ASESINATO A TRAICIÓN DEL TIGRE BLANCO MAGNÁNIMO
El Tigre Blanco Magnánimo dice: - Han estado desapareciendo ciertas criaturas bajo mi responsabilidad. Cual bien ocultos sus cuerpos, el olor a muerte y descomposición que impregna el aire no escapa a mi peculiar olfato. Y para incrementar inoportunamente mis deberes, una humana de corta edad, insignificante y desesperada, se adentró en el bosque, quedando absurdamente atrapada en la orilla del lago. Apoyada en una roca, sus piernas no pueden salir del agua, en tanto a la intemperie su cuerpo sufre; poco a poco se van desintegrando los huesos y transformando la piel de sus pies sumergidos. No morirá de hambre o sed.
"Ella es cautiva no del Lago sino de sus recelos".
CAPÍTULO: ASESINATO A TRAICIÓN DEL TIGRE BLANCO MAGNÁNIMO
El Tigre Guardián la observa fijamente desde la otra orilla. Hoy la humana está particularmente silenciosa.
"La humana con frecuencia se habla durante horas a sí misma; rememorando su infancia, a sus padres, su pérdida, su falta de valor...; entonces me cautiva más y más, porque su aspecto delicado, el cual se va deteriorando con el paso de los días, es solo una envoltura agradable para un espíritu que me desarma por completo".
Voltea para darle encuentro, sus finos oídos le escucharon acercarse acechante.
"He convocado previamente al Noble, a reunirnos un poco antes del alba en las cercanías del lago. Y ciertamente un Noble viene a mí encuentro".
El Noble camina altivo, guardando movimientos calculados, y manteniendo una mirada perspicaz.
"Estuve presente en el momento de su cruenta profecía. El nacimiento de los Gemelos Germanos solo traería enfrentamientos por poderío, traiciones, alevosía, muertes y sufrimientos. Y hoy acarea una artificiosa trampa".
- ¿Con que motivación me has requerido? - Pregunto sin rodeos el Noble.
Una risa socarrona escapa del Tigre Guardián.
- He requerido al "Primogénito Heredero" para tratar adelantadamente un asunto de gobierno. Uno bastante delicado.
Un gesto de desprecio surca rápidamente el rostro del Noble.
- Perfecto, únicamente conmigo es con quien debes examinar tales temas oficiales. -Expreso pausadamente, saboreando las palabras.
- Como sabrás, han desaparecido varias criaturas irreemplazables del bosque, aunque lo correcto sería acusar su muerte y el posterior encubrimiento. El Hechizo conoce lo sucedido, lo que sucede, y lo que considero aún más trascendente, ha intervenido para que ello ocurra. - Expuso conciso.
- Según parece cumples magníficamente bien tu labor; aunque lamentablemente no impidieras las muertes como compete a tu trabajo. - El sarcasmo empleado es muy evidente. - Pero ¿por qué no discutir esto directamente ante el Consejo de Estado?, la gravedad de los sucesos evidentemente lo amerita.
- Quería contar con un aliado de peso en las próximas sesiones a celebrarse, ya que me propongo proceder sin titubeos, y concienzudamente intuyo que presentar querella al Hechizo será complejo.
- ¿Denunciar abiertamente al Hechizo es lo que pretendes?, indudablemente una apuesta arriesgada. -Comento despreocupadamente. -¿Existen pruebas contundentes contra ella?
- Es necesario ahondar aún en lo acontecido. El Hechizo no lo ha logrado sola, recibe ayuda de sangre azul. - Contesto el Tigre Guardián, obviando una respuesta directa. - Por sobre todo es necesario saber en quien confiar. - Termino por agregar, midiendo discretamente la reacción del Noble.
- Entiendo, ¿A qué crees que se deba su accionar?
- Desconozco... Algún levantamiento quizás, pero sea lo que sea no responde a un impulso espontánea o repentino. Hay diversos engranajes en movimiento.
La intensa mirada de la enorme bestia atigrada se posó sostenida en el Noble, de forma atrayente, paralizante e hipnótica. La mirada de un cazador puesta en su presa. Una voluntad ocular que inmoviliza en base al miedo.
De un repentino salto el Tigre Guardián se abalanzó sobre el Noble, quien cayó de espalda; golpeando fuertemente el suelo, pronunciando de inmediato una consonante exclamación de dolor y sorpresa.
