Capítulo 23: CAMINO A LA CORTE
- ¿Zydne, estas lista para hoy? – me preguntó con preocupación el oficial Ortiz, solo le di una sonrisa de medio lado.
En respuesta a su pregunta, no estaba preparada en absoluto. Hoy era el día que me harían entrar a la corte sin haber seguido todo el protocolo. El oficial Ortiz abrió la celda dejándome salir, pero no sin antes poner las esposas en mis muñecas. Me sacaron por la parte posterior del cuartel para que nadie me viera. Ortiz me deseo éxito y me dijo que realmente esperaba que saliera inocente porque lo era. Si de algo estaba agradecida era de que me dejaron utilizar ropa de vestir para ir a la corte y no me hicieron utilizar un uniforme de presidiaria.
Una vez el vehículo que me transportaría hasta el lugar comenzó su marcha, entendí porque me sacaron por la parte posterior. Pude ver apostados frente al cuartel un sin número de reporteros esperando mi salida. Ninguno se dio cuenta de que me sacaban por la parte trasera del cuartel en un auto no identificado. De camino a la corte me sentía frustrada, enojada, triste y sin lugar a dudas desesperada. No podía seguir perdiendo el tiempo. Mis seres queridos seguían postrados en una cama de hospital y yo sin poder hacer nada. Sentía que en cualquier momento me explotaría una crisis nerviosa, pero debía ser fuerte. Si era necesario escaparía como pudiera para llegar al bosque.
Ya podía ver el tribunal, en sus puertas de entrada había un sin número de personas. Desde reporteros, personas pidiendo que me encerraran y personas apoyándome para que me dejaran libre. Jamás en la vida pensé pasar por algo como esto. Lo vi tantas veces en películas y me parecía horrendo, pero vivirlo en carne propia es aún peor.
- Todos en sus posiciones preparados para cualquier cosa. – les decía el oficial al mando de mi transportación segura a los demás. Vi que presionó un botón y no me había percatado de que detrás de nosotros venían otro auto igual.
Lograron estacionarse como pudieron frente a la entrada del tribunal. Demasiadas personas se acercaron a los autos, me asusté un poco. No sabía que todo esto estaba sucediendo afuera a causa de lo ocurrido. Estaba vez el oficial al mando estaba sentado al frente en el lado del pasajero, se giró, me observó con expresión de disculpa y me habló.
- Querida sé que no tenías idea de todo lo que estaba sucediendo afuera. Te voy a dar unas instrucciones simples. – asentí. – Te mantendrás todo el tiempo junto a mí, camino, tú caminas, si te digo que corras, corres. ¿Has entendido?
- Sí. – contesté apenas audible.
- Necesito que estés calmada, esto será rápido.
Esperamos unos segundos. Los oficiales del otro auto se bajaron primero y se postearon frente a las puertas de lado derecho de nuestro vehículo. Estaba nerviosa, había demasiada gente y soy de la clase de persona que no me gustaba ser el centro de atención. Siempre he sido de las personas que hacen las cosas calladas sin tener que decirles a los demás. Al encontrarme en esta situación es demasiado difícil para mí. Sentía que la respiración se me estaba acelerando desmesuradamente.
- Oye Zydne mírame. – me hablaba el jefe de los oficiales. Lo miré como me pidió. – Quítenle las esposas, no son necesarias.
- Pero señor. – protestó el oficial sentado a mi lado izquierdo.
- Hagan lo que les ordeno. – habló más fuerte el jefe. Todos se quedaron en silencio, mientras el oficial a mi lado derecho removía las esposas.
- Gracias. – dije con toda sinceridad, odiaba estar con las manos atadas.
- ¿Sabes porque lo hago? – me preguntó el jefe, yo negué con la cabeza. – Porque sé que eres inocente y espero que una vez hables ahí, en el estrado se den cuenta del error que están cometiendo contigo. Sé valiente, no temas en ningún momento.
- Por el amor de Dios, están todos locos. – dijo el oficial a mi lado izquierdo.
- ¡Cállate Rodríguez! El único aquí que piensa que ella hizo todo lo que dicen eres tú. – le respondió molesto el oficial a mi derecha.
- Ya basta. – dijo el jefe para calmar los ánimos. – Ya es hora de salir.
Abrieron las puertas y todos salimos. El oficial a cargo, que yo había denominado como jefe fue quien me tomo para escoltarme junto a él. No podía ver nada porque me llevaba pegada a su costado. No lograba entender nada de lo que decían, demasiadas personas hablando al mismo tiempo. Realmente a eso no se le puede decir hablar, gritaban. Subimos unos escalones, abrieron unas puertas dobles y las mismas se cerraron callando toda la algarabía de afuera. Me aguante del brazo del jefe para poder estabilizarme. Di un largo y profundo suspiro.
- ¿Estás bien? – me preguntó el jefe.
- Dentro de todo sí.
- Me alegra oír eso. Ahora te llevaremos hasta el pasillo donde te esperan para que entres a sala.
- Le agradezco mucho por su servicio y lamento que tengo que pasar por esto.
- Yo lamento mucho que tú estés pasando por esto.
Luego de regalarme una sonrisa de aliento me acompaño hasta un pasillo sumamente largo. Casi al fondo vi a mis padres y al abogado sentados en un banco, hablaban entre ellos. Al parecer esperaban por mí. Por más que quisiera correr hasta ellos me contuve, después de todo no se habían percatado de que había llegado. Por otra parte no quería hacer enojar al jefe después de que se había portado tan bien conmigo. Ya estando más cerca mi madre fue quien me vio. Se acercó a mí rápidamente y me envolvió en un abrazo cálido, uno de esos que solo las madres saben dar. Una vez me soltó mi padre hizo lo mismo.
- Hija de vez ser fuerte, confió en que todo saldrá bien. – me decía mi padre para darme aliento, yo solo asentí. En ese momento me voltee.
- Gracias por todo oficial...
- Alonso Guzmán a sus servicios.
- Gracias oficial Guzmán.
En ese momento el abogado me habló. Era momento de entrar a sala. Toco dos veces y alguien al otro lado abrió. Primero entró el abogado seguido de mí y mis padres. Ellos se sentaron en la primera fila junto a otros de mis familiares que también estaban presentes. Era una sala grande, estaba llena, me percate que habían cámaras con logos de canales de televisión. No tenía idea de que esto lo iban a televisar. Mi abogado y yo pasamos a nuestros lugares y nos sentamos.
- No sabía que televisarían el caso. – le susurre al abogado.
- Siento mucho no haberte dicho. Intentamos todo lo que pudimos para que no lo hicieran, pero se negaron.
En ese momento anunciaron la entrada de la jueza, era una mujer diría que en sus cincuenta años, quizás un poco mas. Muy elegante y seria, daba algo de miedo. Ella hizo un asentamiento y todos se sentaron. Anuncio que la corte entraría en sección.
Nota: Gracias a todos lo que me leen y me tiene paciencia.
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