Los chicos y Frankie
─¿Qué pasa, Frankie?
─Aquí, ya ves, aguantando el tipo. ¿Una cerveza?
─Sácate una ronda.
Frankie pide cuatro cervezas al camarero del bar. El equipo de sonido del bar ruge con Cerebros Destruidos puesto a tope. Coge las cervezas y las lleva a la mesa donde le esperan Aitor, Forrest y Marcopolo. Después planta un beso en los labios a Forrest, mientras este le soba el culo sin ningún tipo de disimulo.
─¿Qué tal llevas lo de la condicional?
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─ ¡Pinches cabrones, esós! Eh, viejo, ¿cómo es eso de donde se pone el ojo se pone la bala?
Antes de que Ramón apriete el gatillo, Frankie desenfunda su arma y le vuela la tapa de los sesos. Borja Mari vuelve a vomitar, y se caga literalmente en los pantalones.
Antón mira a Juan Mari con la expresión serena, y encuentra la misma templanza en su amigo, que se dispone a pelar una manzana con un cuchillo que ha extraído del cinto de Llamas.
─Copón bendito, Juan Mari, ¿esta ves sí que ha estau serca, no?
─Mucho.
Forrest asoma la cabeza desde detrás de la mesa.
─¡Putos viejos, estáis muy locos!
Suena un teléfono móvil, el que lleva Borja Mari en el bolsillo.
Frankie se quita el delantal, se lo lanza a Borja Mari para que este pueda limpiarse, y le espeta:
─Coge el teléfono, pijo blandengue de los huevos, o te meto otro tiro a ti.
─ Blandengue, y mariquita─ recalca Forrest, que aún sigue agachado, por si acaso.
Borja Mari obedece sin rechistar.
─¿Sí?
─Borja María. ¿Dónde estás, hijo?
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