Las patas delanteras del pesado animal sobre sus antebrazos le impedían moverse, mientras las fauces de la bestia amenazaban con arrancarle la cabeza.
- Bañado en la superioridad de tu estupidez, te crees más listo que el resto. -Rugió el Guardián.
- Quita tus pezuñas inmundas de mí, criatura irreverente. - Expreso con cierta dificultad, aún aturdido el Noble.
- Farsante. -Escupió el Tigre. - ¿Por qué interceptar mi petición a tu hermano?
- Yo soy el heredero legítimo. -Bramo iracundo el Noble, mientras hace un ademan de forcejeo.
- ¡Mientes neciamente!, pues huelo en ti la mezcla de sangres diversas arrebatada violentamente. ¿Qué papel juegas en esta partida?
El hermano menor, aunque idéntico, desprendía un olor distinto. El mayor huele a pinturas fresca y el menor a desdén, pero ahora también a sangre arrebatada.
- ¿Papel? -Rio sonoramente el Noble mientras busca acomodar sus piernas en el estómago del Guardián. - ¡Este es mi juego, yo lo dirijo, yo lo controlo!
"De manera que sus sospechas eran ciertas", pensó el Guardia.
Impensable y veloz, únicamente con el impulso de sus piernas, el Noble mando furiosamente hacía atrás al Guardián. Arrogándolo varios metros lejos, exhibiendo a través de ello una fuerza inaccesible en esa especie. La compresión para el Guardián fue inmediata.
- Despreciable sanguijuela. - Gruño, corriendo al encuentro del Noble. - ¿Así que era por eso?
El Tigre intento embestirle de frente, empleando todo su peso y gran velocidad, sin embargo, el Noble no solo logró esquivar y desviar el ataque, sino que conecto seguidamente un codazo en el cuello de la bestia, provocando un contundente impacto de la misma con el suelo, hundiéndole en el mismo.
"Fuerza descomunal y agilidad superior... destrezas robadas", pensó el Guardia.
El Tigre Blanco se levantó sintiendo un fuerte dolor. Volvió inmediatamente a la contienda. Y ante la mirada burlesca del Noble, las garras del Tigre incrementaron su tamaño, grosor y consistencia, convirtiéndose en cuchillas afiladas e inquebrantables. Sin hesitación el combate se extendería más de lo pensando.
Atacó nuevamente el Guardián, balanceando sus garras una y otra vez hacia el Noble, sin lograr atizarle. Pero en una prevista abertura, utilizando una movida calculada, consistente en una serie de ataque en zigzag, logró contactar al Noble; rasgando superficialmente el rostro de su adversario, sin embargo, de seguir el Guardián un poco más, le hubiese arrancando el brazo derecho de un tajo, pero en el último momento el Noble pudo escabullirse interponiendo una espada, antes perfectamente oculta en su ropaje, con su mano izquierda.
Enseguida el Guardián se impulsa en un ataque frontal, pertinaz, con el cual alcanza a sostener con sus firmes colmillos la hoja de la espada, ejerciendo suficiente presión con su mandíbula para perforarla, empero la hoja no se fractura, y sus colmillos tampoco ceden.
El Noble aprovecha el desconcierto de su contrincante para intentar patearle a la altura de su ojo derecho, el Guardián suelta la hoja percatándose tarde de que se trataba de un movimiento señuelo. Recibiendo un corte profundo que le impide cerrar el hocico, cuya parte inferior cuelga inerte. Él sangra abundantemente.
- ¡Esa espada!, ¿cómo la obtuviste? -Las palabras salen difícilmente entre gárgaras acompañadas de un chapoteo, a nada de ser indescifrables.
- ¡Marcaste mi rostro, tú repugnante, no desperdiciare explicaciones con un cadáver!, y ese aspecto grotesco, realmente me desagrada, tendré que desaparecerte de mí vista ¡en el acto!
- ¿Crees poder terminar mi existencia?, ¡bufón!, eres indigno de portarla...no servirá en tus manos. -Ante la falta de expresión del otro agrego. - Oh, ¡no lo sabes!
- ¡Silencio!, a ti y a ella, de ser preciso, les obligaré a obedecerme: ¡Muere y limpia tu agravio en ello!
Indubitable el Noble es un experto en el manejo de la espada. El Lobo ha recibido varios cortes menores sin lograr atravesar la defensa de su adversario. La sangre de su herida baña la arena alrededor del combate.
