Capítulo. XLI
Siglo XVII, 1697, 6 de agosto
12:25 A.M.
—La primera poesía más resaltable fue escrita siglos atrás por la princesa Enheduanna, quien vivió en el siglo XXIII antes de Cristo o antes de la era común, la cual se titula...
—¿Qué es antes de la era común? Una disculpa por interrumpir —pregunta Nazaire.
—No hay problema, de hecho, es una pregunta interesante. Simple; desde el nacimiento de Jesucristo, para los cristianos, cambió el tipo de calendario que usaban al calendario Gregoriano, no se cambió al instante de su llegada pero sí se tomó en cuenta como punto inicial su nacimiento. A los siglos anteriores se les denominaron como «antes de cristo» y desde su origen en adelante se nombraron «después de cristo»; como el cristianismo es una de las religiones más arrasadoras se empleó ese término alrededor del mundo, imponiendo sus creencias a toda costa. Pero se ha estado inculcando otro, que aunque tengan la misma base y casi esté relacionado con esa religión, es una opción más acogedora para otras religiones. —Pensó unos instantes y continuó hablando—. Entraría más a detalle pero, ese tipo de historia universal es muy oscura, lo dejaremos para después. Se les denomina a los siglos anteriores «antes de la era común» y a los posteriores «era común».
—Que interesante... Muchas gracias, lo tomare en cuenta de ahora en más —le dice Nazaire sorprendido.
—No hay de qué, si hay más dudas pueden preguntar, no hay problema con que interrumpan la clase. Ahora, el poema se titula «Exaltación de Inanna» a modo de devoción personal a la diosa Inanna, quien era en la mitología sumeria la diosa del amor y de la guerra —agrega para continuar la clase.
Dabria alzó la mano para pedir algo y el profesor se lo concedió.
—¿No sería difícil?, ser dios del amor y de la guerra a la vez —comenta entretenida por la clase.
—Lo es, Dabria, porque al final los dos son capaces de destruir y exterminar si así lo desean —le responde, atento y sincero a ella, para regalarle una media sonrisa y seguir con la clase—. Por otro lado, la poesía lírica nació en Grecia en el siglo VII y no estaba destinada a ser leída, sino que se recitaba con el acompañamiento musical de una lira. Algunos de los poetas más famosos del mundo clásico fueron Homero, Hesíodo o Safo de Lesbos —nos explica concentrado y de forma agradable.
—En otras palabras, los griegos y los egipcios hicieron todo —interviene Asmodeo alardeando su «intelecto».
—Así es, Asmodeo —le responde mi profesor dándole la razón sin querer hacerlo—. Ahora, en lo que yo voy por unas cosas ustedes tres —señala con la mano a los tres jóvenes—, quiero un poema de tres estrofas con rimas consonantes; ustedes dos —se dirige a mí y a la princesa—, quiero un poema de dos estrofas con el mismo tipo de rimas. —Y con eso dicho se marchó.
—No quiero hacer nada —se queja Asmodeo, al ver que ya se ha alejado, de mala gana.
«Fue, orden» le tararea Maël.
—No te entiendo —le replica enfadado.
—Asmodeo —lo amenaza sutilmente Nazaire con su presencia—, si lo hacemos los tres juntos no va a ser tan pesado. Hay que empezar.
Nazaire le pidió a Maël una lluvia de ideas para el tema del poema mientras Asmodeo dibujaba en su tablilla algo. Acerqué mi silla a la mesa de Dabria y miré qué tanto escribía.
—¿Te gustó lo que te escribí el otro día? —me pregunta en un tono emocionado, pero concentrada.
—Sí, es muy bonito —le comento franca.
—Lo escribí mal, hoy ya me quedó más claro cómo escribir el poema —me confiesa un tanto abstraída.
—Para mí no estuvo mal.... Son muy bonitas sus palabras —le aclaro.
Una sonrisa apareció en sus labios y unos pequeños orificios se formaron en sus mejillas, como si su carne se hundiera. Inconscientemente acerqué mi mano y piqué uno de ellos, su sonrisa se hizo aún más grande pero todavía se rehusaba a mirarme.
