Chapter 1

Chapter 1

Aquella madrugada el teléfono suena antes de lo planeado. Estoy en mi alquiler de la ciudad, profundamente dormida cuando esa llamada me despierta. Aun con los ojos semicerrados, miro la pantalla para leer el nombre de un contacto que más de una vez pensé en borrar de mi lista. Sam Winchester, un compañero de la universidad que compartía conmigo el conocimiento y la caza de lo sobrenatural, había desaparecido una noche del campus y no volví a saber de él hasta esta llamada.

-¿Hola?

-Hola, ¿eres tú, Laura?

-¿Sam? ¿Qué pasa?

-Escucha, sé que tengo mucho que explicar, pero necesito tu ayuda urgentemente.

-Por supuesto. Lo que sea.

-Te daré unas coordenadas, necesito que vengas lo más rápido posible. Anota.

-Sí.

Busco en mi mesa de noche una libreta con una pluma y enciendo la lámpara. Asintiendo al teléfono, transcribo lo dictado.

-Está bien, Sam, estaré en camino en diez minutos. Pero dime qué ocurre.

-Es una larga historia, pero acudo a ti porque eres la cazadora con más experiencia en esto que conozco.

-Está bien, Sam. Como te dije, lo que necesites. Llegaré lo más rápido que pueda. Hasta entonces.

-Gracias, Laura.

Al empacar y subir a mi auto, comienzo el viaje viendo, tras varias horas tras el volante, el amanecer. Llego al lugar notando como única referencia una fábrica abandonada. Llamo al celular de Sam.

-¿Sam? Estoy aquí.

-Bien, espera, ahora subo.

-¿Subo?- ya mi amigo había colgado.

Unos segundos después, Sam se presenta tras de mí. Los saludos son efímeros a pesar del tiempo. Él me conduce a una puerta que da a un lugar bajo tierra con el cual me quedo sorprendida. Unos minutos después, me ofrece un café y se sienta a mi lado en la sala de guerra del búnker.

-Lamento haberte hecho venir de esa forma. Tienes derecho a rechazar lo que te pediré.

-Sam, quiero saber qué te pasó. Supe lo de Jess, pero no contestabas mis llamadas o mensajes.

-Ha pasado mucho. Te lo iré contando en estos días, pero lo que te tengo que pedir es un favor enorme.

-Me tienes intrigada. Dime.

-Mejor te lo enseño. Sígueme.

Con un gesto de su mano, Sam me conduce hacia una serie de pasillos que tienen puertas por todos lados. Se detiene en una y toca con suavidad.

-Dean, soy yo. Vengo con compañía. Voy a entrar.

Mi amigo me mira mientras gira el pomo de la puerta. Luego ambos miramos adentro el cuarto en penumbra. Sam busca con su mano el interruptor en la pared y al encenderlo, logro ver una figura sentada en el borde de la cama con la barbilla apoyada en los apretados puños.
Me adentro en la habitación y observo detenidamente al muchacho sentado en la cama.

-¿Dean? -digo con voz suave al reconocerlo.

En más de una oportunidad compartimos cacería los tres juntos. Era una época de jóvenes aventureros, recuerdo lo bien que nos llevábamos nosotros tres. Incluso las veces que recordaba con nostalgia esos tiempos.
El muchacho no se movió. No hizo siquiera un sonido. Estaba en shock.

-Sam, ¿qué tiene?

-Velo por ti misma.

Me posiciono frente al mayor hermano y observo más de cerca su expresión. Me percato de que sus ojos apuntan al vacío y sus movimientos son rápidos y leves. Suspiro mirando a Sam.

-Por eso yo era la indicada.

-Necesito tu ayuda, pero puedes rechazarlo si quieres.

-Te ayudaré.

-Gracias, Laura.

-Vamos afuera. Quiero que descanse un rato antes de comenzar.

