Capítulo. V
Siglo XVII, 1697, 25 de junio
30 minutos antes del atentado.
Los caballeros bajaban del vagón y a medida que lo hacían mi corazón se detenía. Eliezer tomó la mano de Aleyda y nos miró.
—Quiero que sepan que los amo y lo que pase allá adentro no va a hacer que ese sentimiento cambie, hoy ni nunca —señaló mientras apretaba la mano de Aleyda.
Mi madre no presentaba ni una muestra de miedo o tristeza en sus expresiones, sonrió y asintió a las palabras de mi padre.
—Lo siento tanto —espeto susurrando.
Benedict me abrazó y me apretó con fuerza. Yo memoricé este contacto con tal de nunca olvidarlo.
—Bajen, su majestad los espera —nos ordena el caballero líder de este grupo.
Los caballeros nos escoltaron hacia la primera entrada del castillo, dos pilares inmensos mantenían de pie una puerta gigante de madera oscura con herrería negra; el material fue manipulado creando formas exóticas y se le agregaron lujos con piedras preciosas, diamantes y esmeraldas, pero el oro con el que se crearon ligeras decoraciones resaltaba más.
Se abrieron las puertas y un campo quedó a la vista, el camino principal estaba hecho de piedras y tierra suelta. A nuestra derecha se encontraba una mujer gigante con una vasija entre sus brazos, derramando agua en una base perfecta llena de pequeños retratos entre otras cosas que no lograba ver desde aquí, pero me di cuenta de que la mujer también lloraba el mismo líquido; a los costados de la base pequeños orificios que derraman hilos de agua pura y cristalina mantienen viva toda la vegetación dentro de su alcance. A la izquierda admiré un túnel casi infinito de árboles inclinados y cansados, este es dueño de una buena parte del terreno, y a sus costados descansan arbustos personalizados con figuras cortadas fina y estrictamente.
Este es el patio real, está muy bien cuidado y ni hablar de como manejaron el arte para plasmarlo en la tierra. El castillo, no tenía forma de describir su belleza; ladrillos claros, molduras con patrones decorativos y un tejado azulado fue la mezcla correcta para trasmitir muchas emociones. A la derecha a nivel del palacio se encuentra un campo de flores, tiene tantas especies que los colores de todo el mundo los podías encontrar ahí. Los relieves y montañas lejanas detrás del castillo le daban un contraste perfecto y ni hablar de lo que provocaba el patio real sobre este.
—Niña, quítate los zapatos —me dice el sargento.
—¿Disculpe? —le pregunta mi profesor extrañado.
—Fue una orden de su majestad, la culpable tendrá que caminar el sendero principal hasta las puertas del castillo descalza —le responde.
—Tiene que ser una mentira —espeta sarcástico el doctor.
—Lo siento, mi señor, fue una orden de la monarquía suprema y no puedo ignorarla o no cumplirla.
Miré aterrorizada a mi profesor y sus ojos verdes solo denotaban tristeza.
—Sujetaré sus zapatos, una vez pise la entrada principal del castillo puede volver a colocárselos —anuncia el caballero.
—¡¿Por qué le hacen eso a una niña?! —pregunta mi padre en un tono furioso.
—No le recomiendo alzarme la voz así, hay peores cosas y esta plebeya está sufriendo en lo más mínimo —responde el caballero indiferente.
—Más respeto sargento, un reporte para el rey creo que va a ser más que suficiente —escupe mi profesor de forma retadora y molesta.
—Sí, capitán.
Me quité los zapatos temblorosa y el caballero los tomó, vi todas esas piedras con miedo, el camino es largo. Calculo más de un campo desde mi posición hasta la entrada al castillo, todavía no pisaba el sendero y el dolor ya lo sentía en la planta de mis pies; por mis venas corren tantas emociones que ya no soy capaz de sentir algo sensato.
—Caminen, a su majestuosidad no le agrada la impuntualidad —mandó el caballero.
El vocero guiaba a mi familia mientras que los otros caballeros me custodiaban, y el profesor se quedó a mi lado.