—¿Qué escribes? —le inquiero al verla tan determinada.
—La idea principal para el poema, mira —me dice para mostrarme la tablilla, su letra es perfecta.
«Somos como el oro y la obsidiana» dice allí.
—Suena muy bien, es... hermoso siendo sincera —le confieso ahora yo.
Sus mejillas se coloraron y de nuevo retiró su vista de mí, algo que siempre hace cuando se avergüenza. Me recosté sobre la mesa y la miré escribir.
—¿Alguna otra idea? —me pregunta de la nada.
—Puede ser algo como... «El oro y la obsidiana nunca se mezclarían totalmente pero se podrían fundir juntos». Basémonos en los minerales —le digo pensativa.
—Me gusta —me comenta con una voz segura, intentando disimular su vergüenza y sus mejillas rosadas. Siguió escribiendo mientras yo la admiraba.
¿Cuántas veces no la he visto a los ojos? La he mirado tantas veces que no podría dar una cifra exacta. Pero ni con ella podría satisfacer esta necesidad de adorarla, es tan hipnotizante a simple vista... y no lo digo como si fuera un trofeo o un gran tesoro, sino que se me hace casi imposible no quererla. Pero este sentir va más allá del trato que tengo con el rey, es más personal. Es algo entre ella y yo.
Si no la hubiera conocido de esta forma tan irreal, si nos hubiéramos visto fuera de todos estos muros y reglas ¿qué hubiera pasado? Intento imaginarlo de esa forma pero sé que seríamos diferentes, no sería lo mismo y esa idea no me agrada del todo.
—Mavra, ¿qué opinas de esto? —me susurra para sacarme de mi hipnosis por ella.
—Mándeme —tartamudeó para parpadear repetitivamente.
—«Y desde ese mágico momento me pregunté: ¿El oro y la obsidiana podrían fundirse juntos o nunca se mezclarían?» —me lee en voz baja.
—Es perfecto, es una idea grandiosa —la felicito sutilmente, levantándome de la mesa.
Se rio por mi cambio y me regaló una gran sonrisa, mostrándome su pequeña ventanilla.
—Podemos escribir algo relacionado a nosotras pero ocultando nuestra relación —le comento entre risillas divertidas por la idea—. Hablando de nuestra relación... ¿no quieres decirle al profesor?, no quiero usar estas prendas tan costosas e incómodas casi todos los días. Podemos confiar en él —la persuado cambiando mi expresión.
—No —espeta sin vacilar—. Esto tiene que ser nuestro secreto, Mavra. Prométeme que será nuestro secreto —me implora asustada, de forma repentina.
Me miró con unos ojos llenos de tantas emociones que no puedo nombrar alguna en voz alta, me susurraban tantas cosas que sin duda alguna yo sabía a qué se refería. «Se puede salir de nuestro control».
—Claro que sí, princesa. Será nuestro secreto —le reitero para tranquilizarla.
Al escuchar mis palabras dejó de lado esa expresión tan forzada para regalarme otra sonrisa, buscó algo entre las capas de su vestido informal para tomar mi mano y mirarme seriamente de nuevo a los ojos.
—Mavra, ¿me prometes que este será nuestro gran secreto y que a nadie más se lo podemos contar?, además de que nunca me abandonarás y siempre estaremos la una para la otra —espeta preocupada pero determinante, mostrándome el anillo que me dio anteriormente—. Sé que es egoí...
—Se lo juro, princesa. Por la sangre que derramaré por usted, ya sea mía o de un tercero, le prometo nunca fallarle y ser fiel a usted —concluyo firme.
Abrió sus ojos de par en par, sorprendida por mis palabras llevó su mano temblorosa cerca de la mía para ponerme el anillo en el dedo anular de mi mano izquierda, sellando un juramento que a simple vista es inocente pero detrás esconde uno de los más grandes secretos de Vreoneina. La relación entre un caballero y una princesa, una que no puede ver la luz del día aún.
—¿Cómo van? —nos pregunta nuestro profesor apareciendo de la nada detrás de nosotros, Dabria y yo saltamos en nuestro lugar por lo repentino.
