Capítulo 4: El camino a elegir

No puedo levantarme, no me quedan fuerzas. Estoy agotada. Di lo último que tenia en ese ataque. Por eso, liberé mis runas para no seguir exigiendo aún más mi cuerpo.

Además, me encuentro mareada, casi me desmayo por la falta de oxígeno.

Esto parece un mal sueño, aún no puedo creer todo lo que pasó.

—¿Puedes levantarte? —preguntó Arthuro al acercarse.

Creo que mi mirada lo dijo todo. Estoy destrozada.

Él también está bastante lastimado. A diferencia de como estuvo actuando todos estos días, está muy serio. Se quedó parado a mi lado por un momento, tratando de recuperarse un poco por el cansancio.

—¿Qué pasó con los caballos? —continuó él, viendo que solo estoy sentada en silencio.

Solo levanté mis hombres en señal de que no sé. Me cuesta tanto mirar hacia arriba. Estoy haciendo mi mejor esfuerzo para no llorar.

Él dejó escapar un suspiro y se fue a donde está Dadiva tirada. Mire de reojo y al ver su expresión me queda bastante claro lo que vio.

—¡Voy a buscar los caballos! —grito desde lo lejos—. ¡Levántate y recoge todos los cuerpos!

Reaccione sorprendida al escuchar eso y fue la primera vez desde que acabó la pelea que crucé miradas con Arthuro.

—¡Recoge sus runas y juntalos en el camino, es una orden! —dijo mirándome con firmeza—. Por respeto a tus compañeros y a nuestro trabajo, tienes que seguir.

Me molestó tanto lo que dijo, pero tiene razón. Es el procedimiento. Pero... ¿en serio? ¿No vas a decir otra cosa?

Sin siquiera esperar mi respuesta, empezó a irse por donde vinimos.

No estoy enojada con él, ni mucho menos por su actitud. Es... por lo injusto que es todo. Esta situación me superó en todo sentido y... me vine abajo. Solo estoy actuando como una niña, no como una guardiana.

Me duele todo lo que está pasando, mucho más que las heridas físicas que tengo. El cansancio y la fatiga no son nada, son solo una excusa para... quedarme quieta y llorar.

Me limpié las lágrimas con mi mano y con dificultad me puse de pie. Tengo que mover los... cadáveres de mis colegas.

Fui por Dadiva primero. Ver el estado en que quedó su cara... No puedo ni describirlo. El recuerdo del momento exacto que recibió el golpe me invadió. Apreté con fuerza mis puños y cerré mis ojos, no debo seguir lamentándome. O por lo menos, no ahora.

Me costó cargarla, solo puedo mover mi brazo derecho. Y... tocarla me da mucha pena. En el instante que la subí a mi hombro sano, mantuve la cabeza agachada todo el trayecto hasta el camino.

Su peso no me molesta, lo que no logró cargar es este sentimiento de tristeza.

La llevé hasta donde está Peitrol y... rompí en llanto de nuevo.

Bajé a Dadiva a un lado de él y me fui murmurando disculpas y lamentos.

Aún tengo que buscar el cuerpo del más grande de los bandidos. Del desgraciado que nos hizo esto.

Tuve que hacer dos viajes para cargar con su cuerpo y luego con su cabeza. No sé ni cuanto tiempo paso, trato de mantener mi mente ocupada. Solo me concentré en llevar al enorme sujeto y nada más.

Una vez que los tres bandidos están juntos, a un par de metros de mis compañeros, procedí a sacarle las telas negras que cubrían su rostro.

Ver sus caras no provocó nada. Son como cualquier otra persona. No entiendo por qué nos atacaron, ni que lograrían con eso. ¿Habrán pensado que llevamos algo de valor?

Tratar de adivinar cuál es la razón me sirve de distracción.

No va a cambiar nada, no importa si fue para robar, para lastimar o simplemente... para divertirse. El resultado es el mismo.

Me dijeron que les sacara sus runas. A todos. Pero no voy a poder hacerlo con mis compañeros. No puedo acercarme a ellos y no quiero tocar sus fríos cuerpos.

Una vez que una persona muere, las runas que están fusionadas con su alma se "despegan". Se pueden remover cargando algo de magia en su pecho, a la altura del corazón. También se puede hacer esto con alguien desmayado o que esté durmiendo.

Con una persona viva o que esté despierta, no hay forma de hacerlo. O bueno, nos dijeron que "casi" no lo hay. No la conocen, pero no descartan que haya una habilidad específica o alguna magia que lo logre hacer.

Pensar en las cosas de la academia me ayuda. Aunque sea un poco.

