Capítulo 8: Una idea
Ahora podía ver mejor todos sus detalles, Su suave pelaje gris estaba salpicado de manchas negras, creando un patrón único que resaltaba en su figura pequeña y delicada, unos enormes y curiosos ojos marrones, la pequeña medía la mitad de su tamaño. De repente, la gatita dio un paso hacia adelante, como si estuviera tratando de acercarse a Perri, quien lucía terrible, su pelaje estaba opaco y despeinado, todo lo contrario a la felina.
El cachorro retrocedió al notar que ella se quería acercar a él, no le tenía ni una pizca de confianza. Desde aquella vez, la cual un gato lo había atacado, El recuerdo del ataque lo golpeó como una ola fría. Su respiración se aceleró y sus patas temblaron. La imagen del gato y sus ojos furiosos seguían clavándose en su mente como garras, para luego ser despedazado brutalmente, por su..., no quiso seguir pensando en ello.
- No... aléjate... - susurró, su voz quebrándose a pesar de sus esfuerzos. El miedo que intentaba suprimir emergió con fuerza, como una sombra oscura que lo envolvía.- Ya no te acerques más...
Intentó sonar frio y duro, pero su voz lo traicionó, quebrándose por el miedo que sentía, el cual lo helaba en su interior. Obligó a su cuerpo quedarse firme, ante los enormes e inocentes ojos de la pequeña que estaba a unos pocos centímetros de él.
Su observadora se distrajo al oír un agudo pero firme maullido, en el otro lado. Ella respondió con otro mucho más tierno y torpe, para, luego de una última mirada a Perri, se fuera hacia dónde provenía el sonido. El can intentó procesar todo lo que había ocurrido, hasta que recordó que estaba siendo aplastado por un palo.
Se sintió estúpido por no haberse liberado antes. ¿Por qué había esperado tanto?, pero los ojos de esa gata..., sacudió su cabeza de un lado al otro, tratando concentrarse. Volvió a ubicar su mirada a su lomo, mientras acercaba su cabeza al palo y abría su mandíbula para sujetarlo, cuando ya estaban en el lugar correcto, las cerró.
Y en un movimiento rápido, lanzó el palo hacia afuera, para acto seguido levantarse lentamente, mientras se desperezaba y abría su boca en un bostezo. Sorprendentemente había tenido una noche muy agotadora, para lo que él esperaba.
Con unos pasos cortos, salió de su pequeña guarida, entrecerrando sus ojos cuando los rayos del sol golpeaban su rostro. Al girar su cabeza, vio a una felina elegante y hermosa, era igual que la pequeña gatita, que justamente estaba a su lado. Seguramente era su hija.
El aire se tensó al instante. La madre gata lo observaba con ojos calculadores, sus orejas hacia atrás en una señal clara de amenaza. Perri sintió una presión creciente sobre su pecho, como si todo el peso de la situación estuviera recayendo sobre él.
Él se encogió de hombros, pareciendo aún más pequeño de lo que era. - «Tengo que retroceder lentamente... » - Pensó el perro mientras escondía su cola.
Dio unos pasos hacia atrás, sin quitarle los ojos de encima a su oponente, que lo observaba con recelo. Cuando pudo estar más alejado, sin pensarlo dos veces, se dio la vuelta y salió corriendo, alejándose del lugar. No giró su cabeza para fijarse si estaba siendo perseguido, hasta que creyó que estaba seguro.
Se detuvo a descansar debajo de un árbol, donde se distrajo al ver un gorrión en una rama, encima de él. Lo observó por unos cuantos segundos, hasta que abrió sus alas y se fue de allí. Lo siguió con la mirada, hasta que la pequeña forma desapareció entre los árboles.
Miró hacia allí por un momento, hasta bajar su cabeza y orejas, aún seguía pensando en ese extraño sueño.
-Todo se sintió tan real... - Murmuró para sí mismo, tratando de no quebrarse, era cierto lo que decía, se sintió demasiado real.
Con la adrenalina aún corriendo por sus venas, Perri comenzó a pensar en lo que había sucedido. En un susurro, apenas audible para él mismo, murmuró: - No puedo seguir huyendo. Tengo que enfrentarlo.- La idea de enfrentarse a sus miedos le quemaba en el pecho.
- «Todo este tiempo he sido un idiota..., un maldito miedoso...» - Apretó sus dientes recordando esa ocasión, cuando Rex lo detuvo de salvar a su madre.- ¿Cómo pude haberle hecho caso?, ¡debí haberme lanzado!, debí salvarla...
Se propuso algo a sí mismo, todo eso le había ocurrido por ser cobarde y miedoso, ya no quería ser así, debía cambiar. Recordó a la pequeña gatita, era pequeña, inocente y muy curiosa, por alguna extraña razón no le tenía miedo.
Tal vez podría olvidar su pasado, y su temor hacia los felinos, y aliarse con ella, incluso podrían llegar a crear su propia "manada". Él conocía esa palabra por su madre, ella siempre le contaba historias sobre perros enormes y feroces que vivían en el bosque en enorme grupos, llamados manadas.
Aunque, eso iba a ser difícil por su madre, o tal vez incluso tenía un padre, no podía ir y llevarse a la pequeña felina sin que sus padres le arranquen el pellejo. Eso era algo realmente absurdo.
-Tal vez... ¿podría convencerlos con regalos? - Se preguntó a sí mismo, pero rápidamente lo negó. - No, eso es aún más tonto, ¿Qué les daría?, ¿un palo que cayó encima de mí mientras dormía?
Sacudió su cabeza ante esa idea, iba a ser difícil que confiaran en él, aunque... se le ocurrió algo nuevo, sabía que estaba mal eso, pero según él debía hacerlo.
- «Podría hacerlo a escondidas de ellos, en la noche cuando estén durmiendo, aunque tendría que encontrar una forma de que la felina pueda escaparse sin que se den cuenta». - Pensó para sus adentros.
El mismo aceptó su propio plan, y se puso de pie, moviendo su cola de un lado al otro por la emoción. Se dirigió hacia su nuevo hogar por el momento, luego de asegurarse de que no hubiera ningún gato alrededor, busco con la mirada algún lugar donde pueda beber agua, ya que tenía sed.
A unos cuantos metros de distancia, logro ver un charco, que contenía de la lluvia del día anterior, aunque no era mucho, le serviría. Se dirigió hacia allí hasta quedar justo delante, bajo su cabeza y empezó a beber del charco, desde hace dos días no tomaba agua, honestamente tenia preocupaciones más grandes que eso.
Al terminar, se puso alerta por un ruido inesperado, parecían ladridos pero provenían de otra casa un poco alejada. Por el momento no le hizo caso a eso, luego se le ocurrió dar un paseo por la ciudad, pues, ¿se supone que es su nuevo hogar, no? Debía explorarlo para conocerlo más. Así que empezó a alejarse del charco, hacia las demás casas, tal vez podría hacer amigos.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top