mientras comenzaba a llorar.
Matar a Jungkook no le devolvería nada, matar a Jungkook no detendría a los fantasmas que lo venían a ver todas las noches. No había solucionado nada cuando decidió emprender su sangriento viaje, solo se había embarrado en acciones que jamás serían suyas; pero fueron.
El alfa tosía a su lado, sacaba todo el agua que había tragado y recuperaba el aire. No podía creerlo, Jimin le había perdonado la vida.
Cuando se recompuso lo suficiente camino hasta Jimin, sus ojos se encontraron con los llorosos suyos y se arrodilló frente a él.
Ambos se miraron, el alfa limpió las lágrimas de Jimin. Y se abrazaron. El omega abrazo con fuerza a su alfa, se ensuciaron de su propia sangre mientras la lluvia los lavaba de los pecados cometidos.
Jimin lloraba en el abrazo de Jungkook, cerraba los ojos y se perdía en el calor del cuerpo magullado. Cuando tuvo suficiente se separó ligeramente, aún se observaron en silencio hasta que la lejanía se rompió con un beso.
Sus labios se encontraron, las heridas de sus bocas ardieron por el contacto, la sangre sabía a metal y sus mentones se habían manchados en la sangre que ellos habían sacado. Se besaron con desesperación, tragaron la sangre que habían herido, apretaron las heridas que habían golpeado y se fundieron en los cuerpos magullados de los empujones.
Se consumían en el beso, se perdían en su abrazo. No eran nada más que el final de sus pecados. Nada más que la enfermedad de sus estómagos y de sus destinos.
Cuando tuvieron lo suficiente, cuando dejaron de consumirse y beber la sangre del otro se separaron. Aún mirándose a los ojos y sosteniendo sus manos. Eran su final.
No había nada más.
“Tienes que esconderte.” Dijo Jungkook. “Te buscan y si te encuentran te colgarán, vámonos.”
“No me importa.”
“Pero a mí sí.” Se levantó sosteniendo la mano de Jimin. “Y si no me sigues, te obligaré a hacerlo.”
Eran eso. Acciones obligadas y con dolor.
El omega no dijo nada, solo siguió los pasos del alfa mientras sostenía su mano. Caminaron hasta encontrarse al corcel del alfa, a duras penas Jungkook ayudó a que Jimin se subiera, ambos iban muy heridos y ya no les quedaban fuerzas para seguir. Pero tenían que.
El viaje incrementó sus heridas, sus cuerpos dolían y sus cabezas pesaban. Llegaron cubiertos en la niebla hacia la aldea de Jimin, fueron recibidos con preocupación y fueron atendidos para que sus heridas sanaran. Cuando fueron dejados solos pudieron volver a verse a los ojos, las heridas que se habían hecho comenzaban a secarse y la sangre ya no estaba embarrada en sus rostros.
Solo eran las cicatrices que quedarían.
“Quiero que te escondas aquí, que hagas lo que hiciste para tapar tu olor de los demás. Vendré por ti cuando sepa que hacer.”
“¿Y no tienes alguna idea?”
“Una.” Asintió. “Pero tengo que proponerla, mientras tanto haz lo que te pido, mantente a salvo aquí hasta que yo vuelva.”
El omega asintió.
“Ahora tengo que irme.” Se levantó a duras penas del suelo, no quería hacerlo pero tenía que aparecer.
“¿Por qué?” Jimin lo siguió, no quería que le dejara. No quería que se separara de su lado, era lo único que tenía en este mundo y estar sin él le resultaba algo agobiante.
“Porque sino vendrán a buscarme.” Dijo. “Estaré bien, tú preocúpate por ti.”
El omega asintió una vez más, no estaba seguro, pero tenía que aceptar porque no sabía qué más hacer. Estaba perdido al haber borrado el camino de regreso a casa.
Volvieron a mirarse, sus ojos profundos se comprendían y llevaban una complicidad. Pero eso no impidió que el estómago de Jimin se resolviera por el asco, cuando miraba a Jungkook recordaba lo cerca que había estado de matarlo, cuando lo miraba recordaba el amor tan retorcido y desagradable que sentía.
“Te amo.” Le dijo mirándole a los ojos.
Jimin quiso responderle que él jamás correspondería ese sentimientos, que él jamás amaría a alguien como él. Pero no lo hizo, porque sería mentira.
Solamente desvío la mirada y esperó a que se fuera.
Ambos habían perdido todo y era algo que les uniría hasta sus últimos días.
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