Capítulo 1


18 AÑOS DESPUÉS

ALMA (P.D.V)

Desde el momento en el que vi que se me había hecho tarde, supe que mi día sería nefasto.

-Cariño, vas a llegar tarde –Gritó mi madre desde algún lugar de la casa.

Solté un suspiro de frustración y me levanté lentamente de la cama, hasta quedarme sentada en el extremo y comenzar a estirarme.

Ya llegaba tarde, ¿así que por qué darme prisa pudiéndome ir más despacio? No era como si me fuesen a dejar entrar a la primera clase.

-¿No te piensas dar prisa? –Preguntó mi madre abriendo la puerta y mirándome fijamente.

Mi madre tenía treinta y siete años y era la madre más guapa que había visto, con diferencia. Su largo pelo negro azabache y sus profundos ojos azul cielo le daban el aspecto de ser un verdadero ángel sobre la tierra.

-Ya voy –Susurré mientras me ponía en pie y me acercaba al ropero para sacar la ropa que llevaría el día de hoy. Unos simples pantalones pitillos vaqueros, una blusa gris y mis nikes grises.

Miré el espejo de mi cuarto de baño y solté un profundo suspiro mientras comenzaba a lavarme los dientes. Mis ojos, de un tono verde tan claro que casi daba la apariencia de ser gris, me miraban inexpresivos desde el espejo. No podía tener los increíbles ojos azules de mi madre o los verdes de mi padre... no, tenía que tenerlos de este color que me daba un aspecto siniestro. Encima, mi pelo marrón oscuro hoy había decidido estar completamente engrifado y sin ganas a ser controlado.

Mi madre seguía diciendo que me parecía a esa modelo tan famosa... Adriana Lima. Pero vamos, ni en el blanco de los ojos me parecía yo a esa mujer tan increíbles. Donde esa chica tenía curvas, yo tenía un cuerpo de lo más recto. Y mientras que sus labios eran carnosos y bonitos, los míos eran carnosos... y feos. No pegaban absolutamente nada conmigo.

Cansada de lamentarme de mí misma, me eché la mochila al hombro, cogí mi móvil y salí de mi pequeña cueva también conocida como habitación.

-¿Hoy no trabajas? –Pregunté mientras soltaba la mochila al lado de la butaca y comenzaba a comer lentamente los cereales que mi madre me había preparado.

-Han decidido reducir el personal y bueno... aquí estoy –Dijo mientras se sentaba en frente de mí a comer.

Hice una mueca de frustración. No era por presumir, pero mi madre era una mujer bellísima y con buenos estudios... ¿por qué cojones no conseguía mantener un trabajo? ¡Ah sí! Porque lo que mi madre explicaba como "reducción de personal" yo lo traducía a un "el jefe intentó tener algo conmigo y yo le dije que no".

Solté la cuchara en el tazón y me puse en pie de mal humor. Agarré la mochila y tras darle un beso a mi madre, salí de nuestro piso. Mi madre ni siquiera se molestó en preguntarme qué le pasaba, estaba claro qué era lo que me pasaba.

¿Por qué el mundo tenía que ser tan injusto con nosotros, los pobres? ¿Por qué una mujer por ser bella tenía que tener algo con su jefe y si no lo hacía, ser despedida? ¿Por qué tenía que ser este jodido mundo tan injusto con nosotras las mujeres? Mi padre a pesar de ser bastante atractivo también, en su trabajo no recibía acoso por parte de ningún tipo, por lo cual, seguía en su puesto de trabajo. Pero lo que él ganaba no era suficiente como para permitirse una vida con algún que otro caprichito.

Nosotros tres vivíamos en un barrio normalito, en un edificio de seis plantas de lo más normal. Pero el piso era jodidamente pequeño. Adoraba mi casa y adoraba a mis padres, pero simplemente... deseaba tener un poco más de espacio. Deseaba tener una casa en la cual no tuviese que oír cuando mis padres discutían o cuando se lamentaban de la vida que estaban llevando. Las paredes eran tan jodidamente finas... ¿pero qué podía hacer? No podía hacer nada, únicamente buscar un trabajo para poder ayudar a mis padres económicamente ya que se podía decir que estaban así por mi culpa.

Ambos se habían conocido cuanto tenían dieciocho años y los padres de ambos se habían opuesto a la relación pues ambas familias querían futuros totalmente diferentes para sus hijos. Mis abuelos paternos querían que mi padre se fuese a estudiar a Harvard la carrera de Medicina, y mis abuelos maternos querían que mi madre se hiciese cargo de la empresa que ellos llevaban y estudiase arquitectura. Todo podía haber salido bien eventualmente, si mi madre no se hubiese quedado embarazada. En ese momento... el infierno se desató, o así es lo que me contó mi madre.

