Lunes Por La Mañana
Una gota de sudor recorrió el costado de su rostro mientras subía uno a uno los escalones haciendo eco en los pasillos vacíos del edificio. Era el primer día de las vacaciones de verano y el silencio confirmaba que la mayoría de sus vecinos lo habían aprovechado para viajar.
Después de subir cuatro pisos llegó a la puerta con la pintura blanca que intentaba tapar la palabra "bruja" tallada en ella. En cuanto intentó meter la llave en la cerradura, la bolsa de papel que llevaba bajo el brazo se rompió, dejando caer todo su contenido en el corredor, incluyendo una considerable cantidad de cajas de medicamentos.
—Mierda —Alex recogió los productos y entró al departamento. Algunas paredes aún tenían el color azul pálido con el que las pintó cuando era un niño, el resto de ellas tenían manchas de humedad que les arrebataban esa característica. El chico dejó los misceláneos en la mesa llena de papeles en el centro de su comedor y caminó hacía la habitación de donde salía un ruido blanco.
—Hola mamá —saludó Alex a su madre intentando ocultar la desgana que lo había atrapado desde la mañana.
Eleanor, su madre, era preciosa, lo había sido desde niña cuando dejaba su cabello dorado suelto enmarcando un hermoso rostro angelical con pecas que cruzaban el puente de su nariz y unos ojos azul intenso. Lo fue a los dieciséis, al recogerlo en una coleta para trabajar durante el verano en el merendero al lado de la carretera donde conoció a Tomás, aquél joven fornido con cabello castaño y ojos aceituna que portaba su uniforme militar con orgullo. Fue preciosa en el momento en que le entregaron aquella bandera doblada mientras bajaban el ataúd en la tumba, el vientre abultado que cargaba a su bebé apenas se notaba en el vestido negro. Y lo era ahora, aun con la mirada perdida y el cabello alborotado y grasoso por la falta de higiene.
—Tom dice "hola" —Eleanor mantenía la vista hacia enfrente sin prestarle la atención a su hijo.
—Papá no está aquí —La voz del chico tenía una nota de tristeza. Aunque no lo hubiera conocido, extrañaba a su padre. Siempre veía esa foto sobre la enmarcada bandera doblada que descansaba en una repisa en la sala de estar.
Alex tomó un vaso con agua de la mesa de noche al lado de su madre y se lo acercó. La mujer no se inmutó hasta que el chico lo presionó gentilmente contra sus labios. Eleanor abrió instintivamente su boca y bebió unos cuantos sorbos del líquido.
—Los muertos se levantan, Alex, Tom lo está diciendo —La mujer no dejaba de mirar hacia el asiento vacío frente a ella, sólo que sus ojos parecían posarse más lejanos.
—Mamá, papá no está aquí, y los muertos no se levantan —Alex apagó la televisión sin que esto pereciera molestar a Eleanor. El chico le acomodó la almohada que se encontraba detrás de su cabeza y encendió el radio para que música clásica inundara la habitación.
Alex dejó a su madre de la misma manera en que la encontró y regresó a la sala donde le esperaban las compras matutinas. Tomó unas cuantas bolsas de papel y las llevó a la cocina para acomodarlas.
Mientras Alex se alargaba para guardar un paquete de galletas en una de las gavetas superiores su celular vibró dentro del bolsillo de su pantalón. Lo sacó y presionó el botón al costado del aparato dejando que la pantalla se iluminara. La foto de una chica con el cabello lacio y castaño con Alex abrazándola por detrás servía de salvapantallas.
—Qué tal tu viaje a las lejanas tierras del supermercado? —El mensaje era rematado con un emoticón de corazón verde.
—Será una aventura que se contará por generaciones y generaciones —Alex contestó al mensaje sonriendo.
—Mi héroe —Lyra contestó siguiendo el juego.
Desde que su madre había enfermado, Alex había estado renuente a entablar cualquier tipo de relación más allá de alguna amistad superficial. Eso era lo que él tenía planeado, pero llegó aquella chica que poco a poco comenzó a entrar en su vida. No fue un cambio radical, fue paulatino, tan lento que el primer beso ni siquiera fue una sorpresa. Y ahora, después de tres años, no podía imaginarse sin esa chica.
—Iré por un café helado a la cafetería cerca de tu casa, ¿quieres uno? —el nuevo mensaje se agregó a la conversación mientras Alex tomaba un frasco de mermelada de manzana y lo ponía tan alto como podía para que su madre no lo encontrara.
—Claro, llamaré a Mercy para que cuide un rato a mamá —después de contestar, Alex buscó el contacto con aquel nombre y lo deslizó hacia la derecha. Después de unos cuantos tonos el ruido de música a todo volumen hizo que se despegara el celular del oído.
—¡¿Qué hay?! — Los gritos de una chica sonaron por encima de los rítmicos golpes de una batería que sólo se encuentran en una canción de trash metal.
—¿Tía Mercy? —Alex tuvo que preguntar, el ruido de fondo era demasiado como para distinguir si era la voz de la hermana de su madre.
—¿Alex? —La música bajó de volumen cuando esa pregunta cruzó por el auricular.— ¿Qué pasa? ¿Tu mamá está bien?
