XVIII
A la distancia lo observaba, veía sus pasos perdidos e inseguros; siempre era así. Jimin no sabía qué hacer en sus tierras, era un extranjero entre toda esa gente y se notaba un montón. Jimin tenía la piel blanca y casi rosada, la gente de su nación eran amarillos y bronceados; Jimin era delgado y los de su nación eran robustos con una buena altura; los tatuajes blancos de Jimin aún se notaban por sobre los tatuajes de tinta negra de la gente de Byzantaria. Era solo un cordero en medio de una manada de lobos.
Un cordero que caminaba cojo y perdido en las tierras a la que le habían obligado ser parte. Un cordero perdido, no pertenecía allí.
Suspiro con pesadez, decidió dejar de observar a Jimin, le causaba mucho pesar verlo tan perdido en un lugar que se suponía tenía que ser su nuevo hogar.
¿Cómo aquel cordero podría encontrar calor entre tantos lobos? ¿Cómo aquel cordero podría formar una familia con un lobo?
Mordía sus labios con ansiedad, pensaba una y otra vez en las preguntas que su cabeza había formulado de la miseria en el andar tan chueco de Jimin. Tambaleándose y muy nervioso caminó hasta llegar al hogar de Joohyun donde no tuvo que tocar la puerta para entrar como si fuera su casa. La omega le miró con el ceño fruncido por la visita repentina, pero el ceño se suavizó y se convirtió en una suave sonrisa.
“Hey.” Le saludo, como siempre hacía, las mismas palabras y la misma sonrisa.
“Hey.” Devolvió la sonrisa y el saludo. Ese había sido su saludo desde que se conocieron, es decir, de toda la vida.
“¿Pasa algo? Te ves aturdido.” Le pregunto. Ella mejor que nadie sabía leerlo a pesar de saber ocultar lo que pasaba en su cabeza. Siempre ella.
“Pasa mucho.” Sonrió cansado, se sentó en una de las sillas y soltó un suspiro pesado. “Demasiado.”
“Puedes contarmelo.” Jalo otra silla y se sentó frente a Jungkook, dándole toda su atención.
“Lo sé.” Sonrió, apretó su mano en su muslo para retener las ganas que tenía de sostener la mano de la omega. “Es Jimin.”
“¿Qué pasa con él? ¿Está mal?”
“Supongo que sí. Él… no pertenece aquí.” Dijo. “No es uno de nosotros y jamás lo será, es una persona completamente diferente y extraña aquí. Yo… le arruiné la vida y me arrepiento mucho.”
“No sólo arruinaste la suya.” Susurró la omega, mirando sus pies y soltando un suspiro antes de volver a mirarle. “Jimin no es de aquí, no pertenece a nosotros, nunca lo hará.”
“Lo sé.” Suspiro. “Solamente es un cordero perdido, lo traje en contra de su voluntad y me arrepiento mucho. No sabes el martirio que tengo hace muchas noches atrás, tengo las mismas pesadillas donde una y otra vez el fuego se apodera de todo. Me levanto empapado en sudor y con mucha angustia en el pecho.”
“Es que sabes que las consecuencias de tus acciones son abismales, Jungkook, destruiste vidas solo por un capricho. Ni siquiera esas tierras estaban a la vista de tu padre y tu solo… los inclinaste para que invadieron y arrebataran todo. Haz pecado demasiado.”
“Lo sé.” Dijo frotando sus ojos con ambas manos, frustrado. “Pero no es eso lo que me pesa, sí, estoy arrepentido de haber quitado vidas por un capricho. Pero lo hice antes y no me pesó tanto, ya estaba acostumbrado a ver la vida desvaneciéndose de otros. Ahora es diferente, porque la vida que arrebate fue la de Jimin.”
Ambos se quedaron en silencio, las palabras de Jungkook eran tan pesadas que los silencio por un buen momento. Ambos analizaron lo que el alfa dijo, que el arrepentimiento venía porque había herido de grave manera al omega y no porque había cesado el respirar de otros.
“Él me odia, pero también me tiene mucho terror.”
“Ve en ti al verdugo de su gente, de su familia y de su destinado. Tu eres el sinónimo de muerte para él.”
“¿Eso te dijo?” No era sorpresa de nadie la relación tan cercana de Joohyun y Jimin, ambos se llevaban bien, la omega era la única persona cercana al omega.
“No exactamente.” Dijo. “Pero cuando habla de ti… habla con odio, desprecio y miedo. Después de todo, vio como decapitaste a su futura pareja, son cosas que no se pueden borrar de la memoria.”
“Lo sé…” Suspiró frustrado. “¿Qué puedo hacer?”
“¿Sobre?”
“Sobre el miedo de Jimin.”