Mis abuelos, tanto los paternos como los maternos, que tan opuestos eran a la relación que mis padres mantenían, se sintieron completamente frustrados ante el hecho de que mi madre se hubiese quedado embarazada con nada más y nada menos que diecinueve años recién cumplidos. ¿Entonces qué decidieron hacer? Darles un ultimatum, o se deshacían de mí o perderían todo el derecho para con sus familias. Y bueno, estaba claro lo que habían decidido mis padres puesto que yo estaba viva y vivíamos con una economía bastante jodida.

Siempre que me enfadaba con ellos, no podía parar de recordar el hecho de que habían abandonado todos sus planes de futuro y a toda su familia, únicamente que para tenerme y para vivir felices. Los adoraba con toda mi alma por eso, pero a veces... me sentía culpable. Culpable de que viviesen en aquella situación de pobreza. Ahora mismo ellos podían ser la mar de ricos y no tener que preocuparse por si llegaban o no a final de mes, y aquí estaban, mi madre siendo despedida cada dos por tres y mi padre partiéndose el lomo para poder mantener a su familia.

Siendo completamente insensible, gracias a Dios que cuando había nacido, mi hermana gemela había muerto. Si no, ¿cómo cojones se la hubiesen arreglado mis padres para mantener a dos adolescentes?

-¡Alma! –Gritaron tras de mí.

Me giré y me encontré a Miguel corriendo hacia a mí con una pequeña sonrisa.

-Llevo un rato llamándote, ¿en qué ibas pensando? –Preguntó antes de abrazarme y alzarme por el aire.

Miguel era mi mejor amigo. Lo conocía desde que teníamos ocho años y él había llegado nuevo al colegio donde yo estudiaba.

-En cosas –Contesté encogiéndome de hombros y dándome la vuelta para seguir caminando. Esta vez, enganchada de su brazo.

-Tu también te has levantado tarde, ¿no es así? –Preguntó con su usual sonrisa.

Miguel era originario de México, pero se había mudado a Chicago cuando tenía ochos años junto a su familia. Era bastante lindo a decir verdad, no era muy alto en comparación con otros chicos, pero si unos centímetros más alto que yo y eso que yo era bastante alta. Tenía el pelo de un tono chocolate muy bonito y los ojos de un marrón tan suave que parecía caramelo.

-He apagado la alarma sin querer –Contesté mientras sacaba el móvil y miraba los chats del WhatsApp.

Mi novio, si es que se le podía llamar así, me estaba exigiendo saber dónde cojones estaba. Estaba piradísimo, ¿pero qué podía decir? Lo amaba.

-Ese chico está pirado de la cabeza –Susurró con asco tras leer por encima de mi hombro el mensaje que Jackson me había enviado- sinceramente no sé qué le ves.

Lo que yo me preguntaba era qué cojones veía él en mí.

-Le quiero –Dije quitándole importancia a la situación.

-Pues no se lo merece. Tú eres guapa e increíblemente buena, ese tío es... un orco y un estúpido, la verdad.

Miguel odiaba a Jackson desde el momento en el que se habían conocido y eso había pasado cinco años atrás, cuando recién llegábamos al instituto y les había tocado juntos en la misma clase. Jackson había sido muy abusivo con él en el primer año, ¿pero qué podía decir yo en su defensa? En ese momento ni siquiera lo conocía y tampoco me gustaba. Yo lo conocí tres años después, y a mi parecer, era y es bastante bueno.

-Le quiero –Volví a justificarme mientras nos adentrábamos en el Austin Community Academy High School. Podía sonar tremendamente pijo, pero era uno de los institutos públicos más normales de la zona. Mis padres ni de coña podían permitirse un colegio privado en el que tuviese que llevar uniforme o alguna cosa de esas.

-Pues deberías dejar de hacerlo, es un jodido estúpido.

Su acento mexicano cuando decía palabrotas se marcaba aún más y yo no pude evitar sonreír. A pesar de los años que llevaba aquí, cuando hablaba se notaba a leguas que no era originario de la conocida ciudad del viento.

-¿Tienen algún tipo de excusa para llegar a esta hora? –Preguntó el profesor de Historia cuando nos interceptó en el pasillo de camino a la cafetería.

Miré disimuladamente y en el reloj observé que eran las ocho y media de la mañana, por lo cual, la clase terminaba dentro de una media hora.

-Me puse terriblemente enfermo y Alma me acompañó a la farmacia a conseguir algún medicamento –Contestó Miguel mientras ponía un gesto que debía ser de dolor, pero únicamente parecía que estaba extreñido y que le costaba cagar.

Solté una risita y el profesor de Historia nos miró fijamente con un gesto de "¿se creen que soy estúpido?"

-Cuando toque el cambio de clase, espero verlos allí dentro. Iré a revisarlo por mí mismo –Dijo mientras pasaba en medio de nosotros, obligándonos a apartarnos.