—Escucha Mavra, la parte más frágil de tu pie es el arco interior, debes tener cuidado si utilizas la planta completa. La parte que más resiste es tu talón, aunque te recomiendo usar la zona metatarsal, tienes que poner todo tu peso ahí pero no en los dedos. Tus dedos pueden aguantar, pero te aseguro que el dolor no es muy lindo que digamos —me explica.
—Entiendo.
Di un paso y me coloqué de puntillas, es realmente doloroso e incómodo. Daba pasos y a medida que avanzaba, antes de poner todo mi peso en una pierna, removía un poco las piedras para no pisar tantas; esto iba a ser eterno.
Mi concentración se la robó el sendero, mi atención mis pies y mi corazón el miedo.
Estaba a punto de cambiar el peso entre mis pies cuando me enterré algo en el derecho, iba a caer pero mi profesor tomó mis hombros y me reincorporó.
—¿Estás bien? ¿Pisaste algo? —me pregunta ansioso.
—Estoy bien, no se preocupe, creo que me enterré una pequeña piedra. —Levanté el pie y estaba en lo correcto, era pequeña por lo que no me hizo mucho daño.
—No puede ayudar a la traidora, mi señor, retire sus manos y mantenga su distancia —le pidió un caballero.
—Bien, bien. Vamos, Mavra, no te preocupes y tómate tu tiempo.
Caminé y caminé, miré hacia atrás y solo había recorrido un tercio del sendero, mi desesperación me estaba carcomiendo. Desaparecieron de mi vista mis padres y mi querido hermano, el temor quería ganarme. Aceleré el paso y a lo lejos pude ver al sargento saliendo del castillo, me detuve en seco, ¿dónde estaban?
—Tengo que apresurarme, ¿dónde están? ¿Y si les hacen algo? —inquiero en voz alta.
—No te preocupes Mavra, tómate tu tiempo, no quiero que salgas herida.
—No, no, no. Necesito verlos, no pueden dejarme.
Justo arriba de la entrada principal un ventanal inmenso abrió sus cortinas, una silueta se asomó y se quedó mirando. Es una persona grande e impone seguridad, no sé si me esté mirando a mí, eso no me interesa en este momento. La entrada se veía cada vez más lejos, el choque entre metales de los caballeros me molestaba, un silencio inmenso reinó mi mente y el temor se hacía presente.
¿Dónde está mi familia?, no pueden tocarla, no pueden hacerles nada.
—Ya no puedo esperar más.
Sentía que iba a enloquecer, la frase me impulsó a correr, y el sargento inmóvil en la entrada se sorprendió. Los gritos de los hombres a mis espaldas no me detuvieron; lágrimas pequeñas recorrían mi rostro, lágrimas que representan mi desesperación y terror.
—¡¿Dónde está mi familia?! ¡¿Qué hiciste con ellos?! —le grité al sargento.
El dolor en mis pies desapareció y algo como furia mezclada con tristeza dominó mi corazón. Solo quiero verlos una vez más, necesito su presencia, necesito la sonrisa de Aleyda, necesito la mirada de Eliezer y necesito los brazos de Benedict.
Por favor, no le hagan daño a mi familia que son lo único que tengo.
—¡¿Qué le hiciste a mis padres y a mi hermano?!
El sargento se encontraba sereno, sin molestias de absolutamente nada, parado a la par de la puerta gigantesca, y eso solo encendió la chispa que necesitaba.
—Te voy a matar —escupí para mí misma en un susurro que solo el viento y yo escucharíamos.
Corrí en su dirección y cuando estaba a menos de cinco humanos intentó levantar su guardia, pero fue en vano. Me abalancé sobre él para derribarlo, me puse a horcajadas sobre su armadura a la par de que resonaba ese sonido hueco y agudo por su caída. Con mis puños golpeaba su pechera, lastimando mis nudillos. No puedo hacer nada más que esto, no puedo ir en contra de la monarquía de nuevo.
Sentí unos brazos tomándome por la cintura para alzarme, pataleé con todas mis fuerzas y logré golpear al hombre.