“No lo sé.” Negó con la cabeza. “Dejalo ir, si ya te diste cuenta que cometiste un error, entonces déjalo ir. Tu mismo lo dijiste, él no pertenece aquí, no es uno de nosotros y jamás lo será.”
“No puedo.” Le miró a los ojos, sus ojos cafés oscuros le suplicaban que hiciera las cosas bien para que así dejará de condenar a personas que no lo merecían. Pero Jungkook nunca le hacía caso, jamás había cedido a los pedidos de Joohyun. “Es mío y tiene que estar a mi lado.”
“No es tuyo.” Elevó la voz, enojada. Jungkook había destruido vidas por un capricho lujurioso, era hora de que compusiera lo que había roto. “Lo robaste de un lugar que incendiaste, no es tuyo, jamás lo será.”
“No tiene a nadie más, sus tierras no existen más, sus padres y su destinado están muertos. Lo que quedó de su aldea ya no le pertenece. Soy lo único que le queda.” Dijo desesperado, tratando de convencerse a sí mismo de lo que hacía, haciéndose creer que su acto de egoísmo inmenso era solo una obra de caridad.
“No es así y tú lo sabes muy bien. Él es un cordero y nosotros somos lobos, lo tienes acorralado con los que cazaron a su gente, no le hagas esto. Dejalo irse.”
“No puedo, Joohyun, entiendeme.”
“No lo hago.” Se levantó de la silla, frustrada y enojada. “Nunca voy a entender este capricho tan… estúpido. Te dejaste llevar por un deseo que ahora te hace miserable, no puedes dormir por tu pesada y sucia conciencia. Cuando te doy una solución no la quieres.”
“Es que aún tengo esa necesidad de poseerlo, de que esté a mi lado, quiero cuidarlo y darle todo lo que me pida. Arruine su vida, Joohyun, no tiene a nadie más.”
La omega le miró a los ojos, suspiró y se acercó a él. “Sabes que no es así. Él huyó y está aquí porque tú lo trajiste de regreso. No pertenece aquí, pero tú egoísmo no te lo hace ver.”
El alfa agachó la mirada, Joohyun tenía razón, siempre la tenía. Fue ella quien le advirtió de las consecuencias de sus acciones antes de la noche roja, fue ella quien ahora le señalaba su egoísmo. Siempre es ella quien trata de iluminarlo pero él es tan caprichoso que siempre ignora lo que ella trata de decirle.
Y tenía razón, estaba siendo egoísta. Él mismo admitía que Jimin no pertenecía ahí y que jamás lo haría, pero la obsesión con el omega era tan fuerte que no podía pensar en una vida sin tenerlo a su lado. Es que había hecho de todo para tenerlo con él y dejarlo irse era muy desalentador.
Con un suspiro le devolvió la mirada a la omega, sintió una opresión en el corazón al notar la tristeza en sus pupilas; era otra de las consecuencias de sus decisiones. No dijo nada, solo suspiro y le dio la espalda, una vez más, se fue de la casa de la omega.
El tormento de sus tropiezos era tanto que decidió correr en su forma de lobo, corrió lo más rápido que pudo por los bosques y las colinas. Cansado y con callos entre los dedos pudo llegar a lo que quedaba de la aldea de Jimin, una vez más acecho desde las rocas para poder conseguir algo para su omega. Desde su distancia distinguió una bolsa llena de frutas y algunas hortalizas cosechadas por la gente de Jimin.
Sin dudarlo dos veces se escabulló y robó la bolsa, con su botín entre los dientes una vez más corrió por los bosques para hacer su camino de regreso a su nación. Estaba loco por pasarse horas lejos de sus obligaciones de monarca, estaba loco por herirse en el viaje solo para traer una bolsa de frutas robadas, estaba loco por hacer todo por el omega que le miraba con terror y con odio.
El lobo corrió hasta el río que pertenecía a Byzantaria, porque en una de las rocas había visto a su omega remojando sus pies y tirando piedras. Rodeó el río para estar cerca del omega, cuando estuvo a su lado dejó caer la bolsa que había hurtado, su acción le arrebató un salto al omega concentrado en el agua.
“¿Jungkook?” Pregunto viendole a los ojos, no podía responderle, esperaba que por sus pupilas pudiera reconocer que si era él.
El omega se le quedó mirando por unos cuantos segundos, luego pasó su atención a la bolsa que el gran lobo blanco había dejado a su lado, era una bolsa de ciruelas con unas cuantas zanahorias.
“¿Por qué?” Pregunto tomando la bolsa. No entendía la razón del alfa para darle la fruta que había comido toda su vida y que había sido cosechada por años en sus tierras.
El lobo le dio la espalda yéndose, dejando al omega con muchas preguntas de por medio y con un singular palpitar en su pecho.
Jungkook le había arrebatado todo, por lo menos quería tratar de darle algo que pudiese apreciar de sus memorias.
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