Capítulo. XXI
—¿Que? —le pregunta burlón, levantando una de sus cejas pobladas.
—¿En serio sigues en esa posición?, no puedes ir a destrozar un territorio inmenso por una simple flor que desapareció hace siglos —le responde mi profesor.
—Ay, vamos, Dante. Tú y yo sabemos que esos tales griegos no solo esconden la flor sino muchas cosas más. Su tecnología es mucho más avanzada y científicamente hablando tú sabes en qué nivel están —le contesta seguro y molesto.
—Olvídalo, quítate esa idea de la cabeza.
—No te pongas en esos zapatos ahora, vamos Dante, no te lo estoy diciendo como tu rey. —Se acercó a la mesa para apoyar sus manos sobre esta y así recargarse.
—No, Athan —respondió mi profesor alzando la cabeza.
La escena que tenía ante mis ojos es aterradora, los dos imponían poder. Era como una fragancia, se esparcía por todo el lugar a medida que nos hundíamos más ante su silencio. Una guerra enfrente mío sin violencia alguna, los dos se asesinaban con la mirada y se defendían con sus respiraciones profundas.
—Mavra me dijo que luchó contra tus soldados —espeta mi profesor en un tono decepcionado y áspero.
—Sí, eran los más toscos. Los derribó sin problema —le explica indiferente.
—Athan, ¿cómo te atreves a hacerle eso a una niña tan pequeña? —le cuestiona poniendo las dos manos en la mesa.
—¿Tienes algún problema?, contigo no es con quien tengo una deuda —le responde sarcástico el rey.
—¡Tiene diez años! —exclama para levantarse de su asiento de un solo golpe, recargándose en la mesa, descansando en la misma posición que el rey.
—Si tanto te importa haz que sane más rápido, aún me debe un servicio que le va a costar toda la vida —le replica retándolo, intentando herirlo.
—No te atrevas —lo reta de vuelta mi profesor rencoroso.
—Así son las cosas, Dante, y debo informarte que ya no hay vuelta atrás. Ella está de acuerdo e incluso ha firmado un contrato —le aclara mirándome con unos ojos llenos de molestia, pero detrás de ellos un poco de arrepentimiento.
—Si le hacen algo así a Dabria, ¿tú lo perdonarías? —le inquiere decepcionado.
El rey lo miró sorprendido por la pregunta y retiró sus ojos de nosotros por el pesar que sentía.
—Ya no me tomes en cuenta como un capitán, yo ya me retiré de la guerra —interviene con la cabeza en alto.
El rey regresó sus ojos hacia mi profesor y antes de que hablara él lo hizo.
—No pienso regresar a ella, Athan. Ya no quiero ver un campo lleno de muerte y hombres heridos.
—Vamos a recuperar las riquezas que alguna vez perdimos —lo tienta.
—No me interesa, ese es tu problema —le replica mi profesor.
—Tú eres capitán de la capital de Vreoneina, Cos d'or, Dante. Asume tu responsabilidad porque ese puesto a nadie más se lo voy a dar y si tengo que usar a esta niña como cebo así lo haré —le declara molesto para marcharse lejos.
—¡No te atrevas, Athan! —gritó mi profesor mientras el rey se perdía entre los árboles y las plantas verdes.
Mi profesor refunfuñó y se dejó caer en la silla donde se encontraba sentado.
—Profesor, no se preocupe por mí —le comento en un tono triste.
—Haré todo lo que esté en mis manos para que no te hagan nada —me aclara en un suspiro para recargar su cabeza hacia atrás.
—¿Qué tan malo puede ser por ahora?
Levantó su cabeza y me miró melancólico.
—Soy pequeña como dijo, no sé hacer mucho y no sirvo para nada si no me enseñan —le digo.
—Sí, pero él...
—Enséñeme, muéstreme cosas nuevas y que ellas me ayuden o me den un apoyo para que cualquier resultado no sea malo —lo interrumpo sonriente.
—Mavra, tú no sabes que tan lejos te puede llevar —espeta entristecido y decepcionado del rey—. Él explora puntos inhumanos.
—Lo sé, pero yo le robé —le respondo.
—No se compara a lo que estás pagando.
—Era esto o la muerte.
Abrió los ojos de par en par y yo le regalé una sonrisa, escondió su rostro entre sus manos y su cabello largo me impidió ver su piel.
—Preocupémonos por el futuro cuando realmente la princesa corra peligro y yo tenga que protegerla —le comento en un intento de calmar sus pensamientos.
—Tienes razón, ahora mismo no puedes hacer nada en tu estado —concordó suspirando para regresar sus ojos a mí.
—Estaré bien, no se preocupe, el mayordomo y usted me han apoyado demasiado. Estoy muy agradecida con ustedes dos y con el rey también por darme esta oportunidad —le digo alegre.