- Al menos tu pericia con el manejo de las armas no pertenece al desvarío de tu auto proclamada superioridad de sangre, aunque todo lo demás lo consiguieras bajo engaño, deslealtad y robo. Por ello te mostraré el verdadero uso de lo innato. Mira y suplica de rodillas ante un verdadero rey.
Fortísimos destellos de luz azul cegaron al Noble. Frente a él aparecía un joven de impresionante altura cercana a los 2 metros, de cuerpo musculoso, más no robusto, piel bronceada, cabello corto de tonalidad naranja rojiza, facciones finas, barba completa y ojos amarillos. Quien se encontraba cubierto con un sencillo abrigo de pelaje blanco y pantalón largo a rayas blancas y negras, con los pies descalzos.
En sus manos sostiene una espada Gladius Romana de medida personalizada: un arma de una sola estocada, liviana y práctica. Con una hoja sin pulir, y empuñadura extravagante en forma de jarra. -Tu verdugo, mi espada. - Exclamo.
Se renueva enérgicamente la batalla, pero con cada choque entre ambas espadas, el alma del Noble incrementa su peso, volviendo sus movimiento lentos y disminuyendo su capacidad de respuesta.
Los golpes del Guardián son bestiales, bañados en una fuerza grosera y abrumadora, sin responder a un patrón aparente. Ora cambia el arma de una mano a la otra, según su conveniencia, empleando en conjunto la mano libre y utiliza al mismo tiempo sus piernas.
El Noble detiene una estocada baja a su costado derecho con un bloqueo de media luna de su espada, interviene seguidamente, no sin dificultad, un rodillazo hacia su otro costado, sosteniendo inmediatamente con ambas manos la pierna empleada por el Guardián, con un apretón busca torcerla, pero antes recibe de lleno un impacto. El manejo efectivo de su espada requiere el uso de ambas manos, falto de lógica utilizo un ataque impulsivo. Recibiendo imparable un puñetazo del Guardián, directo a su ojo izquierdo, el cual ciega de forma parcial su vista; un segundo puñetazo impacta en su nariz. Suelta al Guardián en el acto, se aleja, busca agrandar la distancia entre ambos, retrocediendo varios metros.
- En este juego, ¡tú juego "de niños"! - El Guardián ríe irónico al pronunciar lo último. -Te regresare cada infamia, "bufón del primogénito". "Bufón es todo aquel que intente tomar una posición que no le corresponde"
- Escoria, ¡a callar! -Bufó el Noble."Aquella espada inferior no debería poder contender contra la mía", pensó.
El Guardián se impulsa y da un saltó al cielo, premeditando caer en la espalda del Noble, pero aquel realiza por sobre su cabeza un efectivo bloqueo del ataque, lo que da por resultando un estrepitoso choque de espadas, cuya presión es sostenida por ambas partes. Instintivamente el Guardia aun en el aire produce un cambio de estrategia, con un movimiento artificioso y elaborado, procede a sujetar el cuello del Noble con sus piernas, logrando una perfecta llave. Constriñe fuertemente con sus músculos, estrangulando al Noble, quien falto de aire suelta su espada, y se deja cae pesadamente de espalda, golpeando al otro contra el suelo. El Guardián exclama de dolor, pero no deshace la llave. El Noble se retuerce en el piso. Ante lo cual el guardián clava su espada en el hombro del su adversario y luego la entierra en su dorso. Le está arrebatando la vida.
En ese punto se escucha un sollozo lejano, que como canto de sirena distrae al Guardián.
"Debí haberlo presentido, pero dormitaba cómodamente en mi idealismo al pensar que lograba compaginar inadvertidamente mi deber con esa sana obsesión. Hace mucho desde que, en la distancia y bajo el cobijo de la noche comencé a admirarla, sin faltar, hasta el despuntar del alba... La primera vez que le vi, una sirena del lago, me rendí silenciosamente a ella, pero poco y nada era lo que estaba a mi alcance para liberarla del castigo a su osadía".
En el acto extrajo violentamente su espada del Noble y lo liberó de la prisión de sus piernas. El noble con trabajo y notables penas se arrastró para distanciarse.
- Bufón, infame y cobarde. ¡Innoble!, incapaz de librar tus propias batallas. - Escupió el Joven Guardián.
En el otro margen del lago, el Hechizo peinaba delicadamente con sus dedos el cabello poroso, largo y maltratado de la Joven Sirena quien sentada indefensa en una gran roca de la orilla, sollozaba espasmódicamente.
