La Casa en Medio del Bosque

El lago frente a él reflejaba el sol ocultándose detrás de dos montañas. El agua danzaba con un brillo naranja gracias a la ligera brisa de verano que soplaba entre las ramas y las hojas de los árboles cercanos y acarreaba el aroma de lavanda fresca que hacía el momento aún más relajante.

Charlie inhaló, sintió los aromas del bosque danzar en su nariz mientras los ruidos a su alrededor formaban una sinfonía única y perfecta. Este era, era el lugar donde pasaría el resto de su existencia si pudiera. Viviría en ese momento el resto de su existencia si pudiera.

El chico descansó sus brazos a los costados y sintió la esponjosa madera del muelle en el que se encontraba sentado mientras dejaba colgando su pie derecho que llegaba a ser golpeado por el leve oleaje del lago.

—Hey —La sensación de dos cálidos brazos rodeándolo por la espalda hicieron que saliera del trance—, deberías entrar, empieza hacer frío.

Charlie giró hasta encontrarse frente a frente con Giselle, se acercó y la besó de la manera más delicada que pudo. La chica devolvió el gesto, tomando el rostro de su novio entre sus manos haciendo que el gesto fuera aún más profundo.

—Quiero quedarme aquí —suspiró mientras entrelazaba sus dedos con los de la recién llegada.

—En ese caso deberías utilizar algo más que esta camiseta y tu traje de baño —Charlie no había notado el descenso en la temperatura hasta que Giselle recorrió sus brazos desnudos con los dedos, haciendo que su piel se erizara como respuesta. El chico también sacó su pie del agua que ahora parecía congelarle.

—No, me refiero a quedarnos aquí, en este lugar —El chico miró hacia el atardecer, la luz incandescente del sol había casi desaparecido detrás de las cumbres dejando que la blanquecina luz de la luna llena bañara todo el valle—. Imagina despertar, salir de tu hogar para encontrarte en este hermoso lugar.

—Sería lindo —Giselle se limitó a decir. La ilusión en la voz de Charlie la hicieron incapaz de darle todos los contras de esa idea—. Ahora, por favor, entremos a la cabaña.

La pareja se incorporó y empezó el recorrido hasta la casa en medio del bosque. Una vez que dejaron atrás la hinchada madera del muelle, el suelo los recibió una sábana de tierra mojada que aromatizaba su camino a cada paso. Los enormes árboles alrededor de aquella antigua y desgastada cabaña.

Charlie recordaba la primera vez que fue a ese lugar. Había llegado después de un viaje de carretera que le pareció eterno por su corta edad, y lo primero que hizo al salir fue correr hasta el final del muelle para lanzarse al agua cristalina del lago.

Los desgastados peldaños del pórtico se quejaron cuando los chicos los subieron. Charlie abrió la puerta, encontrándose con festival de carcajadas y gritos que Emir, Roger y Asad tenían en el interior. Cada uno de los chicos llevaba una cerveza en la mano, con el ritmo del metal sonando de fondo.

—¡Al fin! Creímos que un oso te había devorado, o te había llevado a su cueva para convertirte en su esclavo sexual —Roger tomó un enorme puño de frituras directo de la bolsa y las jambó en su boca al terminar la oración.

—Por favor, no externalices tus deseos reprimidos en otros Roger, no es bueno para tu salud mental —Charlie tomó dos cervezas de la hielera que descansaba al lado del sofá individual, le entregó una a Giselle, y se dejó caer sobre una silla. La broma hizo que Asad y Emir soltaran ruidosas carcajadas.

—Tengo que aceptarlo Charlie, tienes un pequeño paraíso aquí —Emir estaba recostado en todo el largo del sillón más grande mientras Asad estaba sentado en el piso, apoyando su espalda contra la pared.

—Debiste verlo hace unos años, era un basurero —Charlie apenas pudo pronunciar la frase mientras le daba un largo trago a su cerveza.

—Como sea, ahora es un lugar genial —Desde donde Charlie estaba sentado, apenas podía verle la coronilla a Asad—. Gracias por la invitación —El chico levantó su bebida en forma de brindis sólo para ser imitado por los demás.

—Y sólo llevamos aquí unas horas. Se sorprenderán con todo lo que podemos hacer en este lugar.

—No sé ustedes —Roger se levantó pesadamente de su asiento y caminó hasta su habitación mientras continuaba hablando—, pero lo que yo quiero hacer por esta noche es vencerlos en Monopoly.

El chico dejó caer el juego sobre la pequeña mesa dispuesta en el centro de la sala. Los demás dejaron la comodidad de sus asientos y ocuparon un puesto alrededor.

La noche pasó entre risas, cerveza y música fuerte. Eso era todo. Charlie tenía que parar de vez en cuando, entre broma y broma, para mirar a su alrededor y ver a las cuatro personas sentadas con él en aquel salón lleno de muebles rústicos, con el aroma de madera y alcohol combinándose y llenando su olfato. Para él, aquellas personas eran su familia, y no había nadie más con quien quisiera pasar el verano.

El reloj marcó las 3:45 am cuando Emir y Roger se habían rendido en el juego y descansaban acostados en los sillones. Asad se había disculpado media hora antes y ahora dormía en una de las recámaras de la planta baja.

—Podemos decir que fue todo por el día —Giselle tomó dos envases vacíos de cerveza y se los entregó a su novio.

—¿En serio? ¿Ya tienes sueño? —Charlie metió las botellas en una enorme bolsa de basura lo más delicadamente que pudo para evitar hacer ruido. Después, caminó hasta la chica para tomar su cintura y acercarla a él.

—Son casi las cuatro de la mañana, y aún no has visto nuestra habitación —Charlie entrelazó sus dedos con los de su novia y empezó a recorrer el trayecto hasta el segundo piso.

El chico abrió la primera puerta frente a las escaleras mientras Giselle se maravillaba con la visión que tenía frente a ella. La habitación era bañada por la pálida luz de la luna que se colaba por las delgadas cortinas que cubrían la ventana. El contorno de una cama apenas sobre salía de las sombras que se encontraban dentro de la habitación.

—Esperaba sorprenderte —suspiró Charlie al oído de la chica, mientras caminaba hasta quedar detrás de ella. La piel de Giselle reaccionó al tacto del cálido aliento de su novio contra su piel, haciendo que se erizara.

El joven posó sus labios contra los hombros descubiertos de su pareja y comenzó a trazar una línea a todo el largo de su espalda.

—No empieces algo que no planees terminar —Giselle se mordió el labio inconscientemente mientras sentía los delicados besos con los que era consentida su piel.

—¿Qué te hace creer que no lo terminaré? —Charlie separó sus manos de la cadera de la chica y comenzó a acariciar su vientre lentamente mientras la despojaba de la blusa de tirantes que llevaba sobre su traje de baño.

Giselle comenzó a mover rítmicamente su cadera haciendo que sus glúteos chocaran con la pelvis de su novio mientras sentía como sus manos llegaban a sus pechos y los apresaban entre sus dedos.

Los jóvenes se separaron por un momento. Charlie pudo notar la camiseta de su compañera descansando en el suelo frente a él mientras una de las piezas del traje de baño se encontraba un poco más adelante. Al alzar la vista, el chico se encontró con las curvas de Giselle siendo iluminadas por la tenue luz de la luna. En ese momento lo sabía, con nadie más quería pasar el verano.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top