Pasé varios minutos esperando a Arthuro, me senté a un costado del camino. Cuando no tengo nada que hacer, todo se siente tan extraño, como si esto no fuera real. Una sensación de que no consigo aceptar lo que pasó.

Una vez que él llegó. No dijo nada, solo se bajó del carruaje y cubrió con una manta a Peitrol y Dadiva. Los subió y sacó sus runas.

Yo solo lo miré desde lejos.

Una vez que terminó con ellos, hizo lo mismo con los bandidos.

Ya cuando acabo con eso, se acercó a mí y me tendió la mano para que me levantara. Al pararme le di las runas de los hombres y las acepto sin cambiar su seria expresión.

Se subió en la parte de adelante del carruaje y tomó las riendas de los caballos. Con su mirada me hizo el gesto de que subiera y cuando lo hice, seguimos adelante.

Supongo que, la misión debe continuar...

El silencio es tan lúgubre. Lo único que puedo hacer es mirar el camino, quiero que todo termine de una buena vez.

Y se que esto no va a mejorar. Falta un día de viaje para llegar a nuestro objetivo. Y luego, 7 días de regreso, cargando con los cadáveres de mi amigo y mi compañera...

Cuando pasaron algunas horas, supongo, la verdad que el tiempo pasa tan lento que no tengo idea, Arthuro empezó a hablar.

—Esta es la vida de un guardia —dijo con tristeza y sin dejar de mirar al frente—. Si sigues este camino, es con lo que te toparás. Verás a gente morir, no solo compañeros, amigos e incluso gente inocente. —Guardó silencio por un momento antes de continuar—. No voy a... decirte cosas buenas para que te sientas mejor, quiero ser realista y que entiendas que esto pasa muy a menudo.

»Quizás fui un poco duro al hacerte cargar con tus... colegas. Pero ellos no serán los últimos a los que tengas que subir a tu hombro y llevar sin vida de vuelta a su hogar.

Con eso que dijo, no aguante más mis lágrimas. Lo que me dice es lo mismo que nos enseñaron en la academia, pero ahora lo entiendo realmente.

No son las palabras que quiero escuchar ahora, pero tiene razón. No es momento para buscar consuelo, ni apoyo, es tiempo de crecer y aceptar la realidad.

—Ustedes hicieron un buen trabajo. Todo lo que paso no es su culpa, ni la tuya. Luchaste bien, Lucy. Pero a veces no es suficiente y... yo no fui lo suficiente fuerte para protegerlos. Solo me habría matado, por lo que estoy vivo gracias a ustedes.

No estoy de acuerdo... No di todo de mí. Peitrol me defendió y murió en mi lugar.

Si no me hubiese caído y bloqueaba el ataque del bandido, Dadiva estaría viva.

Pensé que era fuerte. "La mejor estudiante". Y no sirvió de nada.

—Lo lamento, Lucy...

Fue lo último que dijo Arthuro. Todas sus palabras por más de que fueron duras, están cargadas de un gran pesar. Lo sé. A pesar de mis lágrimas y mi sollozo, puedo escucharlo de manera clara.

Vaya primera misión...


Al mismo tiempo al otro extremo del reino Noriver

Pasaron seis días desde que vi a Lucy y aún no puedo parar de sonreír. El silencio que hay en el camino no me ayuda, no logró quitarla de mi cabeza. Me hubiese encantado quedarme más tiempo a su lado.

«Concéntrate, Tadeo. Ya es hora de que dejes de soñar despierto», me dije a mi mismo. Desde que partí de Belidas, no hago otra cosa que recordar las dos semanas que estuve ahí. Y cómo no, el festival. ¡Ese bendito festival!

Ella estaba hermosa con ese vestido rojo, su pelo castaño atado, los labios pintados y con algo de maquillaje... Era un ángel.

Siempre que estoy con ella, todo a mi alrededor cobra más color. Como aquellas flores que están al lado del camino. El brillo del sol es tan cálido y agradable. Las hojas de los árboles se ven tan... ¿suaves? No lo sé, pero hasta ver eso me alegra.

Soy feliz. Muy feliz. No puedo esperar para volver a ir. Apenas llegue a mi pueblo, voy a escribirle, así empezamos a planear lo que haremos y cuando vaya de nuevo.

Ahora que tengo la excusa de que "compró mercadería", varios del pueblo me mandan una lista de lo que quieren. Sí, tengo que usar un carruaje de mercader y cargar muchas cosas, pero lo hago con gusto y haría más, si es necesario para ir más seguido a ver a Lucy.

