Retorno al Bosque
https://youtu.be/Gq05EZwKUTo
Camino seguida por mi pequeño séquito de eremaven, quienes también han estado activos convirtiendo a parejas, familiares y amigos. Nos vamos a encontrar con Erenz en la linde del bosque, dónde me comentará sus planes para recuperar a Efasthereth del control de los dioses.
—No fue una sabia decisión alinearse con los eremaven al principio de esto —indica mi madre, haciendo referencia al pacto entre Meur y Kelter—. Sabes que los dioses son muy poderosos y, si ya los destruyeron una vez, podrán hacerlo de nuevo.
—Soy consciente de eso. No me voy a lanzar a los brazos de la muerte así sin más. Mi única prioridad es recuperar a Ricca y llevarla a Hidria para enterrarla allí. Erenz puede irse al inpher'i con su venganza.
—¿No te va a exigir que batalles a su lado?
—Espero que no. No fue parte de mi trato con él.
—¿Te tengo que recordar que...?
—Que no hay que confiar en un eremav. No hace falta.
Aquel refrán se volvía ahora más curioso considerando que todos éramos ahora parte de esa especie. Yo siento el deseo de creer en él —producto de su mordisco, posiblemente. Entiendo que los míos sentirán algo análogo para conmigo. Aunque, hay algo dentro de mí —no sé si es la sangre de ruostandeth— que me incita a combatir contra cualquier imposición. Y no puedo negar que estoy esperando la oportunidad de enfrentarme a él. Casi diría que estamos en igualdad de condiciones —salvo el ejército que creó que imagino que será mayor que el mío.
Ahora bien, espero que esa mezcla de la sangre de los hombres bestia con la eremav pueda crear algo que me dé ventaja sobre Erenz. Es cierto que él no me ha hecho nada como para que sospeche —más de lo necesario—, pero me persigue una intranquilidad que nació desde que me convirtió y no puedo luchar contra ella.
¿Es posible que me haya traspasado algún tipo de sensación o emoción encubierta sobre lo que pretende hacer conmigo? Son estas alarmas las que no puedo dejar pasar. Demasiados errores he cometido ya por mi inocencia y mi lealtad a quienes pensaba que me querían. Porque, si eso hacen los más cercanos a mí, ¿qué no harán los que no tengan ningún vínculo?
Al menos he convertido a los que pude y espero que el efecto dominó me beneficie. Tener a los técnicos del MEF es una ventaja. Hemos logrado convertir también a un buen número de guardias, pero no a todos. Del ejército no tenemos a nadie, aunque sí un grupo considerable de civiles. Llegado el momento, va a ser un enfrentamiento...
—¡Zhora! ¡Mi querida, Zhora! —exclama Erenz, nada más dejamos el último edificio del extrarradio de Dëkifass. Se le ve exultante. Después de tanto tiempo sin beber sangre galame, debe de estar eufórico—. Por lo que veo no has estado quieta.
—Nada más le di uso a las habilidades con las que me has bendecido.
—¡Eso veo! Bueno, es momento de volver a Efasthereth.
—Sí, quiero recuperar el cuerpo de mi hija y enterrarlo en Hidria, como te dije.
—No perdamos más tiempo, entonces.
Hay algo de esa mirada violeta que no me gusta. Que no se oponga a mis planes dispara mis alarmas. Hago bien en desconfiar de él. Sé que se está guardando alguna sorpresa que no me va a gustar.
Toma la iniciativa y da el primer paso. Me ofrece su mano para que vaya a su vera. Miro a mi madre y a Tarine, asiento y avanzo hasta ponerme a su diestra.
—No tienes ni idea de lo que hemos logrado hoy, mi adorada Zhora. Ya nadie se podrá oponer a nuestra fuerza —indica.
—¿Qué te hace pensar que puedes plantarles cara a los dioses ahora? ¿Por qué no vas a fallar donde tu padre lo hizo?
—Te tengo a ti y a un ejército mucho mayor que el que mi padre tenía. Aunque no te lo creas, los dioses nos mantenían a raya. No nos dejaban alimentarnos ni convertir a tantos como queríamos. Entenderás que aquello era inaceptable.