—Sí —admite con una sonrisa.
—Por cierto, este libro es interesante —expreso abriéndolo de nuevo.
—Él lo escribió, yo le di información de alguna que otra planta o árbol, tal vez flor, ya no lo recuerdo —me comenta, mirándome mientras hojeo las páginas.
—Cicada de madera. Se parece a una palmera, y puede alcanzar una altura de seis metros. El tronco mide aproximadamente cincuenta centímetros de diámetro, es más ancho en la parte inferior, y está coronado por una copa de cincuenta a ciento cincuenta hojas. Las hojas son brillantes y verde oscuras, de ciento cincuenta a doscientos cincuenta centímetros de longitud, y en quilla con setenta a ciento cincuenta folíolos, éstos son falcados, en forma de hoz, de trece a quince centímetros de largo y veinte a treinta milímetros de ancho.
Terminé de leer y alcé la vista para buscar aquel árbol que parece palmera, cuando no tengo ni idea de qué es una palmera.
—Es el que está allá, al fondo —señala mi profesor apuntando con su dedo hacia el cicada de madera.
Me recargué en los soportes para brazos de la silla con ruedas y me alcé un poco para ver cómo era. Y justo como el libro lo describe allí está, al fondo detrás de varios arbustos.
—Qué bonito —le dije al viento.
—Lo es —comenta mi profesor.
Me senté de nuevo y busqué otra cosa entre las páginas, escuché la risilla de mi profesor y una media sonrisa se dibujó en mis labios.
—Normania nava. Es una planta herbaceus o suffrutex y hemikryptofyte que alcanza hasta un metro de altura. Su tallo verde y hueco está cubierto por tricomas glandulares. Las hojas son simples, las inferiores ternado-pinnadas. Las flores son sub zigomorfas, la corola tiene cinco ángulos con color azul y púrpura. El fruto, de unos quince milímetros es una baya amarilla, globosa. —Hice una mueca de duda exagerada y las carcajadas de mi profesor resonaron en el invernadero.
—¿Qué no entiendes, Mavra?, y no hagas esas caras —dice entre risas.
—Las primeras palabras.
—Las dos primeras vienen del latín que no recuerdo muy bien que significan, el mayordomo puede resolvernos esa duda y la tercera significa planta medio escondida.
—¿Griego? —sospecho.
—Así es —dice asintiendo con la cabeza delicadamente y sonriendo.
Unos pasos rápidos y sigilosos nos hicieron girar nuestras cabezas para ver de quien se trataba, con los ojos bien abiertos esperé a quien sea que se acercara para mirarlo cuando saliera de entre los arbustos y plantas.
—Hablando del ruin de Roma, que por la puerta se asoma —espeta mi profesor sonriente cuando el mayordomo sale de entre el verde viviente.
—Señor —saluda haciendo una reverencia.
—Mavra quiere preguntarle algo.
El mayordomo me miró extrañado y yo le regalé una sonrisa.
—Mayordomo, ¿qué significa herbaceus y suffrutex? —le pregunto rápidamente.
—Bueno... herbaceus viene de 'herba' que significa hierba. Suffrutex es como un arbusto enano, una planta pequeña en otras palabras. ¿A qué se debe esa pregunta tan interesante? —me inquiere el mayordomo mientras se acerca hacia mí.
—Encontré esta florecita morada, mire. —Le señalo la ilustración de la flor—. Y aquí viene su descripción, esas tres palabras están en otro idioma y como no entendía de que hablaban tampoco entendí mucho de la planta. Ahora que me lo ha explicado todo tiene más sentido —le digo sonriente.
—Normania nava, no está muy lejos de aquí pero me temo qué hay escalones en el camino, Ansel. Concuerdo en que tiene una flor muy bonita —señala acariciando la ilustración con la yema de sus dedos—, pero esta no es suffrutex, ese tipo de plantas no superan los diez o veinte centímetros; esta planta logra alcanzar el metro.
—¿En serio? —pregunta mi profesor extrañado.
—Sí —le dice el mayordomo seguro.
—Entonces nos equivocamos —piensa en voz alta.
—¿Se equivocaron? —le pregunto dudosa.
—Sí, tal vez hay algunos términos que estén mal por ahí —me responde—. Después lo arreglaremos —me dice sonriente.
—Entiendo.
—Sigue leyendo, eres buena —me pide mi profesor.
El mayordomo se mantuvo a mi lado mientras buscaba alguna página colorida que me llamara la atención.
—Nonea calycina. Las hojas son verde grisáceas y velludas. Flores racemosas, actinomorfas. Corola tubular en forma de la campana, la garganta con cinco apéndices peludos o escamas, tubo basal con un anillo de pelos. Núculas cuatro, erectas o transversalmente sub horizontales, rugosas, con una cicatriz basal, rodeado por un collar de anillo. —Alcé la vista con una cara de no entender nada para encontrarme con mi profesor recargando su cara sobre su brazo y golpeando la mesa mientras se carcajeaba.