El salón es amplio y frente a nuestras pequeñas mesas individuales está su escritorio lleno de hojas y objetos que utiliza para las clases.
—Ya terminamos —dice Nazaire.
—¿Y ustedes? —nos pregunta a nosotras.
—También —le responde Dabria sin vacilar y de forma calmada, como si no acabara de hacerme una promesa muy importante.
—Bien, quiero escuchar el de ustedes tres primero —ordena el profesor.
Asmodeo se levantó de su lugar refunfuñando, tomó la tablilla de Maël e intentó leer el poema.
—¿Qué dice aquí?, no entiendo tu letra —espeta indiferente pero con burla disimulada.
—Ay, Asmodeo, ¿qué voy a hacer contigo? —habla consigo mismo el profesor, llevándose una mano a la frente—. Yo lo leeré.
Asmodeo le entregó la tablilla y cuando mi profesor intentó leer se dio cuenta de que no era una broma lo que decía.
—Creo que la próxima clase vamos a tener una lección de escritura —comenta viendo la tablilla con una expresión forzada.
Miré a Maël y simplemente levantó los hombros y los dejó caer al instante, acompañando el movimiento con una mueca.
«Dentro del agua salada,
A las orillas reventaban llenas de verdades las espumas blancas,
El viento susurrante de palabras,
Y en el aire ya no se olía esa amargura tan espesada.
Un cielo azul en contraste con el blanco,
Se extiende kilómetros a lo ancho y largo.
Donde Poseidón vive y Océano alguna vez reinó,
Descansan colores tan vivos y misterios de los que alguna vez se habló;
Pues siguen siendo un secreto sus profundidades tan inmensas,
Llenas de verdades que el ser humano no piensa creer y en su lugar mienta», declamó el profesor de la forma más bella.
Sin dudar aplaudí, por tan hermosas palabras y la forma en la que plasmaron sus sentimientos. El profesor dejó la tablilla en su escritorio y también acompañó la ovación que se creó en el salón.
—Es un excelente poema, para ser el primero es fascinante. ¿A quién le atrae el mar? —pregunta en medio de los aplausos y gritos de ánimo que yo daba.
Maël levantó la mano y tarareó algo que no pude escuchar porque yo seguía aplaudiendo, hasta que Dabria tomó mis manos para detenerme.
—Se merecen una ovación más larga —le susurro al ver que no me soltaba.
—Ellos lo saben, no interrumpas —me replica apenada por mis acciones.
—A Maël le llama mucho la atención, no podría decir lo mismo de mí pero igualmente me agrada, aunque nunca lo hemos visto. Asmodeo nos apoyó con la parte de la mitología griega y la forma en la que plasmar la idea —le recalca para que no piense que el presumido no hizo nada.
—¿Ya pensaron en un título?
Maël le tarareo algo a Nazaire que no pude comprender y se detuvieron a pensar unos segundos.
—La marea —le responde sonriente.
—Perfecto, los felicito, siendo sincero no esperé obtener una obra de arte tan espléndida cómo esta —les comenta alegre—. Dabria y... Ansel, por favor lean el poema.
Dabria se levantó de su silla y carraspeó su garganta, repasó una última vez sus palabras y dejó fluir las letras.
«En la obsidiana me vi reflejada,
Dentro de su claridad y oscuridad tan perfecta me observaba.
Pero el oro tan puro que la abrazaba me distrajo,
Me susurraba un mensaje encantado.
A simple vista no parecía que esta mezcla iba a funcionar,
Pues es casi imposible que estos dos minerales se puedan fusionar.
Pero se pueden fundir juntos,
Nunca se mezclarían pero sí se tocarían,
Se abrazarían y se unirían en solo uno,
Hasta que cada uno se enfríe a su tiempo y se separen por su material», recitó sin demostrar algún sentimiento en su voz pues todos ya los había escrito.
Un silencio reinó el salón hasta que Asmodeo empezó a aplaudir, yo solo me quedé con la boca abierta entre la ovación que se desataba detrás de mí. Dabria me miró y se rio de mi expresión, pero yo aún seguía impresionada por lo que acaba de escribir. Me uní poco después de darme cuenta de que se alargaba la felicitación que le daban.