-Soy un actor genial –Dijo Miguel mientras retomábamos nuestro camino.

No pude evitar soltar una carcajada.

-Ya claro, mejor que te busques otra profesión. Sino, siento decirte que morirías de hambre –Reí.

*

Por fin era libre y por fin podía volver a casa, alejándome de todas aquellas personas a las que no aguantaba. No era una antisocial ni mucho menos ya que Jackson era el más popular del instituto y siempre estaba rodeado de personas. Pero, no eran personas con las que yo me sentía cómoda. Yo era de las que prefería quedarme en la biblioteca durante el recreo leyendo un buen libro y los auriculares puestos para abstraerme de todo el mundo. Un buen libro y buena música mejoraban cualquier situación y me calmaban como a un bebé una nana.

-¿A dónde iba la princesa sin esperar a su príncipe? –Preguntó Jackson mientras me agarraba desde atrás y me daba un sonoro beso en la mejilla.

No pude evitar sonreír y me abracé para mirarle a sus increíbles ojos azules. Jackson era el chico más guapo del Austin Community y no entendía qué cojones había visto en mí. Pero estaba tan enamorada de él, que me daba igual. Me daba igual que pudiese tener a la chica que quisiese, lo amaba tanto. Su pelo de un rubio arenoso y su sonrisa tan blanca y perfecta, era lo que más me encantaba de él físicamente hablando.

-Esperando encontrarte aquí esperando por mí –Susurré mientras subía mis manos hasta su nuca y las dejaba allí.

-Hoy no te he visto en todo el día –Se quejó.

Empezamos a caminar con intención de ir al parque más cercano para sentarnos a hablar.

-No he tenido un buen día y sabes que me encanta encerrarme en la biblioteca a leer.

-El idiota de Miguel estaba contigo ¿verdad?

Jackson estaba completamente seguro de que Miguel estaba enamorado de mí y por eso se llevaba tan bien conmigo y me seguía a todos lados. Jackson decía que lo hacía para intentar acercarse más a mí y cuando tuviese la oportunidad, atacar. Como los buitres.

-No es un idiota y no, no estaba conmigo –Contesté. Eso era una gran mentira, claro que estaba conmigo. Siempre estábamos juntos.

-¿Ah no? ¿y dónde estaba? Solo tú le soportas, Alma. No habla con nadie más –Dijo mientras nos sentábamos un banco apartado y me sentaba encima de él.

Solté un suspiro y me giré quedando cara a cara con él con mis piernas enrolladas a su alrededor.

-No sabes cómo me pone tenerte así. Hace tiempo que no te doy lo que te mereces –Dijo cambiando completamente de conversación mientras dirigía su mano a mi culo y lo apretaba lentamente.

Reí y me apreté contra él. Le amaba tanto.

-¿Por qué no has tenido un buen día? Te noto preocupada –Dijo cambiando su actitud completamente y comenzaba a acariciarme la mejilla con gesto preocupado.

-Han despedido a mi madre, otra vez. –Suspiré.

Los ojos de Jackson se oscurecieron y apretó su mandíbula.

-No puedes seguir viviendo de la manera en la que vives –Dijo serio.

Me levanté lentamente y me senté a su lado. Odiaba tantísimo aquella conversación.

-No empieces.

-No puedes seguir viviendo ahí, ven a vivirte a mi casa. Mis padres trabajan bien y pueden mantenerte y puedes darte algún que otro capricho.

Solté un suspiro y me puse en pie. Jackson a veces solamente decía gilipolleces. ¿Irme a vivir con él y abandonar a mis padres para que él pudiese tener sexo conmigo todos los días y a todas horas? Venga hombre. Lo amaba, pero necesitaba madurar.

-Me voy.

-Joder, tu madre debería seriamente considerar la opción de acostarse con sus jefes. Puede que así, puedan empezar a tener una vida normal.

Apreté los puños de mis manos y me di la vuelta a la vez que le gritaba que era un gilipollas.

Iba tan distraída que crucé la calle sin mirar si venía un coche y me quedé parada viendo como un mercedes venía directamente hacia a mí, frenando en el jodido último momento.

Por unos segundos me quedé completamente quieta, hasta que mi mochila cayó al suelo y yo la seguí temblando completamente.

La puerta del conductor se abrió y una chica se arrodilló a mi lado.

-¡Joder! Lo siento, has salido de la nada y no te vi. ¿Estás bien?

Algo me hizo levantar la mirada y mirarla. Unos ojos del mismo tono que el mío pero mil veces más bonitos, me devolvieron la mirada.

-¿Qué coño...

Me quedé quita mirándola fijamente y ella a mí.

¿Me estaba mirando en un jodido espejo o qué? ¿Por qué esa chica era exactamente igual que yo?

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