—Que malo eres —le dice el mayordomo entrecerrando los ojos con una cara larga y seria.
—No entendí —le dije al mayordomo.
Él tomó el respaldo de mi silla y me giró para acercarme al borde de la base de piedra y señalarme una planta muy bonita en el piso sobre la tierra mojada.
—Es esa de allí —dice, señalándomela con su dedo.
—Es hermosa —expreso asombrada por lo que le hace el sol a sus vellos transparentes, parece tan suave y sedosa al tacto.
—Estoy de acuerdo —asiente para regresarme a mi lugar en la mesa.
Mi profesor ya estaba respirando de nuevo y se encontraba intentando calmarse a sí mismo.
—Trapa natans. El nombre genérico trapa proviene de la palabra latina 'calcitrappa', que significa "cardo". El tallo sumergido del trapa natans alcanza los tres a cuatro metros de largo, anclada en el fango por raíces muy finas. Tiene dos tipos de hojas finas divididas, hojas parecidas a una pluma sumergida nacidas a lo largo del tallo, y hojas no divididas flotantes nacidas en un rosetón en la superficie del agua. Las hojas flotantes tienen bordes aserrados y son ovoides o triangulares, miden de dos a tres centímetros de largo, inflados sobre los pétalos de cinco a nueve centímetros de largo que proporcionan para la parte frondosa. Las flores, con cuatro pétalos blancos, se forman a principios del verano y son polinizadas por insectos. La fruta es una nuez de punto cinco hasta un centímetros, con espinas. Las semillas pueden permanecer sin germinar hasta doce años, aunque la mayoría germina dentro de los dos primeros años. La planta se extiende por el rosetón y las frutas separadas del tallo flotan a otras áreas o se adhieren a objetos, pájaros y otros animales. —Terminé para cerrar el libro y darle unos golpecitos con la palma de mi mano.
Mi profesor estaba casi en el piso matándose de la risa mientras que el mayordomo dejaba salir una que otra risilla.
—Mucha información que mi encéfalo no puede procesar —comenté para cerrar los ojos unos segundos y comerme mis labios en un intento de que mi cabeza no comenzara a doler.
Las carcajadas de mi profesor y el mayordomo no paraban, al parecer yo las hacía peor.
—A medida que avanza, el lenguaje se vuelve más extenso y complejo —me explica el mayordomo en un intento de detener su risa.
—Ya veo —le dije mientras veía el libro con los ojos bien abiertos.
El profesor no paraba de reír y el mayordomo suspiraba ante su acción.
—Ansel, el rey me pidió que te llevara a la biblioteca y me dijo que él irá a verte de vez en cuando —me anuncia el mayordomo.
La risa del profesor cesó y una mirada asesina estaba ahora sobre nosotros.
—¿Se van a encerrar de nuevo? —le pregunta mi profesor al mayordomo.
—Sí, quiere perder el día para que mañana hagan todo lo que se suponía que tenían que hacer —le anunció serio.
—Dile que yo me la voy a llevar, que no la espere. Yo perderé el día con ella de forma productiva —le replica levantándose de la mesa para acercarse a mí.
—Como guste —responde el mayordomo haciendo una reverencia, sonriendo por lo bajo.
Jadeé de forma exagerada sin sonido alguno entre medio para que el mayordomo se riera conmigo. Él me siseó gentilmente para que el profesor no se diera cuenta y yo le hice caso.
—¿De qué se ríen? —nos pregunta.
—Nada, ¿verdad, Ansel? —me pregunta el mayordomo.
—Sí, sí —le digo asintiendo con la cabeza.
—Ustedes dos ya se tienen mucha confianza para hablarse así, ¿no? —cuestionó regañándonos con la mirada entornada.
—Claro que sí, ella es una de los tantos nietos que tengo en el castillo —le replica.
—¿Nietos? —le pregunto.
—Es de cariño, la princesa es una de ellos también —señala entre risillas.
—Bien, si me disculpa, mayordomo, nos retiramos Mavra y yo —espeta mi profesor.
El mencionado asintió gentilmente con la cabeza y nos abrió el paso para salir del invernadero.
—Que tenga un buen día, mayordomo —le expresé sonriente.
—Igualmente, caballero —me respondió con una cálida sonrisa en su rostro.
Mi profesor caminó a mis espaldas para poder moverme del lugar que tengo en la mesa y así sacarme por el camino de piedras del invernadero.