—Mavra —espeta sin aire mi profesor, en un quejido por el golpe.
Me costó guardar la calma y acostumbrarme a los brazos del profesor, no podía quedarme quieta, pero me compuse al cruzar mis ojos con dos esmeraldas asustadas y preocupadas. Me dejó de pie y le tendí mi mano al sargento para ayudarlo a levantarse, miró mis nudillos rojizos y quemados, dudó unos segundos, pero al final la tomó para ponerse de pie.
—Tu familia te está esperando adentro, en la sala del trono está el rey. Aún no se reúnen por si esa era tu duda, niña —me explica el sargento.
—Gracias y lo siento.
—Mavra, mira lo que te hiciste, lo único que tenía en mente para sanar eran tus pies no tus manos. Tienes suerte de que aquí está la mejor enfermería de todas —dice mi profesor en un suspiro.
—Aquí está tu calzado, pequeña —me señala un soldado mientras ponía mis zapatos en el piso frente a mí, el sargento los debió de poner en otro lugar frente a la puerta.
—Muchas gracias.
Miré mis pies y el suelo estaba manchado de sangre. Era un cuarzo bien pulido y liso, lo más probable que quede una mancha si no se limpia ahora. Estaba a punto de ponerme mis zapatos cuando alguien abrió las puertas.
—Su majestad solicita su presencia ahora. Sargento, por favor lleve rápido al criminal a la sala del trono —espeta el señor apresurado.
—Mayordomo, la criminal está herida, ¿no puedo tratar antes sus heridas? —pregunta mi profesor preocupado.
—No, mi señor, su majestad no puede esperar más —declara mirándome.
Con eso se adentró en el inmenso castillo, mi profesor miró mi cuerpo y la desesperación invadió su rostro.
—Sargento, cargue a la pequeña y llévela a la sala del trono. Caballeros, acompáñenme por herramientas al almacén. Mavra, ¿puedes aguantar un rato sin mí?, no hagas un movimiento raro o malo —expresa preocupado.
—Sí, profesor, se lo prometo —le respondo sonriente.
Asintió y una media sonrisa se dibujó en sus labios, después los frunció y su rostro de tristeza se quedó pintado en mi mente. Se marcharon mientras el sargento se arrodillaba frente a mí, dándome la espalda.
—Sube, espero que la armadura no te incomode —me dice gentilmente.
Subí a su espalda y tomé sus hombros con las manos para apoyarme, colocó las suyas detrás de mis rodillas para que no cayera y empezó a caminar.
—Lo siento mucho.
—Está bien, sé que fue amor lo que te controló.
Estaba muy asustada como para ver claramente a mis alrededores, podía ver pasillos infinitos y un suelo negro debajo de nosotros, pero no más. Pequeñas gotas carmesí caían de mis pies y mis nudillos comenzaban a arder. El sargento se detuvo unos segundos, alcé mi vista y unas puertas inmensas de madera color rojo óxido con arreglos de oro me dio a entender que esta era la sala del trono.
Miré hacia los lados y un pasillo grisáceo inmenso lleno de arreglos azulados nos rodeaba, mesas de oro y pinturas contrastaban este pasillo. Detrás de mí se encontraba otro camino, pero es más pequeño, las paredes delgadas tienen solo un cuadro que no alcanzo a mirar desde aquí, y del lado contrario a la sala de los reyes está el salón principal, este "hueco" en la pared conectaba el salón con el pasillo del trono, una entrada común y corriente.
Escuché un movimiento grave del otro lado y giré mi cabeza, el cabello castaño del sargento rozó mi rostro.
—Disculpe.
Su silencio me asustó, pero la imagen del mismo mayordomo que nos abrió la puerta hace un rato me calmó, era un señor mayor con cabello blanco y sedoso. Su apariencia era reconfortante y cálida, por un segundo pude sentir cómo la tensión de mi cuerpo desaparecía. Me regaló una sonrisa y tuve los suficientes segundos para responderle con otra, pero las dos desaparecieron en cuanto escuchamos al rey.
—Mi querida Mavra, ya ha llegado la gran ladrona —espeta en un tono alegre.