Ya hace un par de años que puedo viajar solo y me conozco la ruta de memoria. Lo que me hace más fácil seguir pensando en mi amada.

Estoy un poco preocupada por ella, no quise decírselo. No es que no confié, se que es fuerte. No por nada es una guardiana clase B. Ella y Airón son los únicos que llegaron a ese nivel en la academia, es todo un logro. Pero... no puedo evitar pensar en que le pueda pasar algo.

Sé que no será así... aunque el sentimiento de miedo está.

Además, es bastante terca. Se las arreglara ante cualquier situación que encuentre.

Por primera vez en todo el viaje, algo llamó mi atención y me sacó de mis pensamientos.

Vi a tres caballos atados al costado del camino y en el piso muchas huellas en la tierra. Parece que hay demasiadas personas. No hay un río o algo por el estilo para que se aparten del camino y vayan al descampado.

Me detuve y también até a mis caballos en un árbol, junto al resto.

Sin dudarlo, absorbió mis tres runas y seguí las huellas.

Avance agazapado en las hierbas, hasta llegar donde se encuentra un grupo de gente.

No es por juzgar, pero hay cuatro personas que parecen ladrones: vestimentas algo rotas, muecas de enojo en su rostro, espadas desenfundadas y... hay otras tres personas casi desnudas y atadas. A las cuales les gritan y amenazan, creo que es bastante obvio que algo no está bien aquí.

Bien, ya tengo un vistazo general de la situación.

Tome mi espadón y sin quitarle la vaina, me prepare para acabar con esto de manera rápida.

Aumento de fuerza, aumento de resistencia, sentido agudo, reflejos aumentados —dije en voz baja para activar mis habilidades.

Cuando ya sentí que los músculos de mi cuerpo se adaptaron a todos los cambios, salté de inmediato.

Fui directo al que parece el líder, es el más gordo del grupo, y el que les grita a todos.

Los cuatros se sorprendieron al verme caer, pero no les di tiempo a reaccionar: con mi espadón, dentro de la vaina, golpeé con fuerza en el estómago al sujeto. Luego, de inmediato fui por el que está más cerca de la gente atada y lo hice volar de un buen espadazo en el flanco.

Espero no haberme excedido, a pesar de que mi arma no está desenfundada, al cubrirla de magia es como si los golpeara con algún arma contundente.

Me giré tratando de no perder el elemento sorpresa y fui por el tercero. La mujer a la que me dirigí alcanzó a sacar su espada, pero no a defenderse. Cayendo al suelo luego de recibir mi ataque.

Corte mágico —gritó el que queda y arremetió contra mí.

Lo esquiva sin mucha dificultad y al tenerlo con la guardia abajo le di un fuerte golpe en la espalda.

Al igual que el resto, quedó inconsciente en el suelo.

—¿Estás bien? —pregunté al acercarme a la gente atada y poner mi espadón en mi espalda.

En el instante que quité sus ataduras, ellos me recibieron con una gran sonrisa.

—¡Muchas gracias! —dijeron los tres al mismo tiempo—. Estábamos aterrados —agregó uno de los dos hombres.

—Salieron de la nada y... no pudimos reaccionar —agregó el otro.

La mujer que aún seguía algo alterada, le caían algunas lágrimas.

—Ya están bien, no tienen de qué preocuparse —le dije para tratar de calmarla—. Mientras esté aquí, no les pasara nada.

Tengo que actuar con confianza para trasmitirsela. Debo sonreír, mostrarme alegre, para contagiarles el ánimo. Es mi deber, no solo proteger y ayudar, sino que también motivar a la gente que lo necesita.

Hable un rato con ellos mientras los ayude a recoger todas sus cosas. Obviamente, ate a los criminales y les quite sus runas.

Luego de arreglar todo, volvimos al camino principal.

Ya habiéndolos ayudados, me despedí y seguí mi camino.

Por lo que me dijeron, el hombre más joven y la mujer son pareja. El otro que los acompaña es un mercenario clase B que sirve de escolta. Es por eso que él se va a encargar de llevar a los ladrones al pueblo más cercano y tratar de cobrar una recompensa.

Es extraño... Este camino es bastante seguro. Y con un guerrero clase B ya tendría que ser más que suficiente para que no te ocurra nada.

Bueno, es algo que puede pasar. No hay que confiarse o puede suceder que te ataquen por sorpresa y no puedas defenderte.

Aunque... esos ladrones también eran clase B. Es raro...

Me alegra haber llegado a tiempo. Ver la sonrisa de la gente al ser salvada es lo mejor.

Espero poder seguir ayudando a los que lo necesitan. Me volveré más fuerte que cualquiera, para que no haya nadie que no pueda vencer.

