XIII
Había viajado toda la noche, sin beber ni comer, guiándose por las estrellas y confiando que ellas lo llevarían de vuelta a casa. O lo que quedó de su casa. El viaje fue tan largo y cansador que al ver un poco de humo en la distancia se echó a llorar mientras cabalgaba hasta el lugar de donde emanaba la luz de fuego. Su viaje había valido la pena, abandonar su propósito en vida valió cada segundo pues había encontrado el camino de vuelta a lo que quedaba de su hogar.
Siempre lo supo desde el principio, su gente había tratado de huir y sobrevivir, la nación de los Jeon no había acabado con todos y se sentía complacido por eso. Su sangre, su gente, había luchado para permanecer en este plano. Muy adentrados en las montañas encontraron su nuevo refugio y hogar, de los valles fueron desplazados hasta las montañas pero sobrevivían, muchos no podían decir lo mismo. Las personas que Jimin amo no podrían.
Rápidamente más lágrimas cayeron por sus mejillas al ver las caras familiares acercarse a él para comprobar que no era una visión, todos lo daban por muerto y ahora al verlo vivo sobre un caballo su felicidad no cabía. Está era su gente, aquí es donde pertenecía.
Descendió del caballo para abrazar a todos los que se acercaban, un aroma familiar hizo que levantara la cabeza del hombro en el que se recostó; encontrándose con la hermana de su madre, su tía, que al igual que él tenía lágrimas en sus ojos por la emoción de verlo vivo. El único hijo de su hermana mayor vivía y estaba de vuelta en su hogar.
Jimin corrió al último recuerdo de su madre, abrazó a su tía tan fuerte que ambos comenzaron a toser, se miraron con lágrimas en los ojos acariciando sus mejillas sintiendo que presenciaban el acto milagroso más grande en su historia; su familia no se había destruido del todo pues aún quedaban piezas de quienes fueron arrebatados.
“Ahora estás en casa.” Le susurró mientras acariciaba su cabeza y dejaba que se acurruque en su hombro, escuchando llorar al único hijo de su única hermana. Volviendo a tener, de alguna forma, un pedazo de su hermana en sus brazos una vez más.
“Estoy en casa.” Sollozo cerrando los ojos mientras abrazaba con mucha fuerza a su tía. Lo cálido que se sentía su corazón era el único motivo por el que dejaría atrás su sed de venganza.
Después del conmovedor reencuentro fue a los aposentos de su tía Aura, el aroma y el calor dentro le calmó el alma. Ella le recordaba demasiado a su madre, eran hermanas después de todo. Se sentó para que lo cubrieran con lana de oveja y le dio un té de hierbas.
“¿Y dónde estuviste?” Le pregunto. “Creíamos que había muerto, nos angustiados mucho porque no pudimos encontrar tu cuerpo y cada dos días un para de betas junto a Myungdae iban a buscar tu cuerpo.”
“¿Myungdae está vivo?” Preguntó asombrado y con una sonrisa, está contento de que también su primo haya podido sobrevivir.
Una madre y un hijo no deberían ser separados, lástima que para él no fue así.
“Sí, gracias a la luna sagrada está bien. Él…ahora es el líder de la pequeña manada, al haber perdido a todas las cabezas principales él quedaba para tomar las riendas.”
“Me alegro mucho.” Sonrió melancólico, ese puesto era suyo, era. “Él es un gran alfa, será un buen líder.”
“Se que si.” Asintió sonriendo, tomó las manos de su sobrino para consolar los ojitos melancólicos que le miraban. “¿Y…? ¿Cómo sobreviviste? ¿Donde estabas?”
No sabía si decirle la verdad. Había escondido su marca desde que halló los pedazos de su hogar, no quería que los demás sepan que había sido tomado por el enemigo que los masacró y no quería ser visto por los suyos como un enemigo, o un traidor.
No se iba arriesgar a que lo vean atado al monstruo pirómano, así que mintió. “Me escondí en el bosque, encontré una…una aldea abandonada que supongo que le pasó lo mismo que a nosotros, trate de sobrevivir con recursos de ahí y del bosque. Encontré un caballo y comencé a buscarlos porque sabía que ustedes habían sobrevivido.”
“Sobrevivimos.” Apretó la mano de Jimin, ambos habían vivido después de los acontecimientos de esa noche caótica. “Pero ya estamos juntos, ¿no? Volviste a tu hogar.”
“Volví.” Pero ese ya no era su hogar.
No volvería a serlo pues su lugar estaba en otro sitio, al lado de otras personas. Y Jimin tenía que comenzar a aceptarlo.
