En un pequeño barranco, una forma oscura estaba recostada, protegiendo algo, el pelaje del animal era movido por el viento de la fría noche, movió lentamente su pata delantera dejando ver unos pequeños bultos de pelo, la pastora alemana comenzó a lamer suavemente el pelaje de sus pequeños, hasta que su lengua se detuvo al lamer a uno, sus ojos se pusieron en blanco.

Retrocedió su cabeza y miro al cachorro menor de todos, su hijo se quejó por el frío y ella lo volvió a tapar con su pata, estaba pensativa, sus ojos se movían de un lado al otro, vio algo especial en ese perro, el de una extraña razón, no era como sus hermanos, la pastora alemán entrecerró sus ojos, trago saliva pensando en el pequeño.

—Entonces..., ¿eres él?, ¿Perri?... —Tartamudeo el animal, tragando saliva.

Se volvió a acomodar, sus ojos se enfocaron en el cielo de la oscura noche, sus oídos alcanzaron a oír autos que pasaban cerca, y con su olfato supo que un humano estaba comiendo. Cerró los ojos un momento, y los volvió a abrir, subió su cabeza y observó con delicadeza a sus hijos.

—Te llamarás Charlie. —Dijo observando al macho rojizo.—Tu Crema. —Miró a la única hembra de la camada, con un pelaje claro.— Y tu Rex. -Observo al macho mayor.

Gira su cabeza y suspira con tristeza, bajando la mirada.

—Los cuidaré, te lo prometo...

Empezaron a salir lágrimas de los ojos del perro, volvió a acomodarse junto a sus hijos, suspirando. Al cerrar los ojos, quedo dormida.