El mayordomo se hizo a un lado y señaló con su brazo que entráramos, el sargento asintió y caminó al trono.
Un salón inmenso verde oscuro, como los pinos, con arreglos de oro se hizo la obra de arte que mi vista admiró un buen rato; vitrales con historias fijadas de manera artesanal le daban color al salón, pero entre cada uno un ventanal pulcro y transparente cancelaba los colores tan vivos que desprendían; cortinas blancas con piedras preciosas en la parte superior e inferior, acomodadas de manera fina y delicada, reposaban a sus lados sin ocultarlos. Solo tuve que mirar hacia arriba para quedar petrificada; una obra de arte pintada a mano era dueña del techo, desde aquí abajo estás en medio de una espiral infinita de escaleras hacia el cielo, donde ángeles, guerreros y demonios se encontraban escondidos entre las nubes.
—Una obra maestra, tardaron meses en terminar la pieza. Disfruta esta vista un rato más si deseas —me sugiere indiferente.
—Majestad Real —saluda el sargento mientras se arrodilla sobre su pierna aún conmigo sobre su espalda.
—Caballero. —Estaba a punto de levantarse, pero el rey se lo impidió—. No te pongas de pie, deja a mi querida Mavra en el suelo primero —le ordena.
—Sí, su majestad.
Bajé de su espalda y el dolor me recordó el porqué de estar aquí.
—¿Puedes soportar eso, plebeya? —comienza el rey de forma arrogante.
—Sí, su majestad. —Era el hades; mis pies estaban sufriendo y las heridas se estaban abriendo.
—¿Segura? —me cuestiona, empujándome al delirio.
—Estoy segura, su alteza.
—¿Y si te pido volver a caminar ese mismo sendero que recorriste? —interviene, riéndose un poco.
Podía verme temblar bajo su mirada, la agitación de mi pecho y el movimiento de mis manos inquietas que tanto me costaba controlar.
«Mi familia», pensé.
—Lo haría, su majestad. —Y su risa cesó.
—¿Qué dices, rapaza?
—Lo haría, su alteza, caminaría de nuevo por todas esas piedras si usted lo ordena.
—Quién diría que aquella plebeya famélica con un coraje colosal podría ser tan diminuta, no es cómodo estar entre la pared y el filo de una gran espada, ¿cierto? Todos somos sumisos ante el poder —comenta riéndose—. ¿Esta vez serás paciente y no correrás de nuevo?
—Sí, su majestad. Fue mi error correr cuando la instrucción era caminar, le imploro su perdón.
—Fuiste ingenua al responderme aquella noche, rapaza, ¡aún no sabes absolutamente NADA de la vida! —me alza la voz, y el miedo recorrió mi cuerpo como un balde de agua fría—. Te concedo el perdón —espeta—, vayamos a lo fundamental. —Se acomodó en su trono, de forma más relajada, y levantó la cabeza como el rey que es.
Lo miré pasmada.
—Quiero que protejas a mi hija, la princesa Dabria Verena Vujicic Cabot.
—¿Disculpe? —pregunto anonada.
—Todo el oro que quieras a cambio de su protección, tienes prohibido traicionar a la corona. Si se te ocurre hacer algo, por cada gramo de oro que te pague pienso quemarte en él —me amenaza seguro.
—¿Quiere comprarme?
—Así es, tienes potencial. Jamás he visto a un soldado con las ganas de aniquilar que tú tienes, leer tus labios mientras corrías hacia el sargento no fue tan difícil —señala riéndose—. Pero recuerda que eres muy ingenua, no eres nada ni nadie todavía.
No entiendo qué está pasando.
—¿Puedes creerlo?, esta criatura pudo haberte asesinado si ella así lo deseaba, yo no puedo creerlo —le declara al caballero—. Utilizó su cabeza, pensando en frío, y derrotó a dos de mis hombres, ¡dos!, sus emociones la dominaron y el dolor que sufría en sus pies se esfumó en el aire. Ahora imaginemos el arma que podría ser cuando mezclemos esas dos cosas, un poco de buen entrenamiento y vas a ser mi pieza de tablero más valiosa en guerra. Una simple plebeya —remarcó las últimas tres palabras, despiadado, como burla a los dos hombres tras mi espalda.
