Los viejos
Los asientos pesan demasiado. Juan Mari mira en su interior para encontrar la razón, y la encuentra.
─ Antón, tienes que ver esto─ dice con una sonrisa que muestra a la vez alegría y una profunda amargura.
Antón se acerca y mira a través de la abertura de la tapicería. Un escalofrío le recorre la espalda.
Ocultados en los asientos que ha traído Aitor, dos paneles que pertenecen a la Sala de Ámbar posan ahora sobre la mesa que tienen Juan Mari y Antón frente a ellos. Los ancianos permanecen sentados y en silencio observándolas, acompañados únicamente por los recuerdos compartidos.
─¿Crees que es una casualidad, Juan Mari?
─¿Qué sinó?
─Igual sí, pero por si acaso voy a limpiar la escopeta.
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