Sam se dispone a salir, pero yo me acerco a Dean. Me agacho y coloco entre sus piernas, para estar cerca, y le acaricio la mejilla.

-No te preocupes, Dean. Te ayudaré, estás en buenas manos. Por favor, vuelve en ti. Te necesito.

El muchacho no reacciona. Me levanto y me dirijo a la puerta cuando oigo desde la cama la voz de mi amigo.

-Ayúdame, Laura.

-Descansa ahora, vendré después.

Cierro la puerta lentamente para no provocar algún ruido que lo distraiga. Luego desando el pasillo para sentarme a platicar con Sam en la sala de guerra. Él está nervioso, sus manos sudan y su mirada casi nunca se encuentra con la mía.

-Sam, necesito que te enfoques. Dime qué pasó.

-Fue una bruja. Le puso una maldición. No pude hacer nada. Ni siquiera puede Cass.

-¿Cass?

-Es un ángel amigo nuestro. Casi de la familia.

-Lo que me dices no parece tener remedio.

-Créeme, Laura, estás aquí porque sé que ya no hay nada que hacer.

-Lo haré sin problemas, pero,...- lo tomo de la mano para que me mire.- Dean también te necesita a ti.

-Solo dime lo que debo hacer.

-Bien, esa es la actitud.

Ordeno a Sam que vaya en busca de comida para varios días mientras me encamino a la habitación de Dean. Antes de entrar, saco de mi bolsa el bastón de mi padre. No es la gran cosa, pero está nuevo y es plegable. Con él en mi mano, toco la puerta.

-Dean, soy yo. ¿Puedo entrar?

-Pasa. -lo hago.

-Dean, sé que eres un tío bastante cabeza dura, pero sabes por qué estoy aquí.

-Ya,... No quiero seguir teniendo esperanzas por gusto. Solo quiero recuperar mi vida, o lo que pueda de ella.

Me siento a su lado en su cama. Lo miro fijándome en sus verdes ojos.

-¿Cuánto tiempo llevas así?

-Dos semanas.

-¿Qué has hecho en ese tiempo?

-Casi nada, Sam hasta tuvo que darme de comer.

Me levanto y comienzo a dar pasos aleatorios frente a él. Dean trata de girar su cabeza hacia mí en varias oportunidades.

-¿Qué has hecho por ti solo?

-Vestirme, bañarme e ir al baño.

-Más de lo que esperaba de ti, te felicito.

-No es que haya terminado bien. ¿Podrías quedarte quieta? Me cuesta ubicarte.

-Te estoy entrenando.

-¿Qué?

-Debes aprender a ubicar los sonidos. Sobre todo si se mueven constantemente.

-¿Esto será muy tedioso?

-Depende de ti, Dean. Que yo te entrene puede durar unos meses, unos años, pero no unos minutos. Así que no te ilusiones. Tienes mucho que aprender antes de volver a cazar.

-¿Cazar? ¿Estás segura de que no eres tú la de los problemas visuales? Estoy ciego, ¿cómo voy a cazar? Y que te quedes quieta de una maldita vez.

-¿Quién te enseñó a cazar?

-Mi padre.

-A mí también me enseñó el mío. ¿Recuerdas las veces que cazamos juntos?

-Sí, eras muy buena y hábil para ser una chica.

-No me sentiré insultada. Esto lo usó mi padre. El mejor cazador que conocí, utilizaba esto desde que tuvo uso de razón.- pongo el bastón en sus manos.

Él lo toca pausadamente hasta identificar el objeto.

-¿Tu padre era cazador?

-Quien me enseñó todo lo que sé y me entrenó. Él jamás pensó en retirarse de la caza. Ni que algo fuera imposible para él. ¿Qué dices tú?

-Estás muy orgullosa de él. Lo intentaré, pero te recomiendo tener paciencia. Pierdo los estribos con mucha facilidad.

-Yo soy muy estricta. Te aconsejo que obedezcas sin chistar.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top