7. Juegos en la oscuridad
Este idiota está manipulándome. Su expresión creída se rompe cuando considera que llevo demasiados segundos respirando su mismo oxígeno y retrocede un paso con cierto asco.
Dudo que su alergia se limite solamente a los perros.
La llegada de Mickey interrumpe nuestro encontronazo, también sirviendo como confirmación de mi sospecha acerca de su "alergia" social: el repelús con el que Matthew se aparta resulta, cuanto menos, exagerado.
Pero a Mickey no le molesta, ya que centra toda su energía en saludarme, o más bien molestarme.
—¡Pequeña! Buenos días por la mañana —canturrea él. Tan solo me hace falta un vistazo para saber que el motivo de su tardanza es el elaborado look que decidió lucir para su primer día de trabajo. No pienso regañarle, estoy bastante segura de que Alana y Jonah se encargarán de hacerlo en cuanto subamos a las oficinas.
—No son tan buenos días —gruño.
Mickey se da cuenta de que me salen las chispas por los ojos, así que interviene con cautela.
—¿Qué pasa? ¿Matt te ha molestado?
—Matthew —le corrige el camarero.
Mickey no está sorprendido de verle en el bufete. Naturalmente, ya que su influente padre (Richard Amery) fue quien hizo uso de su exclusiva lista de contactos para conseguirle trabajo a Sam en el Sunflower. Richard y el señor Rivera fueron compañeros en Russel & Rose; siguieron siendo buenos amigos incluso tras su partida de la empresa, aunque desconozco los negocios actuales del primero. Mickey nunca arrojó luz sobre ese misterioso asunto, y creo que es para mejor.
—Matthew tiene un compromiso que atender —recalco con los ojos entrecerrados.
—Eso es. Se me está haciendo tarde —responde él. Espero unos segundos a que recapacite y se marche, pero el muy capullo se queda ahí plantado. No tiene la intención de moverse sin su dichoso café. El puesto de trabajo de Sam está en juego, así que me trago mis comentarios envenenados, y le pregunto:
—¿Cómo te gusta el café?
—Con leche y canela —responde satisfecho, cruzándose de brazos.
Alzo mi barbilla en mi camino hacia la cafetería, regresando pocos minutos después con su café coronado de espuma, canela, y mi toque especial: un escupitajo.
Pero Matthew se ha esfumado. El único que queda en recepción es Mickey, todavía extrañado y a la par fascinado por mi faceta sumisa; si supiera que por dentro soy un volcán a punto de estallar, se habría ahorrado las burlas con las que me recibe.
—Vaya, vaya, pequeña. No sabía que le hacías caso a nadie más aparte de a tu querido Sam. —Muerdo mis mejillas con tanta fuerza que sería capaz de arrancarme la piel de cuajo. Me quedo mirando las puertas giratorias, deseando que ese idiota no le dé problemas a Sam: esta mañana estaba muy ilusionado por la entrevista—. ¿En qué piensas? —inquiere Mickey, también posando sus ojos azules más allá de la salida.
—Matthew es un capullo.
—Me he dado cuenta. Pero no te desanimes, ya has lidiado con unos cuantos en el primer año de universidad, ¿no es así?
Ah, sí... Cómo olvidar los gruñidos de cerdo que me perseguían a todas partes por la Facultad. Mickey esboza una sonrisa que esconde cierta nostalgia, y desarrugo el ceño. Todavía resulta extraño recordar las burlas de Alana y su grupito después del largo camino que recorrimos juntas. A Mickey también le resulta extraño. No obstante, la melancolía que le invadió se evapora de repente, y me quita el café que estaba sosteniendo—. En fin, no vas a tomarte esto, ¿verdad?
—¡No...! —exclamo en un grito ahogado, pero ya es demasiado tarde. Mickey le ha dado un buen sorbo a la pócima que tenía preparada para Matthew.
—¿Qué pasa? Me gusta tu pelo liso, por cierto.
—Escupí en ese café.
El viernes a las siete de la tarde, pude escaparme del bufete para visitar a Sam. Él trabaja tranquilamente tras la barra: aunque su ceño esté fruncido en su gesto habitual, se le nota feliz.
¡Y cómo no estarlo! Había conseguido el puesto como camarero en el Sunflower. Trabajaría un mes de prueba, pero era casi seguro que se quedaría por lo contenta que estaba su jefa Nadia, la cocinera y dueña del sitio. Me resulta adorable ver el dibujo del girasol estampado en el delantal amarillo ceñido a su cuerpo tan grande.