—No podía esperar menos de ustedes; Dabria, tienes un muy buen vocabulario y ni hablar de imaginación, también tú Ma... —se corrigió instantáneamente—, Ansel. Aunque fueron tres versos cuando pedí dos, eh —recalca divertido.
Otra vez aplaudieron y yo felicité de nuevo a los hermanos y Asmodeo.
—Creo que es la primera clase que entiende completamente lo que es el trabajo en equipo... Nunca olviden ese aspecto, muchachos y jovencitas, porque es un punto en el que muchas veces se van a tener que apoyar para llevar a cabo algo —menciona el profesor satisfecho con la clase del día de hoy.
Antes de terminar nos comentó que la próxima semana saldríamos para ir a una de las escuelas y así aprender otras cosas y conocer gente nueva de nuestra misma edad, además de que los próximos dos días no nos podía dar clases porque iba a estar ocupado. También nos adelantó que haríamos una excursión a Maragda para ver en qué podíamos ayudar porque la ciudad está siendo totalmente renovada.
—Bien, eso ha sido todo, disfruten de su tarde libre. Y una disculpa, por tener que retirarme temprano, de nuevo.
—No tiene por qué, profesor —le comenta Nazaire empático.
—Muchas gracias, Nazaire. Tengan un lindo día, si me disculpan —se despide de nosotros para salir corriendo.
Dabria y yo nos reímos al verlo salir, y giré en mi lugar para encontrarme con su rostro. Sus ojos, mejor dicho, esas dos esmeraldas tan valiosas, me miraban atenta como si esperaran algo.
—Necesito ir a la biblioteca, ¿nos quieren acompañar? —les pregunto a los tres que ya se marchaban.
—Yo no, tengo mejores cosas que hacer —me contesta Asmodeo.
—Quiere practicar para las categorías —me aclara Nazaire cuando Asmodeo ya se marchaba.
—¡No, les voy a pagar con su misma moneda, eso voy a hacer! —grita, el que a veces se hace sordo, que ya estaba cruzando la puerta para salir.
Nazaire se rio y se fue tomado de la espalda de Maël para guiarse.
—¿Por qué a la biblioteca? —me pregunta Dabria al instante en que los hermanos salieron del salón.
—Porque tengo varias dudas, una de ellas es un problema que tiene Asmodeo. Lo rechazan todos por gustar de hombres —le explico levantándome del lugar para tenderle mi brazo.
Me miró unos segundos y no dudó en entrelazarlo con su brazo, su cabeza apenas rozaba la altura de mis labios por lo que sólo lograba tomar mi antebrazo.
—Ya veo, pero todo tiene su razón —me dice antes de perdernos entre los pasillos.
La biblioteca no estaba tan lejos, es enorme y no se puede confundir. En cuanto abrimos las puertas dejé caer mi mandíbula de nuevo, no habrá un día en que no me impresione.
—Yo también reaccionaba de esa forma cuando era muy pequeña, se me hacía un mundo inmenso que tenía que explorar en su totalidad —me comenta Dabria, admirando el salón gigantesco.
Entramos y busqué al bibliotecario o a su estudiante pero no los encontré por ningún lado, Dabria se quedó hojeando varios libros en un estante mientras yo recorría la inmensa biblioteca del rey. Subí y bajé las escaleras en espiral, se sentía tan extraño y gracioso que llegó al punto en donde me mareé.
—Mavra, deja de hacer eso —me manda Dabria desde el otro lado, dejando el libro en su lugar en el estante para venir por mí.
—¿Sabes dónde están los libros de religión? —le pregunto, sacudiendo la cabeza de un lado a otro para que se me aclare la vista.
—Sí, ven —me responde para tomar mi mano y guiarme entre los tantos libreros del primer piso.
En una esquina arrinconada los estantes cambiaban de madera a un mineral especial, con oro por doquier y libros hechos de materiales muy lujosos. Se nota que esta es la sección favorita del rey.