Me freno cuando llego a la linde del bosque. Otro nuevo conjunto de alarmas se dispara. No debería entrar y, aun así, no tengo otra alternativa. El cuerpo de Ricca no puede reposar eternamente en la fuente de Lavos. ¿Qué es lo que está pasando para que un súbito terror me recorra? Hay algo que está mal aquí. Lo peor de todo es que ya será tarde para cuando lo descubra.
Erenz avanza como si la cosa no fuera con él y se pierde en su interior. Su gente le sigue. Suspiro profundamente y me interno.
Siento dos cosas: estar totalmente revitalizada —Efasthereth desde el descubrimiento ha sido el hogar de los eremaven, por lo que no es extraño— y una sensación de estar desorientada. No sé por dónde vine. Si quisiera salir, no podría. A todos los que convertí les pasa lo mismo. Lo leo en sus rostros.
—La sangre de ruostandeth me temo que sigue haciendo efecto en vosotros —indica Erenz.
—Necesito salir de aquí con Ricca.
—Y lo harás... Una vez te enfrentes a Themegherö Qinand conmigo.
—¡Tú sabías que esto me iba a pasar!
—Tenía la firme sospecha y, si eso no ocurría, sí lo haría la maldición del susodicho. Si una criatura del bosque no te invita, no podrás salir.
—Nemand! —exclamo.
Me abalanzo sobre Erenz que hace una elegante finta y me sujeta, pegando mi espalda a su pecho.
—Sabes que esto es inevitable, Zhora. Si querías recuperar el cuerpo de tu hija, estabas obligada a volver, sin importar las consecuencias. Para ti no existe otra opción. O ¿la dejarías reposar en Kaenpolus por los siglos de los siglos?
—¡Por supuesto que no! Pero no le habría permitido entrar a mi gente.
—Nuestra. No lo olvides. Necesitamos hasta el último de ellos. Por desgracia hemos perdido más de dos tercios de la población de Dëkifass, por lo que tenerlos a todos los nuevos eremaven será vital si queremos llegar hasta Gherökestl.
Dejo de luchar y Erenz libera su presa. ¡Esta me la va a pagar! Estoy harta de que todos me engañen. ¿Acaso tengo un maldito cartel en la frente que invita a todos a engañarme? Ya no puedo llamar a esto inocencia sino estupidez.
—No voy a soportar más manipulaciones por tu parte, Erenz.
—¿Es una amenaza? —pregunta, divertido por la situación.
—Es un aviso.
Según mi traidor preferido, el castillo del Rey Demonio está a una jornada de camino a paso normal. Podríamos desplazarnos a mayor velocidad, aunque no es la mejor opción. Drenaría nuestras energías y necesitamos estar al cien por cien si queremos tener alguna opción contra los dioses.
—Van a morir muchos de los nuestros —indica Tarine, quien mira aprensivamente a su alrededor—. Nosotros podemos morir.
Tarine, Rearn, Leinel, mi madre y yo estamos a la retaguardia de nuestra guarnición resolviendo cuál es la mejor forma de proceder. Hay situaciones que todavía se escapan de mi control y prefiero contar con su consejo para evitar lamentos. Entre todos podremos determinar cuál será la mejor de las opciones.
—¿Conocemos el número de dioses de Efasthereth? —pregunta mi madre. Sacudo la cabeza.
—Erenz jamás me lo dijo, si es que lo sabe. Quiero pensar que más de mil doscientos eremaven tienen que suponer una ventaja numérica. No pienso conduciros a todos a la muerte sólo por su capricho.
—Mucha alternativa no tienes. Si no sigues sus órdenes, no saldremos nunca de aquí —interviene Rearn.
—Prefiero vagar eternamente aquí a veros morir. Además, no hay que ser tan radical. Pueda ser que nos lleve mucho tiempo, pero no estaremos condenados aquí de por vida.
Es curioso que hemos dejado de ser parte la historia galame para convertirnos en esas páginas de mitología, de los cuentos que nadie querría relatar.
—Si yo fuera Erenz te pediría que lideraras la carga. Si mueren los fieles a tu causa, será más fácil quitarte del medio —apunta Leinel, sacándome de mis pensamientos.
—Cuento con ello.
—¿No hay forma de pactar con los dioses? —sugiere Tarine.
—Ellos no se han mostrado muy generosos con sus negociaciones, mucho menos con los eremaven.
—Lo que no entiendo es: ¿por qué nos están dejando avanzar sin impedimento?