Tras pegar un largo suspiro, cierro el ordenador portátil con la cabeza hecha un lío, masajeándome las sienes en un intento por calmar las migrañas que tenía desde el desayuno. Todavía puedo escuchar la chirriante voz de Jonah pidiéndome que pasara miles de documentos a diferentes formatos usando plantillas.
"Jenni, asegúrate de que los números de cuentas bancarias son correctos. No querrás enfadar a los clientes por culpa de no saber sumar unos numeritos, ¿verdad?".
"¿Tienes el documento del juicio del lunes? El que me enviaste ayer podría estar un poco más pulido. Vas por buen camino, Jenni, pero hay que esforzarse un poco más".
Y todo con ese retintín suyo que me pone de los nervios. Sin que me dé cuenta, empiezo a imitarle en voz baja, poniendo caras que provocan una risita tras la barra.
—¿Qué pasa, Jen? —pregunta Sam, pellizcándome la nariz. Como se estaba haciendo tarde, ya no hay mucho más trabajo que hacer además de esperar a que los clientes que disfrutan de un último café se marchen del local—. Pareces estresada.
—Mi supervisor no para de llamarme "Jenni" todo el rato. Jenni esto, Jenni lo otro...
—No te estará molestando, ¿verdad?
La expresión suavizada de Sam cambió en cuestión de segundos, cruzando sus fuertes brazos en una postura amenazadora: está preocupado de que Jonah se haya pasado conmigo en el trabajo.
—No, no. Podré aguantarlo. —Me estiro en la silla hasta que mi espalda cruje y suspiro aliviada. Hasta el lunes no tendría que volver a ver su calva reluciente, gracias a Dios. Sam tiene la intención de acariciarme el pelo, pero es interrumpido por la súbita aparición de Matthew; con un rostro inexpresivo, el castaño le señala una mesa con la barbilla, indicándole que vaya a recogerla.
En cuanto se retira, me quedo mirando a Matthew con un mosqueo que él nota.
—¿Tanto te costaba pedírselo con educación? Sam no es ningún perro.
Él me ignora ampliamente, prefiriendo dedicar su tiempo a revisar las propinas que le habían dejado hoy. Como se pone en ese plan, decido abrir el portátil e ignorarle también, que es lo que debería haber hecho desde el principio.
—¿Vais a venir mañana? —pregunta de repente. Alzo una ceja sin dejar de teclear, frunciendo los labios—. Mi padre me ha preguntado veinte veces si tú y Sam vais a venir a la acampada. Todos se mueren por conocer a tu prometido.
Mis dedos se detienen por completo, y le lanzo una mirada inquisitiva. Su rostro sigue sin mostrar ninguna expresión, por lo que me es difícil saber si lo dijo con burla o no. Estoy segura de que tanto él como su hermanito Emilio estarían asqueados de pasar conmigo el fin de semana.
—¿Acaso quieres que vaya?
—La verdad es que me da igual —responde tranquilo. Ahora, está revisando el dinero de la caja registradora—. Odio formar parte de esas reuniones, pero a Emilio le gusta salir de acampada. Solo lo hago por ese enano. Lo único que le interesa a mis padres es confirmar que tú y ese tipo de ahí os uniréis a la diversión, así que dime, ¿vais a venir o no?
Mi muro defensivo se desmorona un poco al detectar que la indiferencia con la que Matthew había prometido tratarme es real. Sam regresa con las tazas sucias, llevándolas directamente en la cocina para lavarlas él mismo y ahorrarle trabajo a Nadia; sin que me dé cuenta, mis ojos se quedaron fijos en la puerta por la que se fue.
La verdad es que me encantaría pasar un día al aire libre junto a Sam. Yo podría enseñarle a pescar, tal y como papá me había enseñado cuando tenía siete años. Alicia no solía unirse de buena gana a las escasas acampadas que organizábamos, pero al final, siempre permanece el recuerdo de nosotros junto a la hoguera comiendo las truchas que habíamos capturado. Sonriendo.
Cuando Sam regresa, extiendo una mano por encima de la barra y él la acepta algo dudoso.
—¿Te apetece ir de acampada mañana? —pregunto.
—¿Mañana? —pregunta sorprendido. Asiento apretando los labios, y Sam mira de soslayo al otro camarero—. Estaría bien, Jen, pero me gustaría saber más detalles —responde en voz baja. Se lo explico rápidamente y, entonces, me dirijo a Matthew:
—Iremos. La acampada será en Myles Standish State, ¿verdad?
Matthew cierra la caja registradora. Habiendo obtenido la respuesta que buscaba, no pierde ni un segundo en marcharse a la cocina tras soltar muy rápidamente el lugar y la hora donde nos esperarían.