—Por lo general hablan solo del catolicismo, no creo que haya más religiones aquí dentro. Si no encuentras respuestas le podemos preguntar a mi tío, él tiene libros que viajan por todo el mundo y contienen muy buena información —agrega para tomar un libro al azar y hojearlo.
—Gracias —le agradezco sincera.
Me miró de reojo para tapar la mitad de su rostro con el libro, giró y me dio la espalda. Yo busqué algún título llamativo, pero casi todos tenían la misma palabra: «Biblia». Son muy gruesos y no tengo mucho tiempo por lo que tomé uno moderado con su tamaño y lo hojeé para buscar mis respuestas.
Busqué palabras claves como: amor, dos hombres, dos mujeres, pareja, matrimonio, entre otras para no leer las páginas tan delgadas y saturadas de letras. Apenas llevaba la primera sexta parte del libro y me parecía eterno.
—Mavra —me nombra Dabria.
—¿Sí? —le inquiero alzando la mirada.
Me encontré con la mueca más graciosa que he visto de su rostro hasta el momento, solté mi carcajada y cerré el libro porque me tenía que apoyar de mis rodillas si no iba a caer.
No escuché nada por parte de ella y me pareció extraño, alcé la vista entre risillas y esa mueca de disgusto aún seguía ahí. No le quitaba los ojos de encima al libro y devoraba las páginas con la mirada.
—¿Qué pasa? —le inquiero preocupándome.
—Ya encontré lo que buscabas. —Me entregó el libro y sin dudar miré su interior.
«Uno de los pecados más graves que se pueden cometer hacia el señor», «Degenerados», «No son "hijos" aceptados en el cielo», «El infierno los espera, ardiente y diabólico como sus actos», «Un hijo digno de nuestro padre tiene prohibido cometer tales actos llenos de perversión, es una distorsión provocada por Satanás», «Los sodomitas arderán», «La sodomía y el safismo están prohibidos en el cielo y en la tierra, es por eso que nosotros hermanos no pecaremos», «La isla Lesbos ha sido maldecida, safo pecó al igual que muchos griegos», «Aquella que se reconozca como lesbiana no es hija de Dios, y arderá en su tierra: Lesbos».
—¿Qué es todo esto? —me pregunto a mí misma en voz alta.
—Es un pecado, según la biblia. El judaísmo dice lo mismo, pero siendo menos gráfico. —Tomó un libro en específico del estante y buscó una sección en particular—. Levítico 20,13: «Si un hombre se acuesta con un hombre como se acuesta con una mujer, ambos han cometido una abominación; seguramente morirán; su sangre caerá sobre ellos». —Me miró asustada pero es un miedo hacia la religión, al pensamiento de los humanos, porque ella no es de tenerle miedo a ningún castigo que le impongan.
—A los ojos de su Dios está mal, pero ¿por qué llevarlo tan lejos? Tiene que haber una razón más profunda, Asmodeo me dijo que era simplemente por la religión pero es muy superficial lo que nos están entregando —hablo en voz alta, intentando acomodar la información mentalmente.
—Por un Dios el humano iría lejos, Mavra. Lo he visto por mi madre y padre, no por los reyes, porque creen en ese ser superior plenamente. Son fieles a él y cada vez que están en un punto bajo le imploran su apoyo. Le agradecen por su día a día y creen que todo es obra de ese ser —me explica tranquila, como si reflexionara, dejando los libros en el mueble.
—¿Tú crees en ello? —le inquiero.
—Soy más inteligente, si te pones a pensar todas las religiones tienen algo en común. Siempre hay una o varias deidades a las que rendir culto, así que ¿qué tal si todas se equivocan respecto a sus reglas y mandatos? —me pregunta sin esperar mi respuesta—. Lo único que nos deja al final es que sobre el mismo fundamento varias personas escribieron en la historia de la humanidad su propio punto de vista, creando tantas religiones que fueron profundizadas por los mismos seguidores a su propia manera. Eso es un ejemplo —señala el libro que tenía antes—, pero que una religión arrase con todas las demás es diferente. Imponen el punto de vista de alguien que no saben si es correcto o no.