- Tan quemado por el sol, que desperdicio. - dice el Hechizo mientras juega a ondular un mechón. -Lo cortaré por ti, te será más cómodo.
Con un puñal en mano y un fuerte agarre de la Joven por la coronilla, realiza un corte horizontal que pretende imitar la decapitación de su nunca, seguidamente caen en carrera las maltrechas hebras en las aguas.
- Sientes un alivio, ¿no?, ohhhh... no solloces tan fuerte, está tranquila. Mira hacia el frente. - Le ordeno, sujetando inmediatamente el rostro de la joven. -Con la luz solar que ha despuntado habrás de observar, sin misterio alguno por primera vez, a la criatura magnánima que te ha estado visitando. "Tan fascinante". -pronuncia mientras deja escapar un largo suspiro. - ¿Sabes que él te anhela?... ohhh... ¡Es bueno, tan bueno, sentirse aún mujer! -Le mira de arriba abajo con una mueca de asco.
"¿Cómo y desde cuándo habrá descubierto mi interés en la humana?", pensó el Joven Guardián. "Este asunto es más enredado y posee más hilos de los que se conciben en una primera capa. Sin embargo, no puedo alejarme cuando ella está en peligro".
El Hechizo sujeto sin titubeos, muy en alto el puñal, con ambas manos, justo sobre el cuello de la Joven.
- ¡Detente Hechizo! -Exclamo de forma aguda con una mirada de sobresalto.
- ¿Ella o tú? -Interrogo retadora.
"Debo protegerla, ¡no!, no debo, ¡yo quiero protegerla!"
Se escuchó entonces el sonido metálico de la espada del Guardián al chocar contra la tierra. Una sonrisa compuesta de dientes puntiagudos asomo en el rostro del Hechizo. Ambos se sostuvieron intensamente la mirada, finalmente se rindió el Joven con una ligera señal de asentimiento. El Hechizo le dio una última mirada que reflejaba su promesa. Seguidamente oculto el puñal en una funda.
"Acatare Guardián. Adiós magnánima criatura", pensó el Hechizo.
El Noble se hallaba detrás del guardián sosteniendo con visible conflicto su espada y a una seña del Hechizo, procedió a apuñalarle varias veces al Guardián por la espalda.
- ¡Tú bestia débil!, débil, débil, débil... -repitió iracundo, trémulo y cansino el Noble mientras estocaba el cuerpo.
"Me gustaba mirarte como si de una flor irrepetible se tratase, cuya templanza y real belleza, abstracta y subjetiva, es capaz de superar la sensación de vacío producto de un mundo lleno de conceptos concretos como sentencias inapelables, rebosando mi alma con algo carente de lógica, pero en cambio rebosantes de sustancia", pensó el Guardián al cerrar sus ojos.
Su cuerpo se desintegraba rápidamente, solo dejando como rastro de su muerte la sangre derramada, de la cual brotó un campo de flores multicolores.
El Hechizo se acercó al Noble que se hallaba a unos pasos de las flores, y le beso vigorosamente con ansias lujuriosas sin importarle sus heridas, mientras él le correspondía con idéntico ardor el beso.
"Perdiste... te gane a ti y todo... ", el Noble únicamente piensa en su rival acabado.
Término la unión abruptamente con el Hechizo. Empujándole con sus restantes fuerzas hacia abajo, hasta posicionarla de rodillas, y mirándola desde lo alto le abofeteó potentemente ambas mejillas.
- No te atrevas a acercarte como si poseyera derecho o privilegio alguno sobre mí, ¡desde ahora tendrás que suplicarme por ello!, a partir de este momento soy el dueño de todo.
- Sí, mi señor. - Contesto sumisa.
-Su muerte ha creado vida vegetal. Cual absurdo. Con su poderío hubiere... -Se interrumpió de pronto el Noble. - ¿dónde ha caído su Espada?
La diviso en medio del campo de flores.
- No se acerque ni les toques mi señor, son flores caprichosas de efectos innumerables: muerte, parálisis, ceguera... es imposible determinar cómo han de afectar al organismo, ya que actúan a su antojo.
"Pero si la flor principal es sofocada se marchitarán todas", pensó el Hechizo empero no lo expreso. Limitándose a decretar: - Si la espada se encuentra dentro del campo será imposible recuperarla.
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