XXX
La muerte de su padre y de su madre significaron un golpe duro para toda su nación, el luto se apoderó de las calles y la ira por el arrebato de sus líderes invadió a los soldados. Todo era muy tormentoso, desde su llegada al trono como el nuevo y legítimo líder, hasta el no saber nada de Jimin en semanas.
Todo era tormentoso para Jungkook, porque había perdido todo y seguiría perdiendo, pues el nuevo general y los coroneles señalaban a Jimin como el culpable del deceso de los líderes; se señalaba al extranjero que fue obligado a ser parte de ellos como el asesino de sus padres. Y algo dentro de él se lo confirmaba, tenía sentido.
La ira que había visto en los ojos de Jimin se desarrollaría de esta forma, le haría pagar con la misma sangre por lo que le habían hecho. Y eso no era lo peor, Jungkook aceptaba que su venganza estaba muy bien justificada; cuando te arrebatan todo es legítimo querer luchar de vuelta, todo sería mejor si fuera así de sencillo. Byzantaria tenía sus propias leyes, Byzantaria condenaba a quien se fuera en contra de sus líderes; el que apunte armas en contra de la sangre que fundó todo lo que conocen serían colgados en la plaza principal. Ese sería el destino de Jimin.
Y Jungkook no quería eso.
No podía aceptar que las leyes de su nación le quitarán a su omega, por eso, tenía que encontrarlo antes que todos. Tenía que salvarlo.
“Necesitamos encontrarlo.” Le dijo a Joohyun, ambos se notaban con preocupación en los ojos; ambos perderían a alguien que importa mucho en sus vidas si los altos mandos de la militancia lo encontraban.
“Trate de buscarlo en el bosque pero no logré dar con él, no se donde se esconde.” Dijo la omega mordiendo su labio con preocupación. “Si lo encuentran… ¿no puedes hacer algo?”
“No.” Negó con la cabeza. No podía ir en contra de sus propias leyes, porque si lo hacía desataría una tormenta en su nación que solo se dirigiría a él. “Son leyes que se hicieron desde el principio, no puedo solo imponerme a ellas, sería un mal líder si lo hago.”
“¿Aunque eso signifique perder a Jimin?”
Jungkook se quedó en silencio. Había sido criado para ser el mejor líder de su dinastía, en su sangre corría las enseñanzas de su padre y de su abuelo; él era un líder y un guerrero. No era un ser compasivo, había dado la espalda a su destinada por seguir sus deseos; no podría traicionar quien era por su capricho.
“¿Qué te dijo cuando lo viste?” Cambio de tema, las palabras y la mirada juzgona de Joohyun hacia huecos en su cabeza, no lo soportaba.
“Que huya.”
“¿Por qué?” Frunció el ceño confundido.
“No lo sé, simplemente me dijo que me fuera, me rogó que lo hiciera.”
Ambos estaban confundidos, ¿por qué quería que Joohyun se vaya? ¿Qué diferencia había? ¿Qué pasaría?
“Que raro.” Susurró el alfa. “De todas formas, si llegas a verlo: escóndelo. Hoy saldremos con los escoltas para buscarlo por los pueblos cercanos.” Con cansancio se colocó la piel de lobo que caracterizaba a sus soldados; los hacía ver más intimidantes de lo que eran. “Por favor, trata de encontrarlo y escóndelo.”
La omega solo asintió. Después de un incómodo silencio ambos se fueron por sus caminos, mirándose una última vez; viendo el cansancio y tristeza de sus ojos.
Mientras observaba a su destinada Jungkook no pudo evitar preguntarse: ¿Cómo sería todo si no hubiera cedido a mi capricho? Probablemente tendría ya unos cachorros, sus padres seguirían con vida y hubiese invadido el pueblo de Jimin por territorio. Pero uno nunca sabe, solo era una suposición.
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No había podido dormir, pasó una noche en vela; se despertaba a media madrugada sudando frío por los recuerdos. Si no eran los espíritus de su familia, eran los recuerdos al lado de Jungkook. Su alma y cabeza le atormentaban mientras trataba de encontrar fuerzas para matar al hombre que había asaltado su vida y corazón.
Sin dormir, sin comer y con el tormento de promesas rotas fue en busca de Jungkook. Terminaría todo por fin, se liberaría.
Aunque parecía ser todo lo contrario, sentía que caía en un pozo de agonía cada vez que pensaba en clavar una daga en el corazón de Jungkook. Parecía que al matarlo se condenaría.
Pero tenía que hacerlo, lo había prometido. Había arañado la tierra y su propio cuerpo por la pérdida irreparable, había jurado de rodillas a la luna por ayuda; y ahora que tenía la oportunidad de vengarse no podía dar un paso atrás.
Lo que Jimin pensaba y sentía, era que sentía este vacío porque él no había sido criado en las mismas condiciones que Jungkook; él no veía a las personas como vidas fáciles de arrebatar. O simplemente se hacía mil excusas para no encontrar su cobardía envuelta en amor.
Sea lo que fuera, era hora de hacerlo. Usaría a la noche como su aliada, esta vez no usaría una flecha o asaltaria entre sueños; quería ver que la vida se escurriera de los ojos de Jungkook, quería escuchar sus últimas palabras y sentir la pelea que daría para conservarse vivo.