—No, Mercy, ella está bien, sólo quería saber si podrías venir a cuidarla por unas horas.
—Ah, claro, no hay problema— El tono de su voz se relajó en su respuesta. La música regresó de nuevo en un volumen más moderado mientras Mercy recobraba un poco la compostura.— Estaré ahí en un rato Alex.
—Gracias, eres la mejor —Alex no pudo evitar esbozar una sonrisa al aire.
—Lo sé —La mujer colgó la llamada.
Alex terminó de acomodar las compras en la alacena. Al terminar, se permitió descansar un momento en uno de las sillas del comedor con un vaso de soda helada. Su mirada cruzó el cristal de la ventana frente a él y dejó que la brisa veraniega la transportara, que lo llevara a lugares donde pudiera quedarse quieto y sintiera las hojas silbando por el viento a sobre su cabeza. Por una vez en su vida envidió a sus vecinos, a las personas que se habían llevado el bullicio de la ciudad con ellos y ahora estaban lejos, probablemente en la playa, o tal vez en el bosque acampando, familias perfectas.
Soltó un suspiro y alcanzó el vaso de la mesa para darle un sorbo. Las gotas de agua formadas por la condensación le mojaron la mano terminando por completo con el trance en el que había estado unos segundos antes, aprovechó la humedad y se restregó primero el rostro con ella y después la nuca en un intento de calmar el calor con ella.
El chico regresó a la cocina y tomó una lata de atún. Esa sería la cena del día.
Mercy llegó mientras Alex batía una mezcla de mayonesa, granos de elote y el pescado enlatado. Eleanor estaba sentada en el lugar que había ocupado su hijo unas horas antes, mirando de la misma manera hacia la distancia con una expresión vacía.
—¿Qué es eso que huele tan delicioso? —dijo la mujer con sarcasmo, rematando el comentario con una mueca de asco.
—¡Cállate! —Alex apenas pudo contener el ataque de risa mientras Mercy comenzaba a hacerle cosquillas. A simple vista, alguien los hubiera confundido con dos hermanos jugando entre sí, incluso una pareja, la mujer apenas le llevaba cuatro años al chico. El cabello característico de Eleanor estaba también presente en ella, sólo que en una versión rizada y más grueso y, por esa razón, lo mantenía corto hasta el cuello para que fuera más fácil manejarlo.— Además tú amas mi comida.
—No, me gusta tu comida, amar es una palabra fuerte— Un nuevo ataque de risa envolvió a la pareja, era algo que a Mercy le gustaba escuchar, la risa de su sobrino. Desde su punto de vista, Alex siempre había sido un chico tímido y cohibido, algo que se acentuó más cuando la salud de su madre comenzó a desaparecer, así que hacerlo reír era una forma de en las que podía ayudarlo.— Ahora sal de aquí y diviértete mientras arreglo tu desastre.
Alex sonrió a Mercy y le dedicó un beso en la mejilla, después salió rumbo a la sala donde se encontraba Eleanor para repetir la acción con ella, y salió del departamento.
Una nueva sensación vigorizante se apoderó de él mientras descendía las escaleras. Algo en la luz que se colaba por las ventanas del edificio hacía que el lugar, la tarde, el mundo fueran mágicos. Al llegar al vestíbulo los rayos de sol que traspasaban las puertas de vidrio mantenían el aura fantástica, y fue en el reflejo del cristal donde Alex tuvo una nueva visión. Su cuerpo delgado y desgarbado, su cabello castaño claro desacomodado y sus ojos verdes, todo eso que lo hacía ser él y que tanto detestaba ahora era algo más, se sentía lleno de oportunidad, con la posibilidad de alcanzar a todos esos vecinos que se fueron de vacaciones y disfrutar con ellos.
Le tomó unos segundos ver más allá del reflejo, en el escalón que daba acceso al edificio había otra figura, el cabello castaño oscuro le llegaba casi hasta la cintura, llevaba una blusa blanca y unos jeans recortados para que funcionaran como shorts.
Alex sacudió la cabeza para salir un poco de sus pensamientos, caminó hacia la puerta y salió. Lyra giró su cabeza al escuchar los pasos detrás de ella, una sonrisa se apoderó de su rostro al ver a su novio acercándose. La chica se levantó y se lanzó hacia los brazos de Alex quien la atrapó en un abrazo.
—No sé si deberíamos hacer esto tomando en cuenta el calor —La voz de Alex apenas se escuchó mientras hablaba con la boca pegada al hombro de Lyra, estar tan cerca de ella hacía que pudiera captar el olor a fresas que emanaba de su cabello.
—Cállate y no me sueltes —Para Lyra había pocos lugares donde se sentía segura y cómoda, uno de ellos era entre los brazos de Alex, aun con el calor que empezaba a sentirse entre ellos, ella quería quedarse el mayor tiempo posible en esa posición.— Ahora —suspiro mientras dejó de rodear a su novio con los brazos,— cuéntame a detalle tus aventuras en el supermercado.
—Será todo un placer —respondió el chico mientras arrugaba la nariz haciendo que las pecas en su puente se unieran unas con otras.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top