Capítulo 3: Pesadilla real
El cachorro pasó su pata por su hocico, al volver a poner sus almohadillas a la altura de sus ojos, solo vio un líquido espeso, oscuro y caliente, su pelaje se tensa y se le escapa un grito ahogado. Mientras pasaba eso, Lily agarró desprevenido al felino gris por su torso. Perri mueve su vista hacia un grito de dolor, su madre estaba masticando al gato, mientras movía rápidamente su cabeza.
En un movimiento rápido, La gran can lanzo al felino muy lejos, desprendiéndose toda la sangre de su boca. El pequeño cuerpo se perdió entre la tierra, Perri estaba tenso, sin quitar su mirada de su madre, la cual tenía los ojos perdidos. Los demás cachorros estaban casi llorando, detrás de él.
Lily los miró de repente, se sacudió limpiando su pelaje, por lo cual pequeñas gotas salpicaron a los cachorros. Luego de sacudirse, caminó cuidadosamente hacia sus hijos, para comenzar a lamer de manera suave a cada uno.
—¿Están bien?... —Sus ojos estaban llenos de preocupación y miedo al preguntar eso, los pequeños se miraron entre sí.
—Si, lo estamos. —Respondió Charlie bajando lentamente sus orejas, luego Crema miró la herida de Perri, y luego la adulta también lo hizo.
—Es solo un rasguño. —Aclaro el bronceado pasándose su pata por el hocico, luego sus ojos se concentraron en Rex, quien miraba aterrado el cuerpo del felino.
—Rex, ven, vayamos a la guarida. —Ordenó Lily caminando despacio, esperando a que los cachorros la siguieran, a lo que ellos obedecieron.
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Lily masticó al gato, como si fuera una simple chuleta, Perri al no soportar toda la sangre y el sufrimiento y dolor en los ojos del gato. Miró hacia otro lado, cerró sus ojos y los volvió a abrir al dejar de oír los gritos. El lugar estaba vacío, y ya no era su hogar, sino un bosque, Pegó sus orejas al cráneo y escondió su cola, mirando todo su alrededor, tratando de ver algo familiar.
—¿Mamá?, ¿Charlie?, ¿Crema?..., ¿Rex?... —Entró en pánico al no oír respuestas, agudizo sus oídos al oír algo, su pelaje se tensó y giró su cabeza.
—¿Hola?... —Su voz sonaba quebrada y nerviosa, el viento comenzó a sentirse frío, y había mucha niebla. Su corazón empezó a latir muy rápido, debido a que Perri sentía demasiado miedo.
—Esta broma no me gusta... —Estaba casi llorando, esperando ver a alguien que conozca.
Escuchó unas ramas romperse detrás de él, por lo cual se giró lo más rápido que pudo hacia esa dirección. Había mucho movimiento que sacudía las hojas de un árbol, de repente una enorme figura gris se abalanzó sobre él. Parecía un gato, aunque al mismo tiempo no. Era de un color gris opaco a rayas, con unos ojos marrones, tenía unas orejas muy extrañas y su pelaje era duro y grueso.
Inmovilizó al cachorro clavándole sus enormes garras en el lomo, el pequeño grito de dolor y se giró, dejando su vientre desprotegido. Aunque alcanzó a liberarse rápidamente, pero el animal volvió a atacarlo, impulsándose con sus fuertes omoplatos y sus grandes patas, logrando capturar a Perri.
Se despertó aterrado, temblando por lo que había ocurrido, aunque se alivio al darse cuenta de que todo fue solo un sueño. Se quedó pensativo por un instante, aunque Rex lo pateó al no dejarlo dormir.
—Deja de moverte, pareces pez fuera del agua. —Se quejó el cachorro dormido, por lo cual el pequeño se quedó quieto.
—Lo lamento... —dijo en un susurro casi imposible de oir, y ligeramente avergonzado.
Su hermano pareció no oírlo, ya que estaba en un sueño profundo. Perri giró su cabeza hacia la entrada, observando la hermosa y brillante luna que había, iluminando todo el claro. El pastor alemán se puso de pie, con mucho cuidado de no molestar a los demás, y se dirigió lentamente hacia afuera. Se sentó no muy lejos de la guarida, para observar la hermosa vista de la luna.
Permaneció en silencio por varios minutos, sin quitarle los ojos de encima al brillante objeto que estaba en lo más alto del cielo estrellado. Acomodó su cola alrededor de las patas delanteras, luego observó la calle que había encima del barranco. Pasaban unas cosas extrañas, que hacían bastante ruido y transportaban humanos dentro. Una idea se le vino a la mente, pero se desvaneció al instante.
—Jamas podría ir a explorar, soy muy miedoso para ello... —Su susurro se convirtió en un lamento, y bajó la mirada—. No creo que eso llegue a cambiar... —Dijo bajando las orejas y su respiración se volvió pesada, como si estuviera apunto de llorar.
—Eso nunca cambiara... —Sus ojos se volvieron vidriosos y dejó salir unas cuantas lágrimas.
Miro a su madre y hermanos que seguían durmiendo, pero Lily estaba alerta al mismo tiempo, "Jamas seré como ellos", ese pensamiento se repitio varias veces en su mente. Volvió a observar el brillante cielo, y de repente un fresco viento movió su pelaje, haciendole sentir un poco de frío. Ese sueño regresó a su cabeza, ese extraño gato que nunca había visto..., esa extraña sensación...
Todo era muy raro para él, aunque lo ignoró, y ese pensamiento cambió a la idea de regresar a dormir.
—Mañana será un mejor dia... —Afirmó el pequeño, sonriendo un poco. Se levantó y se dirigio hacia la guarida, luego de echarle una última mirada a la calle, se adentro a la pequeña cueva. Se acomodó en el pelaje de su madre, y cerró sus ojos, con un montón de ideas merodeando su mente, se tardó varios minutos en por fin poder reconciliar el sueño, entrando en uno profundo.
Mientras su madre abrió un poco sus ojos, observandolo de costado, parecía que había visto todo. Pero no había ido a traerlo de regreso, luego de un momento ella también se durmió, acomodando su cola alrededor de Perri.
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