Habrá que contarles algo a los viejos
─ Uf, a ver por dónde empiezo...
Aitor está sentado en una silla de mimbre. Ante él, Antón pela patatas mientras Juan Mari pone a calentar el aceite.
─ Lo que os he dicho de los tipos rubios, los...─. A Aitor le da miedo utilizar la palabra─. Los nazis, creen que tenemos algo que les pertenece.
─Nazis─ responde Juan Mari─. ¿Ese es el tipo de personas con las que te codeas en el trabajo?
Forrest resopla, se da la vuelta y sale al exterior. Marcopolo decide quedarse en la cocina, aunque sea únicamente para que Aitor sienta algo de apoyo moral.
─Bueno, no exactamente en el trabajo.
─¿De juergas? ¿Les conoses de juergas o qué?─Antón ha levantado la vista y lo mira con el ceño fruncido.
─Eh, tampoco...es más bien un negocio que...
─Trapicheos. Andamos de trapicheos─. Marcopolo decide que es tontería andarse por las ramas─. Les vendimos un coche a unos tipos, y creen que nos quedamos con algo que había en su interior. O eso es al menos lo que teme Aitor, aunque yo creo que no es así, creo que encontraron lo que querían.
─¿Los nazis creen que tenéis algo que les pertenece?
─Algo así─ responde Aitor aliviado por la intervención de Marcopolo─. Un poco más complejo, pero algo así. Y nos da miedo que decidan pasarse por aquí.
─No tienen cojones. A partir de hoy duermo con la escopeta cargada─. Antón sigue pelando patatas, como si le hubieran dicho que se va a pasar el cartero a dejar un paquete─. Se van a enterar si vienen. Escarmentaus de nasis estamos este y yo.
Forrest ha entrado en la cuadra, y ha abierto la puerta del lado donde se encuentra Franco. Este recula, golpea el suelo con la pata delantera, y se lanza a galope a por el flacucho que ha osado invadir su territorio. Forrest sale corriendo y cierra la puerta, después se asoma y se ríe. Repite la maniobra tres veces más, y alucina con la mala leche que gasta el bicho.
─Si ese carnero te pilla, te descoyunta─. Marcopolo acaba de llegar. Aitor le ha pedido que le deje solo con los viejos.
─¿Qué dicen?
─No lo sé, los viejos son así, no sabes lo que piensan, no sabes si les preocupa o no. Yo qué sé, esta peña que las has pasado tan putas, con dos guerras encima, ochenta tacos en la chepa, yo creo que se la pela, sinceramente, no se lo toman muy en serio.
─¿Y Aitor?
─Acojonado. Más por los viejos que por él. Dice que hasta que esto pase va a pasar las noches en casa, nada de juergas, si vienen los Rummenigges quiere estar presente.
─¿Les ha dicho algo del pijo niño de papá?
─Nada.
─¿Mejor. Y de los asientos?
─Les ha dicho que los nazis creen que tenemos algo que les pertenece, y que quizá vengan a buscarlo. No necesitan saber más. De todos modos, no hay nada en los asientos. Yo creo que los putos nazis ya encontraron lo que buscaban, cogieron lo que había en el maletero y pista, ya no les interesamos.
─Mejor así, ¿no?
─Pues sí. Que se hostien con los secuaces del pijo por el material que había en el maletero. Nosotros quedamos fuera de todo esto.
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