Es un largo camino el que me falta, pero lo vale. Todos merecen sentirse seguros y estar a salvo. Y me encargaré de que así sea a donde vaya.

Creo que ya va siendo tiempo de pasar de las runas de clase A a una clase S. Mi cuerpo ya está bien acostumbrado y ya puedo combatir con Razel. O bueno, casi, o mejor dicho, casi sirvo para su calentamiento.

Supongo que, si consigo una runa clase S y empiezo a entrenar para usarla, podré darle al menos un golpe a mi hermano.

Eso suena bien. Significa que ya estoy más cerca de llegar al nivel para ser uno de los cinco héroes.

Pensar que me falta poco hace que sonría de oreja a oreja. De tanto sonreír ya me duelen los cachetes.

Toda mi semana ha sido de lo mejor. Pasar tiempo con mi hermano, con Lucy y ahora ayudar a la gente...

Estoy rodeado de personas buenas y que me quieren. No puedo decepcionarlos, tengo que apuntar a lo más alto. Seré el símbolo que todos necesitan. Como lo fue conmigo Tayler Finghur, el antiguo héroe de Noriver.

Es una pena que haya desaparecido. Me cuesta creer que alguien lo haya vencido.

Escuchar noticias de él siempre me alegraba, a todos. La gente que viajaba y pasaba por mi pueblo contaba lo mucho que los motivaba saber que había alguien así protegiéndonos. Incluso mi hermano Razel se sentía así.

Y eso es decir mucho, con lo difícil que es que muestre interés en algo...

Por eso, desde pequeño quiero ser esa persona que transmita esa confianza y seguridad a quien lo necesite. Quiero llevarles alegría y esperanza a donde sea que vaya.

Oh, ya estoy emocionado. Soy un fanático de los héroes. Me sé todo de ellos, desde Samantha del reino de Dexus, hasta Jael, el destello blanco de Biaffrel. Todos, incluso los antiguos. Cada uno posee habilidades extrañas y representa a una de las cinco grandes naciones.

Espero con ansias cruzarme con cualquiera de ellos.

Ni hablar de que me llamen así, Tadeo Dermon, el héroe de Noriver. Junto... a su flamante y bella esposa, Lucy Romnow.

Empecé a sentir vergüenza por mis fantasías. Es emocionante pensar en el futuro y algo... motivador. Pero es vergonzoso.

Supongo que no hay mucho más que hacer durante los largos viajes. Solo estoy yo, los caballos y Lucy. No de manera física, pero sí sentimental. Incluso cuando pienso en el futuro, ella está ahí.

Durante las siguientes horas de viaje seguí con mis fantasías.

Todo cambió cuando faltaba poco para que llegase a mi pueblo. A lo lejos vi muchas nubes de humo negro, justo en la dirección a la que tenía que ir.

Sin siquiera dudarlo, deje el carruaje y fue galopando con uno de los caballos. Tengo un mal presentimiento.

Al acercarme, vi todas las casas prendidas fuegos.

No lo puedo creer, ¿Qué está pasando aquí?

Dejé el caballo, absorbí mis runas y empecé a revisar el lugar.

Entre a la primera casa, la de don Merty y... lo encontré muerto en la sala, junto a su familia. Tienen una herida de espada.

No tengo tiempo para detenerme, cargue los cuerpos y los saque afuera. Fui a la que está en el frente, la de los Perryston y me encontré con la misma situación.

A pesar de que me dolía ver a gente que conozco en ese estado, personas con la que me crié y me encontraba cuando recorría el pueblo, no puedo detenerme, tengo que ver si hay alguien vivo.

Dejé de gritar en búsqueda de sobrevivientes y pude escuchar un extraño sonido... un... silbido.

Sin dudarlo, fui hacia donde provenía.

Tiene una melodía extraña, casi como... melancólica.

Llegué al centro del pueblo y vi a un hombre extraño, lleva unos tirantes cafés y un sombrero del mismo color.

—¡Detente! —grite para detenerlo.

Debajo de él se encuentra uno de los guardianes de la ciudad, Kizon. Pero fue inútil, el hombre lo apuñaló en el centro del pecho.

El tipo del sombrero se giró hacia mí y cambió su expresión, forzando una sonrisa.

—Que mala suerte tienes... Si tan solo hubieses llegado más tarde, te habrías salvado —dijo con una expresión de pesar.

Sin dudarlo, saqué mi espadón y me puse en guardia, tengo que acabar rápido con este desgraciado para así ir a buscar sobrevivientes.


Fin del capítulo 4

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