Giré para mirarlos y un quejido intentó salir de mis labios, pero lo controlé. El caballero, quien estaba parado a la par de la puerta junto al mayordomo, miró el suelo en señal de vergüenza. Regresé mi atención al rey y lo fulminé con la mirada, ¿por qué degrada a uno de sus hombres? ¿Por qué trata así a su gente, su pueblo?
—Su propuesta es tentadora mas no la voy a aceptar, brindaré mis servicios pero a otro precio. —Desconozco de dónde provino el coraje y la valentía necesaria, pero no tuve miedo.
El creador de la nación dejó de reírse y una expresión de disgusto invadió su rostro. Si tan importante es su hija me imagino que lo va a dar todo por su seguridad.
—Habla —escupe en un tono molesto.
—Apoye a mi familia, quiero que vivan en Diamant. Pague el servicio médico y deles un buen trabajo, es todo lo que pido.
—Bien, pero si quieres que sea así subiré de nivel el contrato. —Miró detrás de mí, a lo lejos, pensativo—. Protección de por vida para mi futura pequeña reina, pero —interviene árido—, asesinaré a todo tu linaje si se te ocurre traicionar a la corona, si cometes algún error o causas una falta contra la monarquía no dudes en que ya no verás la luz del sol de nuevo —me amenaza gélido.
—Entiendo... —No debí de hablar, solo cavo mi tumba más y más profundo. El terror invadió mi corazón agitado, no sé qué hacer.
«Soy inteligente, el profesor me lo dijo», pensé, contemplando si realmente soy ingenua, si lo que me dijo mi profesor fue una mentira, las palabras del rey retumbaban en mi cabeza. «Soy una pieza importante en su juego... ¿pero por qué? ¿Qué planea el rey?», procesé.
—¿Soy una pieza importante? —pregunto con duda.
—Así es, entraste en mis planes desde el momento que te encontré en Diamant. Tienes un gran futuro plebeya, es una muy buena propuesta la que te estoy haciendo.
Tengo miedo, le tengo temor a este hombre, no es cualquier persona, debí de saberlo, debí de saber con quién me estaba metiendo. Me arrepiento de todo... ¿Por qué no me quedé en casa? ¿En qué estaba pensando? ¿Soy ingenua por eso? Todo esto es mi culpa...
No... tengo que pensar, mis emociones son ingenuas, mis pensamientos no. Tengo que salvar a mi familia.
Dedicarle mi vida entera a una niña sonaba absurdo, pero qué más da, solo tengo que ser su niñera a cambio de que ellos sean felices.
—Acepto, firmaré el contrato —señalé con firmeza.
—Bienvenida a mi ejército, futuro caballero.
Y fue así como vendí mi vida a cambio de la estabilidad de alguien más.
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Datos importantes/curiosos:
· Mavra sufrió el trastorno de ansiedad a lo largo del capítulo, no se hace mención de este ya que fue descrito, junto al síndrome panicoso, por primera vez por Sigmund Freud, en 1895, con el nombre de Neurosis de Angustia.
· "El hades" es un sinónimo para el infierno, así se le conoce en la mitología griega.
· Alrededor de estos capítulos existen dudas sobre la edad de Mavra y el comportamiento que tiene. En síntesis y para dar un contexto adecuado (sin spoilers) podemos interpretar que tiene 13-14 años de edad actuales, en aquel entonces la educación era más compleja, incluso el físico humano, entre otros factores. Hago énfasis en el físico porque hoy encontramos a pequeños de 10 años viéndose como niños y hace unas cuantas décadas esos niños eran los adolescentes.
¡Muchas gracias por leer!, me ayudarían compartiendo el libro y recomendándolo para que nuestro reino crezca más. Si gustan dejar una estrella más un comentario estaría encantado, es un placer crear esta historia de su agrado.
¡Nos vemos en el próximo capítulo!
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