A medida que nos adentrábamos de nuevo al castillo mi reflejo en los vitrales de los pasillos me daba miedo. Yo ya no soy la niña con la boca suelta de antes que no le tenía miedo a nada, encerraron a Mavra en una jaula hecha de leyes mortales. La quieren hundir en el olvido para que Ansel pueda salir a la luz de una vez por todas... me siento dividida.
La única persona aquí que no sería capaz de soltar nunca a Mavra es el profesor, él es el único que la va a recordar una vez que el rey la entierre por completo.
—¿No será mejor dejarla ir? —pregunté en un susurro pensativa.
—¿Qué, Mavra? —me inquiere mi profesor a mis espaldas mientras nos perdemos entre los pasillos que gritan el nombre del rey.
—Nada, una disculpa, estaba pensando en voz alta —le comento.
—Mira ya casi llegamos —me dice exaltado.
—¿A dónde vamos?
—¡A divertirnos y a que conozcas a otras personas del castillo! —responde a mi pregunta.
—Entiendo —agregué de forma apagada.
Me tambaleé por el freno en seco que dio, solo tuvo que dar dos pasos para estar frente a mí y arrodillarse.
—Si estás pensando en lo que dijo el rey antes no te preocupes, no le des más vueltas a eso porque no va a pasar nada —declara sonriente.
—Lo sé, usted no lo va a permitir —acoté lo que dijo y le regalé una sonrisa también.
—Vamos entonces, hay que divertirnos —concluyó alegre.
Caminamos por unos cuantos pasillos más dando vueltas y deteniéndonos de vez en cuando para que mi profesor pensara.
—Hace tiempo que no venía aquí —comenta en voz alta para detener mi silla y tocar una puerta no muy lejana.
Pegó su oreja en la entrada de madera y me regaló una nueva sonrisa. Levanté una ceja en duda y él no vaciló en venir conmigo de nuevo.
—Puede que esté lleno —me anuncia.
—¿El cuarto? —le inquirí.
Tomó el respaldo de la silla y me empujó hacia la puerta para tocarla cuatro veces con sus nudillos. Un silencio inmenso me dejó perpleja para cuando abrieron la puerta, muchos sirvientes se encontraban dentro con una mesa en el centro.
—Buenos días, creo que ya son tardes, a todos —expresa mi profesor en voz alta.
—¡Doctor! —exclamó un sirviente.
—¡Pasen, pasen! —intervino una mujer.
—Gracias —agradece mi profesor a mis espaldas para empujarme adentro del salón y cerrar la puerta detrás.
—¿Es ella? —cuestionó un sirviente sorprendido.
—Sí, ella es la caballero —susurró alguien más para responder.
Bajé la vista a mis manos sobre mis piernas en un intento de no imaginar lo que voy a ser, mañana, una vez que camine y en el futuro.
Las miradas de todos estaban sobre mí, ver a alguien en una silla con ruedas no creo que sea de todos los días.
—¿En medio de una partida? —pregunta mi profesor para romper el silencio.
—En realidad íbamos a comenzar una nueva, doctor, ¿se quiere unir? —insistió un sirviente.
—Por favor —respondió el mencionado.
Me empujó hasta el fondo donde se encuentra una silla acolchada y otro mueble parecido pero más largo. Dos damas están sentadas ahí, él me dejó justo al lado para que parezca que la silla de ruedas es parte también del mueble largo.
—Mira bien como se juega, cuando tengamos tiempo quiero que juguemos los dos —me dice sonriente mientras se aleja para comenzar a jugar.
Un jadeo a mi lado me hizo brincar levemente en mi asiento por la sorpresa, giré para mirar de quien se trataba y las dos damas no dejaban de mirarme.
—No pensé que fueras tan bonita —espeta la dama que jadeó anteriormente.
—Concuerdo —expresa la otra.
—Muchas gracias —comenté sin saber que más decir y regresé mi atención a la mesa.
—Mavra, esto es un billar —me señala mi profesor, acercándose a mí.
—Entiendo —le digo alegre por el descubrimiento.
—No sabemos nada de este juego desde antes de 1469, cuando Henri de Vigne, ebanista del rey Luis XI de Francia, consideró que era poco cómodo jugar desde el suelo y podría ser mucho más práctico hacerlo en un espacio elevado, entonces él inventó este diseño —me explica.
—¡Doctor, es su turno! —intervino un sirviente en voz alta.
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Palabras: "Herbácea" proviene del latín 'herbaceus'
• "Subarbusto" proviene del latín 'suffrutex'
• "Planta medio escondida" termino que proviene del griego [ημικρυπτόφυτα (hemikryptofyte)]
• "Encéfalo" término médico para cerebro.
Todas las plantas, árboles y flores mencionadas en este capítulo están extintas, por la mano del humano y otras de forma natural.
¡El siguiente link es el de la página donde recogí toda la información sobre ellas!:
• https://www.ecologiaverde.com/20-plantas-extintas-2213.html?amp=1
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