Es entonces cuando aprovecho para acariciar la mano de Sam que todavía sostengo, y él me regala una sonrisa discreta de las suyas; a pesar de sentir que el mundo real se me echaba encima y que me estaba ahogando bajo una pila de papeles y carpetas por organizar, al final, la sonrisa de Sam estaría ahí arropándome, dándome un motivo para soportarlo todo.
El último cliente que quedaba en la cafetería se acaba de marchar, momento en que intuyo que Sam debe retirarse para recoger sus platos. Sin embargo, él se queda frente a mí, usando su dedo pulgar para hacer girar mi anillo de compromiso. Lentamente, se inclina para quedar a la altura de mis ojos; es difícil atisbar las pecas que le cubren la nariz bajo la tenue luz del establecimiento. La música de fondo está muy bajita, permitiéndome escuchar a la perfección las suaves palabras que abandonan sus labios.
—¿Sabes? —murmura. La sonrisa abandona su rostro, siendo sustituida por una seriedad que me obliga a tragar saliva.
—¿Qué?
—Me muero por casarme contigo.
Está mirándome con una intensidad arrolladora, algo que intenta disimular en vano. Cuando sus orbes castaños viajan hacia mis piernas cruzadas y desprovistas de medias que las cubran, intuyo las segundas intenciones escondidas tras su sincera confesión. Sus dedos no dejan de hacer girar mi anillo, provocándome una ola de calor sofocante.
Sam jamás se comporta así mientras trabaja. ¿Acaso está insinuándose?
El deseo escrito por todo su rostro me empuja a entrar en ese juego tan familiar que tenemos, un juego antes limitado a la intimidad de nuestro dormitorio. Deslizo mi mano lejos de la suya muy lentamente, dejándole con un vacío enorme que pienso llenar muy pronto. Le hago una discreta seña que él capta y me levanto.
—Tengo que ir al baño —digo sin mirarle. Me voy por la puerta bajo las escaleras que da a un pequeño pasillo, donde ni siquiera me molesto en encender las luces. Todavía quedan diez minutos hasta la hora del cierre, tiempo suficiente para divertirnos un poco y celebrar que Sam ha sido contratado.
Oigo la puerta de la cocina abriéndose, los ruidos de unos cacharros y unas voces. Trato de calmar a mi agitado corazón mientras espero, ya que sigo sin creerme que Sam se hubiera insinuado en un momento y lugar tan inesperados.
Y me encanta.
Me muerdo el labio con nerviosismo, impaciente por su llegada. La puerta se abre detrás de mí y mi pecho retumba ansioso; siento una presencia acercarse, y retrocedo junto a él. Una respiración llena la oscuridad en la que estamos sumidos; creo que es la mía, porque se agita en cuanto sus manos tocan mi cintura.
Las ganas de que suba las manos y me acaricie de la forma en la que solo él sabe hacerlo están pudiendo conmigo, a punto de doblegar mis temblorosas piernas. Justo cuando me dejo acorralar contra la pared, la lámpara automática del baño contiguo se enciende, filtrando un resquicio de luz hacia el pasillo donde estamos.
Entonces, me doy cuenta de que la persona que está frente a mí... no es Sam.
***
Hola de nuevo, ricuras :) Siento la espera, os traigo un capítulo recién sacado del horno jejeje ahora a mojar el bizcochito en un rico café mientras lo disfrutáis 🍰
Como ya vine avisando... se viene el salseo 👀👀👀 ¿Qué creéis que pasará en la acampada? Alerta spoiler: se viene una buena...
Este capítulo se lo dedico a @-xsusxjx por sus comentarios llenos de entusiasmo, estas cosas me alientan un montón a continuar cada día con una sonrisa 🥺🥰 Gracias de corazón, ojalá estés disfrutando la lectura 😘
Últimamente me sentía un poco cohibida creativamente hablando, ya que llevo pensando en otra historia durante un buen tiempo. Lo mejor que pude hacer fue finalmente sentarme ¡y escribirla! Es algo completamente diferente a nada de lo que hecho previamente, cuando esté contenta con el progreso que vaya haciendo, os avisaré por redes sociales, así que estad atentos!! ❤️
Espero que os haya gustado el capítulo, no olvidéis de VOTAR y COMENTAR!! Eso me ayuda muchísimo 😊 Ojalá hayáis tenido un día genial, y que os estéis cuidando mucho mucho. Nos vemos pronto, ricuras! Os estaré esperando con un cafecito ☕
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