—Además algo que noté es que mencionan a Safo, la poeta griega. Hay que preguntarle al profesor, podemos evadir las sospechas con que queremos aprender más de la poesía —le comento pensativa.
—Tienes razón, es una buena idea. Ahora yo estoy intrigada con el tema.
—Entiendo... te entiendo perfectamente. Por cierto, tienes muy buenos argumentos —admito.
—Lo sé, solo me hace falta compartirlos —reconoce anonada por lo que acabamos de descubrir.
—Y yo le ayudaré en eso, mi bella princesa. —Le tendí la mano, para llevar la otra a mis espaldas y así ofrecerle una invitación a bailar conmigo.
Nuestro descubrimiento es muy impactante como para seguir hablando del tema, será mejor que lo cambiemos antes de llegar muy profundo en ello. Y para mi suerte la princesa siguió mi juego.
—No sabes bailar, Mavra —señala entre risillas.
—Lo sé, pero puedo aprender —le digo haciendo una mueca graciosa, parpadeando repetitivamente para hacer como si el tiempo avanzara muy rápido—. Ya hasta polvo tengo en los ojos de tanto esperar aquí, niña.
Se rio más y tomó mi mano para casi arrastrarme fuera del lugar tan apretado entre libreros. Corrimos hacia el centro de todo el salón, y justo cuando quedamos debajo de uno de los candelabros nos preparamos para comenzar el baile.
—¿Entonces sí acepta bailar conmigo? —la cuestiono mientras ella ponía nuestras manos unidas alzadas, la que me sobraba en su cintura y la suya en mi hombro.
—No, no quiero —me dice irónica.
Alargué mi rostro para dejar caer mis comisuras hasta el suelo y que ella se riera de nuevo, dimos la primera vuelta y entre risas tarareamos la misma canción.
—Ya después iremos a clases de baile... pero estás perfecta así, sí parece que quieres ser el bisnieto de Leopoldo —agrega lo último con sarcasmo.
—Que mala —señalo entornando los ojos por sus palabras—. Pero bueno, yo me alegro de no tener una ventana en la boca.
—Ya crecerá, sonrisa de hojalata, muchas gracias por preocuparte.
Bailamos y reímos hasta que los minutos se nos acabaron, aprovechando hasta el último segundo que tuvimos para hacer lo que quisiéramos en todo el castillo, y elegimos quedarnos a nuestros lados.
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Nombre del panel ilustrado: AISHA por Zhang Jing
Importante: He de aclarar que dentro de la biblia hay cosas más crudas y fuertes que no me hubiera gustado que Mavra leyera para el público (usted en otras palabras, personita), es por eso que cambie las oraciones por algo más "suave".
Datos curiosos/importantes:
• La palabra "lesbiana" viene del latín lesbius, y nos aclara que es el amor homosexual entre dos mujeres. También hace referencia a la isla Lesbos.
• La poetisa Safo nació y vivió en Lesbos, componía poemas de once silabas. Este estilo de poemas es llamado "sáfico" en honor a la poetisa. Los fragmentos que hoy se conservan de sus poemas indican que Safo enseñó su arte a un grupo de mujeres jóvenes, con las que mantuvo una estrecha relación, y para las que compuso sus odas nupciales cuando estas la abandonaron para casarse. El poeta Anacreonte (de una generación posterior a ella) afirmaba que Safo sentía un amor sexual por las mujeres, de ahí los términos lesbiana y safismo, que aluden a la homosexualidad femenina.
• El término "sodomitas" es sacado de la Biblia, donde en el Génesis se relata la historia de Sodoma y Gomorra, dos poblaciones situadas en el Valle de Sidim (junto al Mar Muerto) y que, según las Sagradas Escrituras, fueron destruidas por una lluvia de azufre y fuego enviada por Dios, quien quiso castigar a sus habitantes de su vida libertina y lujuriosa y en donde era costumbre practicar el sexo anal, considerado como una de las peores perversiones carnales. Es un vocablo que se utilizó sobre todo durante la Edad Media y que específicamente era para referirse a los hombres homosexuales.
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