Capítulo 34

POV Tommy

Al entrar en la tienda sentí el cambio de temperatura, a pesar de que el cielo estaba nublado, no había nada de aire fresco.

Fui directamente al área de comida y al ver tantas opciones me quedé en blanco, no sabía qué debía comprar ni cuánto comprar, necesitaba a Patry en ese momento, sonreí al recordar lo que bella que estaba cuando la dejé durmiendo plácidamente. ¿Se habría despertado ya?

—Muchacho, ¿qué vas a pedir? —un hombre con aspecto de leñador estaba frente a mí con una bata y una redecilla, sonreía falsamente, pero al ver que yo seguía sin pedir nada, cambió su expresión a una seria.

—Si no quieres nada, te puedes ir, hay muchas personas esperando que sí quieren comprar. —dijo, en un tono enojado, me giré para ver qué tantas personas habían, pero no había nadie.

—Pero si no hay nadie detrás de mí. —le corregí.

—Menos habrán cuando te saque a patadas. —me amenazó.

—Ya ya, voy a pedir muchas cosas. —le advertí.

—¡Como sea! —gritó exasperado el hombre. 

Me reí y comencé a pedir todo lo que creí necesitábamos, Patry era una glotona, así que fueron muchas cosas.

Luego de que me entregó lo que pedí, fui a buscar un carrito, cuando lo conseguí me dirigí al área de los líquidos a comprar algo de beber, mientras veía los refrescos sentí como alguien me tocaba suavemente el hombro, me giré para encontrarme con una chica de cabello corto y negro, era bastante alta.

—Disculpa, ¿me podrías decir dónde están los colgadores? —preguntó con vergüenza.

En ese momento estuve más perdido que ella, ni siquiera sabía a qué colgadores se refería, y mucho menos dónde estaban.

—No soy el indicado para responder eso, no tengo ni idea. —fui sincero con ella.

—Este servicio tan malo que brindan los supermecardos. —se quejó para sí misma.

—¿Qué?, pero si yo no trabajo aquí. 

Estaba más confundido que Patry la vez que traté de enseñarle a dibujar.

—¿En serio?, ay, qué estúpida, lo siento. —rió y apartó la mirada de la vergüenza.

—No pasa nada, supongo que mi ropa sí se parece a la del personal. —me reí.

—Un poco, pero igual estoy medio ciega. —agarró unos jugos de la góndola—. Por cierto, me llamo Amelía, ¿y tú?

—Me llamo Tommy. —sonreí amablemente, no tenía interés en saber su nombre, pero ya qué.

—Un nombre interesante, me gusta.

—Sí. —fingí reír, la verdad ya estaba deseando que siguiera su camino para yo poder seguir comprando en paz. No quería que Patry se preocupara al ver que no estaba en el callejón.

—¿No ibas a comprar algo de aquí? —señaló los refrescos.

—Ah, sí, eso iba a hacer.

—Si quieres, te puedo ayudar a elegir los más ricos.

—Claro, ¿por qué no? —acepté.

Porque quisiera comprar solo, pero no puedo porque tú no tienes deseo de irte, pensé.

Amelía comenzó a sacar refrescos de todos los colores, pensé en la gastritis que nos daría después a Patry y a mí, pero no dije nada, me dirigí a la caja mientras ella, literalmente, me pisaba los talones.

Al llegar a la caja, ella comenzó a sacar sus cosas para pagarlas, y yo miraba embelesado unas pinturas, imaginé los tantos dibujos que podría realizar con toda esa gama de colores, y los muchos zapatos que podría pintar y redecorar a mi gusto.

—Y... ¿quisieras salir otro día? —me preguntó Amelía mientras firmaba el comprobante de pago, me sorprendí al ver que ella no había notado lo incómodo que me sentía teniéndola cerca.

—No creo. —negué con la cabeza.

—¿Por qué?, ¿qué hice?

—Nada, es que tengo, este... novia. —respondí, refiriéndome a Patry, obviamente, la verdad no le había pedido ser mi novia, pero era algo así.

—Oh, debí de suponerlo, sólo mírate. —dijo, avergonzada.

—Si me conocieras no pensarías lo mismo. —reí.

—Ah, claro. —dicho esto tomó sus bolsas y se fue, sin siquiera despedirse.

—Nos vemos. —le dije al aire, riendo.

Luego la cajera comenzó a pasar por la máquina lo que había comprado, su rostro se me hizo conocido pero no sabía de qué, parecía que ella había sentido lo mismo por las tantas veces que se quedaba mirándome.

Cuando ya me iba, vi como Aschanti, la cajera, se encaminó a donde un guardia de seguridad y le dijo algo, el hombre sólo asintió y me miró, extrañado, tomé mis cosas, dispuesto a salir, pero algo me detuvo, ese algo tenía mucha fuerza y un uniforme gris, el mismo guardia con el que Aschanti habló.

—Muchacho, tú vienes conmigo, estás arrestado.

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