El pijo y el nazi

─Llámelo, o encontrarrán su cuerrpo sentado en este trresillo y su cabeza en un verrtederro.

Mattias tira del pelo de Bruno Mauricio de Palacio y presiona el filo del afilado puñal sobre su cuello. Bruno Mauricio asiente mediante un gesto de la mano, y el nazi rebaja la tensión. El elegante dirigente de la familia de Palacio traga saliva, se pasa la mano por el cuello y comprueba que se ha manchado con un hilo de sangre. Después coge el teléfono móvil.

─Borja María. ¿Dónde estás, hijo?.....No estoy para bromas, Borja María, no sé qué coño es lo que te traes entre manos, pero o apareces ahora mismo con unas placas de ámbar o un alemán amigo tuyo me corta el cuello....¡Cállate, imbécil, hazlo ya! Y como se te ocurra hacer algo diferente, como intentar jugar a superhéroes o llamar a la policía, te juro que alguien aparecerá una noche en tu habitación y dará de comer a los peces del puerto con tus entrañas. ¡Y deja de llorar, subnormal!

Borja Mari llega solo, se baja del Mercedes y ve a dos hombres acercándose. Entrega los paneles de ámbar a Bernard y Eberhard y espera. Ve a su padre salir de casa, sano y salvo, acompañado por el nazi que apaleó a Frankie.

Los nazis montan en un Audi de color negro que está aparcado cerca de la entrada de la casa, y Borja Mari corre a abrazar a su padre.

Las luces rojas y azules de los coches de la policía autónoma se encienden alrededor de toda la edificación, y Borja Mari ve cómo sacan a los nazis del coche y los reducen no sin esfuerzo. El nazi del pelo largo, el único que no presenta tatuajes ridículos en la cara, reparte estopa que da gusto.

Bruno Mauricio de Palacio aparta a su hijo de un empujón, lo golpea en la cara con la mano abierta y lo tira al suelo.

─Yo no he sido, padre, esto debe ser cosa de Frankie, solamente él está...

─¡Cállate, imbécil! Y mantén el tipo, a partir de ahora saldremos en bastantes fotografías. Y por cierto, ¿has montado en mi coche con los pantalones cagados?


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