Camino por el bosque asegurándose de no ser visto por nadie, a excepción de una persona; quien lo había visto por quién era desde el primer momento. Joohyun.
“Jimin.” Escuchó que llamaban su nombre. Su corazón se aceleró al reconocer la voz de quién le llamaba. Se dio la vuelta con desesperación, quería creer que solo era una mala jugada de su cabeza el haber escuchado a su amiga.
Pero no.
Ella venía hacia él, mientras una pañoleta cubría sus cabellos. Ella, su única amiga, la mujer que le mostró compasión; venía hacia él tras no haberle hecho caso.
¿Por qué la vida se empeñaba en hacerlo perdedor de una partida que no quería jugar?
“¿Qué haces aquí?” Le preguntó cuando ella estuvo lo suficientemente cerca como para oírle.
“¿Tu que haces aquí? ¿Dónde estabas? ¿Sabes lo que está pasando?”
“No.”
“Jimin, ¿qué hiciste?” La preocupación de la mujer era genuina, temía por la vida de su amigo y se preocupaba por el destino cruel que podría sufrir a manos de los altos mandos militares.
“¿Qué haces aquí, Joohyun?” Jimin no escuchó su pregunta, estaba perdido en su propia mente, perdido en su rabia y dolor.
“Vamos, tenemos que esconderte.” Se acercó a él pero Jimin retrocedió.
“¿Qué haces aquí? ¿Por qué no me hiciste caso?” Siguió en su trance, estaba desesperado. No quería hacerlo.
Pero debía.
¿Debía?
“¿Eso qué importa?” Frunció el ceño, volviendo a dar un paso adelante, Jimin dio un paso atrás. “Vamos, no podemos dejar que te encuentren.”
“¿Por qué no te fuiste? ¿Por qué no huiste? ¿Por qué no me hiciste caso?” Siguió repitiendo, estaba perdido. Estaba dolido.
La omega se detuvo, dejó de buscar la mano de Jimin para llevárselo. Sintió miedo al ver la expresión tan perdida de su amigo, la desesperación en su voz y el rencor en sus ojos. Algo estaba mal.
Antes de que pudiera pensar en algo más Jimin se acercó a abrazarla, la sostuvo fuertemente en sus brazos y se mantuvo en silencio.
“Dime ¿por qué no te fuiste?” Le susurró con la voz rota y el corazón palpitando en su oreja.
“¿Y por qué tenía que irme?” Preguntó ella por fin, desde el día en el que Jimin le pidió que huya no había entendido; tal vez ahora obtendría su respuesta.
“Porque sí. Porque tenías que hacerme caso.” Porque Jungkook no podía tener a su destinada, porque Jungkook tenía que pasar por el mismo dolor al ver a su alma gemela sin vida en la mirada; tenía que sentir el mismo dolor en el pecho al perderla.
Pero el dolor sería compartido, porque creó un lazo fuerte con la omega que abrazaba con todas sus fuerzas. Él también sentiría el dolor de ver cómo su vida se desvanece de su alma.
Pero era lo que era.
Cerrando los ojos y soltando una bocanada de aire tomó la daga que estaba escondida en su cintura, aún abrazándola fuertemente para recordar el calor de su cuerpo; subió el arma hasta apuntarlo a su yugular y soltando otra bocanada de aire lo clavó.
En sus brazos sintió como Joohyun tembló por la puñalada, sintió como su cuerpo se llenó de desesperación por sacar la daga y sintió como comenzaba a ahogarse con su propia sangre. Con lágrimas en sus ojos escuchó sus balbuceos pidiéndole ayuda, aún sosteniéndola en un abrazo sintió el momento en el que su vida se apagó.
Y el dolor fue enorme, lloraba mientras sostenía en un abrazo a Joohyun. Sus brazos comenzaron a temblar y sus piernas se dieron por vencidas, cayó de rodillas abrazando el cuerpo sin vida de la mujer que había limpiado las heridas de sus muñecas.
“Joohyun…” Susurró acariciándole el rostro, sus ojos estaban abiertos y su boca estaba manchada con sangre. Aún sus mejillas conservaban el colorete que la caracterizaba, aún se veía preciosa a pesar de haber sido herida de aquella forma. “Ay, Joohyun…”
Lloro abrazándola a su cuerpo, meció su cuerpo con culpa y remordimiento, sintiendo el mismo dolor que aquella noche roja; sollozando con la misma intensidad.
“Perdoname. Por favor. Perdóname.” Repitió mientras acariciaba el rostro de su única amiga.
Lloro hasta que la luna se posicionó en lo más alto del cielo, con lágrimas y dolor en su corazón tuvo que dejar a su amiga en el bosque. Dándole un último beso en la frente se despidió de Joohyun y le pidió perdón.
Se tambaleó por el bosque hasta llegar a su escondite, en todo el trayecto solo lloró por el horror que había cometido. La venganza le costaba pedazos de su corazón, le estaba costando pedazos inmensos de su alma; no era justo seguir perdiendo cuando solo quería devolver el mal que le habían hecho.
Miró a la luna y sintió que ella se reía de él, no lo hacía, la luna no tiene un rostro para reírse.
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