—Eso mismo llevo preguntándome desde que entramos —respondo a la cuestión de Leinel—. Te aseguro que los dioses no son seres que se acobardan por nada. De seguro están planeando algo.
—¿No deberías estar hablando de eso mismo con Erenz? —Mi madre entra en modo aprensivo y no es eso lo que me conviene ahora.
—No te preocupes, mamá. Me interesa primero que estemos alineados con un plan. Todo puede torcerse en cualquier momento.
—¿Qué propones?
—Que nadie ataque a los dioses si yo no lo ordeno. Mantened la distancia para con Erenz y su grupo. Estamos en desventaja a razón de dos a uno.
—Yo puedo intentar infiltrarme en sus filas —ofrece Rearn—. Tengo muchos amigos por ahí y puede ser que suelten algo, si es que están planeando jugárnosla.
—Es una buena idea, peligrosa, pero que nos puede aportar información.
—No te preocupes, ante cualquier señal, saldré volando. Nunca mejor dicho.
Asiento y dejo al grupo.
Pensé que esta historia terminaría con la muerte de Orph. Estaba muy equivocada. He dejado sistemáticamente que Erenz me manipulara. Ahora que me he convertido, quiero saber qué espera de mí.
—Erenz —llamo, cuando llego a su lado—. ¿Cuál es el plan?
No hay mucho tiempo que perder. Más vale ir directa al tema.
—Ir a por nuestros queridos dioses.
—Hay dos cosas que me tienen inquieta. Primera: ¿por qué no nos hemos encontrado con ningún dios todavía? No tiene sentido que nos dejen circular tan libremente.
—¿Quieres que te responda ahora o espero a la segunda pregunta? —No sé si se está burlando de mí. ¡Me pone de los nervios! Lo peor de todo es que su maldito humor me hizo olvidarme de la segunda pregunta. ¿Cómo hace para anularme tan fácil?
Con un gesto de mis manos lo invito a responder, mientras trato de recordar la segunda pregunta.
—Nos van a llevar a los círculos internos de Efasthereth en donde nos rodearán y nos atacarán con todo lo que tengan. Ellos son tan numerosos como nosotros y no van a darnos la posibilidad de escapar con vida. No esta vez.
—Nos estás llevando directos al matadero —La fría sonrisa de Erenz me recuerda que no somos más que unas herramientas a su servicio.
Es posible que, tras tantos años de soledad, pasada la traición de su padre, haya aprendido a no preocuparse por nadie más que por sí mismo. Tal vez sea algo intrínseco a ser eremav: el egoísmo como plan de supervivencia. ¿Haré lo mismo llegado el momento?
—No es así. Os estoy llevando a una guerra que ha sido pospuesta por cientos de años. Es el momento de recuperar lo que es nuestro y que el pueblo eremaven resurja de sus cenizas.
—¿Qué esperas de mí? —Esa era la segunda pregunta.
Me imagino que me puede pedir ser su reina, la madre de sus vástagos que terminarán gobernando sobre todos los eremaven. A pesar de todo lo que me haya podido ayudar, nuestros caminos no estarán unidos. Yo no tengo aspiraciones de ser líder de nadie. Mis intereses siguen siendo los mismos, sin importar si soy galame u otro tipo de ser: recuperar el cuerpo de mi Ri-ri y llevarla a Hidria.
—Te podría decir que, en los primeros minutos de nuestro encuentro, no te veía más que como una herramienta para vengarme de los dioses; ahora... eres algo más. Por eso te convertí y no te maté. Mi padre, por ejemplo, una vez hubiera escapado de Efasthereth habría bebido hasta la última gota de tu sangre.
—¿Eso te convierte en alguien débil o qué? No entiendo tu comparación.
—Mi querida, Zhora. Me encantaría que...
Un estruendo sonó a mi espalda que interrumpió aErenz, quien abrió sus ojos de par en par, a la vez que su cara se vestía deuna mueca de terror. Trato de girarme, pero...
Este es un nuevo capi de transición que nos deja mucha información que nos será útil en los capis que nos quedan (tres muy interesantes, os lo aseguro). Soy muy aficionado a este tipo de finales (como habréis visto). Vosotros me estaréis maldiciendo, pero se por poco. No hay más que avanzar (salvo si lees esto en el estreno, que te toca esperar apenas un día).
Hoy no me extenderé más. Como siempre, os agradezco vuestras lecturas y comentarios. =)
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