Parte 2: Un lunes inusual


La verdad era que cuando ella se le venía a la mente, no podía dejar de pensar (encontrándolo gracioso) en por qué siempre estaba ganándose problemas. Sin embargo, reconocía también que Anne era una chica diferente, de esas capaces de perseguir sus ideales en lugar de aspirar a parecer siempre una muñeca de porcelana, sumisa y abnegada, y aquello le hacía interesante. Especial.

Como cada nueva semana que empezaba en la escuela, él entusiasta y afín al estudio como era, esperaba aprender algo nuevo que pudiese ser transcendental e importante para su vida o vivir alguna experiencia emocionante que le ayudase a aprender y crecer... y ese día como recompensa a su espera, algo increíble sucedió.

Casi no pudo creer cuando el profesor sentenció el castigo que debía cumplir la chica pelirroja, pero mucho menos cuando mencionó que debía ubicarse a su lado.

Asombrado la vio así caminar hasta el puesto vacío a su costado, cabizbaja como si estuviese en un funeral y luego ocultar la cara en el pupitre como si quisiese llorar.

-¿Oye, estás bien?- fue lo primero que se le ocurrió preguntarle, preocupado por su estado de ánimo y por lo que hubiese ocurrido antes de que llegara junto con el enojado reverendo. Quiso por lo tanto colocarle una mano en el hombro como señal de apoyo, como siempre que se dirigía con sus amigos pero luego recordó que ella no le había dado todavía la debida confianza para ello y tuvo que detener el gesto sólo a centímetros de tocarle, alcanzando únicamente a rozar uno de los rojizos mechones de su cabello, los cuales como innegable prueba de que había tenido alguna razón para correr, lucían esa mañana un tanto despeinados. Ella no obstante, logró percibir su acción y de inmediato dio un respingo, apartándose de forma arisca y dedicándole una mirada de rabia, que a él aun sabiendo que no tenía la culpa de nada, le hizo sentirse un poquito ofendido... pero fue sólo hasta que reparó en la tonalidad de azul profundo de sus ojos que contrastaba perfectamente con la de su cabellera, haciéndole rememorar a las muñecas que exhibían en las vitrinas de las jugueterías de la capital y que solía adquirir para sus pequeñas primas cada vez que tenía la oportunidad de irles a visitar a sus tíos... Aquello le hizo quedar embelesado.

Su curioso e inevitable escrutinio sobre ella, logró que a Anne "con una E al final" (como ella siempre se encargaba de aclarar) le disminuyera de a poco el enfado, más sin bajar la guardia y cruzándose de brazos le sostuvo con firmeza la mirada, intrigada a su vez por conocer que le rondaba por la cabeza. Fue notorio a su apreciación. Su comportamiento le recordó entonces al de un animalito salvaje asustado que tenía por autodefensa que conducirse a la defensiva pero no por eso dejaba de ser tierno... Algo así como una adorable ardillita. Por lo que le sonrió esperando romper un poco el hielo y obtuvo resultados, ya que ella enseguida con rapidez y seriedad miró hacia al pizarrón, intentando parecer indiferente y altiva, pero no pudiendo esconder con ello el sonrojo que asomara en sus mejillas.

"No hay nada que hacer, de verdad está linda" Por la mente de Gilbert pasó, y de allí intentó por varios minutos concentrarse también en las clases que empezó a dictar el profesor, hasta que observándola de reojo, tan dedicada en sus apuntes, no se contuvo de comenzar a escribirle papelitos con notas y a deslizarlos despacio por el pupitre hasta su cuaderno, cuidando de no llamar la atención y ella comenzó a leerlos así mismo de manera casi imperceptible.

"No me odies... Yo no tengo nada que ver con lo que haya sucedido. Mira el lado bueno de las cosas, podría haberte tocado sentarte junto a Jack (el que sabe lanzarse flatulencias), junto a Moody (a quien le encanta gastar bromas pesadas), junto al coqueto de Charlie o... peor, quizá junto al mismísimo insoportable de Billy o cualquiera de su pandilla" decía el primer escrito.

Anne esbozó un suspiro de cansancio al leerlo, por todo lo que había tenido que pasar hasta allí ese día y después de analizarlo un momento, reconoció que era la pura verdad, y se lo dejó saber al contestarle

"Tienes razón Gilbert, tú no tienes culpa en esto. No tengo por qué desquitarme contigo"

Y hubo entonces otro mensaje por parte de él, entusiasmado por poder por fin iniciar una conversación con ella, así ésta fuese secreta.