“¿¡Es cierto, él está aquí!?” La charla fue interrumpida por su primo, al igual que su madre tenía una sorpresa y felicidad genuina que se convirtió en lágrimas al ver una vez más a Jimin. Los pedazos de su familia se mantenían en el aire y se reencontraban en un abrazo.
Era una felicidad tremenda abrazar a tus amados, a los que quedaban.
“Vives.” Sostuvo su rostro incrédulo aún, contemplando las pecas nuevas de la nariz de su primo.
“Vivo.” Sonrío de vuelta viendo lo rápido que había cambiado, ahora las ojeras de sus ojos eran más oscuras y profundas, su rostro mantenía algunas cicatrices de peleas con animales.
Todo era diferente, la mirada de todos estaba infectada de la melancolía y de la gran pérdida en aquella noche roja. Todos habían muerto en las llamas de su piromanía pareja y ahora solo eran fantasmas acechando una montaña.
Y quería ser uno de esos fantasmas, quería estar con ellos a pesar de estar vivo.
Luego de decir las mismas mentiras sobre su supervivencia en un bosque imaginario su tía y primo lo llevaron al lugar en donde habían enterrado a su familia. Jimin no estaba listo para despedirse para siempre de su mamá, papá y destinado; aún en su retorcida y tristemente creía que despertaría para encontrarse con su mamá, creía que iría a cazar con su papá y besaría una vez más a su destinado, pero al ver sus tumbas supo que jamás podría verlos. Cayó de rodillas frente a sus tumbas, flores ya habían crecido de la tierra que los resguardaba.
Lloró de rodillas, tomó las flores que crecían y las comenzó a arrancar de raíz, no podían meterse en sus amados para eternizarlos en la tierra. Lloró desconsolado al volver a revivir su gran pérdida, echándose en la tierra de rodillas y arañando la tierra por no poder sacarlos de su eterno descanso.
Exponiendo todas sus mentiras por los sollozos y las rabietas de impotencia.
Myungdae había visto su marca de unión, también vio los tatuajes que distinguían a sus colonizadores. Jimin era uno de ellos y les había mentido para quedarse en lo que quedaba de su aldea.
“¿Por qué mentiste?” Preguntó con la voz firme y en alto.
“¿Q-qué?” Alzó la cabeza, las lágrimas ya estaban secas por el viento.
“¿Sobreviviste en el bosque o sobreviviste gracias a ellos?”
“No se de que hablas.” Iba a fingir demencia, no iba a renunciar después de haberlo hecho por demás.
“Tu marca y tus dibujos permanentes.” Señaló con el dedo. “Eres uno de ellos, peor aún, eres de los que acabaron con todo lo que conocíamos.”
“Jimin.” Aura se arrodilló a su lado al encontrar la marca de su sobrino. “¿Por qué no nos lo dijiste? ¿Por qué no mentiste?”
“Nos pones en peligro, Jimin, tienes que irte.”
“¡Por favor no!” Rogó con lágrimas en los ojos. “No me echen, este es mi hogar, por favor.”
“No lo es.” Dijo su primo.
“¡Lo es!” Gritó. “Esta es mi casa, ustedes son mi familia y no me iré, por favor no me echen. Por favor, no me devuelvan a ese infierno.”
“Pequeño.” Su tía lo sostuvo en sus brazos, una vez más calmando su rabia y tristeza con un abrazo.
Las rajaduras notables en el omega hizo que su primo se tocará el corazón, estaba tan roto como los demás y sería muy injusto tirarlo por el barranco a las garras de los lobos que arrasaron con su propia vida.
“Te quedarás, pero si es que vienen a buscarte te entregaras sin hacer ningún problema, no queremos perder a nadie más.”
“Podemos esconderlo.” Dijo su madre.
“¿Pero si son muchos? Recuerda que ellos son más fuertes y tienen capacidades que nosotros no.” Miró a Jimin. “Sé sensato y entrégate si es que la vida de los demás está en peligro.”
El omega asintió limpiando sus lágrimas, esperaba no recurrir a eso pues no estaba seguro si sería capaz de volver a renunciar a todo lo que ama. Pero amar es hacer grandes sacrificios.
Pidió a la luna que Jungkook no lo encontrará, es más, que no lo buscara. Pero a kilómetros de su ubicación su alfa se encontraba como un perro envenenado buscando por él, repitiendo una y otra vez. “Corre entonces, no podrás esconderte siempre, eres mío hasta que el universo colapse.”
(5/6)
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