"¿Necesita acaso de mis servicios la señorita para defender su honra?" le preguntó así haciendo una sutil referencia al modo en que se conocieran, cuando le había rescatado también de las malas intenciones de Billy.

Anne leyó la nota y esbozó una media sonrisa sin despegar la vista del papel con probabilidad recordando aquel también pesado momento (él pensó), previo a responderle

"Gracias, pero no hace falta, porque no vale la pena... Intentaré olvidarlo"

Y para aquella respuesta hubo otra más

"No le tomes en cuenta a Billy, es sólo un idiota que siempre está buscando llamar la atención. Lo mejor manera de golpearle con guante blanco sería que se la quites" Gilbert recomendó

"Lo tendré en cuenta" Ella sin perder ante todo la seriedad, contestó.

Hubo de tal forma en adelante, ya roto el hielo, muchos intercambios de mensajes más, sobre diversos temas a la espalda del profesor mientras proseguían las clases con normalidad... Comentarios graciosos sobre las actitudes de los compañeros de clase y hasta un dibujo un tanto patuleco del propio Sr. Phillips, bocetado a medias de parte y parte, y con globos de diálogo como en las caricaturas, con algunas de sus frases más típicas. Lo que les hizo contener a duras penas las risas.

Gilbert aprendió así ese día a admirar la elegancia con la que se conducía ella siempre, la cual se notaba al sentarse, en todo momento bien erguida, y hasta en su forma de abrir las notas, cuidadosamente con sus dedos esbeltos, todo al tiempo que procuraba mostrar la mayor indiferencia posible hacia él cuando se encontraba de frente el profesor hablando al alumnado; y maravillado descubrió además, lo divertida que podía ser estando de buen humor, comprobando el ingenio que tenía al responder a sus chistes.

Las horas terminaron así transcurriéndosele rápido y para cuando llegó la tarde y la clase concluyó, supo que aquel había sido uno de los días más felices que tuviera durante todos sus años de escuela y que lo conservaría por lo tanto entre sus más preciadas memorias.

Nunca se había sentido tan bien con una chica, tan entretenido, tan afín... y sin siquiera conocerla desde hacía mucho. Aun cuando sabía que no le era indiferente para nada a muchas y teniendo en cuenta que con sus catorce años recién cumplidos, había tenido ya un par de citas durante las vacaciones, cuando solía irse de viaje con su padre a visitar a sus familiares tanto paternos como maternos a lo largo de Canadá.

-Anne no sabes lo bien que me la he pasado hoy- había sido tan genial que mientras la veía recoger sus libros, no se contuvo de decírselo. Ella ante aquello le miró por uno segundos pareciendo extrañada más no dijo nada, y él sintiéndose francamente nervioso quiso aprovechar la ocasión de proponerle algo que venía deseando desde la primera vez que la viera y le demostrara la personalidad y el carácter que tenía al romperle la pizarra personal en la cabeza –Me preguntaba si tú... quisieras un día...- rascándose la nuca como si buscara desperezarse intentó arriesgarse a invitarla a salir, pero no pudo concretar su frase porque de pronto se vio rodeado de su grupo de amigos, entre ellos los infames que habían estado molestándola más temprano a ella, para convencerlo de que fuese a jugar football.

Como Anne era delgadita, no le fue un problema escurrirse entre el montón, que al estar interesados para entonces en sus temas ni le tomaron en cuenta, y para cuando él quiso excusarse después de con amabilidad conversar unos minutos con ellos como de costumbre, diciendo que tenía esa vez algo que hacer y la buscó con la mirada por todo el salón, creyendo que quizá podría estarlo esperando, como sabía hubiesen hecho cualquiera de las otras chicas (tanto sus compañeras como las que conociera), encima teniendo ya en cuenta que quería consultarle algo, no la encontró.

En definitiva Anne Shirley Cuthbert no era como el resto, llegó entonces a la conclusión, mientras sus amigos como animales salvajes también, conversaban y hacia bromas tontas entre ellos o simulaban golpearse a sus espaldas... Ella era enigmática, inteligente y genial... Aquel pensamiento fue como una iluminación que tuvo de repente, algo que le dijo que era uno de esos modelos de personas irrepetibles a los que valía la pena conocer, conservar y cuidar... y por lo tanto se propuso develar cada uno de sus secretos.

Continuará...

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